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Revista signos

versión On-line ISSN 0718-0934

Rev. signos v.34 n.49-50 Valparaíso  2001

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09342001004900009 

Revista Signos 34(49-50), 127-138

LINGÜISTICA

El procesamiento de anáforas en base al estudio de los potenciales cerebrales

 

Luis Martínez Jiménez*

Universidad de Chile

Chile

Dirección para correspondencia


RESUMEN

Se presenta una revisión de hallazgos esenciales sobre el procesamiento de las anáforas y algunas interrogantes sobre el tema surgidas en la psicología cognitiva y en la psicolingüística experimental. Se plantea también la necesidad de incorporar tales cuestionamientos en el ámbito de una aproximación neurofisiológica. Este último enfoque estudia el lenguaje y otros procesos cognitivos mediante el uso de técnicas experimentales, como la medición de las respuestas de potenciales cerebrales, que permiten determinar los procesos neurofisiológicos subyacentes. De acuerdo con lo anterior, el propósito fundamental es desarrollar la idea de que el estudio del procesamiento del discurso en general, y de las anáforas en particular, desde una perspectiva neurofisiológica permitiría poner a prueba las distintas posiciones teóricas sobre estos temas y, en última instancia, iniciar el camino para la formulación de modelos sobre la base neuropsicolingüística del discurso y de la anáfora.


ABSTRACT

A revisión is presented that addresses essential findings on anaphoric processing and some questions arisen in cognitive psychology and experimental psycholinguistics. The need of including such issues in a neurophysiological approach is also stated. This approach studies language and other cognitive processes through the use of experimental tecniques such as the measurement of event-related brain potential underlying specific tasks. According to the above, the aim of this paper is to discuss the idea that a neurophysiological approach to discourse and the anaphora could provide new insights into theoretical positions on the topic and be the basis from which to propose neuropsycholinguistic models of discourse and anaphora.


 

1. La naturaleza cognitiva de la anáfora

Los hablantes disponen de variados recursos para procesar discursos coherentes. Uno de estos mecanismos es la anáfora. Literalmente, anáfora significa "vuelta atrás". Existen variadas definiciones de anáfora dependiendo de la perspectiva que se adopte. Desde una perspectiva lingüística se la define como una relación entre dos elementos lingüísticos, en la cual la interpretación de uno -el anáforo- depende de la interpretación del otro -el antecedente- (Wang, 2000). Desde un perspectiva psicolingüística la anáfora es concebida en forma diferente. No se suele aceptar la idea de que en la anáfora haya una relación entre un anáforo y un antecedente presente en el discurso previo, sino más bien entre un anáforo y la representación mental del antecedente incluido en el modelo mental de la situación referida en el discurso (Whitney, 1998; Gargham, 1999).

Al interior de la psicolingüística existen, a su vez, distintas concepciones de la anáfora, aunque todas interrelacionadas. Por un lado, se señala que la anáfora es un tipo de inferencia puente (Eysenk y Keane, 1995). En el modelo construccionista de Graesser, Singer y Trabasso (1994) se plantea que las inferencias anafóricas -referenciales las llaman ellos- se producen en tiempo real. Por otro lado, en el modelo de construcción de estructuras (Gernsbacher, 1997) se señala que la anáfora es uno de los procesos fundamentales en la elaboración de estructuras o representaciones mentales durante la comprensión. En tal proceso el sujeto que comprende desarrolla estructuras mentales pareando la nueva información que es coherente o relacionada con información previa. Las relaciones anafóricas funcionan como señales o instrucciones para parear la información entrante y la previa en la formación de tales estructuras o subestructuras mentales. Finalmente, desde la perspectiva de los modelos mentales la anáfora es concebida como una relación entre una expresión en el discurso y la representación de otra unidad del mismo incluida en un modelo mental elaborado por el sujeto a medida que procesa el discurso (Cornish, 1999; Gargham, 1999). De acuerdo con una sugerencia de Cornish (1999) en esta última perspectiva, la anáfora es una unidad del discurso1. A modo de síntesis se puede señalar que en todos estos planteamientos está presente la idea de que la anáfora es esencial en el procesamiento del discurso en la medida que contribuye a la coherencia del mismo.

