Tecnocientífico como “lengua secreta”: hacia una hermenéutica superracional de la descripción científica de lo real
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art of articleart of articleEl Lenguaje Tecnocientífico como “lengua secreta”: hacia una hermenéutica superracional de la descripción científica de lo real

Dr. Juan Manuel Sánchez Arteaga - C.S.I.C. España
Resumen
El presente artículo propone una serie de elementos para la crítica hermenéutica de los textos tecnocientíficos, a través de un análisis de algunos de sus códigos retóricos más comunes. Se propone una hermenéutica “superracional” capaz de trascender la simple dimensión enunciativa-descriptiva de los  trabajos científicos, así como el ámbito reducido de la lógica formal a la hora de evaluarlos, y situarlos en un plano de racionalidad más amplio, que incluya las componentes socio-históricas, emocionales, e inconscientes que determinan su <<significado amplio>>.

Abstract
This paper presents a group of theoretical elements for a critical hermeneutic analysis of tecno-scientific texts. A “superrational” hermeneutic approach is propounded when interpreting scientific texts, so we can be capable of taking into account other semantic dimensions apart from the enunciative-descriptive, capable of transcending the ambit of formal logics as the only criteria for establishing their scientific “meaningness”, and capable of situating them in a wider perspective of rationality, including socio-historic, emotional and non-conscious elements as important determinants of their “wide meaning”.


Palabras clave
Racionalidad, Tecnociencia, Lenguaje, Hermenéutica, Retórica, Significado, Realidad.

Keywords
Rationality, Tecno-science, language, Hermeneutics, Rhetoric, Meaning, Reality.


<<Es necesario –por medio de tentativas sutiles- llevar a la razón no sólo a dudar de su obra (…) es necesario devolver a la razón humana su función turbulenta y agresiva. Se contribuirá así a fundar un superracionalismo que multiplicará las ocasiones de pensar>>

Gaston Bachelard1.

<<Comprender es reducir un tipo de realidad a otro (…) en todos los casos se plantea el mismo problema: el de las relaciones entre lo sensible y lo racional: y el objetivo que se pretende alcanzar es el mismo: una especie de superracionalismo orientado a la integración del primero en el segundo sin sacrificar ninguna de sus propiedades>>

Claude Lévi-Strauss2

1. El “efecto verdad” de las aseveraciones tecnocientíficas: elementos para una hermenéutica crítica de los textos científico-naturales.

La “inaccesibilidad” del lenguaje utilizado en los textos científico-naturales funciona, muchas veces, como un potenciador de la <<apariencia de veracidad>> de las ciencias a nivel social, por situarlas precisamente fuera de la posibilidad de la crítica –incluso para los propios científicos, más allá del reducidísimo ámbito de los especialistas en el campo concreto de que se trate en cada caso. El “efecto verdad” de cualquier aseveración “científicamente demostrada”, se ve multiplicado precisamente porque la incomprensibilidad de esa “demostración” (para el público lego, así como para la inmensa mayoría de los científicos no especialistas) la convierte automáticamente en irrefutable, por inaccesible. Históricamente, las ciencias naturales se han valido de esta ventaja para defender conceptos y teorías que, en su tiempo, sirvieron para legitimar desigualdades y jerarquías (raciales o sexuales), situándolas fuera del ámbito de lo que podía cuestionarse legítimamente3.

