La ciudad de Las Palmas se convierte una vez concluida la conquista de la isla de Gran Canaria en un lugar estratégico de primer orden en el Atlántico. La expansión de la ciudad no se debió solamente al carácter de urbe administrativa y política, sino al hecho de haberse convertido en enclave y escala de las relaciones con las Indias, castellanas y portuguesas, así como en un puerto de primer orden en las conexiones con Europa y África, que permitió su conversión en un centro financiero importante, gracias al comercio y al establecimiento de colonias mercantiles en su sede. A ello se añade la importancia de su puerto, testigo de un destacado tráfico y lugar por donde entraban y salían todo tipo de mercancías.
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