Las experiencias pedagógicas de inicio de siglo XX nos ofrecen un abanico de ideas y recursos que, con frecuencia, parecen olvidados pero que, en cambio, recogen la esencia misma de la práctica de la participación: la autonomía y la autogestión de los niños. Poner en sus manos todo aquello que pueden hacer por ellos mismos. A partir de esta tradición, en este artículo se presentan algunas líneas de intervención educativa que, partiendo del contexto social actual, intenten dar respuesta a algunos de los interrogantes que se plantean en torno al aprendizaje de la participación: ¿Cómo hay que enseñar a participar?, ¿qué factores intervienen?, ¿qué contextos y dinamismos la hacen más favorable?
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