El perfeccionamiento de esa altísima eficacia simbólica4 de los textos científico-naturales, frente otras formas de aseveraciones teóricas fuera del ámbito de las ciencias, a las que otorgamos un grado de credibilidad mucho menor en nuestras sociedades, se ha conseguido en parte mediante la adopción de una serie de convenciones lingüísticas, que han modificado profundamente la naturaleza del lenguaje empleado por la comunidad científica. La apariencia de “veracidad” del lenguaje científico-natural ha sido perfeccionada lentamente, a lo largo de siglos de dura competencia lingüística con otros discursos (como el de la iglesia) por el control del espacio simbólico de “la Verdad” en el universo cultural de occidente (piénsese, por mencionar dos ejemplos archiconocidos, en las luchas entabladas entre ciencia y religión, en torno a la defensa del sistema heliocéntrico o del evolucionismo). Existe todo un conjunto de rasgos propios de la retórica empleada en los textos científico-naturales cuya función, sin duda, es potenciar al máximo el “efecto verdad” de lo afirmado en dicho tipo de textos acerca de la naturaleza y, por ende, acerca de la naturaleza humana. Esas “estratagemas retóricas” son empleadas en la práctica cotidiana de la creación tecnocientífica. -de forma consciente o inconsciente por parte de los investigadores-, con el fin de hacer pasar las aseveraciones contenidas en los textos científicos por el equivalente simbólico de la realidad objetivamente descrita. En lo que resta de este trabajo analizaré algunos ejemplos de esos rasgos retóricos potenciadores del “efecto verdad” de lo “científicamente demostrado”:

La reducción del discurso a lo enunciativo.

La potenciación del “efecto verdad” de las descripciones tecnocientíficas sobre la naturaleza se consigue, en primer lugar, resaltando al máximo la dimensión enunciativo-descriptiva de la acción comunicativa y eliminando, en lo posible, todas las otras dimensiones semánticas del discurso tecnocientífico5. Cualquier filósofo o historiador de la ciencia honesto sabe que del significado de los textos científicos pueden desentrañarse, con la ayuda del paso del tiempo histórico, o del distanciamiento etnometodológico, múltiples dimensiones de significación no enunciativo-descriptivas. Estas otras dimensiones semánticas de la comunicación científica son más bien normativo-emocionales (de orden social, psicológico colectivo, histórico…), trascienden por completo el ámbito de la lógica formal, y aparecen integradas en el sentido del discurso como elementos esenciales del mismo. Sin ellas, todo intento de interpretación histórica o sociológica de la práctica científica resulta estéril y, sin embargo, como decimos, estas dimensiones nunca son explicitadas por el lenguaje científico.

Contemplados desde esta perspectiva analítica, resulta patente que lo que no se explicita en un texto científico está lejos de carecer de valor para la interpretación de su significado amplio o, si se prefiere, de su significado profundo (histórico, sociológico…). Si no fuera así, tendríamos que reconocer que la historia, la hermenéutica, la antropología interpretativa de la cultura… carecen por completo de sentido al intentar aplicarse sobre la tecnociencia como objeto de estudio. Muy al contrario, desde nuestro punto de vista se puede aplicar a todas las ciencias naturales la misma apreciación que Ludwig Wittgenstein realizó en una ocasión sobre uno de sus más famosos trabajos: <<mi obra se compone de dos partes: de la que aquí aparece, y de todo aquello que no he escrito. Y precisamente esta segunda parte es la importante>>6.

La cuantificación de las cualidades.

La reducción del discurso tecnocientífico a su dimensión enunciativa-descriptiva, de la que hablábamos en el apartado anterior, se consigue también, mediante la cuantificación de las cualidades a toda costa –aún en el caso de que esta cuantificación no presente utilidad alguna. En ocasiones el resultado final podría describirse como la “Matematización de la estupidez”. Como señaló el matemático y filósofo Whitehead, <<¿Acaso la fórmula es un conjuro mágico?>>7. En ocasiones, la matemática sólo sirve para dar un barniz de profundidad científica a un preconcepto, determinado por un interés socializado –de forma consciente o inconsciente- por la comunidad científica. Pienso, por ejemplo, en la historia de la antropometría, la cuál -con todos sus índices, ángulos, ratios y estadísticas- ha servido a lo largo de los siglos como perfecto instrumento de legitimación simbólica del racismo, el sexismo y el clasismo8. El <<efecto verdad>> de cualquier disparate aumenta exponencialmente si se presenta disfrazado detrás de una matemática aparentemente compleja; el público lego no puede hacer más que aceptar que aquella barbaridad, sea cuál sea, ha sido “científicamente demostrada”.

