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El conde de Floridablanca y su época

Los cien primeros días de Moñino en Roma

Les cent premiers jours de Monino à Rome
Monino's first hundred days in Rome
Enrique Giménez López
p. 15-36

Résumés

Tous les historiens s'accordent à penser que le rôle joué par José Monino comme ambassadeur à Rome fut décisif pour la suppression de la Compagnie de Jésus. De fait, le processus était pratiquement parachevé au terme des cent premiers jours de la présence du nouvel ambassadeur dans la Ville Éternelle, et si cette dernière se prolongea jusqu'en juillet 1773 ce fut pour résoudre des questions secondaires. Ce travail retrace le calendrier de l'action diplomatique de Monino et analyse en détail le contenu des audiences avec le Pape, des entrevues avec les ambassadeurs de France, de Naples et, dans une moindre mesure, du Portugal, tous intéressés à cette suppression et agissant sous l'influence directe de Monino.

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Texte intégral

  • 1  Egido, 1979, y Giménez López, 1997.
  • 2  Van Kley, 1975, p. 227.
  • 3  Fuentes a Grimaldi, París, 13 de mayo de 1767 (AHN, Estado, leg. 3.518).
  • 4  Diaz, 1962, p. 322.
  • 5  Ferrer Benimeli, 1989.

1La noche del 2 al 3 de abril de 1767 se inició por sorpresa la operación que llevaría al exilio a más de cinco mil jesuitas súbditos de Carlos III1. El 9 de mayo el Parlamento de París solicitó a Luís XV que instara de la Santa Sede la supresión de la Compañía de Jesús por fomentar sediciones contra los soberanos2. Cuatro días más tarde el embajador español, conde de Fuentes, informaba al Secretario de Estado español de que su homólogo francés, duque de Choiseul, le había comunicado su interés por forzar la extinción3, pero que la iniciativa ofrecía pocos visos de prosperar por la actitud dubitativa del monarca francés y la oposición del partido devoto en Versalles4, con lo que se vería tal vez obligado a «limitarse a pedir la secularización de los jesuitas franceses y españoles»5.

  • 6  Egido, 1976.
  • 7  Giménez López, 2006.
  • 8 Egido y Pinedo, 1994, pp. 109-130.

2El objetivo de Carlos III iba mucho más allá de la simple secularización. El desprecio de los jesuitas por la autoridad, que les llevaba a promover rebeliones y atentados6, había convertido a la Compañía en enemiga irreconciliable de la Corona7. El breve Alias ad Apostulatus de 30 de enero de 1768, más conocido como el Monitorio de Parma, tuvo una influencia decisiva en el proceso de extinción. La excomunión del duque Fernando de Borbón —sobrino de Carlos III— y de sus ministros, como castigo por su legislación regalista8, contribuyó a acelerar la voluntad de reclamar ante Roma la extinción. Los reyes de Francia y España consideraban que la humillación infligida a un miembro de su familia había sido inspirada por los jesuitas como venganza por su expulsión de todos los territorios de la «galaxia» borbónica.

  • 9 Olaechea, 1965, vol. 1, p. 392, nota 73.
  • 10 Ferrer del Río, 1856, vol. 2, pp. 250-252.

3El plan que debía acabar con la Compañía fue diseñado en marzo de 1768 por los fiscales del Consejo José Moñino y Pedro R. de Campomanes. Estableció un guión que siguió escrupulosamente el primero de ellos en Roma cuando, en 1772, pasó a ocuparse de la embajada ante la Santa Sede9. Un resumen de estas ideas conformó una Memoria aprobada por el Consejo Extraordinario el 30 de noviembre de 176810 y remitida a Tomás Azpuru, embajador en Roma, el 6 de diciembre. El 16 de enero de 1769 fue presentada a Clemente XIII, acompañada de otras Memorias de similar contenido de Nápoles y Francia los días 24 y 30 del mismo mes.

  • 11  El 27 de enero de 1772 fue designado para relevar a Azpuru como embajador ante la Santa Sede. Muri (...)

4Pero el nuevo Pontífice, Clemente XIV, elegido en el Cónclave de 1769, pese a que había prometido una política de acercamiento a las cortes católicas, no daba el paso definitivo de la extinción. La enfermedad del embajador español no contribuyó a que el proceso de extinción ganara fuerza. A mediados de 1771 la enfermedad de Tomás Azpuru se agravó, y en enero de 1772 se vio obligado a presentar su renuncia. Los escasos resultados logrados por la diplomacia en la cuestión jesuítica desde la elección de Ganganelli y la muerte en Turín el 12 de febrero del sucesor de Azpuru, el conde de Lavaña11, antes de su toma de posesión, fueron motivo de honda preocupación en Madrid y Versalles, impulsoras de la extinción de la Compañía de Jesús.

  • 12  Fuentes a Grimaldi, París, 2-iii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

5En marzo de 1772, tanto la Corte española como la francesa habían llegado al convencimiento de que la presión sobre el Pontífice debía efectuarla un «hombre de firmeza», y de que era preciso rechazar taxativamente cualquier propuesta de reforma de la Compañía, considerada como una trampa12. Al cabo era un axioma entre los enemigos del jesuitismo que la Compañía era irreformable, y que no había otra alternativa que la extinción, en la que Carlos III había empeñado su honor, y a la que se había comprometido Clemente XIV.

  • 13  La desconfianza española hacia el cardenal de Bernis había nacido en el momento mismo de su design (...)
  • 14  Grimaldi a Fuentes, Aranjuez, 28-iv-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

6El hombre hábil y entregado a la tarea de arrancar al Papa la extinción debía ser un seglar, pues la condición de eclesiástico, con ambiciones de lograr el capelo cardenalicio, había lastrado la gestión de Azpuru, y la pertenencia al Sacro Colegio de los embajadores de Francia y Nápoles, Bernis y Orsini, era motivo de desconfianza13. La retirada de Bernis, su sustitución por un ministro seglar, y el nombramiento de un duro negociador por parte de España causaría una fuerte impresión en Roma, porque sería prueba inequívoca de la determinación de los gobiernos de Francia y España por conseguir la extinción. Pese a que la Corte de Madrid estaba dispuesta a apoyar la sustitución de Bernis, no lo consideraba conveniente en momentos en que se producía la designación de un nuevo embajador español14.

  • 15  Azara a Roda, Roma, 12-iii-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 273-276).
  • 16  Roda a Azara, 17-iii-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).
  • 17  Azara a Roda, Roma, 19-iii-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 276-280).

7El rumor de que el fiscal Moñino podría ser destinado a Roma comenzó a circular a primeros de marzo. Azara, el 12 de ese mismo mes, le comunicaba a Roda que «uno que acostumbra tener no malas noticias me dice que Moñino, el fiscal, podrá tener mucha probabilidad para venir de Ministro aquí»15. Roda, en carta de 17 de marzo, todavía mantenía la incógnita sobre el nombramiento, y se hacía eco de las especulaciones que circulaban por la Corte16. El 19 de marzo Azara informaba al Secretario de Gracia y Justicia que en Roma «todos están suspensos, esperando el nombramiento del ministro»17.

  • 18  Grimaldi a Fuentes, San Ildefonso, 17-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 19  Roda a Azara, 31-iii-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).
  • 20  Roda a Azara, 26-v-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).
  • 21 Olaechea, 1965, vol. 1, pp. 363-373.
  • 22 Azara, 1846, t. ii, pp. 283-287.
  • 23  Roda a Azara, 5-v-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).
  • 24  Azara a Roda, Roma, 16-iv-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 290-293).

8Para Roda el nombramiento de Moñino —que consideró obra exclusiva de Grimaldi— fue una sorpresa. Moñino desconocía el italiano; si bien este inconveniente fue sopesado por Grimaldi antes de su nombramiento18. El juicio de Roda sobre el nuevo embajador aparecía entreverado de amabilidad y cierta suspicacia19. No dudaba de los talentos del que fuera fiscal, pero temía que por su desconocimiento del italiano y del país «se deje gobernar de malos intérpretes y conductores»20. Las reacciones al nombramiento de Moñino fueron diversas. Azara, ninguneado durante la embajada y enfermedad de Azpuru, y excluido de la sucesión a la que aspiraba21, manifestó su amargura a Roda con lamentaciones muy ácidas: «Vm. solo sabe el desprecio que me granjea esta injusticia que se hace a mi empleo»22. Azara confiaba en que su dimisión como Agente de Preces, remitida a Grimaldi, y apoyada por Roda23, fuera aceptada24.

9La designación de Moñino sorprendió a los jesuitas exiliados. Consideraron irregular y extravagante que un fiscal del Consejo, un letrado al cabo, pasara al frente de una Embajada de la importancia de la romana. Y más, que fuera de origen manteísta; un producto, en suma, de la ofensiva declarada contra los colegiales mayores desde la llegada de Carlos III al trono. Moñino era una criatura del partido antijesuítico destinado a la tarea de extinguir a la Compañía valiéndose de la autoridad del Rey de España y del «dinero que se pondrá en la mano para corromper y sobornar gentes».

