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Juan Ruiz, Arcipreste de Hita > ͍ndice del III Congreso > J. A. Ruiz
Arcipreste de Hita

La interpretación de la mujer en el Libro de buen amor

Juan Antonio Ruiz Domínguez. Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)

Introducción

Nos disponemos a analizar un tema que, aunque ya ha sido parcialmente tratado por la historiografía,1 debe ser revisado y completado.

El arcipreste de Hita escribe El Libro de buen amor en el segundo cuarto del siglo xiv. En su obra están presentes personajes de diversas épocas y latitudes, siendo fundamental el elemento femenino. De hecho, mientras que él se centra en una figura masculina para representar a los jóvenes en general, en contraste presenta trece mujeres2 con diversas características, comportamientos y status.

También se nos presenta a otras mujeres, desde la Virgen María, cuya devoción está en auge en Europa desde el Plenomedievo, hasta Eva. Resulta curioso el señalar que Juan Ruiz no insiste en la dicotomía Eva/María, tan presente en otros autores como Gonzalo de Berceo, aunque lo que él hace, al igual que Don Juan Manuel es hablarnos de mujeres bondadosas y cariñosas, junto a otras totalmente perversas, mostrando una antagónica concepción del mundo.

Mujeres del órdine de los belladores

La primera dama que aparece en la obra3 es una noble que sabía bordar y que seguía una vida intachable, no quedándose nunca a solas con ningún hombre:4 «Non podía ser solo con ella una ora / mucho de omne se guardan allí do ella mora, /…/ sabe toda nobleza de oro e de seda, / es de buenas costumbres, sossegada e queda».

Ella es cortés con todo el mundo, aunque tiene claro que no debe ser afectuosa con alguien ajeno a su familia:5 «Sienpre avia della buena fabla e buen riso / nunca ál fizo por mi nin creo que fazer quiso».

Se ha señalado que esta mujer es descrita con adjetivos como «mansa», «sosegada» y «queda», lo que mostraría su carácter apacible, dócil y que refuerza una mentalidad patriarcal,6 sin embargo, ella muestra una gran seguridad personal cuando rechaza a la alcahueta, le recrimina que otras mujeres, menos precavidas, cometen un error del que posteriormente se arrepentirán y decide romper para siempre con ella:7 «Yo veo otras muchas creer en ti, parlera, / e fállanse ende mal; castigo a su manera, / bien como la raposa en agena mollera /…/ Por ende yo te digo, diçia mas non mi amiga / que jamás a mi non vengas nin me digas tal nemiga».

La alusión a la raposa permite a nuestra protagonista contar una fábula, cuya fuente se desconoce8 y que nos indica la astucia de este animal, cuya presencia es habitual en la obra. También nos muestra la cultura de la dama, lo que es muy común entre las bellatores.

Juan Ruiz volverá a destacar los grandes conocimientos que ella posee, pues nuestra dama recitará una fábula de Esopo, en su controversia con la alcahueta:9 «Como la buena dueña era mucho letrada, / sotil e entendida, cuerda e bien mesurada, / dixo a la mi vieja, que le avia enbiada / esta fabla compuesta, de Isopete sacada».

La dueña tiene bien claro que los hombres no cumplen lo que prometen, ¿es desconfiada?, ¿es prudente?, de ahí que diga:10 «Diz la dueña: Los novios non dan quanto prometen» /…/ Diz: «Quando quier casar omne con dueña mucho onrada / promete e manda mucho; desque lo ha cobrado, / de quanto le prometió o dar poco o de nada».

¿Hasta qué punto la mujer del orden de los bellatores puede escoger libremente a un marido, cuando todo se plantea como una alianza entre familias? En busca de prestigio, los linajes tratan de encontrar para el primogénito una esposa de rango superior o igual al suyo. En esta sociedad, hay mujeres que conquistar: a través de ellas llega con más frecuencia el prestigio que no la herencia tangible de un castillo, pero ello es suficiente para desencadenar una viva competición.11 Los compromisos que se ofrecen antes del matrimonio deberán cumplirse, pero para un amor más esporádico se es mucho más flexible, y en este último caso es donde la voluntad de la mujer tiene importancia, escribiendo Juan Ruiz un interesante refrán:12 «Dize verdat la fabla que «la dueña compuesta, / si non quiere el mandado, non da buena respuesta».

La tercera dama perteneciente a los bellatores13 es una:14 «Duela de buen linaje e de mucha nobleza /…/ cuerda e de buen seso, non sabe vil-leza». El autor trata de cortejarla y:15 «Por amor d’esta dueña fiz trobas e cantares». Incluso se enumeran los regalos que suelen hacerse para conseguirse el amor de las dueñas: paños, cintas, cuentas y sortijas. Sin embargo, ella no acepta nada porque conoce el do ut facias, el aceptar los regalos le obligarán a corresponder al donante:16 «Non perderé yo a Dios nin al su paraíso / por pecado del mundo, que es sombra de aliso; / non soy yo tan sin seso, que si algo he priso, / quien toma dar debe, dizelo sabio enviso». Ella tiene claro que esta vida es un status viae, hacia la otra y definitiva vida, el status finalis, que conllevará a la salvación eterna, al Paraíso, y para conseguirlo no se deben cometer pecados. Son palabras que más que a un bellatore, o a una mujer piadosa, pertenecen sobre todo a un clérigo, nuestro autor, quien está realizando (como el que no quiere hacerlo) una profunda catequesis para su público lector-oyente, de ahí que nos ponga un ejemplo claro, popular y cercano, al referirse al aliso, un árbol que protege muy poco del sol y que, con frecuencia, pierde fácilmente

La siguiente dama es Doña Endrina,17 la cual es una:18 «biuda, rica es mucho e moça de juventud / e bien acostumbrada; es de Calatáut».

