Para los antiguos mayas, la cueva simbolizó la matriz o cavidad primordial que generó la vida. Dotada de oscuridad permanente, la caverna negaba los principios ordenadores de la superficie terrestre, el espacio regido por el movimiento del Sol y las estrellas. Era el espacio alterno de la muerte y la resurrección de las plantas, los animales y de la propia estirpe humana.
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