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Alpha (Osorno)

versión On-line ISSN 0718-2201

Alpha  n.21 Osorno dic. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012005000100006 

 

ALPHA Nº 21 - 2005 (87-101) Diciembre 2005

ARTICULO

LA INTERROGANTE COMO LA EXPRESION POETICA DE LA INCERTIDUMBRE NERUDIANA

The questioning as poetic expression of Neruda´s uncertainty

Osvaldo Rodríguez P.
Facultad de Filología Española, Universidad de Las Palmas de Gran Canarias, España.

Dirección para correspondencia


RESUMEN:

Aun cuando el mismo Neruda se haya referido, en más de una ocasión, a sus “libros metafísicos” para diferenciarlos de su poesía contingente, es evidente el fundamento existencial de su obra, especialmente en la última etapa de su creación lírica, en cuanto las interrogantes encauzan la esencial preocupación del poeta por la existencia concreta y singular del hombre, en particular del hombre y su historia, y del “yo” y su circunstancia de individuo amenazado por la muerte. Al respecto, este artículo pone de relieve la permanente actitud de interrogación con la que el poeta se enfrenta al mundo, a la realidad externa y a la suya propia lo cual se convierte en clave interpretativa de su obra. Desde sus comienzos, la poesía de Neruda pretende ser totalizadora, interrogándose sobre los más diversos aspectos de la realidad, lo cual no implica necesariamente un discurso en función cognoscitiva ni filosófica, sino metafórico que también se interesa por “saber lo que las cosas son”.

Palabras claves: Pablo Neruda, literatura chilena, poesía, Premio Nobel, incertidumbre.


ABSTRACT:

Even though Neruda sometimes pointed out his “metaphysical works” to differentiate them from his contingent poetry, the existential background of his work is evident, especially during the last stage of his lyrical creation. His questions related Neruda´s essential concern about the concrete and unique existence of mankind, chiefly that of mankind and its history as well as that of the self and its individual conditioning threatened by death. This paper highlights the constant question-like attitude. This type of attitude is the one that the poet employs to face the outside world and reality and his own, which turns into an interpretative key to his work. From Neruda´s beginning, his poetry intended to be all-embracing, questioning himself a gamut of aspects pertaining to reality. This does not imply necessarily a discourse dealing with a cognitive or philosophical function, but rather a metaphorical one, which focuses on “what reality is all about”.

Key words: Pablo Neruda, Chilean Literature, poetry, Nobel Prize, uncertainty


1. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA INTERROGANTE NERUDIANA

Una lectura de la poesía nerudiana, por muy superficial que sea, pone de relieve la permanente actitud de interrogación con la que el poeta se enfrenta al mundo, a la realidad externa y a la suya propia. Sin duda, tal disposición interrogativa nace con su poesía, estrechamente asociada a la exultante curiosidad con la que el niño, sin ser poeta aún, se adentra en el misterio del bosque chileno para descubrir, admirado, sus secretos: “Yo tendría unos diez años, pero ya era poeta –dice en Infancia y poesía–. No escribía versos –continúa– pero me atraían los pájaros, los escarabajos, los huevos de perdiz”1. Atracción declarada del autor por la naturaleza de su infancia, que jamás desaparecerá de su poesía y que se convierte en clave interpretativa de su obra.

Si la interrogación nerudiana es expresión de perplejidad admirativa frente a la naturaleza natal, ese espíritu indagatorio de la infancia del escritor adquiere múltiples proyecciones en una poesía que –desde sus comienzos– se pretende totalizadora, por cuanto permanentemente se interroga sobre los más diversos aspectos de la realidad. Con esto no pretendemos atribuir a la poesía de Neruda una función cognoscitiva ni filosófica, aun cuando coincida con ésta en ese afán por “saber lo que las cosas son”2, curiosidad primera que motiva la interrogante pero que, en este caso, es expresión metafórica, artística, de la realidad recreada en el discurso lírico.

Aun cuando el mismo Neruda se haya referido, en más de una ocasión, a sus “libros metafísicos”3 para diferenciarlos de su poesía contingente, no podemos negar el fundamento existencial de su obra, pues,especialmente en la última etapa de su creación lírica, las interrogantes encauzan la esencial preocupación del poeta por la existencia concreta y singular del hombre, en particular del hombre y su historia, y del “yo” y su circunstancia de individuo amenazado por la muerte.

