Academia.eduAcademia.edu
LUSITÂNIA ROMANA – ENTRE O MITO E A REALIDADE Centro Cultural de Cascais Museu Nacional de Arqueologia Museu Arqueológico de S. Miguel de Odrinhas 4 a 6 de Novembro de 2004 LUSITÂNIA ROMANA – ENTRE O MITO E A REALIDADE FICHA TÉCNICA Título LUSITÂNIA ROMANA – ENTRE O MITO E A REALIDADE Actas da VI Mesa-Redonda Internacional sobre a Lusitânia Romana Imagem da Capa Autor: Alexandre de Laborde (o desenho). Gravou Tilliard. Obra: Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, Paris, 1807-1818 (IV Volumes). A data certa do desenho recairá nos primeiros anos do século XIX, quando De Laborde esteve em Madrid, ao serviço de Napoleão. O título da gravura (em três línguas: Castelhano, Francês e Inglês): Vue de la Naumachia et de l’Ancien Théâtre à MÉRIDA. Edição Câmara Municipal de Cascais Coordenação Jean-Gérard Gorges José d’Encarnação Trinidad Nogales Basarrate António Carvalho Local e data Cascais, 2009 Impressão Facsimile, Lda. Tiragem 1050 ex. ISBN 978-972-637-207-3 Depósito Legal 298801/09 [4] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO UN ‘MITO’ HOMÉRICO EN IBÉRIA: ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO. NUEVOS TEXTOS Y ENSAYO DE EXPLICACIÓN DESDE LA GENÓMICA ALICIA M.ª CANTO Universidad Autónoma, Madrid Pedro Paulo Salgueiro in memoriam1 E admiro-me que houvesse, entre nós, quem professando o estudo das Letras, propendesse para acreditar uma fábula tão palpável... (A. Pereira de Figueiredo, 1825) Resumen: Los autores modernos vienen considerando como un mito o leyenda los relatos sobre la fecundación por el viento Zephyrus de yeguas que daban a luz caballos muy veloces, cerca de Olisipo; su primera referencia sería Varrón, en el siglo I a. C. Sin embargo, se puede encontrar por primera vez en Homero, al referirse en la Iliada (XVI, 149-152) al origen de los rápidos caballos de Aquiles, Baliós y Xanthós. Visto así, el de las yeguas de Olisipo se convierte en el primer relato escrito sobre el Occidente, posiblemente aprovechando informaciones de los viajes fenicios (Strab. III, 2, 13). Tras una revisión literaria e historiográfica del tema, el corpus de fuentes antiguas queda ampliado a 17 autores y 23 textos, demostrándose que nunca lo registraron como un mito, sino como una realidad, aunque inexplicable, y que tampoco fue nunca deconstruido por los mitógrafos ni por los teólogos cristianos; éstos, por el contrario, lo utilizaron para explicar la concepción virginal de Jesucristo por un spiritus. Partiendo entonces de que se tratara de un hecho real con alguna causa biológica desconocida para los antiguos, se ensaya aquí una explicación desde los fundamentos de la partenogénesis biológica, llegando a una hipótesis, no improbable desde la más moderna Genómica: el fenómeno podía deberse a una infectación residual por la proteobacteria Wolbachia. El estudio finaliza con un apunte acerca de la probable raza de tales caballos: la Sorraia. Los dos colores típicos de los Sorraia son los mismos que los de los caballos de Aquiles mencionados por Homero en los funerales de Patroclo. Palabras-clave: Lusitania, Homero, Olisipo (Lisboa), Zephyrus, Sorraia, Partenogénesis, Genómica. 1 Dedico este trabajo al recuerdo de Pedro Paulo Salgueiro, joven discípulo de la cátedra de Arqueología de la Universidad de Coimbra y del Prof. José d’Encarnação, que fue arrebatado a la vida en plena juventud; dejó publicado sobre un aspecto de este tema un breve artículo, que conocí gracias a la diligencia de su maestro, y que será citado más adelante, en la parte IV. [ 165 ] ALICIA M.ª CANTO Abstract: Modern authors consider that the tale of mares fertilised by the Zephyrus wind, subsequently giving birth to swift-footed horses near Olisipo, is a legend or myth. The first explicit reference to the story is found in Varron during the 1st century BC. However, there is an earlier reference in Homer’s Iliad (XVI, 149-152) regarding the origin of Achilles’ swift-footed horses, Baliós and Xanthós. So, the statement on Olisipo’s mares could be the first one preserved on the West, surely thanks to informations of the Phoenician travellers (Strab. III, 2, 13). After an historiographic and literary review of the topic, the corpus of ancient sources is extended to 17 authors and 23 texts, being demonstrated that they never registered it as a myth, but as a reality, though inexplicable and that never was deconstructed neither by the mythographers nor by the Christian teologians; these, on the contrary, used it to explain the virginal conception of Jesus by a spiritus. Assuming that it was a fact, with some biological foundation that lay beyond the comprehension of the ancients, we attempt to provide an explanation based on biological parthenogenesis that leads us to a likely hypothesis in view of the latest Genomic theories: the phenomenon may have arisen from a residual infection caused by the proteobacteria Wolbachia. The research finishes with a note on the probable breed of such horses: the Sorraia. The two typical colours of the Sorraia breed are the same as those of the Achilles’s horses mentioned by Homer in the funerals of Patroclo. Keywords: Lusitania, Homer, Olisipo (Lisbon), Zephyrus, Sorraia, Parthenogenesis, Genomics. I. INTRODUCCIÓN. ANTIGÜEDAD DEL TEMA Y APUNTES HISTORIOGRÁFICOS 1) INTRODUCCIÓN Me permito comenzar mi intervención recordando unas frases que fueron pronunciadas durante una sesión parlamentaria en el verano de 2002 por el prócer portugués, político y profesor, Dr. António Barbosa de Melo, ex-Presidente de la Assembleia da República Portuguesa. Las creo útiles para ilustrar perfectamente no sólo la antigüedad del mito del que voy a tratar, sino también cómo su presencia está aún viva y actual en el imaginario colectivo de Portugal: “Desculpem-me o facto de fazer uma peregrinação por esta área, mas um dia li uma coisa escrita por Plínio, um daqueles geógrafos do Império Romano, a propósito do opidum olisiponensis aqui da terra de Lisboa, que dizia que havia um fenómeno perfeitamente inexplicável em todo o Império: é que as éguas emprenhavam pelo Céfiro, o vento atlântico que sopra no verão, e produziam uns potros velocíssimos, mas que só duravam dois anos. E eu, às vezes, olho para a nossa vida política e lá vejo o potro velocíssimo, que corre dois anos e, depois, desaparece...! O Plínio, se calhar, fez o retrato da nossa vida pública…”2 2 A. Barbosa de Melo, intervención ante la Comissão Eventual para a Reforma do Sistema Político, en la sesión parlamentaria del día 1 de julio de 2002. [ 166 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Estamos, en efecto, ante una de las más célebres leyendas relacionadas con la Lusitania y, por tanto, con la antigua Hispania, bien conocida en la Antigüedad, y más en la región en la que estamos reunidos, pues nos hallamos exactamente en ella; incluso el logotipo mismo de este Encuentro, dedicado a los mitos lusitanos, recuerda su relevancia. El mito (sigamos por ahora llamándole así) consiste en la creencia de que en las cercanías de Olisipo las yeguas, volviéndose ansiosas hacia el Océano, podían ser fecundadas por el viento del Oeste, el Zephyros griego y Favonius romano. Parece que ello ocurría en la primera quincena de febrero.3 Las yeguas así preñadas por un dios daban a luz unos potros velocísimos pero cuya vida, según añaden algunos autores, era breve, pues apenas llegaban a los tres o siete años. En el estudio que sigue me propongo varios objetivos. Primero, tras un conciso pórtico sobre la creencia de base, y un breve pero bastante completo resumen historiográfico (que faltaba hasta ahora), demostrar que éste puede ser el más antiguo relato conservado del Occidente europeo, puesto que se remontaría hasta el propio Homero, hacia los siglos IX-VIII a. C., que no lo situaría en la Tróade, siendo además un “mito” genuinamente hispánico, a la par o quizá más antiguo que el del tartésico rey Habis.4 Segundo, aumentar el corpus textual de las referencias antiguas que lo transmiten, que pasará desde los 6 autores y 9 textos habituales hasta los 17 autores y 23 textos, terminando con los teólogos del primer cristianismo, como Lactancio, quien, al explicar la concepción de María por el Espíritu Santo, da todavía el fenómeno lisboeta como algo cierto y ampliamente conocido. Al final de este apatado haremos una propuesta concreta sobre el lugar del fenómeno, con ayuda de la toponimia. La tercera parte es la nuclear del trabajo, y en ella iré abandonando la posición clásica para, ciñéndome a la temática general del coloquio (Lusitânia entre o mito e a realidade), tratar de ensayar un nuevo método de aproximación al más longevo de los mitos ibéricos, que nos permitirá sugerir que, tras su aparentemente fantástico enunciado, pudiera esconderse alguna realidad biológica que, no siendo comprendida por los antiguos (como para nosotros ha sido hasta ahora igualmente inaprensible), hubiera sido revestida del ropaje legendario con el que ha llegado a nosotros. Para ello me serviré de avances muy recientes en el campo de la Genética y la Genómica. En la cuarta parte trataremos de acercarnos por diversas vías a la definición de la raza o razas equinas de que se trataba, contando también con la ayuda de la Biología Animal. Plinio el Viejo, NH XVI.93, véase aquí el texto n.º 9 y, en coincidencia, el n.º 2, de Aristóteles. Según J. M. Blázquez (BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, 1987, p. 227), por ejemplo, “el único mito de la Hispania prerromana es el de Habis, recogido por Justino, autor que resume el historiador galo Trogo Pompeyo, contemporáneo de Augusto...” 3 4 [ 167 ] ALICIA M.