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POSMODERNIDAD Y REVULSIÓN DE LA HISTORIA EN LOOKING FOR
LIVINGSTONE, AN ODYSSEY OF SILENCE, DE MARLENE NOURBESE PHILIP
Isabel Alonso Breto
(Dept. Filologia Anglesa i Alemanya. Universitat de Barcelona)
El artículo lleva a cabo un
análisis detallado de Looking For Livingstone: An Odyssey of Silence
(1991), novela con acento poético y formalmente híbrida de Marlene Nourbese
Philip. Se perfilan las coordenadas que gobiernan este trabajo de cara a
situarlo en el marco total de la obra de esta autora, señalando tanto las
particularidades del mismo como los aspectos que tiene en común con otras
entregas. El análisis se realiza en base a aspectos de las teorías posmodernas,
en su cenit en 1991, ya que nociones puestas en tela de juicio por la
posmodernidad tales como Historia, poder o subjetividad, son examinadas
críticamente en esta obra, y revisadas a fondo desde una perspectiva ‘afrospórica’
y femenina. An Odyssey of Silence es una obra a la que comparativamente
se ha prestado poca atención, ya que la mayoría de publicaciones académicas
sobre Nourbese Philip refieren su poemario ya clásico de la poesía postcolonial
She Tries Her tongue, Her Silence Softly Breaks (1989).
The article analyses Marlene Nourbese Philip's poetic,
formally hybrid novel Looking For Livingstone: An Odyssey of Silence (1991).
The work is read in the context of the author's writing, both paying close
attention to its particularities and signalling commonalities with the rest of
her works. The analysis is carried out through an appeal to theories of
postmodernity and postmodernism, at their height by the beginning of the 1990s,
when the novel was published. Besides chronological coincidence, this
theoretical frame is pertinent in as much as Looking For Livingstone: An
Odyssey of Silence questions, challenges, and revises from a gendered
Afrosporic perspective notions put under siege by the postmodern such as
History, power or subjectivity. Up to date, comparatively little attention has
been paid to this novel, since most academic approaches to Nourbese Philip's
work have centred on her poetry collection She Tries Her tongue, Her Silence
Softly Breaks (1989), which has swiftly become a classic of postcolonial
literatures in English.
Publicada en 1991, Looking
for Livingstone, An Odyssey of Silence es la segunda novela de Marlene
Nourbese Philip, la primera para adultos tras Harriet’s Daughter (1989).
Philip afirma que esta obra surgió del último poema de She Tries Her Tongue,
Her Silence Softly Breaks (1988), de ahí la ambigüedad del género literario
en que puede encajarse Looking for Livingstone, que en un sentido
continúa la brecha abierta por dicho poemario, pero al mismo tiempo amplia su
objetivo, alcance y registro:
Looking for
Livinstone
began as the last poem in She Tries Her Tongue, and so really continues
the form of that work of interrupting the poetry –encrusting it with the grit
and grime of despoilation and empire that men like Livingstone represent. But
the interruption of poetry by other texts became full blown in Looking for
Livingstone because it wasn’t just little segments of texts but an entire
story (Carey 1991: 21).
Es precisamente la existencia de esa “entire story” o narración lo que
nos permite encajar Looking for Livingstone dentro del género novelístico.[1]
Recordemos que la novela nació como el género burgués por excelencia, y que el
ideario burgués es en esencia reaccionario (Barthes 1972). Si tenemos en cuenta
el carácter subversivo de la escritura de Philip, cuyo objetivo es atentar
contra toda ideología reaccionaria que se asiente en la opresión de grupos
marginados (Alonso 2003), identificar Looking for Livingstone como una
novela puede parecer una contradicción. Sin embargo, esta entrega literaria de
Philip vuelve a presentar un carácter formalmente híbrido, a caballo no sólo
entre la narrativa y la poesía, sino también entre éstas y el ensayo y la
historiografía. En consecuencia, Looking for Livingstone debe ser leída
como una novela posmoderna; como un ejemplo de lo que se ha denominado “historiographic
metafiction” (Hutcheon 1988).[2]
Entenderemos aquí el posmodernismo (esto es, la expresión artística de la
posmodernidad), como una tendencia cultural cuyo objetivo primordial es el de
desestabilizar toda ideología con visos reaccionarios (Hutcheon 1988: 202; Mateo Palmer 1992: 124).
En “The Habit of Poetry, Cats and Rats”, Philip
refiere con detalle el modo en que Looking for Livingstone, que nació
como poema, fue constituyéndose en una entidad autónoma temática y formalmente,
de manera que empezó a requerir nuevos modos de investigación y expresión:
March 27, 1987
Suddenly last
week I knew what the poem was all about. For the longest while I couldn’t
figure out what its theme was—silence? My silence? the larger silence? our
silence? It seemed that there were several poems in one poem—perhaps, not
several poems, but very different aspects of the same poem– one aspect about
travelling, one aspect about maps and geographers, one aspect about the
tangibleness of silence. I found a quotation of Livingstone’s: “I will open a
way to the interior or perish!” and that set off reverberations—my dark
continent of silence! Then I began incorporating some imaginary aspects of the
little I know of Livingstone’s life— I actually wrote a dialogue with him and
Stanley. ... Later that day I borrowed a book from the library—the Other
Livingstone... (1997: 114)
En cuanto a la estructura
narrativa, la columna vertebral de la novela viene constituida por dichas
entradas de diario (ocho en total, a las que puede añadirse una novena que se
dice escrita sobre la piel de un camello), que se intercalan con poemas de
variada longitud que abordan los mismos temas que aquéllas pero en un tono si
cabe más lírico y que, paradójicamente, con frecuencia consiguen concretar los
ambiguos significados de los textos en prosa. La rítmica alternancia entre entradas de diario y poemas
se ve interrumpida en las páginas centrales de la novela con la introducción de
una serie de textos de diverso calado. Éste consiste en una amalgama de textos
formalmente dispares: dos fragmentos de conversación entre los exploradores
Stanley y Livingstone, irónicamente señalados como los “white fathers of the
[African] continent” (7); dos sueños de La Viajera narrados por ella misma; un
nuevo fragmento de su diario (el escrito sobre la piel de un camello, de tono y
extensión distinta de las demás entradas de diario); y, por último, una carta
enviada por Mrs Livingstone desde Londres a su marido. A todo ello se han de
añadir dos nuevas tiradas poéticas.
Este bloque constituye una suerte de paréntesis o
eje axial en torno al que se organizan las dos series alternas de entradas de
diario y poemas.[4] Pese a
esta estructura simétrica, la tensión del relato va in crescendo, hasta
culminar con dos episodios finales que suponen el clímax de la narración. El
primero de éstos (es decir, el penúltimo de la novela), es el relato de la
visita de La Viajera al Museo del Silencio, en lo que constituye una síntesis y
conclusión de los distintos viajes narrados en cada uno de los pasajes. La
culminación de la novela consiste, por último, en la transcripción, con forma
también de entrada de diario, de la conversación que tiene lugar tras el
encuentro entre La Viajera y el propio Dr. Livingstone. Fue precisamente el
deseo de re-correr el mismo trayecto que llevó a Livingstone hasta el corazón
de África el móvil que la llevó a iniciar su viaje.
