ESPAÑOLES EN MÉXICO. EL CASO DE LOS REFUGIADOS EN PACHUCA, HGO.

Ma. Magdalena Ordóñez Alonso
INAH (México)
REDER (reder@reder.net)

 

En este trabajo, se pretende contribuir al conocimiento más vasto del exilio español de 1939 que arribó a México. Se dará cuenta de un pasaje desconocido de los refugiados, enviados a diversos lugares de la provincia a realizar varios proyectos, entre otros, la creación de colonias agrícolas.

Por lo tanto, no se tratará al aproximadamente 28% de refugiados que constituyeron la elite del exilio (profesionistas, catedráticos, intelectuales, artistas, científicos), ya que existe una amplia historiografía dedicada a destacar su contribución en los diversos ámbitos en que se han desarrollado[1], sino más bien, a una porción del 72% restante de la emigración republicana, es decir, se abordará el transcurso de los primeros días en México de la gente del común, que constituyó la mayoría de la emigración republicana, antes de su establecimiento definitivo en nuestro país.

 

 

México y España

 

Al inicio del periodo gubernamental del Presidente Lázaro Cárdenas (1934 a 1940), la población en México era de18 millones de habitantes, de los que cinco millones y medio se consideraba población económicamente activa”: tres millones setecientos mil cultivaban la tierra; tres cuartos de millón trabajaban en la industria; casi medio millón en el comercio y los otros en profesiones liberales y en la administración pública”.[2] Estas cifras demuestran que la población de nuestro país, se dedicaba principalmente a la actividad agrícola y rural y en menores proporciones al desarrollo industrial.

Las empresas extranjeras (monopolios norteamericanos y europeos) dominaban las actividades fundamentales de la economía y el latifundismo impedía el desarrollo agropecuario y frenaba el progreso del país. El sexenio cardenista se sustentó en una decidida entrega a las causas sociales. Apoyó a los trabajadores y a los campesinos en sus demandas laborales, salariales, de reparto de tierras, de ayuda para la producción y asistencia a indígenas.[3] En el aspecto agrario, se propuso liquidar el latifundio y convertir al ejido en la forma básica del agro[4]. Favoreció la implantación de la educación socialista, que excluía de la enseñanza a las doctrinas religiosas. Se reestructuró el partido oficial, convirtiéndose en Partido de la Revolución Democrática (1938) y nació el Partido Acción Nacional (1939), de oposición. Ayudó a organizaciones sociales y se hizo obra pública, se crearon instituciones y se tomo la trascendental medida de nacionalizar los ferrocarriles y las empresas petroleras extranjeras. “El cardenismo fue un momento muy especial en la vida nacional: ‘la ciudad se pobló de pancartas y de manifestaciones obreras. El overol y las gorras se convirtieron en prendas que mostraba con orgullo la posición de clase de quienes los portaban. Se podía hablar de socialismo e incluso de comunismo, enarbolar banderas rojas y exhibir el escudo de la hoz y el martillo’...”[5]

En política internacional, el principio fundamental fue el antiimperialismo que se manifestó de manera directa en denuncias contra el fascismo y sus invasiones, así como proporcionar asilo a los republicanos españoles.

Al concluir la guerra civil, con la derrota de los republicanos españoles a fines de enero de 1939, el desplazamiento de miles de refugiados con dirección a Francia, fue inevitable. Atravesaron los Pirineos caminando, con frío, sed, hambre, algunos gravemente enfermos. Muchos de los que lucharon en el frente, cruzaron la frontera mutilados de algún miembro de su cuerpo; los que intentaron salir al exilio en compañía de su familia, fueron separados hombres, mujeres, niños y ancianos.

Con la decisión del gobierno mexicano de aceptar a un número ilimitado de españoles, “se recibiría la contribución de un grupo estrechamente relacionado por raza y espíritu a los mexicanos mismos, grupo que incluía hombres de gran capacidad y energía que desempeñarían un papel en el desarrollo de México”.[6]

El interés del presidente mexicano, obedeció a principios de solidaridad y humanitarios con los españoles y a la conveniencia de prever las necesidades del país y advirtió al licenciado Narciso Bassols, ministro en Francia: “de hacer una selección cuidadosa, de refugiados desentendiéndose en lo absoluto de filiación y banderías políticas y sociales, siguiendo esta norma de conducta en la selección: 60% de agricultores; 30% de técnicos y obreros calificados y 10 por ciento de intelectuales”.[7] La previsión de traer agricultores era acertada, según palabras del general Piña Soria, ya que la capacidad agrícola del país permite prestar acomodo a los que se dedican a esta actividad, intensificando con este nuevo esfuerzo de trabajo la producción agrícola en beneficio del mejoramiento de vida de México y acrecentando la economía general. Luego entonces, el exilio español se conformaría principalmente por trabajadores.

Asimismo, se integró una Comisión Interministerial que se encargaría de distribuir a los refugiados en la provincia mexicana, lo que contribuiría al florecimiento de regiones poco pobladas en las costas de Jalisco, Guerrero y Michoacán.[8]

Mientras tanto, el gobierno español en el exilio conciente de las penosas circunstancias que padecían los refugiados, crea dos organismos: el SERE (Servicio de Evacuación a los Republicanos Españoles)[9] y la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles).[10] El objetivo de ambos organismos, fue auxiliar eficazmente a todos los españoles emigrados por causa de la guerra civil, independientemente de su filiación política o de su status socioprofesional.

Con el inminente arribo de los refugiados a nuestro país, se creó el CTARE (Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles), que fue la filial del SERE en México. Su finalidad fue recibir, alojar y distribuir a los exiliados.[11]

 

¿Quiénes fueron los refugiados enviados a Pachuca?

 

Según una lista de los refugiados destinados a Pachuca, Hgo., el grupo se integró de 140 personas: 99 hombres, 27 mujeres y 14 niños menores de 14 años. En el Archivo del CTARE, se han localizado115 expedientes personales lo que permite conocer las características del grupo. 91 (79.13%) eran hombres y 24 (20.86%) mujeres, de los que la edad de 58 (50.43%) hombres y mujeres era de 21 a 30 años y 32 (27.82%) más de 31 a 40 años y otros 11 (9.56%) de 41 a 50 años, lo que indica que el grupo se integró por jóvenes en edad productiva.

Con excepción de 11 mujeres que no informaron sobre su lugar de nacimiento, 46 (40%) eran de Cataluña, 13  (11.30%) de Asturias, 10 (8.69%) andaluces, 9 (7.82%) de Castilla la Nueva, 7 (6.08%) de Santander, 6 (5.21%) del País Vasco, 3 (2.60%) de Murcia, 3 (2.50%) aragoneses. En cuanto a su estado civil, 56 (48.69%) eran casados, 55 (47.82%) solteros y 4 (3.47%) viudos.