Las explicaciones científicas que nada explican.

Otra estrategia retórica de las ciencias naturales para potenciar la credibilidad de sus aseveraciones consiste en el empleo de una terminología hermética de aparente rigor para explicar determinadas causas, aunque los conceptos utilizados en la explicación estén desprovistos de una significación concreta, incluso para quienes los emplean de forma habitual. Se trata de explicaciones causales tautológicas, que a fuerza de repetirse –frecuentemente, por sus reverberaciones ideológicas implícitas, dentro del paradigma científico en el que son empleadas- se tornan incuestionables, a pesar de que nada explican en realidad acerca de la naturaleza. Dichos conceptos tautológicos entran como elementos constitutivos del discurso, dándole una mayor apariencia de “cientificidad”, y disimulando su carácter de perogrulladas por detrás de su apariencia técnica altamente especializada. Para muchos críticos del darwinismo, por ejemplo, como en su momento señaló Popper9, el concepto de selección natural constituye un ejemplo perfecto de este tipo de disfraz del sinsentido detrás de un concepto aparentemente técnico y riguroso, pero en el fondo insignificante. En efecto, la selección natural, entendida como la supervivencia de los más aptos, no significa nada más que la supervivencia de los que sobreviven. Esta estratagema dialéctica ya era conocida por los retóricos de la época clásica como la fallacia non causae ut causae –la falacia de hacer pasar por causa lo que no lo es-, y, de acuerdo con Schopenhauer, <<si el adversario es tímido o estúpido y uno mismo posee mucho descaro y una buena voz, puede resultar bien>>10 .

El hermetismo vacío de sentido.

Los investigadores modernos se encuentran frecuentemente, en la práctica cotidiana de su trabajo, con la necesidad de realizar alusiones a conceptos y términos técnicos pertenecientes a áreas de conocimiento apartadas de su propia especialidad, los cuáles, muchas veces, aceptan y utilizan de un modo completamente acrítico, sin que ellos mismos tengan una noción clara del significado concreto al que los términos se refieren en su contexto específico de aplicación. Por ejemplo, piénsese en un especialista en plantas fósiles que debe trabajar continuamente con complejísimos algoritmos matemáticos para la reconstrucción filogenética de un grupo extinto de plantas. El conocimiento matemático de ese especialista –por lo demás, perfectamente competente dentro de su campo específico de investigación- puede ser básico (hasta el punto de no saber realizar una raíz cuadrada), y sin embargo, en su trabajo cotidiano, tanto de producción como de interpretación de textos sobre paleobotánica, se verá obligado a lidiar continuamente con referencias a esos algoritmos, sin los cuáles no puede construir sus “cladogramas” u otros modelos filogenéticos y que, más allá de cualquier análisis crítico, serán aceptados sin más como “cosas en sí”, como verdades absolutas, a pesar de que su significado matemático concreto sea desconocido por completo. Frecuentemente, es precisamente esa misma inaccesibilidad a su significado exacto lo que convierte a tales términos y conceptos herméticos de las ciencias naturales en verdades irrefutables, al situarles más allá de toda posible crítica. Esta estrategia para aumentar la incuestionabilidad del discurso, que podríamos definir como “hermetización”, ha sido empleada por casi todas las sectas y sociedades secretas en otras culturas, a lo largo de la historia. Fue usada por la Iglesia cristiana durante siglos, cuando, para aumentar la eficacia simbólica de su autoridad, continuó dando las misas en latín, una lengua que ya nadie entendía entre el pueblo llano. En la religión brasileña del Candomblé resulta fundamental el empleo de expresiones en lenguas africanas que fueron traídas a América por los esclavos y que hoy en día ya nadie comprende, a pesar de ser recitadas por los practicantes en cada una de sus ceremonias, en las que constituyen un ingrediente esencial. Al igual que en el caso de estas <<lenguas secretas>>, un problema que plantean los lenguajes altamente especializados -como el empleado por las ciencias naturales-, es la discriminación que imponen entre quienes tienen acceso a ellos y quienes no. <<La lengua secreta cumple[…] la función de todo secreto[…] discriminación y poder>>11. Los científicos deberían esforzarse para que sus mensajes resultaran accesibles, especialmente para las comunidades que se ven afectadas directamente por sus investigaciones (sean legos o científicos de otras especialidades), quienes deberían tener también el derecho y la posibilidad de opinar al respecto. Es, sin duda, una tarea difícil, que debería complementarse con un compromiso decidido de todos –científicos y legos- en la lucha por la extensión general de la educación y el acceso democrático al conocimiento en nuestras sociedades.

