De Parma a Filadelia:
las ediciones bodonianas de Benjamin Franklin
Noelia López Souto
IEMYRhd, Universidad de Salamanca
Benjamin Franklin ha sido estudiado y consagrado en la historia de Occidente,
sobre todo, por su actividad político-diplomática y cientíica.1 En cambio, menos conocida resulta su estrecha y prominente relación con el mundo de la imprenta, pese a que esta lo acompaña a lo largo de toda su vida —como aprendiz,
impresor autónomo e innovador en América, estampador aicionado o maestro
garante de una continuidad tipográica familiar—. Franklin insistió siempre en
deinirse, ante todo, como impresor, agente para él muy determinante en la vida
pública y en la consecución del tan ansiado bien común de los ilustrados, puesto
que «el impresor […] es responsable de lo que el público pueda leer, es decir,
de la oportunidad de mejorar mediante la lectura».2 Es más, «Franklin advirtió
que, políticamente, el “dominio” estaba fundado en la “opinión” y, en calidad
de impresor, tuvo acceso al ámbito de la opinión de un modo que habría sido
inconcebible en tiempos pasados» (Alcoriza, 2012: 22 y 32).
En su Autobiografía, no obstante, no puede apreciarse el importante papel que
ejerció el arte tipográica en su vida y en la historia de la imprenta americana,3
1
En este sentido, acreditados son sus estudios y experimentos sobre la electricidad o sus prolíicos
inventos (el llamado horno de Franklin, las lentes bifocales, el pararrayos, el cuentakilómetros, etc.), sin
olvidar que se le considera uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos y que célebre fue su
intervención como estadista durante la Guerra de la Independencia de las colonias norteamericanas,
habiendo sido enviado a Europa para negociar con el gobierno británico o nombrado embajador ante
la Corte de Francia y Ministro Plenipotenciario ante la Corte de Madrid para recabar alianzas que
ayudasen económica y militarmente a las colonias frente a Inglaterra. Para más información sobre su
biografía, puede verse el clásico trabajo de Smyth (1906) u otros más recientes como Lemay (2006-9),
Alcoriza (2012) y el portal de la Benjamin Franklin Historical Society, he Benjamin Franklin History,
en https://goo.gl/Wmw21a.
2
Franklin conservó durante toda su vida el orgullo de su profesión de impresor. Así, el epitaio que
ya en 1728 escribió para sí mismo y que preside su tumba reza: «El cuerpo de/ B. Franklin, impresor,/
parecido a la cubierta de un viejo libro/ privado de su contenido/ y despojado de su título y de su dorado,
/ descansa aquí, pasto para los gusanos,/ pero no se perderá la obra por completo:/ pues, según él mismo
creía,/ aparecerá de nuevo,/ en una nueva y más elegante edición/ corregida y enmendada/ por el Autor./
Nacido el 6 de enero de 1706./ Muerto 17…» (Lemay, 2002: 91). Como expone Livingston «he was a
printer to the last, even giving that as his occupation in his inal will, which begins “I, Benjamin Franklin,
of Philadelphia, printer”» (Livingston, 1914: 3).
3
La situación entonces de la imprenta en América denotaba una fuerte dependencia hacia Eu-
ropa —en especial, Inglaterra— por lo que se reiere a la adquisición de materiales y al consumo de
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más allá de una serie de episodios autobiográicos que prueban su vocación y
dedicación a este oicio durante muchos años:4 comenzó como aprendiz en la
oicina de su hermano James en Boston (desde los 12 a los 21 años); después
trabajó en Filadelia en los talleres de Andrew Bradford y Samuel Keimer, con
los que descubrió el panorama prensil americano: «una vieja imprenta deslavazada» e «impresores [que] no estaban cualiicados para su trabajo» (Alcoriza,
2012: 79); mejoró su formación tipográica en Londres durante 18 meses (de
1724 a 1726), empleado en las grandes imprentas de Palmer y de Watt; a su regreso, en 1728 abrió en Filadelia su propia imprenta, en principio asociado con
Hugh Meredith y luego solo, bien surtida con tipos venidos de Inglaterra y en la
que publicó con éxito la Pennsylvania Gazette o su genuino Poor Richard’s Almanak (de 1732 a 1758), además de lograr un rentable programa editorial gracias
a la estampa de papel moneda para el gobierno de New Jersey (1736), del que
fue nombrado impresor oicial en 1740; consolidó su crecimiento profesional en
la década de 1730 con la creación de un sistema de franquicias que extendió la
imprenta por las colonias;5 y en 1748 se asoció con el escocés David Hall para
poder dedicarse a sus proyectos y experimentos, vendiéndole toda la imprenta
en 1766 porque las tareas diplomáticas absorbían su tiempo.