De los 92 (89%) que declararon su lugar de residencia al estallar la guerra, nuevamente Cataluña aportó el mayor número 45 (39.13%), luego Castilla la Nueva con 9 (7.82%), Asturias con 8 (6.95%), Santander con 7 (6.08%), 6 (5.21%) de Andalucía, Murcia 5 (4.34%), Aragón 4 (3.47%). Acerca de su escolaridad, 50 (43.47%) leían y escribían el español, 30 (26.08%) el castellano, 10 (8.69%) hablaban además el catalán, 7 (6.08%) el francés. Otros 5 (4.34%) conocían el castellano y el francés y solo dos mujeres (2.60%), no sabían leer ni escribir.

Si bien es cierto, que el gobierno mexicano requería principalmente trabajadores dedicados a las tareas agrícolas para distribuirlos en el campo mexicano, la realidad no se ajustó a esta propuesta. Sin considerar a 9 mujeres dedicadas a “sus labores”, sólo 16 hombres (13.91%) se ofrecieron como campesinos, agricultores, arboricultores, horticultores, horticultores, labradores, lecheros y perito agrícola. Los 90 (78%) refugiados restantes, no tenían vinculación con el campo, pero aún así, mecánicos, carpinteros, albañiles, obreros textiles, tallista en madera, alpargatero, costurera, taquimecanógrafa, maestro nacional, chofer, oficinista, tejedor de medias, mineros, metalúrgicos, panaderos, caldereros, camareros, médicos, guarnecedora de pieles, fueron enviados a Pachuca. La heterogeneidad del grupo, traería graves consecuencias.

Acerca de sus creencias religiosas y de su filiación a grupos políticos y sindicales, la información es muy limitada. 64 (55.65%) no tenían religión y otros 4 (3.47%) se confesaron católicos y uno más, bautizado.

El exilio español, se conceptuó como una emigración política de diversas ideologías y tendencias. Lamentablemente, solo 65 (56.62%) refugiados declararon al respecto y de ellos, 44 (38.26%) estuvieron afiliados a la Unión General de Trabajadores y 5 (4.34%) a la Confederación Nacional de Trabajadores y otro más, a la Federación Anarquista Ibérica. Uno confesó su afiliación al Partido Comunista, otro al Partido Socialista, uno más al Partido Socialista Unificado de Cataluña y otro a Izquierda Republicana. Es de sorprender que 9 se declararon sin partido.

Los republicanos que participaron en el ejército, 34(29.56%) lo hicieron en 1936, 10 (8.69%) en 1937, uno (0.86%) en 1938, dos (1.73%) en 1939. El tiempo de permanencia fue desde un mínimo de siete hasta 32 meses, o bien toda la guerra o hasta el final de la guerra. Trece obtuvieron grados de tenientes, ocho de capitanes, seis soldados, cinco comisarios y sargentos respectivamente,  pero también 25 fueron heridos en cabeza, pierna, pecho, rodilla o estómago, ya fuera por bala o metralla durante el combate.

También 24 exiliados ocuparon cargos civiles como alcaldes, concejales, presidentes de sindicatos, delegados de compras, inspectores, jueces municipales, entre otros cargos, durante la guerra. 21 exiliados perdieron a familiares de línea directa, ya fuera padre, madre, hijos, hermanos, cuñados o sobrinos, muertos en el frente o a manos de fascistas. Igualmente, 22 declararon la destrucción de su casa y otros más señalaron la confiscación de sus bienes y pérdidas en metálico en dólares y pesetas.

1939, fue el año en que el 70% de refugiados abandonaron España, dos en 1936 y uno en 1938. Salieron de la Península por la Junquera 19 (63.47%), 18 (5.65%) por Port Bou, 9 por Puigcerdá, 8 por Le Perthus y 4 por Prats de Mollot.

74 españoles se concentraron en improvisados campos al sur de Francia; 20 en Saint Cyprien, nueve en Argelés, siete en Le Boulou, seis en Barcarés y Argelés, respectivamente y tres en Septfonds.

Cabe aclarar, que buena parte de refugiados manifestaron que no recibieron ayuda del SERE. Sin embargo no fue así. El hecho de que se incluyeran en las expediciones masivas organizadas por dicha institución, demuestra lo contrario. Sin incluir a tres que llegaron uno en el Flandre, otro en el Ma. Cristina y otro más en el Volendam, 108 vinieron en el Sinaia y en el Ipanema y el Mexique, dos en cada uno.

53 (46.08%) no recibieron ayuda económica y sólo 9 reconocieron auxilio del SERE, uno de particular y otro del Comité Británico. 70 (60.86%) manifestaron mal trato, malo, muy malo, pésimo, fatal, indigno, inhumano, sin consideración y sólo 20 admitieron haber tenido trato regular, y bueno.

Resumiendo, es evidente que los exiliados enviados a Pachuca, constituyeron un grupo muy heterogéneo, integrado por hombres y mujeres de diversas edades, provenientes de toda la geografía española, de diferentes orígenes económicos y sociales, destacándose de individuos calificados, integrados a los sectores más modernos e ilustrados en España. Sin embargo, no conformaban la mejor emigración para cumplir con los cometidos del gobierno cardenista, lo que acarrearía graves problemas entre los refugiados y las autoridades del CTARE.

 

De Veracruz a Pachuca, Hgo.

 

En el puerto de Veracruz arribó el Sinaia, primera de las expediciones masivas organizadas por el SERE, el 13 de junio de 1939[12] y los funcionarios del CTARE, seleccionaron a los que serían transportados en tren nocturno a Pachuca el día 17 a las 19.30 hrs.

Al otro día, los refugiados fueron llevados al Estadio. La recepción “que ha tenido lugar en Pachuca, ha sido en extremo cordial y ha producido honda emoción entre los españoles, sobre todo las palabras de afecto y de solidaridad que les dirigió el gobernador [Javier Rojo Gómez].  Todos los emigrados están animados de un magnífico espíritu de trabajo y con la ayuda que les ha sido prestada, realizan ya actividades setenta y seis de los noventa y nueve que han sido llevados a dicho lugar”.[13]

El médico Antonio Aparicio[14], designado por el CTARE como Delegado en Pachuca, Hgo., informó que “la recepción ha sido francamente acogedora, [y] cariñosamente fueron saludando a todos animándoles, diciéndoles que iban a descansar y rehacer su vida y dándoles a entender que no venían por caridad sino a ayudar y elevar el nivel de los profesionales y trabajadores mexicanos, enseñándoles y colaborando con ellos”.[15]

El alojamiento de los exiliados se dispuso y los solteros se hospedaron en los pabellones del Hospital Civil en construcción; los casados con sus mujeres y niños en la Casa del Agrarista, en donde también se organizó el comedor y cocina, todo por cuenta del gobierno del estado de Hidalgo. La tarde de ese día, el gobernador interrogó a cada uno de los miembros de la expedición y se clasificaron en seis grupos: gobierno, comercio, industria, minería, obras públicas y actividades de campo.

