María Alejandra Tapia Millán, Jairo Gallo Acosta
El artículo reflexiona sobre la desaparición forzada y los hornos crematorios, entre otros dispositivos, como símbolo extremo de una maquinaria de muerte diseñada con eficiencia tecnológica para ejecutar la solución final al llamado problema de la diferencia. Estos dispositivos representan una forma de necropolítica que busca eliminar radicalmente al otro, entendido como aquel que encarna la diferencia y la imposibilidad de la apropiación total. En esta lógica, se pretende construir una sociedad homogénea y sin fallas. Los hornos crematorios, como expresión siniestra de esta ideología, revelan cómo la ciencia y el capitalismo pueden instrumentalizar a los sujetos, reduciéndolos a objetos dentro de un discurso biopolítico que busca control total sobre la vida y la muerte. Ante los dispositivos necropolíticos que cada vez son más eficaces en el capitalismo neoliberal, se pretende que todo sujeto quede ubicado en una nada, un prójimo convertido en semejante, el individuo consumidor y consumido. Frente a este estado de cosas, la propuesta desde una praxis psicoanalítica es por sostener un espacio de escucha del sujeto-prójimo, crear dispositivos que posibilitan su emergencia. Para eso se necesitan escuchas ético políticas que permitan que la escucha del sujeto y su sufrimiento causado por diferentes vivencias violentas, entre ellas la desaparición forzada, sino que en estas escuchas el sujeto abra posibilidades de transformar dicho sufrimiento en otra cosa.
The article reflects on forced disappearance and crematory ovens, among other devices, as extreme symbols of a death machinery designed with technological efficiency to execute the final solution to the so-called problem of difference. These devices represent a form of necropolitics aimed at radically eliminating the other, understood as the one who embodies difference and the impossibility of total appropriation. Within this logic, the goal is to construct a homogeneous and flawless society. Crematory ovens, as sinister expressions of this ideology, reveal how science and capitalism can instrumentalize subjects, reducing them to objects within a biopolitical discourse that seeks total control over life and death. In the face of increasingly efficient necropolitical devices in neoliberal capitalism, the aim is to place every subject in a state of nothingness—a neighbor turned into a likeness, a consumer who is also consumed. Against this state of affairs, the proposal from a psychoanalytic praxis is to sustain a space for listening to the subject-as-neighbor, creating devices that enable their emergence. This requires ethical-political listening that not only allows the subject and their suffering—caused by various violent experiences, including for disappearance—to be heard, but also opens possibilities for transforming that suffering into something else
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