ª CANTO El corolario lógico, tras el desarrollo de estos diversos objetivos, será la restitución del buen crédito de los autores antiguos que dejaron constancia de éste en nuestros tiempos considerado “mito”, “leyenda”, incluso “bulo”, pero que ellos citaban como un hecho real, fantástico pero cierto, por cuyo motivo tantas veces en nuestra época han sido desacreditados, o tachados de crédulos, e incluso de mentirosos. Del presente estudio resulta, más bien al contrario, que el de Céfiro y las yeguas de Olisipo es un mito, pero un mito del siglo XX. 2) ANTIGÜEDAD Y EXTENSIÓN DE LA CREENCIA EN EL PODER FECUNDANTE DEL VIENTO SOBRE ALGUNAS HEMBRAS Antes de comenzar será bueno recordar que el poder fecundante de los vientos se inscribe en una larguísima tradición y afecta a muchas culturas muy diferentes. Una buena prueba de su antigüedad es la etimología misma del Viento del Oeste en griego, “Zéphyros”, que proviene sin duda de Zwø-f’roj “portador de vida”.5 El artículo más detenido que he encontrado hasta el momento sobre tan curiosa creencia se debe al eminente botánico norteamericano Conway Zirkle,6 en un iluminador artículo de 1936 donde hizo un completo repaso de los nacimientos virginales en otros pueblos, incluso lejanos y modernos, referido a yeguas, mujeres, aves y otros animales. Le cedo la palabra para hacer la síntesis del asunto, pues la suya es tan concisa y completa que no podría mejorarla (las cursivas son mías): “De forma bastante curiosa, gran cantidad de filósofos clásicos y medievales creyeron que algunos mamíferos y pájaros eran preñados por el viento, incluso cuando aún se desconocía el papel que el viento cumple en la polinización cruzada de plantas en floración. La creencia en la existencia de los que podríamos llamar animales “anemófilos” es extremadamente antigua. Existió desde los tiempos más remotos en Egipto, Grecia y Oriente, y en realidad se convirtió en parte de la herencia intelectual de muchas razas. Se extiende a lo largo de las rutas marítimas de todo el hemisferio oriental, y ha sido documentada desde Portugal a Japón y en todos los países interpuestos. Nuestra primera referencia de ella está en la Ilíada, y la más moderna en el folklore del pueblo Ainu; entre ambos extremos existen noticias de ello en los 5 Etimología ya vista por HARVEY en 1656: p. 219. Por la misma razón, la ausencia del “hálito” vital marca el final de la vida misma y de ahí la frecuente asociación del Céfiro también con el inframundo, lo ctónico y el “más allá”, pues puede ayudar al alma a alzar su vuelo; para esta función, su sede en el Oeste del mundo conocido, donde estaba también el Elysion pedíon, debió de ser determinante. 6 Conway Zirkle (1895-1972), profesor de la Universidad de Pennsylvania, fue también historiador de la Ciencia y experto en la Biología de la antigua Unión Soviética. Lateralmente se interesó por la Etnología y las ideas evolucionistas, lo que le condujo excepcionalmente a este tema. Su biografía y publicaciones por años son consultables en línea en <http://www.ferris.edu/isar/bibliography/zirkle.htm> [consult. 13 de octubre de 2004]. El artículo que cito, sin embargo, es prácticamente desconocido en la bibliografía ibérica. [ 168 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO filósofos griegos, los naturalistas romanos y los primeros santos cristianos. Escolásticos medievales copiaron los relatos clásicos, mientras los viajeros árabes, los geógrafos chinos y los modernos antropólogos reportaron numerosas veces la existencia de esta idea. En realidad, pocos errores científicos cuentan con una historia tan honorable. Cuatro tipos de hembras fueron las principales receptoras de las atenciones del viento: yeguas, buitres, gallinas y mujeres [...] De forma bastante sorprendente, cuando las respectivas historias se agrupan de esta forma, no parecen ser variantes de alguna primitiva leyenda, sino más bien cuatro cuentos separados, cada uno con su propio origen pero cada uno recibiendo influencias de los demás a lo largo de su desarrollo. No queda del todo clara la causa por la que en todos los casos el viento fue elegido como agente fecundante... Pocos asuntos pueden ilustrar los estándares científicos de las épocas crédulas tan bien como estas historietas sobre la impregnación aérea de los animales.”7 En general, en cuanto a la clasificación de los mitos antiguos y las teorías interpretativas sobre ellos, remito a la obra de B. B. Powell Classical Myth, recientemente reeditada.8 Entre los tres tipos de mito que éste define: mito divino, leyenda y cuento popular, el de las yeguas de Olisipo, en tanto fue atribuído a un ser divino, me parece que presentaría elementos de las tres, puesto que: 1) su principal actor, Céfiro, es un ser sobrenatural,9 2) explica hechos del presente por referencia al pasado, y 3) sin duda fue el pueblo, junto a muchos escritores, su principal conocedor, conservador y propagador. Advierto ya que esta mescolanza en sí misma es una rareza, pues a lo que apunta más bien es a que probablemente no se trate de un verdadero mito.10 Por otro lado, en cuanto a la interpretación del mismo creo, siguiendo a Teágenes de Regio (siglo VI a.C.), que hace referencia a un fenómeno natural, sería alegórico sólo en ZIRKLE, 1936: pp. 95-96. POWELL, 1995. Obra que es considerada por muchos como la mejor introducción actual a la mitología grecorromana. Véase también la obra breve del mismo autor, de 2002. Tiene su propio portal [en línea], con una guía para estudiantes, en <http://www.prenhall.com/powell/>. 9 Hijo de Eos y Astreo, esposo de Iris y de Chloris/Flora, amante de la harpía Podarge, pero también con connotaciones homosexuales (Jacinto y Apolo). Principales fuentes sobre él: Hes., Theog. 378; Hom. Iliad. XVI.150; Nonn. Dion. 6.33 ss., 31.106, 31.111 y 47.342; Ovid., Fast. V.195 y Met.1.63; Quint.Sm. 4.569 y passim; Virg. Georg. 2.331. Tenía un altar en Atenas donde se le inmolaban ovejas blancas que simbolizaban sus nubes. Su representación más difundida es la de la “Torre de los Vientos” de esta ciudad. 10 Véase también la parte III de la interesante introducción que hacen P. Saquero y T. González Rolán a su edición de la obra Sobre los dioses de los gentiles de nuestro ilustre humanista (m. 1445) “el Tostado” (sub FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, 1995, p. 13 ss.). Nuestro relato no cabe en las tres interpretaciones clásicas del mito antiguo que pasan a la Edad Media: no es un hecho histórico protagonizado por un hombre inmortalizado, no reviste ideas morales y filosóficas, ni expresa el combate de las fuerzas elementales que constituyen el universo. Sobre las refutaciones antiguas de los mitos, véase aquí el final de la parte II. 7 8 [ 169 ] ALICIA M.ª CANTO cuanto explicaría una realidad que no está en el nivel narrativo, es etimológico y en más grado que el sospechado, como veremos al analizar a Homero en la parte IV, comparativamente indoeuropeo11 con elementos egipcios y, por último, en la línea de W. Burkert, que su estructura reflejaría dos realidades biológicas cuyas auténticas causas eran desconocidas para los antiguos.12 3) HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL Y MODERNA: DE LUCIANO DE SAMÓSATA AL MARQUÉS DE MONDÉJAR Antes de proseguir convendrá recordar que esta leyenda (que, como casi todo, posiblemente tiene un enlace remoto con Egipto)13 ha estado presente en la literatura europea de manera ininterrumpida durante casi tres milenios, desde que se formulara por primera vez por Homero hasta nuestros días. La certeza de que la vida humana depende en primer lugar del aire debe de ser la más antigua en la conciencia de la Humanidad. Uno de los más curiosos reflejos clásicos de esta idea se produce a mi juicio en un autor satírico tan interesante como Luciano de Samósata, que en sus Historias verdaderas o Relatos verídicos, hablando (o más bien fabulando, aquí sí) sobre los hábitos sexuales de los Selenitas, refiere cómo entre ellos, siendo todos hombres y haciendo hasta los 25 años el papel de mujeres, quedan embarazados en sus pantorrillas (gastrocnémiai), las cuales van engordando14 conforme transcurre el embarazo; terminado éste, se practica una incisión y se extrae del interior un feto muerto, el cual es expuesto de cara al aire, con su boca abierta, y sólo respirando éste es como realmente consigue llegar a la vida.15 Volviendo a nuestro tema, el criterio de la ciencia médica oficial fue siempre, obviamente, contrario a la mera idea de concebir sin varón, y está representado principalmente por esta afirmación del prestigioso Galeno, al tratar, pues 11 No más allá, pues, del año 2000 a.C., cuando la introducción del caballo por indoeuropeos desde el Cáucaso. 12 Para no reiterarme tanto, me referiré en esta parte a él como mito o leyenda, bien entendido que se trataría de lo primero (y ni siquiera eso, como iremos viendo). 13 Posiblemente en relación con la tebana Mut, “la Madre Eterna” (mwt), la Naturaleza, esposa de Amón-Ra. Regía el viento del Norte y con ello era la precursora de la subida del Nilo, por ello se la llamaba “Señora del Cielo” y “abridora de las ventanas nasales de los vivientes”, lo que se conserva en Luciano, por ejemplo (véase el texto y las dos notas siguientes). Se la representaba a veces con alas, y en el Imperio Antiguo tocada con cabeza de buitre. Como se recordará, las hembras de buitre forman uno de los grupos animales que podían ser fecundados por el viento, lo que enraizaba en la creencia, sostenida por los egipcios y luego por muchos autores clásicos, de que entre los buitres no había machos, por lo que las hembras debían ser fecundadas por el aire. Realmente Amón, la paredra de Mut, era considerado la fuerza del viento y un dios creador y fertilizador, un dador de vida. Obsérvese, no obstante, que no existe un precedente exacto egipcio para la fecundación de animales por el viento. 14 Es imposible resistirse a recordar las abultadas pantorillas masculinas que se representan en la cerámica griega de primera época, de donde quizá le viniera a Luciano la idea de darle a esta parte del cuerpo tan peregrina utilidad. 