UNA ÚLTIMA ILUSTRACIÓN FILIPINA: GUILLERMO GÓMEZ RIVERA

Vol. 8 / julio 2022
ARTÍCULO / REPORTAJE. Autor: Isaac Donoso

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I

Los hechos se suceden rápidamente, casi sin tiempo para ordenar correctamente el curso cronológico, casi sin tiempo, antes de que se desvanezcan, y queden como meras anécdotas, a lo sumo, o algo ya prescindible. Es algo que la recepción literaria conoce, y criba, según criterios que se entienden autorizados, intentando construir un primer andamiaje de la creación contemporánea e inmediata. Las grandes literaturas cuentan con verdaderas industrias de la recepción, ejércitos de cronistas, reseñistas y críticos, premios literarios y editoriales sin número. El registro de hechos, sin bien no puede ser absoluto y quedará siempre limitado a una parte del todo, al menos hace, si quiera parcialmente, justicia, al decurso artístico.

La literatura filipina escrita en español, a pesar de la importancia demográfica de esta lengua de expresión mundial (la segunda en número de hablantes nativos), no es, para el caso de las islas asiáticas un escenario favorable. Reducida en las últimas décadas a producción ciertamente marginal, el argumento inmediato ha sido considerar a la histórica literatura hispanofilipina como extinta. La existencia de autores, obras, incluso de instituciones como la Academia Filipina de la Lengua Española, o rotativos como Nueva Era o Revista Filipina, no han servido, aparentemente, para que se produjera una recepción real del hecho literario. En fin, y para el caso que nos ocupa, el registro de hechos ha sido paupérrimo, insuficiente, y cruelmente injusto con todos aquellos filipinos (pocos sí, pero tan determinados como el propio don Quijote) que han decidido escribir en lengua española.

Afortunadamente el escenario ha ido cambiando de un tiempo a esta parte, y el creciente proceso de producción de obras ha ido de la mano de una primera recepción, que trata de dar sentido crítico a la realidad literaria hispanofilipina del siglo XXI[1]. En efecto, como demuestra el gran valedor de esta literatura, el profesor italiano Andrea Gallo, la reunión del conjunto de obras actuales forma ya una verdadera biblioteca[2]. En este sentido, la labor de Gallo se ha dirigido igualmente a la activación de dos aspectos esenciales: 1) la continuidad productiva a través de la «Colección Oriente»[3]; y 2) la organización de dos premios literarios, el primero como certamen juvenil y universitario («Premio Rafael Palma» de la Universidad de Filipinas y Revista Filipina)[4]; y el segundo como galardón a obra presentada («Premio Antonio Abad» de la Universidad del Extremo Oriente-FEU y la Editorial Hispano Árabe)[5].  

Dicho lo cual, todos hubiéramos deseado que el mítico «Premio Zóbel» hubiese dado sentido a los complejos años devenidos tras la Constitución de 1987 y el nacimiento de la Quinta República de Filipinas bajo la presidencia de Corazón Aquino, cuando el español dejó de ser, tras 416 años, lengua oficial del archipiélago filipino. Pero no fue así, el galardón fue adquiriendo connotaciones nominales que, posiblemente, condujeron a su actual hibernación. Cabe indudablemente el encomio a la familia Zóbel, por un mecenazgo en su día ejemplar que hizo grande a la literatura hispanofilipina, como logra mostrar Lourdes Brillantes[6]. En cualquier caso, el último fallo del Premio Zóbel fue celebrado en el año 2000 y, desde entonces, la ausencia de su importante función para la producción filipina en lengua española se ha hecho notar.

Ante este importante vacío, imprescindible para el buen funcionamiento de cualquier fenómeno verbal y artístico, el Instituto Juan Andrés propició el inicio de la concesión de un reconocimiento a la trayectoria de un escritor, singularizada en una obra publicada o manuscrita en el año en curso: desde el año 2015 viene otorgándose el «Premio José Rizal de las Letras Filipinas», que ha recaído en los siguientes galardonados: 2015: Guillermo Gómez Rivera; 2016: Luis Eduardo Aute; 2017: Edmundo Farolán Romero; 2018: Virgilio Almario; 2019: Macario Ofilada; 2020: Gilbert Luis R. Centina III; y 2021: Edwin Agustín Lozada.