  • 25  Citado por Theiner, 1852, t. ii, p. 209.

10En Roma, la nominación alarmó al Papa y a los curiales. El auditor de la Nunciatura de Madrid remitió al Secretario de Estado, cardenal Pallavicini, un informe poco esperanzador: «sé de la grande aversión que tiene a Roma y cómo, con su dulce, agradable y modesto porte exterior, se da aire de profunda religiosidad, aun cuando en realidad es hostil a Roma, a la autoridad pontificia y a la jurisdicción eclesiástica»25. Un seglar «sagaz, disimulado y celoso» era lo que enviaba Carlos III a Roma para doblegar al Pontífice.

  • 26  Grimaldi a Fuentes, Aranjuez, 28-iv-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

11Para Grimaldi, las razones de la elección del fiscal Moñino se resumían en los puntos que el Secretario de Estado transmitió al conde de Fuentes, para que informase de la decisión al duque d’Aiguillon. Además de sus conocimientos de los asuntos que debían tratarse en Roma —especialmente de los conectados con la Compañía de Jesús—, sus modales y capacidad de trabajo, Moñino era seglar: «el Rey está convencido de no convenir en Roma un ministro eclesiástico»26, condición indispensable para activar los medios extraordinarios que podían aplicarse para presionar al Santo Padre y que podrían causar problemas de conciencia en un eclesiástico.

  • 27  « Moñino ha estado aquí, y hoy se ha despedido y besado la mano al Rey, pero se detendrá en Madrid (...)

12Moñino se despidió de la Corte, que se hallaba en Aranjuez, el 5 de mayo, aunque permaneció aún algunos días en Madrid preparando el viaje27. Ese día recibió la carta credencial para el Papa, pero había dedicado los anteriores a revisar la documentación puesta a su disposición por Grimaldi, y tenía previsto pasar por la covachuela de la Secretaría de Estado para manejar papeles de interés sobre las relaciones hispano-romanas, no sólo sobre la cuestión jesuítica, sino sobre otros asuntos pendientes.

  • 28  Grimaldi a Moñino, Aranjuez, 5-v-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 29  Se encuentran en los Archives diplomatiques de París, en la sección Espagne, y han sido utilizados (...)
  • 30  Informaba el conde de Fuentes, embajador en Versalles, que « se corrigió o moderó en dichas copias (...)
  • 31  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 25-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

13No contó Moñino con instrucciones escritas, porque a Grimaldi le pareció ocioso «dar a V. S. por escrito una instrucción que se reduciría a decirle en compendio lo que ya sabe»28. La falta de instrucciones formales suscitó recelos en Francia, que fue preciso solventar mediante el envío a Versalles de una copia de los despachos remitidos por Moñino a la Secretaría de Estado; despachos que, traducidos al francés, llegaban posteriormente a manos del embajador francés en Madrid, marqués de Ossun29, si bien manipulados, pues de las copias se suprimía cuanto se consideraba inconveniente30. Para Carlos III mantener un alto nivel de confianza con Francia era fundamental para el éxito de las negociación en Roma. Como norma, no había que hacer «misterio de la negociación», y si en alguna ocasión convenía que el embajador francés ignorase algún aspecto, sí debía saberlo, en todo caso, su Secretario de Estado31.

  • 32  Se consideraba que el Tribunal de la Nunciatura podía ser un medio para presionar al Papa. El cond (...)
  • 33  Olaechea, 1966.

14Lo que sabía Moñino era que su misión debía centrarse en cuatro puntos: la extinción de la Compañía, la beatificación de Palafox, el arreglo del tribunal de la Nunciatura —prácticamente concluido32— y lo relativo a la inmunidad local y derecho de asilo, asunto que Moñino conocía bien por haber participado en la redacción de un dictamen del Consejo de Castilla de 27 de marzo de 1772 sobre la cuestión33. El primero era, sin duda, el objetivo básico —«el que por varios motivos interesa más al Rey»— y se consideraba también el más complejo. Había dudas fundadas sobre la sinceridad de las promesas de Clemente XIV de apoyar la extinción, y se miraba con recelo a los representantes de las Cortes de Familia (los cardenales Bernis y Orsini). Grimaldi aconsejó a Moñino que diera pruebas de la mayor confianza en el trato con el embajador francés, pero que observara con atención «sus verdaderas ideas y procedimientos para avisarlo al Rey», pues existía la sospecha de que Bernis seguía un doble juego. Tampoco Orsini, embajador de Nápoles, contaba con la plena confianza de Madrid, pues asimismo era cardenal y, en consecuencia, muy próximo a los intereses de Roma, y poco escrupuloso a la hora de mantener el secreto de cuestiones sensibles.

  • 34  Giménez López, 2001.
  • 35  Azara a Roda, Roma, 30-v-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 303-305.

15Con el embajador portugués la actitud también debía ser de desconfianza, aunque por otros motivos: el Secretario de Estado portugués, marqués de Pombal, era considerado por la diplomacia española como un político que había utilizado en más de una ocasión la doblez en los proyectos de actuación conjunta en el tema de la Compañía34. En los últimos meses el Comendador Almada no había asistido a las reuniones que celebraban periódicamente los representantes de las Cortes borbónicas. No obstante, en el nuevo período que se abría con la designación de Moñino, Carlos III habría escrito a su hermana, la reina de Portugal, para que José I colaborase en la petición de supresión de los jesuitas. Sabemos por Roda que el 26 de mayo Moñino ya había partido de Madrid hacia Roma, y que el 4 de junio salió de Barcelona. El 20 de junio informó a Grimaldi de su arribo a Génova. Azara, a la espera de su llegada, no creía que la relación con el nuevo embajador mejorara respecto de la pésima que había mantenido con su predecesor35. Los jesuitas también esperaban con desasosiego su llegada, y eran muchas las posibilidades de que tal movimiento adoptara una dirección nada favorable a los intereses de la Compañía, pues había surgido en la opinión pública un sentimiento generalizado que esperaba grandes cosas del nuevo embajador, capaz de sacar la cuestión de la extinción del punto muerto en que se encontraba.

  • 36  Mercurio Histórico y Político, julio de 1772, p. 292.
  • 37  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 29-vi-1772.
  • 38  Azara a Roda, Roma, 2-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 312-314.
  • 39  Una síntesis de la embajada romana de Moñino en Hernández Franco, 1984, pp. 131-157.
  • 40  Llaguno a Moñino, s. l., 11-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 41  Desprat, 2000, p. 550.
  • 42  Azara a Roda, Roma, 9-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 314-317.
  • 43  « La dilación a mi audiencia por ocho días causó malos discursos en Roma. V. E. verá la gacetilla (...)

16Moñino llegó a Roma en la noche del sábado 4 de julio, tras detenerse en Parma36. Luengo anotó su paso por Bolonia el 29 de junio. Para el jesuita, su llegada a Roma supondría la ocasión que aguardaban los enemigos de la Compañía para lanzar la ofensiva definitiva: «luego que llegue piensan atacar con denuedo a los encogidos y pavorosos jesuitas, derrotarlos, pasarlos a cuchillo y acabar con todos»37. Azara le esperaba para finales de junio con impaciencia, tras tildarlo reiteradamente en su correspondencia con Roda de «otro D. Quijote», y mofarse de lo útil que le iba ser su «erudición murciana» para enfrentarse al dédalo vaticano38, donde la mentira era arma que se utilizaba con frecuencia y habilidad39. Según el Agente de Preces, Moñino llegó cansado, pero con buena salud, «a pesar de las oraciones de los que habrán deseado que se rompiese el cuello». El domingo 5 saludó al personal de la Embajada, y por la tarde mantuvo un encuentro privado con Azara, quien le informó acerca de los personajes más influyentes de la curia y del entorno del Papa, y sobre cuestiones de protocolo vaticano, ya que el Agente tenía fama de conocer «las madrigueras de ese lugar»40. El 6 recibió la visita protocolaria del confesor del Papa, Inocencio Buontempi, y del cardenal de Bernis, quien lo invitó a almorzar dos días después41, si bien no pudo Moñino entrevistarse con el embajador napolitano, que había salido de Roma, ni mantener su primera audiencia con el Papa, quien adujo encontrarse con male alla gola42. El retraso de esta primera audiencia fue motivo de comentarios en Roma, desde quienes consideraron que suponía un desaire hasta quienes opinaron que con tal gesto se ponía a prueba al recién llegado43.

17El9 de julio remitió Moñino a Grimaldi la primera de sus cartas confidenciales, una carta extensa y detallada, que el propio Moñino calificó de «fastidiosa y pesada», donde desmenuzaba su primera entrevista con el embajador francés de 6 de julio, quien le había manifestado que tenía instrucciones de su Corte para apoyarle en sus iniciativas. Moñino procuró destacar lo importante que era para su misión contar con la experiencia de Bernis para «tranquilizar los resentimientos del cardenal». Durante el almuerzo del 8 de julio prosiguió la conversación. Bernis sostuvo que se había perdido un tiempo precioso por la enfermedad de Azpuru, pero se comprometió a colaborar firmemente para lograr del Papa el objetivo de la extinción.