No obstante, en el momento de la partida, La
Viajera carece de certezas. No sólo respecto de su destino, sino también, en un
guiño enfáticamente posmoderno, de sus orígenes. Lo único que sabe es que, como
Livingstone, quiere abrir una vía hacia el interior: “Where was I going? I had forgotten where I
had come from –knew I had to go on. ‘I will open a way to the interior or
perish.’ Livingstone’s own words – I took them as my own – my motto” (7). La pronta
alusión a Livingstone hace patente desde la primera página uno de los objetivos
primordiales del texto: cuestionar el carácter de hazaña de sus
“descubrimientos”. Por ahora, este cuestionamiento se llevará a cabo mediante
esta irónica escritura entre comillas del término:
Dr. David
Livingstone, 1813-73 –Scottish, not English, and one of the first Europeans to
cross the Kalahari –with the help of Bushmen; was shown the Zambezi by the
indigenous African, “discovered” it; was shown the falls of Mosioatunya –the
smoke that thunders – by the indigenous African, “discovered” it and renamed
it. Victoria Falls. Then he set our to “discover” the source of the Nile and
was himself “discovered” by Stanley –Dr. Livingstone, I presume? And History.
Stanley and Livingstone – white fathers of the continent. Of silence. (7)
Con este entrecomillado, se consigue un inmediato efecto de
extrañamiento que no hace sino apoyar el significado de la asimismo irónica
enunciación principal (Martín Gaite, 1982). La sugestión es que no fue
Livingstone, sino los africanos, quienes descubrieron estas tierras, y que
Livingstone se limitó a poner nuevos nombres a lugares ya conocidos, lugares
cuyos verdaderos nombres (los nombres iniciales) pasaron al olvido para la
historia de la humanidad; se limitó, en fin, a imponer su palabra y a silenciar,
así, la palabra que existía previamente. Fue así como África se convirtió en el
Continente del Silencio.
En una nueva versión de
la deconstrucción de dicotomías que lleva a cabo la escritura de Philip, el
Silencio aparece en esta novela como un componente necesario de la palabra. Se
trata de un giro típicamente derrideano, en el sentido de que lo que había
permanecido oculto, como una categoría inferior a la palabra, se muestra aquí
como traza: el Silencio es esencial para la palabra. En el prefacio que Gayatri
C. Spivak escribe a la obra capital de Jacques Derrida leemos que este filósofo
suggests that
what opens the possibility of thought is not merely the question of being, but
also the never-annulled difference from “the completely other.” ... The
structure of the sign is determined by the trace or track of that other which
is forever absent. (Spivak 1976: xvii)
Podemos equiparar el signo derrideano con esa palabra entendida como
un instrumento de poder. En esta novela Philip consigue hacer visible y dar
prominencia a la parte de la palabra que permanece siempre oculta: “Derrida’s
trace is the mark of the absence of a presence, an always already absent
present”. La aparente complejidad de esta afirmación es necesaria, pues, en
última instancia (y aquí el paso último de la mencionada deconstrucción), la
novela va más allá de considerar el Silencio como el mero “otro” de la palabra,
sino que lo entiende como una de sus partes constitutivas, sin la cual no puede
existir. Es la
lección última y definitiva que aprenderá nuestra protagonista: “And finally I
understood what Arwhal meant – that Silence does not always mean the absence of
sound, because in all that sound – of my own voice – I was able to find and
hear my own Silence” (54).
Como es habitual en Philip, paralelo al deseo de
cuestionar unas estructuras epistemológicas de signo eurocéntrico, encontramos
en Looking for Livingstone la voluntad de atentar contra el carácter
patriarcal de las mismas. Este atentado se lleva a cabo mediante varias
estrategias. En primer lugar, las entradas de diario están encabezadas por unas
coordenadas temporales que sugieren la abolición del tiempo tal y como lo
entendemos en la sociedad occidental, un tiempo lineal, y asociado con una
ordenación del mundo jerárquica y patriarcal. Su sustituto pasará a ser un
tiempo de carácter circular, donde el primer día es también el último, ordenado
además por el ciclo lunar, en lo que supone una reivindicación del universo
femenino, como sabemos tradicionalmente asociado a este astro y a sus
movimientos. Así,
la primera entrada de diario reza como “The first and last day of the month of
the new moons (otherwise known as the last and first month) in the first year
of our world” (7).
Por otra parte, la novela
está cuajada de presencias femeninas, mujeres que son de un modo u otro líderes
de sus respectivas comunidades, y que prestan diversos tipos de ayuda a la
protagonista, ya en modo de útiles físicos para su viaje (como en el caso de la
anciana que le entrega un mapa, en la primera parada), o, las más de las veces,
en forma de orientación espiritual. Al relatar estos encuentros e
interacciones, la amistad y el amor entre mujeres, sin descuidar el amor
físico, se ven retratados con gran dulzura por la narradora. Los únicos
personajes masculinos de la historia son, significativamente, representantes de
las élites de poder de signo patriarcal-occidental: los exploradores
Livingstone y Stanley, los guardianes del Museo del Silencio, y el
bibliotecario de la Bodleian Library en la Universidad de Oxford.
Otro indicativo del
ideario feminista de la autora es la inclusión en las páginas centrales de la
novela de una carta dirigida al Dr. Livingstone que le envía su esposa, Mary
Livinsgtone. Esta carta pone de manifiesto su inferior situación como mujer,
subordinada a la voluntad de acción de su marido y obligada a permanecer en
casa mientras él se dedica a sus exploraciones. El Silencio a que se ve
relegada la señora Livingstone contrasta con el Silencio del continente
africano, del que Mrs Livingstone se siente celosa, si es que tal cosa es
posible: “Can one be jealous of a country – a continent? Oh yes – oh very very yes
– and I am jealous of Africa – of the massive, impenetrable and continental
silence she has now come to symbolize to me” (29). Pero a la vez, aunque el de esta mujer europea de raza blanca sea un
Silencio que quiere distanciarse de ese gran Silencio de todo un continente, no
puede evitar estar fundido con él, pues forma parte de la misma estructura
epistemológica de dominación/subordinación que ha marcado la historia de Europa
y de sus colonias en los últimos siglos. En última instancia, la esposa del
colonizador y el pueblo colonizado tienen mucho en común, pues ambos son
víctimas de la tiranía del hombre blanco (Fanon 1967).
En
los tres primeros altos en el camino que efectúa, la viajera va poco a poco
encontrando el sentido de su viaje. La primera estación tiene por motivo su
encuentro con los ECNELIS. Este pueblo se está preparando para ir a la guerra,
según le informan los propios ECNELIS, con los SINCEEL.[5] Sin embargo, las mujeres de
esta comunidad, como tantas otras retratadas en el libro, hacen gala de un
encomiable sentido del humor, y no dejan de reírse del interminable río de
preguntas que les plantea nuestra Viajera. La mujer más vieja de la comunidad,
Bellune (un significativo nombre que hace alusión al afeminado astro lunar),
relata del siguiente modo el origen del Silencio:
God
first created silence: whole, indivisible, complete. All creatures – man,
woman, beast, insect bird and fish – lived happily together within this silence,
until one day man and woman lay down together and between them created the
first word. This displeased God deeply and in anger she shook out her bag of
words over the world, sprinkling and showering her creation with them. Her word
store rained down upon all creatures, shattering forever the whole that once
was silence. (11)
Dios maldijo al mundo al enviarle las palabras,
continúa Bellune, y en lo sucesivo el hombre y la mujer se verían condenados al
esfuerzo de recuperar el Silencio original. Es relevante la identificación del
Silencio con el paraíso original, un estado de plenitud creado por un dios
hembra que se interrumpió con la humana invención de la palabra, mutiplicada
por dios como forma de castigo.