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II

Bien, volvamos al inicio del argumento. Los hechos se suceden rápidamente, y conviene, pues es de obligada urgencia, hacer justicia a los autores filipinos que, en excepcionales circunstancias de ostracismo, han seguido expresándose en español, o han elegido el español como lengua de expresión. Y creo que podemos estar satisfechos porque, en la medida de las posibilidades de aquellos que habían sido apelados —siquiera por ética y compromiso[7]—, la figura de Guillermo Gómez Rivera, actual director de la Academia Filipina de la Lengua Española y decano de los escritores hispanofilipinos, ha sido correctamente recuperada[8].

El intelectual y artista polifacético Guillermo Gómez Rivera (Iloílo, 1936), sobrino-nieto de Guillermo Gómez Windham (1880-1957), quien fuera uno de los fundadores de la Academia Filipina y primer Premio Zóbel, es un personaje peculiar no falto de credenciales: miembro decano de la Academia Filipina[9], ganador del Zóbel en 1975, asesor cultural del Ballet Nacional de Filipinas Bayanihan, principal autoridad y pedagogo del flamenco en Filipinas, y reconocido etnógrafo y experto en tradiciones orales filipinas[10]. Su apasionamiento por todo lo hispánico a veces pareciera destilar una vis polemica, incluso una ideología que puede resultar, a ojos de miradas poco matizadas, extremadamente conservadora. Nada más lejos de la realidad, y de la vivencia extraordinariamente cercana y empática de la personalidad gomezriveriana, cuyo entusiasmo vital, e hispánico, es siempre contagioso:    

Por ser soldado de todo
lo tuyo: de tus palabras
de tus letras y tus glorias,
¡Mira, Lengua Castellana,
cuánto bregar y sufrir
comprende la gran batalla
que se libra por tus fueros
en esta tierra malaya!
[…]
¿Es que ser soldado tuyo
en esta Isla Barataria
es heroísmo y privilegio
que sólo place a contadas
almas, a contadas fuerzas
que forman, igual que estacas
tu alto ejército de gloria?[11]

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Lema de San Miguel, Q.U.D., en la iglesia de Bacoor

Decíamos entonces que la publicación de su obra lírica vendría a continuar una tradición de poemarios emblemáticos: Rimas Malayas (1904) de Jesús Balmori, Bajo los cocoteros (1911) de Claro Mayo Recto, Crisálidas (1914) de Fernando María Guerrero, o Cantos del Trópico (1929) de Manuel Bernabé[12]. Pues bien, ya no sólo se ha podido publicar su obra Con címbalos de caña (2011)[13], sino que un segundo poemario, singular por el desarrollo estético que contempla, apareció en 2018 como La nueva Babilonia[14]. Es más, su tercer poemario está en proceso de edición, y vendrá a concluir uno de los cursos poéticos más interesantes de la literatura hispanofilipina, con Antipoemario íntimo.

Al margen de tal obra poética, que no es artísticamente convencional sino naturalmente expansiva como el habla de las islas, sus paisajes, sucesos y calles, Gómez Rivera había redactado un relato narrativo ambientado en la antigua Iloílo durante el cambio de siglo, de temática goticista y mitológica, y como alegoría de la ingeniería social operada por el colonialismo en Filipinas. La trama se había ido configurando a través de largo proceso, pero el título latino de Quis ut Deus (paralelo al Noli me tangere rizaliano) se había fraguando desde una visita a la iglesia de San Miguel en Bacoor en 2013, donde aparecía el lema del arcángel: Q.U.D., “Quién como Dios”.  