El argumento de autoridad

El tradicional argumentum ad verecundiam, o argumento de autoridad, es otro de los trucos retóricos más frecuentemente utilizados por las ciencias naturales para aumentar la credibilidad de sus afirmaciones. El empleo de la frase “científicamente comprobado” es uno de los más manidos y burdos trucos publicitarios que pueden usarse para aumentar el “efecto verdad” de cualquier afirmación disparatada. A lo largo de la historia, la ciencia ha pretendido haber demostrado auténticas barbaridades. Dígase el mayor sinsentido que pueda concebirse, pero póngase al lado la firma de un científico respetado, con una referencia bibliográfica, y muy pocos (ni siquiera entre las filas de los científicos, a no ser que ellos mismos sean especialistas de ese campo concreto de investigación) acudirán a la fuente original para comprobar los fundamentos del disparate. Éste se aceptará como algo evidente y ya “demostrado”, para siempre. La estrategia a seguir en este caso ya quedó perfectamente explicada por Schopenhauer en su delicioso El arte de tener Razón: <<Para el vulgus hay numerosísimas autoridades que gozan de respeto: por tanto, si uno no dispone de una enteramente adecuada, tómese una que lo es en apariencia, cítese lo que alguien ha dicho en otro sentido o en otras circunstancias. Las autoridades que el otro no entiende en absoluto suelen ser las más eficaces. Los incultos tienen un peculiar respeto por las fórmulas griegas y latinas12. En caso de necesidad, también se puede no sólo tergiversar las autoridades, sino falsificarlas sin más, o citar algunas que sean de nuestra entera invención: la mayoría de las veces ni tiene el libro a mano ni tampoco sabe manejarlo>>13.

La eliminación del sujeto gramatical y del sujeto histórico/agente de la ciencia.

Otro recurso muy socorrido, en fin, para potenciar al máximo el efecto verdad del lenguaje de las ciencias naturales modernas consiste en eliminar de todas las proposiciones científicas al sujeto gramatical (que es también el sujeto histórico) que las enuncia. El paso último en esta dirección retórica asumida por el moderno lenguaje tecnocientífico consiste en la supresión misma de las proposiciones, y en su sustitución por esquemas, diagramas, gráficos o inscripciones, que eliminan del objeto de estudio toda la dimensión histórica, social y humana en la que fue producido14. En cualquier caso, cuando aún existen -entre los gráficos, los algoritmos y las tablas-, las acciones científico-tecnológicas son descritas sin aludir al sujeto que las realiza: <<se demuestra…, se deduce…, se vierten tantas gotas de…, se sacrifican tantos ratones…>>. Nadie interviene en estas simples verificaciones autoevidentes: los elementos implicados en el procedimiento analítico del laboratorio no presentan historia, no tienen dueños, ni precio, ni patrones. La tecnociencia moderna, como el mito, <<priva totalmente de historia al objeto del que habla>>15.

Consideraciones finales.