El mandatario hidalguense mostró su preocupación al conocer la diversidad del grupo. Aparicio informó al CTARE: “a título confidencial, el señor gobernador se encontraba molesto porque su petición de que se mandase casi exclusivamente campesinos, no hubiese sido atendida y se le ha remitido un conglomerado de dificilísima colocación en un estado como el de Hidalgo de pequeñísima actividad industrial...” y argumentó: “como detalle de los 99 hombres solo 26 son campesinos”.[16]

Como primera medida, el delegado contactó con el vicepresidente del Casino Español y éste ofreció alojamiento a cuatro mujeres en dicho local.[17]. La Colonia Española “antes de la llegada de la expedición,  estaba en su mayoría en contra de una actuación a favor de [los refugiados]”. Sin embargo, la postura de la institución se modificó ya que “alojaron otros seis muchachos hasta tanto que los coloquen, en el Hotel de los Baños de esta capital. Constantemente vienen a visitar a los que van quedando y todos los días se llevan tres o cuatro por lo menos de colocación firme. Los han obsequiado con dulces, caramelos, tabaco, etc. Un farmacéutico español les regala cuantas medicinas necesitan. En fin que su actuación no ha podido ser más generosa y desinteresada hasta el momento”.[18] Los refugiados recibieron ayuda de otros grupos de inmigrantes residentes en el estado de Hidalgo: la Colonia China y la Judía.

Mientras los refugiados no tuvieran empleo, continuarían alojados en la Casa del Agrarista y la manutención, correría a cargo de la delegación del CTARE, tanto de los que tenían como de los que no tenían trabajo. Igualmente, se atenderían todas las necesidades básicas de los exiliados, desde la alimentación, ropa, jabón, tabaco, etc., hasta todo tipo de gastos extraordinarios, como ocurrió con el lamentable fallecimiento de una niña de ocho meses a causa de una gastroenteritis, o el requerimiento de lentes de un muchacho. Los enfermos que requerían hospitalización, acudían al Sanatorio de la Colonia Española.

Desde el arribo de los refugiados a Pachuca, se advirtió un serio problema: la falta de vivienda, provocado por la falta de capital y mano de obra especializada. “Existe [sic] en esta ciudad una crisis de vivienda exageradísima, personas con buenos sueldos y empleos, comerciantes con una buena posición viven en casas malísimas por falta de ellas. En esta ciudad hay organizada y totalmente legalizada una Compañía de construcciones y urbanizaciones que preside el propio presidente municipal, general Nochebuena. Según me informa tiene una gran demanda de construcciones que no puede activar por disponer de un capital muy modesto... Esta empresa permitiría por un lado, invertir un capital de acuerdo con las posibilidades de ese Comité Técnico, creo de una manera segura de 25 pesos en adelante y además permitiría colocar a gran número de obreros del ramo de la construcción (albañiles, carpinteros, canteros, pintores, etc.) sin roces de ninguna clase con los sindicatos del Estado ya que en esta ciudad de ese ramo hay una escasez enorme de personal”.[19]

Los 26 campesinos se distribuyeron de la siguiente manera: el perito agrícola quedó adscrito a las oficinas del gobierno; 8 se quedaron en Pachuca –sin especificar las actividades que desempeñarían- y los 17 restantes, salieron a diferentes colectividades.[20] Los 25 obreros clasificados en obras públicas, se repartieron en diferentes obras del estado. La crisis industrial del estado, -dijo el delegado- era el principal obstáculo para integrar a los exiliados clasificados en el ramo industria. Los catalanes Florencio Santamaría[21] y Ramón Guillot Jordana,[22] incluidos en este rubro y enviados a Tulancingo, describieron su experiencia en dicho lugar:

 

“...nos mandaron a Pachuca -dijo el señor Santamaría-... llegamos a la mañana y a la tarde nos llamó el gobernador de Hidalgo  [Javier] Rojo Gómez... Y nos reunió a ver qué sabíamos hacer y qué queríamos hacer... cuando me tocó el turno a mí, yo le platiqué lo que sabía hacer, y dice: ‘Mañana trabajara usted’. Pero mañana a las ocho estén en punto, vendrá un auto a recogerlos. Y así fue. Al día siguiente, nos metieron en un carro chiquito con una persona, con el chofer, y llegamos a Tulancingo [a] una fábrica de San Luis, de don Luis Tite... y dice: ‘Mira, por orden del gobernador llevamos a este señor, que le tienen que dar un empleo’. Ni una palabra, ni una palabra menos. Yo me quedé allí parado... El francés era un hombre serio, me miró, tenía un comportamiento así, mirar abajo y llama al administrador de la fábrica y dice: ‘Mire, acaban de traer a este señor, que le den trabajo. A lo mejor allá al patio, encuentras alguna cosa para darle’,... eran los que ganaban el salario mínimo,... los que lavaban la lana, que la tendían, la recogían y todo eso. Y dice: ‘A ver si encuentras algo’. Y este señor fue muy bueno y me dice: ¿Qué sabe usted hacer? ¿es usted catalán?. ‘Soy español, pero catalán’. ‘Ah –dice-, es una región de muchos tejidos, ¿no?’... le platiqué lo que sabía hacer y dice: ‘Mire, entonces lo que ha dicho don Luis, olvídese. Ya veremos. De momento, usted es libre aquí; dé vueltas por la fábrica, mire, pregunté...’ y llamó [a] la comisión del sindicato y dice: ‘Mira, el señor gobernador nos ha mandado este técnico... todo lo que les pregunte, contesten’, y en fin. Total, así empezamos, de esta manera.”[23]

 

 

Tal parece que las instrucciones del gobernador hidalguense eran precisas, y decir que de su parte se enviaba a una persona a que se le diera empleo, era la clave precisa para que el dueño de la fábrica, el administrador y hasta el comisionado del sindicato abrieran las puertas al señor Santamaría, quien residió en Tulancingo durante tres meses, tiempo más que suficiente en que comparó las condiciones económicas y sociales entre obreros mexicanos y españoles:

 

“La situación del obrero mexicano era mala. El salario mínimo eran dos pesos cincuenta... yo después de cenar antes de acostarme, daba una vuelta por la fábrica, para ver si había algo que resolver... y encontraba algún obrero dormido, sentado allí detrás de la máquina. Y le tocaba nomás y algunas veces se levantaba y me decía: ‘Sí señor, sí, pero gano dos pesos...’ Me daba la vuelta, ya me giraba y no le decía nada. Dos pesos cincuenta representaban varios pesos de aquel tiempo; se compraba alguna cosa, pero no vivir, ni para sostener una familia. Eso quiere decir que necesitaban tener otro trabajo... o comer poco, no sé bien. Y quién sabe si trabajaban de día, por ejemplo, yo me refiero sobre todo los de noche. De día no. En general eran iguales... los obreros económicamente hablando estaban peores en México... En España todos los obreros, todos, más modesta, tenían una casa que no entraba el agua, no había [de] madera, ni de cartones”.