Así
pues la odisea comienza, ordenadamente, remontándose a los orígenes de palabra
y Silencio, y dando al traste con la versión europea de la creación, en la que
el primer acto de dios, un dios masculino, es la creación de la palabra.[6] Esta versión, que
irónicamente para los ECNELIS es la “Otra” versión, es narrada por Chareem
(anagrama de “mirage”, espejismo en francés), la más joven de todas las
muchachas de la comunidad que han menstruado por primera vez ese año. Su
relato, que como decimos refiere la versión europea del origen del
mundo, asentada en la tradición cosmogónica judeo-cristiana, termina con la
identificación de la palabra con el hecho de la colonización. A diferencia de
los ECNELIS, los SINCEEL son partícipes de esta creencia, es decir, de la
convicción de que la palabra tuvo primacía sobre el Silencio en el principio de
los tiempos. Las guerras periódicas de los ECNELIS con los SINCEEL parecen
obedecer a esta razón, aunque en realidad la filiación de ambos pueblos a uno u
otro bando no acaba de estar del todo clara para la viajera, un guiño que
supone un modo de difuminar los límites estrictos entre dos términos
distintos o dos posiciones en apariencia opuestas:
I was
never able to find out what the ECNELIS believed. Had they, believers in
silence, been losers, cursed and damned to the sacrilege of the word, all the
while craving silence; or were they word-believers, secretly vouchsafing their
belief with every word they utterred, as they prepared to win again? (12)
El siguiente grupo con quien La Viajera pasa
algún tiempo son los LENSECI, un pueblo que vive en un estado de extrema
brutalización producto del duro trabajo al que se ven condenados para
sobrevivir:
They
weren’t very helpful, the LENSECI, they knew nothing about what I was looking
for and cared even less: brute labour had erased all thoughts beyond food, sex
and sleep, and my questions dropped like dead weights in the abyss of their
ignorance.(14)
Sin embargo, incluso en estas desalentadoras
condiciones, la comunidad mantiene vivo un resquicio de memoria. Se trata de un
episodio cuya moraleja está claramente relacionada con la teoría de Philip,
desarrollada en esta y otras obras, de que todos los grupos de seres humanos,
incluso los más vapuleados por el curso de la historia, conservan un resto de
memoria ancestral –ya sea una célula mínima–. Así, en última instancia, de los
LENSECI extraerá nuestra Viajera algunos valiosos bienes que la ayudarán a
continuar su viaje. Partirá de aquí, por un lado, con la certeza de que busca a
Livingstone (cuyo espectro se le aparece y le conmina a seguirle) y, sobre
todo, con un mapa, que le entrega una anciana y que ella, por el momento, no es
capaz de interpretar, pero que contiene la sabiduría que han acumulado
generaciones de mujeres antes que ella. Sabe, por lo menos, que con un equipaje
infinitamente más liviano que el de Livingstone, al menos en sus aspectos
materiales, ha de repetir el viaje de este explorador y los de su especie. No
para descubrir (dis-cover), sino para recobrar (re-cover), para recuperar el
Silencio.
Después, en la tierra de los
SCENILE, la Viajera se ve obligada a trabajar en la biblioteca, ya que
desconoce el significado de los símbolos que este pueblo emplea para escribir y
en consecuencia no representa un peligro ni una amenaza para ellos. Philip
abunda así en el tópico posmoderno de que conocimiento y poder van unidos
(Lyotard 1994). Por otra parte, los SCENILE se resisten a dar respuestas
concisas a las preguntas de La Viajera sobre el susodicho mapa, al menos hasta
que sea capaz de responder a su vez tres preguntas que pondrán a prueba sus
conocimientos y su aptitud para la reflexión:[7]
1.
WHAT IS THE QUALITY OF SILENCE?
2.
WHY WAS DR. LIVINGSTONE BURIED AT WESTMINSTER ABBEY?
3.
WHEN STANLEY FIRST MET DR. LIVINGSTONE,
WHAT
WERE HIS FIRST WORDS TO THE DOCTOR? (19)
“The
quality of silence is silence” concluye La Viajera, tras gran un esfuerzo de
reflexión, en respuesta a la primera pregunta. Estipula así el texto que el
Silencio no es mesurable: que escapa a toda definición que no sea su propio
nombre y escapa, así, a la posibilidad de ser capturado en palabras. Dicho de
otro modo, escapa también a la posibilidad de ser capturado por la
palabra. Como se ha dicho la odisea que escribe Philip se propone reivindicar
la subjetividad de los pueblos africanos frente a la recurrente
consideración de los mismos en tanto que objetos de la acción
colonizadora. Se entiende así que los nombres de los distintos pueblos sean
distintas maneras de apelar al Silencio: es la manera de sugerir que escapan a
la acción pretendidamente inescapable de la colonización europea y patriarcal
epitomizada en el lenguaje.
Para responder a la segunda
pregunta la Viajera ofrece una explicación que, de nuevo, da al traste con toda
pretensión de heroismo en la hazaña del descubridor: “Livingstone was buried at
Westminster Abbey... because he discovered silence –my silence– discovered it,
owned it, possessed it like it never was possessed before” (20). En cuanto a la
última pregunta, para responderla aventura dos posibilidades distintas. La
primera respuesta que elucubra es: “You’re new here, aren’t you?” Se trata de
una ocurrencia de enorme carga irónica, pues pone de manifiesto la extranjería
de los exploradores europeos en África, cómicamente subrayada por el hecho de
que es el propio Stanley quien acusa a Livingstone de ser foráneo en el lugar.
Tanto es así que, al escucharla, las mujeres SCENILE se precipitan sobre La
Viajera y, mimándola y abrazándola, afirman entusiasmadas que se ha convertido
en una de ellas. Estimulada, La Viajera elabora una segunda propuesta: “What if
he had said, ‘Dr. Livingstone, I presume,” tras lo que las mujeres comienzan a
cantar y bailar en un festejo coral que se convierte, para el lector, en una
espontánea y puntual celebración de la desmitificación de la Historia (de una Historia
falsa por singular y unidireccional) que supone, en conjunto, esta obra.
Antes
de dejarla partir, por último, las mujeres SCENILE entregarán a La Viajera dos
anagramas. Más adelante descubriremos que consisten en las palabras SURRENDER y
WITHIN, pero de momento el texto mantiene el misterio. Por ahora sólo sabemos que esos dos anagramas
van a ayudarla: “When I solved them, they told me, I would learn something
about what I was looking for” (21).