  • 44  Moñino a Grimaldi, Roma, 13-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 45  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 8-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

18La primera entrevista con Orsini, embajador de Nápoles, se celebró el 7 de julio, y de ella Moñino informó lacónicamente que «en su conversación hallé bastante uniformidad de especies con las del otro cardenal». También mantuvo una primera entrevista con el embajador portugués Almada, quien le manifestó que deseaba volver a participar, como en otro tiempo, en las reuniones con los embajadores borbónicos. Pronto conseguiría Moñino que se normalizasen las relaciones entre el embajador portugués y Bernis y se pudiera actuar al unísono44, aunque en Madrid existía la sospecha que las desavenencias entre Almada y Bernis no nacían exclusivamente de la antipatía mutua que se profesaban, sino de recelos de la Corte de Lisboa que apuntaban al cardenal como responsable último de que se hubiera embrollado el asunto de la extinción45.

  • 46  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 47  La carta-informe de Moñino, en Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

19La primera audiencia de Moñino con el Papa se celebró el domingo 12 de julio. Duró hora y media, y aunque en principio tenía como único objeto la presentación de credenciales y que Clemente XIV manifestara su afecto por Carlos III y su familia, Moñino procuró hacer notar las líneas de su actuación con firmeza: «me pareció hacerle entender sobre los puntos pendientes lo mucho que importaba para acordarlos no malograr la ocasión y el momento en que el Rey nuestro Señor todavía se hallaba de buena fe, a pesar de las dilaciones experimentadas»46. También en este caso Moñino se mostró muy concienzudo a la hora de narrar a Grimaldi este primer encuentro con el Papa47. No cabía duda de que estaba en Roma para trabajar, y que debía informar a Carlos III de «todas las especies, aún las más menudas». El Papa hizo alusiones a los motivos de su poco afecto por los jesuitas que se habían enfrentado a él en determinados momentos de su vida. Fue, en opinión de Moñino, una exposición larga, durante la que el Papa se demoró en detalles de escaso interés. El embajador planteó por vez primera las ventajas que para la Iglesia y sus relaciones con las monarquías católicas se seguirían de la extinción, y reiteró que Carlos III era monarca de fuertes convicciones, amante de la verdad y enemigo de cualquier engaño. Clemente XIV respondió «que todo requería tiempo oportuno, secreto y confianza», un secreto y confianza que no se habían mantenido en los niveles deseables por la publicidad que los embajadores borbónicos daban a sus encuentros.

  • 48  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 49  Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

20Nada pudo sacar en claro Moñino de este primer encuentro con el Papa: ningún compromiso sobre la extinción, y ninguna referencia a la posibilidad de reformar la Compañía. La cuestión de la Nunciatura no surgió durante la conversación, y Moñino entendió «que quieren reservar esta prenda»48. Moñino la utilizaría durante la visita al Papa a primeros de noviembre, y en términos de gran dureza, pues advirtió al Papa que la Corte de Madrid estaba resuelta a no recibir al Nuncio salvo en los términos ya negociados49.

21En la reunión que mantuvo Moñino con Bernis para informarle de la audiencia, ambos coincidieron en que debían sacar al Papa de su ambigüedad y actuar con el mayor secreto para evitar que Clemente XIV adujera ese pretexto para justificarse. Acordaron también procurar que Portugal se sumara a las gestiones que ya realizaban conjuntamente España, Francia y Nápoles, ya que «convienen estos golpes de unión y autoridad».

  • 50  « Se me ha informado por varios medios que el Papa está contento de mí. Iguales noticias tengo del (...)
  • 51  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

22La estrategia de Moñino se puso de manifiesto en esa primera audiencia: actitud firme y veladas amenazas dichas en un lenguaje suave. Vigor y dulzura combinados adecuadamente, era su norma de actuación, y con la que estaba seguro de obtener el éxito50, como parecía indicar la impresión que tenía a las tres semanas de estar en Roma: «el hecho contestado por todos es que aquí estaban con grandes miedos por mi venida. Se han serenado bastante, y me hacen mil elogios y fiestas. Con todo, es preciso absolutamente que no pierdan la aprehensión del miedo y de lo que podrá suceder»51.

  • 52  Ibid.

23Cualquier movimiento, cualquier ida o venida de Moñino, fue seguido con una atención desmedida por los jesuitas. Sospecharon que la primera audiencia con el Papa, pese a ser únicamente de entrega de credenciales, había supuesto un primer capítulo de la ofensiva antijesuítica. Pero fueron muy comentadas las maneras suaves de que había hecho gala el embajador. Los jesuitas disponían de informes sobre las audiencias que Moñino había mantenido con eclesiásticos españoles residentes en Roma que habían acudido a cumplimentarle. Muchos, por el afán de agradarle, le expresaron su aversión hacia la Compañía, pero Moñino se mostró frío ante tales demostraciones, lo que dio lugar a cierta confusión. El diarista Luengo sospechaba que tal actitud obedecía a una táctica preconcebida. «Mel in ore et fel in corde» se decía de él, un «espíritu y modo de proceder más astuto, más maligno y más temible que el de muchos frailes y abates de Roma que en punto a jesuitas sólo gustan de furor, de hierro, de sangre y fuego»52. Gran enemigo, pues, quien llevaba «poderosa y furiosamente al Rey en el cuerpo».

  • 53  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 18-vii-1772.

24Los jesuitas observaban que el clima romano se estaba haciendo irrespirable para la Compañía. Muchos eclesiásticos y seglares romanos hablaban «desbocada y desenfrenadamente, sin pudor ni vergüenza, contra los jesuitas», en una especie de «torrente impetuoso de furor y maledicencia»53. Para los jesuitas españoles residentes en Roma, la Ciudad Eterna se había convertido en otro Madrid, y en ella parecía gobernar no el Papa, sino Moñino.

  • 54  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

25Los contactos y actividad de Moñino prosiguieron, aunque la segunda audiencia papal no se produjo hasta el 23 de agosto, transcurridos un mes y diez días desde la primera ya que el Papa tomaba baños, los llamados acqua passare, para tratarse ciertos problemas dermatológicos54. En dos ocasiones se entrevistó Moñino con Bernis. En la primera comentaron la necesidad de aumentar el número de cardenales, incorporando a la Curia prelados de la absoluta confianza del Pontífice, «porque ahora no había alguno de quien fiarse». La segunda conversación tuvo lugar en la residencia del Secretario de Estado vaticano el 21 de julio, quien había empezado a dar «algunas señales de abrirse conmigo». Moñino pensaba que el Secretario de Estado Pallavicini era hombre de bien, pero que estaba apartado de los asuntos más importantes porque el Papa se dejaba guiar por una reducida camarilla de personas «de poca y aún de mala reputación».

  • 55  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 56  Azara a Roda, Roma, 23-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 319-321.

26El 23 de julio dedicó íntegra una carta confidencial a informar a Madrid sobre la camarilla pontificia55. Quien ejercía mayor ascendiente sobre Ganganelli era su confesor, el padre Buontempi, un franciscano de la absoluta confianza de Ganganelli, pues era su secretario desde sus tiempos de cardenal, y al que Azara llamaba en privado «el Ganímedes de Su Santidad». También gozaban de su amistad el comerciante Bischi, introducido en los asientos para el aprovisionamiento de la ciudad como Comisario de la Annona, y su mujer Vittoria, con lejanos lazos de parentesco con el Papa. Entre el confesor y el matrimonio existía una relación muy fluida, que había dado lugar a comentarios que Moñino llegó a calificar de «indecentes», y que Azara consideraba de «fortuna y de lecho»56. Lo que sabía el embajador era que Vittoria Beschi tenía «un grandísimo ascendente sobre Buontempi, a quien trata con una dominación y una llaneza escandalosa; y ella, que en el día está llena de riquezas, anhela con ansia por honores y distinciones del marido». Esta debilidad de la Sra. Beschi ofrecía grandes oportunidades de soborno, que Moñino estaba dispuesto a explorar sin escrúpulo alguno.

  • 57  Moñino a Grimaldi, Roma, 6-viii-1772 (AGS, Santa Sede, leg. 5.039).
  • 58  Azara a Roda, Roma, 13 de agosto de 1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 328-330.
  • 59  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

27A primeros de agosto, Moñino ya estaba preparado para poner a prueba a Buontempi en un lugar discreto. En ese primer contacto Moñino le abordó con franqueza y le preguntó si quería ser amigo o enemigo de la Corte de España, y «que la protección de un Príncipe como el Rey Católico vale infinitamente más que otras cualesquiera relaciones». Aceptó servir a Moñino en cuanto necesitase, y guardar secreto de sus encuentros57. Para el embajador contar con Buontempi era de la mayor importancia, porque sospechaba que «aquí no hay más Papa que el tal Buontempi, pues manda y gobierna a Fray Lorenzo como un amo a su criado»58. El 17 de agosto, un segundo encuentro con el confesor papal sirvió a Moñino para amenazarlo con achacarle un posible fracaso de las negociaciones, aunque a la vez intentó ganarse su confianza59. Durante la conversación Buontempi sondeó a Moñino sobre la posibilidad de que el Papa nombrase una Congregación de Cardenales que tratase de la extinción, posibilidad que Moñino rechazó tajantemente, aduciendo que supondría la quiebra de la palabra dada por el Papa para llevar a cabo la supresión. Semejante posibilidad, o cualquiera otra que propusiera la reforma de la Compañía, era sencillamente inadmisible.