 

 

El señor Guillot, mencionó que:

 

“...un día [en Veracruz] dijeron: Hacen falta carpinteros para el estado de Hidalgo y me fui a trabajar a Pachuca; estuve unos cuantos días allá, una semana. Me tocó conocer al gobernador, nos hizo proposiciones a unos cuantos para agentes policiacos, pero no, o sea, como quien dice confidentes de él,... nosotros no podíamos yo le dije que no, que no había llegado a México para ser policía y no pasó nada; pero hubieron algunos que sí. Total ya, estuvimos ya también ahí como quince días, hasta que un domingo llegó el diputado por Tulancingo, y dijo que hacían falta carpinteros [y] salimos, tres. Llegando a Tulancingo, pues se me cayó el alma a los pies. Pachuca todavía era un poquito, estaba un poquito bien, pero Tulancingo el 39 era una... una chingadera, hablando pronto y mal. Total, que estuve trabajando con un paisano, un tal [Antonio] Marín que tenía muchos años, que tenía dos hijas muy bonitas –según ellas-, pero para mí no lo eran... La primera semana el angelito me pagó diez pesos cincuenta, un peso cincuenta diarios, trabajando desde que amanecía hasta que oscurecía; yo era maestro de los tres uno que tenía allá. La segunda semana me pagó catorce pesos, pero yo ya había arreglado con un abarrotero, un antiguo residente, de poner un taller [en la ciudad de México]; entonces me despedí del patrón, le di una semana de tiempo y estuve exactamente tres semanas trabajando de carpintero en Tulancingo... las condiciones a mí no me gustaron, ni me gustó el clima de Tulancingo”. La última semana de trabajo, el señor Guillot cobró diecisiete cincuenta  “que ya era un sueldo bastante decente, pero pues no, ni me gustó el sueldo ni me gustó las condiciones de trabajo ni el mismo Tulancingo”.[24]

 

 

Los refugiados agrupados en los rubros de comercio, minería y gobierno, se colocaron. Al mismo tiempo, se gestionó el alquiler de una casa que albergara a cincuenta españoles y a elaborar diversos proyectos. Uno de ellos, consistió en establecer colonias agrícolas modestas que ofreció la Comisión Mixta del Gobierno del Estado capaces para cien o cincuenta campesinos. Además, el delegado contactó con el Director General de Educación y dirigentes de centros de cultura, con el fin de establecer centros de enseñanza primaria y secundaria. Se estudió la posibilidad de establecer dos escuelas de enseñanza secundaria de carácter particular, que incluyera maestros mexicanos y españoles y simultáneamente de enseñanza secundaria, primaria y de artes y oficios. Una de estas escuelas se ubicaría en Tulancingo y la otra en tierra caliente en Huejutla.[25]

Españoles e hidalguenses convivieron fraternalmente, incluso los exiliados participaron en eventos conmemorativos nacionales. Un grupo de refugiados portando una corona de flores, asistió al aniversario de la muerte del cura Miguel Hidalgo y Costilla el 30 de julio; uno de ellos hizo una breve salutación.

Con el arribo de los refugiados, el alquiler de un local que funcionaría de alojamiento, era imprescindible. Un sindicato de la localidad, cedió la casa ubicada en Gómez Pérez 17. Los últimos días de agosto se inauguró el albergue destinado a los republicanos.

En ocasiones, los refugiados sin empleo mudaban a otros lugares o a la ciudad de México, sin notificar al delegado. A finales de agosto, había doce españoles desempleados y hasta los colocados, pasaban a las filas de “parados” en unos días. José Aldana, Manuel Amaro y José Ortiz “trabajaban en drenaje y alcantarillado y por haberse terminado el cemento en Pachuca, han parado hace diez días. A Mariano Monje de las Heras, se le adelantó dinero para hacer tubos de cemento, pero había parado por la misma razón”.[26] Esta situación provocaba serios desajustes económicos al delegado ya que eran insuficientes los recursos que se le remitían desde México.

Además, los refugiados al encontrarse sin trabajo, regresaban al refugio a comer y dormir; otros sólo a comer y los “independientes”, recibían un peso diario para su alimentación. En cada informe, el delegado adjuntaba una relación de comprobantes justificando los gastos generados por los exiliados.

Pero surgieron otros problemas. En cada informe el Coordinador solicitaba y recordaba al CTARE el envío de ropa para los refugiados. Según el doctor José Puche, presidente del organismo, la Sección de Compras comunicó que de los enviados a Pachuca “66 hombres quedaban por vestir, lo que importaba un total de $ 3,656.40; los equipos de 19 señoras importaban $ 769.50 y el costo de 13 equipos para niñas y niños, sumaba $ 341.40. Basándonos en estos datos, sacamos la conclusión final de que para el vestuario de estas 98 personas se necesitan en total $ 4,767.50.”[27]

Es probable que no se le dio la debida importancia al problema de la ropa o tal vez, el presupuesto era insuficiente. En varias ocasiones, el delegado apremió la atención de esa necesidad: “tengo algunos muchachos que es francamente vergonzoso como van pisando con el calcetín,... llevamos ya siete semanas esperando la ropa de un momento a otro”.[28] Dos semanas después, el delegado “insistía en el asunto de la ropa”.

El descontento de los refugiados no se dejó esperar y acusaron al CTARE de incumplimiento de palabra y de privilegiar a unos y descuidar a otros: “Ustedes no han cumplido nunca,... varias veces nos han prometido que nos enviarían la ropa y el calzado imprescindible para que algunos compañeros que para vergüenza de ese Comité, podrían salir a la calle decentemente vestidos... después de haberse agotado nuestra paciencia a través de comunicados, han ido dos delegaciones a entrevistarse con ustedes [e hicieron] una exposición detallada de cómo nos encontramos, sin ropa, sin calzado, durmiendo sin sábanas, sin mantas, sin fundas y en un local que no reúne ninguna condición higiénica...” y amenazaron con desplazarse a la capital y no regresar sin ser atendidos: “no es que queramos adoptar [una] posición incorrecta antirrepublicana,... pero lo que sí queremos es que se nos atienda igual que al resto de los refugiados, pues se da el caso que aquellos elementos que más gritan con razón o sin ella,... desgraciadamente son siempre los mejor atendidos... en manos de ustedes está la solución, con justicia y equidad se puede solucionar fácilmente esta situación”.[29]

Por otro lado y sin generalizar, el comportamiento de ciertos refugiados no fue el apropiado. La familia Amorós integrada por campesinos, fueron amenazados y regresaron al refugio “como campesinos que eran fueron destinados al pueblo de Tula [y] se les concedió un subsidio de 200 pesos. Estuvieron en el pueblo dos meses, al cabo de los cuales vinieron diciendo habían sufrido amenazas y por ello, pasaron al refugio de Pachuca; su conducta en el refugio dejó bastante que desear, llevándose mal con todo el resto del personal. Hace dos semanas fueron trasladados a México a trabajar en la fábrica Vulcano. Posteriormente he tenido ocasión de informarme –dijo el delegado- del comportamiento de dichos compatriotas en el pueblo de Tula. Según me informan estuvieron desde el primer día percibiendo un subsidio del Banco Ejidal de $ 2.50 diarios. Les dieron tierras, que no trabajaron y si se dedicaron a pasear y lo que hicieron fue contratar los servicios de algunos peones para sus tierras. Aquí la cosa se tranquilizó apenas se marcharon y sólo hay que lamentar el mal ejemplo y lo feo de su conducta en el pueblo.”[30]

