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ArribaAbajo La recuperación de la inversión industrial en España (1985-1988). Sus objetivos y factores determinantes7

Arturo González-Romero


Rafael Myro



Universidad Complutense de Madrid


1. Introducción

La industria española inició en 1985 una etapa de recuperación de su ritmo de actividad, en la que aún nos encontramos, y que tuvo como motor principal un rápido crecimiento de la demanda interna, y en particular, de la formación bruta de capital fijo y de los bienes de consumo duradero.

Esta recuperación de la actividad de la industria se ha traducido en los tres últimos años, 1986, 1981 y 1988 en una tasa de crecimiento de su producción, y sobre todo de su valor añadido, más elevada que en el conjunto de los países de la OCDE, y también en un apreciable incremento de la población ocupada, a diferencia de lo ocurrido en éstos.

Con todo, cuando se compara con los países mencionados, es aún más llamativo el notable crecimiento experimentado por la demanda de formación bruta de capital fijo de las empresas industriales. De esta manera, si bien la reactivación de la industria española se ha apoyado en la expansión del mercado interno, también ha contribuido de una manera directa a ésta. Así, aunque su demanda de inversión en capital fijo constituye solamente un 35% del total, excluidos inmuebles residenciales, parece haber crecido más rápidamente que ésta desde 1986.

Lo curioso de esta recuperación de la inversión industrial es que se inició bruscamente, con inusitada fuerza, en 1985, en un contexto de   —18→   incipiente reactivación aún de la demanda y la producción interior y de atonía de los mercados exteriores, traduciendo, aparentemente, un cambio relevante y rápido de las expectativas con respecto al futuro de los empresarios que no era fácil de prever a partir de los indicadores de coyuntura de que se disponía, según los cuales las necesidades de ampliación de capacidades eran escasas.

No obstante, el inicio de la recuperación de la inversión industrial coincidió con tres alteraciones destacadas en el marco de referencia de los empresarios que podrían contribuir a explicarlo. En primer lugar, la adopción de medidas fiscales incentivadoras en los meses finales de 1985, consistentes en la posibilidad de amortización instantánea de los nuevos equipos adquiridos por las empresas durante 1985 y 1986. En segundo lugar, la firma del tratado de adhesión de España a la CEE, que generaba una expectativa cierta de integración en esta área. Finalmente, en tercer lugar, un notable incremento de las inversiones extranjeras dirigidas a la industria española. Estos factores podrían haber alentado la incorporación de progresos técnicos en la producción, justificando un crecimiento de la inversión que no tendría como finalidad la ampliación de las capacidades instaladas.

Como es obvio, el tratar de aislar la importancia de estos tres factores en la recuperación de la demanda de formación bruta de capital fijo de las empresas industriales constituye una tarea fundamental, no sólo para conseguir un mejor conocimiento de la situación actual de la industria española en el contexto internacional, sino también para poder establecer alguna previsión respecto a la duración de la onda expansiva de sus inversiones, y por ende, de los efectos multiplicadores que ésta ejerce sobre el conjunto de la actividad económica.

Nuestra hipótesis de partida, a este respecto, es que los tres factores mencionados anteriormente, y en particular, las expectativas ciertas de integración en la CEE, suscitaron y favorecieron un amplio proceso de remodelación de los equipos productivos de las empresas y de diversificación y especialización de su producción que fue la causa del inicio, y en parte de la continuidad posterior, de la recuperación de la inversión industrial, la cual encontró, más tarde, un elemento adicional de apoyo en las ampliaciones de capacidades requeridas por el mantenimiento de un alto ritmo de crecimiento de la demanda. En este sentido, el crecimiento de la inversión se habría hecho gradualmente más dependiente del ritmo de aumento de la demanda.

Para poder contrastar esta hipótesis es necesario, en primer lugar, elaborar una serie estadística que refleje la evolución de la inversión industrial no sólo de forma agregada, sino también de manera desagregada, por ramas productivas. De esta manera podremos medir la magnitud de su recuperación, comparándola con su evolución en años anteriores, y saber si   —19→   ha sido generalizada a las diversas ramas productivas. En segundo lugar, contemplar toda la gama de posibles factores determinantes de la inversión industrial y buscar indicadores de su comportamiento.

Así pues, en este artículo nos proponemos:

- En primer lugar, cuantificar, describir y valorar la evolución de la inversión industrial, de forma agregada y por ramas productivas, desde 1985, comparándola con la de años anteriores y con la que ha tenido lugar en los restantes países desarrollados, y fundamentalmente en los de la CEE.

- En segundo lugar, analizar sus determinantes, tratando de situar -entre ellos- el posible papel desempeñado por los tres factores mencionados anteriormente.

La realización del primero de los aspectos señalados encuentra una dificultad en las discrepancias existentes entre las tasas de crecimiento de la inversión ofrecidas por las tres fuentes estadísticas que es necesario utilizar para conocer su evolución en los últimos años: la Encuesta Industrial que elabora el INE (El), la Central de Balances del Banco de España (CB), y la Encuesta de Inversiones del Ministerio de Industria y Energía (El-MINER). Tales discrepancias, menos relevantes para la inversión agregada que para las diversas ramas productivas, se explican por diferencias de cobertura, metodología y calidad de la información, que aquí no comentaremos, remitiendo al lector interesado en ello a González Romero y Myro (1988).

Para intentar explicar el comportamiento de la inversión nos interrogaremos, en primer lugar, por los objetivos de ésta, distinguiendo entre la ampliación de las capacidades instaladas y la alteración de las técnicas productivas, que son los dos objetivos hasta cierto punto alternativos que se derivan de los modelos de inversión basados en funciones de producción.

Afortunadamente, para 1981 contamos con los resultados de la El-MINER, única encuesta que pregunta expresamente sobre las finalidades de la inversión. Para los años anteriores, sin embargo, habremos de buscar signos de posibles incrementos de las capacidades instaladas en la evolución de las plantillas de trabajadores y de los inmovilizados netos de las empresas, o dicho de otra manera, de su inversión neta. No obstante, como esta se encuentra influida por la política de amortizaciones seguida, por otra parte afectada por las medidas fiscales adoptadas en 1985, investigaremos también los posibles factores determinantes de la decisión de ampliar capacidades: el crecimiento de la producción y la demanda en los años anteriores, el grado de utilización de las capacidades productivas y una aproximación al ratio Q de Tobin utilizada por Malinvaud (1983) y Holland y Myers (1980), entre otros, consistente en la relación entre rentabilidad real y coste real de los recursos ajenos, cuya utilidad se basa, como es sabido,   —20→   en el supuesto de que la rentabilidad actual es un reflejo fiel de la rentabilidad esperada.8

De nuevo, para 1987, contamos con los resultados de la El-MINER respecto a los factores determinantes de la inversión, si bien la óptica con la que éstos se investigan responde fundamentalmente a la lógica de las denominadas «funciones de realización», nombre introducido por Modigliani y Weingartner (1958), en su versión clásica de información completa. La hipótesis fundamental de tales funciones es que la inversión realizada es determinada únicamente por los planes de inversión de las empresas, las cuales incorporan toda la información relevante a la hora de planificar la inversión. En consecuencia, la diferencia entre la inversión planeada y la realizada es una respuesta a variables coyunturales, que llevan a revisar al alza o a la baja los planes previos. En este sentido es en el que hay que entender la información que proporciona la El-MINER, que expresamente pregunta sobre las variables que durante el año han incidido en los planes de inversión de las empresas. El desarrollo de las «funciones de realización», utilizadas sobre todo con fines de previsión es, en cierto modo, una respuesta a las dificultades de prever la evolución de la inversión a partir de los modelos convencionales (véase González Romero [1988]).

Si el examen de la información citada nos lleva a la conclusión esperada, esto es, que el crecimiento de las capacidades instaladas no ha sido un determinante fundamental de la recuperación de la inversión, habremos de atribuir éste a cambios en las técnicas productivas. Tales cambios pueden consistir básicamente en sustitución estricta de factores, en respuesta a la evolución de los precios relativos, o en incorporaciones de progresos técnicos en los bienes de capital.

La repentina necesidad de incorporar procesos técnicos a través de los bienes de capital sería a nuestro juicio el factor que permitiría medir el impacto que ha ejercido la perspectiva de integración en la CEE, y de forma más general, la creciente apertura al exterior de la industria española sobre la inversión. La incorporación a un entorno donde imperan técnicas más avanzadas incidirá sobre los equipos productivos acelerando su obsolescencia económica y su sustitución por nuevos equipos, si existen factores de competitividad y, por consiguiente, expectativas de rentabilidad y si además no existen restricciones financieras para ello, ya que en caso contrario puede traducirse en una reducción de las capacidades instaladas, que reflejaría, de forma retrasada en el tiempo, la pérdida de valor de los capitales (Neil Baily [1981]).

Una integración de España en la CEE inmediata, sin período transitorio, podría haberse traducido, por ello, si las diferencias en las   —21→   técnicas son relevantes, en una rápida obsolescencia de los equipos, en una reducción de la tasa de rentabilidad de las empresas, por la necesidad de amortizarlos más rápidamente, en un frena a la inversión y en una destrucción de las capacidades instaladas a medio plazo.

Sin embargo, la existencia de un período transitorio para la integración de España a la CEE, las medidas fiscales incentivadoras, la ayuda recibida de la inversión extranjera y la aparente mejora experimentada en la autofinanciación empresarial son factores que pueden haber incentivado una gradual remodelación de los equipos productivos, eliminando los efectos negativos que en su ausencia podrían haberse producido y que algunos modelos apuntaban como posibilidad hace algunos años (ver por ejemplo Viaene [1981]).

Naturalmente, si esto ha sido así, hemos de poder comprobarlo examinando la evolución de las amortizaciones realizadas por las empresas, y sobre todo, si ha tenido lugar un deshecho de equipos antiguos al mismo tiempo que crecía la inversión, ya que la evolución de las amortizaciones puede recoger exclusivamente los efectos de las medidas fiscales adoptadas en 1985.