15 Lucian., Hist. ver. I.22, en Lucien. Ouvres t. II (Opuscules 11-20), ed. y trad. J. Bompaire, París, Budé (1998: pp. 71-72). [ 170 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Aristóteles lo había hecho, de los los famosos “hypenémia”o “zephyría”, los huevos “del aire” de las gallinas y otras aves:16 Non enim sicut gallinae sine maribus ova pariunt, ita mulierem aliquando videtur sine viro vel molam, vel eiusmodi quippiam aliud, concepisse.17 A pesar de ello, no resulta extraño que el mito de las yeguas fuera recogido y perviviera durante toda la Edad Media y buena parte de la Moderna, dándosele crédito pues venía avalado a su vez por una verdadera galaxia de prestigiosas autoridades antiguas, como Aristóteles, Varrón, Virgilio, Plinio, Lactancio o san Agustín, entre otros muchos (ut infra, parte II.2). Podemos citar así a diversos autores europeos que tratan de él, como18 Alexander Neckham (hacia 1200), Walter de Metz (1246), Roger Bacon (1268), Nicolaus Perottus (c. 1470), Johannes Textorus (1519), Conrad Heresbach (1570),19 Scipio Gentili (1584)20 o Conrad Rittershausen (1597), no detectándose, como observa Zirkle, una actitud siquiera incipientemente crítica del fenómeno hasta el siglo XVII, representada por Johannes Johnston (1632) y, sobre todo, por el célebre Joannis E. Nieremberg (1635) quien, para comprobar la historia, se desplazó a una granja cercana a Lisboa y al Tajo, de nombre “Benevento” (obsérvese qué ajustado microtopónimo). Es curioso comprobar que Nieremberg recabó recuerdos negativos de los vecinos del lugar pero, aun criticando la “credulidad” de autores como el insigne Andrés de Resende, Luis Carrión o Eduardo Weton, él mismo, como buen científico y contra todo pronóstico, tuvo que dejar constancia de al menos un caso reciente de pregnancia inexplicable,21 por lo que finalmente su opinión tuvo que consentir 16 Arist. Gen. animal. III.1 y VI.2, vid. infra, citando “casos bien comprobados” de este hecho en la gallina común, perdiz, paloma, pavo real, ganso y ganso egipcio”, ZIRKLE, art.cit., p. 111. Varrón y Columela también lo recuerdan al hablar de las yeguas (ut infra), mientras Plinio les dedica todo un capítulo (X.60), observando que tal tipo de huevos realmente sólo se ven en primavera, cuando el viento fertiliza la naturaleza. Ateneo, Clemente, Lactancio y otros autores citan igualmente el fenómeno, que tiene, como las yeguas, su propio recorrido literario a través de las épocas medievales y modernas. 17 Galen., De usu partium, XIV.7, ed. K. G. Kühn (1821), vol. 4, p. 168. Esta rara obra, como todas las de Galeno, se puede consultar hoy en día en la red (a partir de la edición de Frobenius: Basilea, 1549, col. 784) gracias al esfuerzo de la Universidad París V: <http://www.bium.univ-paris5.fr/images/ livres/02118x01/0561.jpg> 18 Varias referencias medievales y modernas extranjeras las debo a C. ZIRKLE (1936: pp. 102-104) quien, sin embargo (y como es tan habitual en la bibliografía anglosajona) no menciona a un solo autor portugués o español, aspecto que he tratado de complementar aquí, siquiera no exhaustivamente, con la útil ayuda del marqués de Mondéjar. 19 Por recordar el tono de sus comentarios, dice Heresbach en su Res rustica: “... neither is to be doubted, but that the mares in some countries so burne with luste, as though they have not the horse, with their oune fervent desyre they conceave and bring forth after the manner of Byrdes, as the Poeth noteth. In furious lust the Mare exceeds all other beasts that be…” 20 En su poema clasicista, publicado durante su exilio en Londres, Nereus, vv. 106-109. 21 En el libro (NIEREMBERG, 1635: lib. I, cap. 66) de este teólogo y polígrafo, nacido en Madrid de padres alemanes, los mismos granjeros le cuentan que cierta vez dejaron en la Isla del Tajo una yegua sola, para alimentarla mejor antes de venderla, y a los dos meses la encontraron preñada sin haber tenido encuentro alguno con algún semental; el fenómeno terminó con un extraño aborto. [ 171 ] ALICIA M.ª CANTO en la posible existencia antigua del fenómeno: “It is possible because nature is often wont to be changed; and because it is not true today is no real proof that it was not so yesterday”.22 Entre los portugueses recordaré, aparte del recién citado Andrés de Resende (1500-1573) y sus Antiquitates Lusitaniae, que ubicaba el hecho en Montejunto y la Serra de Albardos, o al famoso y perseguido –por la envidia y por la Inquisición– Damião de Góis (1502-1574),23 o el caso muy notable del célebre médico, judío y también acosado D. João Rodrigues (1511-1568), de pseudónimo Amato Lusitano, con su Curationum medicinalium centuriae septem (1551…), publicadas juntas por primera vez en Lyon (1580) y luego en Barcelona (1628). En su Cuarta Centuria (1563), Cura 70, Amato, además de evocar íntegramente el mito, se sirve de él para algunas reflexiones sobre los orígenes de la vida. Es curiosa la observación hecha por Adelaide Salvado acerca de la extraña inclusión de este “caso de las yeguas” en una obra tan científica: “... a recordação de Amato, que cita integralmente a passagem do livro VIII da História Natural de Plínio acerca da estranha particularidade dos velozes cavalos da Lusitânia – a sua curta vida – que nasciam nos campos do Tejo, fruto dos amores de éguas com Céfiro ou Favónius, o vento do Oeste... Do impressionante número de citações dos clássicos gregos, latinos e muçulmanos, todas, com exclusão desta, se relacionam com assuntos de Medicina. Porque teria Amato feito esta citação na íntegra? Como nota para relevar o reconhecimento da Antiguidade da beleza dos cavalos das lezírias do Tejo da sua pátria distante? Ou, em espírito tão positivo como o de Amato, a referência a este mito da Lusitânia pré-romana, conservado através das fontes literárias greco-latinas, e que se insere numa teoria mitológica filosófica e científica sobre a geração animal e vegetal não traduzirá meditação de Amato sobre as origens da Vida?”.24 Creo que hoy se podría contestar a esta pregunta de A. Salvado pensando si la razón no será que este agudísimo médico portugués no considerara el relato de “las yeguas preñadas por el Viento” dentro de la esfera de lo mítico, sino de la Biología. Hemos de tener en cuenta también para ello que otros casos médicos que Amato comentaba en esta misma Cuarta Centuria le fueron censurados por la Inquisición, particularmente la española, por razones teológicas, precisamente porque él conside- 22 C. ZIRKLE, 1936, p. 104. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, ibid., p. 380, dice que esta anécdota la relata Resende. 23 GÓIS, 1554 (1603), II, pp. 878-889, espec. p. 881: “Quae sententia nobis sane non ita displiceret: nisi physici rationibus adniterentur probare naturam ipsam, ex foemineo tantum sexum, sineque marium congressu, multa gignere et procreare solitam esse...”. Para él, “el locus Varronis lo prueba satis luculenter Rodrigo [Jiménez de Rada], Arzobispo de Toledo, en su Historia [de España]”. Hay en red una concisa biografía sobre él, de O. NEVES: <http://www.vidaslusofonas.pt/damiao_de_Góis.htm>. 24 Vid. SALVADO 1992 pp. 11-19, con la reflexión que destaco en p. 18 y notas 4-5 (y cf. ead., ibid. n.º XV, novembro 2001, 17 ss.) y SALVADO-MARQUES 2004. [ 172 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO raba médicamente posible el embarazo de una virgen sin intervención de hombre, basándose en los estudios y casos contados por Averroes y en algunas fuentes rabínicas, lo que atentaba contra la concepción virginal de María.25 Siguiendo con el hilo historiográfico, presta también crédito a nuestro ‘mito’ el notable autor L. Marinho de Azevedo (1753),26 quien valora especialmente los testimonios de Varrón, por su erudición reconocida, y de Columela, por ser hispano. Cita Azevedo a diversos autores portugueses que habían tratado de la cuestión, y él mismo llama al fenómeno “prodigiosa obra da natureza” (p. 92), contada por autores españoles y extranjeros de gran autoridad, “que a escrevem por opinião constantissima, e indubitável”. Son muchos los humanistas hispanos que en estas épocas citaron asimismo el relato de las yeguas, de forma igualmente favorable a su existencia. Entre ellos podemos recordar a Florián de Ocampo (1499-1558), Ambrosio de Morales (1513-1591) y Juan Luis de la Cerda (1558-1643). Con la llegada del racionalismo también existieron impugnadores que lo consideraron un ejemplo de fabulación y credulidad. Como dos de los autores menos conocidos al respecto quisiera recordar aquí al erudito baenense Francisco Fernández de Córdoba (“el abad de Rute”), que lo tiene por una simple patraña, y al marqués de Mondéjar. El primero, en el capítulo titulado “De Hispanorum equorum pernicitate; de eis fabella quaedam explosa; Varronis locus castigatus”, tras citar varias fuentes sobre la abundancia de los caballos hispanos, en p. 375 pasa a dar siete textos sobre la preñez de las yeguas, concluyendo (p. 382) que: ...fabulosum vero esse hoc totum, et autoritate (sic) et ratione et experientia patet.27 En segundo lugar, es más meritoria, por minuciosa, la refutación inédita de Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y Cárdenas (1628-1708), noveno marqués (consorte) de Mondéjar y otro de los más importantes políticos y eruditos españoles del siglo XVII quien, en la línea crítica histórica “protoilustrada”, escribió bajo pseudónimo, hacia 1690, el Discurso crítico en que se manifesta que los antiguos creían ser los caballos hijos del viento para expresar su gran ligereza, manuscrito que permanecia inédito y he localizado en la Biblioteca Nacional de Madrid28 y que está lleno de citas, argumentos y 25 Esto fue bien detallado por D. FRONT en una publicación póstuma en 2001 (en línea en: <http://muse.jhu.edu/journals/bulletin_of_the_history_of_medicine/v075/75.2front.html>), véase su nota 1 para otros estudios sobre el tema y época. Curiosamente, Front no citó el tema de las yeguas, quizá tampoco le pareció que fuera sino algo legendario. 26 L. MARINHO DE AZEVEDO (1753), en su libro sobre las antigüedades y grandezas de Lisboa, cap. XXXI, pp. 125-132, páginas que pude leer antes gracias a la amabilidad de J. d’ Encarnação. 27 F. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA (1615), cap. 48, pp. 374-385. 