Como se observa Doña Endrina tiene una esmerada educación pues es de Calatayud, localidad en la que existía un Estudio de Artes, con aspiraciones a convertirse en Estudio General, lo cual no lo lograría hasta 1413.19 Doña Endrina posiblemente dominaría la escritura, la lectura, algo de ciencias y música y, tal vez, otros idiomas.

Ella no puede aceptar el casamiento con su enamorado por dos causas fundamentales:20

  1. —Es de una posición superior. Podemos ver la diferencia entre los bellatores y los laboratores:21 «Rica muger e fija de un porquerizo vil / escogerá marido qual quisiere entre dos mill; / pues ansí a ver non puedo a la dueña gentil / averla he por trabajo e por arte sotil». Obsérvese el paralelismo que establece nuestro autor entre porquerizo vil y dueña gentil.
  2. —No hace aún un año que se ha quedado viuda:22 «Respondióle la dueña, diz: Non me estaría bien / casar antes del año; que a biuda non convién / fasta que pase el año de los lutos que tien. /…/ Si yo ante casase, sería enfamada / perdería la manda que a mí es mandada». Hay que tener presente que los juristas medievales españoles aprobaban el segundo matrimonio con tal que se observara como mínimo un año de luto,23 plazo que aún no se había cumplido. Como se ve, ella sería muy mal vista entre sus vecinos. Muy significativos son los versos que dicen:24 «El miedo e la vergüenza faze a las mugeres / non fazer lo que quieren, bien como tú lo quieres». Por otra parte, Doña Endrina podía tener un usufructo vidual vitalicio y al contraer otro matrimonio lo perdería todo, siendo especialmente preocupante porque el nuevo esposo es de inferior categoría económica.

La madre de Doña Endrina la mantiene encerrada para proteger la «virtud» de su hija, mientras que negocia un matrimonio que le convenga:25 «Mas guárdame mi madre, de mi nunca se quita».

Si ella contrae nuevas nupcias, el enamorado perdería toda posibilidad:26 «Fasta que su marido pueble el çementerio, / non casaría conmigo, ca sería adulterio; / a nada es tornado todo el mi laçerio: / veo el daño grande e, dema, el haçerio». Lógicamente, en este caso concreto, se está siguiendo la concepción cristiana que considera pecado al adulterio. Pecado que, por regla general, se consideraba bastante grave en el caso de la mujer.

Además, según la mentalidad popular, como se recoge por ejemplo en El Conde Lucanor,27 la muerte de una mujer estaría justificada si ella hubiese cometido adulterio, o un hombre lo hubiese afirmado: «Quando vieren que la mujer era degollada e que nunca fasta aquel día oyeron al su marido nin a otro omne ninguna cosa mala en ella, por el grand pesar que ovieron, enderezaron todos el marido e matáronlo».

El dramatismo de la obra anterior, se convierte en divertida comicidad en el caso de El Libro de buen amor, en el episodio de Pitas Pajas,28 donde también se recoge el tema del adulterio, del que nos ocuparemos posteriormente.

Sin embargo, el Confesional del Tostado, posterior a nuestro autor, cuando se refiere al pecado de lujuria, dirá que son mayores los pecados del marido:29 «Aún según razón mayor es el pecado del marido quanto a Dios, y esto se entiende por la grandeza del poder que tiene el varón».

Finalmente, Trotaconventos, mediante engaños, conseguirá que Doña Endrina la acompañe, y concretamente el 26 de julio, hacia el mediodía, nuestra protagonista perderá su virtud:30 «Después fue de Santiago, otro día siguiente / a ora del mediodía, quando yanta la gente, / vino Doña Endrina con la mi vieja sabiente, / entró con ella en su tienda bien sosegadamente».

Trotaconventos le aconsejará que no cuente nada:31 «¡Callad! Guardar la fama, non salga de su teecho»; y Doña Endrina es consciente de que está sola en el mundo, y que una vez deshonrada, si el causante del daño no lo remedia, la única salida es la prostitución:32 «La muger vee su daño, quando ya finca con duelo / non la quieren los parientes, padre, madre nin avuelo. / El que la ha desonrado, déxala, non la mantiene / verse perder por el mundo, pues otro cobro non tiene / pierde el cuerpo e el alma ».

