La implantación de la vid en el archipiélago canario tuvo como consecuencia no solo que cambiara el paisaje de algunas islas, pues su cultivo mantuvo durante siglos una imagen alabada y cantada por los viajeros, sino el mantenimiento de una actividad comercial durante siglos, que ha vuelto a resurgir de nuevo, así como el legado patrimonial de haciendas, bodegas y lagares que se reparten por el territorio insular.
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