La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica
Baecula: arqueología de una batalla
La Segunda Guerra Púnica
en la península ibérica
Baecula: arqueología de una batalla
Editores científicos:
J P B R, A R R,
M M M, C R G
F G C
Colaboración en la edición:
M I M P, M Á L C
A R M
La segunda Guerra Púnica en la península ibérica : Baecula: arqueología de
una batalla / editores científicos, Juan Pedro Bellón Ruiz… [et al.] ; colaboración en la edición, María Isabel Moreno Padilla… [et al.]. -- Jáen : Servicio
de Publicaciones, Universidad de Jaén, 2015
688 p. ; 27 cm
ISBN 978-84-8439-914-8
1. Guerra Púnica, 2ª, 0218-0201 a. C. 2. Historia 3. Siglo 3 a. C. Santo
Tomé (Jaén)4. España I. Bellón Ruiz, Juan Pedro, ed. lit. II. Moreno Padilla,
María Isabel, col. III. Universidad de Jaén, ed. IV. Título
931(460.352)
© Autores
© Universidad de Jaén
Primera edición, diciembre 2015
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Servicio de Publicaciones
ISBN
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CAAI Textos, 7
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J. P. Bellón Ruiz, A. Ruiz RodRíguez, M. Molinos Molinos, C. RuedA gAlán y F. góMez CABezA
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................
7
CONTEXTUALIZACIÓN DE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA ................................................
1. BRIZZI, G.- Qualche rilessione a proposito delle guerre puniche ...................................
2. DOMÍNGUEZ MONEDERO, A. J.- Los autores antiguos y la Segunda Guerra Púnica:
una visión sesgada ...................................................................................................................
3. MARTÍNEZ HAHNMÜLLER, V. y LÓPEZ CASTRO, J. L. - El comercio en Iberia durante la Segunda Guerra Romano-Cartaginesa ...................................................................
4. NOGUERA GUILLÉN, J., BLE GIMENO, E. y VALDÉS MATÍAS, P.- El campamento
de la Palma-Nova Classis y la Segunda Guerra Púnica en el norte del río Ebro ..............
5. ARANEGUI GASCÓ, C.- Sagunto en la encrucijada. Topografía de las fortiicaciones
del oppidum ................................................................................................................................
6. OLCINA DOMÉNECH, M. y SALA SELLÉS, F.- Las huellas de la Segunda Guerra
Púnica en el área contestana ...................................................................................................
7. RAMALLO ASENSIO, S. F. y MARTÍN CAMINO, M.- Qart-Hadast en el marco de la
Segunda Guerra Púnica ...........................................................................................................
8. CANTO, A. Mª- La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda
Guerra Púnica, y el sitio de Ilorci-Amturgi ............................................................................
11
13
LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN EL ALTO GUADALQUIVIR: EL CASO DE BAECULA
9. MOLINOS MOLINOS, M., RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., GÓMEZ
CABEZA, F., RUEDA GALÁN, C., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A. y GUTIÉRREZ SOLER,
L. Mª.- El Proyecto Baecula: historia de una investigación .................................................
10. BELLÓN RUIZ, J.P., GÓMEZ CABEZA, F., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C., LECHUGA CHICA, M. A. y PÉREZ CANO, F.- Una
metodología arqueológica para el estudio de campos de batalla......................................
11. CÁRDENAS ANGUITA, I.- Análisis SIG de un escenario arqueológico de batalla .......
12. MOLINOS MOLINOS, M.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUEDA GALÁN, C.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA, F.; LECHUGA CHICA, M.; PÉREZ CANO, F. y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A.- El Cerro de las Albahacas: coniguración y secuencia ..............
13. RUEDA GALÁN, C.; BELLÓN RUIZ, J.P.; RUIZ RODRÍGUEZ, A.; GÓMEZ CABEZA,
F.; MOLINOS MOLINOS, M. y LECHUGA CHICA M. A.- Un contexto excepcional:
las áreas campamentales en la Batalla de Baecula ................................................................
14. QUESADA SANZ, F.; GÓMEZ CABEZA, F.; MOLINOS MOLINOS, M. y BELLÓN
RUIZ, J.P.- El armamento hallado en el campo de batalla de Las Albahacas-Baecula ....
15. GARCÍA-BELLIDO, Mª P.; BELLÓN RUIZ, J. P. y MONTERO RUIZ, I. - La moneda de
un campo de batalla: Baecula...................................................................................................
5
29
49
63
91
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129
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277
289
311
397
La Segunda Guerra Púnica en la península ibérica Baecula: arqueología de una batalla
16. BELLÓN RUIZ, J.P., RUEDA GALÁN, C., RUIZ RODRÍGUEZ, A., GÓMEZ CABEZA,
F. y MOLINOS MOLINOS, M.- El oppidum de Los Turruñuelos .......................................
17. MONTES MOYA, E. y PRADAS BALLESTEROS, C.- Aportaciones desde la arqueobotánica a la agricultura y el entorno vegetal del oppidum de Los Turruñuelos..................
18. TUÑÓN LÓPEZ, J., SÁNCHEZ VIZCAÍNO, A., MONTEJO GÁMEZ, M.; MÁRQUEZ
LÓPEZ, F. y PARRAS GUIJARRO, D.- Análisis de decoraciones en cerámicas iberas
del oppidum de Los Turruñuelos mediante microespectroscopía Raman.........................
19. RUEDA GALÁN, C., RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, A., MORENO PADILLA, Mª I, GÓMEZ CABEZA, F., GUTIÉRREZ SOLER, L. Mª, ARJONILLA BUENO, A., MARTÍNEZ
CARRILLO, A., MORA MONDÉJAR, Mª C. y RUIZ RODRÍGUEZ, A. - La cerámica
en el Cerro de las Albahacas y en el oppidum de Los Turruñuelos ....................................
20. GÓMEZ CABEZA, F.- El territorio de Baecula: análisis de la evolución del poblamiento
en el curso medio-alto del Guadalquivir ..............................................................................
21. BELLÓN RUIZ, J. P., RUIZ RODRÍGUEZ, A., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA
GALÁN, C., GÓMEZ CABEZA, F. y QUESADA SANZ, F. –Conclusiones y propuestas
sobre el desarrollo de la Batalla de Baecula ...........................................................................
22. QUESADA SANZ, F. La Batalla de Baecula en el contexto de los ejércitos, la táctica
y la estrategia de mediados de la Segunda Guerra Púnica: una acción de retaguardia
reñida..........................................................................................................................................
23. RUIZ RODRÍGUEZ, A., BELLÓN RUIZ, J. P., MOLINOS MOLINOS, M., RUEDA GALÁN, C. y GÓMEZ CABEZA, F.- La visibilidad arqueológica de un acontecimiento:
las contradicciones de la arqueología histórica ....................................................................
427
457
469
477
521
537
601
621
UN ESCENARIO METODOLÓGICO DE REFERENCIA ................................................................
24. ROST, A. y WILBERS-ROST, S.- Looting and scrapping at the ancient battleield of
Kalkriese (9 A.D.)......................................................................................................................
637
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................................................
651
6
639
8.
LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DEL ALTO
GUADALQUIVIR DURANTE LA SEGUNDA GUERRA
PÚNICA, Y EL SITIO DE ILORCI-AMTURGI
Alicia Mª Canto1
PRECEDENTES, ESTRATEGIAS Y ESCENARIOS2
208 a.C. y la batalla de Baecula3–, refrescando y
actualizando con nuevas imágenes, datos, ideas
Como dije (en n. 1), la misión de este trabajo
es presentar el momento y la zona anterior al
núcleo principal de este congreso –esto es, el año
3
1
2
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid, alicia.canto@uam.
es. Página web:
http://uam.academia.edu/AliciaMCanto
Quiero en primer lugar, reiterar mi agradecimiento
al Prof. Arturo Ruiz por su amable invitación a participar en un Congreso que se destinaba fundamentalmente a la presentación cientíica de su proyecto
sobre la ubicación de la batalla de Baecula en Santo
Tomé (Jaén), a pesar de conocer mi solitaria posición
contraria a dicha hipótesis, según desde el año 2004
vengo exponiendo en diversos foros (véase la nota
2). También el amable trato general de los miembros
de su equipo en aquellos gratos días, en especial a la
Dra. Carmen Rueda Galán, y su paciencia posterior
con mi manuscrito. La ponencia que me fue encargada no trataba sobre Baecula, sino sobre los años
inmediatamente anteriores a ese enfrentamiento,
para presentar aquí mis ideas sobre las estrategias
romano-cartaginesas antes del 208 a.C., con el escenario previo y el teatro de la muerte de Cneo Escipión
Calvo en 211 a.C., en Ilorci, que en 1999 ubiqué por
primera vez en la zona norte del actual pantano
“Tranco de Beas” (véase la nota 3). Ideas que muy
pronto el Prof. Ruiz y su equipo recogieron, desde
el principio de sus trabajos arqueológicos en Santo
Tomé y de su primer proyecto: “Batallas. Acciones.
Escenarios: La Segunda Guerra Púnica en el Alto
Guadalquivir” (Ruiz et al. 2004, p. 11).
163
Desde que el equipo de A. Ruiz dio a conocer a la
prensa en 2004-2005 su irme convicción sobre la
ubicación de Baecula en Santo Tomé (Jaén) me pareció
algo imposible, por distintos factores en contra –muy
especialmente Livio XXVIII.13, la ubicación alejada
de Cástulo, o la ausencia de minas de plata y calzadas
próximas– que fui comentando especialmente en
foros de Internet (entre 2004 y 2009 en los portales
www.celtiberia.net y http://terraeantiqvae.com/),
como en una conferencia invitada en 2011 en la Casa
de Cultura de Bailén, una entrevista de radio en
SER-El Condado, etc. No siendo éste el tema de mi
ponencia, y no sabiendo si en estas actas se recogerá
algo de mi intervención al respecto, con imágenes,
en el debate inal del Congreso, donde fui la única
contraria entre los doce ponentes, contando con la
imparcialidad como presidente del Prof. Brizzi (que
simpáticamente me calificó como “avvocata del
diavolo”, una igura siempre necesaria frente las
unanimidades), me limitaré aquí a remitir al artículo
de divulgación que por ahora publiqué sobre ello
y que está en línea en mi página de Academia.edu
(Canto, 2011; que, por cierto, es con mucho el más
visitado de todos mis trabajos allí), ya que tengo aún
pendiente de publicación el estudio más propiamente
académico. En éste completo mis argumentos,
sugiero una alternativa para la ciudad prerromana y
romana que creo que se halla en realidad bajo Santo
Tomé, y otra para la propia Baecula, ésta obviamente
en los alrededores y necesariamente al O. de Cástulo,
siguiendo estrictamente las fuentes antiguas.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
y publicaciones, el escenario y conclusiones que
ya estudié y propuse hace ahora [2011] doce
años.
estudiaba la estrategia del ejército romano entre
los años 214 y 211 a. C., tratando de demostrar
que ésta en realidad se había concentrado sólo en
la cabecera alta del Guadalquivir, no hacia Turdetania ni hacia Carthago Nova, como se creía, y
más en concreto en un espacio de aquélla nunca
propuesto: las Sierras de Cazorla y Segura (ig.
1). Ello se debía a su carácter de distribuidor
geográico natural y comunicador entre el E, el
SE y el S peninsulares, que además daba paso
al valle del gran Baetis y la Turdetania y, hacia
el S, a la Bastetania.
En 1999, en efecto, por gentileza de los Prof.
G.-C. Susini (apreciado y cordial amigo de quien
esto escribe, que fallecería muy poco después)
y de su discípulo el Prof. G. Brizzi, presidente
de este congreso, respectivamente por entonces
director y subdirector de la prestigiosa Rivista
Storica dell’Antichità (Universidad de Bolonia),
publiqué en ella un largo artículo4 en el que
Figura 1. La impresionante posición de Segura de la Sierra, en el centro, y Orcera a sus pies. Por el llano discurre el acceso
S-N hacia la Bastetania (© foto P. Pedrosa, El País, 28-9-2010).
En un reciente estudio, aunque analizando la
comarca desde su importante arquitectura militar medieval, R. Caparrós (2001: 226-228) resaltó
4
“la importancia estratégica de la zona, clave para
los desplazamientos entre la meseta y el valle
del Guadalquivir entre el levante y Andalucía y
para controlar los accesos a la zona norte del recluido reino de Granada… Es una cuenca visual
longitudinal, formada en su sector meridional
por el valle alto del Guadalquivir y en su sector
septentrional por la cuenca del Guadalimar. En
esta unidad se cruzan las rutas del Levante al
valle del Guadalquivir (a través del valle del
Guadalimar por la Puerta [de Segura]) con las
que permiten el paso desde La Mancha y la sierra
de Alcaraz hasta la zona norte del reino de Granada (collados de La Sagra, Huéscar y depresión
de Baza), atravesando lo más intrincado de las
Sierras de Segura y Cazorla”. Son estas mismas
Canto, 1999. A pesar de lo que algunos han escrito
(Bellón et al., 2004: 18), este artículo no estaba “fundamentado sobre base toponímica”. Aunque si se
pretende revisar textos antiguos y encontrar ciudades
y lugares desconocidos es inevitable hacer algo de
estudio toponímico, aquel trabajo tenía mucho más de
histórico y hasta de arqueológico, al menos porque le
habían precedido las correspondientes prospecciones
sobre el terreno, como más abajo se verá. También es
importante señalar que hasta aquel momento esta enorme área no había sido prácticamente objeto del menor
interés arqueológico (cf. infra). Tampoco “desplacé los
lugares de la batalla algo más al norte de Hornos de
Segura” (id., ibid.), 1) porque nadie los había ubicado
antes por allí, y 2) porque no existió ninguna “batalla de Ilorci” (cf. infra). Lo que sí hice fue llamar la
atención arqueológica e histórica hacia este que creo
neurálgico espacio de la SGP en Hispania, y parece
que con bastante éxito.
164
AliCiA Mª CAnto
características físicas y estratégicas las que hay
ya que destacar para el siglo III a.C., teniendo en
cuenta, como es lógico, que “la lectura correcta
de cada sistema debe tomar en consideración los
supuestos estratégicos propios de cada época”
(ibid.: 227).
Entendí por tanto ese área, montuosa y
abrupta, el actualmente llamado “Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las
Villas”5, en la Comarca Sierra de Segura, con
una supericie próxima a los 2.000 km2, como
una barrera vital entre ambos contendientes y
durante varios años (ig. 2).
Figura 2. Mapa físico de la Sierra de Segura (de sierradesegura.com). Obsérvese ya el giro del Guadalquivir.
5
sur) y Segura. Actualmente el Parque es el espacio
protegido más extenso de España y el segundo de
Europa.
Es la zona oriental y arranque de la vieja Orospeda de
las fuentes. Es además la divisoria de aguas entre las
cuencas de los ríos Guadalquivir (que nace en su zona
165
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
Sus alturas eran de gran importancia para el
control a muy largas distancias6. También defendí que en realidad los romanos por entonces no
habían pisado aún ni siquiera el valle medio del
Guadalquivir7, ni se habían aventurado tampoco
por el interior en dirección a Carthago Nova.
no de Cneo Cornelio Escipión había acampado
para pasar el invierno en Urso (hoy Osuna, SE),
ciudad que se halla a sólo 90 km al SO de Hispalis
(Sevilla) y unos 30 al S de Astigi (h. Écija)10. Esto
me parecía imposible de aceptar por hallarse
Urso en pleno valle bajo del Guadalquivir, y
por tanto en una zona de completo dominio
cartaginés11 (ig. 3).
Hasta entonces ambos hechos se venían
aceptando por prácticamente todos los autores.
El primero a causa de Apiano de Alejandría, que
en sus Iberiké (XVI.62) dice, para el invierno de
212-211 a.C.:
Más me parecía que ambos Escipiones
consulares no podían haber controlado por
entonces, o haber invernado tranquilos, más
que, como mucho, en la zona de Cástulo (donde
acampó Publio) y por el Guadalimar, cerca de la
ruta principal con el Levante, que ya dominarían
desde la reciente liberación de Sagunto en el 212.
Καὶ χαλεπώτερος ἦν τοῖς Σκιπίωσιν ὁ
πόλεμος ἀπὸ τοῦδε, ἐκράτουν δὲ καὶ ὥς· Καὶ
πολλοὶ μὲν τῶν Λιβύων, πολλοὶ δὲ τῶν ἐλεφάντων
ἐφθάρησαν, μέχρι χειμῶνος ἐπιλαβόντος οἱ
μὲν Λίβυες ἐχείμαζον ἐν Τυρδιτανίᾳ, τῶν δὲ
Σκιπιώνων ὁ μὲν Γναῖος ἐν Ὄρσωνι, ὁ δὲ
Πόπλιος ἐν Καστολῶνι·8.
