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Resumen de Catolicismo de base en la diócesis de zaragoza (1946-1979). Renovación eclesial, apostolado obrero y compromiso sociopolítico

María José Esteban Zuriaga

  • La Iglesia católica española fue uno de los principales aliados de la dictadura franquista, en el plano institucional, discursivo y moral. A cambio, la institución eclesial gozó de numerosos privilegios con los que llevar a cabo su reconquista social y defender sus intereses, siempre entrelazados con los de la dictadura. Las condiciones de esta estrecha relación, que tiñó de nacionalcatolicismo la política y la sociedad españolas, quedaron instituidas en el Concordato firmado con la Santa Sede en 1953.

    Al mismo tiempo, desde el Vaticano se sucedían los intentos por adaptarse a un contexto de creciente secularización en toda Europa y por purgar los pecados cometidos en sus relaciones con regímenes autoritarios. La mayor expresión del aggiornamento fue la convocatoria y celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), que cuestionó muchas de las bases sobre las que se asentaba la relación entre la Iglesia y el régimen franquista, tan solo una década después de la firma del Concordato.

    Entre las herramientas utilizadas para combatir la secularización se encontraba la Acción Católica, creada a principios del siglo XX y que otorgaba la iniciativa del apostolado a los seglares para que evangelizaran a sus semejantes. Yendo un paso más allá, se promovió la creación de movimientos especializados por “ambientes” sociales, que buscaban una mayor adaptación al público objetivo al crear organizaciones dedicadas a los obreros, estudiantes o campesinos. En el caso de España, los más potentes fueron los movimientos obreros, creados en 1946. Se trataba de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), con sus homólogas femeninas (HOACF y JOCF).

    En el seno de estas organizaciones, también conocidas como movimientos católicos de base, se llevó a cabo una importante reflexión sobre las condiciones de vida de la clase obrera y sobre cómo estas eran incompatibles con el ideal cristiano y con la Doctrina Social de la Iglesia. La noción del compromiso temporal, complementario del evangélico, obligaba a los militantes católicos a esforzarse por mejorar el mundo terrenal. Estos postulados no estaban aislados de una renovación teológica e intelectual a nivel europeo. Todo este caldo de cultivo, en el marco del franquismo, dio lugar a un catolicismo crítico con la dictadura, la legalidad sindical y el sistema socioeconómico, que se expresó de diferentes maneras. Entre ellas estaban la denuncia de las condiciones laborales de los trabajadores españoles por parte de los periódicos de HOAC-F y JOC-F y el compromiso de un número creciente de militantes apostólicos en el movimiento sindical clandestino. Fue también el caso de los curas obreros, algunos de los cuales cedieron, además, locales y parroquias a movimientos sociales progresistas o utilizaron homilías y celebraciones religiosas para denunciar el sistema económico, político y social.

    Esto originó fuertes tensiones entre el régimen franquista y la Iglesia, que vio a su vez cómo se quebraba su unidad en la fidelidad al franquismo. La legitimidad de este, en unos años finales caracterizados por la multiplicación de los frentes de oposición, se vio mermada por los ataques de una parte de un aliado tan importante como la Iglesia. Además, el hecho de que movimientos eclesiales utilizaran los privilegios de los que disponían en virtud de una estrecha relación sancionada en el Concordato acentuaba el sentimiento de agravio de la dictadura, que no dudó en vigilar y sancionar a los sacerdotes considerados contestatarios o en llamar al orden a los obispos que protegían al catolicismo más progresista.

    Además de la concienciación sociopolítica que tuvo lugar en la HOAC-F y la JOC-F, la experiencia militante supuso un entrenamiento para muchos de sus miembros. Estos dos factores, unidos a diversas crisis institucionales y de identidad en el marco de las organizaciones apostólicas, provocaron un importante trasvase de militantes desde estas organizaciones a movimientos sociales y políticos antifranquistas. No solo aportaron militantes de base, sino también líderes y una manera particular de concebir y practicar el compromiso sociopolítico.


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