La interrogación, sin duda, es recurrente en la poesía de Neruda hasta el punto de convertirse en auténtica obsesión en la última etapa de su creación lírica. Esta actitud poética, por otra parte, se manifiesta a través de imágenes concretas que expresan la curiosidad y la inquietud nerudianas frente a la diversidad de lo real, lo que en su obra final se convierte en íntima expresión de la inquietud del poeta sobre la existencia humana y su propio fin. En este contexto, la interrogante que preside el discurso reflexivo del poeta es expresión irónica o profundamente meditativa frente al misterio de la vida y de la naturaleza. Ambas unidas –por lo general– en una sola imagen interrogativa, tal y como se pone de manifiesto en el siguiente dístico eneasílabo:

Sobre la nieve natatoria
Una larga pregunta negra.
(“Cisne, Cygnus melanchoryphus”. III, 64).

Estos versos, de reminiscencias rubendarianas, proceden Arte de pájaros (1966) –verdadero tratado ornitológico de Neruda– son expresión paradigmática de esta poética. Aquí, el escritor conjuga la abstracción reflexiva con su representación figurada concreta, en este caso, el cuello del cisne que –como un auténtico signo interrogativo– se alza sobre el albo cuerpo del ave que se desplaza lenta y majestuosamente sobre el agua quieta de la laguna.

La interrogante nerudiana no se limita, por lo demás, a ser expresión simplemente retórica o tópico lírico como el Ubi Sunt, tan recurrido por los poetas hispánicos desde las Coplas por la muerte de su padre (1477) de Jorge Manrique. Si bien es cierto que ella está en su poesía elegiaca – particularmente en libros póstumos como el titulado precisamente Elegía (1974)– esta fórmula literaria se llena de contenido existencial en la obra de Neruda. Con ella, Neruda depone su proyección metafísica y alude a las ausencias concretas, reales, de los seres evocados, cuya definitiva inexistencia pone de relieve, por un lado, la idea de la muerte concebida como despojo y, por otro, la conciencia de su propio yo a través de los otros que han dejado al poeta solo en medio de su Jardín de Invierno (1974) o frente a su mar de Isla Negra donde se refugia en el límite de su vida. Allí, acallada su voz y solo frente al océano, la interrogante nerudiana sobre su propio existir se proyecta meditativamente sobre el silencio y la infinitud marina:

Ahí está el mar? Muy bien, que pase
Dadme
la gran campana, la de raza verde
(...)
Quiero no hablar por una larga vez,
silencio, quiero aprender aún,
quiero saber si existo. (III, 939).

En definitiva, la interrogación está constantemente presente en esta poesía porque la curiosidad que la ha motivado desde la infancia es expresión indagatoria de un conocimiento siempre problemático, especialmente orientado al sentido de la existencia humana. Pero, considerando la obra en su totalidad, la interrogante nerudiana no sólo tiene una significación existencial sino que, a partir de ella, se proyecta al mundo en su conjunto, incluyendo la naturaleza, el hombre, la sociedad. Realidades éstas que cuestiona desde la profunda reflexión meditativa o desde la ironía que pretende, con el humor, exorcizar el dolor o la inquietud del poeta frente a las múltiples incógnitas de la vida. Por ello, no es posible estudiar la interrogante nerudiana sino en el marco totalizador de una obra que intenta penetrar el misterio de la naturaleza y de la realidad social o individual del hombre mediante los más diversos registros discursivos hasta llegar a la última etapa de su producción lírica, donde se radicaliza la pregunta poética derivada de la incertidumbre sobre su propio destino y el destino de la humanidad.

2. DE LA INTERROGANTE CREPUSCULARIA A SU EXPRESIÓN SURREALISTA.

En los comienzos poéticos de Neruda, la interrogante cumple una función más bien retórica, de acuerdo con los patrones estéticos modernistas o postmodernistas en los que se enmarca su primera producción lírica. En “Dame la maga fiesta”, poema incluido en Crepusculario (1923) –el libro con el que se inaugura su producción literaria– el poeta se pregunta lo siguiente: “Dios, de dónde sacaste para encender el cielo/ este maravilloso crepúsculo de cobre?” (I,134). Esta invocación –formulada en versos alejandrinos– alude al origen de la fugaz belleza crepuscular que despliega su maravilloso espectáculo de colores frente a la mirada contemplativa del poeta. Pero el crepúsculo, como motivo literario, en esta poesía no es un simple recurso ornamental, sino un instante límite del día interiorizado por el “yo” como expresión de acabamiento, en el melancólico ámbito neorromántico que atraviesa esta poesía primeriza.