Este primer obstáculo historiográico que
encontré, el de una Orso en Osuna, se puede
salvar a mi juicio por dos vías: 1) excluyendo
que esta Orso pudiera ser la misma Urso hispalense por razones simplemente militares, pues
en ningún caso, estando en guerra, se puede
invernar en el propio interior del territorio enemigo. Y 2) analizando más de cerca lo que nos
dice el propio Apiano: que “… los Africanos se
A tenor de este texto, se aceptaba (y se sigue
diciendo aún por muchos9) que el ejército roma6
7
8
9
Téngase en cuenta, por ejemplo, que su punto más
alto, el Pico del Yelmo sobre Segura de la Sierra,
alcanza los 1.809 m de altura, aunque la máxima del
Parque es el Cerro de las Banderillas con 1.993 m.
El valle estaba controlado por Cartago. Para la
estrategia cartaginesa entre 237 y 218 a.C. es aún de
provecho un antiguo artículo de G. Chic (1978: 235236), donde destaca la elección de Amílcar en el 237
a.C. de una ciudad fuerte, Castrum Album, vecina a
una Heliké, para que sea su principal base militar, y
cómo ésta, frente a lo dicho por A. Schulten (FHA
III: 11), no podía ser Alicante, sino un lugar ya en el
Alto Guadalquivir y, como había dicho G. V. Sumner
(1968: 210-211), próximo a Cástulo y a las minas.
(Llega un nuevo ejército cartaginés, más grande,
al mando de Asdrúbal, Magón y Asdrúbal de
Giscón) “A partir de ese momento la guerra se
volvió mucho más peligrosa que antes para los dos
Escipiones, aunque todavía prevalecieron, y mataron
a muchos de los cartagineses y elefantes. En cuanto
llegó el invierno todos se retiraron a invernar: los
cartagineses en Turdetania, Cneo Escipión en Orso,
y Publio en Cástulo”.
Véanse algunos ejemplos recientes: J.M. Roldán-F.
Wulff (2000: 37): “Cuando se reanuda el relato
de Livio las fuerzas romanas están divididas en
dos cuerpos, uno acampado en Orsone (Osuna), al
mando de Cneo, y el segundo en Castulo (cerca de
Linares), bajo la dirección de Publio”. Otro autor, J. S.
Richardson, sí se da cuenta de la lejanía, pero recurre
a otra fórmula clásica, la de modiicar ese topónimo
(Richardson, 2004: 41): “Appian names Cnaeus’
10
11
166
winter-quarters at ‘Orso’, which should be the modern
Osuna. This, however, is too far west, and it is more
likely that he spent the winter not far from Ilorci on
the R. Segura, the ancient Tader, where Pliny locates
the site of his pyre”, citando entonces a Schulten,
Scullard y Klotz, para quienes el “Orsóni” apianeo
debía ser corregido en “Lorkoni”, acomodándolo así
otra vez a las clásicas Lorca y Lorquí, en Murcia (cf.
infra). J. P. Bellón et al. (2004: 23): “Cneo Escipión
venía de Orson, Osuna, y Publio de Cástulo”. P. Moret
(2004: 24): “rappelons que le point de départ de leur
fuite [la de Cneo] se situe quelque part entre Osuna et
Castulo...” (sobre este autor y trabajo volveré al inal)
o F. Cadiou (2008: 32): “De façon éloquente, Cn. et
P. Scipion y passèrent l’hiver 212/211, probablement
à Urso et à Castulo…”. Este “probablement” sólo
puede referirse a Urso, dado que la duda no se puede
aplicar al caso de Cástulo, y por ello me parece ya
un relejo tácito de lo que sugerí en 1999, aunque el
autor no cite a nadie para explicar por qué ahora ve
sólo “probable” lo que tantos predecesores creyeron:
que la Orso de Apiano era Urso/Osuna.
En las notas complementarias de la más reciente
edición (Belles Lettres, 1997: p. 115), el editor, P.
Goukowsky, da también por válido que la Orso citada
por Apiano es la Osuna sevillana.
Con más detalle y otras razones estratégicas en
Canto, 1999: 134-135.
AliCiA Mª CAnto
Figura 3. Campamentos y hallazgos monetales cartagineses a lo largo del valle del Guadalquivir (según Chaves, 1990: 619).
poco frecuentadas, como Orisía y Orisíon12. No
me parece tan descabellado que fuera la Orso
que recoge Apiano.
fueron a sus cuarteles de invierno en Turdetania; en cuanto a los Escipiones, Cneo se instaló
en Orson, Publio en Cástulo…”. Mi conclusión
fue que fueron los cartagineses los únicos que
invernaron en Turdetania (y es lo lógico, pues
estaba enteramente bajo su control hasta el 206
a.C.) y, a sensu contrario, que precisamente Cneo
y Publio no lo hicieron en dicha región.
En aquella ocasión, de paso, también revisé
la bibliografía y las hipótesis existentes en un
debate secular acerca de los lugares en los que
Sabemos de Cástulo que era el segundo
centro principal de la gran y rica Oretania, y lo
más probable, puesto que la Bastetania estaba
también bajo dominio cartaginés, es que esta
Orso (o como realmente se llamara) fuera igualmente oretana. En 1999 sugerí como ejemplo la
zona del actual Rus (Jaén), a unos 15 km al E de
Cástulo, que contaría al menos con el radical –rs,
pero habría otras opciones que al día de hoy me
parecen mejores, como la propia Oretum (c. Granátula de Calatrava, C.R.), la capital de la algo
olvidada Oretania septentrional que, aunque el
dato es bastante desconocido, se encuentra a
veces citada, en fuentes justamente en griego y
12
167
Orisía/Oritanoí procede del libro II de Artemidoro
(frag. 18 Stiehle) vía Esteban de Bizancio, s.v. (ed.
Teubner por Meineke, 1849: 710). Y debe ser también
la Orisía u Orisíon (msc Gurisoinoi) aliada de Cástulo
en Plut. Sertorios, III, 90.9 (ed. Teubner, Sintenis 1869:
VI y 90). Cito estos datos de la nota 5 de un largo
estudio hecho con H. Romero Salas sobre nuevos
materiales de Oretum y que en breve tendremos en
prensa. En algunos de ellos he venido a coincidir
separadamente con D. Hoyos (2001). Naturalmente,
esta también importante ciudad, igualmente oretana,
se ubicaba junto a la calzada romana y el puente
(que aún existe) que cruzaba el Jabalón, por tanto
en conexión casi directa con su análoga meridional,
Cástulo.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
en el año 211 a.C.13 fueron muertos por los cartagineses los dos fulmina imperii, Publius y Cnaeus
Cornelii Scipiones, y particularmente el de Cneo.
Éste murió, encerrado con sus hombres, en una
turris junto a la ciudad de Ilorci14. Esta ciudad
era de ubicación tan insegura que venía colocándose en seis lugares, pero sobre todo, desde
la época de Ambrosio de Morales (1575), cuando
pasó ya al repertorio europeo de enciclopedias
e historiadores, era ubicada en Lorca y Lorquí,
ambas en Murcia. Desde 1935 fue más reforzada
aún la opción de Lorca debido a la opinión, tan
inluyente en España (y sobre los extranjeros que
no conocían bien el país), de Adolf Schulten, tan
categórico como siempre: “La catástrofe de Cneo
tuvo lugar en Ilurci, hoy Lorca, porque Plinio
3.9 dice del río Tader (hoy Segura) Ilorci refugit
Scipionis rogum…” (FHA 3: 91).
Éste es el famoso párrafo de Plinio el Viejo,
analizado en detalle por Ambrosio de Morales en
1575 y por muchos otros después, que siempre
contuvo la clave para ubicar Ilorci y la pira de
Cneo Escipión (NH III, 9), aunque desde el siglo
XVI casi todas las preferencias se inclinaran por
las murcianas16. Le añado los guiones y comas
que explican mi versión:
“Baetis, in Tarraconensis provinciae non –ut
aliqui dixere– Mentesa oppido, sed Tugiensi
exoriens saltu –iuxta quem Tader luvius, qui
Carthaginiensem agrum rigat– Ilorci refugit,
Scipionis rogum, versusque in occasum Oceanum Atlanticum, provinciam adoptans, petit,
modicus primo, sed multorum luminum capax,
quibus ipse famam aquasque aufert”17.
Por tanto, en mi forma de cortar los distintos elementos me sumo en deinitiva a la de D.
Detlefsen (1870) y C. Mayhof- L. Ian (1906),
cambiada por E. Meyer en 1924, retomada por
H. Rackham (Loeb, 1942) y por G. Winkler y R.
König (1988)18 y que en 1991 volvió a ser tan
decididamente criticada por G.K. Tipps.
Pero llevar Ilorci a Lorca me parecía erróneo
en el contexto general de esta fase de la Segunda
Guerra Púnica en Hispania por lo que ya dije y
porque, junto a la invernada en Osuna, convertía
el campo de operaciones militares romano-cartaginesas de 214-211 a.C. en un escenario impreciso, de una gran extensión E-O, y sin claridad
en la estrategia15. Y, con este fallo, obviamente,
también en las intenciones de cada cual.
16
13
14
15
No puedo entrar aquí en la ardua cuestión, centenariamente debatida, de la cronología real de los hechos
en T. Livio (por ejemplo H. Hesselbarth, 1889: 386,
pensaba que el relato de Livio era polibianeo, pero
adelantado un año), si 212 o 211 a.C. Opto por la
segunda de ellas a causa de parecerme más iable la
referencia de Eutropio, Brev. III.14, e igualmente por
el 209 para la toma de Carthago Nova, que son las dos
fechas clave de más consenso.
Ésta parece la mejor versión, frente a la que le hace
morir resistiendo sobre una colina pelada.
A modo de ejemplo, en la ig. 4 de un trabajo de R.
Corzo (1975) que en su día incluso causó impacto,
puede valorarse lo extraño de su “campaña del 214
a.C.”, haciendo divagar a los romanos, merodeando
por el valle del Genil hasta la Turdetania, buscando
no se sabe qué, mientras dejan a los púnicos el paso
franco por el E hacia Aníbal e Italia, en contra de la
lógica y de lo que dicen las fuentes. Es obvio por
tanto que el simple conocimiento del terreno tampoco
basta; y si hago esta pequeña observación es para
llamar la atención de algún joven investigador que
quiera reestudiar ab ovo esta Segunda Guerra Púnica
en Hispania, sirviéndose también de las novedades
arqueológicas de este último cuarto de siglo, pero sin
dejar de lado un buen conocimiento de las fuentes
17
18
168
grecolatinas (no la simple copia de las traducciones,
más o menos iables, de otros), de las inscripciones,
las monedas, etc.
Como caso curioso citaré el del gran erudito F.
Ferrari (más conocido como Ferrarius). En su Epitome
geographicum de 1605 ya preiere Lorquí antes que
la Lorca de Morales (Ferrari, 1605: 98). Cuando,
ya fallecido, M. A. Baudrand retoma su obra y la
amplía como Lexicon geographicum, reforma la entrada
para decir que en realidad sí está en Lorca (Ferrari,
1670: 376). Como es lógico, este tipo de diccionarios
geográicos e históricos enciclopédicos tenían en
su época una enorme inluencia, como la siguen
teniendo hoy en día obras como la CAH.
Ed. C. Mayhof- L. Ian, 1906=1967: t. I, 233-234.
Con más detalle en Tipps, art. cit., nota 18. Por otro
lado, no se puede traducir tampoco “que nace en
la provincia Tarraconense” (como hace V. Bejarano
(1987: 120) porque Tarraconensis provinciae no está
en ablativo sino en genitivo, determinando a oppido
Mentesa (y tampoco a saltu Tugiensi, como hace
Tipps, p. 86). Como es bien sabido, hubo al menos
dos Mentesas, la oretana, aquí aludida (Villanueva
de la Fuente, CR) y la bastetana, que en cambio era
bética (La Guardia, J), así que Plinio se limita aquí
a aclarar cuál Mentesa era la tomada como errónea
fuente del río. La confusión de los aliqui se debía
a los geógrafos griegos, que solían confundir las
fuentes del Guadalquivir con las del Guadalimar
(éste, efectivamente, viene de cerca de Villanueva).
AliCiA Mª CAnto
Haciendo además el análisis sintáctico que
G. K. Tipps (1991: 86)19 tan crudamente echaba
en falta en R. Corzo (1975), pero porque veo que
en realidad es un elemento clave del problema,
que ha hecho discrepar tanto a autores muy
versados en la lengua latina, éste sería el mío,
modesto pero claro, y que hago en el latín más
vulgar y directo posible:
hacia el Oeste, se encamina hacia el Océano Atlántico, dando su propio nombre a la provincia.
Al principio modesto en aguas, pero con cauce
suiciente para muchos ríos, va engrandeciendo
con ellos tanto sus caudales como su fama” 20.
A partir de esta traducción hice una nueva
propuesta de análisis geográico del texto, que
expresé junto con las anteriores ubicaciones
en un mapa (infra ig. 5), proponiendo que la
Amtorgis de Livio (después desaparecida para
la Historia) pudo ser la posterior Ilorci, y ambas
ubicarse en ninguno de los seis lugares hasta
entonces más barajados21, sino en el área de la
“Exoriens (lumen) Baetis, non –ut aliqui
dixere– in oppido Mentesa provinciae Tarraconensis, sed (in) saltu Tugiensi –iuxta quem
[scil., saltus] (exorit) luvius Tader qui rigat Carthaginiensem agrum–, (lumen Baetis) refugit
Ilorci –rogum Scipionis– et, versus in occasum,
petit oceanum Atlanticum, adoptans provinciam
(Baeticam)...”etc.
20
Y lo traduje así:
“El Betis, al poco de nacer (y no en la Mentesa tarraconense, como algunos han dicho, sino
en el bosque de Tugia [scil. la actual Sierra de
Cazorla-Segura], junto a donde también nace
el río Tader [scil., el actual río Segura], el que
riega el Campo de Cartagena), rehúye Ilorci –la
hoguera fúnebre de Escipión– y, volviéndose
19
He aquí la traducción de Tipps (p. 86, los subrayados
son míos): “The Baetis, rising not, as some have
said, at the town of Mentesa, but in the Tugiensian
Forest of the Tarraconian [sic] province (very near
which the river Tader, which waters the Carthaginian land, avoids at Ilorci the rogum Scipionis) and
turned towards the west...”. Poniendo el inal de
su paréntesis tras “land” saldría inmediatamente
el sentido correcto (excepto la mención de la
Tarraconense, que él, aunque en buen genitivo,
adjudica indebidamente a saltu Tugiensi, en vez de
a Mentesa oppido, como más arriba ya comenté). Al
crear Tipps este inciso para aplicar al Tader, que
va desde iuxta hasta rogum, no deja para el Baetis
ningún verbo en 3ª persona en la primera parte que
pueda corresponderse con petit (estando unidos por
copulativa: et versus ... oceanum... petit), con lo que
su análisis y conclusiones resultan erróneos, como
destaco subrayando ambos verbos. Lo correcto es
(hablando del Baetis) ...refugit ...et petit. También la
ausencia de la indispensable copulativa entre rigat
e llorci le quita sentido. En el mismo lugar (87 con
nota 18), G.K. Tipps reprocha a G. Winkler y R. König
(1988) el completar en su traducción la referencia al
nacimiento del Tader con un (seine Quelle hat). Pero
esto es muy correcto, dada la tendencia habitual de
Plinio hacia la economía verbal.
21
169
Cuando envié a imprenta mi manuscrito no había
aparecido aún la traducción del libro III de Plinio en
la serie de Gredos. Salió en 1998, pero no me enteré
a tiempo de poder consultarla. La añado ahora
(Fontán et al. 1998: 12-13), debida a Antonio Fontán:
“El Betis, que no nace en la población de Mentesa de
la provincia Tarraconense, como han dicho algunos,
sino en la sierra de Tugia (junto a donde el río Táder
riega el territorio cartaginés), esquiva luego en Ilurco
el monumento funerario de Escipión y, volviendo su
curso hacia poniente, se dirige al Océano Atlántico,
adoptando como hija suya a la provincia, pequeño
al principio, pero enriquecido por muchos aluentes
a los que roba fama y aguas”. Como puede verse,
interpreta la ciudad como “Ilurco”, esto es, Pinos
Puente en Granada, como sabemos bien (en su
venerable edición Émile Littré traducía Ilorcum, pero
a partir de un Ilorci (Littré, 1848: 155). Y tampoco
se entiende lo que Fontán aclara en su nota 16: “Es
muy discutido el emplazamiento de este Ilurco. No
puede ser Lorca, como pensaba Schulten, porque está
lejos del Guadalquivir, y también de los lugares de
los desastres de los Escipiones el 211 a. C. El rogus
Scipionis estaría en un recodo del Guadalquivir, que
se podría corresponder con el desagüe del embalse
de Tranco de Beas. Tito Livio situaba la derrota
de Gneo en Iliturgis, y algunos lo siguen, Plinio
parece más preciso”. Aunque menciona la solución
casi correcta (la ciudad estaría algo más al N del
hoy Tranco), parece ignorar que el problema es a
la inversa: que justamente de la posición de Ilorci
depende saber cuál es el emplazamiento del segundo
“desastre”, el de Cneo, y también dónde estaba
realmente Ilurco. Pero lo hace más incomprensible
el que más adelante, en su nota 39 a NH 3, 25, diga
que los Ilorcitani son “los ilorcitanos de Lorca”.
