Artificio y simulación fueron elementos comunes a la fiesta del siglo XVI al XVIII. Para huir de la cotidianidad, se creó un maravilloso espectáculo que en su ficción contó con el movimiento de estatuas animadas que introducían efectos de sorpresa entre el público. La conversión de la ciudad en un espacio escenográfico de enormes dimensiones fue uno de los elementos más peculiares y distintivos de la sociedad moderna. La autoridad, el lujo, la expresión del poder en los arcos de triunfo, las arquitecturas fingidas, las colgaduras, los cortejos, la música, las máquinas insignes, los castillos de fuego, los jardines efímeros y los ingenios mecánicos, convertían a la ciudad en un gran escenario con un fin didáctico y propagandístico.
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