  • 60  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 11-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 61  Azara a Roda, Roma, 23-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 319-321.

28Las actuaciones reservadas del embajador contaron con la anuencia de Grimaldi, para quien «la historia de Buontempi podría escandalizar a los que no conociesen el mundo», y se le daba carta blanca para comprar la voluntad del matrimonio Bischi. Sólo estarían al tanto de los manejos de Moñino el propio Secretario de Estado, el oficial de su Secretaría Eugenio Llaguno y, por descontado, el propio rey60. Según Azara, Moñino, en pocos días, había aprovechado el tiempo para conocer el ambiente romano, y había quedado pasmado ante aquella «sentina de iniquidad»61.

29También tenían fácil acceso al Papa el cardenal Marefoschi y monseñor Vincenzo Macedonio, Secretario de Memoriales, cargo de la absoluta confianza del Pontífice. Moñino mantuvo una larga y secreta conversación con Macedonio a fines de julio, durante la que el eclesiástico se manifestó leal al Papa y a Carlos III, y se puso a disposición de Moñino para tratar de convencer al Papa de las poderosas razones que existían para proceder de inmediato a la extinción.

  • 62  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 28-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 63  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 28-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 64  Llaguno a Moñino, s. l., 28-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 65  Campo a Moñino, s. l., 11-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

30La febril actividad de Moñino causaba admiración en la Corte española. «Ha hecho V. S. en cuatro días lo que otros no logran en cuatro meses», le felicitaba Grimaldi62, trasladándole la satisfacción de Carlos III, quien no esperaba en tan pocos días «informes tan precisos»63, y Eugenio Llaguno y Bernardo del Campo, dos de sus mejores amigos en la covachuela de Estado, alababan el detalle y claridad de sus cartas de Roma: «acostumbrado estaba yo a lidiar con otras que, sobre ser más difusas, era más fácil estudiar álgebra que sacarlas el jugo. Vm. nunca escribirá cosa que parezca larga»64, decía Llaguno, mientras que Campo le comunicaba que «nos tiene aquí alelados», y que se esperaban sus cartas con impaciencia, «y cuando vienen se leen y releen con delectación morosa»65.

  • 66  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 18-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

31En la noche del 3 de agosto Moñino se reunió una vez más con Bernis. Se habló del retraso de las audiencias por los baños del Papa, que parecía excesivo. Acordaron fijar un límite a las dilaciones del Papa para recibir a los embajadores. Si a mediados de agosto no se habían reanudado las audiencias ordinarias solicitarían extraordinarias, y si no se aceptaban se consideraría una burla a Francia y España. Moñino estaba decidido a dirigir formalmente al Papa una Memoria en este sentido, que pensaba consultar con los embajadores francés, napolitano y portugués, pese a que el modo de actuar de Pombal se consideraba en Madrid extravagante y oscuro66.

  • 67  Moñino a Grimaldi, Roma, 6-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 68  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 69  Azara a Roda, Roma, 13-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 328-330.

32Al día siguiente, martes 4 de agosto por la tarde, Moñino recibió la visita de monseñor Salviati, quien le anunció que el Papa había decidido reanudar las audiencias67, si bien hasta bien avanzado el mes no recibió una comunicación oficiosa del Secretario de Memoriales, monseñor Macedonio, de que los domingos por la mañana se celebrarían las audiencias, que comenzarían el día 2368. La actitud de Azara, en un principio recelosa, era ahora de admiración hacia el trabajo del nuevo embajador. Confesaba estar «loco de contento de que haya venido un hombre capaz de conocer y de decir la verdad»69. Sin duda, Moñino había sabido utilizar con Azara toda su capacidad de seducción, y con buenos resultados.

  • 70  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

33El 17 de agosto, a modo de preparativo para la segunda audiencia, Moñino mantuvo dos entrevistas: por la tarde con el Comendador Almada, y por la noche con el Cardenal de Bernis. Al primero le expuso las ventajas de observar por el momento formas suaves en las audiencias pontificias; si el Papa no mencionaba durante la conversación la cuestión jesuítica, Moñino no forzaría la situación. Con Bernis la conversación giró sobre la conveniencia de contar con Azara, que podía ser útil por su conocimiento del ambiente romano y del ceremonial vaticano, y también de las variadas y numerosas personas que influían en el Papa70.

34El 23 se celebró, por fin, la segunda audiencia con el Santo Padre. Su duración fue superior a la hora, y Moñino se encontró con un Clemente XIV «rodeado de temores» que no auguraban un rápido ni fácil desenlace. Ya estaba enterado Moñino de que encontraría tal actitud en el Papa. Antes de la audiencia había recibido información de monseñor Macedonio, a quien el Papa, en una conversación, le había indicado que sentía preocupación por la audiencia con el embajador español, y que había que tener presente el gran poder de la Compañía en el Estado Pontificio, y los apoyos con que contaba en Austria, donde controlaba la enseñanza y el confesionario de los grupos dirigentes. Moñino, con tales antecedentes, estableció el siguiente plan: no adelantaría ninguna iniciativa sobre la cuestión jesuítica, y dejaría hablar al Pontífice, y sólo plantearía cuestiones relacionadas con la inmunidad y el derecho de asilo. Si Clemente XIV mencionaba el tema de la extinción, Moñino tenía previsto comentar cómo podía redactarse la Bula de extinción y sus ideas sobre su aplicación.

  • 71  El informe pormenorizado de lo tratado en la segunda audiencia, en Moñino a Grimaldi, Roma, 27-vii (...)
  • 72  Según Azara, los jesuitas « han hecho correr un nuevo papelón contra Palafox. Después de tratarlo (...)

35La primera cuestión planteada por el Papa71 fue la beatificación de Palafox, que estaba dispuesto a impulsar72. Como segundo asunto, Clemente XIV se refirió a los jesuitas, si bien no a la extinción. A la vez que le encarecía el secreto, el Papa comunicó a Moñino su intención de prohibir a los jesuitas, a los que llamó con displicencia corvinos, que aceptaran novicios, y poner fin a los subsidios que recibían de la Cámara Apostólica los jesuitas portugueses exiliados. Moñino, de acuerdo con la pauta previa que se había marcado, intervino para señalar que tales medidas sólo eran remedios paliativos, y que era preciso acometer el problema de manera radical, como lo habían hecho los monarcas de Portugal, Francia, España y Nápoles. «Me respondió el Santo Padre que si él pudiera hacer lo que los Reyes, que los habían arrojado de sus dominios, tendría el caso menos dificultad; pero que habiéndose de quedar con ellos dentro, era de considerar, y temer, el gran partido que tenían; sus amenazas, asechanzas, venenos, y otras cosas». Para conjurar los temores del Papa argumentó Moñino que la fuerza de la Compañía desaparecería con su extinción, y que el rey de España estaba en disposición de prestarle cuanto apoyo fuera menester. El Papa pidió tiempo, y puso el ejemplo del mosaico, «que se componía de muchas piezas, y que requería tiempo para ajustarse todas». Moñino no se atrevió a presentar su plan para redactar la Bula de extinción, por considerar que podía ser prematuro.

36La misma noche del domingo 23, Moñino y Bernis se reunieron para comentar la audiencia celebrada por la mañana y preparar la del embajador francés para el siguiente día. Moñino le informó del estado de desazón en que se encontraba el Papa, y le dijo a Bernis que sólo podía ayudarle a superarlo «cuando se franquee conmigo en los términos que era necesario para poder insinuarle mis pensamientos». Bernis debía convencer al Santo Padre para que confiase en los representantes de España y Francia.

37Una segunda conversación secreta mantuvo Moñino ese mismo día con Buontempi. Le instó a que preparase el ánimo del Papa «para que desee que yo le hable sobre el modo de hacer la extinción», e hizo hincapié en que era conveniente para todos «salir de esto cuanto antes».

38El lunes 24, tras la audiencia de Bernis, Moñino y el cardenal francés conversaron para evaluar la respuesta del Papa a la petición de extinción que le había formulado aquél, respuesta que había sido seca y retraída, aunque le había confesado a Bernis que estaba dispuesto a escuchar cualquier propuesta de Moñino.

  • 73  Azara a Roda, Roma, 27-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 332-334.
  • 74  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 31-viii-1772.
  • 75  Moñino a Grimaldi, Roma, 27-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 76  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-ix-1772 (ibid.).

