Los maestros, infantería de pizarra y tiza, protagonizaron uno de los auténticos ejercicios revolucionarios que trajo consigo la II República. Revolución que permitió el acercamiento a la formación y el conocimiento de aquéllos que estaban más lejos de una cualificación imprescindible para ejercer como ciudadano. Consecuentemente la represión que trajo consigo el franquismo se posó sobre las aulas. Este dosier es un repaso a los tristes epílogos de figuras singulares que simbolizan la relevancia de los maestros. Este informe repasa capítulos personales como los de Antonio Muñoz Benítez, Laureano Talavera y Adolfo Sánchez Vázquez; los dos primeros, fusilados y el tercero, aún vivo en el exilio. El retrato general que emana de este especial proyecta el vaivén a que se vio sometida la enseñanza durante el franquismo. La purga que prosiguió a la finalización de la Guerra Civil, que tiene como cénit el fusilamiento de 26 docentes en la provincia de Cádiz, obligó a rebajar el listón de las competencias educativas para adquirir la condición de maestro. En 1940 bastaba el certificado de Enseñanza Primaria y haber cumplido los doce años. Los destrozos ocasionados durante tres décadas sólo empezaron a subsanarse en la década de los setenta. En 1970 aparece la Ley General de Educación conocida como la Ley Villar Palasí.
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