Los refugiados no debían intervenir en  asuntos políticos, pero no faltó quien no se apegara a la norma. El delegado en Pachuca, recibió instrucciones de autoridades del CTARE, de llamar la atención a Miguel Castañeda Ruiz por entrometerse en actos políticos: “le ruego le indique la conveniencia de abstenerse totalmente de tomar parte en actos públicos que signifiquen injerencia en la política mexicana y en caso de [insistir], que hable solamente en su nombre y no en el de los refugiados, puesto que nosotros debemos encontrarnos al margen de la política del país y con un profundo respeto.”[31]

Mariano Monje de las Heras y Joaquín Bustos Fernández, enfrentaron otros problemas. Ambos vivían en la casa del español Julián del Hoyo, propietario de la zapatería “La Popular”. Según el coordinador “en la casa donde vivían nuestros compatriotas, fue descubierta una fábrica clandestina de alcohol que se encontraba embargada por la oficina de Hacienda... que había ordenado el traslado de la maquinaria encontrándose con que había desaparecido y de las averiguaciones realizadas por los agentes se dedujo que parte de ella había sido rota por nuestros compatriotas y el alambique había desaparecido.”[32] Los refugiados negaron las acusaciones y en compañía del dueño del negocio, fueron privados de su libertad.

Mientras tanto, sus paisanos discutieron sobre la conducta de los inculpados que luego de unos días en prisión volvieron al albergue. Los exiliados acordaron: “Consideramos que no obstante haber sido puestos en libertad los mencionados compatriotas y que al parecer se les considera inocentes en los trabajos ilícitos que fueron acusados en principio, para nosotros constituye un acto vergonzoso y un abuso imperdonable [a] la hospitalidad del pueblo mexicano, pues si es cierto que las Autoridades no pueden comprobar culpabilidad alguna, nos consta que andaban metidos en un negocio repugnante con el agravante de que hacían el juego en el negocio al menos a un elemento inmoral y enemigo a muerte de la República Española... nos limitamos a exponerle el acuerdo concreto de separar del Refugio a los mencionados compatriotas”.[33]

Por otro lado, un grupo de refugiados se dirigió al Secretario General, Carlos Velo, protestando por el comportamiento del delegado y –lo que consideraron- su falta de tacto político al relacionarse con la Colonia Española, asistiendo a fiestas oficiales de carácter faccioso “concretamente el baile del 8 de septiembre y con mujeres de dudosa conducta, causando gran escándalo entre todas las familias de refugiados”.[34]

El descontento de los refugiados continuó, cuando el CTARE anunció la suspensión del auxilio a todas aquellas personas “solas” y a menores de 40 años a partir del 1º. de noviembre y se solicitó al delegado elaborar un nuevo plan de subsidios.

Los refugiados examinaron el nuevo sistema de ayuda y una vez más, reclamaron diferencia en el trato para unos y otros: “el costo de vida aquí en Pachuca está equiparado al de la Capital de México y sin embargo mientras a los Refugiados de México se les designaba una cantidad de dos pesos cincuenta diarios, a nosotros sólo se nos facilita un peso quince. Mientras a otros se les facilitó prendas de vestir y dinero para establecerse por cuenta propia, a nosotros se nos denegaron todas las peticiones tanto en un sentido como en otro, dándose el caso de tener que intervenir las organizaciones obreras locales protestando ante ese Comité por la diferencia de trato y por el estado lamentable en que se encuentran algunos compatriotas que no tienen ropa que ponerse.”[35]

Trabajadores mexicanos, advirtiendo que los españoles los desplazarían a cargos de menor importancia y competirían en sus puestos de trabajo, enfrentaron a los refugiados. Hubo casos en que la población se mostró decidida a mantener fuera de su terruño a los exiliados.

Juan Aledo Soriano y Andrés Pol Puig, encargados de obras, el primero en un colegio y el otro en la presa de la Esperanza en Tulancingo, informaron a José Puche, que: “por encontrarse completamente aislados pues se hallan trabajando únicamente los citados en las obras de referencia, tienen el temor muy fundado, dado el cargo que ocupan, en que necesariamente tienen que mantener una actitud enfrente de la clase obrera integrada en su totalidad por mexicanos en defensa de los intereses de esta Nación, de ser objeto de algún atentado contra su vida”.[36]

Entre los refugiados españoles desempleados, se difundió su posible traslado a la Finca de Santa Clara[37] en el mes de octubre: “es necesario conseguir su inscripción para Chihuahua, remitiéndonos las relaciones de los que se hayan inscrito, debiendo figurar al margen la firma de los interesados en prueba de conformidad”.[38] Los campesinos adscritos a la Escuela Regional “El Mexe” y Mixquihuala, recibieron las mismas indicaciones.

Así, mientras unos refugiados se colocaron y otros aguardaban la orden de salida a Chihuahua, es de suponer que después de casi cuatro meses, dedicados a la vagancia desde su llegada a Pachuca, su estado de ánimo decaía diariamente.

Se sabe que los refugiados enviados a Puebla, los voluntarios a la Colonia Agrícola de Santa Clara, se trasladaron a Perote, Ver., hasta el 22 de diciembre de 1939, para de ahí y “en su momento oportuno”, salir a Chihuahua.[39] Es probable que a los voluntarios en Pachuca, se les notificó su partida por esos días.

Empleados casi en su totalidad los refugiados y agotado el subsidio, se aproximaba el cierre de la delegación del CTARE. Para el 6 de noviembre se remitió al doctor Aparicio la cantidad de $ 750.00 “para la liquidación del contingente de patriotas que se encuentran en aquel estado”.

La anulación de subsidios y la resolución de los problemas que aquejaban a los refugiados, la delegación del CTARE en Pachuca no tenía razón de ser. En uno de los últimos escritos, el agente coordinador informó “Llegaron a Pachuca en expedición 140 [refugiados]; salieron de Pachuca 72 como sigue: dos a Chihuahua, diez desaparecidos y un fallecido. Por lo tanto, quedaban trabajando en Pachuca 34 [exiliados], más ocho hombres y dos mujeres “parados” y quince de sus familiares, es decir, en total quedaban en Pachuca 59 personas.”[40]

La oficina de la delegación se liquidó en enero de 1940. José Puche reclamó: “que no había recibido las últimas liquidaciones [de la delegación], por lo que para normalización en Contabilidad, solicitaba al doctor Aparicio las remita con la mayor brevedad posible”.[41] Por lo tanto, la delegación del CTARE en Pachuca, funcionó durante siete meses.

En conclusión, el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles, ayudó en sus primeros pasos a los refugiados que llegaron a México, con medidas asistenciales como comedores, albergues, subsidios, empleos, la creación de colonias agrícolas en diversos lugares de la provincia y otro tipo de empresas.

Así pues, los refugiados españoles enviados al estado de Hidalgo, tuvieron que pasar por un proceso de adaptación, en donde intervinieron factores económicos, políticos, demográficos, sociales, etc.

Como se ha visto, los republicanos no tuvieron el apoyo de sus paisanos “antiguos residentes”. Sin embargo, unos días después y en los momentos más difíciles los refugiados reconocieron muestras de solidaridad, ofreciéndoles alojamiento, ropa, calzado, alimentación, asistencia a enfermos, empleos, etc.

