Desde cierta perspectiva Pedro Cevallos fue el último resplandor de la grandeza hispana. Las sendas que trazó con ímpetu de soldado y dotes de estadista influyen en el mundo de hoy. Consagró su vida pública —no así la privada— a dar brillante satisfacción a todo cuanto podía esperarse de un hombre de su condición. El gaditano protagonizó un singular ejercicio de gobierno en las lejanas tierras del famoso Río de la Plata, un fértil territorio con una extensión superior a la de Andalucía.
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