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Experiencias de violencia física ejercida por la pareja en las mujeres en reclusión

  • Autores: Ana Durand-Smith, Eduardo Colmenares Bermúdez, Martha Romero Mendoza, Eva María Rodríguez Ruiz, Gabriela Saldívar Hernández
  • Localización: Salud mental, ISSN 0185-3325, Vol. 29, Nº. 2, 2006, págs. 59-67
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      La violencia contra la mujer es un problema que se vive cotidianamente y se manifiesta de diversas formas, es decir física, sexual y emocionalmente y puede presentarse tanto a nivel público como privado. Este tema se ha considerado mundialmente como prioritario porque impide el desarrollo de la mujer en todas las áreas. Se ha reconocido que tal violencia impide el logro de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, viola y menoscaba o impide su disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

      Un informe reciente de la Escuela de Salud Pública de John Hopkins y del Centro para la Salud y la Equidad de Género, señala que al menos una de cada tres mujeres ha sufrido maltrato físico, se ha visto coaccionada a tener relaciones sexuales o ha sido objeto de algún abuso en su vida.

      Tanto en México como en otros países las conductas violentas se han considerado como "naturales" respecto al trato a las mujeres aunque las normas aceptadas y la cotidianeidad las han mantenido ocultas. Sin embargo las encuestas epidemiológicas muestran cifras que dan cuenta de la magnitud del problema lo que ha propiciado que hoy se le vea como un problema grave de salud. Por lo anterior abordar el tema de la violencia intrafamiliar lleva necesariamente a considerar un aspecto cultural muy característico: el hecho cuestionable de referir su existencia sólo al ámbito de lo privado. Se considera que lo que sucede dentro de las paredes de la casa es asunto íntimo y los de fuera no tienen por qué enterarse ni mucho menos intervenir. Lo mismo sucede cuando se habla de la violencia que viven las mujeres que se encuentran en reclusión ya que con frecuencia siguen soportando violencia o abusos tanto al recibir la visita íntima, como por parte de las compañeras, o por la violencia institucional y nadie parece querer intervenir.

      Las mujeres en un ambiente penitenciario concebido esencialmente para hombres, ocupan una posición secundaria y se ven marginadas con respecto a las actividades laborales, culturales, deportivas y recreativas programadas, y esto en parte se debe a que se asume que la población de prisión es mayoritariamente masculina (Informes de 1990 a 1994).

      Como lo señala Barquín, en su mayor parte las mujeres en reclusión sufrieron la violencia de sus padres o fueron testigos de ésta al ver que su madre era maltratada, por lo tanto se habituaron a este tipo de conductas y las asumen con mayor permisividad. Esto no significa que tales experiencias puedan considerarse como la causa de que la mujer cometa algún delito o que sean directamente el motivo de su ingreso al sistema penal. El ciclo de la violencia que se inicia en la familia se perpetúa en el matrimonio, y pareciera completarse en los reclusorios, para recomenzar cuando las reclusas salen de prisión. La privación de la libertad por estar en prisión, como los abusos que ocurren en su interior, parecen ser un eslabón más de la cadena de múltiples violencias que constituyen la trayectoria de una parte de esta población.

      Human Rights Watch es una organización que ha realizado investigaciones especializadas en prisiones desde 1987, y en su informe de 1988 señala que, por ejemplo, las cárceles de Venezuela albergaban a una población reclusa de 25381 presos en total, de los cuales 4% eran mujeres y constituían el 4.5% de la población carcelaria.

      Esta fuente también informa que los delitos relacionados con las drogas originaron un crecimiento de 55% de la población de reclusas. En Estados Unidos el porcentaje de mujeres recluídas en 1991 en cárceles estatales por delitos violentos fue de 32,2%; la mayoría estaba presa por delitos no violentos. Se señala que la mayoría de las mujeres en prisión sentenciadas por el asesinato de alguien cercano, habían cometido el delito porque eran objeto de malos tratos. De las mujeres en las cárceles de los Estados Unidos, 85% han sido víctimas de malos tratos o de abusos sexuales en algún momento de sus vidas. Así la violencia contra la mujer debería convertirse en tema importante para las autoridades ya que es uno de los problemas más visibles que expresa la situación real de las condiciones de vida en los centros penitenciarios.