El eje axial
que constituyen los textos incorporados en este punto de la novela supone una
suerte de respiradero con el que se ilumina al lector con otras perspectivas de
los símbolos y alusiones recurrentes que inundan el texto principal. Por
ejemplo, se ofrecen dos aproximaciones a sendas conversaciones absolutamente
privadas que pudieron mantener los dos exploradores Stanley y Livingstone al
encontrarse en África (conversaciones hasta ahora sólo aludidas en conjeturas).
En ambas se ponen de manifiesto los miserables móviles que llevaron a estos
hombres a explorar el continente africano: soberbia y ambición disfrazadas de
generosidad y curiosidad científica. Una y otra vez Stanley y Livingstone se
enfrascan en banales discusiones sobre cuál de los dos pasará a la historia por
los descubrimientos geográficos que acaban de hacer. Es de señalar que, en los
márgenes de estas estúpidas conversaciones, aparecen referencias a los
africanos harto humillantes, pese a que son los propios porteadores
africanos quienes les guían en su camino:
“See
here, Livingstone, this map is all wrong” ...
“You’re
quite right, Stanley –that’s why I always travel with native guides myself –
don’t know what to do with it. Between you, me, and the jungle, Stanley, it is
they who should get the credit –don’t you agree?”
“You’re
right, Livingstone – you’re right, but they wouldn’t know what to do with it.
What would they do with keys to European cities and honorary degrees? And can
you imagine them meeting the good Queen Vic herself? Ha! Come on, boys – we’re off again.” (32)
Una segunda selección de los textos que componen
este bloque intermedio lo constituyen los sueños recurrentes de la
protagonista. En el primero, ella y Livingstone copulan “como dos bestias”
(25):
HE
RIDES ME – HIS WORD SLIPPING IN AND OUT OF THE WET MOIST SPACES OF MY SILENCE –
I TAKE HIS WORD –STRONG AND THRUSTING – THAT WILL NOT REST, WILL NOT BE DENIED
IN ITS SEARCH TO FILL EVERY CREVICE OF MY SILENCE. (25)
Retomando la idea de fecundación o simbiosis
desarrollada en She Tries Her Tongue, Her Silence Softly Breaks, esta
vez con un nuevo matiz, la mujer afrospórica relata cómo acepta que la palabra
de Livingstone anide en sus Silencios:
I
TAKE HIS WORD – STRONG AND THRUSTING – THAT WILL NOT REST, WILL NOT BE DENIED
IN ITS SEARCH TO FILL EVERY CREVICE OF MY SILENCE – I TAKE IT INTO THE SILENCE
OF MY MOUTH. (25)
Desarmado ante esta inesperada reacción,
Livingstone desfallece en su propósito de apropiación, y en un claro del bosque
gimotea y se lamenta ante Stanley de que su palabra se ha vuelto impotente. Si
bien Stanley intenta quitarle hierro al asunto, Livingstone insiste en la
gravedad del hecho. Otra vez pone así de manifiesto que la palabra es el arma
colonizadora por excelencia, el más efectivo medio de posesión:
“I KNOW WHAT YOU’RE TRYING TO TELL ME, LIVINGSTONE,
AND I SAY FUCK THE WORD – A CONTINENT AWAITS US – EAGERLY – LIKE A... LIKE A
WHORE!”
“AND YOU A JOURNALIST, SIR – HOW CAN YOU
SAY SUCH A THING? DON’T YOU SEE, STANLEY, WITHOUT MY WORD, THE CONTINENT IS
BEYOND ME – BEYOND US?” (25)
El segundo sueño da paso al fruto de esa
fecundación, pues aquí una Viajera “embarazada de mil y dos años” se encuentra
a punto de dar a luz al “monstruoso producto de su palabra y mi Silencio” (26).
Como sucedía en el sueño anterior, esta fusión entre él y ella se representa
como un evento en el que interviene activamente la subjetividad de La Viajera
(“conceived in the silence of my own, my very own womb”), una connivencia que
representa un singular modo de resistencia frente al carácter violento y
extorsionador de la misión del hombre blanco en el continente africano. No en
vano, en la entrada de diario escrita sobre la piel de un camello que aparece
inmediatamente después de los sueños, leemos que La Viajera persigue librarse
de Livingstone mediante cualquier estrategia (lo que incluye también la
apropiación y el uso del arma de su enemigo, en un movimiento que entraña otra
paradoja típicamente posmoderna):
I am
determined to cure myself of you, Dr Livingstone
– of this obsession
– with silence
– with the word – your word – engorging
itself on my many, yet one, silence, sucking it dry – the papas, the dried dugs
of my silence that haunt your turgid phallused word – (29)
La vocación conciliadora --posmoderna-- de
Philip, al cabo, vuelve a resultar triunfante, ya que palabra y el silencio se
revelan, tras esta sucesión de movimientos, como irremediablemente
complementarios.
En
el segundo bloque de entradas de diario, la odisea se precipita, y el afán de
búsqueda se va tornando cada vez más orgánico y consciente. En la tierra de los
CESLIENS la poética del Silencio se enriquece con una nueva perspectiva, pues
este pueblo, pese a que puede hacer uso de la palabra, se niega a ello, y
prefieren emplear el Silencio para comunicarse. Aquí nuestra mítica mujer
afrospórica aprenderá sobre la dialéctica entre inexistencia versus
omnipresencia del Silencio. El día de su partida de esta tierra, una singular
ceremonia será puesta en práctica por la mujer más anciana de la tribu, Mama
Ohnce,[8] que le mostrará que su
búsqueda está errada ya que en realidad lo que busca está dentro de ella. Así
encontrará por fin la respuesta a los anagramas de los SCENILE: las palabras SURRENDER y WITHIN. La epifanía se inicia aquí, pues aunque todavía no entienda el
sentido concreto de estos términos, su descubrimiento la hace sentirse por fin
satisfecha. Este cambio de actitud es normal, ya que la serpiente y el cordón
umbilical protagonistas de la ceremonia simbolizan la muerte y el renacer –“la
muda de piel”– de la protagonista. No es casual que en este momento crítico
haya adoptado la postura fetal.
Los CLEENIS son el penúltimo
pueblo que acogerá a la narradora, y le brindará sus conocimientos por medio de
Marphan, una mujer simbólicamente gigantesca
encargada de explicarle el funcionamiento de la cámara de los sudores
(“sweat-lodge”). Aquí, por fin, tendrá lugar la ceremonia de purificación del
lenguaje. Preparándola para la misma, las mujeres del grupo untan de afeites a
la Viajera y la acarician hasta hacerle cobrar una nueva conciencia donde cuerpo
y mente se convierten en una única entidad. Tras un año entero sudando palabras
dentro de la cámara, sólo tres podrán permanecer en el interior de su cuerpo,
“birth”, “death”, y “silence”:
That
was all I had –birth, death, and in between silence – all I could call my own –
my birth, my death, and, most of all, my silence. My words
were not really mine – bought, sold, owned and stolen as they were by others.
But silence! – such devalued coinage to some – no one cared about and it was
all mine. (43)
Así se reivindica, otra vez, el Silencio: como el
único bien susceptible de escapar al mercantilismo que acecha al lenguaje.
Asistimos en este sentido a un relato de lo que sucede en el interior de la
cámara, una escena en que las palabras se intercambian, se venden y compran
como bienes muebles, una suerte de “wordmarket” con carácter de pesadilla. La
Viajera saldrá de la cámara de los sudores “hundreds and even thousands of
words lighter” (45): cada vez es más dueña de su sagrado Silencio.
