No cabe duda que los sistemas educativos constituyen respuestas de la sociedad a objetivos sociales y económicos de carácter múltiple. En este proceso no sólo se transmiten valores profundamente arraigados en los contextos nacionales, regionales o locales, sino que también responden a nuevas exigencias y retos sociales, económicos y culturales demandados. Para ello, los sistemas de formación se enfrentan al doble objetivo de satisfacer unas necesidades sociales, que van más allá de las demandas inmediatas de las empresas o servicios, y de ofrecer, paralelamente, respuestas que se ajusten a las necesidades de la economía.
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