Quedo, pues, bastante perpleja ante esta traducción
y explicación del maestro Fontán.
Desde el siglo XVI, a saber, tres en Murcia: Lorca,
Lorquí y Anaor (Murcia), dos en Jaén: IliturgiMengíbar e Ilugo-Santisteban del Puerto, y por in
Ilurco-Pinos Puente en Granada. La mayoría de los
autores, y sobre todo los de más peso, se inclinaron
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
encontré mencionada en ninguno de los muchos
trabajos y monografías, más y menos famosos o
inluyentes, sobre la Segunda Guerra Púnica en
Hispania que por entonces consulté23.
cabecera misma del Baetis, en las actuales Segura
de la Sierra y Orcera, justamente donde el Guadalquivir, como dice Plinio el Viejo, viniendo
del S, gira hacia el O para enilar la Bética y el
Atlántico.
Creo que la breve anotación de Plinio transparenta su perfecto conocimiento de que allí
estaba la divisoria de aguas entre las cuencas
de los ríos Guadalquivir (que nace en su zona
sur) y Segura, y por tanto que justo allí se partían los ámbitos oriental y occidental del sur de
Hispania.
23
Se trataba de un área entera, de unos 2.000
km2 como ya dije, con muy escaso estudio arqueológico (excepto en su zona S-SO)22, y que no
22
por Lorca o por Lorquí, y unos pocos por las demás
opciones. Por Mengíbar se inclinó, por ejemplo,
A. Ruiz en 1982 (Ruiz, 1982: 98-99), siguiendo a
Corzo Sánchez (1975) (que apelaba a una confusión
de las fuentes griegas entre el Guadalimar y el
Guadalquivir): “Por todo ello no descartamos la
posibilidad de que Ilorcis sea Iliturgis o un lugar no
lejano de aquel punto….”. Sin embargo, en 2004
(Bellón et al. 2004: 25-26) sugieren nada menos que
cuatro-cinco opciones, pero ninguna de ellas donde
el Baetis “gira hacia el occidente”, como dice Plinio:
Gil de Olid (Puente del Obispo), Úbeda la Vieja y
Puente de la Cerrada (Úbeda) y cerros del Sombrerete
y del Chantre (Baeza). La mayor parte de los autores
continúan repitiendo la opción tradicional de Lorca,
como Roldán-Wulf (2000: 38): “No conocemos el
escenario del desastre. Publio cayó, según Apiano,
en Castulo; el lugar de la muerte de Cneo tiene en
cambio variantes en las fuentes: mientras Livio lo
sitúa en Iliturgi, Polibio nombra Ilurgeia y todavía
Plinio cita Ilorci. Parece que Iliturgi es una confusión
de Livio y que habría que situar el escenario en
Ilurci, hoy Lorca, cuya topografía corresponde bien
a la descrita en las fuentes” (aunque es algo muy
frecuente en manuales que tienen que simpliicar
asuntos de mucha extensión o complejidad).
En efecto, los términos municipales de Cazorla,
Quesada y Peal de Becerro (de la Sierra de Cazorla)
sí son relativamente bien conocidos debido a los
importantes hallazgos y excavaciones allí practicadas
durante el siglo XX. Uno de los más representativos,
la Cámara Sepulcral de Toya (c. de Peal), fue
declarado MHA ya en 1918. En la zona de SeguraOrcera (de la Sierra de Segura) sí existían estudios
de época medieval por su gran importancia a partir
del siglo XI, pero arqueológicos poco más que las
exploraciones supericiales de Crespo García y Pérez
Bareas (1987), que describieron sobre todo las varias
torres de vigilancia, sobre todo las de Orcera.
170
Aprovecho esta primera oportunidad que me surge
para subsanar tres precedentes que no conocí sino
hasta hace relativamente poco tiempo, y que por ello
no cité en mi trabajo de 1999 (como es mi costumbre
cuando encuentro alguno, por muy antiguo y raro
que sea). En primer lugar a eruditos como Gregorio
Mayans (1746) y algunos pocos más, que ubicaron
el rogus correctamente en el Baetis, aunque, por
las lecturas ille ocior, ille ocyor en ediciones muy
acreditadas de Plinio, en vez de Ilorci, no pudieron
llegar al lugar correcto. El segundo es un artículo
de A. Yelo Templado, publicado muy localmente
en los años setenta (Yelo Templado, 1977-1978),
que vale mucho la pena por su detenido repaso
de la controversia histórica en torno a la ubicación
de Ilorci en la bibliografía española, y hace (pp.
156-158) un detenido estudio del texto pliniano,
aunque inalmente (p. 162) no sugiere una ubicación
precisa, sino “en relación con la zona castulonense
y el curso alto del Betis”. Por último, leyendo el ya
citado artículo de P. Moret (2004), en el que secunda
mi hipótesis y propuesta (citándola expresamente,
lo que es de agradecer) y sugiere un lugar algo
más hacia el sur que el que dije, más pegado al del
Guadalquivir, encontré que citaba también una
obra anterior de Á. Capalvo. Éste había dedicado en
1996 una monografía a la Celtiberia en la que opta
por entender la ciudad como Ilorcira, y la ubica por
esta zona (Capalvo, 1996: 130-131): “Ilorcire† fugit
Scipiones rogum”. Vid. infra § 8.1.4.2. 30 ss. 130-131:
Y en 8.1.4.2 Ilorcira† (PLIN. nat. 3. 9). ¿Orcera? El
lugar concreto en el que se encontraría Ilorcira† o
Ilorci† puede venir determinado por la expresión
“uersusque in occasum oceanum Atlanticum”,
sobre todo si se pone en relación la frase latina con el
cambio de rumbo que lleva a cabo el Guadalquivir en
el actual Tranco de Beas, lugar donde el río cambia de
rumbo norte a rumbo oeste (697), no lejos de la actual
Orcera”. Conocía de referencias esta obra, claro,
pero por entonces no la consulté para este asunto
simplemente porque no me imaginé que pudiera
tratar de una zona tan alejada en todos los aspectos
de la Celtiberia (y creo que de paso con ello explico
su perplejidad a Marqués de Faria, 2003: 222). Leer
Ilorcira con una variante de los msc. de Plinio (como
también preiere el citado colega y amigo portugués,
ibid. 220-222) sin duda está más cerca de “Orcera”,
pero a mi juicio lo impide la mención en el propio
Plinio (NH III, 25) de los Ilorcitani como pueblo del
convento cartaginense, lo que conirma el topónimo
como Ilorci, pues una Ilorcira habría dado unos
Ilorcirenses.
AliCiA Mª CAnto
del Guadalquivir29, desde donde además los
romanos podían, en caso de urgencia, retroceder
buscando la seguridad de las bases romanas
(desde Saguntum hasta Tarraco y Emporiae). En
el mapa de la ig. 4 he tratado de condensar las
ciudades cuya localización se ignora pero donde se han colocado generalmente, así como la
situación tan dispersa que ofrece la bibliografía
tradicional entre los años 214 y 209 a.C.
El asunto, como dije al principio, debía a mi
juicio de tener mucho que ver con la estrategia
general romana, que paso brevemente a resumir:
Livio menciona, entre el 214 y el 211 a.C.,
asedios y batallas, avances y retrocesos, en torno
a topónimos como Castrum Album/Altum, Mons
Victoriae, Castulo, Iliturgi, Bigerra24, Munda25, Auringi26, Saguntum y Amtorgi(s)27. Los nombres mejor localizados apuntan, pues, a acciones entre
Sagunto (base romana desde su liberación por
ambos hermanos, en el 212 a.C.28) y la cabecera
24
25
26
27
28
La insistencia de asedios, defensas, ataques
y pactos inestables en torno al área de Iliturgi
y Castulo (Mengíbar y c. Linares, J.), ciudades
ambas que, en muy comprometida situación,
van alternando su idelidad entre ambos contendientes, sugiere en primer lugar que un
interés clave en disputa en estos años eran las
poderosas minas de plata y plomo de esta zona
alta jienense30, cuyo control deinitivo, aparte de
Para este topónimo recordó A. Schulten (las citas
que haré de él se reieren siempre al vol. III de sus
Fontes Hispaniae Antiquae, 1935) la Bigerra bastetana
de Ptolomeo (II, 6, 60) y ofreció dos posibilidades:
Becerra, 10 km al N de Acci (Guadix, GR) y Bigerra,
al SO de Albacete. Cabría aún recordar Bogarra (AB)
o el mismo Peal de Becerro, en la Sierra de Cazorla,
que se acomoda mejor al escenario general en el que
propongo ubicarnos.
Hubo en la península varios ríos y ciudades con éste
o similar topónimo, y no hay necesidad de recurrir,
como se viene haciendo, a la célebre y desconocida
Munda pompeyana. En este caso concreto, de la Sierra
de Segura parte también el río Mundo, que da nombre
a las crestas hoy llamadas “Calar del Mundo”. Parece
lógico pensar que esta otra Munda se localizara mejor
por esta zona.
Es curiosa la insistencia de distintos autores en
identiicar Auringi (mejor que Auringis) con el actual
Jaén (p. ej. Bellón et al., 2004: passim), cuando hay once
testimonios epigráicos, incluidos municipales, de
que su nombre era Aurgi. Aunque pueda parecerlo,
Aurgi y Auringi no son lo mismo.
Lo cual, junto a la ininidad de lugares mayores y
menores cuyo nombre no nos ha llegado, explica la
gran cantidad de yacimientos, jienenses y vecinos, en
los que se encuentran restos bélicos y monedas de la
SGP.
De forma que la célebre inscripción CIL II, 3836 (P.
Scipioni cos. imp. ob restitutam Saguntum ex s.c. bello
Punico secundo), que A. Schulten (FHA III, 86), como
casi todos los autores modernos, toma como homenaje
de la ciudad al joven Publio Escipión “el Africano”,
en realidad me lo parece a uno de los dos fulmina que
de verdad la liberaron en el 212 (mientras el joven
Escipión, además, no fue cónsul hasta el 205 a.C.).
Otra basa similar, pero fragmentaria, aparecida más
recientemente (CIL II.2, fasc. 14, 327), debe de ser
su pareja, dedicada al segundo libertador, Cneo. Es
muy signiicativo el hecho de que Livio, al relatar
el hecho (XXIV, 42, 9-11), use exactamente el mismo
verbo: “Saguntum oppidum... cultoribus antiquis...
restituerunt” (sobre ello tengo en terminación un
pequeño estudio más detallado).
29
30
171
En este punto merece la pena recordar una extraña
noticia: La periocha del libro XXIV de Livio airma que,
en el año 213 a.C., el rey númida Syphax, victus (por
Masinisa), in Hispaniam ad Scipionem cum magna manu
transiit contra Gades, ubi angusto freto Africa et Hispania
dirimuntur, pues había llegado a un pacto de amistad
con ambos Escipiones. Esto se contradice en el propio
libro XXIV (49, 6), según el cual la llegada otra vez
de Masinisa impide a Syphax cruzar efectivamente
a España. Sin embargo, veo que Silio Itálico (Pun.
XVI, 193-197), cuando hace a Syphax, años después,
anitrión de Escipión el Joven y de Aníbal, recuerda
al romano cuando, estando de visita en Gades, tuvo
ocasión de trabar conocimiento y amistad con su
padre y su tío, magnos vicina ad lumina Baetis ductores
(verso 196). No creo que puedan apoyarse uno y otro
texto, pues en Silio Syphax no habla sino de una visita
casi turística, “para estudiar el océano y sus mareas”.
Quizá más bien, con ocasión de ir a Gades, Syphax
subiera por el río para conocer efectivamente a los
dos famosos hermanos, a los que hizo obsequios.
El episodio sería anterior a las hostilidades, cuando
casi todo estaba tranquilo en Hispania y se usaba
preferentemente de la diplomacia (Livio XXV, 32:
“Hacía dos años [213-211 a.C.] que no había pasado
nada memorable en España, y la política tenía más
parte que las armas en las operaciones militares...”).
En su edición, J.D. Duf (p. 401) traduce “...I beheld
the great Roman generals, encamped hard by on the
river Baetis...”, pero más bien creo que debe ser ad
vicina lumina Baetis (gen.), es decir, “junto a los ríos
próximos al Betis”. Esto encajaría perfectamente con
sus acampamientos cerca de Cástulo (por entonces
aliada de Roma), que está sobre el Guadalimar.
Precisamente el lógico interés de los cartagineses
por defender estas posesiones, y de usarlas sobre
la marcha, es para mí una de las causas más sólidas
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
Figura 4. Certezas y confusiones en la Hispania de 214-209 a.C. Ciudades, bases de ambos ejércitos y dominios territoriales
según varios autores. Son sobre todo inverosímiles Osuna, Lorca, Munda y Bigerra.
un gran alivio económico31, permitiría a Roma
31
–pero sólo una década más tarde– el paso hacia
el Sur, hacia la fértil Turdetania –con las minas
del complejo onubense– y, por el Norte, hacia la
Baeturia minera, también en manos cartaginesas,
y donde estaban las llaves del mercurio y el estaño32. Tampoco me parece desdeñable (aunque
no suele invocarse), la extraordinaria potencia
forestal de los enclaves próximos de Sierra Morena y de las Sierras de Cazorla y Segura, si se
tiene en cuenta la objetiva y urgente necesidad
de madera y cordajes que en estos años tenían
las dos lotas en guerra33.
para invalidar la (sin embargo tan exitosa) propuesta
de ubicar Baecula en Santo Tomé. Este municipio no
tiene ni una sola mina de plata en sus alrededores,
y además se halla lejísimos, a unos 60 km al Este,
de la potente zona minera castulonense, y sin una
comunicación fácil con Cástulo, interponiéndose la
arisca Loma de Úbeda. Sólo hay que pensar que Santo
Tomé está a 454 m.s.n.m., mientras Úbeda a 751 y su
Loma a 765-798.
Después de los éxitos del verano del 215 a.C., ambos
Escipiones se quejaron a Roma de que les faltaba
dinero para los salarios, armamento y víveres del
ejército y las lotas aliadas (Livio, XXIII, 48), solicitando
que se arbitrara un modo para obtenerlo del erario o
de los propios hispanos. Pero otros frentes abiertos o
por abrir, como Macedonia, Sicilia y Cerdeña, hacían
aconsejable no exprimir los ingresos tributarios, por
lo que se ideó en Roma sacar a concurso público entre
compañías particulares (párr. 49) los suministros
necesarios. Con esto se pudo continuar la guerra
en España, pero estas caritates patriae debían ser
reembolsadas, y ello debió suponer alguna presión
sobre ambos responsables de la guerra en Hispania.
32
33
172
Las necesidades de hierro para la forja de armas debían
de tenerlas bien cubiertas gracias a las siderurgias del
NE hispano y, a partir del 212, a las saguntinas.
De hecho, en el reparto de su mando conjunto, Publio
era el almirante de la escuadra de Hispania, y Cneo el
comandante de las fuerzas de tierra (Livio, XXIII, 26: P.
et Cn. Scipionibus inter se partitis copiis, ut Cnaeus terra,
Publius navibus rem gereret...). Cl. Nicolet (1984: 493),
aunque de manera general, sí anotaba la necesidad de
efectuar trabajos monográicos sobre estos aspectos
AliCiA Mª CAnto
refuerzos, en el caso de Aníbal) a sus respectivas
lejanas patrias35. Por ello me parece inverosímil
que en estos años ninguno de los Escipiones se
moviera en ningún momento hacia la Turdetania (concretamente hasta Urso, v. supra e infra),
desde donde, aparte de correr mayores peligros
(la región estaba controlada por Cartago), no
podían cerrar a los púnicos el paso hacia la costa
levantina y los Pirineos. En un caso parecido se
encuentra también la opción de moverse hacia
Cartagena. El estudio de esta estrategia es lo que
me llevó a ijarme en la zona de Cazorla-Segura
como el lugar más idóneo alrededor del cual
aquélla tenía que bascular.