La elección de los refugiados a Pachuca, correspondió a los propios españoles y no se ajustó a los lineamientos del gobierno mexicano, lo que propició algunos problemas de colocación para las autoridades hidalguenses.

Habría que señalar que la política gubernamental, requería el mayor número de campesinos entre la emigración republicana, que beneficiara e incrementara las actividades agrícolas y el desarrollo económico, pero sólo hubo buenas intenciones. En el caso de los refugiados en Pachuca, se demostró que el sector primario, representó únicamente el 14% de campesinos, mientras que el sector terciario comprendió el 28% y el más amplio el secundario con un 50%. Entonces, el grupo se integró por trabajadores calificados provenientes de los sectores más modernos en términos económicos e ilustrados. El 8% restante, correspondió a mujeres dedicadas a “las labores del hogar”, y salvo algunas excepciones, su tarea consistiría más bien, en asistir a su cónyuge, en hacerse cargo de la educación de los hijos y en reproducir sus formas de vida.

El menor número de trabajadores agrícolas, en contraste con los empleados en el sector de servicios, aparentemente obedeció a dos circunstancias. Una es que los refugiados al conocer que principalmente se requerían campesinos, dijeran tener esta ocupación cuando muchos de ellos, jamás habían puesto los pies sobre la tierra o bien, que su rápida colocación los adiestrara en su nueva ocupación con la intención de “improvisar” trabajadores agrícolas.

Las condiciones económicas y sociales de los mexicanos, no se parecían a las de los refugiados, que por cierto, venían mejor capacitados técnica y profesionalmente, como claramente expusieron los señores Santamaría y Guillot respectivamente, situación que privilegió a los refugiados a ser colocados en cargos de mayor jerarquía, propiciando que campesinos y trabajadores mexicanos reaccionaron con inconformidad y hostilidad o más bien, hablando en términos ideológicos, con un sentimiento antiespañol.

El intento del gobierno mexicano de contribuir al desarrollo de las regiones poco pobladas, con la llegada de los republicanos, no tuvo el éxito deseado. Se ha probado que los exiliados al no ser colocados o no tener el empleo apropiado, según sus aptitudes o conocimientos, se trasladaban a otros sitios o a la ciudad de México. Además, buena parte de los refugiados provenía de los principales centros urbanos españoles, es decir, el grupo constituía una migración urbana que difícilmente se adaptaría a la vida rural mexicana.

El estado mexicano facilitó la estancia de los refugiados, incluso modificó la legislación relativa a los extranjeros, al ofrecer todas las facilidades a los españoles para que adquirieran la nacionalidad mexicana. Sin duda alguna, esta decisión propició que los refugiados cambiaran del lugar destinado, ya que “a los exiliados no se les exigió que portaran una tarjeta de identidad o que las mostraran, ni tampoco se les pidió volver a registrarse al llegar a su destino al país. Por consiguiente el gobierno mexicano, no tenía forma de confirmar su paradero, ni de evitar que se desplazaran a cualquier lugar del país. Una vez que la mayor parte de ellos hubo adoptado la ciudadanía mexicana a principios de 1940, es evidente que dejó de existir toda clase de censura a sus movimientos. La mayor parte de los exiliados ubicados fuera de la ciudad, se mudaron a la capital antes de un año.”[42]

Hombres y mujeres emprendedoras y preparados ideológica y socialmente, se incorporaron al ejército republicano, arriesgando su vida o a la pérdida de algún miembro de su cuerpo, pasando a las filas de mutilados e inválidos de guerra. Su destreza y valentía los llevó a ascender en el escalafón, obteniendo grados de alto rango o bien, a ocupar diferentes cargos civiles.

En la limitada información sobre su militancia partidista, probablemente no quisieron ser reconocidos como afiliados a determinado grupo. Se sabe que a algunos refugiados se les “insinuó” declarar su pertenencia a determinado partido. Además, sectores de derecha y conservadores entre la población mexicana, reconocieron a los refugiados como “rojos” –entre otros calificativos- es decir, se tuvo la imagen de que la emigración republicana se integró de comunistas. A los exiliados, no les convenía declarar a favor o en contra, sino más bien, mantenerse al margen. También existió la posibilidad de que efectivamente, no tuvieran preferencia sobre alguna filiación partidista.

En cuanto a la convivencia de los refugiados en Pachuca y los problemas que tuvieron como grupo o con el CTARE, es de sobra conocido que los españoles salieron al exilio divididos ideológicamente. Cada grupo defendía el partido al que pertenecía y su posición frente a sus opositores, y aunque la ayuda debía ser igual para todos, independientemente de su filiación o status social o político, como alardeaba el SERE, es posible que en la práctica no fue así, de ahí las constantes quejas, reclamos e inconformidades en “que el trato no era igual para todos”. Probablemente, en algunos refugiados influyó el estado de ánimo en que se encontraban. Hay que tener en cuenta que habían transcurrido casi tres años de guerra, en que hombres, mujeres y niños fueron perseguidos y que en la medida en que avanzaba la campaña, se vieron obligados a desplazarse a otros lugares, perdieron su trabajo y familiares y padecieron hambre y miseria.

La salida al exilio, la concentración en improvisados campos franceses padeciendo hacinamiento, enfermedades, hambre, sed y malos tratos, la espera en ser rescatados de estos lugares y la posterior travesía en barcos, que no eran de pasajeros propiamente, propiciaron enfrentamientos refugiados y el CTARE.

Además desde que abandonaron España y luego de su establecimiento en México, los republicanos supusieron que su exilio sería provisional y no definitivo, como tiempo después, tuvieron que aceptar. La adaptación provisional de locales que funcionaron como albergues, se proyectó para unas semanas y no para varios meses, como sucedió en algunos casos, provocando que la cohabitación de los refugiados no fuera la deseable. Las constantes quejas y reclamaciones, evidenciaron el olvido, aislamiento o tal vez, desinterés del CTARE. Pero también, cada individuo, consideraba que sus necesidades eran más importantes que la de cualquier otro, sin tener en cuenta los requerimientos de distintos lugares.

Finalmente, la política inmigratoria de México fue un fracaso, como se había venido advirtiendo a finales del siglo pasado. Si bien es cierto que los “primeros pasos” de los refugiados en México fueron difíciles, pronto superaron sus dificultades. Se adaptaron y reprodujeron sus formas de vida en México, integrándose a la sociedad mexicana y con distinta intensidad, contribuyeron con su esfuerzo al desarrollo del país que generosamente les había brindado hospitalidad.