La culminación de este
aprendizaje se dará en la tierra NEECLIS, “land of needlewomen and weavers”
(48).[9] Aquí el confort envolverá
a La Viajera en todos los sentidos: suaves vestidos y ropa de cama, deliciosa
comida recién cocinada, y grandes dosis de camaradería y conversación. Todo
ello redunda en la idea de descanso, de merecida recompensa tras un duro
periplo. La viajera encontrará también el amor en brazos de Arwhal, la mejor
tejedora de todas las NEECLIS.[10] Entre otras cosas, este
episodio dignifica y celebra tareas tradicionalmente asignadas a la mujer, como
el tejido o la cocina (véase Philip 1993b: 220), así como una reivindicación de
la carnalidad de la existencia. Así, los aspectos físicos del amor entre La
Viajera y Arwhal refleja la misma relevancia en el texto que sus intercambios
especulativos: “We had shared time and space and bodies – our Silences — with
each other — and how I loved her...” (53).
En este episodio, por último
el Silencio se revela como patrimonio exclusivo de los pueblos oprimidos, como
la palabra lo es de los pueblos opresores. Sin embargo la imposición de la
palabra la ha convertido, en última instancia, en un bien necesario para los
pueblos del Silencio: “Yes, and there’s the rub, my dear, [Arwhal] said, and
gently drew me close and held me – there’s the rub – you need the word – whore
words – to weave your silence.” (53)[11] Esta es la terrible
paradoja de esta Odisea de Silencio: para escribirla, a la autora no le
queda más remedio que servirse de la palabra. Philip inventa un inteligente
recurso para zafarse de esta tiranía: son las elipsis temporales, esos largos
periodos de tiempo que la protagonista pasa encerrada en espacios a los que,
virtualmente, ni el lector ni el lenguaje tienen acceso directo.
Finalmente
dueña de su Silencio, la Viajera ya está preparada para enfrentarse a
Livingstone. Un requisito previo es la visita al Museo del Silencio. Se trata
de una visita también necesaria, porque además de recolectar las preocupaciones
diseminadas a lo largo del texto, contribuye a discernir entre las actitudes
que distintos pueblos han adoptado frente a la imposición de la palabra y al
pretendido robo de su Silencio. En definitiva, alude al hecho de la resistencia. Al tiempo de abandonar
el Museo, La Viajera recapacita: “As I Walked away I remembered the CESLIENS –
they had kept and cherished their Silence – given up the word and kept their
Silence. They were richer for it. None of their silence was on display in the
Musem of Silence” (58). La
inferencia última es que algunos pueblos consiguieron escapar a la esquilmación
cultural y ontológica ocasionada por el proceso colonial europeo.
Tras su accidentada odisea,
no ha de extrañar al lector que, cuando La Viajera se topa por fin con
Livingstone, lo haga en una fecha de resonancias míticas. Su última entrada de
diario, que significativamente es también la séptima, está fechada del
siguiente modo:[12]
THE
FIRST AND LAST DAY OF THE MONTH OF NEW MOONS (OTHERWISE KNOWN AS THE FIRST AND
LAST MONTH) IN THE EIGHTEENTH BILLIONTH YEAR OF OUR WORD, WHICH IS THE SAME AS
THE END OF TIME, WHICH IS THE SAME AS THE FIFTEENTH DAY OF JUNE, NINETEEN
HUNDRED AND EIGHTY SEVEN IN THE YEAR OF OUR LORD. (60)
En principio, esta datación refiere a nuestra
época: 15 de junio, año de Nuestro Señor de 1987. Ahora bien, también se señala
como final de una época (“the end of time”), lo que da una idea clara de la
profunda significación que va a cobrar el encuentro que estamos a punto de
presenciar: dieciocho mil millones de años es ni más ni menos que la edad del
universo (Carey 1991: 21). Por otra parte, se vuelve a aludir al ciclo lunar
como regidor del tiempo primario en que se mueve nuestra Viajera, tiempo del
que, significativamente, este encuentro ocupa el primer y el último día. Puesto
que en un calendario cíclico o circular no existen conceptos tales como primero
y último, este detalle se convierte en otro modo de indicar la extraordinaria
relevancia del evento. El tiempo lunar, por último, se evidencia como un modo
de mesurar el tiempo distinto del calendario judeo-cristiano. Ya habíamos
relacionado el astro lunar tiempo con el universo femenino; ahora, además, un
travieso juego de palabras ideado por Philip subvierte la hegemonía de aquél:
“in the eighteenth billionth year of our word,” donde “word” es parodia,
confrontación, subversión y desafío de “Lord,” su quasi-homónimo.
El
hallazgo de Livingstone es inminente, ya que la recuperación de su propia
subjetividad truncada, epitomizada en el proceso de aprehensión de su propio
Silencio que se ha referido, corre parejo al necesario ajuste de cuentas con
Livingstone, a su vez epítome del sistema cultural-epistemológico europeo y
colonizador. El tono desacralizador y provocativo del encuentro se reflejará ya
en el saludo inicial, cuando La Viajera descubre al explorador en mitad del
camino, rodeado de tres de sus guías:[13] “‘You’re new here, aren’t
you?’ I
said, and didn’t raise my hat – I didn’t have one to raise, and even if I did I
wouldn’t have – raised it” (61).[14]
El histórico encuentro entre dos
personajes que forman parte de la hegemonía europea (Livingstone y Stanley) se
re-escribe, en la conclusión de esta odisea, como el encuentro entre dos
personajes pertenecientes a grupos de signo distinto: un europeo y una
africana. El texto desborda así los límites de lo puramente literario para
acometer una osada reescritura de la historia. Mediante esta estrategia, la
población africana ha dejado de ser un elemento silenciado y anónimo, que se
mueve discretamente en los márgenes del escenario donde tiene lugar la
archirrepetida conversación entre los dos exploradores (“Dr. Livingstone, I
presume?”), y se convierte en lícita protagonista de una Historia que le
concierne directamente.
