A finales del siglo XVIII la marina española se encontraba en decadencia. Manuel Godoy fue encargado por el rey para revertir la situación. Aunque ya existían planes previos, no fue hasta la derrota franco-española en Trafalgar en 1805 cuando el príncipe de la Paz se decidió a llevar adelante la instauración de una institución que venía siendo considerada la solución a tan graves problemas. La decisión tomada de erigir un Almirantazgo fue acogida favorablemente tanto por la Marina como por los partidarios de Godoy. Poco más de un año después, las cañas se tornaron lanzas y muchos de los que adulaban de manera exacerbada a Godoy en 1807 lo vilipendiaron coléricamente a partir de marzo de 1808.
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