En los prolegómenos de la poesía de Neruda, encontramos textos muy significativos, en los que la interrogante se manifiesta, ya, plena de contenido existencial, fuertemente condicionada, además, por la conciencia de finitud del poeta. En “Incertidumbre”, escrito en 1918, cuando el autor sólo tenía 14 años de edad –y proyectándose al tiempo venidero– Neruda se pregunta por el improbable retorno a la naturaleza y al ámbito familiar de la infancia, donde nace su poesía:

Cuando los años pasen, me traerá la vida
a este mi pueblecito silencioso y dormido?
aspiraré el perfume de estas cosas queridas
o sufriré el recuerdo de lo que aquí he sufrido?

Quizás, quizás entonces de estas cosas queridas
no quede ni el perfume de lo que ya se ha ido.
También borra el recuerdo de las horas vividas,
con su dolor el tiempo, con su tedio el olvido! (IV. 57-58).

Escritas en la clásica forma modernista de cuartetos alejandrinos, estas interrogantes anuncian el sentimiento de desarraigo que atraviesa toda la obra de Neruda ante la imposibilidad de recuperar el tiempo de lo vivido en la vorágine de las múltiples vidas del poeta que impondrán, en definitiva, el desencuentro. Por otra parte, la interrogante se convierte en dramática expresión de incertidumbre sobre el absurdo y el sinsentido de la existencia humana en un mundo de destrucción y muerte representado por Residencia en la Tierra, la segunda etapa de su producción lírica. Separado de la naturaleza y de su tierra genésica, el poeta es ahora habitante de un mundo que lo relega al aislamiento y lo sume en el más completo desamparo. La escritura de Neruda –que en este ciclo discurre por el cauce estético del surrealismo– se hace expresión del flujo de la conciencia de un sujeto agónico que, situado en medio del caos existencial, contempla conmovido la constante labor destructora del tiempo.

Pero, la contemplación nerudiana, en ningún caso significa inactividad indagatoria, sino expresión de incertidumbre que se traduce en otras interrogantes frente a lo desconocido. Esto explica que en Tentativa del hombre infinito (1926) –poemario situado en los prolegómenos del ciclo residenciario que comentamos– ya el poeta se propone incursionar en el lado oscuro de la existencia humana: “Ese libro mío –dice Neruda–procede, como casi toda mi poesía, de la oscuridad del ser que va paso a paso encontrando obstáculos para elaborar con ellos mismos su camino” (IV, 1205). Actitud indagatoria que se radicaliza en la angustiada exploración del aislamiento y de la soledad que representa Residencia en la Tierra. En este contexto, la palabra del poeta visionario se hace dramática interrogante sobre el poder corrosivo del tiempo que, imparable en su lento proceso, destruye la existencia:

Dime, del tiempo resonando
en tu esfera parcial y dulce
no oyes acaso el sordo gemido?

No sientes de lenta manera,
en trabajo trémulo y ávido,
la insistente noche que vuelve? (I, 294).

El poeta se pregunta, aquí, si acaso los otros son ajenos a los ruidos sordos, subterráneos, del tiempo que –lenta, pero, implacablemente– destruyen la existencia. En ese mundo de destrucción y muerte no tiene sentido la vida ni aún en su génesis, tal y como lo expresa la interrogante que inicia el poema titulado “Maternidad”: “Por qué te precipitas hacia la maternidad y verificas/ tu ácido oscuro con gramos a menudo fatales...? (I, 314). Así, las preguntas sin respuesta, o diferidas en la ambigüedad de otras preguntas, se acumulan en poemas tales como el que se titula “No hay olvido”, donde el poeta pone en boca de otros la interrogante sobre su propio existir:

Si me preguntáis en dónde he estado,
debo decir “Sucede”.
Debo hablar del suelo que oscurecen las piedras,
del río que durando se destruye (...)
Por qué tantas regiones, por qué un día
se junta con un día? Por qué una negra noche
se acumula en la boca? Por qué muertos?