28 BNE, sign. Ms. 4223, fols. 239-288. El marqués escribió este tratadito en los últimos años de su vida, ya retirado de la corte y de la política; por su interés será objeto de un estudio independiente. El ejemplar en cuestión pasó a la Biblioteca Real al serle confiscada a Mondéjar la suya propia, que era la mejor de España tras la del rey, por orden de Felipe V, pues el marqués se había destacado como austracista. Aunque el erudito valenciano G. Mayans y Siscar se empeñó en publicar varias de las copiosas obras inéditas de Mondéjar, ésta en concreto no le pareció de interés, a pesar de su poderoso aparato crítico. La copia de la BNE se debe a la mano de uno de los bibliotecarios franceses de Felipe V, André Arnaud. [ 173 ] ALICIA M.ª CANTO bibliografía, mostrando una riquísima erudición para su siglo, así como la amplitud del debate anterior sobre la cuestión, tema que al que orienta, también críticamente, su exposición. El marqués de Mondéjar resulta ser, de todos los autores que he podido consultar hasta su época, el único que afrontó decididamente la ardua tarea de probar, una por una, por qué todas las fuentes usuales tenían que estar equivocadas.29 Este breve repaso historiográfico intermedio (que hasta ahora faltaba en todas las publicaciones recientes que han tratado del ‘mito’ de las yeguas y el Céfiro) nos sirve para comprobar el vigor permanente del relato, y cuántas mentes eruditas fueron cautivadas, más que por el hecho mismo – que a cualquier ente racional ha de resultarle en principio tan chocante como increíble –, por el crédito que le habian dado autores antiguos tan relevantes y de confianza. 4) EL PUNTO DE VISTA CONTEMPORÁNEO Esta posición científica generalmente favorable al “mito” cambia radicalmente en la bibliografía de los siglos XIX y XX que, con apenas excepción, no le da el menor margen de veracidad, lo que lleva a todos los autores que han tratado de este fenómeno de “preñez aérea”, de “generación monstruosa”,30 a desacreditar cualquier tipo de fuente al respecto, desde Aristóteles a Varrón. Uno de los autores más relevantes a la hora de definir este pensamiento, completamente fiel al cientifismo de la época, es el portugués Pereira de Figueiredo, quien en 1825, dirigiéndose a la Academia das Sciéncias de Lisboa,31 empezaba y concluía, coincidiendo expresamente con el referido español Fernández de Córdoba y añadiendo que negarlo era algo “de sentido común”: “Esta espece he trevial entre os nossos antiquarios... Eu não farci mais do que darlhe alguna novidade, pelo modo de tratar. E nimgum espere de mim alguna Dissertação fysica, sobre a possibilidade o impossibilidade do facto [...] F. Fernandes de Cordova... mostrára con varios argumentos de razão e d’experiencia, que taes conceições do vento, quaes os Romanos crêrão das egoas de Lisboa, era huma patranha manifesta. Eu acrescento, que para disto se persuadirem todos, não he necessario mais, do que consultar o senso commum. E admiro-me que houvesse, entre nós, quem professando ó estudo das Letras, propendesse para acreditar uma fabula tão palpavel...” 29 Aunque, como es de esperar, no pueda estar de acuerdo con muchos de sus argumentos, pues parto de la base contraria: que lo relatado era cierto. 30 Son algunas de las varias definiciones usadas por el citado marqués de Mondéjar. 31 A. PEREIRA DE FIGUEIREDO (1825), p. 106 recoge entre los autores griegos a Aristóteles, entre los tratadistas romanos a Varrón, Columela, Plinio (2) y Solino, entre los poetas Virgilio, Silio Itálico y Justino y entre los cristianos a Lactancio. El posible lugar para él, disintiendo de Resende, es la Sierra de Sintra, opinando en esto como Arraiz y propugnando como mejor la denominación para el Cabo de Roca de promunturium Artabrum, una de las tres que recuerda Plinio en IV, 21 (agradezco nuevamente a J. d’ Encarnação el haberme facilitado la consulta de este raro artículo, que al principio me fue imposible encontrar en España). [ 174 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Ciñéndome ya a las referencias más recientes, citaré en primer lugar a J. Leite de Vasconcellos32 (“notável superstição”) y Adolf Schulten,33 respectivamente desvinculándolo de, o en relación con, las creencias y religiones primitivas hispanas, que marcan una línea de la que ya casi nadie se apartará. En efecto, la práctica totalidad de los autores que en el siglo XX han estudiado este relato lo han considerado una leyenda, una simple superstición o incluso una superchería, y los textos de algunos de los más cultivados autores antiguos que lo recogen como muestras de una asombrosa credulidad. Para Pierre Saintyves se relacionaría “con un culto primaveral y con las Floralia... que no sólo eran las fiestas de Flora34 sino también de Céfiro... fiestas de la fecundidad... culto de origen agrícola y estacional más primitivo que las leyendas...”.35 Valga entre los extranjeros modernos, pues de algún modo resume y actualiza las opiniones más importantes y a la vez más divulgadas, R. Graves, para el cual “la autoridad de Homero pesaba lo suficiente para que los romanos cultos siguieran creyendo, con Plinio, que las yeguas españolas podían concebir volviendo sus cuartos traseros al viento...”.36 En España el caso más radical lo constituye quizá el del venerable maestro Antonio García y Bellido, quien en 196737 tituló el capítulo donde trataba de ello “Casos y cosas de la España Antigua. Bulos de hace dos mil años”, y por tanto calificando el relato de las yeguas directamente como un “bulo”, esto es, como una “noticia falsa propalada con algún fin” (DRAE, s.v.). No hará falta mencionar la influencia que posteriormente ejerció su opinión sobre arqueólogos e historiadores. Hemos de citar a continuación a J. M. Blázquez, uno de cuyos temas más frecuentados ha sido el de los mitos y las religiones en la Hispania antigua. Hasta 1977 defiende que se trata de un mito etiológico lusitano, cuyo relator más antiguo sería 32 J. Leite de Vasconcellos (1905), t. II, p. 30 y 103, aunque, curiosamente, no trata de esta «notavel superstição» con detalle, «pois que tal facto, puramente mythologico, não pertence em rigor à religião... para o nosso caso a superstição só tem importância pelo facto da menção da raça especial dos cavallos». 33 A. Schulten, en Fontes Hispaniae Antiquae (cit. en adelante FHA), t. 1, p. 96 ss. Diré de paso que resulta llamativo que el general Sertorio, romano y filohispano, se sirviera de la leyenda de la cierva blanca que amamanta y prepara al rey Habis para cumplir su misión civilizadora, mitad sibila, mitad consejera, y de estirpe tartésica. Esto indica, como mínimo, que a los demás pueblos hispanos les tenían que ser familiares los mitos meridionales. 34 Chlorys griega o (corrompido el nombre) Flora latina, que es la versión humana de la harpía Podarge en Ovidio (Fast. V, vv. 195-202), curiosamente raptada por el viento en las Fortunatae Insulae. 35 P. SAINTYVES, 1985, cap. VI (“Las fecundaciones meteorológicas”), pp. 73-77 (“Los hijos de los vientos”), citando sólo a Virgilio, Plinio y san Agustín y, como puede verse, sin hacer el menor caso del tipo de testimonios romanos que lo cuentan, varios de los cuales nada tienen que ver con la poesía ni con las fábulas. Dice que los amores y partos de seres monstruosos (como en este caso lo sería la harpía) se deberían a «la migración de los temas milagrosos, aunque injertados en antiguos ritos totémicos o en antiguas imágenes litúrgicas con representaciones animalísticas» (p. 72) 36 R. GRAVES, 1985, cap. 48.2. Cita de Plinio el Viejo sólo dos lugares (IV.35 y VIII.67) y, de los demás autores, nada más que a Varrón, Columela y Lactancio. Es un tema éste que, de todos modos, no ha sido de mucho interés para los mitólogos extranjeros. 37 Veinticinco estampas de la España Antigua, Madrid, 1967, pp. 165 y 173. [ 175 ] ALICIA M.ª CANTO Varrón, incorporando a partir de esa fecha38 el punto de vista de J. C. Bermejo Barrera. Este estudioso es el que en los tiempos recientes lo analizó con más detenimiento, en 1976 y 1982, haciéndolo, por el contrario, desde la óptica de su fundamentación en las teorías griegas de la generación, como un mito de verdadera estirpe indoeuropea, que “forma parte de una teoría mitológica y filosófico-científica a la vez sobre la generación animal, vegetal y humana, tanto en sus aspectos físico-naturales como sociales (paternidad, maternidad, filiación)”, queriéndose señalar con él “la desigualdad de status de los seres machos y hembras en la teoría de la generación... disminuyendo el papel de la hembra”. Se trata, pues, de un análisis de tipo estructuralista, que define una sociedad patriarcal, con inferioridad de las hembras frente al macho.39 Este punto de vista fue contestado poco después, en 1981 y 1985, por el notable clasicista portugués Rosado Fernandes, para quien sería en todo caso muestra de lo contrario, pues el mito, según él, dejaría más bien en evidencia que las hembras no necesitarían del macho para la procreación y conservación de la especie. Más ligeramente lo ha tratado después M. V. García Quintela, citando solamente a Plinio y destacando la semejanza entre lo descrito para Lusitania y lo griego homérico, que no evolucionaría hacia la racionalidad filosófica, como en Grecia con Aristóteles, sino quedaría “en una versión particular del mito, tal vez indoeuropeo... que podría considerarse una variante o prolongación del tema de la feracidad del país dirigido por un rey justo”.40 De hecho, sólo en el corto repaso de A. García Masegosa41 he encontrado una reflexión que dejaba un margen de realidad a la leyenda cuando aparece situada en la Tróade (pues él no vio la segunda cita homérica, sobre la que volveré), mientras el citado Rosado Fernandes, en su completo y sensitivo estudio, concibió el atractivo de estudiar el fenómeno, pero no le concedió la menor posibilidad real.42 Otra excepción en el panorama resulta la interesante reflexión que hace G. Chic acerca del raciona- 38 En sus obras sobre dioses y religiones se ciñe a lo dicho inicialmente en su tesis doctoral (1961), pp. 24-25 («Culto al viento») y 224; véase también su Diccionario (1975), p. 55, s.v. “Céfiro”, siempre con los 6 autores más habitualmente citados para este mito (Plinio, Varrón, Columela, Virgilio, Silio Itálico y Justino); en 1977 (p. 450) y 1979 (p. 13) incorpora la opinión de J. C. Bermejo de 1976, manteniendo la información básica en 1983 (p. 260) y, más recientemente, con M.