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Resumen de Imágenes y representaciones del poder: las visitas reales en la Sevilla del siglo XIX

María del Carmen Fernández Albéndiz

  • Desde los tiempos de Fernando III hasta nuestros días, Sevilla ha mantenido una estrecha y especial relación con sus reyes. Relación que, a pesar de lo que nos transmitieron la mayoría de los cronistas, no siempre fue de amor y veneración. Esta vinculación de la monarquía y la ciudad, unida a la importancia económica, social y política de la capital hispalense en el ámbito nacional, la convertirían a lo largo del siglo XIX en lugar de visita casi obligada de sus soberanos.

    Lo cierto es que la ciudad siempre ha tenido a gala su lealtad a los sucesivos reyes de España y su carácter profundamente monárquico, fidelidad que en un guiño a la realidad, de esos que tanto gustan a orilla del río Betis, llevaría a incluir en su escudo el lema otorgado por Alfonso X el Sabio, �No me ha dejado� (No&Do). Pero, ¿ha sido Sevilla tan monárquica como se nos presenta aún hoy en día, y realmente su fidelidad fue siempre inquebrantable?. Parece que no y por ello, a lo largo de este trabajo de investigación intentaremos obtener una visión real de esa relación, al menos en lo que se refiere al siglo XIX, más allá de los tópicos, las leyendas o los deseos.

    A pesar de esta amplitud temporal, un silgo, y de que el lema elegido Imágenes y representaciones del poder. Las visitas reales en la Sevilla del siglo XIX, es ya de por sí lo suficientemente sugerente para una Tesis Doctoral, nos pareció necesario no limitar nuestro estudio a las fechas estrictas de las visitas, sino intentar dar una visión general del reinado, del país y de la ciudad a lo largo de toda la centuria. Lo cierto es que la estancia de un monarca en una ciudad podía afectar en menor o mayor grado a todos los aspectos políticos, sociales, culturales, urbanísticos e incluso cotidianos de la población. Pero no es menos cierto que la ciudad que se mostraba al monarca en esos días estaba lejos de ser la ciudad auténtica, con sus problemas de infraestructura, sus carencias y sus dificultades económicas. Lo que se exponía a contemplación del rey era una ciudad soñada con sus calles limpias, adoquinadas, alfombradas de flores y sembrada de arcos triunfales. Pensamos por tanto que el estudio de esta metrópolis ficticia puede facilitarnos una visión de cuales eran los sueños y las aspiraciones de sus habitantes y ayudarnos a comprender mejor qué imagen de sí misma quería dar la ciudad. Ello fue lo que, nos incitó a buscar, a intentar conocer la ciudad tal y como los sevillanos la contemplaban día a día, conduciéndonos a un estudio sistemático de la ciudad que nos permitiera comprobar el alcance de las reformas, de los cambios y las obras emprendidas con motivo de la llegada de un soberano.

    Otro aspecto a tener en cuenta, aunque en la misma línea de lo expuesto anteriormente, es que las visitas reales están envueltas habitualmente de un carácter no solo festivo, sino en muchos casos de forzada imagen de bienestar y felicidad colectiva lo cual podría transmitirnos una visión falsa de la realidad del momento, dejándonos con la acara amable, superflua y frívola del acontecimiento histórico. Por ello debemos aclarar, de entrada, que en realidad las visitas reales desempeñan un triple papel en esta investigación. El primero como acontecimiento en si mismo, lo que conlleva un estudio de dichas visitas, con todas sus implicaciones: las transformaciones urbanísticas tanto duraderas como puntuales, gastos, expectativas etc. En segundo lugar como un medio para estudiar la relación de la monárquica con la ciudad, entendiendo como tal a las instituciones locales y al pueblo. Y el tercer papel que le hemos adjudicado, sería la utilización de las visitas reales como hilo conductor por diferentes momentos de la historia de la ciudad a lo largo del siglo XIX, con el objetivo de alcanzar una visión general de esta etapa de la historia de Sevilla.

    Ahora bien, siendo el tema de investigación las visitas reales resultaba imprescindible someter a estudio temas como el protocolo, el ritual y los símbolos utilizados en cada una de ellas, no desde un punto de vista estético o artístico, aspecto que correspondería a otras disciplinas, sino más bien analizando como a través de esos elementos se proyectaba una determinada imagen del rey, de la monarquía y de su poder. Y es que, cuando hablamos de ritual, ceremonial o protocolo, estamos refiriéndonos, fundamentalmente, al conjunto de normas establecidas para en este caso recibir a un monarca. Mientras que la simbología podemos entenderla como el estudio de la representación de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian a dicha realidad y a través de la cual se aspira a transmitir un mensaje o una idea.

