¿Arquitectura de pasarela?

 

Alfonso Millanes Mato

Arquitecto

 

Si recorremos los 50 kilómetros que separan Logroño, capital de la Comunidad de La Rioja, de Haro, una pequeña localidad casi frontera con el País Vasco, podremos encontrar edificios de Zaha Hadid, Philippe Maziéres, F. O´Ghery, Calatrava...... ubicados en pequeños pueblos de algo menos de 1000 habitantes.

Al impulso de un negocio próspero y dispuestos a arrebatar fama y exportaciones a otras regiones y países más conocidos en el negocio del vino, los bodegueros riojanos y por extensión los de las otras regiones vinícolas, se han puesto en manos de los más afamados arquitectos del mundo con el fin de que la imagen de marca que poseen sus obras se pueda convertir en el símbolo más reconocible de sus bodegas.

Quizá, dentro de poco tiempo la centenaria bodega del Marqués del Riscal, la más antigua de la Rioja, incorpore en la etiqueta de sus botellas la silueta de un pequeño edificio que Ghery está construyendo en Elciego (Álava).

(Mientras escribo éstas líneas cae en mis manos la publicidad que la bodega Protos, Ribera del Duero, acaba de insertar en las revistas de ésta semana confirmándolo.)

Es puro marketing, pero ciertamente España entera vive un fenómeno parecido. No hay una gran ciudad, capital de Comunidad Autónoma, pueblo por pequeño que sea ó empresa más o menos importante que no trate de tener y poder mostrar una obra arquitectónica de firma. Hoy está proyectando y construyendo en España el Parnaso Arquitectónico al completo: Álvaro Siza, Souto de Moura, Herzog y De Meuron, D. Perrault, Toyo-Ito, I.M. Pei, César Pelli, Richard Meier, Foster, Calatrava, Koolhas, Hadid, J. Nouvel, H. Hollein, Kevin Roche, R. Piano, Rogers, Chiperfield, Moneo, Navarro Baldeweg....... Casi todos los últimos premios Pritzker y algunos de los próximos. Parece que hoy nadie es algo si no tiene una obra o por lo menos un proyecto destinado a este país.

Los concursos restringidos y los encargos directos a estos arquitectos de prestigio se multiplican día a día. Desde Planes Generales de Ordenación Urbana, pasando por parques, bloques de vivienda, rascacielos que cambian el perfil de Barcelona o Madrid, museos, auditorios, pero también pequeñas construcciones destinadas a ser la imagen corporativa de empresas e incluso viviendas unifamiliares ciertamente modestas.

Se da el caso, como en la actuación de remate del paseo de la Castellana de Madrid que de los cuatro rascacielos planteados, uno es de I. M. Pei, otro es de César Pelli, y un tercero de Foster. Los propietarios unen indisolublemente el prestigio de poseer uno de esos rascacielos con la fama de su arquitecto y por lo tanto esperan que éstos sean identificables con las formas características que a ellos se asocian.

Kevin Roche es el autor de la mayor Ciudad Financiera de Europa que está construyendo el grupo Santander en Boadilla del Monte (Madrid), Chiperfield sin embargo ha terminado una pequeña vivienda unifamiliar en Corrubedo (La Coruña).

No todo es igual de serio y no me refiero al tamaño ó a la importancia del cliente, no todo vale lo mismo, aunque la firma del autor pretenda ser un aval. Algunos proyectos ganadores de concursos son propuestas serias, atentas al lugar que incorporan la novedad del último pensamiento y del debate, respondiendo a las necesidades y al programa con la brillantez de la mano del artista, pero otras, lamentablemente, son propuestas repetidas de otras anteriores ubicadas o destinadas a otros lugares del mundo, productos franquiciados o de estudio. Parecen a veces ovnis depositados en territorio ajeno, superficialidades tecnológicas transplantadas con evidente peligro de rechazo por el propio organismo. Reivindican la autonomía formal y el valor objetual descontextualizado pero olvidan los demás valores de la arquitectura. Propuestas pretendidamente válidas para cualquier lugar del mundo, pero ciertamente inválidas tanto para Japón como para Córdoba, defendidas solamente por un quiebro, un gesto, un material o una textura, reduciendo su interés a la constatación de lo que puede llegar a ser la banalización de la propia arquitectura.