Hay que tener presente que la prostitución era considerada, durante la Edad Media, un fenómeno inevitable,33 e incluso fue cada vez más tolerada porque permite satisfacer a los hombres sus impulsos carnales.34 Hacia mediados del xiii San Luis, rey de Francia, intentará suprimirla, pero las únicas medidas que en realidad se tomaron fue expulsarla de las calles «buenas» de la ciudad (en Toulouse ya en 1202) y en limitar los derechos civiles de estas mujeres.

En El Conde Lucanor encontramos una calleja, en el Exemplo XLVI, donde las mujeres ejercen este oficio: «En aquella calleja do él entró, que moravan ý las mugeres que públicamente biven en las villas faziendo daño de sus almas e desonra de su cuerpo». Calleja que se sitúa

En El Libro de buen amor se nos alude a la prostitución en Toledo.35 Escribe nuestro autor:36 «Estavan en un palaçio pintado de almagra; / vino a mi mucha dueña, de mucho ayuno magra». El pasaje se sitúa en Cuaresma, una época de clara abstinencia sexual, que se refleja en la obra, pasada ésta, el común de los mortales podía contraer matrimonio con absoluta libertad y sin miedo a represalias.37

No hay que olvidar que durante la Baja Edad Media, la prostitución llegará a ser un gran negocio para algunos cabildos catedralicios, tal será el caso del de Córdoba38 y del de Sevilla.

Volviendo a Doña Endrina, señalaremos que, finalmente, ella contraerá matrimonio con el seductor, con lo cual la aventura amorosa se produce con éxito,39 sin embargo, el éxito será parcial si consideramos que la viuda tenía el status del marido, pero éste caducaba si contraía un segundo matrimonio40 y, en el caso de nuestra protagonista, empeorará.

La siguiente representante de los bellatores es una dama muy joven, que está muy controlada por su madre:41 «Niña de pocos días, rica e de virtud, / fermosa, fijadalgo e de mucha juventud /…/ Apuesta e loçana e dueña de linaje, / poco salía de casa: era como salvaje. /…/ Fue la dueña guardada quanto su madre pudo». Gracias al buen oficio de la Trotaconventos, quien utilizará con ella malas artes: magia, filtros de amor, afrodisíacos, estimulantes, consigue el amor de la dama, aunque ella morirá a los pocos días:42 «Si la enfichizó o si le dio atincar / o si le dio rainela o si le dio mohalimar, / o si le dio ponçuña o algund adamar / mucho aina la supo de su seso sacar. /…/ Ovo por mal pecado, la dueña a fallir / murió a pocos días, ¡non lo puedo ¡Dios perdone su alma e quiérala resçebir».

Obsérvese como el mundo de la magia, mediante la elaboración en este caso concreto de los filtros de amor, es fundamentalmente femenino.

A veces, la magia se asocia a los deseos de curación de la enfermedad o como solución para expulsar del cuerpo a los demonios, así aparecerá en la Vida de Santo Domingo de Silos, de Gonzalo de Berceo. En Las Partidas se justifican los actos mágicos si éstos se realizan con buena ón: socorrer a los enfermos, eliminar circunstancias…43

Sin embargo, la magia será identificada por la Iglesia con la herejía, y el que acude a ella cometerá un gran pecado.

Por otra parte, la dueña tendrá relaciones sexuales ilícitas, por lo que no debe extrañarnos que su prematura muerte sea vista como una clara consecuencia del pecado, al que la mentalidad medieval considera como un motivo de grandes males y calamidades,44 y no cabe duda que, la muerte en pecado, es la mayor calamidad en estos momentos.

El verso: «¡Dios perdone su alma e quiérala resçebir», es muy similar al que escribe Berceo en Santo Domingo:45 «Dios aya la su alma si la quiere oir», refiriéndose a la madre de éste, quien no quiso abrazar la vida religiosa, situación que no fue admitida por el santo.

Las dos últimas mujeres del órdine de los bellatores46 que aparecen serán viudas y ambas rechazarán a nuestro protagonista.

Mujeres del órdine de los oratores

Muy interesante se presenta el análisis de las oratores en El Libro de buen amor. Hablando del dinero en general, realiza una mención muy genérica:47 «Muchos monges e monjas, religiosos sagrados: / el dinero los dava por bien examinados». Obviamente, Juan Ruiz nos indica como el dinero todo lo puede: restituye cargos, devuelve la honra perdida… Idea que recuerda el caso de la abadesa preñada de Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo:48 «Cuidóse el obispo que no eran decebidos, / que lis avié la dueña dineros prometidos».

Se nos nombran, en la procesión para recibir al Amor a las monjas, y concretamente a las benedictinas, dominicas y clarisas:49 «Todas dueñas de orden, las blancas e las prietas, / Çístel, predicaderas e muchas menoretas, / todas salen cantando, diziendo chanzonetas».

Las monjas, como todo el resto de la población, desearán hospedar al Amor y le dirán:50 «Señor, vete connusco, prueva nuestro çelicio». Hay que tener en cuenta que el cilicio es utilizado para hacer penitencia, de hecho, en la Vida de Santa Oria de Gonzalo de Berceo, se producirá una clara identificación entre monja o emparedada y cilicio:51 «Entró emparedada, de celicio vestida».