Investigaciones experimentales sobre la anáfora han aportado evidencia muy importante. Estos hallazgos han surgido del uso de técnicas como la medición de tiempos de reacción y la medición de movimientos oculares (Garrod y Sanford, 1999). Entre otras cosas, se ha demostrado que a mayor distancia anafórica, es decir, ante la presencia de uno o más enunciados intervinientes entre el enunciado que incluye el anáforo y el enunciado que incluye el antecedente se requiere más tiempo para realizar la relación. Lo anterior ocurre especialmente cuando el anáforo es un pronombre. No obstante, también existen pruebas de que el efecto se neutraliza cuando se recurre al conocimiento del mundo, tal como sucede cuando el antecedente se mantiene en el foco del discurso, es decir, cuando se lo menciona reiteradamente en la posición sujeto (Harley, 1995; Carreiras, 1999; Gargham, 1999). En términos temporales, existe evidencia de que la resolución anafórica, proceso mediante el cual se relaciona un anáforo con la representación del antecedente incluida en la representación del discurso o modelo mental, es muy rápida. Dura unos pocos milisegundos, concretamente entre 100-150 ms (Garrod y Sanford, 1999). En otras palabras, la resolución anafórica es un proceso psicolingüístico efectivo.

En los últimos años ha surgido el interés por indagar en la base neurofisiológica de los procesos lingüísticos mediante el uso de técnicas recientes de medición de la actividad cerebral durante la realización de diversas tareas. Una de estas técnicas es la medición de respuestas de potenciales cerebrales (Kutas y van Petten, 1994). El alcance posible de esta técnica es doble. Por un lado, permite corroborar evidencia obtenida en la psicolingüística sobre el procesamiento en tiempo real de los distintos aspectos del lenguaje. Por otro, permite identificar la existencia de marcadores electrofisiológicos correspondientes a los distintos aspectos del procesamiento del lenguaje. Se puede agregar un tercer propósito posible: la formulación de modelos sobre la base biológica del lenguaje de los distintos procesos y microprocesos cognitivos en la medida que se puedan identificar los sistemas neuronales que producen tal actividad eléctrica en el cerebro (cfr. Kutas y van Petten, 1994).

Los propósitos anteriores son absolutamente proyectables al estudio del procesamiento del discurso. Existe alguna evidencia sobre la presencia de marcadores electrofisiológicos en el procesamiento del discurso (Van Berkum, Hagoort y Brown, 1999; Streb, Rösler y Henninghaussen, 1999). Sin embargo, es necesario indagar más en este terreno.

De acuerdo con lo anterior, en este trabajo se revisarán algunos aspectos esenciales derivados del estudio experimental sobre la anáfora y algunas interrogantes surgidas recientemente sobre el problema (Sanford y Garrod, 1999; Gargham, 1999) y se plantea la necesidad de incorporar tales cuestionamientos en el ámbito de la aproximación neurofisiológica dentro de la psicolingüística (Kutas y van Petten, 1994). Precisamente, el estudio del procesamiento del discurso desde esta última perspectiva permitiría poner a prueba las distintas posiciones sobre la anáfora surgidas en la psicolingüística de los tiempos de reacción y otras técnicas y, en última instancia, iniciar el camino hacia la formulación de modelos sobre la base neuropsicolingüística del discurso en general y de la anáfora en particular.

2. Procesamiento anafórico de arriba-abajo y procesamiento anafórico de abajo-arriba

Como se señaló en el punto anterior la aproximación a la anáfora se puede realizar desde un punto de vista lingüístico y desde un punto de vista psicolingüístico. Desde ambas perspectivas se han derivado variadas tipologías.