39El balance que hizo Moñino de su primer mes y medio en Roma no fue optimista. Los avances eran menores de lo esperado y, quizá, habría que recurrir a algunos medios de presión adicionales. El Papa utilizaba los mismos pretextos que en los últimos cuarenta meses, y Azara sostenía que sólo extinguiría a los jesuitas cuando hubiesen agotado todos los medios de salvarlos73. Los jesuitas intuían que el empuje inicial del recién llegado había ido perdiendo impulso74. Moñino se sentía todavía inseguro. La vía del soborno parecía ahora inevitable y justificada: «se ha de usar de los últimos medios a fin de que los malos dejen de hacer el daño que intentan y aún practican». Todo apuntaba en esa dirección: las frecuentes citas con Buontempi; conocer que la Sra. Bischi lo elogiaba «sin haberme visto»; y saber que monseñor Macedonio «gusta de que le regalen, a pesar de su exterior modestia y recogimiento»75. Había que asegurar a estos confidentes que tenían fácil acceso al cuarto del Papa76.

  • 77  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

40El domingo 30 de agosto Moñino celebró su tercera audiencia con el Papa. Tal y como había prometido una semana antes, Clemente XIV llevó consigo la minuta del Breve de reducción de Asilos, a la que Moñino formuló algunas precisiones de detalle. Cuando el Papa aludió, como en la anterior audiencia, al poder de los jesuitas en Alemania, Bohemia, en algunos estados de Italia, y en los propios territorios del Papado, Moñino le comunicó que había redactado un borrador sobre cómo actuar en el tema de la extinción, y que lo llevaba consigo. Sin embargo, el Pontífice no consideró que fuera momento para leerlo77. Siguió una conversación en la que Moñino detalló las consecuencias que acarrearía un retraso en la extinción, conversación que es posible seguir en su exacta trascripción porque el embajador la repitió por escrito en su informe a Grimaldi. Moñino puso sobre el tapete la jurisdicción episcopal y advirtió que Madrid estaría dispuesto a extinguir a los jesuitas por un medio indirecto, con el apoyo de los obispos españoles. Tras esta declaración episcopalista, volvió Moñino a reiterar su disposición a leer su borrador sobre el plan de extinción, pero el Papa dio por concluida la audiencia.

41¿Qué contenía el borrador que Moñino había pretendido mostrar al Papa sin conseguirlo? Una primera parte describía sucintamente el modo de llevar a la práctica la extinción, para lo que se debía distinguir entre novicios, escolares, coadjutores profesos, coadjutores seglares y jesuitas de cuarto voto. La aplicación correría a cargo de los obispos y del poder secular. Una segunda parte, una vez redactada la Bula en secreto y en poder de Carlos III, se ocupaba de cómo el monarca español haría las gestiones oportunas con Viena para lograr su apoyo, y mediaría para que París y Nápoles restituyeran a los Estados Pontificios los territorios ocupados en 1768 como represalia por el Monitorio de Parma: Aviñon y el condado Venesino por parte de Francia, y Benevento y Pontecorvo por el reino napolitano. En síntesis la oferta era: mediación del rey y restitución de territorios a cambio de la publicación de la Bula de extinción. Lógicamente, el plan contaba con el visto bueno de Carlos III.

  • 78  El Mercurio recogió los actos en su ejemplar de septiembre de 1772, pp. 18-21.
  • 79  Azara a Roda, Roma, 20 y 27-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 330-332 y 332-334.

42Durante la primera semana de septiembre,Moñino tenía previsto aprovechar el paréntesis del inicio de la villeggiatura, y pasar a Nápoles a fin de cumplimentar a Fernando IV, y asistir el día 6 a las fiestas con motivo del bautizo de la primera hija de los reyes, bautizo en que el duque de Arcos, en nombre de Carlos III, debía actuar como padrino. Se trataba de alejarse por unos días del enrarecido ambiente romano78. Azara deseaba acompañarle con el mismo propósito: «quitarme cuatro canas»79. Sin embargo hubo que diferir el viaje, ya que el Papa retrasó el inicio de su veraneo hasta el 21 de septiembre, y Moñino acudió el mismo día de los festejos napolitanos a su ordinaria audiencia dominical con el Papa.

  • 80  El informe de la audiencia en Moñino a Grimaldi, Roma, 10-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 81  Para los españoles, Roma tenía una gran responsabilidad en la partición de Polonia. « Roma con sus (...)
  • 82  Masson, 1884, p. 209.

43Durante la hora y media larga que duró la audiencia la extinción ocupó la mayor parte de la conversación80. El Papa justificó el retraso aduciendo diversas causas: que esperaba la muerte del General Ricci, enfermo de consideración, y que «faltando este hombre, estuviese hecho lo principal»; que los asuntos internos de Polonia81 y Francia habían dificultado la aplicación de la medida; y que temía que los jesuitas de Módena, Toscana, Venecia y Alemania se resistieran a abandonar sus casas y colegios. Moñino reiteró el ofrecimiento de su proyecto, que entregó al Papa, pero no llegó a mostrar otro papel sobre la posible devolución de Benevento y Aviñon porque el Papa le advirtió que «no hacía tráfico con sus resoluciones»82.

  • 83  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 84  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

44El 13 de septiembre, una nueva audiencia no produjo avances apreciables en la cuestión de los jesuitas83. Le leyeron a Moñino el Breve de reducción de Asilos, pero cuando trajo el embajador a colación el tema de la Compañía, volvió a reiterar el Papa que se hallaba trabajando para acabar con las dificultades que le impedían todavía tomar la decisión. Un día después, en una nueva entrevista con Buontempi, Moñino le reiteró que confiaba en sus buenos oficios con Ganganelli, «y que a proporción sería el agradecimiento o la enemistad de las Cortes». Moñino estaba dispuesto a comprometer al confesor papal por todos los medios. Tanto monseñor Macedonio como Almada le habían aconsejado que se ganase la voluntad de Buontempi sin reparar en medios, porque «éste era el único que sabía hacer milagros y podía con el Papa»84.

  • 85  Crétineau-Joly, 1853-1858, vol. 5, pp. 325-326.
  • 86  Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 87  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (ibid.).
  • 88  Moñino a Grimaldi, Roma, 24-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 89  Mercurio Histórico y Político, octubre de 1772, pp. 116-117.
  • 90  Al igual que con el Seminario Romano, la supresión de la dirección jesuita del Colegio Irlandés tu (...)

45El cierre del Seminario Romano, que regentaban los jesuitas, fue una señal esperanzadora. Se acusaba a la dirección jesuita de no haber respetado los estatutos de la institución, en la que se educaba gran parte de la nobleza romana, y haber administrado mal sus rentas85. Dos cardenales, York y Marefoschi, enemigos de la Compañía, habían sido los visitadores que habían aconsejado al Papa adoptar esta resolución, pese a la resistencia de un tercero, el cardenal Colona Vicario, próximo a los jesuitas. Se intentó que su rector, el P. Casali, hermano del Gobernador de Roma, aceptara un canonicato de San Pedro a cambio de su secularización, pero su respuesta fue «que primero se cortaría las piernas»86. Los jesuitas, cuando supieron que se abría la visita en junio de 1771, ya supusieron que estaba destinada a alejarlos de la dirección del Seminario al conocer los nombres de quienes iban a ser los Cardenales visitadores. Cuando el 11 de septiembre el Papa firmó el decreto de supresión del Seminario, la decisión era una prueba más de la sumisión del Pontífice a los Borbones. Para Moñino, sin embargo, el cierre del Seminario tenía la utilidad de que el Papa iba a tener ocasión de comprobar por sí mismo que una medida de tanta importancia no provocaba disturbio alguno, lo que podía «estimular al Santo Padre a acabar de decidirse»87. De hecho la ceremonia de cierre de la institución, celebrada al mediodía del 17 de septiembre con cortejo, pompa, tren de carrozas, y asistencia de los tres cardenales visitadores, York, Marefoschi y Colona, fue muy concurrida88. No en balde aquella institución, que los jesuitas habían dirigido desde hacía casi dos siglos, había sido el lugar donde se habían educado cuatro Papas, noventa y seis cardenales, de los que once todavía vivían, y multitud de obispos89. Pronto seguiría la separación de los jesuitas de la dirección del Colegio de los Irlandeses de Roma, que pasó a ocupar el cardenal Maresfoschi, Protector de aquella nación90, quien nombró a sus nuevos directores.

  • 91  Magallón a Grimaldi, París, 18-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 92  Grimaldi a Magallón, San Lorenzo, 12-x-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 93  El informe de la audiencia, en Moñino a Grimaldi, Roma, 24-ix-1772 (ibid.).

