Tras la extinción de la Compañía de Jesús por el Breve de Clemente XIV Dominus ac Redemptor de julio de 1773, los ex jesuitas mantuvieron su característico sentimiento de orden elegida por Dios para combatir a los enemigos de la Iglesia, culpables de su persecución (filósofos, jansenistas y francmasones) quienes se habían confabulado para su supresión.
Los acontecimientos iniciados en 1789 con la Revolución en Francia supusieron la prueba de la conspiración iniciada con la expulsión, y pese a los años de destierro en Italia siguieron en la primera línea del combate contra lo que consideraban fuerzas del Anticristo.
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