En las páginas que siguen abordaremos el análisis propuesto contemplando en primer lugar el comportamiento de la inversión agregada, para después ocuparnos de las diferentes ramas productivas.




2. La inversión industrial agregada

Como se desprende del examen del cuadro 1 cuya elaboración se explica en el anexo, en 1985, la formación bruta de capital fijo en la industria manufacturera española comenzó a crecer a tasas positivas en términos reales, iniciando, así, un cambio de tendencia con respecto a su comportamiento a lo largo de los diez años anteriores, en los que habla evolucionado a tasas negativas. Esta recuperación, sin embargo, no se tradujo al total de la industria hasta 1986, debido al comportamiento en un sentido opuesto de las empresas productoras de energía, las cuales, de nuevo, en 1987, redujeron sus niveles de inversión, sin que ella se tradujera entonces en una disminución global. De esta manera, para el total de la industria -incluida la construcción-, la recuperación se inició en 1986, tras diez años de tasas negativas, en este caso con la excepción de 1981. El gráfico 1 refleja también esta evolución y la contrasta con la del valor añadido bruto.

Dado el comportamiento anteriormente señalado de la inversión en las empresas productoras de energía, puede decirse que la industria manufacturera ha sido la gran protagonista de esta etapa de recuperación, que anuncia para 1988 un crecimiento espectacular, aunque probablemente algo sobrevalorado, de la formación bruta de capital fijo.

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Cuadro 1

Si efectuamos una comparación con los países de la CEE de la evolución de la inversión de la industria manufacturera desde 1975, la importancia y el carácter diferencial de su recuperación en España deja poco lugar a dudas. En efecto, el gráfico 2 permite ver con nitidez la mayor gravedad de la crisis de la inversión en la industria manufacturera española de 1975 a 1984 y el cambio radical de tendencia que se inicia en 1985, en contraste con el cambio más moderado que se produce en los niveles de inversión de la industria comunitaria -si bien éste se inicia con anterioridad, en 1983-. El cuadro 2 y el gráfico 3 permiten conocer más detalles del comportamiento diferencial de la industria española en esta etapa de recuperación. En particular, durante 1986, 1987 y 1988, la formación bruta de capital fijo en la industria española ha crecido a tasas muy superiores a las de los demás países desarrollados, multiplicando por más de dos la tasa de crecimiento alcanzada en ellos en el período comprendido entre 1983 y 1987.

Aun destacando como hecho más relevante la recuperación iniciada en 1985, merece señalarse la existencia de una cierta ralentización de la inversión durante 1986, que también se produjo en el conjunto de la CEE. En cambio, desde 1986, ha tenido lugar un ascenso ininterrumpido en su

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Gráfico 1

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Gráfico 2

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Cuadro 2

ritmo de crecimiento, cosa que no ha ocurrido en los restantes países de la CEE considerados en su conjunto, en donde el ritmo de crecimiento de la inversión se ha mantenido estable desde 1986.

Para finalizar esta descripción del comportamiento de la inversión agregada desde 1985, hemos de destacar dos características importantes de éste. En primer lugar, la reactivación de la inversión de la industria manufacturera ha sido fundamentalmente el resultado de las decisiones adoptadas por las empresas privadas, dado el escaso peso de las públicas en el total. Aun así, la inversión de las empresas públicas ha experimentado una evolución algo más rápida que la de las privadas, como puede verse en el cuadro 3. En segundo lugar, es notable el papel aparentemente desempeñado por la inversión extranjera, cuyo peso sobre la formación bruta de capital fijo de la industria manufacturera creció considerablemente durante 1986 y 1987. Si bien, como es obvio, ello no significa que la inversión extranjera se tradujera necesariamente, ni inmediatamente, en demanda de formación bruta de capital fijo, cabe esperar que se produjera una incidencia relevante de una variable sobre otra.

Vamos a tratar de ofrecer, a continuación, una explicación de la evolución descrita de la inversión industrial agregada, siguiendo el camino propuesto anteriormente en la introducción. Para ello, la información

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Gráfico 3

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recogida en el cuadro 4, referida a la muestra constante de empresas incluidas en la CB, que realizan el 46% de la demanda de formación bruta de capital dirigida a la industria, resulta muy relevante.

El principal aspecto que merece ser destacado es que el importante incremento de la inversión que tuvo lugar en 1985 y 1986 no se tradujo en un aumento del inmovilizado material neto de las empresas en términos reales y fue acompañado de una continuidad en el proceso de ajuste de plantillas característico de años anteriores.

Sin embargo, cuando se examina la dotación anual a amortizaciones sorprende incluso que el inmovilizado material neto creciera en términos nominales, porque supera siempre la inversión bruta, sin que, por otra parte, tenga lugar una elevación relevante de la tasa de amortización hasta 1986.

La razón de que el inmovilizado neto aumentara en términos nominales hay que buscarla en el menor incremento que se produjo en las amortizaciones acumuladas, reflejo de un importante proceso de desecho de equipos que se inició en 1984 y que en 1985 y 1986 superó las actualizaciones de inmovilizados realizadas, dando lugar a una desvalorización neta de los inmovilizados brutos y netos.9

Así, mientras que en 1983 las empresas industriales realizaron una importante revalorización de sus inmovilizados materiales, que se tradujo en un incremento de sus amortizaciones acumuladas superior a la dotación anual a este fondo, desde 1984, al mismo tiempo que revalorizaban sus inmovilizados más modernos o sus terrenos y edificios, desechaban los más antiguos, haciendo crecer sus amortizaciones acumuladas en menor medida que la dotación anual a este fondo.

Junto a este proceso, tuvo lugar también un incremento notable de las tasas de amortización, probablemente directamente relacionado con las medidas fiscales adoptadas en 1985, que si bien se produjo en 1986 en la mayor parte de las empresas, las que integran la muestra constante de la CB, se realizó ya en 1985 en un buen número de empresas, de forma que, para el total de la muestra de empresas, la tasa de amortización sobre el

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Cuadro 4

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inmovilizado material bruto pasó del 6,87 en 1984 al 7,97 en 1985, tal y como refleja el cuadro 4.

Todos estos hechos apuntan a que el brusco incremento de la inversión bruta que se produjo durante 1985 y 1986 estuvo orientado fundamentalmente a remodelar los equipos productivos de las empresas, sustituyendo algunos equipos antiguos por otros nuevos y acelerando la amortización de los restantes y que, tal y como parece confirmar la disminución del empleo y el decrecimiento en términos reales del inmovilizado material neto, el objetivo de ampliar las capacidades instaladas no fue un determinante de la recuperación de la inversión industrial. Con todo, fuera del ámbito de las grandes empresas que estamos considerando, durante 1986 se produjo un crecimiento del empleo apreciable (un 2% para el total del sector manufacturero), lo que parece indicar que, en alguna medida, el proceso descrito de remodelación de los equipos empresariales fue acompañado de un incremento de las capacidades instaladas.

Que el objetivo de aumentar las capacidades productivas no fue un determinante relevante de la recuperación de la inversión industrial resulta avalado, además, por los posibles indicadores de las expectativas empresariales con respecto al crecimiento esperado de la demanda, así como por el grado de utilización de las instalaciones productivas.

Así, el escaso crecimiento de la producción real de las empresas incluidas en la muestra de la CB desde 1982 no parecía favorecer los deseos de incrementar las capacidades productivas. En este mismo sentido, los resultados de la Encuesta de Coyuntura del Ministerio de Industria y Energía sobre el estado de las opiniones empresariales dejan poco lugar a dudas. En efecto, en 1985, la opinión de los empresarios respecto a la situación de su cartera de pedidos total era muy desfavorable, y aun peor con respecto a la cartera de pedidos del extranjero, cuyo nivel se situaba en el mínimo del período 1979-1984 (MINER [1988]). Algo similar cabe decir de sus perspectivas respecto a la evolución de ambas variables. Sólo a partir de septiembre de 1985 se produjo cierta disminución del nivel de pesimismo, que aún entonces seguía siendo elevado.

En coherencia con esta opinión, los empresarios atribuían a la debilidad de la demanda un papel relevante en el escaso dinamismo de la producción. Por otra parte, al final de 1985, situaban el grado de infrautilización de sus capacidades productivas en el nivel máximo alcanzado durante el período 1979-1984, y preveían un mantenimiento de este nivel. De acuerdo con esta previsión, aun en 1986 el nivel de infrautilización seguía siendo muy elevado, habiendo decrecido solamente un punto porcentual con respecto a 1985, dado que el crecimiento de la producción real durante 1986 no fue muy relevante, de un 3,2%.

A idéntica conclusión conduce el examen de la evolución de la aproximación al ratio Q de Tobin, incluida en el cuadro 5. La rentabilidad

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Cuadro 5

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económica de las empresas, que constituye una aproximación a su rentabilidad real si se supone que la tasa de revalorización de los equipos productivos es equivalente al crecimiento del deflactor del VAB, sólo creció de forma relevante en 1986, pero fue compensada por un incremento del coste real del endeudamiento, de forma que la relación entre una y otro disminuyó, reflejando aparentemente la ausencia de oportunidades para nuevas inversiones ampliadoras de las capacidades instaladas.10 En coherencia con esta evolución, la inversión neta de las empresas no creció, un resultado en la línea de los obtenidos por Blanch (1987), quien, por otra parte, si bien consigue encontrar una relación muy significativa entre la evolución del ratio Q, medido de otra manera, y la evolución de la inversión neta, no puede explicar de forma satisfactoria ésta a partir de aquélla, sobre todo en los períodos de expansión de la inversión. Una mejor explicación para la industria es la que obtiene Espitia (1989), segregando las empresas eléctricas.