Si me preguntáis de dónde vengo tengo que conversar con
cosas rotas,
con utensilios demasiado amargos,
con grandes bestias a menudo podridas
y con mi acongojado corazón? (I, 294).

Este poema, máxima expresión del desamparo, resume el clima imperante en el ciclo de las Residencias, donde las preguntas indagatorias ponen de relieve el absurdo de la existencia en un mundo presidido por la destrucción y la muerte. Tal sentimiento lírico experimenta un brusco cambio en la poesía de Neruda, a partir de “Reunión bajo las banderas”, poema que precede a España en el corazón (1936-37), ambos incluidos en la Tercera Residencia (1947). En este poema se explicitan los principios de una nueva estética que regirá una poesía fundada en la solidaridad del canto comprometido y en la renuncia, también explícita, al ensimismamiento residenciario, tal y como lo expresan las siguientes interrogantes:

Y para quién busqué este pulso frío
sino para una muerte?
Y qué instrumento perdí en las tinieblas
desamparadas, donde nadie me oye? ( I, 364).

3. LA POÉTICA DE LA SOLIDARIDAD Y LA INTERROGANTE SOBRE LA HISTORIA

La razón del cambio poético tan radical experimentado por Neruda la encontramos en el primer poema de España en el corazón, también formulado en términos de interrogante frente al espectáculo dantesco de su España amada, que se debate en lucha fratricida:

Madre natal, puño
de avena endurecida,
planeta
seco y sangriento de los héroes!
Quién por caminos, quién,
quién, quién? En sombra, en sangre, quién?
En destellos, quién,
quién? Cae
ceniza, cae
hierro
y piedra y muerte y llanto y llamas,
quién, quién, madre mía, quién, adónde? (I, 366-367).

Las interrogaciones son la máxima expresión del desconcierto ante el inexplicable holocausto español pero, también, son preguntas inquisidoras que indagan sobre el origen del caos, la destrucción y la muerte que asola España. En este contexto es el propio poeta quien pone en boca de otro la pregunta sobre el giro radical que ha experimentado su poesía: “Preguntaréis: Y dónde están las lilas?/ Y la metafísica cubierta de amapolas?/ Y la lluvia que a menudo golpeaba/ sus palabras llenándolas/ de agujeros y pájaros?”(I, 369), pregunta que sirve de pretexto para explicitar las razones del cambio con su testimonio personal. De nuevo, la interrogante sin respuesta cumple una función esencial en la poesía de Neruda, al proyectarse como un eco sobre los amigos y camaradas ausentes o dispersos por la conflagración fratricida:

Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca? (369-370)

Después del dramático testimonio de la Guerra Civil española, Neruda comienza a escribir la crónica poética de América, proyecto que culmina Canto General (1950). En esta auténtica obra magna de la poesía nerudiana se reseña la historia del continente desde una perspectiva social y política, otorgándole al “pueblo” el papel protagónico de la historia, en el contexto de un universo escindido entre explotadores y explotados. En este marco, la interrogante poética, como antes en España en el corazón, es expresión de denuncia, pero también signo del esencial impulso indagatorio del poeta que quiere penetrar en las entrañas del continente para comprender su realidad. Desde tal perspectiva, es el propio autor quien formula explícitamente la poética que rige una escritura fundada en la solidaridad del canto comprometido. Y, de nuevo, lo hace a través de la interrogante imprecatoria frente a los que él llama despectivamente “los poetas celestes”:

Qué hicisteis vosotros, gidistas
intelectualistas, rilkistas,
misterizantes, falsos brujos
existenciales, amapolas
surrealistas encendidas
en una tumba, europeizados
cadáveres de la moda,
pálidas lombrices del queso
capitalista, qué hicisteis
ante el reinado de la angustia,
frente a este oscuro ser humano... (I, 586).

