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Resumen de ¿Innovamos al integrar las TIC en la Enseñanza Universitaria?: Una competencia por desarrollar

Roselina Pérez Díaz

  • Una de las características principales de las TIC es sin duda la rapidez y la constancia con la que evolucionan. Pero ellas no son las únicas que experimentan cambios, ya que las personas también evolucionamos con el uso de las tecnologías (Marqués, 2014). En el siglo XXI la omnipresencia de Internet y los dispositivos digitales móviles (tabletas, Smartphone, etc.) suponen el mundo virtual (el ciberespacio), el cual obliga a la enseñanza superior a plantearse varios retos fundamentales (Osuna-Pérez y Abarca-Álvarez, 2013) como es la necesidad de un nuevo paradigma en la distribución y acceso al conocimiento, potenciar un acercamiento entre la formación académica y la profesional, e impulsar la innovación social que se produce de manera espontánea en la sociedad. En otras palabras, el imparable avance de las tecnologías requiere del docente, el desarrollo de una nueva competencia, competencia innovadora. No cabe duda de que la integración de las TIC por parte del docente resulta imprescindible para que las universidades puedan realizar sus funciones (investigar, formar, difundir conocimiento…) en consonancia con las demandas sociales y el desarrollo humano (Marqués, 2014); pero no hablamos de una mera incorporación de los recursos tecnológicos, más bien nos referimos a la inclusión de acciones innovadoras (López, 2017) en el proceso de enseñanza-aprendizaje, donde la investigación, la formación en innovación, la vinculación universidad-sociedad y la visibilidad mediante el trabajo colaborativo y la comunicación de la innovación, sean elementos protagonistas. En este sentido, es preciso resaltar que integración de las TIC no es sinónimo de innovación, el eje central no tiene que ser las tecnologías en sí mismas, sino el uso que queremos hacer de ellas, el propósito a alcanzar con su uso, partiendo de qué queremos hacer, cómo hacerlo, para quién y por qué hacerlo (Llorente, Barroso y Cabero, 2015). En definitiva, el docente del siglo XXI, además de contar con las competencias digitales básicas (técnicas, metodológicas, de desarrollo profesional, etc.) necesita a nuestro juicio, formarse y desarrollar al máximo las competencias innovadoras, sin las cuales podría correr el riesgo de ser considerado en los próximos años, como no apto para realizar la tarea docente.


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