Así pues, a nuestro juicio queda suficientemente demostrado que con la elevación de sus niveles de inversión, las empresas industriales buscaron durante 1985 y 1986 la incorporación de nuevas técnicas, ya que, la posibilidad de una sustitución de factores en sentido estricto no se vio favorecida por la evolución de los precios relativos, tal y como muestra el cuadro 5, en el que se observa que el tipo de interés real, como aproximación al coste de uso del capital, creció con respecto al salario real.11

Pues bien, si las empresas consideraron oportuno modernizar sus equipos y modificar sus técnicas, justamente en los meses previos a la firma del tratado de adhesión de España a la CEE, sin otras razones aparentes, puede concluirse que este hecho actuó como determinante fundamental y fue apoyado por las medidas fiscales adoptadas en 1985, las cuales debieron contribuir a adelantar las compras de nuevos equipos. La existencia de estas medidas explicaría la desaceleración que se produjo en el crecimiento de la inversión de 1985 a 1986, ya que ésta no aparece en la muestra constante de empresas de la CB, que sólo incrementó su tasa de amortización en 1986, y   —32→   en cambio se registra en la muestra total, que añade a la anterior las empresas que incrementaron su tasa de amortización en 1985.

En 1987, la inversión experimentó una nueva aceleración, y si bien la reestructuración de los equipos siguió siendo un objetivo predominante, también se buscó claramente la ampliación de capacidades, sobre todo como consecuencia de la necesidad de diversificar la producción, que encontró un estímulo en el propio clima de expansión coyuntural, que, junto a otros factores, hizo revisar los planes de inversión de las empresas al alza. Así, según la El-MINER, de una previsión de crecimiento de la inversión del 24% en términos nominales realizada por las empresas en la primavera de 1987, se pasó a un crecimiento efectivo del 31%.

Los cuadros 6 y 7 permiten examinar con detalle los objetivos de la inversión durante este año y los factores determinantes de la revisión al alza de los planes de las empresas. En efecto, en el cuadro 6 puede observarse que la racionalización del proceso productivo, bien mediante la introducción de nuevas técnicas o bien mediante la mejora de los procesos de producción ya existentes constituyó el objetivo más importante al que dirigieron las empresas españolas su inversión durante 1987, absorbiendo un 37% de la inversión total, y un 45% de la inversión neta12 No obstante, una parte también importante, sólo ligeramente inferior, fue destinada a ampliar capacidades. Puede observarse, adicionalmente, que no hubo grandes diferencias en la distribución de la inversión por objetivos con los restantes países de la CEE considerados de manera conjunta.

Un análisis más detallado muestra que las empresas españolas asignaron una notable importancia, dentro del objetivo de racionalización, a la introducción de nuevas tecnologías en el proceso productivo (un 22% del total de la inversión), algo que sólo se detectaba a un nivel parecido en Alemania (CEE, 1988). Por otro lado, la inversión destinada a ampliación de capacidades por parte de las empresas españolas se dividía por igual entre las finalidades de fabricar productos antiguos y nuevos, lo que expresa la importancia del proceso de diversificación de la producción que, no obstante, era inferior a la que se le daba en los restantes países de la CEE, en los que las empresas destinaron a fabricar nuevos productos un porcentaje superior de sus inversiones.

En relación con los factores que determinaron la importante revisión al alza de los planes de inversión durante 1987, el cuadro 7 muestra que el principal estímulo derivó de factores de carácter fundamentalmente técnico, entre los que cabe citar el acceso a nuevas tecnologías, la preparación de mano de obra y su adaptación a tales tecnologías y la consecución de permisos administrativos que se encontraban supeditados a determinadas

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Cuadro 6

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Cuadro 7

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mejoras técnicas. Un factor también importante fue la evolución experimentada por la demanda, y en particular la interna, ya que las empresas otorgaban una escasa influencia sobre la revisión de sus planes de inversión a las exportaciones. La mejora en la situación financiera interna de las empresas, conseguida mediante la recuperación de sus excedentes de explotación, se reveló también como un factor relevante, tanto como la evolución de la demanda. Por el contrario, la evolución del marco financiero externo a las empresas, definido por las posibilidades de endeudamiento y su coste, si bien ejerció un impacto positivo, fue muy débil comparado con el de los factores mencionados anteriormente.

De lo que acabamos de exponer, puede, pues, concluirse que la recuperación de la inversión industrial iniciada en 1985 respondió de manera fundamental a las necesidades de modernización de los equipos y las técnicas productivas de las empresas, suscitadas por la perspectiva de integración de España en la CEE, que encontró un apoyo en las medidas fiscales adoptadas a finales de ese año y en la inversión extranjera. Con todo, la reactivación de la demanda que se produjo supuso un apoyo adicional a la inversión, ya que dio lugar a la ampliación de capacidades instaladas en 1986, y sobre todo en 1987, que, al igual que la modernización de los equipos productivos encontró un elemento favorable en la mejora de la situación financiera de las empresas. La influencia de la perspectiva de la integración en la CEE puede verse también en la importancia otorgada a la fabricación de nuevos productos durante 1987, así como en el incremento de las inversiones extranjeras, sobre todo de las procedentes de la CEE.

Por otra parte, si los objetivos de acceso a nuevas técnicas han seguido teniendo importancia en la inversión realizada durante 1988, cosa que aún no sabemos, pero que cabe esperar, puede deducirse que al final de este año, tras cuatro años de crecimiento de la inversión industrial, las empresas habrán logrado una renovación de sus inmovilizados netos apreciable, que puede estimarse en torno a un 40%, un porcentaje sin duda importante, que hace esperar una cierta ralentización del crecimiento de la inversión en los próximos años, si los objetivos de ampliar capacidades no cobran una mayor importancia, lo que dependerá de la evolución de la demanda interna y externa. Con todo, las necesidades de incrementar la competitividad mediante la diversificación de la producción, probablemente crecientes, habida cuenta de su importancia actual en los restantes países de la CEE, probablemente ofrecerán un elemento adicional de estímulo.




3. La inversión de las diversas ramas productivas

Trataremos a continuación de comprobar si la evolución de la inversión agregada que hemos descrito en el apartado anterior ha sido general a las   —36→   diversas ramas productivas, o si, por el contrario, existen diferencias apreciables entre ellas que pueden aportarnos información adicional sobre sus factores determinantes, ya sea reafirmando lo expuesto sobre estos anteriormente o bien matizándolo.

En el cuadro 8 se presentan las tasas de crecimiento de la formación bruta de capital fijo en pesetas corrientes para las diferentes ramas industriales ofrecidas por la EI, la CB y la El-MINER respectivamente. Comparando la información común a la EI y la CB, que corresponde a los años 1984 y 1985, puede observarse la existencia de discrepancias importantes, en primer lugar en el sector energético, en el que la cobertura de la CB es muy elevada, por lo que deben atribuirse a diferencias en el concepto de formación bruta de capital y, en segundo lugar, de una manera general en las ramas extractivas y manufactureras, sin que sea fácil establecer a priori distinciones entre ramas. Con todo, en 1985, existe una menor discrepancia entre ambas encuestas, si no tanto en las tasas obtenidas, sí al menos en su signo. Si comparamos ahora la información común a la CB y a la El-MINER, correspondiente a 1986, podemos observar también abundantes discrepancias que, paradójicamente, parecen acortarse en las industrias ligeras, en las que la cobertura de la El-MINER es más reducida.

Como es obvio, tantas discrepancias impiden un análisis preciso y mínimamente riguroso del comportamiento diferencial de las diversas ramas industriales respecto a la formación bruta de capital. Con todo podemos resaltar aquellos resultados que son comunes, sobre todo en órdenes de magnitud, a las tres encuestas, a lo largo de todo el período de recuperación comprendido entre 1985 y 1988, para tratar posteriormente de explicar las diferencias de evolución en las diversas ramas.

Como ya vimos en el apartado anterior, en las ramas de energía, la inversión sólo creció en términos reales en 1986, sin que sepamos lo ocurrido en 1988. Ello se debió al comportamiento de la formación bruta de capital dirigida a las empresas eléctricas, que creció a tasas negativas en términos reales incluso en 1986, aunque entonces fue compensada por el aumento que tuvo lugar en la dirigida a las de refino de petróleo.

En las ramas extractivas no energéticas, la inversión creció a tasas positivas y superiores a la media de la industria hasta 1986, sin que podamos saber lo ocurrido en 1981 y 1988, ya que la cobertura de la El-MINER para estas ramas es escasa.

Finalmente, dentro de la industria manufacturera, a la que limitaremos nuestro análisis posterior, las ramas que experimentaron claramente, durante 1985 y 1986, un mayor crecimiento de su formación bruta de capital fijo, superando la media, fueron siderurgia, productos minerales no metálicos, química, productos metálicos, maquinaria y equipo, maquinaria y material eléctrico y papel. En todas estas ramas -con excepción de

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Cuadro 8

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Cuadro 8 (continuación)

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Cuadro 8 (continuación)

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maquinaria y equipo y papel -se produjo una desaceleración del ritmo inversor a partir de 1987, que se acentuó en 1988. En maquinaria y equipo, la evolución de la inversión siguió una pauta menos clara, puesto que se redujo en 1986 y creció en 1987, si bien la reducción de 1986 probablemente no fue tan intensa como se deduce de la CB, ya que según la El-MINER creció, y la cobertura de ambas fuentes estadísticas en esta rama es similar.

En sentido contrario, la formación bruta de capital fijo tendió a crecer, claramente con menor rapidez que la media, en los dos primeros años del período que estamos considerando, en metales no férreos, material electrónico, vehículos y caucho y plásticos. En estas ramas se produjo, sin embargo, una aceleración del ritmo de crecimiento de la inversión durante 1987 y 1988.

Finalmente, la formación bruta de capital fijo creció en torno a la media en alimentos, bebidas y tabaco, textil, cuero, calzado y vestido. En todas estas ramas se produjo una desaceleración de la inversión en 1988.