libros de cierta calidad editorial, dado que la imprenta en las colonias centraba su atención en la prensa
periódica y privilegiaba, ante todo, la rentabilidad de sus productos en detrimento de su calidad tipográica, de una gran pobreza técnica, material y estética (prensas viejas, tipos escasos y gastados, papel
barato, operarios inexpertos e ignorantes, consumo efímero, etc.). Cabe destacar dos apreciaciones de
Franklin, recogidas en su autobiografía (Alcoriza, 2012: 104 y 130): por un lado, la precaria situación
que este advierte en la oicina de Keimer, tras su viaje a Londres, y que le obligó a actuar como fundidor,
grabador, fabricante de tinta «y lo que se terciara» («A menudo faltaban tipos en nuestra imprenta y
no había fundidor de letras en América. […] usé las letras que teníamos, como los cuños, sumergí las
matrices en plomo y así subsané de manera tolerable las deiciencias. Hice también […] de factótum»);
por otro lado, el vacío de competencia en Filadelia cuando estableció su oicina-librería, pues «no había
ninguna librería en ninguna de las colonias al sur de Boston. En Nueva York y Filadelia los impresores trabajaban, en efecto, con material de escritorio, vendían solo periódicos y cosas por el estilo […].
Los amantes de la lectura estaban obligados a pedir sus libros a Inglaterra». Como resume Marcovitz
(2006: 26), «Books were expensive and most of them had to be imported from Great Britain and other
European countries because American print shops produced few book-length works. Libraries were
virtually unheard of».
4
No es extraño que Franklin no se detenga en describir su actividad tipográica o las privilegiadas
relaciones que establece en torno a la imprenta, pues su discurso se dirige más bien a la construcción de
unas memorias que justiiquen su estado actual de reconocimiento social, bienestar económico, amistades inluyentes… a partir de un curso profesional e intelectual labrado entre adversidades y gracias
al empeño constante por superarse a sí mismo. Su autobiografía presenta y representa, en deinitiva, el
modelo americano del self-made man.
5
«Franklin expanded his business by initially identifying cities with no printers or with room for
competition; then he ofered the site to an employee who had shown good work ethic. Franklin’s network of printers grew to be the largest and most powerful in colonial America, stretching from New
England to the West Indies. Franklin had a key role in training printers that would play an important
part in the ight for independence». Cfr. en la página «Franchise and Retirement from Printing», en
Benjamin Franklin Historical Society (2014), https://goo.gl/ERYbdK.
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Ahora bien, al margen de esta relación de sucesos profesionales, cabe destacar la pasión por los libros y por la lectura que constantemente se iltra en la
narración autobiográica.6 De hecho, el cursus ascendente de Benjamin Franklin
bien podría explicarse, en cierto modo, debido a su dedicación a la lectura y al
cultivo intelectual, lo cual lo convirtió en un personaje atractivo que, por sus
conocimientos e ingenio, conquistaba inluyentes amistades y nuevas posiciones
con facilidad. Alcoriza (2012: 32) airma, en un sentido literal, reiriéndose al
período del joven Benjamin como aprendiz en el taller de su hermano, que «no
exageramos al decir que la verdadera escuela de Franklin ha sido la imprenta»;
pero, si esta sentencia se relee con un sentido más amplio —o sea, que el mundo
del libro marcó la educación y la biografía de Benjamin Franklin—, el enunciado ilustra magníicamente, no solo su profesión como impresor, su papel activo
en la difusión de la imprenta por Norteamérica o su iniciativa para fundar la
primera biblioteca pública del continente, sino cómo este interés por la letra
impresa condujo al diplomático a establecer contactos con la élite tipográica
del momento: impresores intelectuales como Caslon, Baskerville, los Fournier,
los Didot o el mismo Giambattista Bodoni.