ª Paz García-Gelabert, en 2002 (pp. 197-220); este último artículo está también disponible en red (2005), digitalizado por la Universidad de Alicante. 39 BERMEJO BARRERA, 1976, 1982. Es la misma idea formulada por Aristóteles al hablar de los “huevos del aire”: serían prueba de que la mujer es deficiente, y “un macho mutilado”. En contra, la tradición presocrática (Anaxágoras, Empédocles...), para la cual los mismos huevos demostrarían justamente lo contrario (vid. VV.AA. 2001, p. 148). 40 GARCÍA QUINTELA, 2001: pp. 35-36. 41 GARCÍA MASEGOSA, 1996: p. 100: “¿Cuál es la base científica que dio pie no sólo para que naciera la leyenda en época casi prehistórica, sino para que se mantuviera después? Es posible que alguien ya haya estudiado el hecho desde un punto de vista científico, aunque lo desconocemos...” 42 ROSADO FERNANDES, 1984: p. 77 (y cf. 1981): “It would be tempting to see in the myth a rationalization of some natural fact unexplainable by the ancient science but nothing can be found in the pregnancy of the mare that could induce or support such interpretation.” [ 176 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO lismo frente a la posibilidad de veracidad de los mitos.43 El resto de los autores no admiten siquiera tal margen, o lo inscriben simplemente en el género del Occidente como “Land der mirabilia”.44 Así que, tal como están las cosas actualmente, parece una empresa casi imposible el tratar de persuadir a la ciencia histórica actual de que este “mito” puede traslucir, no ya alguna verdad, sino algo de verdad física, que es precisamente lo que en estas páginas intentaremos. Paso ahora en la segunda parte de este trabajo a relacionar a los autores antiguos y textos que trataron de esta cuestión directa o indirectamente y cuyo repertorio, como se verá, he podido elevar hasta 17 autores y 23 textos,45 comenzando por el que creo más antiguo: el mismísimo Homero, pues una de sus dos menciones creo que ya se refería a Olisipo. Necesariamente daré por sentado todo el cimiento previo de la cuestión acerca de los mitos y las leyendas en las sociedades antiguas y primitivas, que es uno de los temas quizá más estudiados y debatidos acerca de la Antigüedad. Baste recordar que hay un razonable acuerdo en que un mito suele reflejar algún hecho real, histórico o sociológico ocurrido en tiempos remotos, que la sociedad en cuestión fijó de esta forma para su recuerdo. II. EL MÁS ANTIGUO ‘MITO’ DE IBERIA Y DE OCCIDENTE: LAS YEGUAS LUSITANAS EN LA ILÍADA DE HOMERO. LAS DEMÁS FUENTES ANTIGUAS SOBRE EL MITO. ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DEL NUEVO CORPUS. PARA UNA NUEVA EVALUACIÓN DE LAS FUENTES LITERARIAS SOBRE EL SUPUESTO “MITO” DE LAS YEGUAS DE OLISIPO Seguirá ahora una relación por orden cronológico de todos los autores (17) y textos (23) que mencionan las yeguas de Olisipo o el fenómeno mismo como indicio de su pervivencia. Como antes dije, los autores modernos de los siglos XX vienen citando sólo entre 6 y 10 textos. Pero, tras una concienzuda recopilación, en la que estos números se triplican o se doblan, lo más interesante es que el más antiguo en mencionar a las yeguas lusitanas 43 CHIC GARCÍA, 1997, pp. 10-11 y 15-16: “La sociedad actual ha demonizado la palabra “mito” quitándole todo sentido de veracidad y ha ensalzado hasta el absurdo la palabra ‘lógica’, de tal modo que se suele decir en ambientes normales que algo no puede ser verdad porque no es lógico, dando por sentado que la realidad se identifica con el pensamiento racional humano. Nos llena de orgullo ese aspecto de racionalidad de nuestra naturaleza animal y tendemos a pensar que lo que no es racional no es humano (y, en último término, como antes dijimos, que ‘no es’). La racionalidad se ha convertido en el baremo de la veracidad... de forma que el mito, según lo define nuestra Real Academia Española de la Lengua, es simplemente ‘fábula, ficción alegórica, especialmente en materia religiosa’. Pero ese orgullo racionalista, que encuentra su triunfo en el marco dieciochesco de la Ilustración en el que nace nuestra Academia, nos ha empobrecido notablemente al privarnos en buena medida de esa otra manera de interpretar el mundo (‘nuestro mundo’) que es la que representa el mito...” El autor cita varias fuentes en torno al tema que aquí estoy tratando, en cuanto tiene que ver con el hálito vital, residente desde Aristóteles sobre todo en el macho y en su esperma. 44 Así A. GUERRA, en un reciente y bonito artículo (2005: p. 244). 45 En un caso (el texto n.º 21) la referencia es a las yeguas de Capadocia, pero nos sirve en cuanto el estrecho paralelo con objeto de reforzar otros testimonios sobre la duración de la vida de los potros. [ 177 ] ALICIA M.ª CANTO no será ya el romano Varrón, que suele encabezar la lista,46 sino el padre de todas las fuentes clásicas, Homero, con lo que este “mito”, aunque así se quiera seguir considerando, pasaría a ser en mi opinión el más antiguo conservado de todos los europeos occidentales. 1) LAS YEGUAS LUSITANAS EN LA ILÍADA DE HOMERO En efecto, ya en el primer testimonio de la literatura europea, la Ilíada, se encuentran dos citas diferentes sobre caballos muy veloces concebidos por vientos divinos: XVI, 149-152 y XX, 219-229. Ambas se vienen ubicando en Grecia y en el área de la propia Troya, y cuando se traen a colación, a veces, es como lejanos precedentes del mito lusitano. Pero pueden ser bastante más. Siguiendo el orden de la obra, la segunda de tales citas, que se halla en el canto XX y es la más conocida, recuerda a los doce potros que Bóreas, el viento del Norte, hizo concebir a las yeguas de Erictonio, el mítico rey de Troya de inmensas riquezas.47 Pero la que me interesa ahora es la primera que se halla en el desarrollo del poema, en el canto XVI que, aunque viene atribuyéndose también a un escenario griego, podría atribuírse ya a Occidente, y con ello pasar a ser la primera referencia cronológica sobre nuestro ‘mito’. Se encuentra en el relato de la preparación del combate que supondrá la muerte de Patroclo: 1) Homero (h. siglos IX-VIII a.C.),48 Iliada, canto XVI, vv. 149-152: “Luego, Patroclo mandó a Automedonte — el amigo a quien más honraba después de Aquiles, el destructor de hombres, y el más fiel en resistir a su lado la acometida del enemigo en las batallas — que enganchara los caballos. Automedonte unció bajo el yugo a Xanto y Balio, corceles ligeros que volaban como el viento y tenían por madre a la harpía Podarga, la cual los concibió del viento Céfiro mientras se hallaba pastando en una pradera a las orillas del Océano. Y con ellos puso al excelente Pédaso, que Aquiles se llevara de la ciudad de Eetión cuando la tomó, corcel que, no obstante su condición de mortal, seguía a los caballos inmortales.”49 Por ejemplo en A. GUERRA, 1995: p. 119: “Este [el relato en Plinio 8, 166] debe remontar a Varrão…”. El mismo autor, en 2005, siguiendo ya a BERMEJO, 1982: “(Motiv…) dessen Ursprung in den mythologischen Erzählungen aus vorrömischer Zeit gesucht werden muss”. 47 Iliad., XX, vv. 219-229: [Eneas a Aquiles]... Y a su vez Dárdano tuvo por hijo al rey Erictonio, que fue el más rico de los hombres mortales; tenía tres mil caballos, que pastaban junto a un pantano, las hembras felices junto a sus tiernos potros. Bóreas se enamoró de algunas de ellas y, transfigurándose en un caballo de negras crines, las cubrió. Ellas engendraron doce potros que, cuando saltaban sobre la tierra fértil, podían correr sobre los tallos sin romperlos, y cuando sobre el ancho dorso del mar, rozaban las crestas mismas de las olas. Erictonio fue padre de Tros, que reinó sobre los troyanos... 48 Para la cronología redaccional de Homero sigo la más reciente y autorizada opinión de POWELL (2004: p. 33, 41), según el cual debió de ser al menos en la primera mitad del siglo VIII a.C., si no antes, basándose en inteligentes reflexiones acerca del comienzo de la escritura entre los griegos y de las relaciones más antiguas entre fenicios y griegos. 49 Sigo la traducción de L. Segalá para ed. Juventud (Barcelona, 1965, p. 237), excepto en la frase en letra normal, que retraduzco porque ignora la palabra róon, aunque es curioso que en la del mismo autor para Bruguera (Barcelona, 1967), p. 290, se dice “paciendo en una pradera junto a la corriente del Océano”. La misma idea en la versión de M. Casamada para la edit. Diamante (Barcelona, 1959: p. 262). 46 [ 178 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO La referencia a “Océano” en este texto ha venido siendo traducida, de forma muy general, como “el río (llamado) Océano”, porque así lo hicieron con esta expresión griega, Par™ ª’on<Wkeanoi~o, los autores de las más populares y reeditadas traducciones de los siglos XIX y XX al francés y al inglés (revertidas también ambas con frecuencia en español): Charles-Marie Leconte de Lisle (1818-1894): “la Harpye Podargè avait conçus de Zéphyros, lorsqu’elle paissait dans une prairie aux bords du fleuve Okéanos”, y Samuel Butler (1835-1902): “...whom the harpy Podarge bore to the west wind, as she was grazing in a meadow by the waters of the river Oceanus”. Más recientemente, también Paul Mazon, en su influyente traducción comentada en la col. Budé, insiste en la misma línea: “La Harpye Podarge les a enfantés pour le vent Zéphyr, alors qu’elle paissait dans une prairie aux bords du fleuve Océan”.50 Se inducía así a la idea de que tal “río Océano” se ubicaría, pues, en algún lugar de Grecia, o bien en un espacio impreciso del fluido exterior del mundo. Sin embargo, e’ou y `Wkecnoi~o, aunque en un uso no raro en Homero,51 no están en el mismo caso gramatical, y por lo tanto en principio no deberían aquí traducirse juntos, siendo el sustantivo è’oj traducible en primer lugar como “corriente, flujo”.52 En este caso, pues, conviene más la traducción literal: “junto a la corriente del Océano, al borde del Océano”. Un uso muy similar encontramos en el canto XVIII, v. 239, cuando al atardecer Hera obliga a Helios a sumergirse ùp,Wkeanoi~o r’aj. En otros casos, Homero le llama pótamos Okéanos, pero lo hace cuando se refiere a su concepción geográfica general, como un gran río que bordeaba todo el mundo conocido (lo que coincide con lo que dice Hesíodo),53 dando lugar a todas las criaturas. La mejor imagen de este uso la ofrece al hacer la descripción del escudo de Aquiles (XVIII, v. 606), por cuya orla corría “la poderosa corriente del río Océano”, llamándole, aquí sí, el pótamos Okéanos. Pero creo definitiva su definición en el canto XXI, 196-197: “El rey Aqueloo mismo no puede compararse a Zeus, ni a la gran violencia del profundo Océano, del que se generaron todo el mar, todos los ríos, todas las fuentes y todos los manantiales”.54 Es legitimo deducir, pues, que Podarge fue cubierta por Céfiro junto a las costas del que llamamos Océano Atlántico. 