La exposición se desarrolla en las galerías del claustro del Museo de América, lo que impone la necesidad de concebir su visita en forma de recorrido lineal, a lo largo del que se van sucediendo los diferentes argumentos de la exposición, presididos por una serie de grandes lonas verticales, a las que se confía además el control del asoleo y la creación del ambiente propio del recorrido de visita. Una serie de mamparas transversales, unos expositores horizontales y cuatro cajas negras, dispuestas en los cuatro ángulos del claustro, son los soportes fundamentales del discurso expositivo.
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