Alejandro Guzmán Brito nace en Santiago de Chile el 21 de marzo de 1945 y fallece en Valparaíso el 13 de agosto de 2021. En carta de respuesta a la mía en la cual comunico la noticia al profesor Jesús Burillo Los Huertos, catedrático de derecho romano de la Universidad de Murcia y uno de los primeros discípulos de nuestro común maestro --el profesor D. Álvaro d’Ors-, me dice expresamente “Alejandro era muy capaz y, además, tiene la suerte de conectar con D. Álvaro ¡Hacen muy buenas migas!”. Tres meses después de su fallecimiento -exactamente el 18 de noviembre de 2021- se lleva a cabo el primer seminario online de la Cátedra Álvaro d’Ors de Derecho, Cultura y Sociedad, de la Universidad de Navarra, con la colaboración de la Emory University de Alabama (U.S.A.). Dicho primer seminario, como no podía dejar de ser, es en homenaje a Alejandro Guzmán Brito. Por el ámbito universitario chileno intervienen el profesor de derecho romano Patricio Lasso González, de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y el profesor de derecho administrativo Alejandro Vergara Blanco, de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile). Por el ámbito universitario español intervienen el catedrático de derecho romano Javier Andrés Santos, de la Universidad de Valladolid, y el catedrático de derecho romano Rafael Domingo Oslé, de la Universidad de Navarra, Research professor de la Emory University, y regente de la Cátedra Álvaro d’Ors. Moderador eficiente de los seminarios online Alex Corona Encinas. Cada uno de los ilustres intervinientes destaca algún aspecto de la poliédrica humanidad del homenajeado como persona, como romanista, como iushistoriador y como gestor de la institución universitaria.
A propósito del cincuentenario (1971-2021) de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana de México -obra corporativa del Opus Dei- mi colaboración lleva por título Ius romanum - Ius commune novum. En ella remito expresamente al “espléndido trabajo del ilustre romanista y iushistoriador chileno, recientemente fallecido, Alejandro Guzmán Brito”1.
Mis recuerdos se circunscriben a los años de convivencia universitaria con Alejandro en la Torre I del Colegio Mayor Belagua de la Universidad de Navarra, y más tarde en un piso de jóvenes profesores ayudantes de la Universidad (1971-1974). Previamente debo hacer una breve digresión sobre la institución medieval de los Colegios Mayores. En la Edad Media uno de los problemas más graves que tenían que atender los estudiantes universitarios personalmente o sus familias era el del alojamiento en las sedes urbanas universitarias. Para dar facilidades a los estudiantes personalidades laicas o eclesiásticas adineradas fundan los collegia, dotados de estructuras autónomas y de rentas regulares. Normalmente el collegium estaba dirigido por un maestro de artes (liberales) o por un bachiller (Magister o Baccalarius); la administración financiera estaba en manos de un procurator o bursarii, mientras la responsabilidad por el comportamiento de los colegiales (socii) es competencia del prior o decanus o dean2. En el inmenso ámbito geográfico universitario del Nuevo Mundo Hispánico y Filipino los Colegios Mayores son los siguientes: 1. Colegio Mayor de Santa María de Todos los Santos (México, 1572), 2. Colegio Mayor de Santa María de San Ildefonso (México, 1573/1653), 3. Colegio Mayor de San Martín (México, 1582), 4. Colegio Mayor de San Felipe y San Marcos (Lima, 1592), 5. Colegio Mayor de San Bartolomé (Santafé de Bogotá [Nuevo Reino de Granada] [Colombia], 1605), 6. Colegio Mayor de Comendadores de San Ramón Nonato (México, 1628), y 7. Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Santafé de Bogotá [Nuevo Reino de Granada] [Colombia], 1651) → 1893: Universidad del Rosario - Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario3.
Para algunos de mis recuerdos me apoyo documentalmente en la espléndida obra -mucho más que una biografía- de Gabriel Pérez Gómez, doctor en Ciencias de la Información, periodista y profesor de Narrativa Audiovisual en la Universidad de Navarra, y yerno de D. Álvaro: Álvaro d’Ors. Sinfonía de una vida4.
En el primer trimestre del curso académico 1971-1972 llegamos a la Universidad de Navarra -por intermedio del profesor Francisco Samper Polo5- el que suscribe (colombiano)6 y Alejandro Guzmán Brito (chileno)7: “Guzmán, como ya hemos mencionado, llegó a Pamplona a través de Francisco Samper, […] Sin embargo, todavía pudo disfrutar de un maestro en plenitud, que con el tiempo se sentiría orgulloso de su discípulo por el interés que supo poner en el mantenimiento del derecho romano como disciplina académica en Chile”.