46Los sondeos y filtraciones sobre una posible reforma de la Compañía o su reducción a congregación, siguieron durante los meses de septiembre y octubre de 1772, lo que obligó a la diplomacia española a reiterar ante Francia que el único objetivo de Carlos III era la extinción total y absoluta de los jesuitas91, ya que había que oponerse a cualquier cambio de nombre que mantuviera el espíritu de la Compañía, con lo que «bien presto volverían a ser lo que han sido siempre»92. La audiencia del 20 de septiembre duró cerca de dos horas. Moñino describió con su habitual precisión los pormenores de la misma93. Fue la audiencia más decepcionante para el embajador. Ninguna referencia al plan de Moñino, cuyo borrador había entregado al Papa una semana antes. Transmitió su pesimismo a Bernis en la habitual reunión que mantenían el domingo por la noche. La intención era que Bernis transmitiera al Santo Padre el disgusto de los ministros de España y Francia, cosa que hizo el cardenal, obteniendo como respuesta que los embajadores borbónicos no tenían «cosa más sustancial en qué pensar», y que él tenía infinitas. Moñino quedó inmerso en lo que él mismo llamaba «mis conjeturas melancólicas», un cierto desánimo que se traslucía en la frase «es cierto que ya no se qué hacer», transmitida a Grimaldi el 24 de septiembre.

  • 94  Azara a Roda, Roma, 10 ix-1772, en Azara, 1846 t. ii, pp. 337-338.
  • 95  Clemente XIV, en las audiencias con Moñino, siempre negó haber prometido nada en el Cónclave. El c (...)
  • 96  Moñino a Grimaldi, Roma, 29-x-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).
  • 97  « Moñino me ha dicho que ya tiene escrito ahí que no hay que esperar con las buenas y que ya estam (...)
  • 98  El 23 de noviembre, Grimaldi escribió a Tanucci para que coordinase con Moñino una posible ocupaci (...)

47Se abría el paréntesis de la villeggiatura hasta noviembre. Moñino estaba convencido de que había hecho cuanto había estado en su mano para poner los fundamentos de su misión, pero con unos resultados poco satisfactorios, impresión que compartía Azara, aunque con mayor optimismo: «parece que puso el negocio en estado de ser parido a la vuelta de la villeggiatura»94. Durante el período vacacional Moñino tuvo tiempo de reflexionar sobre la situación, y los motivos que podían forzar al Papa a dilatar cualquier decisión. Quizá en el Cónclave se había comprometido con los contrarios y los partidarios de los jesuitas, y esa contradicción lo maniataba95. O quizá esperaba el momento oportuno para ofrecer la extinción a cambio de abolir el exequatur, pretensión absolutamente inaceptable, porque para un regalista convencido como Moñino el exequatur era el «remedio más necesario para que S. M. sea verdaderamente soberano en su País contra las invasiones de la Corte romana»96. En Madrid se acumulaba munición en forma de ofensiva regalista o, en palabras del propio Moñino se barajaba la posibilidad de «usar del garrote»97 en caso de que la negociación con Roma se diera por fracasada. El Consejo había comenzado a preparar un informe sobre el coste anual que para España suponían las dispensas que venían de Roma, e incluso se estudiaba la posibilidad de ocupar militarmente Ronciglione y Castro desde Parma y Nápoles, y situar tropas a unos 75 km de Roma98.

  • 99  Azara a Roda, Roma, 22-x-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 348-349.

48Desde el 9 de octubre, y durante cinco días, Moñino y Azara visitaron Nápoles, ya que los asuntos en Roma estaban paralizados. Se alojaron en la residencia del duque de Arcos, que todavía se encontraba en la ciudad, quien los agasajó «como a príncipes»99. Mientras, el Papa, en Castellgandolfo, se dedicaba a pasear a caballo, una de sus aficiones preferidas, sin querer ver a nadie. Vita buona, que decía Azara.

  • 100  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 4-xi-1772.
  • 101  Ibid., 9-xi-1772.

49Regresaron de Nápoles el 18 de octubre, y diez días después el Papa volvió a Roma. Su regreso no supuso la reanudación de las audiencias, puesto que el ritual vaticano no se ponía del todo en marcha hasta después de la festividad de Todos los Santos. Era el momento, en frase del jesuita Luengo, de «ver este monstruo que tanto nos asusta»100. Sin embargo, nada aconteció. El 2 de noviembre el Colegio Romano abrió sus puertas para dar inicio al nuevo curso académico. Para los jesuitas era un respiro: «sonó la grande y sonora campana del Colegio Romano. Vivimos, pues, respiramos, y hemos salido en alguna manera del ahogo y congoja en que estábamos»101.

  • 102  El resumen de la entrevista, en Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 103  Masson, 1884, p. 211.
  • 104  Para Carlos III era una condición dilatoria que, según Grimaldi, le produjo gran disgusto (véase G (...)
  • 105  Crétineau-Joly, 1853-1858, vol. 5, pp. 223-224.

50La primera visita al Papa, tras el paréntesis vacacional, se celebró el miércoles 4 de noviembre. Debía ser una visita breve, pues se trataba de entregar la carta de Carlos III en que agradecía el Breve de Asilos, pero la entrevista se dilató por más de dos horas. En ella Moñino creyó adivinar las intenciones del Papa102. Para Clemente XIV las dificultades para ejecutar la extinción provenían del apoyo que los jesuitas tenían en Viena, y los inconvenientes de su ejecución en Venecia, Toscana, Génova y Módena103, pero estaba dispuesto a redactar un borrador de Bula de extinción, con tal que Carlos III mediara con Austria y con los estados italianos que había citado para que dieran su conformidad. La condición no fue del agrado de Moñino104. El requisito de exigir el consentimiento de tantas naciones a la extinción, la convertía en prácticamente imposible. Pero contar con una minuta de una posible Bula de supresión era ya un avance considerable, una especie de prenda, aunque Clemente XIV dijo que previamente debía dar algunos pasos: nombrar a monseñor Acquaviva, próximo cardenal, visitador de los colegios de los jesuitas en el Estado Eclesiástico, para ir reduciendo la autoridad del Prepósito General y hacerlos depender de los obispos; suspender el ingreso de novicios; ordenar la salida de aquellos que hubieran entrado en la Compañía desde 1770; efectuar una visita a la Casa del Noviciado; y suprimir el Colegio que tenían en Frascati, cerca de Roma, con el pretexto de ampliar el Seminario105.

51No pudo Moñino obtener ninguna concreción sobre el prometido borrador de Bula, pero la batería de medidas anunciadas contra la Compañía era una noticia excelente, porque provocaría la enemistad de los jesuitas y colocaría al Papa en una «rampa pendiente» que le conduciría a la extinción.

  • 106  Olaechea, 1966, t. i, pp. 377-378.
  • 107  Grimaldi a Moñino, San Lorenzo, 10-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 108  Moñino a Grimaldi, Roma, 12-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 109  Olaechea, 1966, t. i, p. 378.
  • 110  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).
  • 111  AL, M. Luengo , Diario, t. vi, 28-x-1772.

52Los inesperados sucesos de Parma ocuparon parte de la atención de la diplomacia española en el otoño de 1772. El duque Fernando, muy influido por su mujer, la archiduquesa María Amalia, destituyó a José Agustín de Llano de la Secretaría de Estado, un año después de que lo hubiera hecho lo mismo con Du Tillot. Este «arrebato de independencia» del infante hacia su tío Carlos III, causó gran conmoción en Madrid, Versalles y Viena, porque suponía que Parma se apartaba de cualquier tutela exterior, y esta circunstancia satisfizo a Roma106. Según Grimaldi, la noticia produjo gran enfado en Carlos III, quien dijo «no cabe locura igual»107, y decidió interrumpir relaciones con su sobrino. Moñino era consciente de que podía suponer un inconveniente a su política, porque «ni Roma, ni los demás pequeños potentados de Italia, dejarán de ser atrevidos, y menos subordinados»108. Algunos quisieron ver la mano de los jesuitas109, y Bernis recibió información de la que se podía deducir que la remoción de Llano había obedecido a una intriga jesuítica110. El diarista Luengo, siempre atento a todo lo que pudiera incidir sobre la causa de la Compañía, anotó que incluso existía la posibilidad de una intervención de la divina providencia a favor de los jesuitas111.

  • 112  Moñino informó de su contenido en Moñino a Grimaldi, Roma, 12-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

53El domingo 8 de noviembre se reanudaron las audiencias112. El Papa comunicó su intención de promover nuevos cardenales, pero no se comprometió a la entrega de una minuta de Bula sobre la extinción, ya insinuada con anterioridad. Ni una sola referencia al borrador de Moñino con su plan de acción para el logro de la supresión. No se vislumbraba, pues, salida inmediata del «gran pantano».

  • 113  Ibid.
  • 114  Moñino a Grimaldi, Roma, 19-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 115  Egido, 1989.