Benjamin Franklin, en consecuencia, ha de ser considerado también un diplomático de la tipografía dieciochesca. Sus 84 años de vida, de 1706 a 1790, le
permitieron, desde su estratégico oicio como embajador por Europa, ser testigo
privilegiado de la revolución tipográica del siglo XVIII y conocer —incluso
personalmente— a los más grandes tipógrafos de la centuria dorada del Arte
de la imprenta. En otras palabras, Franklin presenció la transformación que se
produjo entonces desde los tipos tradicionales —como los representados por
Caslon—, pasando por los de transición, innovadores aunque todavía ligados a
la herencia caligráica —como los de Baskerville a mediados de siglo—, hasta
6
Durante toda su vida, Franklin mostró un efusivo gusto por los libros, que se releja en múltiples
comentarios a lo largo de su autobiografía: «Desde niño me encantaba leer y el escaso dinero que caía en
mis manos lo gastaba en libros. […] Esa inclinación libresca decidió a mi padre a convertirme en impresor»; «un ingenioso comerciante que tenía una buena colección de libros y que frecuentaba nuestra imprenta [la oicina de su hermano James] se ijó en mí, me invitó a su biblioteca y me prestó amablemente
tantos libros como quise leer»; «El gobernador [de Nueva York, Burnet] me trató con gran cortesía, me
enseñó su biblioteca, que era enorme, y mantuvimos una buena conversación sobre libros y autores»;
«La mayor parte del tiempo [en Londres] trabajé duro y gasté poco en mí, salvo en ir al teatro y en
libros. […] Había conocido a algunas personas ingeniosas, cuya conversación me fue de gran provecho,
y había leído mucho»; «La biblioteca [creada en Filadelia] me proporcionó los medios de mejora por
el estudio constante, al que destinaba una o dos horas cada día»; «En 1733 había comenzado a estudiar
lenguas. Pronto dominé hasta tal punto el francés que fui capaz de leer libros con facilidad. […] cuando
hube logrado cierto conocimiento del francés, el italiano y el español, me sorprendió descubrir, al leer
un testamento en latín, que comprendía esa lengua», etc. etc. Asimismo, la trivial anécdota que Franklin
vivió durante su viaje a Filadelia, ayudando a un borracho que cayó por la borda, demuestra su perspicaz
mirada hacia un libro de bolsillo que el sujeto portaba; un ejemplar de El progreso del peregrino en el que
repara con pasión y ojo de biblióilo: «hermosamente impreso en un buen papel con grabados de cobre,
una edición mejor que ninguna otra que hubiera visto en la lengua original» (Alcoriza, 2012: 65, 66, 85,
101, 153 y 74, respectivamente).
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llegar a los tipos modernos, neoclásicos, diseñados hacia inales del XVIII por
Didot en Francia y Bodoni en Italia.
Cierto es que Franklin abandona de manera deinitiva su trabajo como impresor en Filadelia en 1766, cuando con sesenta años vende todo su negocio
a su asociado David Hall. Sin embargo, con esta decisión, en realidad, abre las
puertas a una relación más ambiciosa e internacional con la actividad tipográica de su siglo. Por aquel entonces Franklin ya conocía al célebre impresor
de Birmingham John Baskerville7 y al londinense William Caslon,8 pero sus
nueve años de residencia en Passy, a las afueras de París, supusieron un nuevo
compromiso de Franklin con el arte de la tipografía (si bien de una manera más
placentera y no como una actividad mercantil, como hasta entonces la había
practicado en Filadelia), pues allí instaló una pequeña imprenta en la que ocasionalmente estampaba algún tratado o folleto de muy reducida tirada, que él
mismo distribuía entre sus amistades. Su prestigiada posición como diplomático resultó fundamental a este respecto, dado que, no solo le situó en un enclave
estratégico en Europa, sino que le garantizó una tranquilidad económica y una
inluyente red de relaciones que facilitarían su contacto con la élite tipográica del momento, cuyos materiales se interesó por comprar y así avituallar la
imprenta establecida en Passy con su joven nieto Benjamin Franklin Bache
—Benny, como gustaba de llamarlo su abuelo—, con el que se había embarcado
hacia Europa cuando contaba solo siete años de edad y a quien, para su futuro
como impresor, pretendía proveer de las más exquisitas letras diseñadas en su
siglo: no solo Caslon,9 sino también tipos y matrices de los Fournier, de los Didot e, incluso, dos años después de su regreso a Filadelia —donde es probable
que aún conservara algunos especímenes de Baskerville—, se interesará por los
tipos de Bodoni.