Desde un punto de vista lingüístico existen diversas clasificaciones. Huang (2000) distingue cuatro grandes tipos con sus correspondientes subtipos. La clasificación de este autor es muy similar a la de Mederos (1988). Ambos son muy fieles a Halliday y Hadan (1996). Mederos (1988), en la aproximación más acabada sobre el tema en español, distingue tres grupos de anáforas: anáforas mediante proformas, anáforas mediante sintagma nominal definido y anáfora mediante elipsis. En el primer tipo encontramos relaciones entre un antecedente y un anafórico representado por pronombres personales, posesivos, demostrativos y otros elementos. En algunos casos el antecedente puede estar incluido en un SN (sintagma nominal), como en "Pedro es grande. Él es deportista". Otras veces, el antecedente puede ser un SN incluido, por ejemplo, en un SV (sintagma verbal), como en "Pedro sacó a pasear el perro. Lo llevó al parque". En el segundo grupo tenemos la relación entre un antecedente correspondiente a un SN y un anáforo representado por una repetición del antecedente o mediante un sinónimo o hiperónimo. En el tercer tipo encontramos una omisión de algún componente del sintagma verbal incluido en la segunda oración cuya interpretación requiere de la presencia de otro elemento dentro de una oración previa. En "Pedro admira a la actriz que ganó el Oscar este año; José también..." tenemos correferencialidad, mientras que en "Pedro admira a su vecina; José también..." no.

Dado que existen muchas posibilidades de relaciones anafóricas resulta necesaria una simplificación del estado de cosas. Se sugiere la distinción entre anáforas correferenciales y anáforas no correferenciales. En las anáforas correferenciales el antecedente y el anáforo refieren a la misma entidad en el mundo real. Es el caso de "Mi hermano vive en Moscú. Él está casado con una polaca". En las anáforas no correferenciales el antecedente y el anáforo no refieren a la misma entidad en el mundo real. "Mi hermano compró un auto. Mi tío también compró uno". La no correferencialidad suele darse a nivel de sintagmas nominales incluidos en sintagmas verbales.

En el ámbito psicolingüístico se suele usar el término "referencia anafórica" para los casos de correferencialidad (Gernsbacher, 1997; Sanford y Garrod, 1999). Muchos autores incluso reservan la expresión "relación anafórica" para aquellas instancias donde sólo están involucrados sintagmas nominales y pronombres (Sanford y Garrod, 1999).

Dentro de la psicolingüística se han propuesto varias tipologías de anáforas (Carreiras, 1999; Gargham, 1999). En términos cognitivos, existe una gran cantidad de factores que afectan el procesamiento de la información, tales como el conocimiento lingüístico y el conocimiento general del mundo (véase más adelante). El procesamiento de las anáforas no es una excepción. Una clasificación de anáforas útil debe considerar el recurso a los factores lingüísticos y/o al conocimiento del mundo durante la resolución anafórica en la mente. En esta línea, una clasificación de anáforas sencilla y operacional es ofrecida por Dopkins y Nordlie (1995). Estos autores distinguen dos grandes tipos de procesamiento anafórico: anáforas procesadas de arriba-abajo (top-down) y anáforas procesadas de abajo-arriba (bottom-up).

En el procesamiento anafórico de arriba-abajo el antecedente de un anáforo se identifica en base al hecho de que la entidad que éste denota ha sido mencionado en el discurso previo o contexto en que se produce el anáforo. En términos de la teoría de los modelos mentales se podría decir que el anáforo busca su antecedente en la representación del discurso que se ha formado previamente hasta la aparición del anáforo (Carreiras, 1999; Gargham, 1999).

