El Apocalipsis se presenta como una obra constituida por unidades literarias heterogéneas sin que se descubra a simple vista la conexión existente entre ellas. Junto a esta realidad, el lector percibe, de una parte, la insistencia del narrador por querer mostrar a sus destinatarios lo que vio y oyó; y, de otra, el uso recurrente de fórmulas y repeticiones a lo largo de la obra. Es lógico, pues, preguntarse si el autor del Apocalipsis poseía un dominio de la lengua griega tan limitado que su obra constituye una pequeña antología de piezas literarias en las que predomina la narración construida, a su vez, sobre el uso repetitivo de imágenes y vocablos, o si más bien, la aparente heterogeneidad responde a un proyecto determinado sobre el que el autor configura su obra y que pueda dar razón de las mencionadas repeticiones.
El estudio del texto pone de manifiesto que cuatro son los principios hermenéuticos sobre los que el autor construye el Apocalipsis: 1) la obra aparece como la revelación de Dios de la que Juan ha sido testigo ocular y aural (Ap 1,1a.2); es decir, es una revelación que se comunica a través de visiones y audiciones. 2) La revelación ha de ser transmitida a los siervos de Dios, es decir, los miembros de las primeras comunidades cristianas (Ap 1,1b). Ésta es la razón por la que la revelación se pone por escrito (Ap 1,3b). 3) Como consecuencia, la obra se presenta como veraz, no sólo porque es la revelación de Dios, sino también porque transmite lo que Juan vio y oyó (Ap 1,1). 4) Finalmente, el Apocalipsis se muestra como una obra concebida para ser leída en voz alta ante una comunidad que se reúne para escuchar, como pone de manifiesto el macarismo inicial en el que se hace presente el lector -? ??a????s???- y el resto de la comunidad -??¿ ??????te?- (Ap 1,3a).
Estos principios no son independientes; es más la presencia de cada uno de ellos determina una técnica (descriptiva, dramática, narrativa) o una estrategia narrativa concreta (narrador homodiegético, recursos propios del estilo oral, etc.) que, a su vez, facilita o confirma la presencia de otro de estos principios, de manera que la aparente diversidad textual que posee el Apocalipsis se convierte en un unum orgánico.
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