El panorama se completa con las obras de los grandes arquitectos españoles. Profesionales que iniciaron su trayectoria en las décadas de los 70 y 80 cuando España estaba al margen del interés arquitectónico internacional y la repercusión de su arquitectura apenas sobrepasaba las paredes de las aulas de las Escuelas de Arquitectura. Me refiero a Moneo, Navarro Baldeweg, Cruz y Ortiz........, hoy en plena madurez. Poseen una rígida formación constructiva y una trayectoria atenta a los condicionantes del lugar, a la economía de medios, a las ricas preexistencias, al detalle constructivo nacido con tranquilidad y reflexión en oficinas pequeñas y donde se llegaba a tener el control completo del proyecto en su origen y desarrollo y de la obra en su total ejecución.

No se trata de transmitir nostalgia de un proceso creativo hoy movido por otras razones y al servicio de diferentes causas, muy al contrario considero que quien así se formó y aprendió, hoy es capaz y su obra lo demuestra, de crear una arquitectura más creíble o en resumidas cuentas más completa. En mi opinión, encontramos en la obra de este grupo de arquitectos lo más interesante que hoy se está construyendo en este país.

A su lado y cada día más cerca las generaciones más jóvenes que estudiaron y se formaron bajo la cátedra de los anteriores, hoy están haciendo una arquitectura muy brillante mixta entre lo heredado y lo nuevo, eslabonada con sus maestros en mayor o menor grado según lo reciente que sea su incorporación al ejercicio profesional. A diferencia de hace veinte años, hoy es fácil encontrar un listado completo de estos arquitectos en cualquiera de las últimas publicaciones internacionales.

Y ya que estas líneas empezaron con las bodegas, valga como ejemplo de lo expuesto las que Rafael Moneo ha construido en Navarra para Chivite terminadas hace unos tres años, no sólo son formalmente muy bellas sino que como decía Eupalinos, es una arquitectura que habla del proceso del vino, de cómo se han de almacenar y bajo qué luz dormirán las cubas. También y sobre todo del paisaje, del lugar donde se levanta la bodega, de cómo se percibe ésta desde el lugar y cómo se ve el lugar desde la bodega.

A su lado los show-rooms de otros bodegueros se descubren como construcciones transportables, exportables, construibles tanto en Napa como en Sudáfrica o cualquier otro lugar donde se pueda producir tanto vino como zapatos. Y esto no significa que dichos show-rooms no sean atractivos, pero yo trataba de hablar de emociones y no sólo de experiencias sensoriales. Y tanto unas como otras, tienen que ser expresadas por medios también sensoriales, pero según cuáles sean estos medios y lo auténticos que estos sean, así será el resultado.

Cerca de esta bodega de Rafael Moneo, a una distancia de varios kilómetros y varias generaciones, pero nacida y proyectada desde los mismos puntos de partida, está la bodega Juan Alcorta, situada en La Rad de la Santa Cruz (Logroño), proyectada y dirigida su construcción por un joven arquitecto riojano. Supongo que éste tiene un pequeño estudio y horas de reflexión y maduración. Su bodega "merece un desvío" como dice la guía Michelin para las tres estrellas. Una edificación pegada al desnivel del terreno, con un pabellón de recepción y unas naves semienterradas que reciben luz indirecta y tranquila, dejando reposar las cubas en un espacio emocionante (foto 2 y 3).

Estos dos ejemplos citados, resumen la intención de las líneas anteriores, señalar el peligro que en mi opinión supone "si esto es Ghery, esto es Bilbao", la sustitución de una ciudad por un símbolo y de la arquitectura por una marca, de los condicionantes que siempre hacen la arquitectura emocionante, por los que la hacen consumible.

Si así fuera, empezaría a preocuparme la afición que este país tiene hoy por la pasarela de la moda de arquitectura.