La resolución anafórica de arriba-abajo puede implicar que el sujeto realice procedimientos heurísticos, es decir, se base en expectativas que pueden incluso ser imprecisas. Entre estos procedimientos tenemos el uso de la estrategia de la función paralela, en la cual se tiende a emparejar un antecedente y un anáforo que comparten el mismo rol gramatical. Otro procedimiento es la consideración de la causalidad en el verbo. En el siguiente ejemplo: "Tomás vendió su auto a Boris debido a que él..." la causalidad se atribuye al sujeto, mientras que en "Tomás se enojó con Boris debido a que él..." la causalidad se atribuye al objeto. Por último, tenemos, la consideración del foco en el discurso. Existe evidencia de que la resolución anafórica es más rápida cuando el antecedente se mantiene en el foco del discurso. Recordemos que el foco del discurso corresponde a una representación de la información tópica o crucial en el discurso previo (Dopkins y Nordlie, 1995; véase Garrod y Sanford, 1994; Carreiras, 1999, y Gargham, 1999, para una descripción y ejemplificación de los procedimientos señalados). Lo anterior estaría relacionado con la idea de que el sujeto se orienta a una interpretación en forma inmediata una vez que aparece el estímulo en cuestión (i.e. el anáforo) (Sanford y Garrod, 1999). Otras veces, se recurre a procedimientos de tipo algorítmico, tales como el recurso a reglas sintácticas sólidas y rápidas (Dopkins y Nordlie, 1995).

En el procesamiento anafórico de abajo-arriba, la resolución no se realiza en base a expectativas sino en base a una búsqueda que empieza después que aparece la anáfora. El antecedente se mantiene en la memoria de trabajo hasta que aparece el anáforo y se establece la relación de acuerdo, por ejemplo, con rasgos semánticos compartidos (concordancia de género), similitud fonológica o factores de memoria semántica (distinción entre hipónimos e hiperónimos) (Dopkins y Nordlie, 1995).

3. Procesamiento anafórico:¿Resolución inmediata o resolución en niveles de procesamiento?

En el ámbito del estudio del procesamiento del lenguaje y del discurso existen diversas tendencias. Sin embargo, es posible agruparlas en dos fundamentales. Durante mucho tiempo ha primado la idea de que el procesamiento del lenguaje y del discurso se realiza en distintos niveles de representación. Algunos de los modelos basados en la existencia de los niveles se adhieren a la idea de que el procesamiento es inicialmente de abajo-arriba, desde un nivel lingüístico, pasando por uno proposicional hasta un nivel en el cual se activa un modelo de situación sobre lo que trata el discurso (Kintsch, 1994; Fletcher, 1994). En el procesamiento de abajo-arriba el conocimiento previo es importante, pero se activa en las etapas posteriores. Otros modelos enfatizan la interrelación entre la información incluida en el input lingüístico y el conocimiento previo (Magliano, Zwaan y Graesser, 1999). En el marco de esta interrelación, los sujetos elaboran un modelo de situación sobre el discurso, pero esta representación se actualiza en forma permanente desde el momento mismo en que éste se empieza a procesar.

Una segunda gran tendencia señala que desde el inicio del procesamiento los sujetos recurren al conocimiento del mundo. El procesamiento del discurso está guiado, entonces, fundamentalmente por procedimientos de arriba-abajo. El procesamiento del discurso no consistiría esencialmente en la construcción de diferentes niveles de representación y en el fuerte recurso a la memoria de trabajo. Más bien, consistiría en un procesamiento realizado incrementalmente. En otras palabras, cuando se procesa una palabra durante la producción/comprensión del discurso su interpretación empieza en el momento mismo en que ésta aparece y así sucesivamente con cada palabra que venga a continuación. Dos conceptos son importantes aquí: la inmediatez y la integración. El sujeto interpreta una palabra u oración tan pronto ésta aparece en el discurso incluso a riesgo de equivocarse. A la vez, sin negar la posibilidad del procesamiento en niveles, la información se integra posteriormente. Los niveles están presentes, aunque minimizados en esta aproximación (Garrod y Sanford, 1999). Una prueba a favor de lo anterior es el hecho de que la referencia anafórica puede hacerse en forma fácil aunque no haya un anafórico explícito en la relación (Garrod y Sanford, 1994; Whitney, 1998). Para ello, hay que recurrir a una gran cantidad de conocimiento del mundo. Comentemos los siguientes ejemplos:

1. "Juan llevó su auto a la ciudad"

1b. "El auto se recalentó".

