Durante los siglos XVI y XVII, el comercio Atlántico revolucionó no sólo la economía española y europea, sino también la sociedad con todo lo que ello implica: costumbres, movilidad, pautas de comportamiento y, en definitiva, mentalidades. Sevilla, convertida -gracias a haber sido elegida cabecera de la Carrera de Indias- en una de las primeras ciudades comerciales del mundo, es un laboratorio indispensable para estudiar todos estos cambios.
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