Así pues, en 1785, concluida la misión diplomática de Benjamin en Francia,
los Franklin ponen in a su estancia en Passy: desmontan la imprenta dispuesta
en su casa, empaquetan las herramientas, los diversos tipos y las matrices, y en
julio ponen rumbo a Filadelia.10 Pero es cierto que al viejo impresor, que había
7
De esta relación entre Benjamin Franklin y John Baskerville se conservan cuatro cartas (s.d. [1760?],
7 de septiembre de 1767, 24 de agosto de 1773 y 21 de septiembre de 1773) editadas, respectivamente,
por Labaree (1966: IX, 257-260 y 1970: XIV, 248-249) y por Willcox (1976: XX, 375-376 y 410-411).
8
Franklin compró y empleó los tipos de William Caslon en Filadelia desde 1738 (Labaree, 1763:
VI, 476, n. 5). Después, desde Francia, prosiguió su relación con los Caslon y de este contacto conservamos una carta s.d. y otra del 2 de abril de 1788, transcritas en PHI (2006), en https://goo.gl/Coqsjl y
https://goo.gl/3LWPx0.
9
Franklin compró tipos a William Caslon II y, tras su muerte en 1778, a su hijo William Caslon III.
Puede verse alguna referencia en relación a estas adquisiciones en Livingston (1914: 121-122).
10
Franklin llevó a Filadelia los tipos que había comprado y reunido a lo largo de su residencia en Passy.
Sin embargo, no pudo viajar con todo su equipaje y, de las 128 cajas que preparó, al menos 30 sufrieron
algún retraso (Livingston, 1914: 124-128). Cabe indicar también que, ya en América, el diplomático vendió
algunos materiales tipográicos al joven impresor Francis Childs, establecido en Nueva York (29-176).
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estado relacionándose en París con los Fournier y con los Didot, todavía le
faltaba por conocer a un último gran tipógrafo de la centuria, que no era otro
sino el Tipógrafo Oicial de la Corona española y del Duque de Parma: Giambattista Bodoni. No obstante, ¿cómo se abrió este diálogo? Pudo haber sido por
parte de Bodoni, si este tomó la iniciativa y le envió una muestra de sus tipos al
prestigioso estadista, o quizá por parte de Benjamin, que habría escuchado en
Francia —más de una vez— el nombre de este exquisito artista de la imprenta11.
En cualquier caso, las relaciones de Franklin en Europa con el librero Renouard
—biblióilo y cliente asiduo de Bodoni— o políticos y diplomáticos franceses,
italianos y españoles, así como la inluencia francesa en Parma también en la
década de 1780, los contactos de viajeros europeos que visitaban al impresor del
Duque y la propia fama de la Stamperia Reale, describen un terreno proclive al
encuentro de ambos personajes.
Con todo, de este contacto entre Benjamin y Giambattista Bodoni solo conservamos una carta, remitida desde Filadelia el 14 de octubre de 1787, en la que
Franklin agradece al italiano el envío de sus Essai des caracteres de l’imprimerie
de 178212 y también la Lettre de J. B. Bodoni à Monsieur le Marquis de Cubières
de 1785.13 Es importante destacar que el Essai referido parece tratarse del raro
Essai de caracteres Russes y no del Manuale tipograico de —supuestamente—
178814 ni de la Serie di maiuscole e caratteri cancellereschi15, como tradicionalmente se ha identiicado en base a los clásicos trabajos de De Lama (1816: II, 49)
o Brooks (1927: 67). En octubre de 1787, cuando Franklin envía su carta a la
Stamperia, Bodoni todavía estaba ocupado en la producción del Manuale que le
serviría para presentarse con su utilería tipográica ante el gobierno español;16 y
11
En conversación con personajes como el político Campomanes, el infante don Gabriel o, en especial, el librero Antoine Auguste Renouard, todos ellos conocedores y consumidores de la producción
bodoniana, es muy probable que Benjamin Franklin oyese hablar de la Stamperia Reale de Parma.
12
Bodoni habría de enviar a Franklin, como presentación y propaganda de sus trabajos tipográicos,
un ejemplar del raro Essai de caracteres Russes gravés et fondus par Jean Baptiste Bodoni Typographe de S. M.
lo Roi d’Espagne…., Parma: Johannes. Baptista. Bodonius. Salutiensis, mdcclxxxii [1782], in fol. real.
f. (Brooks, 1927: 38, n. 204); una especie de manual de caracteres exóticos, concebido y distribuido con
función político-representativa.
13
Se trata de la Lettre de J. B. Bodoni Typographe du Roi d’Espagne et Directeur de l’Imprimerie de S.