Pero asimismo este reiterativo escenario sugiere otra estrategia, que explica la relativamente
limitada expansión romana en estos años 215212 a.C., que no supera el gran Baetis. Porque,
en efecto, a mi juicio la misión principal de los
Escipiones en este momento no era todavía el
dominio de las riquezas mineras: Si nos iamos
del relato liviano, y de la propia lógica, lo que les
preocupaba de verdad era tener cortado el paso
de Asdrúbal con más tropas cartaginesas desde
España hacia Italia. De hecho, esta idea está ya
presente en el 215 a.C., cuando se le interponen
en Dertosa, en las bocas del Ebro: “...si Hannibali... Hasdrubal dux atque Hispaniensis exercitus esset iunctus, illum inem Romani imperii
fore...” (Livio, XXIII, 28, 8), permanece ija en el
212-211 a.C. (Livio XXV, 32, 2): “...quando ad id
locorum id modo actum esset, ut Hasdrubalem
tendentem in Italiam retinerent...”, y no variaría
con el tiempo34.
Tras estos años de contención y refriegas
menores, y de labores diplomáticas con las
ciudades y pueblos autóctonos (de los que ambos ejércitos dependían grandemente para las
invernadas y suministros ordinarios), la que
sería postrera campaña de ambos hermanos,
la del año 211, se plantea, en cambio, con la determinación de “acabar de una vez la guerra”36.
Durante el invierno habían reclutado (Livio
XXV, 32), por segunda vez entre los romanos37,
20.000 celtíberos como mercenarios. Saliendo
ambos de su base invernal (posiblemente en la
recién libertada Sagunto), marchan juntos hasta
la ciudad de Amturgi, base del campamento de
Asdrúbal, hijo de Amílcar, frente al cual queda
el legado Cneo con la mayor parte de los celtíberos38, mientras el procónsul Publio, con los otros
En otro autor, Zonaras (9, 3) se transparentan, también en el 215, las estrategias de ambos
contendientes: “...(los cartagineses) estimando
más importante socorrer a Asdrúbal que a Aníbal, y temiendo que los Escipiones iniciasen el
paso a África... enviaron la mayor parte de sus
fuerzas a Hispania a las órdenes de Magón...”,
y en cambio, “... los Escipiones, al saber esto,
evitaron combatir, para que Asdrúbal no pudiese
pasar a Italia si por un azar vencía...”. De forma
que en mi opinión el control de la posición de
paso en ambas direcciones resultaba verdaderamente capital para ambos ejércitos, incluso
a través de la inactividad, procurando cada
ejército impedir la llegada del enemigo (o de
34
35
del abastecimiento de productos esenciales (que por
lo que sé en el caso de Hispania siguen pendientes
de completar).
Por eso no les importaba tener largos períodos de
inactividad militar, dedicados a la diplomacia, al
entrenamiento de las tropas, o a la simple espera.
La idea, entre otros, en J.M. Roldán: “...siéndoles
más importante mantener la situación inestable
y atar con ello a los cartagineses en Hispania”
(1978: 41). Lo mismo en Hoyos: “The Scipios’
enduring achievements were to prevent any Punic
reinforcements from leaving Spain for Italy…” (2001:
91). En un reciente estudio, Fernández Rodríguez
(2005: 36 sobre todo) se muestra de acuerdo con
mis ideas: “Ciertamente, esto es lo que sugieren, en
general, las fuentes… Apiano… Livio... y Zonaras
también respalda la visión de A. M. Canto”.
36
37
38
173
Vid. FHA cit., 275. Muy bien visto también por Cary–
Scullard (1975: 133): “...they had not only prevented
the passage of reinforcements to Hannibal, but had
diverted to Spain succesive drafts of African troops,
which might have had a decisive inluence on the war
if they had found their way to Italy after Cannae...”.
Livio, ibid., 2-3: Tempus esse id iam agi, ut bellum in
Hispania iniretur...
Porque tanto el inal del libro XXIV de Livio (49,
8), como su periocha ya mencionaban expresamente
lo mismo, pero para el año 213 a.C. (incluso si
fuera el 212): “Id modo eius anni in Hispania ad
memoriam insigne est, quod mercennarium militem
in castris neminem ante quam tum Celtiberos
Romani habuerunt, y ...Celtiberi quoque in amicitiam
recepti sunt, quorum auxiliis adscitis tunc primum
mercennarium militem Romana castra habuerunt”.
Parece que esta leva es anterior y no tan numerosa
como la del 211.
Ambas decisiones se mostraron erróneas: Ni debieron
dividir sus fuerzas, ni dejar una de ellas a merced de
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
bre anterior, o coetáneo, de la zona de Segura
de la Sierra-Orcera, y varios microtopónimos
vendrían a apoyar esta idea (cf. infra par. 3).
dos tercios del ejército regular y el resto de los
aliados, completó los cinco días de marcha para
quedar ante el grueso de las fuerzas púnicas, al
mando de Magón y de Asdrúbal hijo de Giscón.
Esto es, el punto álgido oriental del escenario
bélico es para mí Segura de la Sierra, la que creo
fue primero Amturgi/Amtorgis y luego Ilorci, una
fortaleza casi inexpugnable. Desde ella se puede
ejercer el control del paso tanto hacia Basti (de
hecho, desde Segura se divisa Baza en los días
claros) como hacia Carthago Nova. El “nudo
gordiano” que los romanos en esta ocasión no
pudieron romper fue el espacio más o menos
“vertical” (un paisaje completamente excepcional, por cierto), que prácticamente coincide
con la actual comarca de Segura, Cazorla y las
Villas, un punto de comunicaciones crucial y
básico, pero ya desde siglos atrás (como bien se
ve, por ejemplo, en la penetración de materiales
orientalizantes y luego griegos)41. Pero, claro,
esto no se podía ver tan bien cuando se venía
poniendo a los Escipíadas en escenarios tan
incongruentes con esa estrategia como Osuna
(Sevilla) y Murcia.
Sobre la posición de Publio, la noticia de
Livio (ibid.) de que los romanos temían que
este mayor de los cuerpos cartagineses pudiera
escapar y refugiarse “en bosques y montañas
impracticables” (in avios saltus montesque recipientes) ayuda a apoyar la proximidad de su base,
bien del entorno de Sierra Morena, bien de las
serranías de Cazorla-Segura-Mágina, todo ello
en Jaén. Pero a mi juicio en su caso Publio es
preferible la opción de Sierra Morena, ya que –
sigue el analista– así los Escipíadas “abrazaban
a la vez la conquista de toda Hispania” (totius
simul Hispaniae amplecti bellum, ibid.), es decir,
que desde aquellas dos posiciones los hermanos
podían procurarse simultáneamente el paso: 1)
hacia la Meseta y el valle medio e inferior del
Baetis y 2) hacia el núcleo de Carthago Nova. La
primera posición de doble llave sólo conviene al
área de Linares-Bailén-La Carolina-Mengíbar, es
decir, la de Iliturgi-Castulo (hacia donde años más
tarde se disputaría la batalla de Baecula). Con ello
cuadra también la noticia de Apiano (v. infra),
que sitúa en efecto a Publio en torno a Cástulo
y, así, habría que buscar Amturgi (y, por tanto, la
posición clave de Cneo) cerca de Cástulo –pero
no mucho– y sobre el mismo camino de Sagunto.
En este sentido encuentro muy acertada la idea
de E. Thouvenot, seguida por P. Sillières, según
la cual la colocación, más próxima –cerca de la
Sierra de Segura– del segundo Asdrúbal tendría
como objeto proteger a su vez la ruta del valle
del Tader o Segura, que conducía hasta la propia
Carthago Nova, con su puerto, sus graneros y el
distrito minero suroriental39.
En mi trabajo de 1999 ya sugerí que Amturgi,
mejor que Amtorgis40, podría haber sido un nom-
39
40
mercenarios extranjeros y recién reclutados. Livio
toma esto como un “ejemplo memorable”, que los
romanos deberían tener bien presente en adelante
(XXV, 33, 6).
E. Thouvenot (1973: 84-86) y P. Sillières (1990: 549).
Véanse supra e infra otros apoyos para la misma idea.
Amtorgi es el nominativo que me sugería, mejor que
el clásico Amtorgis, la doble mención liviana ad urbem
Amtorgim (32, 5 y 9). Ignoro por qué Amtorgis se hizo
fuerte en la bibliografía, supongo que por simple
41
174
conianza en SCHULTEN, que así la llama (FHA:
90). Pero lo normal en estos nombres indígenas es
su terminación en -i y no en -is (como Iliturgi, Isturgi,
Auringi, Oningi, Irni, Tagili, Ilorci, etc.), y la existencia
de nombres próximos como Ili-turgi o Is-turgi hace más
probable que su nombre real fuera Amturgi.
Mi trabajo en este sentido fue reconocido a nivel
local, y después de crearse el “Centro de Estudios
Sierra de Segura” (CESS) fui invitada, en Segura, a
dar la conferencia inaugural de sus I Jornadas, el 22
de abril de 2006; parece que después de pocos años
los problemas económicos generales motivaron su
desaparición.
AliCiA Mª CAnto
LA TRÁGICA MUERTE DE CNEO CORNELIO ESCIPIÓN
El exterminio en Hispania de los dos hermanos Escipiones, en el año 211 a.C., fue considerado entre los propios romanos como uno
de sus más grandes desastres, a la altura de
Cannae o de Farsalia42. La narración de la penosa
muerte, en ese año, del famoso general republicano Cneo Cornelio Escipión Calvo, cónsul en
el 222 a.C. y tío paterno del más tarde llamado
“Africano Mayor”, es así relatada por distintos
autores antiguos durante el transcurso general
de la Segunda Guerra Púnica (218-206 a.C.)43.
Tito Livio44 es el que cuenta con más detalle (y
con notas descriptivas realmente emocionantes)
esta desgraciada campaña, a la que también se
reieren de forma más general Polibio (fragmentariamente) y (con menos detalles) Apiano.
Debido a ser un episodio notable de la propia
Historia de Roma, la bibliografía moderna que
ha tenido que pronunciarse sobre los escenarios
hispanos de aquél es relativamente amplia45 y,
42
43
44
45
sobre todo recientemente, la española empieza
a serlo46.
Val. Max. IX, 11, extranj. 4. Destaca, por este orden:
la conquista de Roma por los galos, la matanza de
los Fabios, la jornada de Allia, el exterminio de los
Escipiones en España, las batallas del lago Trasimeno
y de Cannae, y las carnicerías civiles de Pharsalos y
Philippoi.
En cuanto al debate concreto que aquí trato, el
último y –aunque breve– bien documentado trabajo
especíico que conozco es el de G.K. Tipps (1991). En
cuanto a análisis de conjunto de este período bélico,
junto a otras obras que se citan en la nota siguiente,
e infra, el más reciente y documentado puede verse
en la monografía de G. Brizzi (1997: cap. IX, 187-206),
con amplísima bibliografía en sus pp. 492-507 (para
lo hispano, p. 505); este autor dedica buena parte
de su interés a los desastres simultáneos a manos
de Aníbal en la propia Italia. Como varios autores
han visto bien, posiblemente fueron los Escipiones
desde Hispania los que lograron que Italia no cayera
deinitivamente en manos de Cartago.
He utilizado la excelente edición comentada de W.
Weissenborn y H.J. Müller (1895-1968).
Para textos literarios sobre Hispania en este período,
véase A. Schulten (1935, cit. FHA III, passim). No he
podido utilizar la obra, muy antigua, referida allí por
él (p. 56), de E. Genzken (1879). Para ambos generales,
sobre todo RE, s. vv. y T.R.S. Broughton (1960: t. I, 274
ss.). Para un resumen y análisis de la campaña, v. G.
De Sanctis (1967-1970: t. III.2 [1968], 431-433); M. Cary
y H.H. Scullard (1975: 133-134) o H.H. Scullard (1980:
212-215, 226-229 y su mapa de la p. 314). Este mismo
autor (1951: espec. su cap. III) destiló también, con un
delicado análisis, los aspectos políticos de la guerra,
46
175
y trató de ambos Escipiones, como precedentes del
Africano Mayor, en otra monografía (1970: 27 y 33
ss.). Entre las historias generales destaco la Cambridge
Ancient History, t. VIII (B.L. Hallward,: 1939 y 1981:
cap. IX) y J. Briscoe (1989: 44-80); la de J.M. Roldán,
(1981: espec. 254-256) y la citada obra dirigida por C.
Nicolet (1984: t. 2, 491-492), más las obras de conjunto
de VV.AA.: Punic Wars (1989) o The Second Punic
War. A Reappraisal (1996) y la de Sánchez Moreno
y Gómez Pantoja (2013, passim). Desde el punto de
vista militar, ha de verse la de Y. Le Bohec (1996).
Entre las dedicadas a Hispania, J.M” Blázquez, (1974:
111-1 20), J.M. Roldán, (1978, 15-49) o J.M. Roddaz
(1998). Roldán trató el asunto más recientemente,
aunque de forma más divulgativa (1997: 271-279).
Los textos para el año 217 concretamente: FHA, cit.:
66 ss. Con posterioridad podemos recordar a Leidl
(1996: 172 con n. 389 –“Ilorci ¿Lorca?”- 173, 307-309),
y una nueva eclosión del interés por la SGP, por
Escipión y por Aníbal en el primer decenio del siglo
XXI, con obras rápidamente reeditadas o traducidas
como las de A. Goldsworthy (2000, 2008), D. Hoyos
(2005) o G. Brizzi (2009), o los clásicos “Companion”
como el de Blackwell (VV.AA. 2011, espec. caps. 12 y
18). En el nivel más divulgativo recuerdo ahora el nº
VI (diciembre de 2009) de la revista Stilus, sobre La
Segunda Guerra Púnica. El Mediterráneo en armas, y el
17 (2013) de la revista Desperta ferro, sobre La Segunda
Guerra Púnica en Iberia (en éste ofrecen en línea la
bibliografía de todos los artículos, donde me sigue
admirando que falte por completo un trabajo con
novedades de análisis, y publicado en una revista tan
importante como la RSA…). En general puede decirse
que los autores foráneos prestan escasa atención a
sucesos hispanos y detalles considerados menores,
como dónde estuviera realmente Ilorci, e incluso la
batalla de Baecula, considerada una simple acción
de retaguardia (ad. ex. por Goldsworthy, seguido
por F. Quesada, ibid.) o como mero precedente
de la de Metauro; sólo se detienen algo más en
la toma de Carthago Nova y en la batalla de Ilipa,
porque objetivamente pueden considerarse los dos
momentos claves de la SGP en Hispania (aunque
yo añadiría la recuperación de Sagunto en 212 a.C.).
Aunque no sea frecuente citarles, ha llamado
mi atención un trabajo de asignatura de un
alumno en el presente curso 2013-2014 del Máster
Interuniversitario en Historia y Ciencias de la
Antigüedad de la UAM y en particular de mi colega
y amigo E. Sánchez Moreno, Héctor Manuel Vázquez
Dovale, titulado “Los Hispanos y las Guerras de
Púnicos y Romanos”. Tiene un decente resumen de
la SGP en Hispania, y sobre todo una muy completa
relación de bibliografía, especialmente española y la
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
campaña en la franja entre Cástulo y la Sierra de
Segura, y por tanto muy lejos del ager Carthaginiensis.
Salidos ambos hermanos de sus respectivos
campamentos de invierno, y colocado Publio
cerca de Cástulo, la llegada casi simultánea de
refuerzos númidas y suesetanos al área deja a
Publio entre tres frentes. A pesar de su valiente y
temerario gesto de salir de noche al paso de los
suesetanos, con infantes y parte de sus tropas
montadas47, es rodeado por los tres ejércitos
(suesetanos, númidas y cartagineses), alanceado
gravemente y muerto, mientras las tropas que
mandaba son aniquiladas. Debió de interrumpirse la comunicación entre los romanos, puesto
que la noticia del desastre no llegó a Cneo de
inmediato. Esto requiere cierta distancia, pero
no mucha, como dije, puesto que los problemas
para Cneo se desvelan cuando “envía hombres
por víveres al campamento de su hermano”
(Apiano). Esto indica también que en la zona en
la que Cneo había acampado –cerca de Amturgi,
como vimos– no le era tan fácil conseguirlos.