Como en España en el corazón, la interrogante poética cumple, aquí, una función deíctica cuando se trata de señalar, indicar o individualizar a los tiranos o a personajes concretos causantes del dolor del pueblo. Así, refiriéndose a González Videla –el presidente de Chile que desafuera y destierra al poeta, obligándolo a una vida clandestina y al exilio entre 1949 y 1952– se pregunta “Quién fue? Quién es?” (I, 755), para luego proceder a su denominación explicita, con nombre y apellidos, intensificando con ello la denuncia. En otras ocasiones, transfiriendo la interrogante a otros, el poeta se autointerroga para dar testimonio de su compromiso social a partir de su propia experiencia, como en los siguientes versos, en los que conjuga el verbo “sufrir” desde la perspectiva del “nosotros”: “Pero tú no sufriste? Yo no sufrí. Yo sufro/ sólo los sufrimientos de mi pueblo...”(I, 756).

Pero, en Canto General la interrogante nerudiana adquiere una esencial función indagatoria cuando se trata de penetrar el misterio de la historia remota de América. Desde una perspectiva, sin duda, esencialmente humanista, la regresión a las raíces históricas del continente emprendida por el poeta en "Alturas de Macchu Picchu" –lejos de toda abstracción cognoscitiva– está impulsada por la interrogante acerca del hombre concreto, real de aquella época. Así, pese a su admiración primera frente a los vestigios de la magnífica civilización incaica, el poeta, en una imagen tan real como significativa, comienza a escarbar la historia en los intersticios mismos de las ruinas que contempla en busca del hombre, de los constructores. Ahora, la interrogante es el signo del esencial impulso indagatorio del poeta de la historia:

Yo te interrogo, sal de los caminos,
muéstrame la cuchara, déjame, arquitectura,
roer con un palito los estambres de piedra,
subir todos los escalones del aire hasta el vacío,
rascar la entraña hasta tocar al hombre.. (I, 444).

La respuesta, en definitiva, está en la base sojuzgada del pueblo inca sometido a la explotación dinástica, tal y como lo ponen de relieve las siguientes interrogantes:

Macchu Picchu, pusiste
piedra en la piedra, y en la base, harapos?
carbón sobre carbón, y en el fondo la lágrima?
fuego en el oro, y en él, temblando el rojo
goterón de la sangre?
Devuélveme al esclavo que enterraste! (445).

De acuerdo con la evolución poética de Neruda, después del Canto General la interrogante pierde la esencial función indagatoria que lo impulsa a penetrar en las raíces de la historia de América. Así, tanto en los Versos del capitán (1952) como en Las uvas y el viento (1954), las escasas preguntas que existen constituyen, más bien, un procedimiento retórico-amoroso que anuncia los Cien sonetos de amor (1959) en el marco de una poética que, desde la experiencia de la historia, tiende a ser íntima expresión personal a través del amor. Pero si la interrogante nerudiana es escasa en los textos recién citados –enunciados lejos de toda incertidumbre– su presencia es casi nula en el ciclo de las Odas4.

Sin afán de trascendencia alguna y situado en el clima de afirmación vitalista que caracteriza esta etapa de Neruda, sus preguntas adquieren pleno sentido en el sencillo marco de lo cotidiano y elemental representado por las odas. Ahora, las interrogantes se hacen expresión de lo común, dialógico, conversacional, de acuerdo con el tono fraternal imperante en esta poesía (Cf. “Oda a la solidaridad”(II, 402-403). Pero, también, la interrogante es dolorida expresión frente a la injusta realidad de un mundo dividido entre quienes nada tienen y quienes lo tienen todo, tal y como se pone de relieve en la sencilla, pero profunda interrogante con que el poeta increpa a la tierra en Navegaciones y regresos:

Tierra. Quién
te midió y te puso
muros,
alambre,
cierros?
Naciste dividida?
Cuando los meteoros te cruzaron
y tu rostro crecía
desmoronando mares y peñascos,
quién repartió tus dones
entre unos cuantos seres? (II, 839).