54El miércoles 11 de noviembre tuvo Moñino la oportunidad de conversar con el confesor Buontempi. Volvió a amenazarlo con que sería «la primer víctima» si no colaboraba para vencer la resistencia del Papa113. En la audiencia del día 15 por la mañana Moñino hizo uso de una vehemencia «que jamás me acuerdo haber tenido»114. Enumeró ante el Papa los tópicos del antijesuitismo militante, comenzando por los ritos chinos; se refirió a los dictámenes de los obispos españoles, en su mayor parte favorables a la extinción115, y a las discordias introducidas por los jesuitas en el mismo seno de la Iglesia. En conclusión, suprimir la Compañía era «dar la paz a la Iglesia y a los Estados», y el Papa respondió, según Moñino, con un escueto «lo sé». No era mucho para tanta vehemencia.

  • 116  Moñino a Grimaldi, Roma, 26-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 117  Sobre el Colegio Romano, véase García Villoslada, 1954, pp. 313-317 : Villoslada dedica muy pocas (...)
  • 118  Moñino a Grimaldi, Roma, 26-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).
  • 119  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).

55La audiencia del 22 de noviembre tuvo poco interés116. Las filtraciones impidieron que el Papa hiciera público el Breve para la visita del Colegio Romano, la gran institución educativa de los jesuitas en Roma117, y ofreció nuevas excusas sobre el retraso en la entrega del borrador de la Bula de extinción, que Clemente XIV decía tener que redactar personalmente por no poder fiarse de nadie. Para el embajador español el recurso al soborno de las personas de la mayor confianza del Papa resultaba ya ineludible. El confesor Buontempi parecía el eslabón más débil. Moñino tenía noticia de que el franciscano había atesorado una fortuna de 40.000 escudos, sin contar con las alhajas recibidas118. El era el único capaz de «mover la máquina»119, y la ocasión se presentó el 27 de noviembre. Durante una entrevista con el confesor, Moñino le comentó «cuanto más útil le sería este arrimo que otro alguno», y el franciscano prometió su ayuda para lograr el fin de las negociaciones de un modo acorde con los intereses de Carlos III. Dos días después, horas antes de la audiencia con el Papa, Buontempi comunicó a Moñino que el Papa estaba resuelto a decretar la extinción.

  • 120  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).
  • 121  Cordara, 1999, p. 165.

56En la audiencia de la tarde del 29 de noviembre, tal y como el confesor le había anunciado, el Papa dio el paso que tanto había esperado Moñino, al que llamó con familiaridad «Pepe». En su preceptivo informe, el embajador recogió con exactitud las palabras del Pontífice, dada su trascendencia: «Quiero sacaros de vuestras aflicciones y desconfianzas: estoy resuelto a tomar desde luego la providencia de extinción, porque he reflexionado lo mucho que ha de tardar la visita, visto que me gastaron año y medio en la del Seminario Romano; he vacilado mucho tiempo sobre la persona de quien me debería fiar, en que he padecido y padezco grandísimos trabajos, y al fin me he determinado a valerme del cardenal Negroni»120. Era víspera de San Andrés. Todo parecía haber mudado de semblante, y cinco meses después de su llegada a Roma y tras ocho difíciles audiencias con el Papa, Moñino estaba en la senda para salir con bien «del gran pantano» de la cuestión jesuítica. Para los jesuitas, la decisión final la había tomado el Papa a solas con su confesor121.

  • 122  Azara a Roda, Roma, 3-xii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 360-364.
  • 123  Moñino a Grimaldi, Roma, 24-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).
  • 124  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-ix-1773 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 436).
  • 125  Moñino a Grimaldi, Roma, 19-viii-1773 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 436).
  • 126  Moñino a Grimaldi, Roma, 15-ix-1774 (AGS, Estado, leg. 5.076), en Pacheco y de Leyva, 1915, pp. 29 (...)
  • 127AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 26-ix-1774.
  • 128  « He trabajado infinito en los dos días precedentes a la muerte del papa para hacerle declarar la (...)
  • 129  Se comentaba en Bolonia, en cartas que fueron interceptadas, que « el Papa antes de morir llamó 5 (...)
  • 130  Cordara, 1999, p. 155.

57La determinación de Carlos III de responder con dureza a la actitud rupturista de su sobrino, el duque de Parma, resolución que había encontrado apoyo en María Teresa de Austria, madre de la duquesa parmesana, que había devuelto sin abrir las cartas remitidas por su hija, había impresionado a Clemente XIV. Según Azara, «las providencias tomadas por el Rey para Parma han hecho aquí un efecto maravilloso»122. Para explicarse la repentina mutación del Papa, Moñino reconocía que la intervención en el proceso de Buontempi había sido esencial: «será menester confesar que este Padre ha sido el principal influjo, y como tal le deberemos ser muy agradecidos»123. El 7 de septiembre de 1773, ya extinguida la Compañía, Carlos III asignó a Buontempi una pensión anual vitalicia de 1.500 escudos romanos pagadera por mano de su embajador en Roma «por los servicios que ha prestado en asuntos muy importantes», si bien Grimaldi aconsejó que de momento se ocultase su nombre en la cuenta de gastos124. Venían a sumarse a los 10.000 escudos que había recibido de regalo por sus servicios125. Moñino intentó que el Papa le concediera el capelo cardenalicio sin conseguirlo, porque Clemente XIV murió antes de poderle promocionar126, y se rumoreó que cuando en sus últimos momentos fue instado por su confesor para que «publicase los cardenales que tenía reservados en su pecho, a que hiciese testamento de las cosas que eran suyas y diese algunas disposiciones a favor de la gente de su servicio, siempre respondió: «hay tiempo, hay tiempo»127. Sabemos por Moñino que él mismo, Malvezzi y Buontempi intentaron, durante la breve enfermedad del Papa, que nombrara nuevos cardenales, sin poderlo lograr128. Se dijo que al morir el Papa el 22 de septiembre de 1774 se vio a Buontempi escapar con un puñado de papeles al Palazzo di Spagna129. El padre Guilio Cordara lo acusó de difundir el rumor de la muerte por veneno suministrado por los jesuitas130.

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Bibliographie

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Van Kley, Dale K. (1975), The Jansenist and the Expulsion of the Jesuits from France, New Haven.

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Annexe

Abreviaturas

AGS

Archivo General de Simancas, Valladolid

AL

Archivo de Loyola, Azpeitia (Guipúzcoa)

AMAAEE

Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid

APT

Archivo de la Provincia de Toledo de la Compañía de Jesús, Alcalá de Henares

AHN

Archivo Histórico Nacional, Madrid

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Notes

1  Egido, 1979, y Giménez López, 1997.

2  Van Kley, 1975, p. 227.

3  Fuentes a Grimaldi, París, 13 de mayo de 1767 (AHN, Estado, leg. 3.518).

4  Diaz, 1962, p. 322.

5  Ferrer Benimeli, 1989.

6  Egido, 1976.

7  Giménez López, 2006.

8 Egido y Pinedo, 1994, pp. 109-130.

9 Olaechea, 1965, vol. 1, p. 392, nota 73.

10 Ferrer del Río, 1856, vol. 2, pp. 250-252.

11  El 27 de enero de 1772 fue designado para relevar a Azpuru como embajador ante la Santa Sede. Murió en Turín, camino de Roma, de una apoplejía fulminante (Ozanam, 1998, pp. 187-188).

12  Fuentes a Grimaldi, París, 2-iii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

13  La desconfianza española hacia el cardenal de Bernis había nacido en el momento mismo de su designación en junio de 1769 para sustituir a d’Aubeterre (Pastor, 1937, pp. 121-122).

14  Grimaldi a Fuentes, Aranjuez, 28-iv-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

15  Azara a Roda, Roma, 12-iii-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 273-276).

16  Roda a Azara, 17-iii-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).

17  Azara a Roda, Roma, 19-iii-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 276-280).

18  Grimaldi a Fuentes, San Ildefonso, 17-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

19  Roda a Azara, 31-iii-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).

20  Roda a Azara, 26-v-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).

21 Olaechea, 1965, vol. 1, pp. 363-373.

22 Azara, 1846, t. ii, pp. 283-287.

23  Roda a Azara, 5-v-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).

24  Azara a Roda, Roma, 16-iv-1772 (Azara, 1846, t. ii, pp. 290-293).

25  Citado por Theiner, 1852, t. ii, p. 209.

26  Grimaldi a Fuentes, Aranjuez, 28-iv-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

27  « Moñino ha estado aquí, y hoy se ha despedido y besado la mano al Rey, pero se detendrá en Madrid hasta disponer su viaje, y no se cuando partirá », en Roda a Azara, 5-v-1772 (APT, E-1 : 5,9, leg. 739).

28  Grimaldi a Moñino, Aranjuez, 5-v-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

29  Se encuentran en los Archives diplomatiques de París, en la sección Espagne, y han sido utilizados por el profesor Ferrer Benimeli, 1998.

