El fenómeno de quienes tienen trastornos o desórdenes emocionales y que, en lugar de tratarse médicamente, los convierten en identidades obedece, por un lado, a la inseguridad que crea el no tener puntos de referencia donde anclar la existencia; y, por otro, al arrastre o contagio mimético que genera el vivir en una sociedad de masas: nos da seguridad hacer lo que hacen todos en nuestro entorno.
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