La laicidad no es un concepto filosófico, ni una opción ideológica, pero es más que un talante o que una actitud de neutralidad o que una aptitud para desarrollar las propias convicciones, dado que es un principio jurídico que tiene la virtualidad de cualquier otro de los principios generales extraídos del sistema de valores de un ordenamiento que, como el nuestro, coloca en lugar cimero la libertad y la democracia. La laicidad es la expresión jurídica de la tolerancia, traducida en una arquitectura espiritual abierta de la Ciudad.
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