30  Informaba el conde de Fuentes, embajador en Versalles, que « se corrigió o moderó en dichas copias cuanto creí conveniente », Fuentes a Grimaldi, París, 4-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039). Magallón prosiguió con este método : « he suprimido de la correspondencia de D. José Moñino aquellos artículos y especies que pudieran mostrar la menor desconfianza del Cardenal de Bernis », Magallón a Grimaldi, París, 3-x-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

31  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 25-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

32  Se consideraba que el Tribunal de la Nunciatura podía ser un medio para presionar al Papa. El conde de Fuentes era partidario de amenazar al Pontífice con la abolición definitiva del Tribunal de la Nunciatura, en Fuentes a Grimaldi, Paris, 26-vi-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

33  Olaechea, 1966.

34  Giménez López, 2001.

35  Azara a Roda, Roma, 30-v-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 303-305.

36  Mercurio Histórico y Político, julio de 1772, p. 292.

37  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 29-vi-1772.

38  Azara a Roda, Roma, 2-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 312-314.

39  Una síntesis de la embajada romana de Moñino en Hernández Franco, 1984, pp. 131-157.

40  Llaguno a Moñino, s. l., 11-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

41  Desprat, 2000, p. 550.

42  Azara a Roda, Roma, 9-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 314-317.

43  « La dilación a mi audiencia por ocho días causó malos discursos en Roma. V. E. verá la gacetilla adjunta, que sale dos veces en la semana, y quedará enterado de los susurros », en Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

44  Moñino a Grimaldi, Roma, 13-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

45  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 8-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

46  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

47  La carta-informe de Moñino, en Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

48  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

49  Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

50  « Se me ha informado por varios medios que el Papa está contento de mí. Iguales noticias tengo del común del pueblo », en Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

51  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

52  Ibid.

53  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 18-vii-1772.

54  Moñino a Grimaldi, Roma, 16-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

55  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

56  Azara a Roda, Roma, 23-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 319-321.

57  Moñino a Grimaldi, Roma, 6-viii-1772 (AGS, Santa Sede, leg. 5.039).

58  Azara a Roda, Roma, 13 de agosto de 1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 328-330.

59  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

60  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 11-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

61  Azara a Roda, Roma, 23-vii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 319-321.

62  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 28-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

63  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 28-vii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

64  Llaguno a Moñino, s. l., 28-vii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

65  Campo a Moñino, s. l., 11-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

66  Grimaldi a Moñino, San Ildefonso, 18-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

67  Moñino a Grimaldi, Roma, 6-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

68  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

69  Azara a Roda, Roma, 13-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 328-330.

70  Moñino a Grimaldi, Roma, 20-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

71  El informe pormenorizado de lo tratado en la segunda audiencia, en Moñino a Grimaldi, Roma, 27-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

72  Según Azara, los jesuitas « han hecho correr un nuevo papelón contra Palafox. Después de tratarlo de jansenista lo atacan por enemigo de los franceses, y que por tanto Francia se debe oponer a su canonización » (Azara a Roda, Roma, 5-xi-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 351-354).

73  Azara a Roda, Roma, 27-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 332-334.

74  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 31-viii-1772.

75  Moñino a Grimaldi, Roma, 27-viii-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

76  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-ix-1772 (ibid.).

77  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

78  El Mercurio recogió los actos en su ejemplar de septiembre de 1772, pp. 18-21.

79  Azara a Roda, Roma, 20 y 27-viii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 330-332 y 332-334.

80  El informe de la audiencia en Moñino a Grimaldi, Roma, 10-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

81  Para los españoles, Roma tenía una gran responsabilidad en la partición de Polonia. « Roma con sus manejos y con haber encendido una guerra civil, ha perdido aquel reino » (Azara a Roda, Roma, 17-ix-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 338-341).

82  Masson, 1884, p. 209.

83  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

84  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

85  Crétineau-Joly, 1853-1858, vol. 5, pp. 325-326.

86  Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

87  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-ix-1772 (ibid.).

88  Moñino a Grimaldi, Roma, 24-ix-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

89  Mercurio Histórico y Político, octubre de 1772, pp. 116-117.

90  Al igual que con el Seminario Romano, la supresión de la dirección jesuita del Colegio Irlandés tuvo gran conmoción en Roma. Azara dio fe del impacto de la medida : « en casa y fuera de ella no se oye otra conversación » (véase Azara a Roda, Roma, 24-ix-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 341-343).

91  Magallón a Grimaldi, París, 18-ix-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

92  Grimaldi a Magallón, San Lorenzo, 12-x-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

93  El informe de la audiencia, en Moñino a Grimaldi, Roma, 24-ix-1772 (ibid.).

94  Azara a Roda, Roma, 10 ix-1772, en Azara, 1846 t. ii, pp. 337-338.

95  Clemente XIV, en las audiencias con Moñino, siempre negó haber prometido nada en el Cónclave. El cardenal Bernis lo confirmó en conversaciones con el embajador español, en Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

96  Moñino a Grimaldi, Roma, 29-x-1772 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 339).

97  « Moñino me ha dicho que ya tiene escrito ahí que no hay que esperar con las buenas y que ya estamos en el caso de usar del garrote » (Azara a Roda, Roma, 5-xi-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 351-354).

98  El 23 de noviembre, Grimaldi escribió a Tanucci para que coordinase con Moñino una posible ocupación militar de Castro, en Grimaldi a Moñino, San Lorenzo, 24-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

99  Azara a Roda, Roma, 22-x-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 348-349.

100  AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 4-xi-1772.

101  Ibid., 9-xi-1772.

102  El resumen de la entrevista, en Moñino a Grimaldi, Roma, 5-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

103  Masson, 1884, p. 211.

104  Para Carlos III era una condición dilatoria que, según Grimaldi, le produjo gran disgusto (véase Grimaldi a Moñino, San Lorenzo, 1-xii-1772, en AGS, Estado, leg. 5.039).

105  Crétineau-Joly, 1853-1858, vol. 5, pp. 223-224.

106  Olaechea, 1966, t. i, pp. 377-378.

107  Grimaldi a Moñino, San Lorenzo, 10-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

108  Moñino a Grimaldi, Roma, 12-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

109  Olaechea, 1966, t. i, p. 378.

110  Moñino a Grimaldi, Roma, 17-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).

111  AL, M. Luengo , Diario, t. vi, 28-x-1772.

112  Moñino informó de su contenido en Moñino a Grimaldi, Roma, 12-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

113  Ibid.

114  Moñino a Grimaldi, Roma, 19-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

115  Egido, 1989.

116  Moñino a Grimaldi, Roma, 26-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

117  Sobre el Colegio Romano, véase García Villoslada, 1954, pp. 313-317 : Villoslada dedica muy pocas páginas a la vida del Colegio antes de la extinción y su paso al clero secular.

118  Moñino a Grimaldi, Roma, 26-xi-1772 (AGS, Estado, leg. 5.039).

119  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).

120  Moñino a Grimaldi, Roma, 3-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).

121  Cordara, 1999, p. 165.

122  Azara a Roda, Roma, 3-xii-1772, en Azara, 1846, t. ii, pp. 360-364.

123  Moñino a Grimaldi, Roma, 24-xii-1772 (AGS, Estado, leg. 5.040).

124  Moñino a Grimaldi, Roma, 23-ix-1773 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 436).

125  Moñino a Grimaldi, Roma, 19-viii-1773 (AMAAEE, Santa Sede, leg. 436).

126  Moñino a Grimaldi, Roma, 15-ix-1774 (AGS, Estado, leg. 5.076), en Pacheco y de Leyva, 1915, pp. 29-32.

127AL, M. Luengo, Diario, t. vi, 26-ix-1774.

128  « He trabajado infinito en los dos días precedentes a la muerte del papa para hacerle declarar la promoción y tener éste mayor partido, pero no ha sido posible reducirlo. Han ayudado infinito a esto el Cardenal Malvezzi y Buontempi » (Moñino a Grimaldi, Roma, 22-ix-1774, AGS, Estado, leg. 5.076, en Pacheco y de Leyva, 1915, p. 48).

129  Se comentaba en Bolonia, en cartas que fueron interceptadas, que « el Papa antes de morir llamó 5 Cardenales, y les entregó un pliego mandándoles le entregasen a su sucesor. Buontempi se escapó con una carga de papeles al Palacio de España. El judío que era toda la confianza del Papa se refugió en el Palacio de Francia. Bischi, el sobrino del Papa, proveedor de Roma, huyó de contado » (Montornés a Dª María Juana Esplugues de Castro, Bolonia, 4-x-1774, AGS, Estado, leg. 5.047).

130  Cordara, 1999, p. 155.

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Pour citer cet article

Référence papier

Enrique Giménez López, « Los cien primeros días de Moñino en Roma »Mélanges de la Casa de Velázquez, 39-2 | 2009, 15-36.

Référence électronique

Enrique Giménez López, « Los cien primeros días de Moñino en Roma »Mélanges de la Casa de Velázquez [En ligne], 39-2 | 2009, mis en ligne le 15 novembre 2011, consulté le 28 mars 2024. URL : http://journals.openedition.org/mcv/2764 ; DOI : https://doi.org/10.4000/mcv.2764

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Auteur

Enrique Giménez López

Departamento de Historia Moderna, Universidad de Alicante

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