2. "Juan condujo hacia la ciudad"

2b. "El auto se recalentó".

En 1 hay una equivalencia directa o explícita entre el anafórico y el antecedente. En 2 no. Se podría suponer que 2 requeriría un tiempo extra de procesamiento puesto que se necesita una inferencia puente. Sin embargo, Garrod y Sanford (1999) afirman que esto no es así. La explicación estaría en el hecho que en la resolución anafórica los conceptos se mapean no en base a una representación de tipo textual sino en base a un modelo de la situación o escenario que nos formamos desde el inicio del procesamiento. Así, al procesar "Juan condujo hacia la ciudad" nos formamos el escenario en nuestra mente en el cual Juan conducía un vehículo. Asociamos el auto en la oración "El auto se recalentó" con nuestra representación del auto implicado en la otra oración. El procesamiento anafórico es entonces básico en este modelo. Recordemos que un escenario es una forma como se organiza el conocimiento. Es, en otras palabras, un paquete de información útil para resolver situaciones en el mundo real (Garrod y Sanford, 1999)2.

La justificación de un procesamiento inmediato e incremental del discurso se relacionaría con dos restricciones impuestas por la memoria de trabajo. Primero, se requiere de alguna interpretación inmediata para cada palabra que aparece para evitar la mantención de material no interpretado en la memoria de trabajo. Segundo, la necesidad de rastrear una interpretación secuencial particular a la vez para evitar la mantención de varias interpretaciones incompatibles del mismo material al mismo tiempo en la memoria de trabajo (Sanford y Garrod, 1999). Esto refleja la incapacidad del sistema para atender en forma simultánea a varias lecturas alternativas durante la desambiguación.

En este punto surgen dos grandes interrogantes. Podemos preguntarnos si alguno de estos dos grandes enfoques ofrece mayores perspectivas para una aproximación neuropsicolingüística a la anáfora y si existe alguna evidencia sobre el procesamiento del discurso derivada del estudio de los potenciales evocados que apoye empíricamente alguno de estos.

4. La base neuropsicolingüística de la anáfora

Existen variadas técnicas para la medición de la actividad cerebral. Entre éstas tenemos la tomografía de emisión de positrones, la resonancia magnética funcional y la medición de los potenciales evocados. Tales procedimientos permiten la observación en vivo del funcionamiento del cerebro de sujetos normales y con alteraciones neurológicas durante la realización de actividades específicas. Es importante señalar que las técnicas señaladas son no invasivas y no ocasionan daño a las personas. Entre estos procedimientos, uno de los más prometedores para el estudio de la base biológica y cognitiva del lenguaje es la medición de los potenciales cerebrales. Estos consisten en pequeños voltajes eléctricos emitidos por el cerebro como manifestación de la realización de algún tipo de actividad (motora, cognitiva). Se pueden registrar en un gráfico en el cual se representa el curso temporal y espacial en el cerebro de la actividad exigida por diversas tareas. A partir de diversas investigaciones en las cuales se mide la actividad electrofisiológica mientras se somete a los sujetos a una serie de tareas lingüísticas se han encontrado patrones recurrentes de potenciales evocados. Un potencial evocado que se manifiesta en forma reiterada frente a una tarea específica constituye una marcador electrofisiológico de tal actividad. Los potenciales se pueden manifestar en forma positiva o negativa y corresponden al punto donde la amplitud es más alta en el gráfico.