4. LA INTERROGANTE COMO EXPRESIÓN DE LA INCERTIDUMBRE NERUDIANA.

En el curso evolutivo de la poesía de Neruda, la interrogante: “Cuánto vive el hombre, por fin?”, formulada en Estravagario (1958), nos sitúa en un ámbito poético muy diferente al de las Odas y, en general, al de toda su producción poética anterior. Tal interrogante es una expresión de la inquietud nerudiana sobre su propia existencia, sentimiento de incertidumbre fuertemente marcado por la conciencia de finitud que persistirá hasta sus últimos libros. Ahora –lejos de ser el “hombre invisible” como se proclamaba en las Odas– el poeta hará de su propia existencia el centro de su universo lírico. Comenzará siendo irreverente e irónico, en Estravagario, libro en el que impera el humor –a veces el humor negro con el que intenta exorcizar el temor a la muerte– pero, también, en este poemario se pone de relieve la visión contradictoria que el poeta tiene de sí mismo, de su yo plural, la evidencia de que su existencia está constituida de múltiples vidas. Esto explica la tendencia del poeta a indagar en su propia biografía, a desentrañar los fantasmas del pasado, de las vidas clausuradas pero que persisten en la memoria, a través de interrogantes que se pierden en el tiempo: “Dónde estará la Guillermina?”(II, 694) se pregunta con irónico humor en el poema homónimo. Pero el doble registro de la pregunta nerudiana que impera, aquí, se pone cuando la interrogante expresa el dolorido desencuentro del poeta que visita el pasado:

A qué he venido? Les pregunto.
Quién soy en esta ciudad muerta?
(...)
Los cuervos, no hay duda, en las ramas,
el monzón verde y furibundo,
el escupitajo escarlata
en las calles desmoronadas,
el aire espeso, pero dónde,
pero dónde estuve, quien fui?
No entiendo sino las cenizas (II, 632).

A partir de Estravagario, la conciencia del devenir temporal y de la muerte comienzan a imponerse en la poesía de Neruda. Tal inquietud se expresa a través de interrogantes que aluden a su propia existencia en una doble dirección. Por una parte, son preguntas sobre el incierto porvenir de la vida siempre amenazada por la muerte y, por otra, son interrogantes sobre lo vivido en un vano intento de rencuentro con el pasado, con el tiempo consumido. Esta doble tendencia, formulada en clave de humor o de dolor, explica la multiplicidad de interrogantes que se acumulan en la poesía de Neruda desde Estravagario en adelante.. Así, en “Retrato” –poema de Cantos ceremoniales (1961)– el poeta se pregunta: “Quién vivió? Quién vivía? Quién amaba?”, o en Plenos poderes (1962), volviendo al motivo del desencuentro con el pasado, se interroga a sí mismo en su soledad de hombre extraviado:

En plena calle me pregunto, dónde
está la ciudad? Se fue, no ha vuelto.
tal vez ésta es la misma, y tiene casas,
tiene paredes, pero no la encuentro. (II. 1116).

Frente al extravío existencial está la recuperación del pasado por la memoria a través de interrogantes que evocan antiguos amores. Así, en Memorial de Isla Negra (1964) se pregunta con humor, por el destino de su primera mujer: “Qué fue de la furiosa?” y, más adelante, su evocación se dirige a Terusa, su amante provinciana del Sur de Chile:

Y cómo, en dónde yace
aquel
antiguo amor?
Es ahora
una tumba de pájaro, una gota
de cuarzo negro,
un trozo
de madera roída por la lluvia?” (II, 1173).

En La Barcarola (1967), la interrogante nerudiana vuelve a ser profunda expresión de inquietud frente al devenir temporal: “Quién separa el ayer de la noche y del hoy que preñaba su/ copa?” se pregunta en “Los días”. Este sentimiento lírico referido a su propio existir se acentúa en el Aún (1969), incluso en Las manos del día (1968), donde el poeta vuelve a interrogarse, increpándose por su condición de enfermo que lo obliga a la inmovilidad, mientras la vida sigue su curso natural. Motivo que será recurrente en su poesía póstuma:

Qué haces tú, casi muerto, si el nuevo día lunes
hilado por el sol, fragante a beso,
se cuelga de su cielo señalado
y se dedica a molestar tu crisis? (III, 388).