Sólo gracias a un conjunto de convenciones retóricas colectivas – que, por lo demás, no presentan ninguna relación con el ámbito de la lógica formal-, configurado a lo largo de la historia como una respuesta adaptativa de las ciencias naturales para potenciar el “efecto verdad” de sus aseveraciones, frente a las de otros discursos extracientíficos alternativos, el lenguaje tecnocientífico sobre la naturaleza, la salud y la racionalidad del Homo sapiens consigue disimular, hasta ocultarlas, las dimensiones semánticas no enunciativo-descriptivas de su “significación amplia”. Sin embargo, detrás de la mera denotación aséptica de las hipótesis, deducciones, falsaciones o corroboraciones tecnocientíficas, se encuentra siempre el animal humano –que es también el ser humano histórico- que las expresa simbólicamente como creencias o convicciones acerca de una serie de conceptos mitológicos (acerca tanto de la naturaleza en general como de la naturaleza humana) que recorren toda la historia de las culturas. Detrás de las estadísticas, los gráficos, los instrumentos… se encuentra siempre un sujeto histórico oculto, quien produce las citadas construcciones simbólicas con un interés particular –identificado o no conscientemente-, y que se dirige a un auditorio seleccionado en función de ciertas preferencias indeterminables en un sentido lógico pero que, a su vez, pueden estudiarse recurriendo, por ejemplo, al análisis de la sociología emocional o de la economía política de la ciencia moderna…

El horizonte de comprensión tecnocientífico referente al orden de la naturaleza es tan limitado como cualquier otro “universo cognitivo” en términos lógicos, metodológicos e históricos16, pero la capacidad de la sociedad tecnocientífica para ejercer la destrucción a nivel social y ecológico ha adquirido unos caracteres inauditos en la historia de la humanidad. De ahí que, en este periodo ultratecnificado de retorno al más oscuro espíritu de las cruzadas –si se me permite la expresión-, no pueda obviarse la enorme responsabilidad social de la tecnociencia contemporánea. Ninguna forma de investigación científica puede presentarse, bajo la coartada de la objetividad enunciativa-descriptiva de su discurso, como una necesidad inexcusable de la lógica, sino que siempre habrá que preguntarse, ¿la lógica y la objetividad de quiénes? La inaccesibilidad de la ciencia y la tecnología, propiciada por el hermetismo de sus peculiares códigos lingüísticos y su estilización retórica en aras de maximizar su credibilidad, no pueden servirnos como excusa para abandonarla al campo de la crítica. Ese abandono de la ciencia a sí misma, como único juez capacitado para autoevaluarse, facilita su función ideológica como instrumento simbólico de legitimación para los sistemas contemporáneos de dominación violenta17, como tantas veces ha ocurrido a lo largo de la historia. En palabras del pensador español Ricardo Mella, <<toda autoridad o influencia de derecho oficialmente impuesta, se convierte de un modo directo en opresión, en falsedad, llevándonos inevitablemente(…) a la esclavitud y al absurdo>>18.

Para avanzar socialmente en ese sentido, la filosofía crítica de la ciencia puede contribuir, ayudando a promover herramientas que sirvan para la concienciación y la extensión de la capacidad crítica, tanto entre la población lega como entre los propios investigadores y trabajadores tecnocientíficos .

Juan Manuel Sánchez Arteaga - Doctor en Biología.

Dpto. de Historia de la Ciencia, Instituto de Historia, C.S.I.C.