A. R. l’Infant Duc de Parme à Monsieur le Marquis de Cubières, Parma: Stamperia Reale, 1785, in-4° real
f. «Le prime 6 carte comprendono la lettera francese impressa in carattere cancelleresco ascendonica, che
termina con la data à Parme cc 1 Septembre 1785. Le altre quattro carte contengono la versione italiana
stampata, in ascendonica tonda. Nella lettera sviluppa la sua idea di fare un manuale tipograico. Ne tirò
copie 50 in carta duplice reale, cop. 13 in real f. azzurro e cop. 6 in carta d’Anonnay» (Brooks, 1927: 54,
n. 292).
14
Manuale tipograico di Giambattista Bodoni, s.l. [Parma]: s.e. [Stamperia Reale], 1788, in-4º real f.,
e in-8º c. ducale (Brooks, 1927: 65-66, n. 354).
15
Serie di maiuscole e caratteri cancellereschi, s.l. [Parma]: s. e. [Stamperia Reale], s.a. [1790], in-fol. gr.
reale aperto (Brooks, 1927: 67, n. 357).
16
Para el asunto de la «égida hispánica» de Giambattista Bodoni, véase Cátedra (2013 y 2014).
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así puede documentarse a partir del epistolario de este con su amigo y embajador en Roma José Nicolás de Azara, al que informa a menudo sobre el estado
de esta edición.17 Por lo que se reiere a la tradicional identiicación del Essai
con la Serie di maiuscole e caratteri cancellereschi, nos topamos de nuevo con el
problema de la fecha (1788) y, además, en ese caso resultaría absurdo el interés
del norteamericano por conocer «other founts» de letra cancilleresca al margen
de las empleadas en la Lettre, pues precisamente esta Serie ofrece muestras de
las diversas letras cancillerescas de Bodoni.
Volviendo a nuestro tema, no parece que la comunicación entre Bodoni y
Franklin pueda adelantarse a antes de 1787, a juzgar por el júbilo con el que
entonces el director de la Stamperia comunica a sus amistades la recepción del
correo del ilustre americano. Cinco meses más tarde, el 9 de marzo de 1788,18 le
adjuntaba la carta de Benjamin a Azara y le informaba con entusiasmo:
Da Filadelia ho ricevuto una bellissima lettera di proprio pugno del sì celeberrimo Franklin. E questa penso che non Le sarà discaro di vederla e perciò gliela
trasmetto e La prego di ritornarmela, giacché debbo gelosamente conservarla come
lettera forse unica in Italia e come scritta da artista tipograico.
El diplomático español le respondía el 12 de marzo de 1788, reconociendo
su valor: «Mi ha fatto gran piacere la lettera di Franklin, che rimando. E Lei fa
bene di stimarla molto perché fa un elogio Suo non sospetto né mendicato, e da
un soggetto tanto rispettabile e famoso» (Ciavarella, 1979: I, 132). No obstante,
¿podrían justiicarse hoy estas exaltaciones, cuando Giambattista Bodoni ha
sido, en realidad, el último de los tipógrafos con los que el impresor de Pensilvania ha contactado? Cierto que en 1787 Franklin contaba ya ochenta y un años,
17
A inicios de 1788, Azara se preocupa por los progresos de Bodoni con el manual y lo apremia:
«Finisca Lei il Suo Manuale e venga a Roma» (1788-I-30; Ciavarella, 1979: I, 130). Si bien Bodoni en
marzo de ese año le anuncia que «[t]ra marzo ed aprile dovrei inalmente recare a termine il tanto aspettatissimo Manuale tipograico» (antes del 1788-III-05; Ciavarella, 1979: I, 131), no es hasta diciembre
de 1788 cuando le envía «un embrione del mio Manuale tipograico, e questo stampato in membrana,
perché ora non ne ho copia preparata in carta» (Ciavarella, 1979: I, 141); y, por in, ya a inicios de 1790,
le conirma a Azara que la impresión está casi concluida: «Al mio Manuale tipograico non manca che la
prefazione, la quale è nelle mandi dell’Abate Masino di Caluso» (1790-II-c.08; Ciavarella, 1979: II, 27).