A partir de nuestros resultados con respecto a los determinantes del crecimiento de la inversión industrial agregada durante 1985 y 1986, a saber, que éste respondió fundamentalmente a la necesidad de introducir progresos técnicos incorporados al capital en la producción, la dispar evolución de la inversión en las diversas ramas debería encontrar una explicación, bien en la diferente importancia otorgada a este objetivo, que guardaría relación con el atraso tecnológico relativo de cada una de ellas y, por consiguiente, con su situación de competitividad en el contexto de creciente apertura al exterior, bien en la necesidad de ampliar capacidades, que derivaría de un alto grado de utilización de éstas en 1984 y unas mayores expectativas de crecimiento, necesariamente sostenidas por una mayor esperanza de aumento de la demanda y una sólida posición competitiva.

Por consiguiente, para tratar de ofrecer alguna explicación de las diferencias de evolución de la inversión entre las ramas de la industria manufacturera, investigaremos primero en qué medida la incorporación de progresos técnicos parece haber sido un objetivo generalizado a todas ellas, al menos durante 1985 y 1986, en que este objetivo revistió una mayor importancia relativa, para, posteriormente, y si ello es así, intentar conocer las razones de su mayor relevancia en unas ramas que en otras, examinando su situación competitiva.

A este respecto, el cuadro 9 muestra que el inmovilizado material neto de las empresas incluidas en la CB creció muy escasamente en términos nominales durante 1985 y 1986, y se redujo en términos reales en todas las ramas, con excepción de material electrónico, caucho y plásticos en 1985 y de siderurgia, maquinaria y material eléctrico, instrumentos de precisión, papel y otras manufactureras en 1986.

No obstante, es aún más relevante el hecho de que el empleo se redujera en todas las ramas, con excepción de instrumentos de precisión y

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Cuadro 9

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alimentos en 1985 y de éstas y de productos metálicos, maquinaria y equipo mecánico, maquinaria y material eléctrico, textil, madera y corcho y caucho y plásticos en 1986.

Basándonos en esta limitada información, podríamos atribuir cierto papel al objetivo de incrementar las capacidades instaladas durante 1985 en la inversión realizada en las ramas de material electrónico, instrumentos de precisión, alimentos y caucho y plásticos, pero sólo la primera de ellas se encuentra entre las que más incrementaron la inversión en ese año, siguiendo la CB, y ninguna de ellas siguiendo la El. La evolución del empleo según la EPA, más allá por tanto del ámbito exclusivo de las grandes empresas, parece corroborar, por otra parte, que en material electrónico y en alimentos se produjo cierto aumento de capacidades. Desgraciadamente, carecemos de datos de la Encuesta de Coyuntura del MINER acerca del grado de utilización de las capacidades productivas por ramas para 1984 y 1985 para contrastar esta hipótesis.

Durante 1986, la ampliación de capacidades pareció revestir una cierta importancia para un número mayor de ramas, a saber, productos metálicos, maquinaria y equipo, maquinaria y material eléctrico, instrumentos de precisión, alimentos, textil, madera y corcho, papel y caucho y plásticos, lo que, de nuevo más allá del ámbito exclusivo de las grandes empresas, resulta corroborado por la evolución del empleo por ramas que registró la EPA. Sin embargo, de las ramas mencionadas, solamente las de maquinaria y material eléctrico e instrumentos de precisión se encontraban entre las de mayor crecimiento de la inversión, según la CB, en ese año. No obstante, junto a estas dos ramas, las de productos metálicos, maquinaria y equipo mecánico y papel si se situaban entre aquellas que más aumentaron sus inversiones en 1985, por lo que podría pensarse que acometieron entonces planes de expansión de sus capacidades instaladas que se tradujeron en un incremento del empleo durante 1986.

Por consiguiente, a tenor de estos hechos, cabría aventurar que el objetivo de ampliar las capacidades instaladas contribuyó a estimular el crecimiento de la demanda de formación bruta de capital fijo durante 1985 y 1986 de algunas de las ramas en las que ésta experimentó un crecimiento mayor a la media, como productos metálicos, maquinaria y equipo mecánico, maquinaria y material eléctrico y papel, así como de otras en las que el crecimiento fue inferior, como instrumentos de precisión, alimentos, textil, madera y caucho y plástico.

Aun así, el descenso de los inmovilizados materiales netos en términos reales que se produjo en todas estas ramas durante 1985 y 1986, si se exceptúa la de instrumentos de precisión, y el escaso incremento del empleo que experimentaron, obliga a considerar limitada la importancia concedida a este objetivo en las inversiones realizadas. Por otro lado, a partir de estos mismos datos, la relevancia de este objetivo en el resto de las ramas que más

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Cuadro 10

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rápidamente aumentaron su demanda de formación bruta de capital fijo, esto es, siderurgia, productos de minerales no metálicos y química sería nula.

Por consiguiente, las diferencias de evolución de la inversión entre ramas no parecen explicarse por la mayor o menor intensidad de las ampliaciones dé capacidad realizadas en cada una de ellas, sino por diferencias en el alcance otorgado a la reconversión de sus técnicas productivas, lo que necesariamente hace referencia a su situación competitiva.

No obstante, para acercarnos más a este extremo, examinaremos la relación entre el crecimiento de la inversión por ramas y el de la demanda, recogido en el cuadro 11, aunque los posibles resultados obtenidos de esta comparación se encuentran limitados por la ausencia de información acerca del grado de utilización de las capacidades productivas en cada rama. Además, utilizaremos también la información ofrecida en MINER (1988) sobre la evolución de la producción y del comercio exterior de cada rama para intentar detectar diferencias en cuanto a su situación competitiva relativa.

A partir de los datos mencionados, puede constatarse que en las ramas en las que hemos señalado anteriormente la posibilidad de que la inversión buscara, en parte, incrementar las capacidades instaladas, la demanda tendió a crecer rápidamente, avalando tal posibilidad.

Sin embargo, la demanda creció por encima de la media en material eléctrico y vehículos, sin que su inversión se comportara de igual manera. Por el contrario, la inversión de las empresas siderúrgicas creció notablemente mientras se mantenía estabilizada la demanda interna, se reducía la externa, aumentaba la tasa de penetración de las importaciones y disminuía la producción, poniendo de manifiesto problemas de competitividad cuya solución posiblemente exigía la adopción de nuevas técnicas. Por otra parte, si bien la demanda dirigida a las industrias química y de maquinaria y equipo creció de forma apreciable, se registró asimismo un notable incremento de la tasa de penetración de las importaciones que limitó el crecimiento de su producción (MINER [1988]), reflejando también la existencia de problemas de competitividad relevantes que justificarían sus altas inversiones, merced a las cuales tales problemas parecieron encontrar una solución en 1988, en que la producción creció de forma sustancial (INE [1988]). Desde esta misma perspectiva, el lento crecimiento de la inversión en las ramas de material electrónico y vehículos, enfrentadas a una demanda en rápido crecimiento encontraría una justificación, primero, en la existencia de excesos de capacidad, y después, en el sobresaliente crecimiento de sus inversiones en los años anteriores a 1984 (MINER [1987]), que podría traducir un adelantamiento de los planes de reconversión e introducción de nuevas técnicas de estas ramas con respecto al resto, que habría de permitirles tanto en 1985 como en 1986 un rápido crecimiento de su producción (MINER [1988]), reflejo de su sólida posición competitiva.

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Cuadro 11

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En definitiva, el examen de la evolución de la inversión de las diferentes ramas productivas durante 1985 y 1986 parece confirmar, a partir de la limitada información de que disponemos, que el objetivo de mejorar las técnicas productivas fue el principal determinante de su crecimiento. En este sentido, las ramas con mayores problemas aparentes de competitividad como siderurgia, química y maquinaria y equipo incrementaron en mayor medida sus inversiones, y aquellas con una posición competitiva más sólida y que habían realizado mayores inversiones en años anteriores, como material electrónico y automóviles, a pesar de que su demanda creció de forma apreciable, lo hicieron en menor medida.

Con todo, el objetivo de ampliar capacidades contribuyó al crecimiento de la inversión en algunas ramas que se enfrentaron a un crecimiento de la demanda relevante y parecían mostrar una posición competitiva relativamente sólida, como productos minerales no metálicos, productos metálicos, maquinaria y material eléctrico, alimentos, textil, papel y caucho y plásticos, así como en una de las ramas mencionadas anteriormente, maquinaria y equipo mecánico.

Por otra parte, la tendencia a un menor crecimiento de la inversión a partir de 1987 en las ramas en las que más se incrementó ésta durante 1985 y 1986 y a uno mayor en aquellas en las que fue inferior en estos dos años, podría indicar una reducción del peso relativo de los objetivos de incorporación de progresos técnicos en la inversión realizada a partir de entonces, cuyo crecimiento respondería así en mayor medida a la evolución de la demanda, lo que tendería hacer más dependiente gradualmente su evolución futura de la de esta variable.

Para comprobar esto, vamos a centrarnos, a continuación, en el análisis de los objetivos y factores determinantes de la inversión de las diferentes ramas en 1987, examinando los resultados de la El-MINER, aunque siguiendo una clasificación sectorial menos desagregada que la utilizada hasta ahora, que es la empleada por la CEE, única para la que disponemos de tales resultados y cuya correspondencia con aquélla figura en el cuadro 12.

En el cuadro 13 se recoge la información acerca de los objetivos de la inversión industrial en 1987, y se compara con el conjunto de los países de la CEE. Como se desprende de su examen, durante 1987 el objetivo de racionalización de la producción fue el más importante en todas las industrias con excepción de las de equipamiento (productos metálicos, maquinaria y material de transporte), en las que la inversión creció más rápidamente que en los años anteriores y en donde la ampliación de capacidades revistió una mayor importancia relativa, probablemente en respuesta al crecimiento sostenido de la demanda.