A partir de diversas investigaciones se han establecido ya algunos marcadores electrofisiológicos críticos para el lenguaje. El más estudiado es el N400 (Kutas y van Petten, 1994), y posiblemente también lo es para el discurso. El efecto N400 es una negatividad pronunciada o de gran amplitud sobre el córtex parietal evocado por palabras que no calzan en el contexto semántico precedente. La representación gráfica del N400 indica que, en general, la onda aparece aproximadamente a los 240 ms y alcanza la intensidad más alta a los 400 ms después del inicio de un estímulo dado. El N400 es un signo que refleja algunos aspectos de integración semántica del significado de una palabra en una representación de orden superior (oración, discurso). El N400 estándar observado en el procesamiento de oraciones muestra que una palabra en curso se relaciona inmediatamente a una representación semántica del input lingüístico precedente (van Berkum, Hagoort y Brown, 1999).

Durante el estudio del procesamiento sintáctico se ha observado que las palabras que están primero en una oración tienen poco contexto y elicitan una mayor amplitud en el N400. Lo inverso ocurre en palabras al final de la oración, pues éstas se benefician del contexto. Al incorporar las oraciones en un discurso mayor el efecto desaparece debido a que el discurso proporciona un fuerte apoyo contextual en todo momento en que se esté procesando la oración (van Berkum, Hagoort y Brown 1999). Estos autores se preguntaron qué pasaría si se estudian las respuestas electrofisiológicas para palabras anómalas y palabras adecuadas procesadas en un contexto o condición oracional frente a palabras del mismo tipo procesadas en un contexto o condición discursiva. El supuesto era que el curso temporal y la morfología electrofisiológica debería ser igual en ambos contextos, puesto que el efecto facilitador del contexto se manifestaría desde el inicio del procesamiento. Presentaron a un grupo de sujetos cuatro tipos de estímulos. El primero consistió en textos breves cuya última oración contenía una palabra coherente con el discurso previo. El segundo consistía en textos breves que incluían una palabra no coherente con el discurso previo. El tercero comprendía oraciones aisladas que incluían palabras coherentes con el contexto oracional. En este caso, se usaron las mismas últimas oraciones que incluían las palabras no coherentes con el discurso previo. Al presentarse las oraciones fuera del texto, las palabras sí eran coherentes en el contexto oracional. El cuarto tipo consistía en oraciones que incluían palabras incoherentes con el contexto oracional. A continuación se incluyen ejemplos:

Condición discursiva:

"Tal como lo habían acordado, Juana fue a despertar a su hermana y a su hermano a las cinco de la mañana. Pero su hermana ya se había duchado y su hermano se había incluso vestido".

Palabra coherente con el discurso previo:

"Juana le dijo a su hermano que él era increíblemente rápido".

Palabra incoherente con el discurso previo:

"Juana le dijo a su hermano que él era increíblemente lento".

Condición no discursiva:

Palabra coherente con el contexto oracional:

"Melancólicamente el hombre permaneció junto a la tumba del presidente".

Palabra incoherente con el contexto oracional:

"Melancólicamente el hombre permaneció junto al lápiz del presidente".

Los resultados mostraron que se presentaba un N400 amplio en las palabras del tipo 2, es decir, incoherentes con el contexto discursivo. Esto no ocurrió con las palabras coherentes con el discurso previo. En las palabras coherentes en el contexto oracional la negatividad fue menor, mientras que las palabras incoherentes en el contexto oracional también presentaron un efecto N400 similar a las palabras del primer tipo. Lo anterior significa que no habría una distinción entre la integración semántica de una palabra en el contexto local u oracional y el contexto global o discursivo. Es decir, el contexto discursivo facilita el procesamiento de las palabras: el sujeto dispone de la información contextual desde el principio. En conclusión, el contexto discursivo y oracional afectan el N400 en la misma forma. Este hallazgo sería una prueba en contra de los modelos de niveles de procesamiento y una prueba a favor de la idea de la inmediatez y de la incrementalidad. Apoyaría a la vez la idea de que la memoria de trabajo, debido a su capacidad limitada y breve, opera sólo con información interpretada y necesaria3.