Para denunciar las estrategias del colonialismo norteamericano en Filipinas, Gómez Rivera recrea una epidemia en forma alegórica en su novela Quis ut Deus. Teniente Guimô, el brujo revolucionario de Yloílo (Manila, The Herald Press, 2015). Empleando elementos del folklore y la mitología hiligainon, y ambientando los hechos en parajes recónditos de la isla de Panay (Tabogón, Dingle y la emblemática ciudad de Iloílo, antigua Ilong Ilong), la obra narra la expansión, sobre todo entre los niños, de una epidemia de asuanes, vampiros y mananangales. Guillermo Guillerán de Gavira Hernández (el Teniente Guimô) se alía con el anito Labao Duñggón en una novela de terror con trasfondo político. Juntos, y con la catarsis final del arcángel San Miguel, logran sofocar el mal, sólo para darse cuenta de que los niños siguen yendo a las escuelas estadounidenses, las cuales pronto lograrán infeccionar la mentalidad colonial al conjunto de la población párvula.

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Gómez Rivera y el prof. Aullón de Haro ante la Iglesia de Bacoor

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Con el transformado de la pandemia mundial que todavía estamos sufriendo, la novela de Gómez Rivera es ciertamente oportuna, no sólo por la capacidad evocadora de un mundo ya olvidado —el de la mitología oral bisaya junto a la cultura letrada hispánica, como igualmente empleara Adelina Gurrea en Cuentos de Juana[15]—, sino por la actualidad de procesos indómitos que, deliberada o arbitrariamente, constituyen la realidad de los días que estamos viviendo en la segunda década del siglo XXI[16].    

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Guillermo Gómez Rivera a la izquierda, Bernardo S. Paredes, alcalde de Cavite en el centro, Aullón de Haro, e Isaac Donoso a la derecha

En cualquier caso, son también legendarias las rutas en coche que don Guillermo daba amablemente a sus visitas, descubriendo iglesias, lugares, caserones, tesoros, archivos y un mundo acendrado de antiguo linaje hispánico. Representaba un tipo de sabio filipino, ilustrado, pero con los pies en el terruño, amante de lo idiosincrático, aunque llegara a lo vulgar, a lo chabacano, pues cabe recordar que altivamente chabacana es incluso la lengua. Así acudimos, por ejemplo, excepcionalmente al ayuntamiento de la ciudad de Cavite para entrevistarnos con el alcalde Bernardo S. “Totie” Paredes, y hablar sobre la acción local a favor del criollo chabacano caviteño.

A través de la camaradería que siempre transmite, y el respeto que las gentes le tienen, Gómez Rivera atesora en su vivencia, y en su día a día, un patrimonio poco accesible para el resto de filipinos, atareados en la supervivencia cotidiana y la dureza de una sociedad extremadamente clasista. Así se puede acceder a fondos privados que, en cualquier circunstancia, exigirían una urgente digitalización, por ejemplo, el fondo de Gervasio Pangilinan, conservado en un caserón de Cavite. Noticia de esta colección dio su actual propietario, Wilfredo Pangilinan, en Revista Filipina en 2019[17]. Se trata de un fondo excepcional, donde se conserva, por convocar un caso, copia de la primera Constitución filipina:

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Ejemplar de la Constitución política de la República filipina, promulgada el día 22 de Enero de 1899, Barasoain, Z. Fajardo, 1899

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III

Nuestro fin en estas páginas ha sido recapitular el proceso de producción, recepción y construcción crítica de la figura intelectual y la obra de Guillermo Gómez Rivera, como exigencia que fue de un momento histórico que no permitía demora, y que reclamaba singularizar su figura, incomprendida y extrañada[18]

Es aquí conveniente dar noticia bibliográfica de dos de sus últimas obras, porque cierran ya, de forma ordenada, la trayectoria literaria del autor, y lo sitúan como escritor que ofrece un mundo, y una circunstancia. Escritor es aquel capaz de agitar argumentos o construir mundos, y el mundo gomezrriveriano, irreverente y apasionadamente hispánico, está formado por páginas apócrifas de la desaparición de un mundo, verídicas en la medida en que todo aquello sólo vive ya en la memoria de uno de los últimos grandes hispanohablantes nativos de las islas asiáticas. Como tal, es un asombroso tesoro viviente de la lengua española. Podrá haber quinientos millones de hablantes, pero sólo hay un filipino llamado don Guillermo y que reúne la memoria, habla y vida de un gran mundo hispánico, en inmensa soledad.