50 Ed. Belles Lettres, París, 1961, p. 105. Aunque, paradójicamente, en la n. 1 de la pág. 98, al canto X, v. 392, donde se menciona de pasada a estos mismos caballos, Mazon dice que fueron fecundados “aux bords de l’Océan”. La frase es correctamente traducida en la PWRE (art. de H. KENNER), col. 1140: “Zephyros verband sich mit ihr, da sie auf einer Wiese an der Flut des Okeanos weidete”. Para Estesícoro es también Podarge la madre de los caballos regalados por Hermes a los Dióscuros (ibid.). 51 LIDDELL-SCOTT, 1899, s.v.: “Hom. ...freq. with gen.”. 52 LIDDELL-SCOTT, 1899, s.v.: “stream, flow of water, current... current at sea”. 53 Theog. XI.775-806: El Oceáno que vuelve sobre sí mismo. Para Hesíodo, Océano es el padre de diecinueve ríos divinos y de cincuenta ninfas, las Oceánidas. 54 En el canto XIV es incluso “el padre de los dioses”. La misma idea de que el Océano es el generador de todas las aguas se conserva todavía en Suda: “El mar que rodea toda la tierra [...] del cual fluyen todos los ríos, todos los mares y todas las corrientes (de agua)” (Ω 43 Adler). [ 179 ] ALICIA M.ª CANTO En la musivaria romana encontramos con cierta frecuencia la figuración de Oceanus como una serpiente, lo que entronca con mitologías mucho más antiguas.55 Así por ejemplo en el bello mosaico de la cruelmente amenazada ciudad de Zeugma (Gaziantep, Antakya, Turquía), en el que Okéanos aparece, como dragón marino, entre la pareja Tetis y Peleo. Tetis habita con Océano en su palacio “en los confines de la fértil tierra” (Iliad. XIV, 197-198), y a la vez es Tetis, como se recordará, la madre de Aquiles, el dueño de los caballos de Podarge (véase infra). Bajo estos dos puntos de vista: 1) la diferenciación del Océano como pótamos (el gran río exterior) y como róos (la corriente del “gran mar”), y 2) el escenario de la unión entre Céfiro y la harpía Podarge,56 el lugar de la cita no puede ser otro que la costa más occidental de Europa. Y por ello creo que se puede afirmar que el texto de Homero que comentamos no es sólo un precedente o un paralelo griego para el ‘mito’ de las yeguas lusitanas, sino que es realmente la primera referencia de él, aunque bajo una forma poética y adaptada al poema troyano: del fenómeno concreto que tenía lugar, según los autores posteriores, en las cercanías de Olisipo. Esta afirmación que hago implica aceptar que Homero ya tenía constancia del hecho, lo que situaría su existencia antes del siglo VIII a.C. Lo primero no es tan inverosímil si recordamos lo que Estrabón afirma en su célebre parágrafo III, 2, 13 acerca de las noticias que Homero tenía del extremo más occidental de Europa, y de cómo, “como en la Iliás, también en la Odysseia [Homero] convirtiera lo histórico en narración fabulosa, según es costumbre de los poetas”: “Ahora bien, instruido por la voz de la Historia de todas estas expediciones guerreras a las costas meridionales de Ibería, conocedor también de la riqueza de estas regiones y de los bienes de todas clases que poseen y que los phoínikes dieron a conocer, [Homero] tuvo la idea de colocar aquí la mansión de las almas piadosas, y el “Elýsion Pedíon”... donde desde el seno del Okeanós se levanta el soplo armonioso y refrescante del Zéphyros”. En el mismo sentido se manifiesta en III, 4, 4.57 Cf. [en línea] <http://mk29.image.pbase.com/u10/andrys/upload/37925038.mImg_3119.jpg. En el mito cosmogónico babilónico o Enuma Elish, Tiamat era la serpiente marina, personificaba el mar y era anterior al caos. También contrajo matrimonio con un dios de aguas nacientes, Apsu, dando origen a los demás dioses. 56 Por cierto que veloz como los caballos. El hecho, con o sin mención del lugar concreto, tiene eco en autores tardoantiguos, como Quinto de Esmirna, Posthom. VIII, vv. 150-157 (del que vid. infra texto n.º 18). 57 “No es de admirar que el poeta [Hómeros] describiese los viajes de Odysseús de una manera novelesca, suponiendo que la mayor parte de sus hazañas las había llevado a cabo más allá de las Stélai, en el Atlantikón Pélagos (y no forja una fábula increíble, puesto que los lugares y demás circustancias aducidas por él difieren en poco de los históricos); no fueron tampoco inhábiles los que, admitiendo la veracidad de estas narraciones y la ágil destreza del poeta, vertieron la poesía de Hómeros en la ciencia, tal como hizo Krátes el de Mallós y algunos otros. Pero hay quienes, entendiendo de un modo harto torpe la obra de aquél, no sólo la despojan de todo interés científico, como si el poeta hubiese sido un cavador o un segador, sino que juzgan de locos a los que intentan interpretarla” (traducciones de A. GARCÍA Y BELLIDO, 1993, pp. 154-155 y 184-185, comentando, muy en su línea: “Strábon, que creía a pie juntillas las leyendas homéricas, trata aquí de justificar su credulidad...”). 55 [ 180 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Por una parte, las noticias sobre la fertilidad occidental eran algo conocido entre los autores griegos, comenzando por el propio Homero según dice Estrabón en I, 1, 4: “Mostró también [Homero] la felicidad de los hombres del Occidente, así como la templanza del ambiente, convencido, como parece, de la riqueza ibérica, esta riqueza que impulsó primero a Heraklés a llevar a cabo su expedición; luego los phoínikes, que se crearon un gran imperio, y por último a los rhomaíoi; aquí pone el poeta los soplos del Zéphyros, aquí también coloca el Campo Elysion, adonde Menélaos -dice- fue conducido por los dioses...”,58 y siguiendo por el fragmento de Polibio a través de Ateneo sobre la riqueza natural de Lusitania, en la que “debido al clima tan favorable, tanto hombres como animales son muy prolíficos, y la tierra es constantemente productiva”.59 Por su lado, la fecha histórica de la fundación de Gades, alrededor de 1100 a.C. según las fuentes literarias,60 y las recientes investigaciones arqueológicas, sacando a la luz la existencia real de factorías fenicias en la fachada atlántica de Iberia hasta el río Mondego, sobre todo la de Abul, cerca de Lisboa,61 justifican y hacen verosímil el que hubiera llegado a conocimiento de Homero toda esa información sobre el Occidente, y con ella el eco de las zefíreas yeguas occidentales, que le sirve para, “convirtiéndolo en fábula”, embellecer el origen de los caballos del hijo de Tetis, y no será éste el único rastro homérico que encontremos cerca de Lisboa. Puesto que, como en otra ocasión veremos, el análisis de los nombres de ambos caballos de Aquiles, Xánthos y Baliòs, nunca puesto en relación real con las razas equinas lusitanas, más otras evidencias, nos darán sorprendentes resultados que inclinarán más aún a aceptar éste de la Ilíada como el primer testimonio directo del ‘mito’ y con ello el relato más antiguo de los de Occidente. No dejaré de comentar, por último, el hecho de que un relevante zoólogo como es Claudio Aeliano considere todavía, más de mil años después, que Homero “tenía un notable conocimiento” del tema de los caballos, y ello en el momento exacto en que cita, al respecto del ‘mito’ que tratamos, los dos párrafos homéricos que acabo de glabar (vea infra texto n.º 14). Esto alumbra un nuevo aspecto en la valoración de dichos textos. Ibid., p. 258 (referencias a Iberia contenidas en otros libros). Athen. VIII.330 c, recogiendo una cita de Polibio del perdido libro XXXIV de sus Historias. Una idea recurrente que aparece, por ejemplo, en Plinio, incluso asociándola directamente con nuestras yeguas (vid. infra). 60 No es momento de entrar en este problema, pero las pruebas arqueológicas, aunque no estén aún disponibles de momento sino hasta (según autores) el siglo IX u VIII a.C., algún día llegarán; ausencia no es inexistencia, ni es óbice para negar la veracidad de las fuentes literarias, como con frecuencia se hace por muchos arqueólogos e historiadores. En este sentido véanse por ejemplo GONZÁLEZ WAGNER, 1996 y MEDEROS, 2004. 61 Se contarían entre dichas factorías y asentamientos fenicios, por ejemplo, Torres Vedras, Castro Marim, Santa Olaia y, sobre todo, Abul, ubicada justamente cerca de Lisboa, entre Setúbal y Salacia, cf. SCHATTNER, 1998, pp. 29-30 y passim s. vv., especialmente el yacimiento n.º 216, pp. 158-159. 58 59 [ 181 ] ALICIA M.ª CANTO 2) LAS DEMÁS FUENTES SOBRE EL ‘MITO’ (presentadas cronológicamente): 2) Aristóteles (384-322 a.C.), Historia animalium VI.18.4 (572 a, 8-15: Peck II, 298) y 571 a 13-17: “En cuanto a la impaciencia por el intercambio sexual, las más ansiosas entre todas las hembras son las yeguas, y a continuación la vaca. Las yeguas se vuelven hipomaníacas, y este vocablo, derivado de este animal, se aplica de forma blasfema a las mujeres que tienen deseos sexuales desordenados. Se cuenta (légontai) que en esta misma estación (perì tòn kairòn toûton)62 (las yeguas) son preñadas por el viento (‘exanemoûszai); y esto es porque en Creta los machos nunca se retiran de las hembras...”