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Resumen de Vida y obra de Eduardo Asquerino (1824-1881): un escritor comprometido con su tiempo

Ángel Francisco Sánchez Escobar

  • Hablar de la vida y obra del hasta ahora casi desconocido Eduardo Asquerino (1824-1881) significa dejar atrás oscuras antologías literarias y manuales llenos de equívocos y omisiones, y disponerse a hacer un viaje trepidante a través del siglo XIX; es prepararse para vivir una aventura lírica, para conocer España y sus raíces a través de un verdadero hombre de bien, de un romántico más de práctica que de letras, de un liberal comprometido y de un andaluz de adopción.

    Intentar acercarse a la rica personalidad de Eduardo Asquerino nos lleva a visitar el Madrid del diecinueve, a encontrarnos en medio de alguna revuelta y correr por sus calles perseguidos por las hordas de algún gobierno dictador; nos permite ser espectadores singulares de comedias y dramas en teatros apenumbrados por la luz de los candiles, empaparnos de leyendas románticas, de poesía amable, costumbrista, amorosa; nos invita a visitar librerías anticuadas, a releer periódicos carcomidos por el tiempo, a conocer personajes importantes, a recorrer el Congreso y oír el discurso acalorado de los �partidarios�.

    Estudiar a Eduardo Asquerino también nos obliga a acercarnos a la compleja estructura político-social del siglo XIX; un siglo de �encogimiento� y de �entendimiento� como sintetiza Fernando Díaz-Plaja; un siglo en el que se perdieron las últimas posesiones en el Pacífico y en el continente americano, un siglo en el que los españoles comenzaron a llevar las riendas de su propia historia y se lanzaron a la búsqueda de sí mismos, dejando hecha añicos una sociedad jerarquizada (1983, pp.7-8).

    El XIX fue un siglo de una nueva constitución, de guerras contra un invasor (la Guerra de Independencia) y entre hermanos (las guerras carlistas), de graves disensiones internas, y hasta de revoluciones; pero un siglo que llegó con Alfonso XII (1875-1885), bien llamado el �Pacificador�, a una etapa de serenidad y estabilidad, con el papel de los dos partidos políticos (el conservador y el liberal) bien definido. El siglo terminó con la regencia de María Cristina (1885-1902), con el anhelo soñado de Eduardo Asquerino: un régimen democratizado mediante el sufragio universal. Fue un siglo complejo, cuyo contexto político estaba imbuido de tres corrientes de pensamiento: el conservador de los últimos años del XVIII, el liberal y el socialista (Viñés Millet, 1991, pp. 251-260), y cuyo contexto literario no dejó sino por breves años el lastre del neoclasicismo para satisfacerse en la vivencia y expresión del yo antes de encaminarse hacia los caminos del realismo.

    Asquerino tuvo el privilegio, o quizás la mala fortuna, de escribir en la confluencia de dos momentos literarios importantes, primordialmente en la década de los cuarenta y parte de los cincuenta. El romanticismo, metafóricamente hecho pavesas tras su estallido �ya fuera por evolución o por revolución�, y el neoclasicismo, que perduraba a duras penas en un eclecticismo difícil de matizar. Fue sin duda un momento de crisis para las letras del que se ya percataron algunos críticos de la época, y más evidente quizás desde nuestra perspectiva de más de siglo y medio después.

    El propósito del presente estudio es, por tanto, doble pero interrelacionado: a) situar a la persona de Eduardo Asquerino (1824-1881) en el complejo contexto histórico, político, social y cultural de su tiempo y b) estudiar a Eduardo Asquerino escritor, especialmente en su faceta de autor dramático, con 24 obras teatrales, muchas de ellas en colaboración. Asquerino compuso también, como veremos, poesía, escribió ensayos periodísticos, hizo refundiciones de obras del Siglo de Oro español, traducciones y arreglos de obras francesas e incluso zarzuelas, pero hemos dejado para un próximo estudio un más detallado análisis de estos textos.

    Puesto que los avatares de la vida de Eduardo Asquerino, hombre muy comprometido con su tiempo, estuvieron muy relacionados con la historia de España durante el segundo y tercer tercio del siglo XIX, el método histórico se presta como el más apropiado para la aproximación sistemática a su biografía. El método hermenéutico, propio del análisis literario, se utilizará para acercarnos a su obra dramática. La hermenéutica, en el sentido literal de la palabra ofrece muchas facetas para el análisis de un texto literario, y, dentro de ésta, hemos favorecido en nuestro estudio un análisis basado en la teoría de la recepción y en el aspecto comunicativo de la obra literaria, primordialmente por la incorporación, en su modo de análisis, de elementos considerados extraliterarios por otros enfoques, como los entresijos de la respuesta del espectador o el reflejo en la obra de la postura del autor ante un determinado suceso político, social o literario. La elección de este método surgió tras analizar diferentes teorías de crítica literaria, como se observará en el siguiente capítulo.

    Pero en nuestro análisis de la obra de Asquerino nos vamos a encontrar con ciertos límites. Todos sabemos que la obra dramática, en su doble expresión de texto dramático y texto de representación, constituye un rico y complejo proceso de transformación de signos lingüísticos escritos en signos verbales y visuales, y es evidente que, con excepción de ciertos testimonios en documentos de la época, especialmente periódicos, carecemos de testimonios audiovisuales que nos informen de la representación de la obra de Eduardo Asquerino en cuanto a aspectos escénicos, tono, mímica, accesorios, decorados, música o iluminación. El carácter efímero de la puesta en escena, nos obliga a recurrir al análisis textual de las obras publicadas de Asquerino para intentar extraer el germen de representatividad.

    La aproximación semasiológica al análisis del código dramático es de gran utilidad para nuestro análisis de elementos verbales y visuales, pero por su carácter antihistoricista, explícito o no, la descartamos como método exclusivo de aproximación al teatro de Asquerino, sin por ello excluir la pluralidad informativa del teatro. La teoría de la recepción, que partió de la semiología y de hecho la complementa, al profundizar en el hecho comunicativo de la obra literaria y afirmar que sin la realización del lector/espectador la obra está incompleta, sí parte de consideraciones históricas, sociológicas, culturales e incluso psicológicas para la interpretación de un texto literario. Es por ello por lo que propondremos, en el caso del acto teatral, desde esta perspectiva, la definición de un modelo comunicativo entre un emisor y un receptor, y a partir de éste del input dramático o teatral.

    El espectador de nuestro modelo ha de tener una competencia comunicativa equiparable a la del autor, aunque en el modo receptivo, que le facilite captar la multisignificación de este input. Dicho espectador es acrónico, pero teóricamente incluye al espectador histórico.

    Creemos, pues, que la teoría de la recepción no sólo nos va a ayudar a integrar la globalidad de los elementos de la obra que se producirían/percibirían en el proceso comunicativo ideal entre autor y espectador, sino que toma en cuenta la dimensión histórica de la obra de Asquerino. Hermenéutica e historia irán de la mano acompañando de manera coherente la narración y el análisis de la vida y obra de Eduardo Asquerino.


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