La racionalización del proceso productivo adquirió una relevancia particular en las industrias metalúrgicas (metálicas básicas) y de productos de base (química, fundamentalmente), siguiendo la linea de los dos años

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Cuadro 12

anteriores, aunque a un ritmo inferior, dado que la inversión se desaceleró. En el primer caso, la racionalización consistió en la mejora de los métodos de producción existentes, buscando sobre todo el ahorro de energía y materias primas y, en el segundo, en la introducción de nuevas técnicas, que también fue la finalidad predominante de la racionalización realizada en las restantes ramas.

Dentro de la inversión destinada a ampliar capacidades, predominó la finalidad de fabricar los mismos productos en las industrias metalúrgicas, extractivas y alimentarias, mientras que las de equipamiento y transformación

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Cuadro 13

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(industrias ligeras excepto alimentación) destinaron una mayor proporción a su diversificación productiva, probablemente porque las posibilidades que ofrecen para ello son mayores.

De la comparación con la CEE sobresale la mayor importancia otorgada al objetivo de ampliación de capacidades por las industrias de equipamiento españolas, al contrario de lo que sucede con las de transformación. En el resto de los países comunitarios, también la inversión de la industria metalúrgica se dirigió fundamentalmente a racionalizar los procesos productivos. También merece destacarse que la inversión creció notablemente más en todas las ramas en España (González Romero y Myro, 1988).

Como hemos señalado en el apartado anterior, los planes de inversión de las empresas para 1987 se revisaron al alza, lo que sucedió en todos los sectores considerados, pero fundamentalmente en los metalúrgicos, alimentarios y de transformación; en el cuadro 14 se resumen los determinantes de esta revisión. En las industrias de transformación y en las alimentarias, el factor fundamental que incitó a ello fue la evolución de la demanda, que también desempeñó un papel importante en las industrias de equipamiento. En cambio, en las industrias de productos de base, metalúrgicas y extractivas, este factor careció de importancia, lo que es particularmente destacable en el primer caso, dado que la demanda dirigida a la industria química experimentó un crecimiento apreciable.

En todos los casos, con excepción de las industrias extractivas, los factores técnicos desempeñaron un papel muy relevante, mucho más destacado que la situación financiera que, no obstante, adquirió una importancia apreciable en las industrias de productos de base y de transformación, y en menor medida en las alimentarias y de equipamiento, debiendo atribuirse en todos los casos a mejoras en la financiación interna. Este hecho, sin duda, guarda relación con la importante entrada de inversiones extranjeras directas que tuvo lugar en 1987 que, como puede verse en el cuadro 15, se dirigieron en un 52,4% a las industrias de productos de base (47,9% a las químicas), en un 13,36% a las de transformación (papel sobre todo), en un 9,66% a alimentación y en un 21,55 % a las de equipamiento. El cambio de orientación del crecimiento de las inversiones extranjeras en 1988, en detrimento de las industrias de base y en favor de las de equipamiento y transformación podría, asimismo, haber influido en la desaceleración de la inversión en las primeras y en la aceleración en las segundas.

Así pues, durante 1987, la racionalización del proceso productivo continuó siendo un objetivo importante de la inversión, sobre todo en aquellas industrias en las que ésta se ralentizó con respecto al año anterior, productos de base y metalúrgicas. En cambio, en las industrias de equipamiento, y sobre todo en las de material eléctrico y electrónico y automóviles que tienen un peso fundamental dentro de ellas (67%), y en

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Cuadro 14

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Cuadro 15

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donde la inversión aceleró su crecimiento respecto al año anterior, predominó el objetivo de ampliación de capacidades, aun siendo importante la racionalización de las técnicas productivas.

En el mismo sentido, los planes de inversión de las empresas pertenecientes a las industrias de equipamiento, transformación y alimentos fueron sensibles al crecimiento de la demanda que, junto a los factores técnicos, justificó su revisión al alza.

De esta manera, el crecimiento de la inversión parece haberse hecho gradualmente más dependiente de la evolución de la demanda, conforme se han ido mejorando las técnicas productivas, sin que este objetivo haya perdido aún vigencia.

Por otra parte, la innovación tecnológica encontró un elemento de estímulo en la mejora de la situación financiera que se derivó de la recuperación de los excedentes empresariales y, probablemente, de las ayudas ofrecidas por la inversión extranjera.

Todas estas consideraciones tienden a confirmar los resultados obtenidos en el análisis de la inversión agregada realizado en el apartado anterior.




4. Conclusiones

En este trabajo hemos pretendido evaluar la importancia de la recuperación de la inversión industrial en España iniciada en 1985, comparándola con la de años anteriores y con la que ha tenido lugar en los restantes países de la CEE, así como conocer sus causas o factores determinantes.

Para lo primero, hemos construido una serie estadística expresiva de la evolución de la inversión industrial de 1973 a 1988, sorteando la heterogeneidad en las informaciones de base disponibles, que refleja un profundo cambio en el comportamiento de la inversión de la industria manufacturera a partir de 1985, año en que comenzó a crecer a tasas muy elevadas, con respecto al período 1975-1984, en que evolucionó a tasas negativas.

La magnitud de este cambio brusco, que cobra un mayor relieve al compararlo con el que tuvo lugar, aunque con cierta antelación, en el resto de los países comunitarios, parecía reflejar una alteración sustancial de las expectativas empresariales acerca del comportamiento futuro de la economía, que no guardaban relación con los datos pesimistas que poseíamos sobre ellas.

Por consiguiente, podía plantearse la hipótesis de que el cambio en el comportamiento de la inversión estuviera relacionado con la firma del tratado de adhesión de España a la CEE que, al crear una perspectiva cierta de integración en esta área, hubiera incitado la adopción de progresos técnicos incorporados al capital en las empresas industriales españolas, lo   —53→   que habría encontrado elementos de apoyo en medidas fiscales y en el incremento de las inversiones extranjeras.

A este respecto, el análisis de la evolución de la inversión agregada realizado en el segundo apartado de este estudio ha mostrado que, en efecto, las empresas industriales españolas iniciaron en 1984 un proceso de desecho de equipos antiguos, que fueron sustituidos por otros nuevos, a cuya adquisición estuvieron destinadas fundamentalmente las inversiones realizadas en 1985 y 1986 y parte de las de 1987 y 1988, siendo, además, un objetivo que incitó a una revisión al alza de los planes de inversión de las empresas para 1987. Con todo, las necesidades de ampliación de las capacidades instaladas suscitadas por el rápido crecimiento de la demanda absorbieron una parte creciente de las inversiones desde 1986, de forma que el mantenimiento del ritmo de crecimiento de la formación bruta de capital fijo en la industria ha tendido a hacerse gradualmente más dependiente de la evolución de la demanda.

Las medidas fiscales adoptadas a finales de 1985, consistentes en la posibilidad de amortización instantánea de los equipos adquiridos durante 1985 y 1986, así como la recuperación de los excedentes empresariales y el incremento de las inversiones extranjeras, sobre todo de las provenientes de otros países de la CEE, favorecieron el proceso de adopción de nuevas técnicas productivas y de remodelación de las existentes.

La introducción de progresos técnicos en la producción, fue acompañada, al menos durante 1985 y 1986, de una importante reducción del empleo de las grandes empresas industriales, produciéndose un incremento de la relación capital /trabajo que no cabe atribuir a una sustitución estricta de factores, ya que los precios relativos del capital tendieron a encarecerse.

El efecto derivado de la adhesión de España a la CEE y, en general, de la creciente apertura al exterior de su industria que éste supone, se ha puesto de manifiesto también en un incremento de las inversiones dirigidas a la fabricación de nuevos productos, aumentando la diversificación productiva de las empresas.

La evolución de la inversión por ramas productivas, examinada en el tercer apartado, ha confirmado lo expuesto anteriormente, destacando, en primer lugar, una generalización del proceso de innovación tecnológica a todas las ramas y, en segundo lugar, un crecimiento más rápido de las inversiones durante 1985 y 1986 en aquellas con un mayor atraso tecnológico relativo, puesto de relieve en su aparentemente problemática situación competitiva, como siderurgia, química y maquinaria y equipo mecánico.

La reconversión de las dos últimas ramas citadas, cuyos buenos resultados se han traducido en una recuperación de la producción durante 1988, encontró un estímulo importante en la inversión extranjera, que también favoreció la remodelación de las técnicas en las restantes ramas.

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En cambio, las ramas que mantenían una posición competitiva aparentemente más sólida, como material electrónico y vehículos, sólo incrementaron de forma sustancial sus inversiones durante 1987 y 1988, en respuesta a un crecimiento sostenido de la demanda.

La inversión de las ramas con mayores problemas tecnológicos tendió a ralentizarse a partir de 1987 y la de aquellas con mayor crecimiento de su demanda, a acentuarse desde ese año, por lo que el crecimiento de la inversión en los próximos años tenderá a ser más sensible a la evolución de la demanda.

En ese sentido, y con respecto, pues, al mantenimiento del crecimiento de la inversión, una consideración de política económica que se desprende de todo lo anterior es que la continuidad en la apertura de la industria española a una mayor competencia constituye un mecanismo fundamental incentivador de la inversión y que, por consiguiente, las tentaciones de ralentizar u obstaculizar este proceso, o el miedo a acelerarlo en determinados casos en que no existe obstáculo para ello, son, sin duda, perjudiciales.




Apéndice:

Elaboración de las series de evolución de la inversión agregada


La serie de tasas reales de crecimiento de la inversión de la industria española para el período 1973-1988 se ha confeccionado de la siguiente manera. Hasta 1978 utilizando las tasas nominales ofrecidas por Gómez Villegas (1988). De 1979 a 1981, a partir de la información ofrecida por la El y por Gómez Villegas para aquellos sectores no investigados por ésta: combustibles minerales, refino de petróleo, petroquímica y extractivas no energéticas. De 1981 a 1985, también partiendo de la El, y añadiendo informaciones del MINER sobre la inversión en las ramas antes citadas para 1982. Para 1986, se ha utilizado la tasa ofrecida por la CB, y para 1987 y 1988 las ofrecidas por la El-MINER. Las tasas nominales así cal culadas fueron transformadas en reales utilizando el deflactor de la FBCF de la CNE.