Aun cuando en esta etapa poética reaparece la interrogante que encauza la curiosidad nerudiana por el misterio de la naturaleza en Las piedras de Chile (1969) y Las piedras del cielo (1970), e incluso en Arte de pájaros (1965), las preguntas del poeta adquieren un tono más trascendental y dramático cuando se trata del cuestionamiento del siglo en el que le tocó vivir, al que juzga severamente, como sucede en Fin de mundo (1969). Este libro, junto con Geografía infructuosa (1972) son fundamentales, a nuestro juicio, para la comprensión de la poética última de Neruda, no sólo porque la condición solidaria del ser nerudiano se proyecta a las contradicciones de la historia, sino porque la interrogante expresa la esencial incertidumbre del poeta por el destino de la humanidad y de su propia existencia, ambas pobladas de ausencias. Así en Fin de mundo surge la siguiente pregunta que, más bien es una constatación: “Lumumba desaparecido,/ pregunto, dónde está Ben Bella?” (III, 412) y; más adelante, próximo al Ubi Sunt elegiaco se pregunta por la nación americana a propósito de la guerra de Vietnam:

“Dónde está ahora aquella gente?
y aquella nación qué se hizo?
Lincoln y Whitman qué se hicieron? (III, 422).

Al final, se impone la expresión de desconcierto, el sentimiento de radical incertidumbre cuando contrasta la realidad del siglo con las doctrinas fundadas en la mentira: “Adónde voy? Adónde vamos?/ A quién podía consultar?”, se pregunta el poeta desconcertado (III, 434). La interrogante se interioriza en Geografía infructuosa y se hace íntima expresión de soledad y de abandono cuando se proyecta a su propio existir. Este sentimiento agónico dominante en la poesía póstuma de Neruda en la que se enmarca su concepción de la muerte como despojo, como ausencias concretas, materiales, de los que se han ido, situando al poeta en una realidad en la que no se reconoce:

Dejé de ver a tantas gentes,
por qué?
Se disolvieron en el tiempo.
Se fueron haciendo invisibles.
Tantas cosas que ya no veo,
que no me ven. Y por qué? (III, 657)..

Este es el sentimiento de la muerte imperante en poemarios póstumos tales como Jardín de invierno (1974) y Elegía (1974). En este último libro, refiriéndose a su propia existencia despojada de las presencias familiares, se interroga por la pérdida de su propia vida en la muerte de otros: “Qué perdí, qué perdimos/ cuando Nazim cayó como una torre, / como una torre azul que se desploma?” (III, 755). En este contexto, la interrogante vuelve a encauzar la inquietud nerudiana sobre el futuro de la humanidad (ver 2000), así como la incertidumbre sobre su propia existencia también es expresión interrogativa en El mar y las campanas (1973):

Yo tal vez yo no seré, tal vez no pude,
no fui, no vi, no estoy:
qué es esto? Y en qué junio, en qué madera
crecí hasta ahora, continué naciendo?

No crecí, no crecí, seguí muriendo? (III, 932).

Pese al registro ciertamente dramático por el que discurre la interrogante nerudiana en su doble orientación –como expresión de incertidumbre frente a la historia del hombre que amenaza su propia destrucción y frente a sí mismo en su existir agónico– subyace el humor y la autoironía que relativizan la inquietud y desdramatizan el dolor. Tal es el registro poético de sus libros póstumos El corazón amarillo (1974) y Defectos escogidos (1974), pero es en el Libro de las preguntas (1974) donde esta orientación discursiva alcanza su máxima expresión. Libro sorprendente, no sólo por estar constituido por más de trescientas preguntas distribuidas en la forma más arbitraria y formuladas en breves versos eneasílabos próximos a las greguerías de Gómez de la Serna, sino por el tono carnavalesco, absurdo, con el que se plantean estas interrogantes cuya respuesta se pierde en el vacío. A ello se agrega el carácter en apariencia intrascendente de preguntas esenciales, formuladas en los términos más sencillos de registro humorístico, que ocultan la inquieta incertidumbre nerudiana sobre su propio fin: “Si he muerto y no me he dado cuenta/ a quién le pregunto la hora? (III, 835). En otras ocasiones la profundidad de la interrogante se disfraza de inocencia como cuando se pregunta, con nostalgia, por la infancia perdida en sus múltiples vidas: “Dónde está el niño que yo fui,/ sigue adentro de mí o se fue?”(III, 857).

En todo caso, pese a la multiplicidad de preguntas sobre los más diversos temas que se formulan, se impone en este libro la inquietud del poeta sobre la muerte constitutiva de la vida: “No crees que vive la muerte/ dentro del sol de una cereza?” (III, 853) se pregunta, comparando el hueso del fruto con el esqueleto del hombre. O bien, refiriéndose directamente a los límites de la existencia, surge la interrogante sobre la incógnita de la vida: “No será nuestra vida un túnel / entre dos vagas claridades.”(III, 852). Del mismo modo, cuando la interrogante se refiere al precario presente del poeta enfermo, el humor se transforma en dolorida expresión sobre su propio existir: "Qué pesan más en la cintura, /Los dolores o los recuerdos? (III, 857).