Pero volvamos al relato: Estando al lado de
Amturgi, Cneo sospecha la existencia de alguna
catástrofe, pues es abandonado repentinamente
por todos sus mercenarios celtíberos49 –como dice
Livio, impotente, y hasta agradecido de que al
menos no le atacaran, siendo los romanos franca
minoría–, y al mismo tiempo le llegan noticias
de que los otros dos ejércitos púnicos, con sus
recientes refuerzos hispanos y númidas, se encaminan a reunirse rápidamente con el tercero,
al mando de Asdrúbal, frente al cual él mismo
se encontraba. Cruzando ya estos últimos el río
interpuesto, y en muy apurada situación, la táctica de Cneo (Livio XXV, 35) es retroceder lo más
posible: credebat cedere inde quantum posset. Esto
sólo puede interpretarse si Cneo reculaba por la
calzada hacia las bases romanas de Sagunto, pero
de ninguna forma huyendo hacia Lorca (pues ello
no sería “retroceder” (cedere), sino “avanzar”, y
de forma suicida).
También el hecho de que algunos supervivientes de ambas derrotas se refugien más tarde
en Iliturgi (cortijo de Maquiz, Mengíbar, J) donde
son exterminados48, refuerza la idea conclusiva
de ubicación de todos los lugares citados en esta
47
48
Viene entonces el relato detallado de sus
desesperadas, huida y muerte. En lo que ahora
nos interesa, Livio dice: “Cn. Scipionem alii in
tumulo primo impetu hostium caesum tradunt,
alii cum paucis in propinquam castris turrim
perfugisse, hanc igni circumdatam atque ita
exustis foribus, quas nulla moliri potuerant vi,
captam omn<e>sque intus cum ipso imperatore
occisos”50.
más actualizada. Dado que está ya en Red, subido
a Academia.edu, no vacilo en sugerirlo (a pesar
de que no mencione Ilorci ni su ubicación, o de no
haber entendido –como se colige de su nota 181–,
el problema de Baecula): http://www.academia.
edu/7201182/Los_Hispanos_y_las_guerras_de_
Punicos_y_Romanos
Verosímilmente para proteger parte del ejército,
provisiones y bagajes, que deja en el campamento
al mando de Tiberio Fonteyo. Que sus tropas se
componían en buena parte de caballería se deriva
del relato posterior de su última batalla (v. infra).
Una vez conocidas las victorias púnicas. Ello motivó
el frío y violento castigo posterior de esta ciudad
por el joven Escipión (Livio, XXVIII, 19 y 20; Apiano
XXXII, 128). Para R. Thouvenot (1973: 97) y otros
muchos autores, la venganza habría sido tomada
sobre la propia llorci (según él mal llamada Iliturgi
por Livio), pues Polibio en Esteban de Bizancio, y
Apiano, la llaman llúrgia: “c’est pourrait etre l’Ilorci
de Pline, l’actuelle Lorqui”. Pero aquí parece Livio
la fuente más iable, porque Apiano tampoco da
bien el nombre de Cástulo, sino Castax (a menos
que sean realmente dos ciudades distintas, lo que
no parece probable). P. Goukowsky, en su citada
edición de Apiano (1997: 121 con notas 198 y 199)
cree, en el primer caso, que se podría leer Kastala y,
en el segundo, iándose de la misma confusión en la
que se vio A. Tovar, que podrían identiicarse Ilourgia,
Por lo tanto, la torre a la que huyó se hallaba
cercana a su campamento (propinquam castris
turrim). Por otro lado, la lectura de este texto por
sí mismo no implica entender ya el rogus sino, por
49
50
176
llurgo (sic) e Iliturgi con la Ilorci pliniana. Todo creo
que erróneo.
Sobornados por Asdrúbal, que conocía mucho mejor
sus barbaricae peridiae (Livio, XXV, 33).
T. Livio XXV, 36, 13: “Unos cuentan que Cneo
Escipión cayó en la colina, al primer empuje de los
enemigos; otros dicen que habría huido con unos
pocos hasta una torre cercana a su campamento, y
que, incendiada ésta, y consumidas así puertas que
de ninguna otra manera hubieran podido forzar, la
capturaron, y allí dentro fueron todos muertos junto
con con su general” (las ediciones, al inal del texto,
dan omnis).
AliCiA Mª CAnto
que coincide con la quinta prueba, que es la deinición
pliniana del lugar como rogus55, según veremos.
el contrario, que no murieron quemados dentro,
pues Livio no dice que la torre fuera incendiada,
sino rodeada con fuego (circumdatam igni), lo que
motivó que ardieran sus puertas (exustis foribus)
y así se facilitara la entrada de los cartagineses y
el aniquilamiento de los romanos.
Hacen otras referencias Eutropio56, Julio Obsecuente57 y Silio Itálico58, pero sin el detalle de la forma
o lugar de morir.
La segunda fuente es, en griego, Apiano (lber.,
XVI). Tras indicar los respectivos acuartelamientos,
según él para aquel invierno, como ya dije (“los
cartagineses se instalaron en la Turdetania, Cneo Escipión en Órso51 y Publio en Cástolon”), narra primero
la muerte de Publio, y, tras ella: “...Cneo, que no sabía
nada (de la muerte de Publio), envió soldados hacia
su hermano para procurarse víveres... (los africanos)
persiguieron a Cneo, que acabó por encerrarse en una
torre (tina pyrgon); entonces los africanos le dieron
fuego y Escipión fue quemado vivo junto con los que
le acompañaban”.
Como puede verse, sabemos seguro que
Publio muere en las cercanías de Cástulo, donde es obvio (a pesar de los esfuerzos de Livio59)
que Asdrúbal supo acercarse a él y sorprenderle
cuando se disponía a acampar (castra metantem:
Floro). En cambio, ninguno de todos estos his-
También alude a ello Amiano Marcelino (31, 13,
17): “…Scipionum alterum cremata turri in quam
confugerat, absumptum incendio hostili comperimus.
Illud tamen certum est, nec Scipioni… sepulturam...
contigisse”52. Relata asimismo Floro (I, 22, 36), aunque
más sucintamente, el hecho: “(missi Gnaeus et Publius
Scipiones) ...sed Punicae insidiae alterum ferro castra
metantem, alterum cum evasisset in turrem, cinctum
facibus oppresserant”53.
55
Conviene llamar ya ahora la atención sobre el
hecho de que estas cuatro versiones hacen referencia
a la muerte de Cneo como sucedida en una torre a la
que los cartagineses prenden fuego, porque ésta –y
no la primera versión de la batalla en la colina54– es la
51
52
53
54
56
P. Goukowsky (1997: 115-116 para las notas). En la p.
104 el editor identiica la Órso donde acampa Cneo
con la tradicional Urso (Osuna, SE), a 250 km al SO
de Cástulo, lo que, como ya he comentado, no parece
posible , siendo a mis ojos mejor candidata Orision/
Oretum (supra p. 171 y n. 12).
“Supimos también que el segundo Escipión había
perecido, quemada por el fuego enemigo la torre en
la que se había refugiado... es cierto sin embargo que
su sepultura no fue profanada...”.
“...pero las peridias cartaginesas hicieron caer a los
dos, a uno por el hierro cuando estaba emplazando
su campamento, al otro mediante el fuego, cercado en
una torre en la que se había refugiado en su huida...”.
Livio se detiene mucho (casi todo el cap. 36 del libro
XXV) en la explicación de cómo tratan de hacerse
fuertes “en un alto, pelado y rocoso cerro”, quedando
la caballería en el centro y alrededor la infantería y los
57
58
59
177
bagajes (párr. 3); que ello sólo les bastó para resistir el
primer ataque de la caballería númida, y cómo tratan
luego de fabricar un vallum, inútilmente defensivo,
a su alrededor con la impedimenta. La progresión
de la angustia está muy bien conseguida. Pudo
haber alguna escaramuza (aunque nunca podría ser
caliicada como “batalla”) similar a la que describe,
aunque al inal la muerte se produjera en la torre
incendiada.
En los diccionarios rogus y rogum parecen
intercambiables. Y, por ejemplo, G.K. Tipps (1991) y
otros muchos autores usan como nominativo rogum,
en neutro. Sin embargo, yo me he decidido por rogus
en masculino porque encontré en Suetonio (verb.
difer., s. v.) esta deinición: Pyra paratur sacriiciis, rogus
defunctis...rogus est dum ardet... (cf. Reiferscheid, 1971:
fragm. 176, p. 288). Otra conirmación para ello veo en
lsid., Etym. XX, 9: Sed pyra est ipsa lignorum congeries
quum nondum ardet; rogus est quum ardere coeperit
(donde rogus vuelve a ser de género masculino) y
porque, según Servio (ad Aen. III, 22) reiriéndose a
difuntos, extructio lignorum (dici solet) rogus... Sobre
esta última deinición, y a otro propósito, volveré al
inal de este trabajo.
A. Schulten, FHA cit.: 88-92. La cita de Eutropio
(3, 14) dice sólo que “los dos Escipiones... fueron
muertos por Asdrúbal” (confundiendo en uno a
ambos Asdrúbales).
Este texto no fue recogido en los FHA III. Lib. Prodig.
36: “Publio y Cneo Escipión fueron cercados y
muertos en Hispania a manos de los enemigos” (trad.
de A. Maure Casas, Madrid, 1990: 78). Por cierto que
Obsequens data ambos hechos en el año 210 a.C., lo
que es más curioso por ser Livio su fuente habitual,
dando éste el 212.
En sus Punica (ed. Duf, 1961) hace varias referencias
a ambos hermanos –es precisamente el que les llama
Escipíadas– y a su cruel muerte, pero sin entrar en
ningún detalle.
Goukowsky (1997: notas 107 y 108) se reiere a las
versiones de Livio, “contaminadas al menos de dos
tradiciones diferentes”, una de las cuales tiende a
sugerir que los dos generales no fueron sorprendidos
por los cartagineses, como parece que sí ocurrió.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
toriadores cita el nombre del lugar concreto en
el que acaeció la muerte de Cneo Escipión. Que,
no obstante, hubo de ser cerca de Amturgi, donde
acampaban los cartagineses.
el nombre de Ilorci (y aún esto sólo de forma
aproximativa, pues luego han traído en su auxilio toda clase de variantes), pero, curiosamente,
sin hacer en general ningún caso, o entendiendo
mal, el lugar exacto donde el mismo Plinio la
coloca61, siendo así que de la correcta ubicación
de Ilorci dependen tanto la de la desconocida
Amturgi, como la de los campamentos de Asdrúbal y de Cneo, puesto que la torre donde
éste murió estaba, como ya subrayé, “próxima
a su campamento” (Livio). Y, como Cneo estaba
a su vez frente al de Asdrúbal en Amturgi, tal
como acabamos de ver (supra), por lógica se debe
deducir que Amturgi era como mínimo vecina
de Ilorci, si es que no son, como creo y sugiero,
la misma ciudad62.
Por pura lógica, ya que muchos de los autores modernos, como he dicho, vienen creyendo
que la sevillana Urso (Osuna) es la Órso mencionada por Apiano, deberían de haber buscado
cerca de allí la famosa Ilorci donde fue cazado
Cneo. Sin embargo no ha sido así, porque todos
(exceptuando al sensitivo colega P. Sillières), han
solido tomar de Plinio el Viejo –por ser el único
autor que, con su habitual precisión, menciona
expresamente por su nombre la ciudad junto a
la cual tuvieron lugar los hechos60– solamente
LA VERDADERA ILORCI DE PLINIO: ORCERA/SEGURA DE LA SIERRA (J.)
acontecimiento de la muerte de ambos Escipiones en el 211 a.C. debía de ser algo conocidísimo
para cualquier romano culto, no sólo por la fama
y las hazañas de los Escipíadas, o por la enorme
consternación y sensación de peligro que causaron sus muertes, entre los romanos y entre los
hispanos, sino también porque la furia juvenil
con que su hijo y sobrino los vengó64, cayendo
Arrancaré en primera instancia de la certeza de que Plinio era un experto conocedor de la
Historia de Roma, y un pulcro lector y observante de muchas fuentes diversas63. Además, el
60
61
62
63
Y además de ello nos conirma, al llamarle rogus, la
versión que airma que fueron quemados en el fortín
donde se refugiaron. Como ya vimos, en la otra, primera de las livianas, no aparece la torre incendiada.
Naturalmente, ello depende de cómo se traduzca el
párrafo. Por lo que he revisado, sólo P. Sillières (1990:
ibid.) dice que debió ser “aux alentours de Hornos
ou de Segura de la Sierra”. Creo que si él se hubiera
detenido más en la cartografía de la zona hubiera
podido determinar el punto preciso.
Para el debate con mucho detalle sobre las varias
ubicaciones propuestas a lo largo de cinco siglos
para Ilorci, reenvío a mi trabajo citado (Canto 1999),
especialmente el apartado 2: “Seis Ilorci para elegir,
pero ninguna en el codo del Baetis” (pp. 140-147).
Plinio el Joven dedica algunas frases concretas a las
virtudes de su tío como historiador: así en Epist. V, 8,
5: ...avunculus meus... historias et quidem religiosissime
scripsit... Entre sus obras históricas perdidas (o sea,
por desgracia todas menos la Naturalis Historia)
iguran las guerras germánicas, o los 31 libros de
Claudio a Vespasiano, continuando la Historia de
Aufidio Baso, y que Tácito (Ann. 13, 53 ss.) cita
como fuente principal; la propia Naturalis Historia
contiene una verdadera multitud de datos históricos.
Cf. Winkler-könig (1979: 17-18), y la vindicatio
pliniana que llevé a cabo hace unos años, en la que
reuní muchos testimonios sobre la iabilidad de sus
datos, especialmente cuando en España era creencia
64
178
generalizada, y se leía continuamente, que en su
descripción de Hispania Plinio se había limitado
a copiar servilmente los datos y cifras de Agripa,
cuando en realidad, por ejemplo, hasta había sido
procurador de Vespasiano en la Hispania Citerior, y
sus minuciosas notas sobre Hispania eran un bien
ambicionado por otros (Canto, 1996: 213-219). Creo
que con los años la idea de una mayor iabilidad de
Plinio el Viejo se ha ido abriendo paso.
Propiamente no fue el primer ajuste de cuentas,
puesto que el que salva en realidad la apuradísima
situación romana tras ambos desastres, en el mismo
211 a.C., es un solo hombre, un joven équite llamado
L. Marcius Septimi f. (…cum deleti exercitus amissaeque
Hispaniae viderentur, vir unus res perditas restituit,
dice Livio: XXV, 37), un discípulo aventajado de
Cneo Escipión, quien reunió los restos dispersos
de ambos ejércitos y acto seguido obtuvo a su
mando dos resonantes triunfos, capturando, entre
el botín, el célebre escudo de Asdrúbal, ofrendado
en el Capitolio y llamado por él clipeus Marcius.
Ciertamente éste (aclamado pretor por el ejército)
fue el hombre que en realidad recuperó algo del
equilibrio perdido, por más que autores como J.M.
AliCiA Mª CAnto
Figura 5. Las localizaciones de Ilorci. Con estrellas rojas las seis propuestas manejadas por los investigadores a partir del
siglo XVI, con clara preferencia en Lorca y Lorquí. Con un asterisco verde la nueva propuesta en Segura de la Sierra-Orcera
(de CANTO, 1999, ig. 1).
entre el 209 y el 206 a.C. sobre los cartagineses
y sobre los hispanos proclives, fue la que en
deinitiva concluyó depositando, en ese último
año, el mayor emporio metalúrgico europeo
del momento en las ávidas manos de Roma, y
liberando de paso a Italia del peligro cartaginés
para siempre.
hablando del Guadalimar o del Baetis” cuando
señala el lugar exacto del holocausto de Cneo
Escipión.
Y con esto, dadas ya las razones en contra
de Lorca, de Lorquí y Anaor, del hinterland
de Cartagena y de Pinos Puente (además de la
identiicación con Iliturgi) sumo a ellas IlugoSantisteban del Puerto. En este mapa (ig. 5) a
escala 1:250.000 pueden verse las respectivas
ubicaciones de las seis candidatas tradicionales
a ser Ilorci65.
A estas evidencias se añadiría lo particularmente dramático, en concreto, de la muerte de
Cneo y de sus hombres, bien abrasados vivos
en una imprevista y anticipada pira funeraria,
o bien encerrados, ahumados y pasados todos a
cuchillo. De forma que el lugar exacto del hecho
contaría sin duda con algún monumento o memorial, muy bien conocido y hasta visitado. Ya
sólo por eso (si es que no hubiera otras causas)
sería por completo rechazable la idea de que
Plinio, como hemos podido leer, “no sabe si está
65
Roldán o P. Goukowsky, entre otros, tiendan a
considerar todo el relato fantasioso. Pero la ofrenda
del escudo y su nombre de “Marcio” me parecen, por
el contrario, bastante reales y probatorios. Cf. también
Val. Max., 1, 6, 2 y 11, 7, 15, y Plinio, NH, XI.241.