La tasa correspondiente a 1984 para la industria manufacturera merece un comentario aparte. Según la El fue positiva, pero según la CB no, estableciéndose una discrepancia fundamental. Las razones de ésta son diversas, pero la más importante se encuentra en que, según la El, la inversión en la rama de automóviles creció de forma muy notable. No obstante, la cifra que esta fuente ofrece para 1983 es sustancialmente inferior a la que ofrece la CB, cuya cobertura es menor, cos a que no sucede en 1984, lo que parece indicar la existencia de errores en la información suministrada para esta rama por la El. En consecuencia, hemos corregido el valor de la inversión que ofrece la El en 1983, sustituyéndolo por el que se obtiene de la CB, con lo que el crecimiento experimentado por la inversión,   —55→   tanto en esta rama, como en el total de la industria manufacturera, en 1984, - resulta inferior.

La información respecto de la evolución de la FBCF en el conjunto de la CEE para el mismo período temporal se ha obtenido, para los años comprendidos entre 1973 y 1985 del número 25, de septiembre de 1985, de la revista Economie Européene y para los años 1986, 1987 y 1988 de la OCDE.




Referencias

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Blanch, J. (1987 b): «Una valoración de las grandes empresas españolas no financieras (1964-82)». Economía Industrial, 257, septiembre-octubre.

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Espitia, M.; Huerta, E.; Lecha, G., y Salas, V. (1989): La eficacia de los estímulos fiscales a la inversión en España. Moneda y Crédito, 2ª época (este número).

Gómez Villegas, J. (1988): Formación bruta de capital fijo en la economía española. Serie Documentos e Informes, 18/88, Ministerio de Industria y Energía, abril.

González Romero, A., y Myro Sánchez, R. (1988): La recuperación de la inversión industrial en España: 1985-1988. Serie Documentos e Informes, 22, Ministerio de Industria y Energía.

González Romero, A. (1988): «La nueva Encuesta de Inversiones del MINER: metodología y primeros resultados agregados (1987-1988)». Economía Industrial, 265, enero-febrero.

Holland, D. M., y Myers, S. C. (1980): «Profitability and capital cost for manufacturing corporations and all nonfinancial corporations», American Economic Review, vol. 70, mayo 1980, pp. 320-25.

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Ministerio de Industria y Energía (MINER) (1988): La industria española en 1988.

Neil Baily, M. (1981): «Productivity and the services of capital and labour», Brookings Papers on Economic Activity, l.

Viaene, J. M. (1982): «A customs union between Spain and EEC: An attempt at quantification of the long-term effects in a general equilibrium framework». European Economic Review, vol. 18, pp. 345-368.




Abstract

This article analyzes the recovery of Spanish industrial investment started in 1985, compares it with those of other European Community countries, and seeks to identify its causes. It is found that the expected increasing foreign market competition for Spanish firms derived from the country's integration in the EEC in 1986 has been a major factor behind the investment recovery. Specifically, investment has focussed relatively more in 1985 and 1986 on those industrial sectors technologically relatively less advanced. On the other hand, those sectors with better competitive positions only started substantially investing during 1987 and 1988, in response to higher aggregate demand growth.



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ArribaAbajoComentarios


Comentario

Agustín Cañada



Instituto Nacional de Estadística y Universidad Autónoma de Madrid

Me gustaría iniciar este comentario resaltando el interés y calidad del trabajo de Arturo González y Rafael Myro, referente a la inversión industrial en España, un campo de la investigación económica en el que existen todavía hoy importantes carencias. Por ello, cualquier nueva aportación en este tema, y más cuando reúne las cualidades del trabajo reseñado, resulta de un indudable interés.

El análisis crítico del contenido del estudio puede resultar más significativo, si diferenciamos dos tipos de enfoques que en el texto son mutuamente complementarios: de un lado, los aspectos que podríamos considerar como más puramente estadísticos; de otro, la caracterización global y por ramas de la evolución reciente de la variable en estudio. Me centraré en mi comentario en los aspectos estadísticos, pero sobre todo en los que puedan tener mayores implicaciones para los resultados analíticos obtenidos en la investigación.

Bajo esta perspectiva, la caracterización principal del trabajo es la utilización combinada de distintas fuentes estadísticas (serie de Gómez Villegas; El del INE; Central de Balances; y El del MINER, principal base estadística del estudio); planteamiento por otra parte imprescindible, dado que ninguna de dichas fuentes proporciona por sí sola el nivel de información requerido por los objetivos del estudio. Aunque algunas de las peculiaridades y diferenciaciones entre estas fuentes son comentadas por los autores,13 creo que puede ser interesante explicitar aquí aquellas más relevantes.

En primer lugar, merecen recalcarse las diferencias existentes en cuanto al tipo de unidad estadística: así, mientras que la El tiene como unidad estadística de referencia el establecimiento, las otras fuentes, CB y El-MINER, parten de datos a nivel de empresa. Es obvio que las agregaciones que pueden obtenerse en uno y otro caso tienen significado económico dispar; utilizando la terminología de la Contabilidad Nacional, en el caso de la El, y a partir de algunas hipótesis (principalmente sobre la distinción entre producción principal y producciones secundarias) se puede llegar a agregar los datos por ramas de actividad (y sus correspondientes   —57→   grupos de productos). Con el resto de las fuentes, la agregación sólo podría hacerse para los denominados sectores institucionales.14

Un aspecto quizá de mayor trascendencia es el referente al tipo y nivel de desagregación estadística que sobre la variable inversión ofrecen las diferentes fuentes. Para abordar este punto, vamos a situarnos por un momento en una perspectiva más amplia que la contemplada en el artículo, y hablaremos de la inversión de todo el conjunto del sistema económico y no sólo de la industrial.

Como sucede con otras variables macroeconómicas, la medición de la formación de capital puede realizarse desde dos perspectivas: desde la perspectiva de los demandantes de bienes de inversión, que es la adoptada en el artículo; y desde la perspectiva de la oferta o recursos de bienes de capital, perspectiva adoptada por ejemplo en el cuadro I-O de 1980 y en la serie de CNE.15

Obviamente, aunque desde ambos enfoques se pueda obtener una estimación global de la inversión, existen notables diferencias tanto en cuanto a las fuentes estadísticas de que debe partirse, como en cuanto a la utilidad analítica adicional asociada a una y otra perspectiva. Por la vía de la demanda, necesitaremos una estadística recogida de establecimientos o de empresas, y su agregación nos permitirá llegar a conocer la distribución de la formación de capital en un período bien por ramas de actividad bien por sectores; por el lado de la oferta, se requerirán unas estadísticas por productos, tanto para la producción interior como para el comercio exterior, y lo que obtendremos será la formación de capital por grupos o categorías de productos. Para entendernos, en un caso obtendremos quién realiza la demanda de inversión; en otro, en qué tipo de bienes se materializa esa inversión.

Los dos tipos de estimaciones deben conducir a cifras globales de inversión idénticas. Pero además no son incompatibles ni excluyentes, sino que por el contrario una base estadística idónea debe permitir que sean complementarias; esta es la situación que se da en una gran parte de los países de la OCDE, y que permite construir una matriz «rama oferente/rama demandante» (o, en terminología SEC, «rama productora/rama propietaria»). La situación es, por desgracia, menos halagüeña en el caso español.

Si partiendo de la oferta las estimaciones pueden realizarse con ciertas garantías, en función de que se dispone de estadísticas con un buen nivel de fiabilidad (la El-INE para la producción interior, los datos de la DG de Aduanas para la importación), vía demanda sólo son factibles aproximaciones   —58→   por sectores o macrosectores del tipo de las realizadas por los autores para el caso de la industria,16 o, en un grado parcial, para la agricultura. Pero las carencias son muy notables en los servicios y en cierta medida en la construcción.

Incluso si nos restringimos a la parcela abordada por el trabajo, la industria, la cobertura parece no ser muy alta. Me gustaría en este sentido aportar alguna cifra ilustrativa: la formación bruta de capital fijo en 1985 según la CNE, se es timaba en más de 5 billones de pesetas. Sólo la realizada en productos metálicos, maquinaria y medios de transporte se estimó en torno a 1,8 billones de pesetas. La comparación de estos datos con los 477.000 millones de la El-INE, que es la que proporciona una estimación mayor es, por sí sola, suficientemente indicativa de la escasa cobertura de las fuentes actualmente disponibles.

A partir de los comentarios contenidos en los párrafos precedentes, creo que puede justificarse el que no desee entrar aquí en una discusión en profundidad sobre los resultados obtenidos por los autores. Tanto en lo referente a la caracterización global del proceso inversor en la industria española, como en lo relativo a los comentarios desagregados por ramas que se realizan en los apartados siguientes, me parece que el análisis es, en líneas generales acertado, pero siempre teniendo en cuenta las limitaciones de las fuentes manejadas; una corroboración adicional es que las observaciones de los autores se mueven en líneas de argumentación similares a las apuntadas por otros analistas y a las que se deducen de la observación de indicadores coyunturales sobre inversión.

Así, parece evidente que la inversión industrial ha experimentado un fortísimo crecimiento en nuestro país en los últimos años; expansión concentrada, de forma preferente, en la modernización del equipo productivo y, por lo menos durante los años 85 y 86, en la sustitución de factor trabajo. Mayor aún ha sido el crecimiento de la inversión en 1987 y, según las fuentes disponibles hasta el momento, en el primer semestre del año 1988; aunque resultan más controvertidas las características concretas de algunos de los parámetros ligados a este crecimiento más reciente, como el tema del empleo (por la incidencia de las formas precarias de creación de puestos de trabajo).