Livingstone
resulta ser un individuo altivo y engreído, que se complace en la repetición de
sus hazañas. La Viajera se apresura a bajarle los humos confrontando a la de él
su propia hazaña, infinitamente más meritoria:
“You
must have heard of my journeys accross Africa,” he said, “bringing Christianity
and civilization to the natives. The Queen honoured me for that.” ... Then I
spoke, “You’re nothing but a cheat and a liar, Livingstone-I-presume. Without
the African, you couldn’t have done anything – nothing – and what I did, I did
all by myself – no guides, no artificial horizons, no compasses – nothing – not
even the ‘good book’ – just me, me and more me. That is true discovery,
Livingstone-I-presume. No one, but no one had been there before me to visit –
to discover my Silence. And furthermore, while you thought you were discovering
Africa, it was Africa that was discovering you.” (62)
La inversión de términos entre descubridor y
descubierto que leemos en la última acusación de La Viajera constituye una
difuminación sujeto-objeto típicamente posmoderna, pues vuelve a remitirnos a
la disrupción de campos semánticos tradicionalmente definidos y estancos como
los de causa/efecto, original/copia, teoría/práctica, femenino/masculino, etc.[15]
Mientras
saborean el coñac que les sirven los guías de Livingstone, La Viajera relata al
explorador su odisea, y también algunos sueños. En uno de ellos, un caballero
con una apariencia similar a la de Livingstone le tienta con la oferta de su
palabra, la cual ella podría emplear para denunciar todas las injusticias del
mundo. Siempre en el sueño, La Viajera le responde revalorizando su propio
silencio: “It is the only thing I have that is not contaminated. My Silence –
my very own silence” (65).[16]
Con su proverbial necedad,
Livingstone se muestra incapaz de ofrecer a La Viajera una interpretación
coherente de este sueño, aunque se apresura a tildarla sutilmente de estúpida
por su rechazo, puesto que el don de la palabra le hace a uno más poderoso. La
cuestión de la agencia, investigada hasta la saciedad por los teóricos de la
posmodernidad, vuelve a estar presente en la airada respuesta de la
protagonista: “And whose words are you – am I – powerful with?” (65; mi
énfasis). Y así hace acto de presencia el siguiente tema relevante de este
intenso ajuste de cuentas entre la mujer africana y el explorador europeo: el
poder.
Cuando,
acorralado por las preguntas y las acusaciones de La Viajera, el endiosado
Livingstone se decide por fin a dejar de hablar de sus propios descubrimientos
preguntar a La Viajera por los de ella, da muestras de no entender ni valorar
el gran descubrimiento que ésta ha realizado: el Silencio. Ella le recrimina su
tremendo materialismo; lo que él quiere, simplemente, son hechos (facts):
“You
want facts, dates and years – the time down to the last millisecond – don’t
you? and titles of books like TRAVELS WITH MY SILENCE; or MY LIFE WITH THE
CLEENIS, or HOW I BROUGHT THE WORD TO THE CESLIENS... Do you know what a fact
is, Livingstone-I-presume?”
“Yes
– of course.”
“No
you don’t – a fact is whatever anyone, having the power to enforce it, says is
a fact. Power – that is the distinguishing mark of a fact. Fact – Livingstone
discovered Victoria Falls.”
“That
is a fact.” (67)
Entra en juego aquí la
distinción entre “event” y “fact” tal y como la realiza Linda Hutcheon: “a fact
is discourse-defined; an event is not” (Hutcheon 1988: 119). Ahora bien, ¿en manos de quién está la capacidad
para emitir un discurso?
“That,
Livingstone I presume, is a lie, and a fact, because you and your
supporters, your nation of liars, had the power to change a lie into a fact.
Those falls had a name long before you got to them ... yet the ‘fact’ we have
lived with, is that you, Livingstone-I-presume, ‘discovered’ Victoria Falls.
Now if I had the power, I could make ‘Livingstone is a liar and a cheat’ into a
fact.” (68)
En la posmodernidad, el discurso, y por tanto el
poder, ya no es patrimonio exclusivo de unos pocos hombres blancos. La
Viajera le espeta la última frase a Livingstone con absoluta sinceridad, y
también con absoluta impotencia. Sin embargo, en este momento la pluma de
Marlene Nourbese Philip está cargada de ironía, pues precisamente su escritura
es el discurso que la hace poderosa, que le confiere el poder que la hace capaz
de decir en voz alta: “Livingstone is a liar and a cheat,” y de que esta
afirmación se convierta en un hecho.
Tras
volver a recordar al confundido anciano el expolio que cometió en nombre de
Europa con los bienes propios del pueblo africano –expolio simbolizado en la
sustitución del Silencio propio por el silencio de la palabra impuesta–, La
Viajera, por último, se apresta a convencer a Livingstone de la extraordinaria
importancia y calidad del Silencio que ella acaba de (re)descubrir. Para ello le propone dos
adivinanzas: “What is both verb and noun as well as sentence?” (70) y “What
kind of sentence can only be broken, not appealed?” (71). Ambas tienen una respuesta que a Livingstone, a estas alturas de
su intercambio, aún le cuesta encontrar: el Silencio. A La Viajera le interesa
ahora indagar en la calidad del Silencio en tanto que sí mismo, no a partir de
su relación con la palabra:
“Tell
me, Livingstone, do you thing Silence has an inherent meaning – beyond what
words impose... in their absence? ...Well, that’s what I’m interested in – the
possible independence of that Silence – independent of word. Is there a
philosopy, a history, an epistemology of Silence – or is it merely an absence
of word?” (71)
Pero la respuesta de Livingstone es implacable:
para investigar la cualidad del silencio, la mujer necesita la palabra. Y
repite literalmente, con un paternalista añadido, una frase que años antes
pronunciase Arwhal: “But, my child, you need the word for that, and there’s the
rub” (72). La
Viajera no ceja en su empeño: “I want to make the desert of words bloom – with
Silence!” (72)
En
este punto, la palabra vuelve a revelarse como el arma propia de todos los
sistemas de explotación, pues La Viajera la identifica con el sistema
patriarcal que impera en su propia familia: “You remind me of my father – all
word, word and more word – no Silence. It is the coarsest of currencies, you know”
(72). Como Philip señala en uno de sus ensayos, “to use the voice of the Other
... has for the most part realized itself in the oppressor using the voice of
the oppressed, engendered, then supported by the interlocking and exploitative
practices of capitalism, racism, and sexism” (Philip 1993e: 274).
Este es el estado de cosas en la conclusión de
esta Odisea: denuncia del mal uso finisecularmente dado a la palabra;
reivindicación del Silencio como campo semántico aislado, capaz de zafarse a
ese uso. Sin embargo no parece haber modo de escapar a la conclusión de que uno
y otro existen y de que son complementarios, de que incluso se necesitan. Y si
la palabra ha imperado hegemónica durante siglos sin preocuparse de la
existencia del Silencio y obliterando, por tanto, su existencia, a partir de
ahora podremos ser conscientes de que el Silencio existe. Y no sólo existe,
repite una y otra vez este texto, sino que tiene vida propia, una vida en tanto
que sí, al margen de la palabra. En una época posmoderna, ya no se puede
despreciar ninguna realidad.
Si She
Tries Her Tongue la mujer afrospórica interactuó con la palabra hasta
hacerla propia, el gran logro de esta novela posmoderna es la elevación del
Silencio a la misma categoría ontológica que la palabra. El Silencio entendido,
es importante repetirlo una vez más, no como una imposición resultante de
prácticas explotadoras, sino como un bien original, como la riqueza propia del
pueblo africano. Así, significativamente, a medida que la animada conversación
entre el hombre blanco y la mujer negra va decayendo, la presencia conceptual
del Silencio (introducida prácticamente a la fuerza por el empeño de ella y
pese a las reticencias del hombre) pasa a convertirse en una presencia material
entre ellos, un elocuente tercer interlocutor:
(silence)
It grew dark (silence) in the forest (silence) we sat on (silence) he,
Livingstone-I-presume (silence) and I (silence) before the dying (silence)
embers and my Silence (silence) and all around us was Silence (silence)
One hundred years later, there we were
–still sitting before the fire – Livingstone and I and Silence ((74)
El carácter mítico del encuentro se ve subrayado
cuando la mujer rompe el Silencio último en que ambos se han sumido para
preguntarle a Livingstone sobre la hora de su muerte, situada en algún punto
del pasado. Significativamente, en el nuevo estadio de intimidad compartida que
han alcanzado, se dirige a él por su nombre de pila: “What was the last thing
you embraced... before you died –your word or your silence... what was it,
David, Word or Silence?” (74) Esta alusión a la muerte de Livingstone tiene
profundas implicaciones: a nivel textual, es coherente con el tono
trascendental de la peripecia; a nivel hermenéutico, la muerte del colonizador
ha de interpretarse como el fracaso del proyecto colonial europeo, y, por
extensión, del proyecto de la modernidad (Harvey 1989: 27; Bauman 1992: 9).