Imposible, pues, que Franklin hubiese recibido una copia de esta obra en 1787. Cierto que Bodoni podría
haberle enviado una muestra parcial del Manuale que estaba preparando, pero esta hipótesis no concuerda con la referencia a un libro completo y acabado, tal como parecen sugerir las palabras de Benjamin en
su carta al parmense. Todas las citas que proporciono en este artículo de las cartas Azara-Bodoni siguen
mi lectura de los documentos originales localizados en el Archivio Bodoni (Biblioteca Palatina, Parma),
pues preparo una nueva edición crítica de este importante epistolario italoespañol. Sin embargo, siempre
que la misiva haya sido recogida en Ciavarella (1979), junto a la fecha del correo —por mí revisada—
remito a su versión publicada.
18
Minuta inédita, no incluida en Ciavarella (1979) y transcrita a partir del original conservado en
la Biblioteca Palatina de Parma, Archivio Bodoni, Minute G. B. Bodoni, carpeta «Minute Bodoni ad
Azara senza data».
De Parma a Filadelia: las ediciones bodonianas de Benjamin Franklin
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estaba retirado en Filadelfia y el interés que manifiesta en su carta por ver «a
specimen of your other founts besides this italic & roman» de la Lettre à Monsieur le Marquis de Cubières y «the price of each kind» sería para proporcionarle
esos nuevos diseños modernos, cancillerescos, a su nieto Bache, al que todavía
formaba y que más tarde —una vez concluidos los estudios que ahora con dieciocho años cursaba en la Universidad de Pensilvania— habría de establecerse
en la ciudad como impresor, siguiendo los pasos de su abuelo.19 Sin embargo,
también es cierto que a esas alturas, después de su experiencia en Europa y de
haber conocido en primera persona la producción de los más importantes
tipó-grafos e impresores del siglo XVIII, Franklin era ya, como afirma
Bodoni, un verdadero «artista tipografico»: tenía en su haber no solo la
experiencia práctica del oficio —como impresor profesional en Filadelfia y
aficionado en Passy—, sino también el bagaje teórico y crítico que le había
proporcionado su trato directo con Caslon, Baskerville, Fournier o Didot, así
como la reunión de joyas tipográficas de estos en su biblioteca, como el
Virgilio o la Holy Bible de Bir-mingham, quizás el Manuel typographique del
viejo Fournier, diversas ediciones de Didot e incluso las mejores de Ibarra (su
Salustio y su Don Quijote de 1780). Por consiguiente, los aventajados elogios
que Franklin dirige hacia el «exce-llent Essai des caracteres», que define como
«one of the most beautiful that art has hitherto produced», y la óptima
calificación que otorga a las mayúsculas cancillerescas de la Lettre, «I do not
presume to criticise your italic capitals. They are generally perfect», cobran un
mayor valor en este momento, 1787, porque Benjamin expresa un juicio
fundado, sólido, con sobrado criterio y conocimiento del arte tipográfica y, por
tanto, bien digno de crédito.
Por supuesto, el impacto y la repercusión que debió de causar en Pensilvania la
recepción de estos dos ejemplares con tipos bodonianos20 no pudo ser excesivo
porque, por una parte, Benjamin Franklin ya no se encontraba en activo como
impresor (y fallece en 1790, solo tres años después); y, por otra parte, obras
maestras de Baskerville, Ibarra o Didot habían llegado antes a Filadelfia, de
modo que estos trabajos solo venían a engrosar una selecta serie de productos
del arte tipográ-fica del siglo XVIII. No obstante, pese a ser este arte del libro
algo ya conocido y pese al tardío recibimiento de Bodoni en América, la
producción del italiano parece situarse en la cima —o muy cerca de ella—, de
acuerdo con la valoración que Franklin le dedica y que no halla parangón en
las palabras referidas a los
19
Sería interesante poder rastrear el futuro de los tipos adquiridos por Franklin en la imprenta que
abrirá luego en Filadelfia su nieto Benny, aunque, por lo que hemos podido averiguar, la oficina de
Ben-jamin Franklin Bache se centró en la publicación de prensa periódica (Casale, s.a.). Para un
mayor acer-camiento a esta cuestión, habría de llevarse a cabo una investigación in situ y poder acceder
a documen-tación que, en muchos casos, se halla en manos privadas y, por tanto, dispersa y
difícilmente localizable.
20
Es probable que, dada la solicitud de Franklin, Bodoni proyectase enviarle a principios de 1790
una copia de su manual Serie di maiuscole e caratteri cancellereschi, aunque quizá la muerte de Franklin,
en abril de ese año, se le adelantó y hubo de abortar la idea.
