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LA DEVOCIÓN CONFRATERNAL DE LA VERACRUZ A la memoria del P. Jesús Morras Ros, CMF, por el método del viacrucis que me enseñó en aquella Aranda de Duero. El abordaje, a guisa de liminar en este paisaje histórico confra- ternal de la Veracruz, de la piedad hacia la misma in genere, la devo­ ción de la cruz en el título del drama de Calderón, tan maltratado por la crítica, incluso literaria, precisamente por la densidad de su sentimiento católico, si no le constriñéramos dentro de unos límites arguméntales y de óptica, exigiría el tratamiento de toda la teología y la historia del cristianismo tout court. No exageraba San Pablo cuando definía sin más el cristianismo por sus desposorios con la divina locura de la cruz. Y no puede ser más nítida la expresión de su prefacio propio: qui salutem humani generis in ligno crucis constituisti. Ahora bien, tanto la imposibilidad como la falta de justificación de ese desbordamiento, por una parte, y por otra la vastedad del tema aun dentro de unas fronteras específicas, de cualesquiera, van a exigirnos actuar un tanto mediante calas representativas de ciertos tiempos y épocas, aun a trueque de dar una sensación de falta de sistema e incluso ensayismo, lo cual, desde luego, no nos propone­ mos y trataremos de evitar en cuanto nos sea hacedero. Y conste que si, de un lado, ante este océano de esplendores cofradieros que es toda Sevilla, densa de historia mas felizmente viviente, traer a colación orígenes, precedentes y paralelos remotos y lejanos casi siempre, nos deja algún escrúpulo de duda en torno a la legitimidad de nuestra presencia en este foro; de otro, pese a la sobreabundancia de lo que ante los ojos tenemos, al igual para su

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