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En torno al «Diccionario de las religiones» de Poupard I. P r esen ta ción Hoy suele aceptarse, sin demasiadas voces discordantes, que las religio­ nes se encuentran en crisis en nuestra sociedad secularizada. Particular­ mente en lo que se refiere a sus estructuras socioculturales externas. A pesar de ello, y paradójicamente, el hecho religioso, en sí mismo considera­ do, vuelve a ocupar un lugar privilegiado en la cultura contemporánea. Pasado el tiempo de los análisis excesivamente ideologizados y de cier­ tos reduccionismos positivistas indebidos, acríticos, el fenómeno religioso recobra nuevo realce en la actualidad. No sólo la teología y la filosofía se ocupan del mismo. Son las mismas Ciencias positivas —que no hace mucho tiempo actuaron como «hijas rebeldes» frente a cierto imperialismo filosó- fico-teológico incorrecto— las que retornan a considerarlo con interés y a situarlo como objeto importante de su estudio, desde las más diversas pers­ pectivas. Los motivos de esta nueva situación son múltiples y variados. Podría­ mos subrayar algunos de ellos: el encuentro cultural entre patrimonios religiosos de la antigüedad; la persistencia de lo sagrado en nuestra cultura secularizada, a pesar de los pronósticos de grandes pensadores, particular­ mente sociólogos y psicólogos (Comte, Marx, Freud...); el resurgir de las Ciencias positivas con más apropiada metodología; la recuperación del sen­ tido crítico por parte de estos saberes positivos, superando el reduccionis- mo de su primera época... Todo ello ha provocado, en gran parte, la vuelta a la pregunta por el sentido del hecho religioso... Aunque todo ello revele, en lo profundo, la verdad expresada por los grandes autores de estos te­ mas: «el hombre no es posible sin lo sagrado»... Al final de esta andadura difícil, apunta de nuevo el homo religiosus de siempre, capaz de interpelar­ se por lo que le afecta en lo más profundo de su ser... A la época de «odium Dei», diremos con Ortega, de gran fuga lejos de lo divino, en que esta enorme montaña de Dios casi llega a desaparecer del horizonte... suce­ den sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa

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