Como conclusión, se puede sostener que la poesía de Neruda está presidida por la permanente actitud interrogativa del poeta frente al mundo, la realidad y su propia existencia. Esta curiosidad innata se manifiesta en la génesis de su poesía cuando se adentra en la naturaleza de su infancia para descubrir admirado sus secretos. Ya escritor, persiste en su juvenil etapa postmodernista y neorromántica la admirativa interrogante sobre el misterioso origen de tanta belleza natural como la que observa melancólicamente en Crepusculario. Separado de su naturaleza natal, en la siguiente etapa el poeta surrealista de las Residencias, se adentra en las entrañas de ese mundo de caos, destrucción y muerte, para indagar en el misterio de la existencia humana condicionada por la angustia y la soledad.

Luego vendrá el cambio, la salida del ensimismamiento residenciario y el encuentro consigo mismo en los otros a través del canto solidario de España en el corazón. Aquí, la interrogante nerudiana se hace dolorida expresión frente al holocausto fratricida de la Guerra Civil española pero, también, es signo indicativo que señala y denuncia a quienes han destruido la patria amada. Esta orientación, como hemos dicho, persistirá en el ciclo del Canto General en relación con los tiranos de América, aún cuando la dominante en este libro es la función indagatoria con la que se adentra en la historia del continente.

Después del ciclo de las Odas, donde la interrogante apenas aparece como signo de fraternidad solidaria, nos adentramos en Estravagario.. En libro clave en la evolución poética de Neruda, las preguntas se vuelven sobre él, sobre su propia existencia marcada por la conciencia del devenir temporal y la muerte, asumida en este caso con desenfado y humor, pero que, progresivamente, se va transformado en expresión de dolorida incertidumbre, no sólo sobre su propio fin, sino sobre el futuro de la humanidad, como hemos podido ver a través de las preguntas que el poeta se formula en Geografía infructuosa y Fin de siglo, respectivamente.

Tales son las claves interrogativas que persisten en la poesía póstuma de Neruda formuladas con humor o contenido dolor, como se aprecia en el Libro de las preguntas, poemario síntesis en el que se decanta la actitud indagatoria de este escritor aunque, es en Estravagario donde comienza a adquirir el tono de radical incertidumbre dominante en el resto de su poesía. De este libro, “extravagante” en la superficie pero de mucho calado indagatorio, son los siguientes versos con que terminamos este recorrido por la obra de Neruda, quien –consciente de la fugacidad de la vida– hizo de su poesía una gran interrogante sobre el misterio de la naturaleza, la historia de la humanidad y su propia existencia:

Es tan poco lo que sabemos
y tanto lo que presumimos
y tan lentamente aprendemos,
que preguntamos y morimos.. (III, 717).

 

NOTAS

1 Pablo Neruda, “Infancia y poesía”. Charla del poeta en el Salón de Honor de la Universidad del Chile con motivo de su 50º cumpleaños. (enero 1954). En Pablo Neruda. 2001. Obras Completas. (edic. de Hernán Loyola). Barcelona: Galaxia Gutemberg y Círculo de Lectores, volumen IV. 915. Todas las citas remiten a esta edición, compuesta por cinco volúmenes (I 1999; II 1999; III 2000; IV 2001; V 2002 ) por ser la más actualizada y completa.

2 José Ramón San Miguel Hevia. 2004. “La interrogación”. En Catoblepas. Revista crítica del presente. 26, abril.15.

3 A este propósito, en el preámbulo a Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973), el poeta dice lo siguiente: “También debo explicar que este libro, así como Canción de gesta, primer libro poético en castellano dedicado a la Revolución cubana, no tiene la preocupación ni la ambición de la delicadeza expresiva, ni el hermetismo nupcial de algunos de mis libros metafísicos”. III, 700.

4 Ciclo constituido por Odas Elementales (1954), Nuevas Odas Elementales (1956), Tercer Libro de las Odas (1957) y Navegaciones y Regresos (1959).



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