A continuación, todos criticarán a las monjas y les acusarán de ser hipócritas, de postergar el cumplimiento de las promesas:52 «Que aman falsamente a quantos la amavan; / son parientes del cuervo, de cras en cras andavan». Además, protestarán contra la frivolidad insustancial de las religiosas, aunque el Arcipreste está por entero de su parte.53 Escribe nuestro autor:54 «Todo viçio del mundo, todo plazer oviera / si en dormitorio entrara, nunca ».

Además del dormitorio, en la obra se nos nombran otras dependencias monásticas, concretamente el coro, el locutorio, el estrado (o sala de recibir); además del claustro y el cementerio donde, al ser tiempo de Cuaresma, sólo hay monjas rezando, ayunando y siendo caritativas:55 «Fallé por la caustra e por el çiminterio / muchas religiosas rezando el salterio: / vi que non podía sofrir aquel lazerio /…/ con oraçión e limosna e con mucho ayuno / redrávanme de sí como si fuese lobuno. / En caridat fablavan, más non me la fazién».

Recuérdese que la gente de la Edad Media tenía una gran familiaridad con los Salmos. La Regla de San Benito, además, disponía que todos los monjes cantaran semanalmente, en la iglesia, el salterio completo, y también en las iglesias no monásticas se cantaban frecuentemente los salmos.56 Además, el salterio se consideraba el libro de lectura elemental: saber leer significa conocer el salterio.

Por otra parte, el Amor es identificado con el lobo, al ser tiempo de penitencia. No olvidemos que el lobo es un símbolo del demonio, por su carácter de animal dañino, sobre todo en una economía de marcado carácter pastoril. Juan Ruiz identificará al lobo con la alcahueta, en diversas ocasiones:57 «El que a lobo enbía ¡a la fe!, carne espera».

La única monja a la que pretenderá nuestro protagonista será a Doña Garoça.58 La ventaja de las oratores es que ellas no se casan y, además, dan a sus amigos muy buenos manjares, incluidos los electuarios, que se usan con fines afrodisíacos o, más bien, con una finalidad medicinal.59 Escribe nuestro autor:60 «Non se casará luego nin saldrá a conçejo: /…/ tienen a sus amigos viçiosos, sin sosaños / ¡quien dirié los manjares, los presentes tamaños, / los muchos letüarios, nobles a quán estraños».

Precisamente en la elaboración de los afrodisíacos las cocineras del convento son superiores a todos:61 «Mas saben e más valen sus moças cocineras / para el amor todo que dueñas de süeras».

Para el Arcipreste el amor de una monja es el más importante, por eso escribirá:62 «Quien a monjas non ama non vale un maravedí». Sin embargo, Doña Garoça no cederá tan fácilmente y mostrará la buena senda al Arcipreste, actuando como su apoyo espiritual.63

Muy interesante es la comparación gastronómica que se realiza en el episodio, en el convento las oratores comen sardinas, camarones, berzas, pescado en salazón y cazones,64 frente a las deliciosas perdices y capones que toman otros grupos más privilegiados. Incluso, las truchas o las gallinas no son habituales en el monasterio:65 «Dexades del amigo las truchas, las gallinas».

Doña Garoça tendrá claro que la castidad es lo más importante:66 «Religiosa non casta es podrida toronja». Esto lo tendrá en común con otras religiosas virtuosas, como por ejemplo con Santa Oria Silense, escribiendo Berceo en la Vida de Santo Domingo:67 «Más querrié seer ciega que verse casada». En esto no se parecerá a las escuseras o monjas con amores secretos,68 las cuales además son perezosas y mentirosas.69

Mujeres del órdine de los laboratores

La primera mujer que aparece del órdine de los laboratores es Cruz, ejerce el oficio de panadera, que tenía muy mala fama tanto en el derecho como en el refranero,70 tal vez porque se realiza de forma itinerante, lo que le dotaba de una cierta marginalidad.71 También había panaderas que alquilaban su propio horno.72 Con ella lo cotidiano irrumpe con fuerza en la obra. En Cruz casi no quedan ya rasgos de la mujer idealizada.73 Finalmente, nuestro protagonista enviará a un mensajero que es el que conseguirá el amor de Cruz. Hay que indicar que, para algunos autores,74 el episodio será una parodia de la liturgia del Viernes Santo.

Relacionada con la anterior está la mujer que se casa con un molinero. Resulta muy curioso el hecho de que este hombre quería ser bígamo, algo totalmente contrario a la mentalidad medieval, lo cuál no lo hará al convencerse que con el matrimonio había perdido su fuerza. En cualquier caso:75 «A la muger primera él tanto la amó/que a la otra donzella nunca más la tomó».

Juan Ruiz parece sentir un cierto desprecio hacia las laboratores, al menos, en palabras del Amor pondrá la siguiente sentencia:76 «Si podieres non quieras amar muger villana, / que de amor non sabe: es como baüsana». Realmente las compara con los espantapájaros, porque pretende decirnos que son bobas,77 sin cultura, poco interesantes.

