Frente al discurso oficial, que presenta el paso de la cárcel franquista a la prisión democrática como un proceso ágil, tranquilo y basado en la nueva legislación, la realidad se muestra mucho más lenta, oscura y accidentada. La Transición penitenciaria estuvo protagonizada por los presos comunes, quienes con sus protestas movieron al Estado a acelerar las reformas. Sin embargo, el cambio normativo no solucionó problemas endémicos, como la falta de presupuesto o los abusos funcionariales, y en cambio fue el prólogo que dio paso a la masificación y el consumo generalizado de drogas. Tres décadas y media después de su reforma, el crecimiento imparable del sistema penal no deja lugar al optimismo.
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