Pero para comprender mejor el último guiño de Looking for Livingstone
hemos de revisar la visión que Philip tiene de las dicotomías excluyentes:
We
live in a society in which our mode of thinking is one of binary opposition:
the either/or conundrum. My life or your death. My well-being or your lack of
well-being; my wealth or your poverty. Closely tied to this is the concept of
scarcity, real o contrived ... Scarcity, wedded to binary oppositional thought,
results in a deadly combination. (1993 gut issues: 228).
Sólo teniendo en cuenta esta opinión entenderemos
el alcance de la respuesta de Livingstone. Si la misión principal de esta
Odisea es dignificar y celebrar el Silencio en toda su dimensión, al margen de
su carácter complementario respecto de la Palabra, y reivindicándolo como un
sistema autónomo, una vez cumplida esta misión el texto no puede volver a caer
en posicionamientos duales que posibiliten el retorno a posiciones maniqueas.
La respuesta de Livingstone es un guiño elocuente y definitivo en este sentido,
pues impelido a pronunciarse entre la Palabra y el Silencio, el anciano (que en
este momento, puntualmente, adquiere un nuevo carácter de oráculo) trasciende
esta dicotomía y la enriquece con un tercer elemento:
“What
was the last thing – Word or Silence?”
“Why,
I believe it was...”
“Yes,
yes,” I urged him. “What was it?”
“It
was neither word nor silence... but... “
“But
what, David?”
“God!...
yes, now I see... that is what it was... God!” (74)
Las implicaciones de esta trasgresión última
pueden ser infinitas. El sistema epistemológico tradicional de Occidente se ve
violentamente resquebrajado con la introducción de un tercer término
desestabilizador, que, irónicamente, es el propio Dios. Al margen de la ironía,
esta respuesta se entiende como la sugerencia de que la tercera vía, la vía in-between,
o beyond es el camino correcto, a la vista de los errores históricos
cometidos en nombre de las dicotomías. A su vez no distorsiona la coherencia
interna de la narración, pues ya se había hecho alusión al “Native, ramrod,
Scottish Calvinism honed in the cold kirks of the highlands” (72) del personaje
de Livingstone.
El
Silencio de los pueblos africanos –que es lo mismo que decir la identidad, la
subjetividad, la autonomía de los pueblos africanos–, es el gran liberado en
esta intensa operación de redención y desenmascaramiento. Y, con él la mujer afrospórica,
tras este periplo dueña y señora, por fin, de su propia persona. La novela
termina, además, con lo que inequívocamente se lee como un encuentro verdaderamente
humano entre la africana y el explorador, sumido también él en el Silencio.
I
couldn’t see Livingstone now – so black had it grown I reached out my hand
felt the evidence of SILENCE
all around around me original primal alpha and omega and forever through its blackness I touched something warm familiar like my own hand
human something I could not see
in the SILENCE reaching out through the SILENCE of space the SILENCE of time though the silence of SILENCE I touched it his hand
held it his hand and the SILENCE
I surrendered to the SILENCE within (75)
En Looking for Livingstone, An Odyssey of
Silence, la vocación lúdica de la escritura de Marlene Nourbese Philip
cobra forma de apéndice extra-textual. Se trata de la Nota de la Autora
(Author’s Note), un breve epílogo que plantea una interesante interacción entre
la realidad y la ficción, cada una, a su vez, con diferentes niveles. Se
entiende que este texto está firmado por la autora de la novela; no hemos de
confundirla con la autora de los diarios, pues aquí se hace referencia a “The
Traveller” en tercera persona. Despojada de su persona literaria, la autora
señala aquí las fuentes que le han servido de inspiración para escribir esta
Odisea, es decir, la base de su trabajo: se trata de dos volúmenes titulados
“Diary of a Traveller”, que recogen todos los documentos y el material de y
sobre La Viajera, y que se encuentran en depósito en la Bodleian Library de la
Universidad de Oxford. Los dos volúmenes y su contenido están descritos con
todo lujo de detalles, desde el tamaño, color y tipo de encuadernación hasta el
contenido. En cuanto a éste, aquí se encuentran no sólo los diarios y todas los
mapas y anotaciones de La Viajera, sino también material en torno a los mismos
o inspirado por ellos, aparentemente escritos por una tercera persona, que
también se ha cuidado de ordenar cronológicamente y trasladar a nuestro
calendario el original tipo de fechación empleado por ella. El periplo de La
Viajera, en fin, ha sido cuidadosamente analizado y estudiado: se le ha añadido
un índice con un listado alfabético de las áreas y los grupos visitados, un
glosario explicando el significado y la pronunciación de esos nombres, una
descripción antropológica de esos grupos y un largo ensayo sobre el tema del
Silencio. No podría ser de otro modo, dado el lugar donde se han depositado los
volúmenes: la Bodleian Library de Oxford es un emblema singular de la hegemonía
cultural europea, blanca y patriarcal, y paradigma de su finisecular tendencia
a la clasificación y sistematización.
La
ironía alcanza un supremo grado de refinamiento en la conclusión de esta Nota
de la Autora, donde el juego de niveles entre realidad y ficción se dispara, en
un posmoderno juego de réplicas y simulacros donde ya resulta imposible
distinguir lo real de lo ficticio (Baudrillard 1993). Dos voces distintas
entran en conflicto respecto a estos volúmenes: la del bibliotecario jefe de la
Bodleian Library y la de la propia Viajera. El primero, representante del saber
hegemónico y cómplice con la supremacía blanca y patriarcal, sostiene que éstos
son los manuscritos originales y la única copia existente del “Diary of a
Traveller”. Por el contrario, en una nota de la propia Viajera que aparece al
final del volumen II puede leerse sobre la condición de las copias actuales y
el destino del original:
This is but a facsimile of my odyssey into Silence. The original
diaries, including maps of these travels, were given to the CESLIENS for safe
keeping, since they were the only ones who kept their Silence. The exact
location of the diaries is unkown, but I believe the CESLIENS have buried them
in an unmarked spot.[17]
Poco le importa esto al bibliotecario, quien
insiste un tanto descaradamente en su teoría contradiciendo sin ningún
escrúpulo a la propia protagonista y autora del diario. Una breve nota en el
contenedor de la biblioteca que alberga ambos volúmenes señala que “Contrary
to the statement on the last page of Volume II, these volumes comprise the only
and original copy of the Diary of A Traveller. –William Boyd, Chief Archivist
and Librarian”.