Mujeres que contrastan con el caso de la esposa de don Pitas Pajas,78 pintor de Bretaña. Éste le pintará sobre el ombligo un pequeño cordero, símbolo de la inocencia, antes de partir para Flandes. Ella, aburrida por la larga ausencia —él tardará dos años en regresar— buscará un amante, con lo que la imagen acabará por borrarse.79 Al enterarse del regreso del marido, le pedirá al amante que rehaga el dibujo, pero con las prisas el resultado será un carnero adulto. La mujer justificará el cambio del animal como consecuencia del paso del tiempo, en un episodio divertido que parece justificar el adulterio (tema que ya analizamos en el caso de las bellatores):80 «¿En dos años petid corder non se fazer carner?».

También se nos indica la violencia ejercida contra las mujeres, de hecho se nos habla de un ermitaño que influido por el demonio se emborrachará, violará y asesinará a una mujer:81 «Desçendió de la hermita, forçó a una muger: / ella dando sus bozes, non se pudo defender; / desque pecó con ella, temió mesturado ser / matóla el mesquino e óvose a perder».

Hay que tener presente que el diablo es el «enemigo antiguo de la humanidad», trata que el hombre muera en pecado mortal para que así se condene, además de ser el responsable de todas las catástrofes y cataclismos que, periódicamente, o de manera imprevista, destrozan los esfuerzos humanos.82 Nuestro autor en este pasaje atacará el consumo excesivo de vino.83

Dentro de las laboratores debemos incluir a las serranas, que se dedican a cuidar el ganado:84 «Fallé una vaqueriza çerca de una mata». Ellas, además, cobran el portazgo al viajero que quiera pasar:85 «Yo guardo el portadgo e el peaje cojo». Obviamente, si el viajero no paga:86 «Non pasarás la vereda», con el doble sentido de camino a recorrer y de no obtener los favores carnales que le pueda solicitar, y los que sin duda aquél iba buscando.87

Las serranas aparecerán como seres salvajes, que obligan a los viajeros a participar en un ritual que incluye una comida y un sacrificio erótico.88 Encarnan todos aquellos aspectos que representaban una amenaza para la sociedad civilizada, y en particular, para la iglesia, especialmente en lo concerniente a la lujuria, la lascivia y el deseo sexual.89

En plena versificación sobre la primera serrana, Juan Ruiz nos presenta la imagen de las ancianas hilando en su rueca y ayudándose con sus labios para humedecer y así estirar mejor el copo de lino o el vellón de lana,90 en lo que sin duda, es una muestra del trabajo cotidiano de las mujeres.

Las serranas son fuertes y no siguen ni los convencionalismos ni las normas de buena conducta. Golpean e insultan con fiereza.91 Escribe nuestro autor:92 «Diome con la cayada tras la oreja, fita. / Derribóme cuesta ayuso e caí estordido».

La última serrana es una auténtica caricatura de la degradación de la mujer. Su retrato corresponde a la inversión de los rasgos de la dama ideal.93 Nuestro autor la compara con la bestia del Apocalipsis:94 «En el Apocalipsi Sant Johan Evangelista / non vido tal figura nin de tan mala vista /…/ non sé de qual diablo es tan fastasmal quista». En su descripción no ahorra ningún detalle: cabeza grande, enormes pies («Mayor es que de osa la patada do pisa»),95 orejas gigantes, labios enormes, dientes anchos, negra barba…

Se nos mencionan diversos trabajos femeninos como las lavanderas:96 «Todo lo faz lavar a las sus lavanderas»; vendedoras de menudillo, que probablemente atraían al público tañendo un pandero:97 «A él salen triperas taniendo sus panderos»;98 además de los diversos oficios que usan las alcahuetas, quienes van por las casas vendiendo cosméticos:99 «Con polvos e afeites e con alcoholeras», enseres domésticos, joyas:100 «Si a quantas d’esta villa nós vendemos las alfajas /…/ dezía: Por fazalejos, conprad aquestos manteles /…/ para esa mano bendicha quered esta sortija». También entienden de medicina:101 «Toman de unas viejas que se fazen reverás / andan de casa e llámanse parteras».

Además de hierbas medicinales, las laboratores conocen otros remedios para casos de enfermedad u otro tipos de males, así se nos cuenta como una anciana le quita un ojo a una raposa que cree muerta:102 «Diz: el ojo de aquésta es para malezina / a moças aojadas o que han la madrina». Los versos pueden aludir a las mozas que sufren mal de ojo o dolor de matriz.103

Otros aspectos

En El Libro de buen amor aparecen diversas mujeres pertenecientes a varios ámbitos como la mitología, la Biblia y la santidad.

A la mitología pertenece Venus. Hay que tener presente que La Cuaresma, la Virgen María y Venus, constituyen el catálogo de las autoridades femeninas. Venus representa la maestra femenina de la seducción. Aunque ella enseña el amor ilícito,104 es la esposa de Don Amor y, obviamente, pertenece a las bellatores:105 «Señora Doña Venus, muger de Don Amor, / noble dueña, omillome yo, vuestro servidor».