.63 3) M. Terencio Varrón (118-30 a.C.), De re rustica II.1.19: “Altera pars est, in fetura quae sint observanda, quod alia alio tempore parere solet. Equa enim ventrem fert duodecim menses[...] In fetura res incredibilis est in Hispania, sed est vera, quod in Lusitania ad Oceanum in ea regione ubi est oppidum Olisipo, monte Sagro quaedam e vento concipiunt certo tempore equae, ut his gallinae quoque solent, quarum ova “hypenemia” appellant. Sed ex his equis qui nati pulli, non plus triennium vivunt”.64 4) P. Virgilio Marón (h. 42-37 a.C.), Georgicon III, vv. 266 y 272-283: [266] “Scilicet ante omnis furor est insignis equarum... [...] [272] ...(vere magis, quia vere calor redit ossibus), illae ore omnes versae in Zephyrum 62 Cf. 573 a, 25: “En líneas generales, los animales están más ansiosos por el intercambio sexual durante la primavera, aunque no todos paren en la misma estación” (ed. Peck, p. 304). Incluso el grave Plutarco se hace eco de ello, en Symp. VIII.I.3: “El mismo viento, el viento, puede salir del seno de una nube y fecundar a las aves antes de que llegue la estación del celo.” 63 Cf. también 541a, 30, donde hay un párrafo interpolado sobre un aspecto en relación con éste (ed. Peck, ibid., 110 con nota a, recordando el precedente de Homero). En Creta, quizá por el homotopónimo Ida troyano. Continúa con la explicación detallada de que las hembras no se detienen hasta que están exhaustas, o llegan al mar, expeliendo una secreción sexual llamada hippomanés. 64 «Otra cosa hemos de observar en cuanto a la reproducción, y es el tiempo que dura. Pues la yegua ocupa su vientre doce meses, la vaca diez, la oveja y la cabra, cinco, el cerdo cuatro. En esto de la reproducción ocurre algo increíble en Hispania, pero es verdadero: que en Lusitania, cerca del Océano, en la región próxima a donde está la ciudad de Olisipo [Lisboa], la misma que la del Monte Sagrado, hay una época concreta en la que algumas yeguas conciben del viento, igual que las gallinas cuyos huevos se llaman “hypenemia”. Sin embargo, los potros que nacen de estas yeguas no viven más de tres años». Es quizá el autor de más crédito, el que Séneca (Cons. ad Helv. 1) calificó como el doctissimus Romanorum y al que Plinio dedica también grandes elogios (NH XXXV.11). [ 182 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO stant rupibus altis, exceptantque levis auras, et saepe sine ullis coniugiis vento gravidae (mirabile dictu)...”65 5) Pompeyo Trogo (ép. Augusto), en M. Juniano Justino, Epit. Hist. Philip. Trog. Pomp. XLIV.3.1 y 3.6: In Lusitanis iuxta fluvium Tagum vento equas fetus concipere multi auctores prodidere. Quae fabulae ex equarum fecunditate et gregum multitudine natae sunt, qui tanti in Gallaecia ac Lusitania et tam pernices visuntur, ut non immerito vento ipso concepti videantur[...]66 6) L. Junio Moderato Columela (c. 30-40 d.C.), De re rustica VI.XXVII.4-7: “[4] Nec dubium, quin aliquot regionibus tanto flagrent ardore coeundi feminae, et etiam si marem non habeant, assidua et nimia cupiditate figurantes sibi ipsae venerem, cohortalium more avium, vento concipiant. Neque enim poeta licentius dicit: [...]67 [7] Cum sit notissimum etiam in Sacro monte Hispaniae, qui procurrit in occidentem iuxta Oceanum, frequenter equas sine coitu ventrem pertulisse foetumque educasse, qui tamen inutilis est, quod triennio, prius quam adolescat, morte absumitur.68 Quare, ut dixi, dabimus operam, ne circa aequinoctium vernum equae desideriis naturalibus angantur. 7) Cayo Plinio Segundo el Viejo (c. 77 d.C.), Naturalis Historia IV.116: ... Oppida a Tago memorabilia in ora Olisipo, equarum e Favonio vento conceptu nobile, Salacia cognominata Urbs Imperatoria...69 65 “Pero las más furiosas de todas [en la lujuria] son las yeguas... en la primavera... se dirigen a las cimas de los peñascos, con la boca girada hacia el Céfiro, se impregnan de las ligeras brisas y a menudo, sin apareamiento alguno, ¡qué prodigio!, son fecundadas por el Viento...” Proceden del libro III, dedicado a la siembra, a la cría y cuidado del ganado y a la apicultura. Continúa hasta el v. 283 con el relato del flujo llamado hippomanes, que ha tomado de Aristóteles. 66 Como ya dije, Trogo Pompeyo es el único, junto con Opiano (vid. infra texto n.º 15), que se muestra incrédulo. Pero aquí nos interesa porque deja constancia, en época de Augusto, de que “muchos autores se referían a esta fábula...” En 3.6 interesa también: In huius gentis (scil. Lusitani) finibus sacer mons est, quem ferro violari nefas habetur... 67 Cita aquí las Geórgicas de Virgilio, obra de la que el hispano se declara admirador en cuanto a toda la temática rústica, véase el texto n.º 4. 68 Varrón, Columela, Silio Itálico y, sobre todo, Vegecio, que trata de la veterinaria científicamente, (textos núms. 3, 5, 9 y 18) se refieren a este dato de la breve vida de los potros. Lo que dice Columela de que es una “prole inútil” concuerda con otra afirmación suya, algo más adelante, sobre la cría del potro, VI, XXIX, 4: Equus bimus ad usum domesticum recte domatur; certaminibus autem expleto triennio; sic tamen ut post quartum demum annum labori committatur. Por tanto, aunque tan veloces, morían cuando llegaban a la mejor edad para adiestrarlos para las carreras. 69 “...Entre las ciudades dignas de memoria desde el río Tajo se halla, en la costa, Olisipo [Lisboa], famosa por por la fecundación de sus yeguas por el viento Favonio (esto es, del Oeste)...”. Obsérvese que Plinio da este fenómeno como la principal causa de la fama de la ciudad. He subrayado también Salacia (h. Alcácer do Sal) por lo que luego se verá. [ 183 ] ALICIA M.ª CANTO 8) Id., ibid. VIII.166: Constat in Lusitania circa Olisiponem oppidum et Tagum amnem equas Favonio flante obversas animalem concipere spiritum, idque partum fieri et gigni pernicissimum ita, sed triennium vitae non excedere.70 9) Id., ibid. XVI.93: Ordo autem naturae annuus ita se habet: primus est conceptus flare incipiente vento Favonio, ex a. d. fere VI idus Febr(uarias). Hoc maritantur vivescentia e terra, quippe cum etiam equae in Hispania, ut diximus. Hic est genitalis spiritus mundi a fovendo dictus, ut quidam existimavere.71 10) Silio Itálico (25-101 d.C.), Punica III, 378-383: At Vettonum alas Balarus probat aequore aperto, hic adeo, cum ver placidum flatusque tepescit, concubitus servans tacitos, grex perstat equarum et Venerem occultam genitali concipit aura. Sed non multa dies generi, properatque senectus, septimaque his stabulis longissima ducitur aestas.72 11) Id., ibid., XVI, vv. 363-365: [Tertius currebat… Pelorus73…]. ... Mirabile dictu, nullus erat pater: ad Zephyri nova flamina campis Vettonum eductum genetrix effuderat Harpe. 70 “Consta que en Lusitania, cerca de la ciudad de Olisipo y del río Tajo, las yeguas, giradas hacia el viento que sopla del Oeste, conciben de un espíritu, y que paren así un animal rapidísimo, pero que no supera los tres años de vida...”). Ese “consta” indica a mi juicio una verificación del fenómeno por parte de Plinio o de su fuente. Compárese además con Id., ibid. VIII, 205: Suilli pecoris admissura a Favonio ad aequinoctium vernum, aetas octavo mense, quibusdam in locis etiam quarto, usque ad octavum annum. Partus bis anno, tempus utero quattuor mensum, numerus fecunditati ad vicenos, sed educare nequeunt tam multos. Diebus X circa brumam statim dentatos nasci Nigidius tradit. Implentur uno coitu, qui et geminatur propter facilitatem aboriendi. Remedium, ne prima sublatione neque ante flaccidas aures coitus fiat. 71 “El orden anual de la naturaleza se desarrolla así: lo primero es la fecundación al empezar a soplar el viento Favonio desde aproximadamente el sexto día antes de las idus de febrero [scil., el 8 de febrero]. Este viento fecunda todo cuanto nace de la tierra; todavía más: en Hispania, como hemos dicho, fecunda también a las yeguas” (trad. V. Bejarano, FHA 7, 151-152). 72 “En la llanura, Bálaro ejercita a los escuadrones de Vetones. Entre éstos, en cuanto la suave primavera enti-bia el aire, resguardando secretos lechos, un enjambre de yeguas se yergue inmóvil, y conciben de ese aire genital una misteriosa fecundación. Sin embargo, es poco el tiempo de esta prole: pronto les alcanza la vejez, y son siete años el máximo tiempo que pueden pasar en sus establos.” Rosado Fernandes (art.cit. supra 1985) considera esta cita una simple imitación de Homero no extrapolable al Occidente pero, como veremos algo más abajo, no lo es. Por otro lado, parece que hemos de admitir que durante la Segunda Guerra Púnica el territorio vetón alcanzaba el Atlántico por el Oeste. 73 El caballo Pelorus lleva el nombre del piloto de Aníbal que, en 204/203 a.C., conduciendo al derrotado general fuera de Italia, fue objeto injusto de su crueldad, o quizá el de la ninfa marítima Pelorias que aparece antes, en monedas de Messina de h. 310/288 a.C. En todo caso, el nombre resulta apropiado para encajar en un ambiente oceánico como el de Lisboa. [ 184 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO 12) Id., ibid., XVI, vv. 426-429: …. “Genitore, Pelore, te Zephyro eductum nunc nunc ostendere tempus, discant, qui ecudum ducunt ab origine nomen, quantum divini praecellat seminis ortus.74 13) Id., ibid., XVI, vv. 430-433: Victor dona dabis statuesque altaria patri!” Et, ni successu nimio laetoque pavore prodius elapso foret inter verba flagello, forsan sacrasset Zephyro, quas voverat, aras.75 14) Claudio Aeliano (c. 175 - c. 235 d.C.), De natura animalium IV, 6:76 Los hombres expertos en la cría y cuidado de los caballos manifiestan que éstos disfrutan sobre todo en los suelos pantanosos, en las praderas y en los sitios ventosos. De ahí que encontremos que Homero (quien a mi juicio tenía un notable conocimiento de estos asuntos) diga….77 Además, los cuidadores de caballos son testigos frecuentes de que las yeguas son preñadas por el viento….78 15) Opiano de Apamea (post 211 d.C.), Cyneg. I.284 y 323, y III.353-356:79 Así de veloces son los caballos ibéricos de pies rápidos como el viento… Incluso los rápidos tigres, la progenie del veloz Céfiro… Pero aunque corra con la velocidad del Viento, 74 “Mira, Peloro, que llega el momento de demostrar que eres hijo del Céfiro, que éstos de origen vulgar vean cómo les supera el que procede de una estirpe divina.” 