Asimismo resultan difíciles de concretar, a la luz de los datos disponibles, aspectos como el de la ampliación real de la capacidad productiva ligada a dicho proceso inversor. Tras un período de más de diez años de caída ininterrumpida de la inversión en términos reales (con   —59→   algunas excepciones), la economía española, y en concreto la industria, se enfrentaban a problemas de descapitalización productiva y obsolescencia tecnológica, especialmente preocupantes desde la perspectiva de la incorporación al marco de la CEE. En este contexto, la reactivación del ciclo ligada a elementos muy dispares (afluencia de capital foráneo, cambios en la legislación fiscal sobre inversiones y amortización), parece haber sido aprovechada por los empresarios básicamente para modernizar su equipo. En una dimensión mayor o menor, dependiendo del tipo de actividades concretas y de factores difícilmente mensurables (básicamente los ligados al cambio de expectativas sobre la evolución del ciclo), el nuevo equipo productivo ha supuesto incrementos de capacidad. También, en buena lógica, debe haber conllevado una diversificación de productos, pero resulta extremadamente difícil evaluar estos aspectos con los datos disponibles actualmente.

Como comentario final, creo que resulta pertinente una reflexión general centrada, como casi todas las acotaciones anteriores, en aspectos de tipo estadístico. Tanto para los contables nacionales como para los analistas de la coyuntura, y, por supuesto, para los investigadores que obtienen su «materia prima» de los anteriores, resulta casi vital el poder contar con una buena base estadística sobre la formación de capital, y en particular, cuando se trata de comprender y explicar el proceso expansivo experimentado por la economía española en estos últimos años.

Los autores han realizado un notable esfuerzo por captar y explicar una parcela, crucial por otra parte, de ese proceso, que es la referente a la inversión de la industria. Pero es evidente que el conocimiento completo del fenómeno pasa por una mejora sustancial de las estadísticas de base, sin descartar por supuesto la posible utilización de otras fuentes complementarias. Dentro del primer grupo serían muy convenientes tanto la mejora sustancial de la que ha constituido material primordial de este trabajo, la El del MINER, como la de determinados aspectos de la El del INE.

En cuanto a las fuentes complementarias, en éste como en tantos otros casos, habría que volver sobre el ya manido tema de la posible utilización de fuentes administrativas con fines estadísticos (registros, base de datos fiscales, etc.). En concreto, para el estudio de la formación de capital se ha abierto en nuestro país una nueva vía de investigación, todavía no explorada, que es la posible explotación de los datos del IVA. Recordemos en este punto que no estamos realizando ninguna propuesta novedosa ya que precisamente los países con informaciones más completas sobre inversión por rama propietaria (por ejemplo, en nuestro entorno, Francia o Inglaterra), son los que manejan simultánea y complementariamente las estadísticas provenientes de encuestas especificas con las de origen fiscal. Esperemos que en un futuro no muy alejado podamos contar en nuestro país con tal tipo de fuentes.



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Comentario

Javier Escribá



Universidad de Valencia

Desde Schumpeter y el proceso de «destrucción creadora» no podemos ignorar que existe siempre un elemento de desequilibrio en la inversión. Que algunos sectores industriales que están reduciendo su empleo e incluso su producción coexistan con otros sectores que transforman las características de su producción, producen nuevos bienes y/o que están en clara expansión, es una consecuencia necesaria del progreso técnico y de la dinámica estructural del sistema económico que aquél desencadena.

En este proceso la inversión toma un protagonismo especial en cuanto transmisora del progreso técnico. No es de extrañar que las decisiones concernientes a la inversión sean más inestables en el tiempo que las relativas al consumo, ya que los inversores deben adoptar una visión de más largo plazo sobre la pauta de expansión de la demanda de su output, así como sobre la evolución esperada del coste de los factores. La incertidumbre, la simple actitud de espera, incluso la emergencia periódica de la necesidad de hallar nuevas salidas provocan inestabilidad y cualifican -si no cuestionan en ciertas ocasiones- la legitimidad de los modelos de comportamiento agregado de inversión.17 El volumen agregado de inversión es simplemente una suma de decisiones de inversión lo cual exige considerar detenidamente los tipos desagregados concretos de inversión. Es aquí donde el trabajo de A. González y R. Myro resulta tener una extraordinaria importancia, por cuanto incorpora un apreciable conocimiento desagregado y fenoménico. Pero es preciso establecer un puente entre las deficiencias de los análisis basados en la utilización de modelos agregados y la carencia de esquema teórico en la descripción que, para el caso de España, se lleva a cabo en este estudio.

No obstante, el trabajo de A. González y R. Myro avala y cuestiona a un tiempo, desde una presentación descriptiva del sector industrial español (1985-1988), la importancia de la distinción entre inversión creadora de capacidad productiva e inversión de racionalización (alteraciones de las técnicas productivas).

Estudios realizados para otros países -como los del INSEE para Francia- enfatizan la importancia de esa distinción para explicar, por un lado, el efecto de la inversión sobre el empleo, relacionado positivamente con el primer tipo de inversión y generalmente de forma negativa con el segundo, así como por otro lado, explicitar la necesidad de representar el   —61→   fenómeno macroeconómico de la sustitución capital-trabajo bajo condiciones respetuosas con las dificultades microeconómicas de empresas sometidas a importantes costes de ajuste y/o restricciones propias de tecnologías Putty-Clay. El protagonismo que han tomado en España los modelos de generaciones Putty-Clay en los escasos estudios sobre el comportamiento agregado de la inversión -Albarracín (1978), Mauleón (1985) y Andrés y otros (1988)- pueden por tanto verse respaldados por análisis descriptivos como el de R. Myro y A. González.

Por otro lado, la modelización del comportamiento inversor, que parte de que las decisiones de las empresas tienen como objetivo la maximización de su valor presente, ha llegado a integrar tanto las posibilidades que ofrece la Q de Tobin, como la relación entre esta última y los modelos Putty-Clay como mejor justificación de la existencia de costes de ajuste internos. Así Malinvaud (1987), y Lambert y Mulkay (1986) han demostrado que, si se tiene en cuenta la incertidumbre de la demanda y la irreversibilidad de las decisiones de instalación del capital, se tendrá que por un lado, la capacidad de producción deseada por una empresa es una función decreciente de la incertidumbre sobre las ventas y creciente de la rentabilidad esperada y, por otro lado, la intensidad capitalista deseada depende del coste relativo capital-trabajo.

Acerca de los factores determinantes de la evolución de la inversión (demanda, excedente interno empresarial, marco financiero externo y factores técnicos), la extracción de información, a través de las encuestas del MINER recoge los argumentos generalmente utilizados hoy en la modelización de las decisiones de inversión, aunque parece enmarcarse más bien en un enfoque de la inversión agregada como coexistencia de empresas o sectores que sufren distintos regímenes de restricciones (ventas, financiación, etc.), pero sin enfatizar suficientemente el papel de las expectativas y valores esperados de las variables en la explicación de la inversión.

Ello puede tener consecuencias sobre la interpretación de hechos importantes. Veamos alguna muestra. Recientes estudios sobre la inversión en Alemania, Francia, R. Unido, Italia y Países Bajos confirman la importancia de las variables beneficio a medio y largo plazo.18 Ello apunta a que el papel jugado por la variable beneficios no estriba tanto en sus efectos más transitorios sobre la inversión (restricciones de liquidez financiera...) sino en el papel determinante que ejerce sobre el comportamiento a largo plazo. Por ello sería incorrecto usar como indicadores de la variable rentabilidad o beneficios las tasas de autofinanciación corrientes que sólo estarían justificadas en contextos de restricción de liquidez a corto plazo. No se trataría, pues, tanto de utilizar una hipótesis de beneficios -combinado con aceleradores, etc.- como de aproximarse a un indicador de la   —62→   rentabilidad esperada en conexión con la determinación de la capacidad productiva.

La aproximación que se realiza en este trabajo, tanto al ratio Q, como a la utilización de la capacidad productiva, o al cambio en el precio relativo de los factores, es insuficiente para el objetivo que se pretende: explicar el comportamiento de la inversión agregada. Hay una continua aproximación puntual a través de magnitudes corrientes. La función de inversión -el comportamiento de la inversión- se queda sin argumentos: ni los precios relativos, ni la utilización de la capacidad productiva, ni la rentabilidad esperada, ni la evolución de la demanda, etc. Sólo queda la caja negra, un factor residual: la asunción de nuevas técnicas debida a la inminente -aunque eso sí, por suerte, contando con la existencia de un período transitorio- integración de España en la CEE. Queda siempre la reticencia de si verdaderamente se ha intentado contrastar el papel determinante de todos aquellos factores o si dicha contrastación resulta imposible al tratarse simplemente de explicar un brusco y puntual aumento de la inversión en términos excesivamente estáticos.

En el trabajo de R. Myro y A. González se parte de la convicción del enorme reto-respuesta que supone la integración en la CEE, descartándose casi a priori el efecto capacidad, bajo la afirmación de existencia de capacidad ociosa en 1985. Pero es difícil que no exista alguna vez capacidad ociosa. Por un lado, sería preciso definir una utilización de capacidad satisfactoria en cada momento y, por otro, los cambios en la tasa de utilización de la capacidad productiva -entre otros factores- y su impacto sobre los valores esperados, que, en definitiva, sería lo que estimularía o desincentivaría la inversión.

Es difícil admitir que el efecto remodelación que supondrá la integración en la CEE no haya sido anticipado y encontrado su reflejo en las expectativas sobre los argumentos de una función de inversión. Es evidente que pueden existir elementos diferenciales en el comportamiento inversor, pero dentro de un marco general evolutivo de la mayoría de las macromagnitudes. Si efectivamente en el período considerado se inicia un período de recuperación económica no es de extrañar que la inversión lo anticipe -y se anticipe-, como prueba el que siempre se comporta como una serie adelantada en el ciclo económico. El efecto de la integración en la CEE se debería captar por muchas vías y manifestarse a través de algunas variables macroeconómicas: coste de uso, ventas esperadas, rentabilidad anticipada, etc. Al disponer de la El-MINER solamente para 1987, la importancia que aquélla atribuye a la evolución de la demanda y la recuperación de los excedentes de explotación, no puede utilizarse para explicar puntualmente los objetivos de la inversión en 1987 ya que en la explicación del comportamiento inversor deben enfatizarse más las magnitudes anticipadas que las corrientes.