Streb, Rösler y Henninghaussen (1999) estudiaron los potenciales evocados emitidos como respuesta a anáforos pronominales y anáforos de nombres propios para determinar si estos elicitaban distintos patrones electrofisiológicos, tanto en estructuras discursivas paralelas ­en las cuales el antecedente y el anáforo ocupan la misma posición en sus respectivas oraciones­ como en estructuras discursivas no paralelas ­en las cuales la posición del antecedente y del anáforo está en distintos lugares en las oraciones correspondientes­. Estos autores presentaron a sus sujetos cuatro tipos de textos . Cada texto estaba compuesto de dos oraciones entre las cuales se establecía un tipo de referencia anafórica. Luego se incluía una pregunta. A continuación se incluyen ejemplos de los cuatro tipo de textos:

a) Sustantivo en estructura sintáctica paralela:

Antecedente y anáforo en función sujeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí Pedro le hace una pregunta al doctor".

Antecedente y anáforo en función objeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí la enfermera le aplica una inyección a Julia".

a) Pronombre en estructura sintáctica paralela:

Antecedente y anáforo en función sujeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí él le hace una pregunta al doctor".

Antecedente y anáforo en función objeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí la enfermera le aplica una inyección a ella".

b) Sustantivo en estructura sintáctica no paralela:

Antecedente en función sujeto y anáforo en función objeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí la enfermera le muestra el cuarto a Pedro".

Antecedente en función objeto y anáforo en función sujeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí Julia le presenta el visitante al doctor".

c) Pronombre en estructura sintáctica no paralela:

Antecedente en función sujeto y anáforo en función objeto :

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí la enfermera le mostró el piso a él".

Antecedente en función objeto y anáforo en función sujeto:

"Pedro visita a Julia en el hospital. Allí ella le presenta el visitante al doctor".

Un ejemplo de pregunta era: ¿Julia ha recibido visitas? La respuesta esperada era siempre si/no.

Encontraron que los pronombres evocan una negatividad más pronunciada que los nombres propios entre los 270-420 ms y entre los 510-600 ms después de su aparición. Por otro lado, encontraron que las anáforas en función no paralela evocan una negatividad más pronunciada en el córtex parietal. Los autores sugieren que esto consume más tiempo y recursos en la memoria de trabajo. A la vez, estos hallazgos son coincidentes con investigaciones previas que demuestran que las estructuras discursivas afectan el procesamiento de distintos tipos de anáforos (Gordon y Scearce, 1995).

Los hallazgos de Streb, Rösler y Henninghaussen apoyarían la hipótesis del foco en el discurso, según la cual el procesamiento de las anáforas se facilita cuando los términos en la relación anafórica comparten la misma posición o rol sintáctico en la oración. Recordemos que la hipótesis del foco implica que el sujeto recurre fuertemente al conocimiento previo (Garrod y Sanford, 1994; Carreiras, 1999, Gargham, 1999).

La evidencia revisada hasta ahora señala que la posibilidad de encontrar marcadores electrofisiológicos para las diversas estructuras discursivas es altamente plausible. Es posible que tales marcadores sean particulares a la anáfora o a los distintos anafóricos, o sean compartidos por distintas funciones o estructuras lingüísticas o discursivas. Lo anterior puede servir para aportar evidencia a favor de una u otra propuesta teórica.