Así se puede comprobar en la colección de cuentos que recibió el «I Premio Antonio Abad», Vetusta rúa. De dalagas, frailes e ilustrados (2020)[19]. Se trata de un breve texto, con prosa exquisita, y una asombrosa capacidad evocadora para trasladarnos al espacio de la memoria de la Filipinas decimonónica, donde aún se vivía en español. En verdad, el autor sigue viviendo en español, y nos demuestra que ciertamente el continuum cultural es una realidad que no se ha fracturado, difícil de percibir en la vorágine actual del país, sobre todo a ojos malacostumbrados, pero es un hecho.

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Finalmente, la otra esperada aportación de Gómez Rivera: la publicación correcta y cuidada de sus principales ensayos. Este propósito fue finalmente realizado gracias a la labor artística y altruista de Pierce Centina quien, a través de la editorial Centiramo de Nueva York, dio a la estampa el excelente volumen Flor que del oro bárbaro deriva (2021)[20]. El título se extrae de un sentido poema que don Guillermo dedicó a Carmen Madrid[21], y que reproducimos a continuación, según apareció en el tomo XIII, número 1, de la primavera de 2009, en Revista Filipina:

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“Un siempreviva”, poema de Guillermo Gómez Rivera dedicado al fallecimiento de Carmen Madrid (Revista Filipina, 2009, vol. XIII, n. 1)

Bien, mediante ese poema, y desde la necesidad de dar unidad a una serie de ensayos que a lo largo de los últimos años ha redactado Gómez Rivera, se construye una obra que intenta hacer justicia a la escritura moderna del autor filipino, en el primero de los géneros actuales, esto es, el ensayístico. En efecto, las exigencias del compromiso literario y cultural que don Guillermo ha predicado requerían un adecuado y digno volumen ensayístico que recogiera lo más representativo de su producción, y contribuyera a la comprensión de la delicada encrucijada en la que se encuentra Filipinas a comienzos del siglo XXI.

Y es así como aparece un texto en Nueva York, sede mundial donde se dirimen los asuntos, en lengua española, con una exquisita edición que atiende a varios de los más peliagudos dilemas, sobre los que normalmente se ha evitado el debate. Gómez Rivera los verbaliza, a sabiendas del perjuicio, o no, de convocar axiomáticamente las heridas causadas por décadas de colonialismo y neocolonialismo, y las convoca como víctima, como filipino que ha sufrido los procesos de alienación, sin duda cultural, de la erradicación lingüística que se persiguió para construir una élite clientelar del nuevo sistema mercantilista. 

Concluiremos este comentario o reportaje reiterando las difíciles circunstancias y el momento que tocó vivir a Gómez Rivera, que explican una vertiente desaforada y ardiente, apócrifa en ocasiones, entrañable siempre, querida por todos, pero evitada por muchos. Todo ello contribuye, injustamente, a un desplazamiento a lugar subalterno no bien reconocido, ni en Filipinas ni en el mundo hispánico, de una parte por heterodoxia frente al discurso oficialista, de otra por el carácter de figura plural, difícilmente domeñable, grande, aunque sigan sin ser reconocidos ecuatoguineanos o filipinos. En fin, cosas de nuestra lengua y cultura, que sigue sin hacer caso a Lezama Lima: “Ya va siendo hora de que todos nos empeñemos en una Teleología Insular, en algo de veras grande y nutridor”.


NOTAS:

[1] Véase I. Donoso y Andrea Gallo, Literatura hispanofilipina actual, Madrid, Verbum, 2011 (2.ª edición, Madrid, Instituto Juan Andrés, 2018).

[2] Andrea Gallo, “La nueva biblioteca hispanofilipina: una reliquia milagrosa”, Recensión, 2021, vols. 4 y 5. 

[3] Detalles de la colección pueden verse en este enlace

[4] En colaboración con la Asociación Filipina de Enseñanza del Español como lengua extranjera (AFELE), el Círculo Hispánico, asociación estudiantil de UP y la Consejería de Educación de la Embajada de España en Manila.