 

 


 

Relación de refugiados españoles enviados a

Pachuca, Hgo., con expediente en el archivo del CTARE

 


Abad Rodríguez, Esteban

Abadía Arruego, César

Abril Meseguer, Fernando

Achel Bou, José María

Acitores Igartua, Luciliano

Alcaráz López, Felipe

Aldana Carrizosa, José

Aledo Soriano, Juan

Alhambra Mulas, Francisco

Alma Abad, Rafael

Alonso Estrada, Bernardo

Altes Marine, Manuel

Alvarez Bautista, Antonio

Alvarez Collado, Rafael*

Alvarez Fernández, Bautista

Alvarez Fernández, José

Alvarez Fernández, Oliverio

Alvarez Llaneza, Tadeo

Alvarez Menéndez, Pedro

Alvarez Muñiz, José

Alvarez Sánchez, Juan

Amaro Osuna, Manuel

Amat Quintana, Luis

Amoros Balaguer, José

Amoros Balaguer, Rosario

Amoros Casals, José

Andres Sánchez, Vicente

Aparicio Lozano, Mariano

Arnau Aguilar, Francisco

Balaguer Santacreu, María

Benito Ferri, Antonio

Bonals Bonet, Rafael*

Bonals Colldeforns, Rafael

Bordonada Gil, Tomás

Buenaventura Lorenzo, Catalina

Busto Fernández, Joaquín

Canencia Pariseyo, Arturo

Carbonell Clop. María

Carbonell Soler, Eloy

Castañeda Ruiz, Miguel

Castro Molina, Aurelio

Clop Marti, Nieves

Colome Vidal, Jaime

Comas Besa, Pedro

Comas Vidal, José

Cuétara Sainz, Jorge

Delgado Gutiérrez, José

Duran Flores, Diego

Duran Padilla, Juan

Fadriqui Loidi, Enrique

Falvo Vila, Blas

Fernández Leiguarda, Pablo

Fernández Sánchez, Dorina

Figueras Altimir, Antonio

Figuerola Noto, Napoleón

García Herrero, Liborio

García Suárez, José Antonio

Gil Prieto, Juan

Gonzalez Jurado, Catalina

Guillot Jordana, Ramón

Herraiz González, Pedro

Herranz Martín, Joaquín

Ibars Pujol, Francisco

Lapiedra Martí, Manuel

Lloveras Gallart, Elvira*

Lonca Jove, Josefa

López Hernández, Maravillas

López Mocardó, Juan

Marcano Buenaga, Ignacio

Márquez Ruiz, Francisco

Martí Puigdefabregues, Jaime

Martínez Casanova, Modesto

Mateo Alcolea, Emiliano

Molina Medina, Aniceto

Monje de las Heras, Mariano

Montequín Duarte, Araceli

Montserrat Torrent, José

Moran Sarmiento, Ma. Luisa

Moreno Escandell, Ramona

Moreno López, Amparo

Moreno López, Ana

Moreno López, Antonio

Moreno López, José

Munárriz Osorio, Cándida

Ortiz Galera, José

Pacreu Oliveras, Juan

Parrilla Benito, Fco. Javier

Pérez Pérez,  Tomás

Pina Martín, Enrique

Playa Torrens, Josefa

Poll Puig, Andrés

Priego Serrano, Tomás

Quijano Quevedo, Maximino

Resano Aldabe, Inéx

Ríos Padruño, Julio

Ríos Serrano, Luisa

Rofes Gibert, Bartolomé

Rofes Gibert, Marina

Rofes Gibert, Teresa

Roig Guitart, José

Roig Teresa, José

Román García, Angel

Romeu Tiana, Francisca

Roque Berriach, María

Sánchez Pescali, Ma. Luisa

Sánchez Covisa, Aparicio

Sánchez Salguero, Rafael

Santamaría Bellus, Florencio

Serra Rocasalvas, Jaime

Suñol Capdevila, José

Suñol Capdevila, Pedro

Tato Alvarez, Francisco

Ubiergo Fiestas, Manuel

Vilardell Arnijes, Juan

Vilardell Lloveras, José

Vilardell Lloveras, Jaime

Vinals Sansa, Antonio

Xucla Figols, Ramón

Zurdo Calvo, Julio

*  No cuentan con expediente propio, pero figuran en una lista de refugiados enviados a Pachuca

Proyecto Clío


[1] Véase las obras de Patricia Fagen, Transterrados y ciudadanos. Los republicanos españoles en México, (México, FCE, 1975). En este libro se destaca la labor desarrollada por intelectuales y profesionales de la emigación española y su contribución al arte, literatura, medicina, empresas editoriales y a las formas e instituciones que eligieron para agruparse en México. Ascensión H. de León Portilla en: España desde México, vida y testimonios de transterrados,. (México, UNAM, 1978). Contiene dieciséis entrevistas a personalidades universitarias que desempeñaron un papel relevante en la historia de España, durante la República y la contienda civil. La autora eligió personajes representativos de diversos orígenes regionales, disciplinas y posturas políticas. A finales del sexenio de López Portillo, se publicó: El exilio español en México, 1939-1982, (México, Salvat/FCE, 1982). Este voluminoso trabajo se integra de diversos textos escritos por refugiados, hijos de refugiados y algunos mexicanos; se resalta la actividad desarrollada por los exiliados en el campo educativo, científico, histórico, literario, artístico, antropológico, entre otros. Otro texto con igual fin es el de Julián Amo y Charmion Shelby (comps.) La obra impresa de los intelectuales españoles en América, 1936-1945. California Stanford University Press, 1950.

[2] Luis González. Los artífices del cardenismo. México, El Colegio de México, 1979. p. 9

[3] En la lucha por sus aspiraciones sociales e intereses específicos, las clases obrera y campesina se unieron en un frente común en la CTM (Confederación Mexicana de Trabajadores, 1936) y en la CNC (Confederación Nacional Campesina, 1938) respectivamente.

[4] Se repartieron más de diecisiete millones de hectáreas y se apoyó con crédito, irrigación, maquinaria, asesoramiento e infraestructura.

[5] Sara Sefchovich. La suerte de la consorte. Las esposas de los gobernantes de México: historia de un olvido y relato de un fracaso. México. Océano, 1999. pp. 257-259.

[6] Patricia Fagen, op. cit., p. 23.

[7] Antolín Piña Soria. El presidente Cárdenas y la inmigración de españoles republicanos. México, Multígrafos SCOP, 1939. pp. 12-13.

[8] Por acuerdo presidencial a principios de 1939 la Comisión Interministerial estudió la posibilidad de colonizar tierras de calidad con fines agrícolas. Hubo representantes de la Secretaría de Gobernación, Andrés Landa Piña; de Agricultura el ingeniero Oscar Patiño, por la Defensa Nacional, el coronel Carlos S. Valdés; del Departamento Agrario, el ingeniero José F. Rangel y el doctor Manuel González por Salubridad.

[9] El SERE creado por Juan Negrín, último presidente del Consejo de Ministros al parecer sería financiado con fondos colocados en el extranjero que serían utilizados para auxiliar a los refugiados españoles. Javier Rubio, La emigración, de la guerra civil, de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República Española. Madrid, Ed. San Martín, 1977. V. I, p. 131.

[10] La JARE se estableció con recursos que llegaron con el arribo Yate Vita a México en marzo de 1939. Al frente de dicho organismo, quedó Indalecio Prieto.

[11] Ma. Magdalena Ordóñez Alonso. El Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles: historia y documentos, 1939-1940. México, INAH, 1997.

[12] Entre los meses de junio y julio llegaron a Veracruz tres expediciones organizadas por el SERE: Sinaia, Ipanema y Mexique.