    Con respecto a la cuestión temporal hemos establecido dos fechas para delimitar las visitas reales sometidas a estudio: estas arrancan de 1816, año en el que la reina Isabel de Braganza permaneció unos días en la ciudad. Esta elección viene determinada sencillamente por el hecho de ser la primera realizada por un monarca a la capital hispalense desde 1800; para encontrar una visita anterior, exceptuando la de José I en 1810, habría que situarse a finales del siglo XVIII, durante la estancia de Carlos IV y su familia en 1796. En cuanto a la fecha final, 1879, la elección se debe a criterios más históricos que cronológicos: en ese año tuvo lugar la última visita realizada por Alfonso XII a Sevilla antes de su muerte; la siguiente visita, pertenecería al reinado de Alfonso XIII y fue realizada por éste en compañía de su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, cuando aún era un niño. Entraríamos, pues, ya en otro reinado que se desarrollaría plenamente en el siguiente siglo, una vez que Alfonso XIII fue proclamado mayor de edad en 1902. Un interesante trabajo sobre la relación de este monarca con la ciudad aparece recogido en el trabajo de Alfonso Braojos Garrido Alfonso XIII y la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Por todo ello hemos preferido detener nuestra investigación en el último monarca que realmente pertenece al periodo sometido a estudio. Conscientes de las limitaciones que presenta un espacio temporal tan extenso, hemos de decir también que con nuestra investigación tan solo aspiramos a ofrecer un marco general que pueda ser de utilidad para aproximarnos a un período tan interesante de la vida hispalense como fue el siglo XIX.

    Por otro lado hemos considerado necesario dedicar un capítulo especial a Antoni de Orleans y Luisa Fernanda de Borbón, duques de Montpensier, por su pertenencia a la familia real y su estrecha vinculación con la ciudad de Sevilla, desde la elección de ésta como su residencia oficial, en 1848 hasta sus fallecimientos acaecidos en 1890 y 1897, respectivamente. Durante casi cincuenta años entre los duques y los sevillanos se estableció un estrecho vínculo, que en algunas ocasiones entró en contradicción con las simpatías de los sevillanos por Isabel II.

    El estudio que aquí presentamos como Tesis Doctoral parte pues de una serie de delimitaciones que derivan directamente del propio tema elegido: la ya enunciada de la amplitud temporal; la limitación espacial, centrada en la ciudad de Sevilla; y la implicación de un amplio elenco de personajes, reyes, consortes reales, princesas de Asturias o infantes de España. Tal amplitud de cuestiones podrían llevarnos a un trabajo disperso, frente al cual hemos intentado oponer una metodología coherente y constante a lo largo de todo el trabajo. Con esta finalidad, comenzamos nuestra investigación sobre las visitas reales con una aproximación a la figura del monarca y su tiempo, para luego realizar un estudio de la ciudad durante ese reinado, deteniéndonos en sus instituciones, su economía, su sociedad y su situación urbanística. Seguidamente nos aproximaremos al ritual y el protocolo en ese período, para concluir con el análisis de la presencia física del rey en la ciudad y las repercusiones que su estancia tuvo en la capital hispalense. Todo ello se estructura en tres grandes apartados: la época de Fernando VII, el reinado de Isabel II y la tercera, Revolución y Restauración, que abarca desde el Sexenio Revolucionario hasta la monarquía de Alfonso XII. Cada una de ellos lo integran tres capítulos, que engloban un total de nueve capítulos en total, y tres apéndices: documental, gráfico y de planos de la ciudad.

    En la primera parte, La Época de Fernando VII, nos detendremos en la estancia en Sevilla de la segunda esposa del monarca, la reina Isabel de Braganza, en 1816, y la presencia del propio soberano en el año 1823, durante su obliga huida hacia el sur. En la segunda, la Época de Isabel II, veremos la llegada de los Montpensier en 1848, con la instalación de una corte paralela a la de Madrid y la visita de Isabel II y toda la familia real en 1862. En la tercera, Revolución y Restauración, dedicaremos un capítulo a la estancia de Isabel II en 1876, en una especie de semidestierro sevillano durante el reinado de su hijo Alfonso XII. Un último capítulo está dedicado a las tres visitas que el monarca realiza a la ciudad, la primera en marzo de 1877, una visita institucional con un importante componente personal, su romance con la Infanta María de las Mercedes; una segunda visita en diciembre de ese mismo año, también de carácter personal, y una última y triste visita en abril de 1879, tras la muerte de la reina Mercedes y de la Infanta Cristina.

