¿Existe tensión entre la democracia y el nacionalismo? Quizá deberíamos empezar por hacernos la pregunta. Los críticos del nacionalismo, desde luego, han puesto especial énfasis en la existencia de esa tensión, denunciando que el nacionalismo es incompatible con la democracia. Y la historia parece ofrecerles un amplio respaldo, pues no pocos de los peores acontecimientos del siglo pasado, de las dos guerras mundiales a la violencia interétnica en la antigua Yugoslavia, han dado una pésima reputación al nacionalismo, asociándolo con toda clase de injusticias y atrocidades.
Pero tal posición ha sido puesta en cuestión por quienes consideran que es injusto extender esas acusaciones a todo nacionalismo y sus simpatizantes alegan la existencia de discursos y políticas nacionalistas que se desarrollan dentro de los cauces y requisitos democráticos.
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