Venus será la principal protagonista en el Juicio de Paris, al ser la vencedora, y le entregará a éste Elena, lo cuál, según la mitología, desencadenará la Guerra de Troya, episodio versificado por nuestro autor:106 «Por cobdiçia feçiste a Troya destruir / por la mançana escripta, que se nos deviera escrevir, / quando le dio a Venus Paris por le induzir / que troxo a Elena que cobdiçiava servir». Obsérvese como se nos habla de la manzana

También se nos cuenta la relación de Venus con Pánfilo:107 «Doña Venus por Pánfilo non pudo más fazer», al que aconsejó para 108

Respecto a las referencias bíblicas que se refieren a la mujer, tenemos citada la creación de ésta:109 «Si Dios, quando formó el omne, entendiera / que era mala cosa la muger, non la diera / al omne por compaña ni d’él no la feziera; / Si para bien non fuera, tan noble non saliera». Episodio narrado en el Génesis.110 Resulta muy curioso como en Juan Ruiz no aparece el antagonismo Eva / María, tan frecuente en otros autores medievales. Sin embargo, se nos nombra a Eva:111 «Quod Eva tristis» trae de «Qicumque vult» redruejas», en virtud de un himno litúrgico de laudes compuesto por Venantius Fortunatus (530-609), obispo de Poitiers. También cuando escribe:112 «Sacó de las tus penas a nuestro padre Adán, / a Eva nuestra madre, a sus fijos, Sed e Can».

También se nos habla de las hijas de Lot, episodio narrado en el capítulo XIX del Génesis. Escribe nuestro autor:113 «Feciste por la gula a Lot, noble burgés / bever tanto, que yugo con sus fijas; pues ve /…/ El vino fizo a Lot con sus fijas bolver».

Se recoge el episodio114 en el que Dalila le hace perder la fuerza a Sansón:115 «Con la grand ira Sansón, que la su fuerça perdió / quando su muger Dalida los cabellos le cortó».

También está Bersabé,116 la mujer de Urías:117 «Por amor de Bersabe, la muger de Urías, / fue el rey David omeçido e fizo con Dios follía». En este pasaje Juan Ruiz es mucho más explícito que Gonzalo de Berceo, quien sólo escribirá:118 «Davit a colpe fizo tres pecados mortales».

Se nos cita a la reina Ester:119 «Señor, tu diste gracia a Ester la reina / ante el rey Asüero ovo tu graçia digna»120.

Juan Ruiz versifica el pasaje que nos cuenta la calumnia que recibió Susana por parte de los viejos:121«Señor, tú que libraste a Santa Susaña / del falso testimonio de la falsa compaña». Es un pasaje que goza de gran importancia en la literatura castellana medieval. Así, en el Cantar del Cid,122 «Salvest a Santa Susanna del falso criminal». También Berceo, en Loores de Nuestra Señora.123 «Ësti salvó Susana del crimen que savedes». El hecho de que este texto sea tan citado es porque demuestra que el inocente nunca es condenado, y siempre es salvado por Dios. Recordemos la importancia que tenían en la época los Juicios de Dios.124

Del Nuevo Testamento se nos nombra a Santa María Magdalena, una de las santas preferidas del medievo, porque muestra la misericordia de Dios. Se nos cuenta su arrepentimiento, después de llevar una vida disoluta y pecadora:125 «Por contrición e lágrimas la santa Madalena / fue quita e absuelta de culpa e de pena». Se nos dice que ella anunció a la Virgen la Resurrección de Cristo, aunque este honor también es atribuido por nuestro autor al ángel Gabriel:126 «Fue quando la Madalena / te dixo goço sin pena / que el tu fijo vevía /…/ quando te dixo, María / el Grabïel / que el tu fijo vevía».

También se nos nombran a otras santas como Santa Marina, que en el medievo se confunde con Santa Margarita de Antioquía, patrona de las parturientas:127 «A santa Marina libraste del vientre del dragón».

Incluso se cita a Santa Quiteria, quien vivió entre los siglos i y ii y que escogió como forma de vida la eremítica. Nuestro autor lo que hace es un juego de palabras, al escribir:128 «La Quaresma católica dala a santa Quiteria», relacionándola con el verbo quitar.129

