Cuando, en 1526, Carlos V decidió hacer a Granada centro de su Corte, panteón de su dinastía a la Catedral granadina y residencia suya al alcázar de la Alhambra, alzando junto a éste otro palacio que pregonara su grandeza y señoreara sobre la grandeza fenecida de los vencidos, Granada se convirtió en el punto de atracción más importante para las letras y las artes españolas.
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