[13] Copia de telegrama. Veracruz, Ver. junio 19, 1939. Archivo CTARE, Expediente Núm. 6341. En adelante se citará lugar y fecha de expedición de documento al que se haga referencia, ya que se consultó el expediente de la Delegación de Pachuca, Hgo.

[14] Antonio Aparicio Sánchez Covisa, salió de España como la mayoría de los refugiados en febrero de 1939. Llegó a Veracruz en el vapor “Flandre” el 31 de mayo a la edad de 26 años y religión católica. Durante la guerra, obtuvo el grado de capitán; una herida, le provocó contusión lumbar con fisura de pelvis. Archivo CTARE, Serie Expedientes Personales, Núm. 143. El 15 de junio es nombrado Agente Coordinador de Pachuca, Hgo. con un salario mensual de trescientos pesos mexicanos.

[15] Informe del viaje recepción de llegada a Pachuca, Hgo. por Antonio Aparicio. Pachuca, Hgo. junio 19, 1939.

[16] Ibid.

[17] Las mujeres fueron: Ramona Moreno Escandell, Emilia Vila Canals, Rosario Amorós Balaguer, dependientas de comercio y Marina Rofes sin profesión. Además, los miembros del casino, sufragaron gastos de un par de zapatos para las mujeres y los niños y botas de trabajo para los hombres.

[18] Informe Núm. 2 del Agente Coordinador de Pachuca. Pachuca, Hgo. junio 23, 1939.

[19] Informe Núm. 3 del Agente Coordinador de Pachuca. Pachuca, Hgo. julio 6, 1939.

[20] El gobierno del estado les proporcionó instrumentos de labranza, semillas, etc.,  tierras para cultivar y cien pesos a cada uno. La Delegación del CTARE, obsequió doscientos pesos a cada uno “para los primeros tiempos y hasta que obtengan rendimiento en la tierra”.

[21] Florencio Santamaría Bellus, arribó al puerto de Veracruz en compañía de su esposa Josefa Playa Torrents y su hijo Rodolfo de 14 años en el vapor Sinaia. El señor Santamaría tenía 40 años y originario de Navarcles, Barcelona, de profesión Tec. Textil en tejidos de algodón. Afiliado al Partido Socialista Unificado de Cataluña presidió del Sindicato de Profesionistas y contramaestres de Manresa; “por ser de la quinta de 1920”, no se incorporó al ejército. Abandonó España en febrero de 1939 y exiliado en Francia, se alojó en los campos de Argelés y Bram. Arch. CTARE, Serie: Expedientes personales Núm. 3027.

[22] Igualmente, Ramón Guillot Jordana, fue pasajero del Sinaia. Originario de Barcelona y con 23 años, soltero, dedicado a la carpintería y ebanistería. Militó en la Unión General de Trabajadores en el Sindicato de la Madera. Se alistó en el ejército y alcanzó el grado de comandante; herido de bala y metralla. Salió de España con el exilio masivo y en Francia, fue destinado a los campos de Arlés y Barcarés. Arch. CTARE, Serie: Expedientes Personales, Núm. 1384.

[23] Entrevista a Florencio Santamaría por Enriqueta Tuñón en la ciudad de México, los meses de enero, febrero, marzo, mayo y junio de 1980. Dirección de Estudios Históricos-INAH, México/Centro de Información Documental de Archivos. Dirección de Archivos Estatales. Ministerio de Cultura de España. PHO/10/50, pp. 361-363, 427-428.

[24] Entrevista al señor Ramón Guillot Jordana por Dolores Pla, en la ciudad de México, los meses de octubre y noviembre de 1979. Dirección de Estudios Históricos-INAH, México/Centro de Información Documental de Archivos. Dirección de Archivos Estatales. Ministerio de Cultura de España. PHO/10/47, pp. 99-100.

[25] Informe Núm. 5 del Agente Coordinador de Pachuca. Pachuca, Hgo. agosto 1, 1939.

[26] Las ramas más importantes del sector industrial, se encontraban dominadas por los monopolios extranjeros antes de la segunda guerra mundial y la industria del cemento no era la excepción. Concretamente, en el estado de Hidalgo se localizaban las fábricas de cemento “La Tolteca”, “Apaxco” y “La Cruz Azul”. Esta última, la de Lagos en Oaxaca y Cementos Hidalgo en Nuevo León, se organizaron en cooperativas entre 1931 y 1938, al cerrarse las fábricas por incosteables. Los obreros se hicieron cargo de ellas constituyéndose en cooperativas. Mientras los trabajadores tomaban las riendas de su nuevo status laboral, se evidenció la falta de asesoría, dirección técnica y mano de obra especializada, lo que tuvo como consecuencia la escasa producción de cemento.

[27] Escrito del doctor José Puche dirigido a Antonio Aparicio. México, D. F. agosto 29, 1939.

[28] Escrito de Antonio Aparicio dirigido a Daniel Vieitez de la Sección de Gobernación y Coordinación. Pachuca, Hgo. octubre 7, 1939.

[29] Firmaron el documento: José Roig, José Ortiz Galera, Napoleón Figuerola Noto, Aniceto Molina Medina, Manuel Amaro y Miguel Castañeda. Pachuca, Hgo. octubre 21, 1939.

[30] Informe de Antonio Aparicio dirigido a Daniel Vieitez de la Sección Gobernación y Coordinación. Pachuca, Hgo. agosto 30, 1939.

[31] Escrito de José Puche dirigido a Antonio Aparicio. México, D. F. noviembre 4, 1939.

[32] Escrito de Antonio Aparicio dirigido a José Puche. Pachuca, Hgo. octubre 20, 1939.

[33] Firmaron el escrito: A. Molina Medina, I. Marcano, T. Priego, Miguel Castañeda, Cándida Munárriz, José Ortiz, Manuel Amaro, José Roig, Enrique Pina y A. Cuétara. Pachuca, Hgo. octubre 24, 1939.

[34] Escrito Núm. 937 de Carlos Velo a la Sec. Gobernación y Coordinación. México, D.F. octubre 11, 1939.

[35] Firmaron el escrito: José Ortiz Galera y Aniceto Medina. Pachuca, Hgo. noviembre 23, 1939.

[36] Escrito de José Puche dirigido a Antonio Aparicio. México, D.F. septiembre 16, 1939.

[37] El CTARE adquirió los terrenos de la Hacienda Santa Clara en el estado de Chihuahua, con el fin de fundar una colonia agrícola y establecer a 200 familias de refugiados españoles.

[38] Escrito de José Puche dirigido a Antonio Aparicio. México, D.F. septiembre 16, 1939.

[39] Ma. Magdalena Ordóñez Alonso, “Refugiados españoles en Puebla. Historia de un fracaso” en: Eslabones. Revista Semestral de Estudios Regionales, Núm. 10 (jul.-dic. 1995) pp.132-141.

[40] Registro de salida núm. 212 del Coordinador de Pachuca dirigido a Gregorio Anadón de la Sec. Gobernación. Pachuca, Hgo. diciembre 23, 1939.

[41] Escrito de José Puche dirigido a Antonio Aparicio. México, D.F. febrero 22, 1940.

[42] Patricia Fagen, op. cit., p. 53.