452
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demás. Así, en opinión del diplomático, Baskerville destaca por los novedosos
contrastes y la proporción de sus tipos,21 Ibarra —con su Salustio y Don Quijote— supera en belleza a Didot y este, por su parte, «bids fair to carry the Art to a
high Pitch of Perfection»;22 Bodoni, en cambio, suscita en Benjamin airmaciones rotundas: crea libros que son «one of the most beautiful that art has hitherto
produced» y diseña letras que no admiten crítica porque «are generally perfect».
El recorrido, desde la tipografía tradicional de Caslon, la transición con Baskerville y la modernidad con Didot, aparenta cerrarse, desde la perspectiva del
norteamericano, con las conquistas en la imprenta de Giambattista Bodoni.
Opiniones aparte, claro está que las dos copias bodonianas enviadas a Filadelia
supusieron la llegada al continente, de una parte, de tipos cancillerescos modernos muy competitivos por su alto valor artístico y, de otra parte, del primer
programa sistemático para la tipografía rusa moderna, pensado ex profeso para
ella y con múltiples variaciones estéticas, a diferencia del mantenido tratamiento tipográico tradicional que este alfabeto recibía y había siempre recibido.
Esta ruptura, de hecho, da lugar a un comentario de Benjamin Franklin, que
en su carta a Bodoni le transmite —en tono de mera observación («I would
only beg leave to say»)— su preferencia por la T mayúscula cancilleresca de
«Lettre», en el frontispicio de la Lettre de J. B. Bodoni à Monsieur le Marquis de
Cubières, frente a la misma letra mayúscula de «Typographie», impresa en la
siguiente página. A pesar de su eclecticismo tipográico, conciliador de las letras
tradicionales, las de transición y las modernas, el viejo impresor no puede evitar
reincidir en un patrón estético-formal caligráico, conforme al que argumenta
su opinión sobre el trazo descendente de la T cancilleresca:
[…] the downward stroke of T P R F B D H K L J and some others, which in
writing we begin as the top, naturally swells as the pen descends. And it is only in the
A and the M and N that those strokes are ine, because the pen begins at the bottom.
La apreciación crítica de Benjamin está determinada por la vinculación que
mantuvo siempre la tipografía tradicional con la caligrafía, modelo en función
del que se pautaba el diseño de las letras, de ahí que deienda el asta gruesa descendente de la T mayúscula en detrimento del rasgo gráico sutil que Bodoni
emplea en las demás T capitales de la carta. La direccionalidad de la escritura
es descendente, según explica Franklin, y por esto lo razonable —en su lógica
manuscrita o epigráica— sería trazar un asta gruesa, al igual que los rasgos
ascendentes de la A, N y M deberán aligerarse. Adviértase que nos movemos en
21
Para la opinión de Benjamin Franklin sobre los tipos de John Baskerville puede verse la carta s.d.
[1760?], enviada desde Filadelia a Birmingham, en Labaree (1966: IX, 257-260) o en su versión actualizada online en el portal Founders Online (2016), [última modif. 5-X-2016] en https://goo.gl/hMJGUa.
22
La alusión a Joaquín Ibarra y a la oicina de los Didot puede leerse en carta de Benjamin Franklin
a William Strahan del 4 de diciembre de 1781, transcrita en PHI (2006), en https://goo.gl/P4rm94.
De Parma a Filadelia: las ediciones bodonianas de Benjamin Franklin
453
el juego de contrastes acentuados propio de la letra moderna, pero, a la vez, se
trata de tipos cancillerescos, cuyo ritmo formal y perceptivo describe un cursus
caligráico, realzado aún encima por las marcas de la cursividad —esto es, la
evocación de la escritura corrida—. No obstante, en oposición a la esperable
correspondencia entre las diferencias de trazos inos o gruesos y el trazado de las
letras a mano, Bodoni experimenta con nuevas dicciones gráicas y con la expresividad del conjunto tipográico: consigue en el frontispicio, pese a la mezcla de
diferentes tipografías cancillerescas, de cuerpos, de tipos, de peso y de espacios,
y pese a la variación del grosor de los trazos con respecto a la escritura caligráica, establecer un concierto armónico, eurítmico y cuyo efecto resulta agradable
a los ojos del lector, porque se crea una regularidad y un equilibrio propio entre
las partes del conjunto y en la imagen del conjunto en sí mismo. En la composición tipográica del cuerpo de la carta, Giambattista mantiene la regularidad de
la inclinación, pero introduce otra nueva alteración, pues liga íntimamente dos
dicciones gráicas irregulares y difíciles de compatibilizar desde una perspectiva
tradicional: las mayúsculas cancillerescas, de ritmo lento (historiadas con remates de carácter decorativo, en forma de lágrima o en espiral) se combinan con
las minúsculas cursivas, de ritmo ágil (limpias de ornatos en su mayoría o con
una sutil lágrima —en r s v f c— o un remate plano —solo en l p q d— que las
aproxima a la romana moderna).