    Como complemento de la información ofrecida en el texto la investigación se cierra con diversos apéndices. En primer lugar un apéndice documental en el que incluimos una selección de los documentos utilizados o reproducidos de forma parcial a lo largo de los distintos capítulos. El segundo, un apéndice gráfico formado por óleos, litografias y fotografías, tanto de los personajes más representativos como de diversas escenas que nos muestran como celebró la ciudad la llegada de sus reyes. Finalmente, incluimos también un apéndice de planos oficiales de la ciudad de Sevilla que pueden desempeñar una doble función: ver como evolucionó la estructura de la urbe, desde el primer plano que recogemos, el de Olavide de 1771, hasta el último fechado en 1891; y a través de ellos hacer un seguimiento, detallado de los diferentes recorridos realizados por los reyes en sus visitas a Sevilla.

    Pensamos, por otra parte, que llevar a cabo esta investigación resultaba una tarea necesaria, pues una simple aproximación al estado de la cuestión sobre el tema y la época resulta cuando menos descorazonador. La imagen pública de la monarquía, los rituales y el ceremonial público es un terreno de estudios prácticamente virgen; apenas contamos con algunas obras puntuales como la de Javier Varela la muerte del Rey. El ceremonial funerario de la monarquía española 1500-1885; los trabajos dirigidos por González Enciso y Usunráriz Sarayoa en Imagen del rey, imagen de los reinos. Las ceremonias públicas en la España Moderna (1500-1814), o la Tesis Doctoral de Jaime García Bernal sobre El Fasto Público en la España Moderna. Obras interesantes todas ellas, pero que solo hacen referencia a la Edad Moderna; por ello únicamente nos sirven como aproximación a la fiesta y el ceremonial en el siglo XIX. Tampoco son numerosos los trabajos donde se aborde la relación entre la monarquía y el pueblo, salvo la obra de Fernando Garrido, publicada en 1954, El pueblo y el trono.

    La vida de los monarcas cuenta con una producción historiográfica algo más extensa, pero no todo lo amplia que sería de desear. A trabajos ya clásicos como La España de Fernando VII, de Artola, publicado en 1968 y reeditado en 1999, o el más reciente de Rafael Sánchez Mantero, Fernando VII, hay que sumar los trabajos de Cambronero, Puga, Germán Rueda o José Luis Comellas sobre Isabel II, a los que se añaden una serie de libros publicados con motivo del centenario del fallecimiento de la reina. Nos referimos a las biografías de Isabel Burdiel que analiza un corto periodo del reinado de Isabel II, hasta 1854, o la que editó Juan Sisimo Pérez Garzón y que aborda varios aspectos de su reinado. La figura de Alfonso XII cuenta también con algunos interesantes estudios como el publicado por Carlos Dardé, dentro de la colección de biografías editadas por Arlanza, aunque la mayor parte de la historiografía de su reinado hacen referencia al sistema político instaurado por el rey y Cánovas.

    Por su parte el desarrollo historiográfico sobre la historia de Sevilla en su etapa contemporánea ha tenido una suerte desigual, debido a las modas dentro del propio campo de la historiografía. Tendencias que han llevado en los últimos años a concretar todo el esfuerzo investigador en el tercio del siglo XIX y en el siglo XX, para dejar en un abandono casi absoluto los primeros decenios de la centuria. Para el período conocido como la crisis del Antiguo Régimen, apenas contamos con los recientes trabajos de Manuel Moreno Alonso sobre la etapa napoleónica, tanto en lo que se refiere al lado afrancesado como al de los patriotas. Y es que en general el reinado de Fernando VII es un periodo abandonado desde que el profesor Gil Munilla impulsase una serie de trabajos sobre esta etapa, algunos de los cuales vieron la luz en forma de libros o de artículos en la revista Archivo Hispalense.

    La época de Isabel II tampoco ha recibido aportaciones de relieve en las últimas décadas salvo la publicación de la Tesis Doctoral de José Domínguez León, La sociedad sevillana en la época isabelina. Una visión a través de la religiosidad, o de mi pequeño trabajo sobre la corte de los Montpensier en Sevilla. En cuanto al Sexenio Democrático, el panorama es más alentador, ya que para esta etapa contamos con dos excelentes trabajos de investigación: el llevado a cabo por Eloy arias sobre el Republicanismos Federal en Sevilla y el de Carlos Martínez Shaw sobre el cantón sevillano. A partir de la Restauración las investigaciones disponibles comienzan a proliferar, gracias especialmente a un proyecto que el profesor Sánchez Mantero puso en marcha en los años ochenta y que perseguía arrojar luz sobre la política y los políticos andaluces durante los años en que estuvo en vigor el sistema canovista.