      Dada la importancia de la práctica de la violencia en contra de las mujeres en general y la ausencia de indicadores estadísticos sobre el tema de las mujeres en prisión en particular, el objetivo del presente trabajo fue describir los tipos de violencia física ejercida por sus parejas, que manifestaron 213 mujeres entrevistadas en un Centro Preventivo y un Centro de Readaptación Social, con el fin de dar cuenta de la problemática y proponer estrategias de intervención. Se trata de una muestra no probabilística de 213 mujeres, seleccionada por conveniencia.

      Se utilizó un instrumento diseñado ex profeso el cual consta de una entrevista semiestructurada con 242 preguntas, que abarca las siguientes 23 áreas de la vida de las mujeres entrevistadas: datos demográficos, historia escolar, familia actual, familia de origen, situación legal, antecedentes de reclusiones previas, experiencias laborales, redes sociales, depresión, riesgo de suicidio, trastorno de angustia, variables de consumo de alcohol, medición del consumo de alcohol, variables para medir uso de drogas médicas y no médicas, escala de motivos para el consumo, barreras a tratamiento, relaciones íntimas y sexualidad, abuso sexual, violencia/victimización, violencia delictiva, estrés postraumático, ambiente de cárcel, salud general y estilos de vida e impulsividad.

      Las características demográficas más importantes de las mujeres se encuentran en el grupo de 28 a 40 años (45.5%); en cuanto a escolaridad las mujeres tienen una educación de seis años o menos (41.3%), secundaria (36.2%), preparatoria o técnica (16.4%); el estado civil prevaleciente es el de soltera (48.6%), en unión libre (21.6%) y 50.7% tienen hijos menores de 18 años.

      De las 213 mujeres entrevistadas, 161 señalaron haber sufrido violencia por parte de su pareja. Respecto al número de actos violentos de que habían sido objeto, en rango de 1 a 5 fue el 29.2% (cuadro 2), de 6 a 10, 23.4% y de 11 a 17, el 23.4% Las estadísticas presentadas en este artículo, tomadas de diferentes investigaciones sobre violencia familiar, muestran solamente una pequeña parte de toda la violencia que se produce en las familias y los resultados de esta investigación señalan que se da con más frecuencia en el grupo de las mujeres en reclusión.

      La prisión puede reflejar un ejercicio del sistema que se transforma en una función marginalizadora, ya que ahí se encuentran las mujeres más pobres de las clases menos favorecidas, y con un bajo nivel educativo. Como lo señaló Lima en 1998, la estigmatización de la mujer en prisión es doble, ya que en primer lugar sufre como mujer y en segundo como delincuente; por pertenecer no sólo a un grupo desfavorecido en todos los aspectos sociales, sino también al grupo que ha violado la clásica imagen de la mujer impuesta por la sociedad, y por ello debe ser recriminada severamente, olvidando la violencia y los abusos que le ha tocado vivir.

    • English

      Violence against women is an everyday problem which is expressed in various ways, whether physically, sexually or emotionally, and it may occur at either public or private level. The subject of violence against women has been regarded as a worldwide priority, since it obstructs every area of women's development. Society has acknowledged the fact that this violence "prevents the achievement of the objectives of equality, development and peace and that it violates, reduces or prevents (women's) enjoyment of human rights and fundamental liberties.

      A recent report by the Johns Hopkins School of Public Health and the Center for Health and Gender Equity shows that at least one out of every three women has been physically mistreated, forced to engage in sexual relations or suffered some type of abuse in the course of their lives.