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NOTAS

  • (1) Gimeno, R., «Women in the Book of Good Love». En Women in Hispanic Literature: Icons and Fallen Idols. Ed B Miller, Berkeley. University of California, 1983, pp. 84-96.Reynal, V. , Las mujeres del Arcipreste de Hita. Arquetipos femeninos medievales. Barcelona. Puvill, 1991. Miaja de la Peña, M. T., «Doñeguil, loçana, falaguera e donosa: la imagen de la mujer en el Libro de buen amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita». En A. González L von der Walde & C Company (eds.), Palabra e Imagen en la Edad Media. México. UNAM, 1995, pp. 381-392. Mc Loughlin, L., «Límites de una ilusión: la visión de la mujer en el Libro de buen amor». En Gramma XIV, n.º 35. Facultad de Filosofía, Historia y Letras. Universidad de El Salvador, mayo 2002, pp. 30-37. volver
  • (2) Gimeno, R., Op. cit., p. 87. volver
  • (3) V. 77 A-107 D. volver
  • (4) V. 78 B-C, 79 A y C. Para todas las transcripciones utilizamos la edición de Blecua, A.: Libro de buen amor. Cátedra, Madrid 1992. volver
  • (5) V. 77 C-D. volver
  • (6) López Rodríguez, I., «La animalización del retrato femenino en el Libro de buen amor». En Lemir, n.º 13. Facultad de Filología. Universitat de Valencia, 2009, p. 63. volver
  • (7) V. 81B-D y 89 A-B. volver
  • (8) Blecua, A., Op. cit., p. 31. Marmo, V., Dalle fonti alle forme: Studi sul «Libro de buen amor». Nápoles, Liguori, 1983. volver
  • (9) V. 96 A-D. volver
  • (10) V. 95 D y 97 A-C. volver
  • (11) Ariés, P. y Duby, G., Historia de la vida privada. De la Europa feudal al Renacimiento. Taurus, Madrid, 1988, pp. 127 y 129. volver
  • (12) V. 80 C-D. volver
  • (13) V. 166 A-180 D. volver
  • (14) V. 168 A y C. volver
  • (15) V. 170 A. volver
  • (16) V. 173 A-D. volver
  • (17) Cantarino, V., «Juan Ruiz: reflexiones sobre Doña Endrina». En Annuario Medieval. I, pp. 46-61. Criado de Val, M., «Doña Endrina:el arte de la recreación». En El Comentario de textos. 4. La poesía medieval. Madrid. Castalia, 1987, pp. 185-209. volver
  • (18) V. 582 B-C. volver
  • (19) Bartolomé Martínez, B., Historia de la Educación en España y América. Madrid. SM y Morata, 1993, p. 198. volver
  • (20) Mc Loughlin, L.: Op. cit., p. 34. volver
  • (21) V. 600 A-D. volver
  • (22) V. 759 A-C y 760 A. volver
  • (23) Ratcliffe, M., «“Así que donde no hay varón todo bien fallece”. La viuda en la legislación medieval española». En Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. I. Barcelona, 1992, p. 13. volver
  • (24) V. 634 A-B. volver
  • (25) V. 845 B. volver
  • (26) V. 795 A-D. volver
  • (27) Exemplo XLII. Sotelo, A. I., El Conde Lucanor. Cátedra, Madrid 2006. volver
  • (28) V. 474C- 484 C. volver
  • (29) Confessional del Tostado, 1544, fol. 14. volver
  • (30) V. 871 A-D. volver
  • (31) V. 880 D. volver
  • (32) V. 884 C-885 C. volver
  • (33) Sánchez Herrero, J., «Amantes, barraganas, compañeras, concubinas clericales». En Clío & Crimen, n.º 5, Durango, 2008, p. 122. volver
  • (34) Le Goff, J., El hombre medieval. Madrid. Alianza, 1987, p. 29. volver
  • (35) Lapecchi, F., «Il Libro de buen amor di Juan Ruiz, Arcipreste de Hita». En Cultura Neolatina, n.º 14, 1954, pp. 59-90. volver
  • (36) V. 1306 A-B. volver
  • (37) Morros, B., «La liturgia en El Libro de buen amor: La «Cruz Cruzada». En Revista de poética medieval, n.º 10, 2003, p. 58. volver
  • (38) Escobar Camacho, J. M. y Padilla, J., «La mancebía en Córdoba en la Baja Edad Media». Diputación Provincial, Jaén, 1984. volver
  • (39) López Rodríguez, I.: Op. cit., p. 64. volver
  • (40) Ratcliffe, M.: Op. cit., p. 317. volver
  • (41) V. 911B-C, 912 A-B y 922 A. volver
  • (42) V. 941 A-D y 943 B-D. volver
  • (43) Ruiz Domínguez, J.A., El mundo espiritual de Gonzalo de Berceo. Logroño. Instituto de Estudios Riojanos, 1999, p. 421. volver
  • (44) Sánchez Herrero, J., «Iglesia y Religiosidad». En Historia General de España y América. Tomo IV. Madrid. Rial, 1984, p. 241. volver
  • (45) V. 112 D. volver
  • (46) V. 1318 A-1330 D. volver
  • (47) V. 495 B-C. volver
  • (48) V. 558 B-C. Obra completa de Gonzalo de Berceo. Madrid. Espasa Calpe y Gobierno de La Rioja, 1992. volver
  • (49) V. 1241 A-C. volver
  • (50) 50 V. 1255 D. volver
  • (51) 51 V. 21 B. volver
  • (52) V. 1256 B-C. volver