    Faltaría, para finalizar esta breve introducción, referirnos aunque sea de forma somera a las fuentes utilizadas. Por cuestiones relacionadas fundamentalmente con la existencia de fondos, para realizar este trabajo hemos utilizado una documentación dispar, ya que la cantidad de documentación y bibliografía disponible varía considerablemente de un reinado a otro. El bloque central de los fondos utilizados en la investigación están depositados en el Archivo Municipal de Sevilla principalmente en tres secciones: las Actas Capitulares, las Crónicas de don Félix González León y los fondos de Personas Reales dentro de la sección denominada Colección Alfabética. Para la época de Fernando VII contamos además con los Papeles Reservados de Fernando VII, consultados en el Archivo General de Palacio, en Madrid, y para el reinado de Isabel II con los interesantes fondos del Archivo Diplomático de Nantes (Francia). Igualmente hemos contado con algunas aportaciones puntuales del Archivo de los Reales Alcázares de Sevilla. Además para las dos últimas partes de este estudio ya existen fondos hemereográficos, consultados en su día en la Hemeroteca Municipal de Sevilla, y que aunque no son muy variados sí que cuentan con series completas de algunos diarios a partir de los años cincuenta. En cuanto a los fondos bibliográficos del XIX hemos podido localizar y acceder a los existentes en la Biblioteca Nacional de Madrid, la Biblioteca Arus de Barcelona, la Biblioteca Municipal de Sevilla, la Biblioteca de la Universidad Hispalense, la de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y la que posee la Fundación Focus-Abengoa en Sevilla.

    Como hemos apuntado, la prensa ocupa un destacado lugar como fuente de información especialmente para las estancias en Sevilla de Isabel II, los duques de Montpensier y Alfonso XII. Dos son los diarios periódicos con los que contaba Sevilla en estas fechas y que se conservan casi íntegros: El Porvenir y La Andalucía. A los que habría que añadir un tercero para la época Alfonsina, El Universal.

    El Porvenir, �diario político independiente; diario de avisos y noticias�, nació en 1848 y gozó de una larga vida, desaparecido en 1909. A lo largo de esos años conoció diversos cambios de editores: Antonio María Cisneros, Nicolás del Rey, Ramón Piñal y Martínez (desde 1869 hasta 1874), Enrique Piñal y Alba desde 1889 y Viuda e Hijos de Piñal (propietarios). Sus directores fueron Antonio María de Cisneros, Nicolás del Rey, Ramón Piñal (de 1869 y 1874) y Federico Piñal (de 1875 a 1894).

    La Andalucía, por su parte, �Diario de Política, Comercio, Agricultura, Minas, Artes, Literatura y Ferrocarriles�, fue primero liberal y luego republicano, hasta decantarse finalmente como liberal fusionista. Nació el 31 de diciembre de 1857, extinguiéndose en 1899. La Hemeroteca Municipal de Sevilla cuenta con la colección completa hasta el 29 de diciembre de 1897. Fue su editor: Juan Nepomuceno Cansino, a quien se le compró Francisco María Tubino para cedérselo en 1887 a su hermano Juan Tubino y Montesionos. La dirección corrió a cargo de Francisco María Tubino, Manuel Gómez Zarzuela, Cayetano Segovia, Leoncio Lasso y Juan Manuel Tubino y Montesinos.

    El Universal �Diario político de Sevilla� de carácter conservador, se editaba en la imprenta del ayuntamiento. Fue fundado el 1 de abril de 1878, extinguiéndose el 31 de diciembre de 1895, para resurgir meses más tarde con otro nombre, La Región, pero con igual tendencia política. Fueron sus directores: Agustín González Ruano, Francisco José Orellana, Carlos Lastre y Romero, Eduardo Reina y Manuel Aznar y Gómez.

    Finalmente, no quisiera concluir esta introducción sin expresar mi agradecimiento al director de este trabajo, el profesor don Rafael Sánchez Mantero. Suya fue la elección del tema, cuando después de presentar mi trabajo de investigación de Tercer Ciclo me vi obligada a cambiar mi investigación, ante la imposibilidad de acceder a los archivos privados de Montpensier. El vio en esta trama una importante e inexplorada vía de investigación, expectativas que espero no haber defraudado. Igualmente, le agradezco su dedicación y su inestimable ayuda, amén de su apoyo profesional y personal siempre que lo he requerido. Por todo ello, mil gracias.


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