Por tanto, Bodoni en la Lettre orquesta una armonía y un ritmo gráico basado en la variedad: sobre un uniforme continuum de cursividad, pinta irregularidades entre las minúsculas con terminaciones sutiles de lágrima, terminaciones
con un ligero remate plano o ausencia de cierres; cajas altas con una breve lágrima o con ornatos sinuosos y curvos más o menos prolongados; unas mayúsculas
con gradación en el grosor del trazo, otras ligeras y estilizadas; una minúscula
cursiva cancilleresca que se aproxima a la romana moderna y que resulta sobria,
sin ligaduras, frente a las lentas capitales dibujadas con las que se intercala; etc.
En deinitiva, el diseño de las letras bodonianas se desprende y juega con la
herencia caligráica, reivindicando, así, su propia autonomía. De hecho, las cancillerescas de Bodoni, empleadas en la Lettre, adquieren en este viaje a América
un carácter de autoairmación artística porque Giambattista, pese a las críticas
que habían despertado sus cancillerescas ascendonicas del Longo de 1786,23 deiende y revalida sus diseños: apenas un año después, en octubre de 1787, envía
una muestra semejante de ellas al célebre estadista norteamericano. Las ediciones bodonianas enviadas a Filadelia, en consecuencia, demuestran a Benjamin
Franklin y a aquellos que las viesen, no solo la riqueza de tipos diseñados y
fundidos en la Stamperia Reale de Parma —latinos y cirílicos—, sino, además,
23
Se trata de la edición en italiano Gli amori pastorali di Dafni e di Cloe di Longo Soista tradotti dalla
lingua greca nella nostra toscana dal Commendatore Annibal Caro, Crisopoli: impresso co’ caratteri Bodoniani, mdcclxxxvi [1786], in-4º real f. (Brooks, 1927: 57, n. 309).
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Noelia López Souto
una maestría precisa y calculada en la ejecución de los libros y, sobre todo, una
(auto)conciencia del arte tipográica como un campo autónomo y creativo en
el que la experimentación estético-formal, a estas alturas del siglo XVIII, ya se
ha desligado de la norma caligráica y crece con libertad en búsqueda de una
belleza y perfección quasi plástica, capaz de deleitar al ojo del lector o del poseedor del libro. Con Baskerville había descubierto los contrastes en los trazos,
con Fournier su regular minúscula y sus nítidos tipos, con Didot el carácter
moderno, con Ibarra la belleza del libro y, por in, en 1787, con el Tipógrafo de
Su Majestad Católica, Giambattista Bodoni, Benjamin Franklin parece conocer
la autonomía estética del arte de la imprenta, única actividad a la que el norteamericano le dedicó, sin interrupción, toda su vida.
Apéndice. Carta de Benjamin Franklin a Giambattista Bodoni24
Philadelphia, Octobre 14 1787.
Sir,
I have had the very great pleasure of receiving and perusing your excellent
Essai des caracteres de l’Imprimerie. It is one of the most beautiful that art has
hitherto produced. I should be glad to see a specimen of your other founts
besides this italic & roman of the Letter to the Marquis de Cubières, and to be
inform’d of the price of each kind.
I do not presume to criticise your Italic capitals. hey are generally perfect.
I would only beg leave to say that to me the form of the T in the word «LETTRE» of the title page seems preferable to that of the T in the word «typographic» in the next page, as the downward stroke of T P R F B D H K L J and
some others, which in writing we begin as the top, naturally swells as the pen
descends. And it is only in the A and the M and N that those strokes are ine,
because the pen begins at the bottom.
With great esteem I have the honour to be, Sir, your most obedient and most
humble servant,
B. Franklin.
24
Transcribo a partir de la carta original, conservada en la Biblioteca Palatina de Parma, concretamente en el Archivio Bodoni, Carteggio Bodoniano, c. 40, 24. Puede consultarse, no obstante, la transcripción realizada por De Lama (1816: II, 49-50), que ofrece también la correspondiente traducción
al italiano.
De Parma a Filadelia: las ediciones bodonianas de Benjamin Franklin
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