  • (53) Márquez Villanueva, F., «Juan Ruiz y el celibato eclesiástico». En El Arcipreste de Hita y el Libro de buen amor. Alcalá la Real, Ayuntamiento, 2004. volver
  • (54) V. 1258 C-D. volver
  • (55) V. 1307B-D y 1308 C-1309 A. volver
  • (56) Cook, W.R. y Herzman, R.B., La visión medieval del mundo. Barcelona. Vicens Vives, 1985, pp. 25-26. volver
  • (57) V. 1328 C. El verso 1494 C es muy similar. volver
  • (58) V. 1332 A-1507 D. volver
  • (59) Pérez Vidal, J., Medicina y dulcería en el «Libro de buen amor». Instituto Canario de Etnografía y Folklore. Las Palmas, 1981. volver
  • (60) V. 1332 C y 1333 B-D. volver
  • (61) V. 1340 C-D. volver
  • (62) V. 1339 D. volver
  • (63) Mc Loughlin, L., Op. cit., p. 33. volver
  • (64) V. 1393 A-B. volver
  • (65) V. 1394 C. volver
  • (66) V. 1505 D. volver
  • (67) V. 317 D. volver
  • (68) Blecua, A., Op. cit., p. 386. volver
  • (69) V. 1505 D. volver
  • (70) Blecua, A., Op. cit., p. 39. volver
  • (71) Gugliemi, N., Marginalidad en la Edad Media. Biblos, Buenos Aires, 1998, pp. 443-483. volver
  • (72) Madrigal Rodríguez, E., «Quehaceres placenteros: Canciones de trabajo de la mujer en la lírica de tipo popular». En Lemir, n.º 12. Facultad de Filología. Universitat de Valencia, 2008, p. 102. volver
  • (73) Mc Loughlin, L., Op. cit., p. 34. volver
  • (74) Morros, B., Op. cit., p. 59. volver
  • (75) V. 196 A-B. volver
  • (76) V 431 C-D. volver
  • (77) Blecua, A., Op. cit., p. 115. volver
  • (78) V. 474 A-489 D. volver
  • (79) Lacarra, M. J., «Del que olvidó la muger te diré la fazaña. La historia de Don Pitas Pajas desde el Libro de buen amor hasta nuestros días». En Culturas Populares. Revista Electrónica 5 (julio-diciembre del 2007). volver
  • (80) V. 484 C. volver
  • (81) V. 541 A-D. volver
  • (82) Flores Arroyuelo, F. J., El diablo en España. Madrid. Alianza Editorial, 1985. volver
  • (83) V. 528 A-C y 544 A-547 D. volver
  • (84) V. 952 B. volver
  • (85) V. 953 A. volver
  • (86) V. 961 g volver
  • (87) Reynal, V., «Ella (Venus) es comienço d’este viaje. La vida, un camino hacia el amor (Arcipreste de Hita)». En Caminería Hispánica. III. Actas del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica. Madrid. AACHE, 1996, p. 117. volver
  • (88) Batra, R.: El salvaje artificial. Era. Universidad Autónoma de México, 1997, pp. 112-113. volver
  • (89) López Rodríguez, I., Op. cit., pp. 69-70. volver
  • (90) Brey Mariño, M.:, Libro de buen amor. Madrid. Castalia. Odres Nuevos, 1995, p. 176. volver
  • (91) Mc Loughlin, L.: Op. cit., p. 36. volver
  • (92) V. 977 D-978 A. volver
  • (93) Mc Loughlin, L., Op. cit., p. 36. volver
  • (94) V. 1011 A-B y D. volver
  • (95) V. 1012 D. volver
  • (96) V. 1175 D. volver
  • (97) Blecua, A., Op. cit., p. 302. volver
  • (98) V. 1212 C. volver
  • (99) V. 440 C. volver
  • (100) V. 705 A, 723 C y 724 B. volver
  • (101) V. 440 A-B. volver
  • (102) V. 1417 B-C. volver
  • (103) Morros, B y Vallrivera, P., «La suffocatio matritis als textos medievals». En Ginbernart, 14, 1990, pp. 221-235. volver
  • (104) Gimeno, R., Op. cit., p. 89. volver
  • (105) V. 585 A-B. volver
  • (106) V. 223 A-D. volver
  • (107) V. 109 A-D. volver
  • (108) Hamilton, M. M., «Ibn Daniyal y Juan Ruiz: ¿Seguidores de Ovidio?» En Venus venerada: tradiciones eróticas de la literatura española. Editorial Complutense. Madrid, 2006, pp. 19-38. volver
  • (109) V. 109 A-D. volver
  • (110) Capítulo 2. volver
  • (111) V. 378 D. volver
  • (112) V. 1561 A-B. volver
  • (113) V. 296 A-B y 528 C. volver
  • (114) Samuel II, 11. volver
  • (115) V. 308 A-B. volver
  • (116) Samuel II, 11. volver
  • (117) V. 259 A-B. volver
  • (118) Milagros de Nuestra Señora V. 829 A. Obras completas… Op. cit. volver
  • (119) Ester 1,9. volver
  • (120) V. 2 A-B. volver
  • (121) Daniel 14. volver
  • (122) Anónimo, Cantar del Cid. Madrid. Espasa Calpe, 1980. Verso 342. volver
  • (123) Loores de Nuestra Señora V. 92 A. volver
  • (124) Ruiz Domínguez, J. A., La Historia de la Salvación en la obra de Gonzalo de Berceo. Logroño. Instituto de Estudios Riojanos, 1990, p. 71. volver
  • (125) V. 1141 C-D. volver
  • (126) V. 28b-d y 38 b-d. volver
  • (127) V. 3 C. volver
  • (128) V. 1312 B. volver
  • (129) Blecua, A., Op. cit., p. 331. volver
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