Francia es generalmente considerado como un país monolingüe o lingüísticamente unitario, pero esa realidad es muy matizable: junto al francés, única lengua oficial, conviven otras muchas «lenguas de Francia», constitucionalmente consideradas «patrimonio de la República», cuyo estatuto jurídico no está claro, centrándose en las ideas de protección y promoción. Ello ha suscitado diversos problemas, como el de la inmersión lingüística en la enseñanza, que recientemente han sido objeto de regulación y de análisis por parte del Consejo constitucional, con un resultado que ha generado confusión y es a su vez objeto de un profundo debate.
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