A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido numerosos cristianos que, dejándose llevar por el impulso del Espíritu, han abierto nuevos campos a la fe y a su propagación. Este artículo quiere ser un pequeño homenaje a una mujer que supo comprender que la labor de extensión del Evangelio no podía ser un monopolio de los hombres y tuvo la valentía de luchar para que las mujeres pudieran expresar y propagar la fe cristiana según su propio modo de ser.
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