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Se echan en falta referencias a trabajos sobre el funcionamiento de los excedentes y la rentabilidad en España como el de Mauleón (1985), siendo enormemente cuestionable la medición que se realiza del ratio Q, máxime cuando el propio Malinvaud en el trabajo que se cita de 1983 utiliza ciertas correcciones sobre su definición para cuantificarlo y en trabajos posteriores ha tendido a aproximaciones alternativas.19 Lo mismo habría que hacer constar respecto al papel que se quiere dar al cambio en el precio de los factores. No sólo es que se aproxima el coste de uso del capital a partir sólo del tipo de interés real, sino que se da excesiva importancia a los precios relativos corrientes y no a los esperados a la hora de elegir la tecnología de los bienes de capital.

La distinción que hacen los autores sobre los objetivos de la inversión tiene un enorme interés en si misma, pero la convicción que demuestran sobre el sesgo que ha tomado en el período 1985-88 quizá se apoya más en la ausencia de aumento del inmovilizado material neto de las empresas en términos reales en 1985-86 que en su recorrido sobre los posibles factores determinantes de la inversión industrial.

En otro orden de cosas, sería conveniente efectuar la descomposición de la inversión industrial en sus dos componentes, lo cual debería modelizarse a partir de una condición de arbitraje en función de sus respectivas rentabilidades esperadas, tal como se lleva a cabo en los trabajos de Fayolle (1980) y Bernard (1977). Es importante destacar que en este tipo de enfoque la depreciación tiene más bien un significado de drop-out en cuanto tiene un contenido principalmente decisional (en términos semejantes a como debería considerarse en un modelo Putty-Clay).

Finalmente quiero señalar que además existe en este país una carencia incuestionable de datos y estadísticas sobre indicadores fundamentales en la explicación del comportamiento inversor (stock de capital productivo y privado, tasas de depreciación, rentabilidad, utilización de la capacidad productiva, coste de uso, etc.), lo que obliga al investigador a elaborar hipótesis auxiliares cuando no a elegir modelos que sorteen su utilización, lo que en ambo s casos supone asumir costes excesivamente elevados.

Confluyendo con este problema, la carencia de una información lo suficientemente extensa sobre empresas que cotizan en bolsa, restringe enormemente los esfuerzos realizados en la elaboración de una Q de Tobin para la economía española, de igual manera que la inexistencia de estadísticas que abarquen un período de tiempo más dilatado provoca enormes dificultades en la explicación de la evolución de la inversión en este país. Últimamente se han realizado esfuerzos arduos y notables para   —64→   corregir estas carencias desde R. Myro (1987), Gómez Villegas (1988) a C. Molinas y otros (1987), e incluso en la Universitat de Valencia J. R. Ruiz y el que suscribe (1988) estamos abordando la construcción de series de stock de capital, excedente e indicadores de rentabilidad siguiendo la metodología de otros países con carencias estadísticas semejantes.

En la medida que en este país existe además un problema de traducción del tipo de análisis y lenguaje utilizado bien desde una óptica fundamentalmente agregada, bien desde economía de la empresa o bien desde la explotación de encuestas multisectoriales de la industria, considero un gran acierto la realización de este encuentro monográfico sobre inversión como forma de ir avanzando hacia su solución.




Referencias

Albarracín, M. (1978): «La función de inversión bajo una tecnología Putty-Clay». Banco de España. Servicio de Estudios. Estudios Económicos, 12.

Andrés, J.; Escribano, A.; Molinas, C., y Taguas, D. (1988): «Una función de inversión productiva para la economía española». Mimeo.

Bernard, A. (1977): «La substitution capital-travail dans les fonctions de production macroeconomiques». Annales de L'INSEE, , 28, octubre-diciembre.

Catinat, M.; Cawley, R.; Ilzkovitz, F.; Italianer, A., y Morf, M. (1987): «Les Determinants de L'investissement». Economie Européenne. Comission des Communautes Européennes, 31, mars.

Escribá, J., y Ruiz, J. R. (1988): «Stock de capital, excedente e indicadores de rentabilidad de la economía española (1964-1986): Prolegómenos para la estimación de una función de inversión». Universidad de Valencia. Mimeo.

Espitia, M., y Salas, V. (1986): «Valoración de activos y coste del capital en la empresa española no financiera». Revista Española de Economía, vol. 3, 2.

Fayolle, J. (1980): «Retour sur le modèle de production a deux investissements: investissement de capacité et de remplacement». Annales de L'INSEE, 38-39.

Gómez Villegas (1988): «La industria española según su stock de capital: 1964-1981». Investigaciones Económicas, segunda época, vol. XII, n.º 2.

Lambert, J. P.; Mulkay, B. (1986): «Investment in a disequilibrium context, or does profitability really matter?» CORE, Working Paper, october.

Malinvaud, E. (1983): Essais sur la théorie du chômage; Ed. Calman-Levy.

Malinvaud, E. (1983b): «Profitability and Investment facing uncertain demand», Working Papers INSEE, 8303.

Malinvaud, E. (1987): «Capital productif, incertitude et profitability». Annales d'Economie et Statistique, 5.

Mauleón, I. (1985): «La inversión en bienes de equipo: determinantes y estabilidad». Documento de Trabajo 8515. Banco de España. Servicio de Estudios.

Molinas, C.; Sebastián, M., y Baiges, J. (1987): La economía española 1964-1985. Datos, Fuentes y Análisis; Mimeo.

Myro, R. (1987): «Evolución de la productividad en la industria española. Una comparación con los países de la OCDE». Economía industrial, 256, julio-agosto.

Pasinetti, L. (1985): Cambio estructural y crecimiento económico; Ed. Pirámide. Madrid.





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ArribaAbajo Discusión general

La primera intervención pone en duda la conclusión de los autores por la cual la inversión en España puede descender en los próximos años debido a que las elevadas cifras de los años 1985-1986 responden, sobre todo, a la renovación de los equipos productivos. En el trabajo no se aportan evidencias concluyentes de que esa renovación haya terminado y, por el contrario, existen razones para pensar que puede mantenerse en el futuro, como son la obsolescencia de los equipos productivos hasta la fecha en que se inicia el crecimiento de la inversión y los estímulos a la renovación que creará el aumento de la competencia como consecuencia de la entrada en el Mercado Común.

Gonzalo Mato solicita aclaraciones acerca de la serie de inversión utilizada en el trabajo y sobre algunas de las conclusiones. En relación al primer aspecto se cuestiona la validez de enlazar series que provienen de bases de datos diferentes (la Encuesta industrial proporciona datos sobre la inversión que no tienen en cuenta nuevas plantas y establecimientos, mientras que la otra serie utilizada por los autores sí las tiene en cuenta), así como la conveniencia de modificar la cifra de inversión que proporciona la Encuesta industrial para 1984. En relación al segundo se pone en duda la fiabilidad de la conclusión del trabajo afirmando que la inversión nueva se destina más a renovación de equipos que a aumentar la capacidad porque para llegar a ella haría falta disponer de un indicador del stock de capital neto, información con la que no se cuenta.

José Mª Vegara sugiere algunas precisiones metodológicas en el uso de los términos reposición, racionalización y ampliación de capacidad. En su opinión la empresa «repone» sus activos por diversas causas (obsolescencia física y tecnológica), consiguiendo con ello posibles efectos como la racionalización y la ampliación de capacidad, resultando sobre todo del progreso técnico que llevan incorporados los nuevos equipos.

Oliver Blanchard sugiere algunos análisis complementarios de los datos aportados con el fin de reforzar las conclusiones. Concretamente se sugiere que se correlacione la inversión sectorial con el crecimiento del empleo (se detectaría así el efecto de racionalización), con los flujos de tesorería disponibles y con un indicador de competitividad sectorial.

Charles Wyplosz se refiere a las tendencias observadas en la inversión sectorial para tratar de discernir cuál de las dos causas señaladas por los autores (crecimiento de la economía española o adecuación de su competitividad ante la entrada en la CEE), pueden explicar el fuerte crecimiento observado en la inversión. A su juicio el fuerte ritmo inversor en sectores básicos (químico, industrias mecánicas) sugiere que España está tratando de consolidar su ventaja competitiva de menores costes laborales. Por otro lado la fuerte inversión en sectores en retroceso (hierro y acero) tal   —66→   vez responde a buscar sacar provecho de los subsidios más que a razones estrictamente económicas.

José Viñals solicita alguna aclaración adicional sobre los «factores técnicos» citados por los autores como estimulantes o limitativos de la inversión (junto con factores financieros y de demanda). En concreto se pregunta si la rentabilidad esperada estaría dentro de ellos.

Respondiendo a estos comentarios Rafael Myro vuelve a insistir en la pobreza de los datos disponibles y las limitaciones para el análisis que se derivan de ellas. En relación a las preguntas de Gonzalo Mato señala que la modificación de la serie en 1984 se debió a discrepancias entre la información de la Encuesta Industrial y la de la Central de Balances del Banco de España. Como respuesta global a los comentarios, el autor insiste en que a su juicio la fuerte inversión de los últimos años responde sobre todo a una reestructuración de la actividad económica en respuesta a la entrada en la CEE, en esta reestructuración se perseguirían objetivos diversos (ahorro de costes, laborales y energéticos, introducción de nuevos productos). Este proceso estaría en 1988 bastante avanzado y por tanto el sostenimiento del ritmo inversor en el futuro dependería de la evolución de la demanda.

Arturo González señala que la encuesta recientemente introducida por el MINER deberá aportar información valiosa para poder discernir si la inversión responde a necesidades de reestructuración de la actividad productiva o a necesidades de ampliación de capacidad. Por otra parte condiciona la realización de las correlaciones solicitadas por O. Blanchard a las disponibilidades de datos.