      In Mexico as in other countries, violent behavior has been regarded as "natural" in relation to the way how to treat women; norms and everyday life have kept it hidden. Epidemiological surveys, however, show figures that reflect the scope of the problem, which in turn has meant that it is now considered as a serious health problem. Consequently, approaching the issue of intra-familial violence compels one to consider a characteristic cultural aspect: the questionable fact of referring to its existence solely within the private sphere. It is felt that what goes on inside a home is an intimate affair and that outsiders should not be aware of this, far less intervene. The same happens when one discusses the violence experienced by women living in prison, since they often continue to experience violence or abuse when they receive their conjugal visits; or else at the hands of other prisoners or from the institute itself and no-one seems willing to intervene.

      Women living in a penitentiary environment designed essentially for men, occupy a secondary position and are marginalized as regards planned work, cultural, sports, and recreational programs, partly due to the fact that the prison population is thought to be primarily male (1990 to 1994 reports).

      As Barquín notes, most women in prison experienced violence from their parents or witnessed their mothers being mistreated, and therefore became used to this type of behavior and more tolerant of it. This does not mean that these experiences should be regarded as the reason why women commit a crime or the main cause why they were admitted to the penal system. The cycle of violence that begins in the family is perpetuated in marriage and would appear to be completed in prisons, recommencing when women are released from prison. Being deprived of freedom as a result of imprisonment, together with the abuse that take place in jail appear to be a further link in the chain of multiple types of violence which constitute the path for some part of this population.

      Human Rights Watch is an organization that has undertaken specialized research in prisons since 1987 and in its 1988 report points out that Venezuelan prisons housed a total population of 25381 individuals, 4% of which were women.

      This same source reported that drug-related crimes led to a 55% increase in the jail population. In 1991, the percentage of female prisoners held in US state prisons for violent crimes was 32.2%, although that the majority had been imprisoned for non-violent crimes. Donzinger points out that the majority of women prisoners that had been sentenced for the murder of someone close to them had been victims of mistreatment or sexual abuse at some time in their lives, and thus violence against women should become an important issue for the authorities, as it is one of the most outstanding problems that reflects the current situation of the living conditions in prison centers.

      Given the importance that has violence against women in general, and the lack of statistical indicators on the issue of women in prison, the main objective of this paper was to describe the types of physical violence exercised by the partners of 213 women, interviewed at a Preventive Center and at Social Re-adaptation Center, in order to determine the scope of the problem and to propose intervention strategies. A non-probabilistic sample of 213 women, selected for reasons of convenience, was used.

      A specially designed instrument was used, consisting of a semi-structured interview with 242 questions, covering the following areas of the lives of the women interviewed: demographic data, school history, current family, family of origin, legal status, previous history of imprisonment, work experience, social networks depression, suicide risk, anguish, alcohol consumption variables, alcohol consumption measurement, variables for measuring the use of medical and non-medical drugs, scale of motives for consumption, treatment barriers, intimate relationships and sexuality, sexual abuse, violence/victimization, criminal violence, post-traumatic stress, prison environment, general health, and life styles and impulsiveness.

      The most important demographic characteristics of women found were: most were in the group aged from 28 to 40 year (45.5%), had six years or less of schooling (41.3%), secondary school (36.2%) and high school or technical college (16.4%) and were single (48.6%) or living with their partners (21.6%) while 50.7% had children under the age of 18.

      Of the 213 women interviewed, only 161 reported having suffered violence at the hands of their partners; 29.2% had experienced 1 to 5 acts, 23.4% had experienced 6 to 10, and 23.4% had been the object of 11 to 17 acts of violence.

      Statistics presented in this article in various research studies on family violence in most countries only show a small part of all the violence produced in families, and the results found in this research show that violence is higher among the group of female prisoners.

      One should not forget that prison reflects an exercise of the system that performs a marginalizing function, as it includes the poorest women from the most disadvantaged sectors, with low educational level. As Lima suggests, women are doubly stigmatized in prison, as they suffer first as women and second as criminals, not only because they belong to an underprivileged group in every social aspect, but because they belong to the group that has violated the classic image of women imposed by society, a fact for which they are severely punished, while the violence and abuse they have suffered is ignored


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