[5] Bases del certamen. Obras publicadas y fallos del jurado.

[6] Lourdes Castrillo Brillantes, 80 Años del Premio Zóbel, Manila, Instituto Cervantes y Fundación Santiago, 2001; e idem, 81 Years of Premio Zóbel. A Legacy of Philippine Literature in Spanish, Manila, Georgina Padilla y Zóbel & Filipinas Heritage Library, 2006.

[7] Ya lo señalaba de nuevo Andrea Gallo en 2012 en “Voces hispanas de la Filipinas de hoy”, Perro Berde. Revista Cultural Hispano-Filipina, 2012, núm. 3, pp. 51-57.

[8]  Para un estudio más detallado, véase nuestro texto “Guillermo Gómez Rivera en el contexto de la literatura filipina actual”, Revista Filipina, 2016, vol. 3, núm. 1, pp. 41-52; y, en general, el número homenaje que se le dedicó en Revista Filipina en 2016 al recibir el «I Premio José Rizal». 

[9] Sobre la Academia Filipina de la Lengua Española sigue siendo todavía obra de referencia: Lelilia Cortés, Un bosquejo histórico de la Academia Filipina, Universidad Complutense de Madrid, tesis doctoral, 1965.

[10] En este sentido, véanse nuestras notas a “Voces del cosmos filipino: Canciones populares y de arte filipinas”, prólogo a Guillermo Gómez Rivera, El collar de sampaguitas, Manila, NCCA & Vibal Foundation, CD-musical.

Entre el numeroso material que ya circula en la red, puede verse todavía la antigua entrevista a Guillermo Gómez Rivera realizada por Andrea Gallo, “Entrevista al académico filipino Don Guillermo Gómez Rivera”, en Destiempos, noviembre-diciembre 2007, núm. 11.

[11] Versión final concluida el 9 junio 1982, en Makati, Manila.

[12] Estanislao B. Alinea, Historia Analítica de la Literatura Filipinohispana (desde 1566 hasta mediados de 1964), Ciudad de Quezon, Imprenta los filipinos, 1964, p. 86. 

[13] Con címbalos de caña, Sevilla, Ediciones Moreno Mejías, 2011, 2.ª ed., Barcelona, Editorial Hispano Árabe, 2016.

[14] La nueva Babilonia, Barcelona, Editorial Hispano Árabe, 2018.

[15] Véase Elizabeth Medina, “Cuentos de Juana de Adelina Gurrea: literatura gótica hispanofilipina”, Revista Filipina, 2021, vol. 8, núm. 2, pp. 6-20.

[16] Cf. “Epidemia alegórica y colonialismo en Quis ut Deus”, ed. de I. Donoso, Metodologías Humanísticas en la Era Digital, Daniel-Henri Pageaux (Coord.), Pandemia y Cultura, Instituto Juan Andrés & Casimiro, 2021, vol. 4, pp. 279-284.

[17] Wilfredo Pangilinan, “Gervasio Pangilinan y Enríquez (1876-1945): primer historiador y revolucionario de Cavite”, Revista Filipina, 2019, vol. 6, núm. 2, pp. 41-48.

[18] Véase Pedro Aullón de Haro, El ejemplo Gómez Rivera, Madrid, Instituto Juan Andrés, 2018.

[19] Barcelona, Editorial Hispano Árabe, 2020.

[20] Nueva York, Centiramo, 2021.

[21] Sobre esta extraordinaria mujer filipina, pueden verse nuestros trabajos: “The last time that Carmen Madrid heard the Intramuros Bells”, Gaceta de Intramuros, 2008, octubre-diciembre, p. 5; y “Vida de Carmen Madrid Murillo, manileña de Intramuros”, Revista Filipina, 2008, vol. XII, núm. 3. 

 


CITA BIBLIOGRÁFICA: I. Donoso, «Una última ilustración filipina: Guillermo Gómez Rivera», en Revista Recensión, vol. 8 (julio-diciembre 2022) [ https://revistarecension.com/2022/09/07/una-ultima-ilustracion-filipina-guillermo-gomez-rivera/ ]

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