En este punto surgen diversas interrogantes sobre la base neuropsicolingüística de la anáfora. En primer lugar, ¿qué pasa con la distancia anafórica? Uno de los efectos más estudiados en la psicolingüística de los tiempos de reacción ha sido éste. Como ya se ha señalado, el efecto es real; sin embargo, se minimiza en la medida que se recurra al conocimiento previo. ¿Es posible esperar que a mayor distancia anafórica se manifieste una mayor amplitud en el N400 en la medida que se neutralice el efecto del contexto? En segundo lugar, ¿qué pasa cuando se considera el efecto del foco? ¿Debería manifestarse un marcador electrofisiológico diferente frente a la presencia o no presencia de foco en el discurso? Recordemos que una entidad discursiva permanece en el foco cuando se mantiene en una posición notoria a través del discurso, por ejemplo, en la posición de sujeto en las distintas oraciones. En tercer lugar, ¿qué pasa con la correferencialidad frente a la no correferencialidad? Es posible que las respuestas electrofisiológicas varíen en ambas condiciones. ¿Cuál es el rol de los factores metacognitivos en tal proceso? (Erhlich, 1999). Finalmente, ¿qué pasa cuando el sujeto que procesa discurso puede activar un escenario frente a casos en que esto no es posible? ¿Cuando no se activa un escenario debería haber una mayor amplitud en el N400? Es posible suponer que a mayor apoyo contextual debería haber menos amplitud en el N400.

5. Comentario final

La posibilidad de una neuropsicolingüística del discurso está cercana. Sus alcances pueden ser enormes. Dos consecuencias plausibles son la posibilidad de establecer los patrones neuropsicolingüísticos a nociones tan elusivas como las inferencias y el conocimiento del mundo y el desafío a propuestas teóricas que no toman en cuenta la simplicidad y la economía en sus planteamientos. El procesamiento del lenguaje y del discurso, así lo creemos, es sencillo y económico. De no ser así nuestra memoria de trabajo poseería características distintas a las que tiene. Al parecer, de acuerdo con la escasa evidencia y con las enormes posibilidades aportadas, la búsqueda de los marcadores electrofisiológicos nos indica que el procesamiento del discurso en general, y de las anáforas en particular, está guiado fundamentalmente de arriba-abajo y es inmediato. Finalmente, lo señalado hasta ahora apoyaría la idea de que el discurso es un acto comunicativo generado en la interacción, es decir, que se construye en el momento mismo en que el sujeto se comunica recurriendo a un análisis de la situación inmediata y al conocimiento previo.

 

NOTAS

1 En términos cognitivos, el discurso es una secuencia de enunciados representada mentalmente y elaborada por los hablantes en el momento en que la comunicación se lleva a cabo. En otras palabras, es la elaboración e interpretación situada de mensajes contenidos en enunciados (Cornish, 1999). Además, el discurso es una empresa colaborativa en la cual los hablantes/oyentes se involucran activamente (Clark, 1996). En otras palabras, el discurso es una unidad cognitivo-pragmática que se posibilita en la medida que los sujetos recurren a textos o claves lingüísticas. Un texto es una unidad del lenguaje evidenciada en un contexto y con una intención particular (Cornish, 1999).

2 La gran diferencia entre un modelo mental y un escenario, según estos autores, es que el primero es un producto del discurso y el segundo es extradiscursivo y se activa una vez que empieza el procesamiento del discurso.

3 Van Berkum, Hagoort y Brown citan otros dos trabajos en una línea similar. En el primero (St. George, M.; Mannes, S. & Hoffman, J. (1994) Global expectancy and language comprehension. Journal of Cognitive Neuroscience. 6: 70-83) a partir de la idea de que el conocimiento del título de un discurso facilita su procesamiento posterior, se demuestra que las palabras en los párrafos sin título elicitan una amplitud mayor del N400. En el segundo (St. George, M.; Mannes, S. y Hoffman, J. (1997) Individual differences in inference generation. Journal of Cognitive Neuroscience. 9: 776-787) se señala que las inferencias basadas en el discurso previo también atenúan la amplitud del N400.

 

REFERENCIAS

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*Actualmente, alumno del Programa de Doctorado en Lingüística, Universidad Católica de Valparaíso. E-mail: lmartine@machi.uchile.edu.cl.

 

 

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