El control de la conducta de comer o, lo que es lo mismo, el cierre o apertura del apetito, se realiza a nivel cerebral, y parece producirse por dos vías. Una de ellas permite la estabilidad del tejido graso periférico a largo plazo, ya que establece un equilibrio entre calorías ingeridas y energía gastada. En este proceso la hormona leptina, secretada por los adipocitos del tejido graso, o la insulina del páncreas, las cuales llegan al cerebro desde la periferia, tienen un papel fundamental. La otra vía regula la apertura del apetito a corto plazo en la iniciación y terminación de la ingesta, y el recientemente establecido eje peptinérgico cerebrointestinal tiene un papel central. Las orexinas, descubiertas en 1998 y secretadas en el hipotálamo lateral, así como en neuronas y células secretoras del intestino, estómago y páncreas, parecen tener un papel integrador de ambas vías, ya que están implicadas en el transporte al cerebro de las respuestas intestinales
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