Granada, España
El terremoto de Lisboa de 1755 generó una considerable destrucción en numerosas villas y ciudades de la Península Ibérica. La sociedad se vio conmocionada por el desastre; era necesario comprender el fenómeno para intentar evitar, en la medida de lo posible, futuras destrucciones y actuar con agilidad para promover una pronta recuperación. En este sentido, vinculado con el debate sobre la formación de la Tierra tal y como se conocía en el momento, se desarrollaron numerosas teorías sobre la causa del fenómeno. Desde las posiciones religiosas se conminaba al arrepentimiento, mientras que una protociencia geológica defendía el origen natural del terremoto y, por ende, concluía que era difícil de evitar. No obstante, pese a las disensiones en la comprensión de los seísmos se daba un cierto consenso sobre sus efectos. La destrucción física era más que evidente, pero estos daños urbanísticos parecían estar acompañados por numerosas enfermedades surgidas a raíz del terremoto y documentadas por los diversos poderes locales. Parto así de la obra del cirujano de Uxíjar, Joseph Aparicio Morata, para analizar las diversas formas en las que la medicina del siglo XVIII comprendió los daños que estos fenómenos generaban sobre la naturaleza humana. El miedo desatado por el desastre podía alterar de tal forma las sustancias humanas que entre sus resultas los abortos, melancolías y delirios eran de esperar. Cuando la tierra se abría surgían de ella numerosos gases tóxicos que, una vez en la superficie, se disipaban e infectaban a las comunidades vecinas. Los efluvios liberados conectaban a su vez con fenómenos astrológicos por su carácter aéreo, así los cometas poseían una poderosa vinculación con los terremotos y sus efectos, hasta el punto de ir parejos. El estudio de la dimensión infecciosa de los terremotos revela una cara muy poco conocida de estos desastres que tantas penurias han causado a lo largo de la Historia.
The Lisbon earthquake of 1755 caused considerable destruction in many towns and cities in the Iberian Peninsula. Society was shocked by the disaster, and it was necessary to understand the phenomenon in order to avoid, as far as possible, future destructions and in order to act swiftly to promote a speedy recovery. In this way, numerous theories were developed about the cause of the phenomenon, linked to the debate about the formation of the Earth as known at the time. Religious positions urged repentance, while geological proto-science argued that the earthquake was natural in origin and therefore difficult to avoid. However, despite dissenting views on the understanding of earthquakes, there seemed to be a certain consensus on their effects. The physical destruction was more than evident, but this urban damage seemed to be accompanied by numerous illnesses that arose as a result of the earthquake and were documented by the various local authorities. Beginning with the work of Joseph Aparicio Morata, a surgeon from Ugíjar, I analyze the different ways in which eighteenth-century medicine understood the damage to human nature caused by these phenomena. The fear unleashed by disaster could alter human substances in such a manner that miscarriages, melancholy, and delirium were to be expected. When the earth opened up, numerous toxic gases rose from the earth and, once on the surface, dissipated and infected neighboring communities. The effluents released were in turn connected to astrological phenomena because of their aerial nature, so that comets had a powerful link with earthquakes and their effects to the extent that they went hand in hand. Study of the infectious dimension of earthquakes reveals a little-known side of these disasters that have caused so much hardship throughout history.
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