Desde fines de noviembre de 1570 hasta Enero de 1572, el territorio extremeño, al igual que la mayor parte de los comprendidos en la Corona de Castilla, actuó como espacio de acogida de algo más de 11.000 moriscos1 que se vieron forzados a abandonar su tierra natal por expresa decisión de la Corona. Fue la forma de zanjar a medias un conflicto endémico e irresoluble, el cual como más tarde demostrarían los acontecimientos, acabaría solventándose por la aún más dura vía de la expulsión definitiva.
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