179
Llama la atención el que, en un trabajo muy reciente,
Salinas De Frías (2011: 104) considere aún que “los
lugares de la derrota de Publio y de Cneo Escipión
son desconocidos” (esto es, incluso el de Publio junto
a Cástulo), aunque para Cneo cita el Ilorcire fugit
de Capalvo y la Lorca de Schulten. Cabría todavía
añadir la opinión, algo disparatada, de O. Meltzer
(1913: t. III, 497 con nota 1), para quien, desconocidos
los lugares de Amtorgis e llorci, no se podría siquiera
dar crédito a Plinio, pues según él los Escipiones
no debieron de llegar ni al Betis (“das ist eine der
üblichen populieren Fixierungen, die nie etwas
beweisen”.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
presento, en la ig. 6, otro mapa más detallado,
a escala 1: 100.000.
Y vayamos ahora al área precisa citada por
el polígrafo y así a la topografía real. Para lo que
Figura 6. Detalle de la propuesta de ubicación de Ilorci/Amturgi en Segura de la Sierra-Orcera, con mención de los
microtopónimos citados en el texto (según CANTO 1999, ig. 2, ligeramente ampliado).
180
AliCiA Mª CAnto
La red de calzadas es difícil de establecer
para estas épocas, aunque las del E y SE sean las
únicas más o mejor citadas en época prerromana.
No sirve de ayuda en este caso el Itinerario de
Antonino, puesto que no ofrece ninguna calzada
como tal en todo este cuadrante. Los vasos de
Vicarello por su parte deben relejar ya la refacción de la vieja vía Heraklea griega (via Augusta
desde este emperador), coincidiendo con el dato
de Estrabón66, y cubren parcialmente el área
norte, desde Cástulo67 hacia Játiva, alcanzando la
costa en Sagunto. La ruta así más tarde variada
evidencia el cambio de los intereses estratégicos,
pues Roma ya no precisa tanta prioridad, como
sí la tenía Cartago, en la vinculación al puerto de
Carthago Nova. A la altura de Saltigi (Chinchilla,
AB) se produciría su conjunción con la calzada
que, desde Carthago Nova, en dirección SE–NO68,
penetraba profundamente en la Meseta.
rándose ambos por lo que parece en Ilunum –hoy
Hellín, AB– los que relejan mejor dos viejísimas
rutas de penetración de la costa hacia el interior,
que (y especialmente la segunda) serían ampliadas, adaptadas o reformadas por los cartagineses
en función de sus intereses económicos y bélicos
concretos (transporte de mineral y otros productos, de ejércitos numerosos, de sus famosos
elefantes...) entre el alto valle del Guadalquivir
y la costa levantina, sea hacia Alicante o, preferentemente, hacia Murcia, máxime desde la
fundación de Cartagena. De forma que están en
ellas algunos de los yacimientos prerromanos
citados por las fuentes o donde son más relevantes los hallazgos arqueológicos71, lo que parece
buen indicio, junto con la toponimia autóctona,
de la existencia de muy antiguas vías72. Por ellas
debieron de moverse los ejércitos del 211 a.C.
Pasando a la ig. 6, que para mi propósito
aquí es de mayor interés, he observado atentamente cartas geográicas de varias escalas,
especialmente las del Servicio Geográico del
Ejército73, ijándome en el área más próxima
al gran codo, revuelta o giro que el BaetisGuadalquivir hace claramente hacia el Oeste,
versus in occasum, oceanum Atlanticum petens74,
Parece así razonable pensar que son los
llamados “camino de Aníbal”69 (o “del saltus
Castulonensis”) y “camino del Segura” (o, como
sugiero llamarle, “del saltus Tadertinus”70), sepa66
67
68
69
70
J.M. Roldán (1975: 151), con las demás referencias
del debate.
Id., ibid.: 154, con las mansiones Castulone, ad Morum,
ad duo Salaria, Mariana, Mentesa, Libisosa, Parietinis,
Saltigi, ad Palem, ad Turres, Saetabi, Sucrone, Valentia,
Sagunto, la mayor parte de ellas bien localizadas.
El mérito de su anotación inicial es del académico
J. Cornide (en un manuscrito de la RAH recogido
por E. Hübner en el CIL, II, p. 654). Es la vía que
G. Arias (1987: 386 ss.) llama “del Esparto” o “del
Estaño”, y que alcanzaba Helmantica, aunque la sigue
especialmente en su tramo castellano (ibid.: 371 ss.).
Para el tramo anterior debe verse P. Sillières (1982:
257).
A este camino, así llamado en tiempos modernos
(incluso cartográicamente), dedicó P. Sillières un
largo e interesante artículo (1977: 31 ss.). Coincide
con lo que en un bello mapa de G. Forst, de 1653 (lo
ofrece el autor en su pág. 52), y usando un término
árabe, se llama camino “del Arrecife”. Véase también
en su op.cit., 1990: 549-550 (aunque en su nota 212 da
por no localizadas algunas ciudades que sí parecen
estarlo, como Baecula o Ilipa).
P. Sillières (1990: 548-549) llama al camino por el
que se mueven los hermanos Escipión “le chemin
du Segura” (y por tanto según el río). Aunque
propiamente hablando la ruta no sigue el valle del
río Segura más que al comienzo, hasta el punto de
cruce de ambas calzadas, encuentro después del todo
acertada la denominación, pero no por relación al río,
sino a la serranía del mismo nombre, a la cual, a modo
71
72
73
74
181
de propuesta y por el paralelo con el saltus Tugiensis,
llamo saltus Tadertinus, ya que los dos puntos claves
en la cabecera de los ríos Baetis y Tader se llaman
ambos así: Beas de Segura, quizá de “viae”, con su
importante (y penosamente abandonado) “Puente
Mocho”, y Segura de la Sierra (aunque, como es
obvio, por ninguno de los dos términos pasa el río
Segura, perteneciendo ambos términos a la cuenca
del Guadalquivir).
Especialmente en los últimos veinticinco años,
en los que los estudios y excavaciones sobre
la interesantísima provincia de Albacete están
demostrando cada vez más un carácter (y extremo
la ambivalencia del término) “crucial”.
Quizá uno muy expresivo de ello es “Balazote”,
el Balat al-Suf o “Camino de la Lana” árabe, que
recuerda la calzada misma, lugar de aparición de la
famosa “bicha”.
Son éstas la 1:100.000 (hoja 11-18: “Villacarrillo”:
Madrid, 1971), y la 1:50.000 (hoja 22-35: “Orcera” =
hoja 887: Madrid, 1990). En la primera de ellas está
basado el mapa de base que presento.
La expresión de Plinio es tan clara como el giro que
realmente hace el río, viniendo desde el sur hacia el
oeste, exactamente como dice Plinio (si bien el actual
pantano diiculta la visión del giro tan clara como
se vería antes de existir éste). Por eso no consigo
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
nos queda un radical orc-que puede acomodarse bien a aquél en lo formal. De hecho, y como
refuerzo, me parece muy posible que Orcera –o
más bien, como veremos, Segura de la Sierra–
se corresponda además con la Orkelís que cita
Ptolomeo entre las ciudades bastetanas77 en las
coordenadas 11º 30’ E y 38° 5’ N, y cerca de Ilunum, Vergilia y Acci. El radical Orkel–, a mediados
del siglo II d.C., nos daría el estadio apropiado
para una evolución posterior a Orcer.
buscando topónimos o microtopónimos que
pudieran comprobar ya en primera instancia
la airmación de Plinio. Y, en efecto, no sólo los
hallé, sino que son hasta cinco, cuatro de ellos
bastante visibles y todos sugestivos: “Orcera”,
“Trújala”, “Amurjo”, “Hornos el Viejo” y la
“teinada de Los Guisados”75.
En primer lugar, y para el propio Ilorci: El
término municipal hoy mayor y más próximo a
la amplia curva al O del Baetis, que justamente
lo “deja a un lado, evita, rehúye” en pleno giro,
es el de Orcera, bañado por el río del mismo
nombre. Eliminando de Ilorci el preijo inicial Il
(como “ili”, notorio indicativo de “ciudad”76),
75
76
Pero quizá orc– no sólo nos sea válido en lo
formal, sino también en el signiicado, pues me
parece incluso muy atractiva la posible relación
de esta raíz con la del latín orcus, el “Orco”, como
“lugar de derrota, de muerte”. De la misma se
formaron en latín adjetivos como orcinus/-nianus
y orcivus78, en los que se repite el radical orci–. Es
entender la crítica de Bellón et al. (2004: 18) a mi idea
cuando dicen “…y por otra parte el giro del río no se
hace hacia occidente sino hacia el sur. Otras cuestiones
de estrategia territorial que posteriormente veremos
desde las propias fuentes escritas nos animan a
excluir esta posibilidad”. Más bien, viendo un mapa,
o leyendo bien a Plinio, ambas cosas quedan claras.
Además de en Ilorci, me pararé en los tres primeros,
por parecerme los más raros y signiicativos. Para los
dos últimos, por no extenderme más, remito a lo ya
estudiado en mi trabajo de 1999, pp. 156-159.
La pérdida de vocales o sílabas empezadas por vocal
en la evolución de nombres antiguos es relativamente
frecuente: Eso se suponía, sin ir más lejos, para la
evolución de Ilorci–Lorca e Ilorci–Lorquí, y se da de
hecho en las parejas Ilerda–Lérida, Iluberri–Lumbier,
Illuersia–Luesia, Egabrum–Cabra o ltalica–Talca, entre
otros muchos ejemplos. Los ilólogos deienden que
los radicales ibéricos iltir e iltur signiican “ciudad”,
por lo que preieren la lectura Ilorcira, relacionable
con una rara moneda de (supuesta) leyenda ildicira
(así A. Marques de Faria, 1999: 155, por ejemplo). En
este punto reproduzco parte del largo comentario
que dedica a esta cuestión el apreciado colega
portugués (Marques de Faria, 2003: 221): “Neste
momento, já o dissemos, inclinamo-nos para aceitar
que a legenda ildicira deverá identiicar-se com
a pliniana Ilorcira, a qual, por sua vez, terá sido a
origem do NL Orcera (Capalvo, 1996, p. 130-131):
*ildircira/ildicira > *Ilurcira > Ilorcira > *Ilorcera >
*Lorcera > *La Orcera > *La Horcera > Horcera (Canto,
1999, p. 153, n. 104) > Orcera. Não se tratará, neste
caso, da eliminação do suposto “preijo inicial [sic] Il(notorio indicativo de «ciudad» [sic])” (Canto, 1999,
p. 151), mas de um falso corte, com reinterpretação
da lateral inicial como artigo definido romance,
posteriormente suprimido… Contrariando a
pretensão manifestada por Alicia Canto (1999, p. 147151), Ilorci jamais poderia ter dado origem a Orcera.
Ora, foi precisamente esta aporia que a emenda
introduzida neste NL por Capalvo (1996, p. 130131) –Ilorcire fugit em vez de Ilorci refugit (Plin. nat.
77
78
182
3.9)– veio desfazer deinitivamente”. Sin entender
muy bien por qué los sic (para il- como “apelativo
ibérico de ciudad” véase ad ex. F. Villar, 2000, 212 y
passim), Marques de Faria, como Capalvo, ignoran
–u olvidan– lo que ya vimos más atrás: a los Ilorcitani
de Plinio NH III, 25, que por sí solos arruinan la
lectura Ilorcire† en los msc, y de paso la supuesta
Ilorcira† pliniana y la (supuesta) ildicira monetal. Así
pues, sin discutir otros casos, aquí la fragmentación
parece simplemente Il-orci, siendo ili- el elemento
que tomo por “ciudad” (lo más reciente que conozco
sobre ello: García-Bellido, 2013: 54: “El nombre
latino no habría tomado esa tau inal porque los
romanos reconocieron bien en Sacili el lexema “ili”
de los topónimos turdetanos que signiica “ciudad”:
Iliberris, Ilipa, Iliturgi, etc.”), y -orci el nombre
que está presente en otros, como los granadinos
Orce y Orjiva, o la propia forma Orké-lis (donde
probablemente, como en Sacili, estén invertidos).
Ptol., II, 6, 60. A. Tovar (1989: 160, C-27), recoge las
opiniones de K. Müller y de A. Schulten (RE XVIII,
1, col. 1090), éste en el sentido (¡y cómo no!) de que
Orkelís sería igual a Ilurcis, es decir, su Lorca, lo que
parece imposible, y por su parte propuso como
alternativa el pueblo granadino de Orce con su río
homónimo. A. Holder (1961: t. II, col. 868), no sé con
qué base, da Orkelís como igual a Orihuela (Alicante),
pero éste debería de proceder mejor de algo como
Auriola, y además aquella zona alicantina no es
bastetana, sino contestana. Pero creo que Orcera,
según las coordenadas y etimológicamente, es mejor
candidata.
Se dice de aquéllos cuyo status varía tras una muerte
o por un testamento, al igual que se llamó “senatores
orcini” a los que entraron al Senado tras la muerte
de César, y orcinus simplemente al liberado por
testamento. El término griego órkos, aunque no tiene
el mismo signiicado, sí se relaciona con lo sagrado,
AliCiA Mª CAnto
a saber nada más de Amturgi en la Historia82.
Pero, por si esta explicación pareciera al lector
que tiene menor base y mayor imaginación, creo
que al menos puede retener el parentesco formal –creo que indiscutible– entre Ilorci y Orcera,
pero atendiendo especialmente a su correcta
ubicación con respecto a la descripción pliniana.
realmente interesante que la raíz celta orc–/org–,
de claro origen indoeuropeo (org–: ¿tüten?, scil.,
matar), reenvía a perg-, que se asocia a su vez79
con “derrota”, “batalla”, “quiebra”, “homicidio”
y “muerte”. Se admitirá que la coincidencia del
segundo elemento de Il-orci con lo que realmente
sabemos que ocurrió allí es bastante sorprendente, ya que hubo efectivamente derrota, muerte
y homicidio80.
La distancia de Orcera hasta el codo del
Guadalquivir es de unos 19 km. Pero es obvio
que Plinio cita el nombre del territorium mayor
dentro del cual estaba la turris-rogus, o incluso
un monumento que lo conmemorara (infra).
No es ocioso adelantar ya aquí que en época
prerromana y romana la capital de este territorio
concreto no pudo ser el actual Orcera, que sería
una ciudad o lugar dependiente de la mayor: La
ciudad-fortaleza más importante en las fuentes
medievales y modernas es siempre Segura de la
Sierra83, a escasos 4 km al SO de Orcera, pero a
300 metros más de altitud, elevada y protegida
entre el citado río Orcera al N y el suyo propio,
al S, que lleva el enigmático y sugestivo nombre
de “Trújala”.
Un rebautizo posterior de la ciudad81 con un
nombre que recordara por sí mismo el horrible
inal de Cneo Escipión y sus soldados explicaría
quizá por qué ningún autor de los que manejan
los anales más antiguos (Polibio, Apiano y Livio) concretó algún otro nombre para el lugar
preciso de la muerte del general: Porque ya lo
habían mencionado con Amturgi, (“junto a”, y
“cerca de la cual”, recuérdese, estaban ambos
campamentos, el cartaginés y el romano, y la
torre mortal). En cambio Plinio, casi tres siglos
después de los hechos, nos da este posiblemente
“nombre parlante” de Ilorci.
De forma que creo que pudo ser la misma
Amturgi la que, después del luctuoso hecho (y
quizá por orden del joven Escipión), recibió otro
nombre, y esto aclararía por qué no volvemos
79
80
81
Como avancé al principio de este trabajo,
creo que, mediante una simple metátesis (de
Turg-a Trug-y Truj-, como es el caso de Turgalium
> Trujillo), el río “Trújala” puede ser heredero
y testigo de un nombre anterior, parecido a
Turg-alis/e y, por tanto, al segundo elemento de
Am-turgi. La partícula am– signiica “alrededor
de”, “lo que rodea” y, según ello, un “alrededor
como lo son los juramentos, que se prestan ante los
dioses. De hecho, se documenta cerca de Belgrado
una diosa Orcia (Holder, 1961: 870, con CIL, III 1660)
y, en este punto, hay que recordar la existencia en
Tracia de una ciudad llamada asimismo Orkelís
(Tovar, 1989: 160, C-27).
IEW I, 782 y 819.
Una palabra de la misma raíz, pero de signiicado
diferente, es hispana: Se trata de orca, ánfora grande
olearia mencionada por Varrón y San Isidoro como
vas Hispani cum, y que se relaciona con urceus,
urceolus, orcius, orciarius, orciolus, orcellus (todo ello
en Du Cange, 1954: 56). Es el antecedente de la muy
española “orza”. También se consideran nombres
propios, “quizá ibéricos”, Orcuarus y Orguarra (sic),
en CIL, III, 4917 (Waisenberg) y CIL, XIII, 461 (Auch)
y 485 (Barran), cf. Holder, ibid.
