La poesía nos dice y se dice de mil y una maneras, en continua metamorfosis. Poco tiene que ver la elíptica e hiriente escritura de Bárbara Grande Gil con el decir reflexivamente conceptual de José María Castrillón; la sabiduría métrica de Rodrigo Olay, su relectura del culturalismo, con el lúdico desparpajo con que Miguel Ángel Gómez dialoga con Shakespeare o con Joyce; igualmente contrastan -entre sí y con todos los demás- el realismo onírico de Xaime Martínez y la demorada sensualidad de Yasmina Álvarez.

En la poesía actual, como en la poesía de siempre, todas las direcciones son válidas. Solo se deben evitar los caminos trillados, las sendas que llevan a lo convencionalmente poético o, lo que es lo mismo, a ninguna parte.