El buen sentido del humor de Alejandro me fue de gran ayuda para la adaptación al noble y recio pero áspero carácter navarro -hablo de aquel entonces-, donde el tuteo en todos los estamentos era lo frecuente. Luego, sus agudos comentarios en relación con las típicas vivencias universitarias de todos los lugares y épocas.
Aparte nuestro trabajo diario en la Biblioteca de Humanidades, asistimos a las lecciones de don Álvaro, sentados en el estrado del profesor, uno a su derecha -Alejandro- y otro - el que suscribe- a su izquierda. En el descanso de un cuarto de hora entre una lección y otra, vamos a la cafetería para tomar un café y conversar de los más variados temas. Después de la segunda hora, don Álvaro atiende las preguntas de los alumnos en un pasillo. Naturalmente, también acompañamos a don Álvaro en esta actividad docente.
Igualmente, resultan inolvidables las sabatinas en el sentido medieval y conservado en la edición del Tricentenario del Diccionario de la lengua española, de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española (AALE): “(Del b. lat. sabbatinus, y este der. del lat. tardío sabbătum ‘sábado’). Adj. // 4. Ejercicio literario que se usaba los sábados entre los estudiantes a fin de acostumbrarse a defender conclusiones”. En nuestro caso de la traducción y exégesis de las fuentes jurídicas romanas sobre los temas de nuestras respectivas tesis doctorales. Aunque también dedicábamos algunas sabatinas a la lectura, traducción y comentario del latín literario. Recuerdo de manera especial el De legibus de Marco Tulio Cicerón; obra de la cual don Álvaro había hecho y publicado en 1970 una traducción, con interesante introducción y notas, en la colección de Clásicos Políticos, del Instituto de Estudios Políticos.
Recuerdo con agrado dos visitas organizadas por la Torre I del Colegio Mayor Belagua al Pirineo navarro, y a las cuales nos apuntamos Alejandro y yo. Una termina en el Refugio de Belabarce -sede de tantos encuentros y convivencia entre universitarios-, y allí Alejandro nos obsequia con algún plato de la exquisita gastronomía chilena. Especial recuerdo guardo de nuestra visita al paso de Roncesvalles y a la Real Colegiata de Santa María. Como es sabido, el 15 de agosto de 778 el ejército carolingio es derrotado por el ataque conjunto de vascones y musulmanes -según Menéndez Pelayo- o sólo vascones y del otro lado de los Pirineos -según De Abadal-. Batalla convertida en uno de los hechos más conocidos por haberse recogido en el Cantar de Roldán.
La tesis doctoral de Alejandro sobre la caución tutelar en derecho romano le hace merecedor del premio extraordinario de doctorado por la Universidad de Navarra. Inicia así su brillante carrera como investigador.
Dado que, aparte el derecho romano, la otra línea de investigación del infrascrito ha sido la de la historiografía universitaria colombiana, hispanoamericana, filipina, española y europea, no debe extrañar su ausencia de la Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, como de tantas otras revistas romanísticas europeas e hispanoamericanas, en el supuesto de que fuese merecedor de publicar en ellas. En efecto, dado que en el Nuevo Mundo Hispanoamericano y Filipinas, sólo los virreinatos de Perú y Nueva Granada sacan adelante las reformas universitarias ilustradas emprendidas por Carlos III durante el período 1767-1786, mis esfuerzos principales se han concentrado en la rica documentación manuscrita de la educación del Nuevo Reino de Granada [Colombia], tanto en el Archivo General de la Nación de Colombia, como, sobre todo, en el Archivo General de Indias (AGI), de Sevilla, en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla y su Archivo Histórico, en la Institución Colombina, de Sevilla, y la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, también de Sevilla.
Para concluir, en Alejandro encuentro una personalidad paralela en los ideales histórico-jurídicos en relación con nuestras respectivas patrias de origen, Chile y Colombia, en particular, e Hispanoamérica, en general. Ambos, con base en el derecho romano -una de las cinco fuentes en que se fundamenta la civilización occidental-, dedicamos nuestro oficio universitario a las líneas de investigación y docencia determinadas por nuestros orígenes patrios: Alejandro a la profunda y documentada tradición jurídica hispanoamericana de cinco siglos, el infrascrito a la profunda y documentada tradición universitaria hispanoamericana de cinco siglos, que conmemoraremos -así espero- dentro de 16 años, en 2038. Como es sabido, el papa Paulo III (1534 - 1549) expide la bula In Apostolatus culmine, de Roma 28 de octubre de 1538, erectiva del Convento-Universidad de Santo Domingo, de la Orden de Predicadores (OP), de la Isla Española (República Dominicana), primera universidad del Nuevo Mundo Americano.