Conocemos varios casos de ciudades indígenas que
cambiaron y perdieron por completo su nombre
anterior, así que no debió de ser algo tan raro (hasta
en nuestros días pasa de vez en cuando): la ya
citada Gracchurri (Ilurci/s), Caesarea Augusta (Sallui o
Salduba). Pompailo (?), Pax Iulia (?), Emerita (?), etc.
82
83
183
Reseño de todas formas aquí que, al principio de
esta investigación, la albaceteña Ontur me gustaba
para sucesora etimológica de Amturgi; la descarté
por hallarse demasiado lejos del que creo verdadero
teatro de las operaciones. Del mismo modo, Letur
también puede haber sucedido a otra Iliturgi, y quizá
sea mejor ésta la mencionada en Livio XXIII, 49, 5,
de cuyo asedio desisten los cartagineses en el 215
a.C., marchando hacia Intibili. Ambas (Ontur y Letur,
AB) están en el entorno de la calzada hacia Levante,
poco antes y poco después de llunum (Hellín)…
Como puede verse, en el campo de la investigación
etimológica de la España Antigua creo que quedan
aún muchos caminos por explorar.
Remito para la bibliografía relativa al estudio
medieval, árabe y cristiano del territorio y la fortaleza,
que fue capital de la Encomienda Santiaguista, a lo
recogido, citado y comentado en mi trabajo de 1999.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
de la fortaleza”, “el territorio de la fortaleza”84
encajaría perfectamente con la posición de Segura, la inexpugnable Saqura árabe, “la Segura”.
A estas condiciones –posición clave y defensas arriscadísimas– debería su preeminencia en
la Antigüedad. Pero ambos factores, ya desde
el siglo XIX, y actualmente más, no sólo no son
de ningún interés sino la segunda incluso un inconveniente, lo que motiva su presente minoría
o igualdad con respecto a la propia Orcera. Pero
en época antigua sería a la inversa, y Segura la
capital de todo su vasto término. Es decir, Segura
sería la verdadera Ilorci86, y Orcera su aldea dependiente o arrabal, pero la que conservaría (en
sí y en su río) el viejo nombre de Ilorci. De esta
forma, Segura está rodeada por dos ríos, cada
uno de los cuales sería testigo de dos de sus tres
nombres: el Trújala, aluente del Guadalimar, y
el Orcera, contribuyente del anterior.
Parece más normal encontrar también allí
mismo, cruzando el Trújala en Segura de la
Sierra, el puente de “Romillán”, que, si no es
romano (a mí me lo parece), sí que conserva un
viejo Romilianus/a85. Pero ya no lo es tanto que se
haya conservado otro extraordinario microtopónimo en la zona, a 1 km escaso al E de Orcera: el
bello paraje, piscina natural y pinares de Amurjo.
Se convendrá en que estos dos nombres, Trújala
y Amurjo, son lo suicientemente insólitos por
separado, pero más aún conservándose juntos,
como para no suponer legítimamente que preservan un lejanísimo y de dos maneras fosilizado
Amturgi.
Coincidiendo con todo ello, debido a la
posición serrana, defensiva y de atalayas, se conservan o documentan en su término aún varios
castillos y torres, como los de Peñolite, Catena,
Morales, Gutamarta o Fuensanta. Destacable
es el de “Segura la Vieja”, media legua al E. del
pueblo, y que debería de ser investigado con
más detalle (ig. 7)87.
Segura de la Sierra es así la verdadera ciudad
capitalina y la llave del paso hacia el valle del
Segura (como indica su propio nombre) y por
tanto hacia el ager Carthaginiensis y Carthago
Nova. Y a la vez, hacia el S, la comunicación con
la Hoya de Baza-Basti (capital de la Bastetania),
desde donde sabemos que en época árabe podía
verse su castillo, es también fácil por una doble
calzada, al O y al E del alto Baetis, conectando
ambas con el área de Linares-Cástulo. No hemos
de olvidar tampoco que hablamos de la divisoria de aguas del Mediterráneo y el Atlántico, y
que no en balde a principios del siglo XIV ya se
señaló la importante ciudad-bastión de Segura
de la Sierra como término divisorio entre Aragón
y Castilla. De estas y otras circunstancias surge,
irrefrenable, su valor estratégico.
84
85
Algo parecido ocu rre con el témino de
Orcera, llano al O y encrespado al E y con varias torres también, entre las que destaca la de
Santa Catalina. En prospecciones arqueológicas
oiciales en el término de Orcera (que desgraciadamente no alcanzaron a su zona meridional,
aquí la que más nos interesaría) se ofrecen tres
más de estas torres de tapial, las llamadas “Torre
Primera”, “Torre Segunda” y “Torre Tercera”, de
entre 12 y 15 m de altura, en su estado actual medievales y en inminente ruina y, como supieron
ver los prospectores88, “todas ellas en función de
las estructuras defensivas del castillo de Segura
Varr. Ling. Lat.. 7, § 30 Müll. En un reciente trabajo, L.
A. Curchin (2010: 14) recuerda la idea de U. Schmoll
sobre *ambi–torgis “alrededor del mercado”, del ilirio
*terg– “mercado”, origen ilirio que ya estaba en J.
Pokorny, pero desde –dorgis “ciudad o castillo” (para
Corominas sería “bético”, como Iliturgi) que F. Villar
no comparte, relacionándolo con “Conistorgis en
Lusitania e Iliturgi en la Bética”. Concluye Curchin
que Amtorgis es de incierto origen y “es posible que
–turg– sea ibérico” (no menciona Ilorci en su estudio).
Que tanto recuerda a la tribu electoral Romilia. Realmente vale la pena visitar el sitio web http://www.
sierradesegura.com/, y su apartado de Patrimonio
Cultural.
86
87
88
184
En este caso, el río que se interponía entre los
campamentos de Asdrúbal y Cneo sería uno de estos
tres: Hornos, Orcera o Trújala, mas posiblemente el
primero.
La propia icha del yacimiento en la Base de Datos
del Patrimonio Inmueble de Andalucía, al constatar
que en él “abundan los restos de estructuras
constructivas” así lo recomienda (Archivo Central
de la Consejería de Cultura. Zonas arqueológicas del
Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Código:
A99003CM23YA. Segura La Vieja, 1999).
Crespo García, J .M.- Pérez Bareas, C. (1987), 329-337
y véanse su ig. 4 y, en la lám. VI, una impresionante
AliCiA Mª CAnto
Figura 7. Posición estratégica del yacimiento de Segura la Vieja, desde Navalperal (© foto Vicente Castro,
ligeramente retocada).
muy similar a éstas, pero del tipo más grande90,
debió de ser aquélla en la que Cneo Escipión se
refugiara con sus hombres, en el territorio meridional de Segura y posiblemente más cerca del
Guadalquivir. Dada la deinición pliniana de estas torres, sería irmior omni caemento, “más fuerte
de la Sierra, ubicado hacia el Sureste y a poca
distancia”, lo que creo viene a probar desde la
arqueología lo que ya sugieren las fuentes textuales de épocas medieval y moderna.
Es de suponer que habría torres de dos
tipos: Unas para mantener el simple control
visual y la cadena de avisos y alarmas89, y otras
mayores, verdaderas torres–fortines, para alojar
guarniciones en lugares de paso real. Una torre
89
90
foto de la “Torre Segunda” desde su lado S, con una
visibilidad media de entre 1 y 10 km.
Sobre su uso para transmitir fuegos de aviso, iugis
montium impositas, véase Plinio NH II, 181: “... in
Africa Hispaniaque turrium Hannibalis... in quis
praenuntios ignes...”; y sobre la utilización desde
ellas de espejos –específica de los cartagineses–
véase Livio, XXIX, 23, l: “Carthaginienses quoque
cum speculis per omnia promunturia positis
percunctantes paventesque ad singulos nuntios
sollicitam hiemem egissent”. Lo que está claro es que
esta parte tan montuosa de Jaén es por necesidad una
de las españolas más ricas en ellas, y que están muy
poco exploradas.
185
Estas torres suelen ofrecer un único acceso, orientado
en general al S. Pero serían de doble batiente, lo
que justiicaría el plural usado por Tito Livio (ut
supra) en “las puertas (foribus) que no hubieran
cedido de ningún otro modo”, esto último claro
porque los muros mismos, en la base de las torres
prospectadas, superan el metro de grosor. En dos
de los casos de Orcera, Crespo y Pérez Bareas (1987)
documentan la existencia de 2 y 3 plantas en su
interior (respectivamente en la “Torre Primera”,
la mayor, de 8,70 x 5,70 m y también en la “Torre
Segunda”, aunque es menor: 5 x 4 m). Naturalmente,
estas torres en su estado actual parecen del período
árabe (en las exploradas se identiicó a su alrededor
sólo cerámica vidriada), pero dan una buena
idea aproximada, especialmente para estudiar su
visibilidad, conexión y dependencia, como hicieron
estos jóvenes arqueólogos.
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
que cualquier cemento”91. De este tipo a mi juicio
serían las verdaderas turres Hannibalicae.
más atrás observé de Livio), conviene de todos
modos puntualizar algunas airmaciones suyas
que no son exactas:
A este respecto, y hablando de turres antiguas, haré un excurso para referirme al único
trabajo en el que se ha utilizado ampliamente el
mío pero además citándolo, el de Pierre Moret
(Moret, 2004: 21-24 y ig. 4). Aunque, antes que
nada, debo decir que me llama la atención en él
que el estimado colega olvide citar un trabajo
suyo anterior en el que consideraba (Moret,
1990: 21-22), hablando de los dos textos de Plinio el Viejo sobre las turres Hannibalis que “les
contextes sont rien moins qu’historiques… Il ne
se pose pas en historien… en compilateur scrupuleux mais dépourvu de tout sens critique... II
est clair en tout cas qu’on ne peut admettre ces
deux textes [el segundo es el del rogus] comme
des sources dignes de foi pour l’histoire de la
seconde guerre punique... il n’a, répétons-le,
aucune valeur historique... Pline écarté..., la localisation de ce champ de bataille, donc de la tour,
reste très incertaine. Nous connaissons par Pline
l’Ancien (III, 9) le nom du bourg voisin: Ilorci.
Sans arguments convaincants, on l’a situé tantôt
à Lorca (Murcie), tantôt dans le Haut-Guadalquivir...92”. Hubiera valido la pena cuando ahora
piensa (2004: 21) que “il est même possible de
proposer une localisation relativement précise
du lieu du massacre, à condition de prendre en
compte d’autres textes anciens qui complètent
celui de Tite-Live, mais aussi d’afronter les arguties [sic] d’une abondante littérature érudite
moderne... Le lieu de la défaite de Cnaeus se
situe donc quelque part entre Urso et Castulo”.
1) Es por completo falso que “c’est en
s’appuyant sur le texte d’Appien et sur le livre
XXVIII de Tite-Live que les historiens, jusqu’au
début du XX siècle, ont presque tous placé en Haute
Andalousie le lieu de la mort de Cn. Scipion”. Como
hemos visto, no sólo él mismo en 1990 citaba la
localización en Lorca, sino que desde el siglo XVI
es realmente la atribución mayoritaria: desde
Ambrosio de Morales (1575) hasta los mejores
expertos modernos en guerras púnicas, Ilorci
estaba en las murcianas Lorca y Lorquí, y sólo
muy pocos autores, como los que cité al principio93, sugirieron el Alto Guadalquivir. Schulten
no fue el responsable de la ubicación de Ilorci
en Lorca, como dice Moret, sino que era ya, con
Lorquí, la opción centenaria94; como tampoco es
cierto que “L’identiication Ilorci-Lorca ne repose
que sur l’homophonie des deux noms”, sino que
dependía (ut supra) de otra manera de dividir
y entender el texto de Plinio y su referencia al
Tader/Segura. Por lo cual su opinión de que “le
sens de cette phrase est très clair” (como en Bellón et al. cit., 16: “Del texto se deduce…”) es más
que discutible, si antes no se realiza un estudio
de la sintaxis de todo el párrafo que sea diferente
de la que muchísimos expertos hicieron durante
siglos pero colocando casi todos el rogus Scipionis
junto al Tader, y cerca de Murcia…
2) En pág. 22 P. Moret airma: “il n’est pas
anormal que la même ville de la Bétique ait
été appelée Ilduturgi, Iluturgi, Iliturgi et Ilurgi.
L’Ilorcum de Pline peut-il être ajouté à celle liste
de variantes, ou s’agit-il d’une autre ville?”.
Moret ya acepta a Plinio, y descarta Lorca,
lo que me parece muy bien, aunque parta del
presupuesto erróneo que ya comenté: que la
Orsóni de Apiano es la Urso/Osuna sevillana.
Y ¡cómo no voy a estar de acuerdo con su frase
“identiier le tournant du Bétis, c’est localiser
Ilorcum et c’est, du même coup, localiser la
tour dans laquelle Scipion fut brûlé vif” (p. 23)!
(excepto lo de “fue quemado vivo”, por lo que
93
94
91
92
Plin. NH XXXV, 169: “... aevis durant incorrupti
imbribus, ventis, ignibus omnique caemento
irmiores ...”.
Es llamativo que para apoyar esto citaba un trabajo de
M. Pastor et al. (1989) que en 2004 ha “desaparecido”
también de su bibliografía.
186
A ellos se podrían añadir Bernardo Alderete (1614),
Gregorio Mayans (1746) y otros, que vieron bien
que la referencia era al Guadalquivir, aunque, por
algunas ediciones muy acreditadas, la lectura Ille
ocior en vez de Ilorci tampoco les permitiera llegar
al nombre realmente transmitido, o incluso pensar,
como Aldrete, que Ilorcis era un invento.
Por eso resulta tan chocante que J.P. Bellón et al.
(2004: 16-26) no hagan la menor referencia a Lorca ni
a Lorquí, ni a ningún otro de los cuatro yacimientos
barajados, para Ilorci, como se esperaría de
quienes, apartándose de la tradición historiográica
secularmente mayoritaria, se disponen a proponer
un sitio nuevo para el evento.
AliCiA Mª CAnto
más al sur, en la conluencia del Guadalquivir
con el Guadiana Menor (ig. 8). Su hipótesis,
que poco varía, tiene diversos problemas para
ser aceptada, como él mismo los reconoce y
honestamente hasta relaciona (p. 24). En efecto,
este “giro” del río sería bastante menos claro y
rotundo que el del hoy Tranco de Beas pero, sobre todo, es que el río que “gira y rehúye” ya no
sería el Baetis, sino el Guadiana Menor. Aunque
la forma de resolver esta contradicción es al inal
lo más decepcionante (p. 24): “Mais que savait
réellement Pline de la complexe hydrographie
de ces conins montagneux interposés entre la
Tarraconaise et la Bétique?”, esto es, el clásico recurso al desconocimiento en los autores antiguos
cuando no coinciden con nuestras hipótesis, y
en concreto al del tantas veces denostado Plinio.
Yo al menos le contestaré que, como procurador
de la Citerior y viajero observador por Hispania,
es seguro que Plinio el Viejo sabía bastante más
que nosotros de la Hispania de su época y de las
anteriores; en éste, y en cualquier otro aspecto
que se nos ocurra96.
Prescindiendo de que no es tan normal tantos
nombres para una sola ciudad (Iliturgi), ocurre
que no hay “un Ilorcum de Pline”: Plinio da Ilorci,
que él considera un locativo (p. 23), sosteniendo
que la ciudad tuvo que llamarse Ilorcum95. Lo
cual no es posible, pues olvida, como Capalvo
y Marques de Faria (supra), la segunda mención
de Plinio en NH III. 25: Egelestani, Ilorcitani,
Laminitani, Mentesani qui et Oretani…, siendo
este gentilicio estrictamente igual, entre otros,
a Iliturgitanus, Iliberritanus, Tagilitanus…
3) Dice en contra (ibid., p. 24) que “Segura [de
la Sierra] está demasiado lejos de Urso (Osuna)”,
cuando precisamente uno de los arranques de
mi trabajo, como en este mismo (cf. supra), fue
rechazar que la turdetana Osuna pudiera ser la
Orson de Apiano, y no sólo por la enorme distancia que separa Osuna de Cástulo o de Cazorla.
4) Moret, en deinitiva, admite mi propuesta
sobre la zona de Cazorla–Segura como válida y
dice que Orcera es la mejor propuesta geográica. Pero ofrece su propia alternativa, que coloca
95
96
haberme facilitado el pdf de este trabajo, que se me
había escapado completamente). Aunque él (que sólo
cita de los españoles a R. Corzo, 1975) pone Ilorci (pp.