Así concluye la novela,[18] con un ingenioso bucle
que vuelve a remitirnos a un estado de cosas regido por la disyuntiva
either/or, y que a su vez la trasgrede. ¿A quién hemos de creer? Mr Boyd sigue
siendo quien ostenta el poder para decidir sobre lo que ha de convertirse o no
en un hecho (“fact”). La suya, además, es, materialmente, la última palabra
–que desgraciadamente se superpone a la de La Viajera. ¡Y le interesa que el
original obre en su poder: enriquece su patrimonio, lo que al cabo es su mayor
ambición! Sin embargo, La Viajera declara haber entregado el original a los
CESLIENS: ha entregado el original, así, al Silencio. Nunca podremos disfrutar
del original; dispondremos eternamente de una copia, simulacro o realidad de segundo
grado. Se trata de un guiño absolutamente posmoderno.
En
última instancia, y aunque nos inclinamos a creer la palabra de La Viajera, en
tanto que es la única persona realmente autorizada a emitir juicios sobre el
tema, ¿es relevante la existencia o inexistencia del original? Puede que no lo
sea, pero la presentación de este conflicto tiene una finalidad: hacernos
plenamente conscientes de que ya no estamos dispuestos a aceptar a pies
juntillas todo lo que se nos ofrece como hechos. Algo hemos aprendido como
lectores de esta Odisea: que sólo las personas con verdadero conocimiento de
causa, al margen de su pertenencia o no al grupo hegemónico, tienen derecho a
hablar, y a que su voz se escuche. O a guardar Silencio, y que su Silencio sea
respetado.
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[1] En la
misma entrevista leemos sobre la obra en estudio que se trata de “a narrative
in poetry and prose” (p. 17).
[2]
Recordemos que Linda Hutcheon señala como temática principal e hilo conductor
de su estudio A Poetics of Postmodernism “the problematizing of history
by postmodernism” (xii), problematización que es, a su vez, el principal
objetivo del texto en estudio.
[3] En lo sucesivo, los números de página entre paréntesis sin ninguna otra indicación refieren a Philip 1991.
[4] La simetría también se da dentro del propio eje axial, pues el conjunto de textos que lo constituye se abre y se cierra con los sendos fragmentos de conversación entre Stanley y Livingstone.
[5] Todos los nombres de comunidades africanas que encontrará la Viajera serán anagramas del término “silence”.
[6] El esquema de poder representado por la mujer más anciana y la más joven de la tribu es recurrente en la producción de Philip. También se alude a él en la escena que cierra She Tries Her Tongue, Her Silence Softly Breaks.
[8] El texto indica que este nombre se pronuncia “wonce.” Así pronunciado, este nombre remite al adverbio “once,” que sugiere a la vez un carácter único y una cualidad ancestral. Por otra parte, las letras “Ohnce” son el anagrama del término castellano “noche”: la noche, como la piel africana, es oscura. Este nombre puede entenderse, por tanto, como una sublimación poética de la africanidad de esta anciana. Este recurso a otras lenguas europeas aparece también en Philip 1993: 36-41.
[9] Según esta definición, parece tratarse de una tierra poblada
exclusivamente por mujeres. A esto se añade que el texto no ofrece ninguna
alusión a hipotéticos pobladores masculinos. Podemos concluir por tanto que el
alcance feminista de la novela se depura a medida que ésta progresa.
[10]Leído a la inversa, el nombre Arwhal se convierte en “Laura”.
Recordemos que éste es el nombre de la mujer a quien Petrarca dedicó algunos de
los sonetos de amor más hermosos de la historia de la literatura occidental, a
la vez un excelso exponente del concepto de amor platónico. La vocación
subversiva del texto vuelve a ponerse de manifiesto, atentando por un lado
contra el canon de la literatura occidental y poniendo en entredicho por
extensión toda la actitud de la civilización judeo-cristiana hacia la mujer y
hacia el cuerpo. En cuanto a la mujer, al presentarnos en la figura de la amada
Arwhal a una mujer extremadamente compacta física y psicológicamente, y, por
tanto, radicalmente opuesta al prototipo petrarquiano, el texto de Philip (como
toda su escritura) consigue reivindicar y subrayar tanto la subjetividad
femenina como su autonomía respecto del hombre y de los cánones femeninos por
él estipulados.
[11] Nótese el juego intertextual y paródico con Hamlet, que se repetirá más adelante: “Words, words, words!”
[12] Esta entrada sería la octava, y no la séptima, si tuviésemos en cuenta la entrada escrita sobre el lomo de un camello que aparece entre los textos centrales de la novela. Sin embargo, hay varias razones que mueven a su no inclusión: su carácter onírico; su disposición, formando parte de ese grupo de textos que constituye el eje axial y que, por su variedad y tono, se tornan un complemento del viaje, y no el viaje en sí mismo; y, por último, el hecho de que no esté fechada como todas las demás entradas (consecuencia, en realidad, de las dos razones anteriores).
[13] No es casual que el texto cite los nombres de los tres, Susi, Chuma y
Gardener: esto supone un modo de alterar la tradicional representación de los
guías africanos de los exploradores europeos como parte indiscriminada de una
masa anónima (y a menudo menospreciada) para pasar a verse reflejados, en este
texto transgresor de los tradicionales patrones eurocéntricos, como lo que son,
seres humanos individuales y completos y,
por tanto, con nombres.
[14] Este saludo, a su vez, contribuye a la cohesión interna de la narración, pues hemos de recordar que La Viajera respondió de este modo la última de las tres preguntas que le planteasen los SCENILE. Esta pregunta indagaba sobre cuáles habrían sido las primeras palabras que Stanley dirigió a Livingstone cuando por fin dio con él en el corazón de África.
[15] Una idea distinta pero estrechamente relacionada con ésta se expresa unas páginas más adelante, cuando La Viajera responde así a la remembranza de Livingstone de que a causa de sus descubrimientos y su tarea civilizadora le llamaban “el enemigo de la oscuridad”: “It would take too long to explain, Livingstone, but let’s say that the darkness wasn’t all out there – in the ‘dark continent.’ You and your kind carried your own dark continents within them” (66). El pasaje nos recuerda, con una variación, la tesis que da lugar a las reflexiones de Edward Said, a saber, que el europeo convirtió los territorios colonizados en el repositorio de todos los valores negativos que no quería asumir para sí mismo (Said 1978). Said se circunscribe al oriente asiático, pero la reflexión puede hacerse extensiva a la totalidad de los territorios colonizados.
[16] Esta escena tiene lugar un atardecer, frente a la silueta de los rascacielos de una ciudad tras la que se pone el sol: una versión personal y actualizada del episodio bíblico de la tentación de Jesús en el desierto. Es una imagen recurrente en la escritura de Philip. Aparece también, por ejemplo, en “Conversations Across Borders” (1993: 267).
[17] Probablemente para incidir en la diferencia de niveles narrativos, la Nota del Autor no ofrece solución de continuidad respecto a la paginación del resto de la novela.
[18] De hecho, aparece una última Nota Sobre el Texto (“Note on the Text”), pero esta vez su pertenencia a un nivel extra-textual no presenta dudas. Se trata de una alusión al libro Livingstone, de Tim Jeal (Londres: Heinemann, 1973), de donde la autora afirma haber extraído datos sobre la vida y obra de David Livingstone.
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