Fecha de Recepción: 2 febrero de 2008


Fecha de Aceptación: 12 de mayo de 2008



1 BACHELARD, GASTON, El compromiso racionalista,Siglo XXI argentina editores, Buenos Aires, p. 13.
2 LÉVI-STRAUSS, CLAUDE, Tristes Trópicos, Edicçôes 70, Lisboa, 1986, p. 52.
3 SÁNCHEZ ARTEAGA, JUANMA La razón salvaje. Tecnociencia, Racismo y Racionalidad. Lengua de Trapo, Madrid, 2007.
4 En el sentido otorgado por Lévi-Strauss a esta expresión. La misma idea está expresada por Bruno
Latour en su análisis de la manufactura del ”efecto verdad” de las inscripciones tecnocientíficas en los
laboratorios. Cf. Lévi-Strauss, CLAUDE, Antropología estructural, Paidós, Barcelona, 1987;Latour,
Bruno y Woolgar, Steve, Laboratory life: the construction of scientific facts., Sage, Beverly Hills,
California, 1979.
5 Sobre el análisis de las dimensiones semánticas de los actos de habla, cf. SEARLE, J. R.: Speech acts, Cambridge University Press, var. eds; AUSTIN, J. L.: How to do things with words, Oxford UP, 1975 Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa., Taurus, Madrid, 2 volúmenes, 2003.
6Fragmento e una carta de Wittgenstein a von Ficker, reproducido en WITTGENSTEIN, LUDWIG, Tractatus logico-philodophicus, Alianza, Madrid,, 2003a, p.16.
7 Whitehead, Alfred N., La función de la razón, Tecnos, Madrid, 2003
8 Para un análisis de los preconceptos raciales, sexistas y clasistas ligados a la historia de esta disciplina
pueden ser útiles las siguientes referencias: Young, R.M. «The historiographical and Ideological context
of the Nineteenth-Century debate on Man’s Place in Nature» en Teich, Mikulás y Robert M. Young,
Changing Perspectives in the History of Science, Heinemann, Londres, 1973; Haller, John S, Jr.,
Outcasts from evolution. Scientific attitudes of racial inferiority 1859-1900, Southern Illinois Univ. Press,
1995; Galera, Andrés, Ciencia y delincuencia. El determinismo antropológico en la España del siglo
XIX, Sevilla, CSIC, 1991; Stocking, George W. Jr., Race, culture, and evolution. Essays in the history of
anthropology, Univ. Chicago Press, 1982; Peset, José Luis, Ciencia y marginación. Sobre negros, locos
criminales, Barcelona, Ed. Crítica, 1983; STOCKING, G. (ed), «Bones, bodies, behaviour. Essays on
biological Anthropology», History of Anthropology 5, 1988; SÁNCHEZ ARTEAGA, JUANMA (2006)
Las teorías biológicas sobre el origen de las razas humanas (1859-1900). Elementos para una crítica
antropológica de la racionalidad tecnocientífica, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, Tesis
doctoral inédita, 2006

9 POPPER, KARL, Natural selection and the emergence of mind. Dialectica 32, 1978: 339-355.
10 SCHOPENHAUER, ARTHUR , El arte de tener razón, expuesto en 38 estratagemas, Alianza, Madrid, 2002, p. 45.
11 GIOBELLINA BRUMANA , F., Soñando con los dogón. En los orígenes de la etnografía francesa, CSIC, Madrid, 2005, p. 285.
12 Otro ejemplo claro de “hermetización”, muy frecuente en las comunicaciones tecnocientíficas.
13 SCHOPENHAUER, ARTHUR, El arte de tener razón, expuesto en 38 estratagemas, Alianza editorial, Madrid, 2002, p. 55.
14 GOODY, JACK La domesticación del pensamiento salvaje, Akal, Madrid; 1985; HORTON, ROBIN Patterns of thougth in Africa and the best. Essays on magic, religion and science. Cambridge Univ. Press, Cambridge,Ma, 1993; BLOOR, DAVID Conocimiento e imaginario social, Gedisa, Barcelona, 2003.
15 BARTHES, ROLAND, Mitologías, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1980, p. 247.
16 En palabras del filósofo Roger GARAUDY , Diálogo de civilizaciones, Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1977, p. 33: <<Occidente es un accidente>>.
17 HABERMAS, JÜRGEN, Ciencia y técnica como “ideología”,, Tecnos. 1999.
18 MELLA, RICARDO, <<La ley del número: contra el parlamento burgués>>, en MELLA, Cuestiones de enseñanza libertaria, Imp. Movimiento Cultural Cristiano, 1893. Mella fue un importante anarquista español que dedicó parte de sus escritos al problema de la educación no autoritaria.

Revista Observaciones Filosóficas - Nº 6 / 2008


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