79 y 87), como Corzo, en Ilugo/Ilucia (Santisteban del
Puerto), pero haciéndolo además el “en Orsóni” de
Cneo en Apiano (con argumentos similares, a los que
hemos llegado separadamente) y aunque no esté en
el Baetis (habría error de Plinio, claro) y Amtorgis (p.
88) “whether Iliturgicola or anywhere else in eastern
Baetica”, algo de verdad sorprendente. Por lo demás,
suscribo lo dicho por A. Marques de Faria (2003: 222):
“Estamos convencidos de que os inegáveis méritos
da ampla abordagem que Dexter Hoyos (2001, p.
83-87) dedicou recentemente ao supracitado passo
de Plínio seriam bem mais evidentes caso a mesma
tivesse tomado em consideração os textos assinados
por Capalvo (1996) e por Canto (1999). De resto, só o
desconhecimento da bibliograia pertinente poderá
servir de (fraco) álibi a Hoyos, se algum dia tentar
justiicar a sucessão de inexactidões que aquí transcrevemos:…”, etc. Se agradece la amable cita del
colega portugués, aunque parece como si D. Hoyos
ya los hubiera tenido en consideración.
Del mismo modo, “Alicia Canto, pour sa part, place
Ilorcum à Orcera” (p. 24) tampoco es así, pues yo no
creo, por lo ya dicho, en una ciudad Ilorcum.
A pesar de su crítica de que “il serait donc illusoire de transposer trop précisément sur une carte
moderne les indications de Pline” (creo que mejor
que prescindir de ellas), sin duda Pierre Moret al
menos afrontó y valoró mi estudio, no siendo el
caso de otros autores, que han dejado de hablar de
Osuna y de Lorca y se han concentrado en el Alto
Guadalquivir sin saberse bien por qué. Me llama la
atención D. Hoyos. Curiosamente, en 2001 (sólo dos
años después de mi estudio), este autor maniiesta
gran interés justamente en la confusa ubicación y
los confusos topónimos de estos años en Hispania,
descarta la ecuación Orso-Urso y, también curiosamente, “reduce” el escenario posible, y lo coloca en
el mismo lugar que yo en 1999: “The campaign now
takes on a more coherent if less extensive shape. The
Scipios advanced from the north-east into the upper
Baetis region where Iliturgi was already on their side
(at some point, they managed to put some Roman
troops in) and likewise Bigerra (Peal) east of Castulo”, etc. (Hoyos, 2001: 83; agradezco a M. Clauss el
187
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
Figura 8. Con (b) la propuesta de P. Moret (2004), que en deinitiva viene a suscribir mi propuesta de 1999 (a), sólo que moviéndola ligeramente al SO, a la conluencia del Baetis con el
Guadiana Menor, aunque así ya no sería el Baetis el que gira hacia el O.
CENOTAFIO Y CONCLUSIONES
Obviamente, lo que está a la vista de todos
no hace falta descubrirlo. Pero cuando tratamos
con sucesos lejanos, de los que apenas tenemos
noticias, cualquier brizna debe ser recogida
para llegar a conocer más sobre ellos, y es por
acumulación de indicios como pueden abrirse
nuevas expectativas. Creo que el conjunto de
datos reunidos no sólo reduce y enfoca mejor el
escenario principal y las estrategias de romanos
y cartagineses entre 215 y 211 a.C., sino que de
forma más particular puede llegar a demostrar
que el área de Orcera–Segura fue el territorium
propio de llorci–Orkelís, y antes o coetáneamente,
como acabamos de ver, posiblemente el de la más
antigua Amturgi. Puesto que, examinado (literaria, cartográica y personalmente95) el punto
exacto citado por él, en efecto hemos encontrado
allí indicios suicientes, no sólo de concordancia
con el desarrollo lógico de la última campaña de
los Escipíadas, sino una situación racional y muy
estratégica para la Amturgi del campamento de
Asdrúbal96 (ante la cual pasaron ambos generales, camino de Cástulo, y delante de la cual
quedó estacionado Cneo Escipión97) además
de gran abundancia –incluso actual– de turres,
95
97
96
Sola, o con algunos amigos de la zona que me
acompañaron en diversas ocasiones, he recorrido la
zona varias veces, con la base en Cortijos Nuevos.
188
Particularmente interesante fue la visita del año 1997,
al inal de uno de los peores periodos de sequía de
la segunda mitad del siglo XX (1991-1996), que me
permitió hacer la fotografía de la ig. 11.
Dada –permítaseme recordarlo– la misión más
concreta y lógica del ejército de éste: Proteger e
impedir el paso de los romanos hacia Carthago Nova
y, por ende, hacia Carthago.
Con seguridad en una posición más desfavorable
que la cartaginesa, y en ausencia de ciudades aliadas
cercanas, todo lo cual no le permitía abastecerse con
AliCiA Mª CAnto
de más investigación, y que algún día puedan
ser localizados, en el triángulo entre Beas de
Segura, Orcera–Segura de la Sierra y el codo
del Guadalquivir, los escenarios exactos de unos
hechos que tanto conmovieron a hispanos y a
romanos, y que fueron la espoleta para la deinitiva conquista de Hispania, cinco años después:
de la existencia del entorno muy boscoso que
mencionara Livio, de la comunicación viaria necesaria tanto para el avance hacia Cástulo como
para el retroceso hacia Sagunto (pues también
el área de Segura–Orcera es vecina del trazado
más viejo de la calzada98 hacia Levante) y cinco
topónimos –reunidos en tan pequeño espacio–,
ecos del lugar de aquel gran desastre: Orcera de
Il-orci, Trújala de Am-turgi, Hornos–Furnus (acaso
del rogus mismo) y el tan sugerente de “teinada
de Los Guisados”, que describiría a los fúnebres
y forzosos protagonistas del hecho en sí según
la versión más repetida y iable. Por último, a
través del borde norte de la Sierra de Cazorla
podían los supervivientes, tanto los del campo
de Publio llegar al de Cneo, como viceversa, así
como todos ellos refugiarse –para su desgracia
inal y la posterior de la traidora ciudad– en la
célebre y díscola Iliturgi99.
“El luto no fue mayor en Roma que a lo largo
y ancho de Hispania: Los Romanos lamentaban
el dolor de la desgracia pública y de la pérdida
del ejército y de la provincia; los Hispanos lloraban y echaban de menos a los dos generales, pero
más a Cneo, porque había estado allí más tiempo
al mando, se había ganado antes su simpatía y
había dado el primero ejemplo de la justicia y
la moderación romanas...” 100.
Cuando Publio Cornelio Escipión el Joven,
terminada la guerra en el 206 a.C., convocó a
los hispanos venidos de todas partes101 para
celebrar unos ludi gladiatorii en Carthago Nova,
“en memoria de su padre y de su tío paterno”102,
les propuso precisamente vestra tumulos terra
celebrare meorum est animus pacemque dare exposcentibus umbris.... , es decir: Honrar las tumbas de
mis parientes, que cayeron en vuestras tierras, y dar a
sus sombras la paz que justamente exigen, llevando
a cabo a continuación todo el rito y las ofrendas
de las auténticas exequias que en su momento,
un lustro antes, habían sido negadas a ambos
fulmina imperii. El homenaje a los gloriosos Escipíadas se renueva al inal de aquellos largos y
emocionantes juegos103.
Todas esas coincidencias favorables no se
cumplen juntas a la vez en ningún otro de los
seis o siete lugares hasta ahora propuestos por
historiadores, arqueólogos y ilólogos. Pero,
sobre todas ellas quiero destacar, otra vez, la
principal: Que todo se halla en el área, muy
precisa, señalada hace tanto tiempo por Plinio
el Viejo: Allí donde, muy poco después de nacer,
el gran Baetis gira hacia el Oeste.
Los nuevos tiempos, y el proyecto de 2002
del CAAI (que quiero pensar que nació y fue
estimulado por aquellas páginas mías de 1999)
y las nuevas técnicas quizá auspicien una época
98
99
A la vista de la extraordinaria pietas descrita
por Silio Itálico es muy difícil sustraerse a la idea
de que por aquellos mismos años no ordenara el
joven Escipión la construcción de sendos monumentos fúnebres en los dos lugares precisos don-
facilidad, como demuestra la petición inal de víveres
a su hermano.
De hecho, poco más de 2 km al N de la «teinada de
Los Guisados», y por la misma carretera actual 321,
existe aún una “Venta de los Cortijos Nuevos”, que
indica un camino frecuentado. Actualmente es otro
activo municipio.
Naturalmente, la Encomienda de las Torres de
Maquiz, en el término de Mengíbar (J): Iliturgi e
llorci son nombres de ciudad muy poco semejantes,
cuyas noticias no tienen por qué ser mezcladas. De
forma que fue la poderosa y elevada lliturgi (cuya
inestable idelidad en aquellos años está probada)
la que, creyendo saldado el conlicto en favor de los
púnicos tras el desastre romano, quiso congraciarse
con aquéllos otra vez, ejecutando a los romanos que,
coniados en el último pacto, se habían refugiado en
ella. Su castigo poco después por el joven Escipión
no pudo ser más merecido.
100
101
102
103
189
Livio XXV, 36, 14.
Todo el relato, muy detallado (que será por mi parte
objeto de un próximo estudio), se incluye por Silio
Itálico casi al inal y como broche de oro para sus
Punica, XVI, vv. 277 ss. (J.D. Duf, 1961: t. II, 406 ss.).
Este detalle en concreto del motivo principal de
los juegos lo encuentro en Val. Max. IX, 11, extr. 1:
“Escipión el Africano Mayor estaba celebrando unos
juegos de gladiadores, en Cartagena, en memoria de
su padre y de su tío paterno...” (trad. Martín Acera,
F., 1988: 514).
Vv. 576-579 (Duf: 480).
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
Figuras 9 y 10. Bloques tallados pertenecientes a un monumento probablemente romano, en el término de Cortijos Nuevos
(Jaén) (foto de la autora, 1997).
de habían tenido lugar las muertes de su padre
y de su tío104. La costumbre está suicientemente
documentada entre los romanos y así, nada de
raro tendría que todavía pudieran hallarse por
allí, cerca de donde el Baetis se vuelve hacia el
ocaso –cerca de su rogus–, al menos los rescoldos
del tumulus de Cneo, y de las inscripciones o del
elogium que –tal como solían los miembros del
genus Scipionum en su gran sepulcro de la via
Appia de Roma105– honraran, tan lejos de la Urbs,
su perenne memoria. Durante mi prospección de
1997 tuve la suerte de tropezarme con algunos
sillares de caliza trabajados en formas recta y
curva, que por su material, forma y tipo de labra
me pareció que podrían pertenecer al menos a
algún monumento de aquella época; doy ahora
su imagen por primera vez (igs. 9 y 10).
junto a varias oportunas cartas geográficas,
pueden llevar en mi opinión a una única posibilidad para la ubicación de la perdida ciudad
de Ilorci justamente en ese gran codo del Baetis,
en cuyo territorio, refugiado en una turris con
una pequeña parte de ieles, el famoso general
Cneo Cornelio Escipión Calvo, hermano mayor
y legado del procónsul Publio, y preferido de
los hispanos, fue muerto a manos cartaginesas
dentro de una torre, después de ser abandonado
por sus mercenarios celtíberos y casi un mes
después de que su hermano cayera también a
manos de los púnicos.
El precioso inciso de Plinio siempre dio las
claves para identiicarla, sin (como tantas otras
veces ocurre con este a la vez aprovechado y
desaprovechado autor) haber tenido siempre la
suerte de ser creído por muchos historiadores y
arqueólogos, de otros tiempos y de los nuestros.
La lectura iel de este hermoso texto pliniano, con esas a mi juicio dos felices metáforas: “el
río rehúye, no quiere ver, el lugar de la desgracia” (ig. 11) y “el río, haciendo la adoptio de la
provincia Bética, la vertebra y es como su padre”,
104
105
Los tristes sucesos del año 211 a.C., que
dieron al traste con la vida de dos tan notables
cónsules y generales y parte de su ejército, y que
hicieron perder a Roma, obligada a replegarse
casi hasta el Ebro, casi todo el territorio que ya
tenía conquistado, dejan a Hispania en situación
de tener que volver a ser conquistada. A partir
de los errores que entonces se cometieron, y de
la lección bien aprendida, el hijo y sobrino de
los militares muertos supo cuál sería la mejor
forma, diplomática y militar, de cumplir una
J.-M. Roddaz (1998) publicó un sugestivo análisis
sobre la vinculación de los Escipiones a Hispania,
planteando el sentimiento de éstos hacia la península,
a semejanza del “modelo Bárquida”, como “une
affaire de famille”, que crea en tomo al mismo
toda una “idéologie de la victoire”. Mi hipótesis
acerca de la construcción por el joven Escipión de
ambos túmulos no va nada mal con tal elaboración
ideológica.
Véase por último F. Coarelli (1996).
190
AliCiA Mª CAnto
Figura 11. Vista desde Hornos hacia el S En esta imagen de 1997, con el Tranco de Beas muy bajo por la sequía, se puede
apreciar mejor cómo el Guadalquivir gira pronunciadamente, en efecto, hacia el oeste (foto de la autora), dejando a este lado
el famoso Scipionis rogus.
rráneo, un futuro semillero de riquezas sin in,
de romanos, y hasta de emperadores.
venganza familiar, al tiempo que hacerse con el
mejor territorio minero de Europa y del Medite-
ADDENDA
Encontrándose ya en segundas pruebas
este trabajo, he tenido noticia de la publicación
reciente de un largo artículo y un libro sobre otra
ubicación para Ilorci, debidos a José Santiago
Haro, autor natural de Lopera (Jaén). He podido
consultar sólo el primero (en Dialnet), de título
“¿Podría haber estado ubicada la famosa ciudad
de Ilorci (Plinio Naturalis Historia, III, 3, 9) donde
el yacimiento de Úbeda la Vieja (Jaén)? Una hipótesis y sus fundamentos”, BIEG 210, jul.-dic.
2014, págs. 209-292. El libro, de 2015, que no he
podido ver, tiene un título aún más extenso y
alambicado: Una propuesta de ubicación (hipótesis)
de la antigua ciudad de Ilorci, así como del famoso
rogum Scipionis (Plinio Naturalis Historia III.3.9),
donde y en cercanías, respectivamente, del yacimiento
de Úbeda la Vieja (t. m. de Úbeda, Jaén).
En el artículo, aparte de observar que el autor adopta las ideas de otros sin citarles, como es
el caso (pp. 270-271, nota 149 y 272–273, nota 154)
de la ceca y lectura de “*Ildi(r)cira/*Ilduŕcira
(Orcera, Jaén)” con respecto a los al menos dieciséis trabajos que ha dedicado a ello A. Marqués
de Faria desde 1991 a 2012 (ninguno de los cuales
cita), creo que su actual propuesta de colocar
Ilorci en la Colonia Salaria (Úbeda la Vieja, Jaén)
es inviable. Entre otras cosas porque el propio
Plinio da ambas ciudades como distintas, tanto
en el nombre como en su estatuto jurídico (cosa
que hasta él mismo reconoce: su p. 275), lo que
destruye cualquier opción de que se trate de la
misma. Para explicarlo el autor recurre al clásico
“…el naturalista, sin tener conciencia de ello,
habría «duplicado» la referencia… (el gentilicio)
191
La importancia estratégica del Alto Guadalquivir durante la Segunda Guerra Púnica
tomado, por error, como alusivo a pueblo diferente…”. Con lo cual además cae en lo mismo de
lo que yo me quejé en 1999, y con lo que él (quizá
“sin tener conciencia de ello”) parecía estar de
acuerdo unas páginas más atrás (p. 246 y nota
95): “Recordemos, a este respecto, las palabras
de A. Canto. Se vuelve –dice la autora (op. cit.,
145)–, con esta argumentación, al comodísimo
discurso de la incompetencia de Plinio el Viejo,
“socorrida explicación que parece justiicar desde hace décadas las incongruencias –las reales
y las recreadas– de nuestra geografía antigua”.
Una realidad que, ante esta nueva hipótesis,
lógicamente mantengo.
192
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ZECCHINI, G. (2002): “Scipione in Spagna: Un approccio critico alla tradizione polibiano-liviana”,
en G. URSO (Ed.), Hispania terris omnibus felicior.
Premesse ed esiti di un processo di integrazione, Pisa:
87-103.
FUENTES CLÁSICAS1
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1980.
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y notas de J. A. Villar. Biblioteca Clásica Gredos.
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LIVIO Historia de Roma desde su fundación. Traducción
de J. Solís y F. Gascó. Alianza Editorial. Madrid,
1992.
POLIBIO Historias. Traducción y notas de M. Balasch.
Biblioteca Clásica Gredos. Madrid, 1981.
1
Recogemos aquí las indicadas por los autores en
sus respectivos capítulos.
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