75 “Una vez que hayas vencido, ofrecerás dones y elevarás altares a tu padre. Y, en efecto, si Durius no hubiera sido traicionado por la emoción de un gran éxito o un alegre temor, no hubiera dejado escapar su fusta junto con sus palabras, y quizá habría consagrado a Céfiro los altares que le había prometido”. Véase más abajo el apartado II.3 para las conclusiones específicas de este texto. 76 La obra, originalmente en griego, se denomina Peri¢ ZÍwn `Idiotøtoj. Traduzco de la edición en latín de F. Jakob De Natura Animalium Claudii Aeliani a Friderico Jacobs editi apud Fridericum Fromannum, Jenae, MDCCCXXXII, p. 49. En su pág. 99, C, dice erróneamente que Aeliano no trata del tema de las yeguas pero, como puede verse, sí lo trata. No hace una mención expresa del fenómeno en Lusitania, pero interesa aquí porque cita como testigos del mismo a los criadores de caballos. Vid. también ed. Loeb (de Page, 1958), p. 221. 77 Aquí inserta la cita de Iliad. XX, 221, cf. supra el texto n.º 1. 78 Cf. también II, 46 (ed. Loeb, vol. 1, 145), donde se refiere a que todos los buitres son hembras, y que pueden ser fecundadas volando contra el viento del Este. 79 Opiano de Apamea o Pella, en Siria. Dedicó este poema a Caracalla, de ahí su datación posterior a 211. Sigo la edición de Loeb (de Mair, 1963), pp. 33, 35 y 143, y las agrupo bajo un solo número porque sólo la primera se refiere directamente a Hispania. Existe también una traducción comentada en español, de J. M. Robles Gómez (Madrid, Gredos, 1999). [ 185 ] ALICIA M.ª CANTO desde luego el Viento del Oeste no es su padre. ¿Quién puede creerse que las bestias salvajes se apareen con un novio etéreo? Porque esto es también una historieta absurda, que todo lo de esta raza es femenino, y que no se aparean con machos...80 16) Lactancio (cristiano, c. 264-c. 340 d.C.), Instit. divin., IV.12: Quod si animalia quaedam vento et aure concipere solere omnibus notum est, cur quisquam mirum putet cum Spiritu Dei, cui facile est quidquid velit, gravatam esse virginem dicimus?81 17) Cayo Julio Solino (c. 290-350 d.C.), Collectanea rerum memorabilium sive De mirabilibus mundi, 23.7:82 In proximis Olisiponis equae lasciviunt mira fecunditate: nam aspiratae Favonii vento concipiunt, et sitientes viros aurarum spiritu maritantur.83 18) Quinto de Esmirna (¿segunda mitad del siglo IV?), Posthomerica III, vv. 746-751:84 (Muere Aquiles, y sus dos caballos inmortales)… quieren huir hacia el curso del Océano y los antros de Tetis… hacia aquellos lugares en los que en el pasado la divina Podarge los dio a luz… en el lecho del rumoroso Céfiro…”85 80 Cf. C. ZIRKLE (1936), p. 101 con nota. En su primera cita Opiano asocia sin duda los caballos hispanos al viento, aunque el ser descendientes de él lo aplique después a los tigres, en la segunda. Curiosamente, después de darlo por hecho, en el libro III lo niega, siendo el único autor de todos los que aquí relaciono, junto con Justino a través de Trogo Pompeyo (vide supra texto n.º 5), que duda abiertamente de la posibilidad de la fecundación sin macho, aunque Opiano aplica su escepticismo a las tigresas. Es muy curiosa su frase “que todo lo de esta raza es femenino y que no se aparean con machos”, dos datos que ningún otro autor menciona pero tienen que ver con la explicación que más abajo ensayaré (apdo. III). 81 Lactancio es sólo el primero de los autores cristianos que citan el mito de Lisboa para apoyar la posibilidad de la concepción virginal. Refiriéndose a las gallinas lo hacen también otros, como el PseudoClemente (Recogn. VIII.25), con otra observación que citaremos infra. Orígenes, Eusebio, San Basilio y San Ambrosio utilizan el ejemplo de los buitres (cf. ZIRKLE, 1936, p. 112). 82 Cf. supra el texto n.º 3. He usado la edición revisada de Th. Mommsen para Teubner (Berlín, 1895), t. II, p. 183, así como la afortunada traducción comentada, reciente, de F. J. Fernández Nieto (Madrid, Gredos, 2001, p. 344 y n. 693). Cita ad loc. el mito como “lusitano antiguo”, siguiendo a Bermejo Barrera (1982, cap. V pp. 87100), aunque corrigiendo la interpretación que éste hacia sobre un supuesto error de Solino en este pasaje, en el sentido de que las yeguas tendrían una segunda unión, carnal, tras su fecundación aérea. Lo cual no es así sino que, como bien dice Fernández Nieto, ésta reemplaza al coito físico. Más o menos por esta época podríamos contar con un texto de Claudio Claudiano, el poeta oficial de la corte de Honorio (De raptu Proserpinae, III, vv. 263268), que, aunque refiriéndose a las tigresas, parece contener el eco de la misma creencia. 83 “En las cercanías de Olisipo retozan yeguas de sorprendente fecundidad, pues conciben el aspirar el viento Favonio [scil., el Céfiro o del Oeste], y cuando están ávidas de machos se emparejan con el soplo de sus brisas”. Cf. con su 52.1: A Medis montibus auspicatur India, a Meridiano mari porrecta ad Eoum. Favonii spiritu saluberrima in anno bis aestatem habet, bis legit frugem, vice hiemis etesias patitur. 84 Sigo la traducción de F. Vian para la col. Budé (París, 1963, I, p. 124). Quinto habla también de ellos en VIII.154-157, donde menciona la ya conocida alegoria de que podían correr sobre las olas. 85 Parece interesante por fijar con bastante precisión el lugar donde se habría producido el parto, esto es, Occidente y el área de Lisboa, donde se nos transmite el mismo hecho. [ 186 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO 19) Flavio Vegecio Renato (c. 384-450 d.C.),86 Digestorum artis Mulomedicinae libri, III.7.1: De temporibus vitae (scil., equorum): … aetas longaeva Persis, Huniscis, Epirotis ac Siculis, brevior Hispanis ac Numidis[…].87 20) Marciano Capela (post 410 d.C.), De nuptiis Philologiæ et Mercurii. Liber VI: De Geometria, 629:88 Olissipone illic oppidum ab Ulixe conditum ferunt... Atlanticus vero et occiduus terminatur Oceanus, qui tum Hispaniae limitatur excursibus. In eius quoque confinio equarum fetura ventis maritantibus inolescit, volucres proli cursus ipso aspirante89 Favonio. 21) Agustín de Hipona (413-426 d.C.), De civ. Dei, XXI.5: Verum tamen homines infideles... existimant falsa esse quae dicimus, ipsi de tot mirabilibus rebus, quas vel videre possumus vel videmus, debent reddere rationem. [....]. In Cappadocia etiam vento equas concipere, eosdemque fetus non amplius triennio vivere.90 Si se trata del famoso general, al cual se atribuye generalmente este ensayo. Ed. E. Lommatzsch, Leipzig, 1903, p. 249. Considero esta cita de tan acreditado tratado veterinario como una confirmación experta de la segunda parte de nuestro ‘mito’, pues confiere realidad a la mayor brevedad de la vida de los caballos hispanos. En el propio Vegecio podemos encontrar igualmente confirmación de su velocidad (en III.6.4: De signis, quibus agnoscitur patria (scil., equorum)… curribus Cappadocum gloriosa nobilitas,Hispanorum par vel proxima in circo creditur palma. Nec inferiores prope Sicilia exhibet circo, quamvis Africa Hispanis sanguinis velocissimos praestare consueverit), lo que, sin embargo, no es nada nuevo, pues hay muchas otras citas antiguas al respecto, terminando por el epistolario de Símaco a fines del siglo IV. Esta brevedad real de sus vidas se encuentra por último en San Isidoro (infra texto n.º 23). 88 En la edición para Teubner de J. Willis, 1983, pp. 218-219. Es curioso que poco antes, en el parágr. 628, para referirse al supuesto origen del nombre de Lusitania, se refiere al a lusu Liberi patris vel cum eo bacchantium sociavit como una “fábula”; sin embargo, la cuestión de las yeguas no la considera igual. En la traducción inglesa de W. H. Stahl y R. Johnson (1977), p. 233 y nota 72, sólo citan a Plinio y Varrón, y por este orden. 89 Los msc traen spirante, este aspirante es conjetura de J. Willis en su edición citada (ibid., p. 219) a partir de Solino (texto n.º 17), que parece su fuente. 90 “Muchos hombres infieles, sin embargo, consideran falsas las cosas que predicamos, especialmente las maravillosas que podemos ver o vemos realmente, cuando lo que es verdad es que existen muchas cosas que la Razón no puede explicar y que, sin embargo, son ciertas... Así la yeguas que en Capadocia son preñadas por el viento, y sus crías viven sólo tres años”. Es curioso cómo continúa: “Éstas y otras innumerables maravillas están recogidas en la historia, no sobre hechos pasados, sino en torno a lugares que aún permanecen. No tengo tiempo aquí para ampliar esto por no separarme de mi propósito, pero que esos escépticos que niegan el crédito de los escritos divinos, que justifiquen esas maravillas racionalmente, si es que pueden...”. Cita en el cap. 6 a historiadores serios que apoyan tales maravillas, como Varrón, indicando incluso que “no es difícil encontrar testigos que documentan lo que nosotros mismos podemos también comprobar”. Entre ellas se encuentra el fenómeno de las yeguas y, aunque él cita las de Capadocia, nos es aplicable en cuanto testimonio antiguo y por la cita de Varrón. Al comentar este texto en concreto (1936, p. 101), C. Zirkle añade, cáusticamente: “...the Bishop of Hippo was anything but a sceptic. The following extract… illustrates perfectly the intellectual standards which made the Middle Ages possible.” 86 87 [ 187 ] ALICIA M.ª CANTO 22) Isidoro de Sevilla (560-636 d.C.), Etymologiarum sive Originum libri XX, IX.5.25: Eosdem (scil., a los hijos espurios) et Favonios appellabant, quia quaedam animalia Favonio spiritu hausto concipere existimantur.91 23) Id., op.cit., XII 1, 44: Aetas longaeva equis Persicis, Hunnicis, Epirotis ac Siculis in annis ultra quinquaginta, brevior autem Hispanis ac Numidis et Gallicis frequens opinio est. 3) ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DEL NUEVO CORPUS Si hacemos una breve síntesis de lo que estos textos antiguos en su conjunto nos aportan acerca del ‘mito’ (sigamos llamándole así de momento) de las yeguas y el Céfiro, obtenemos las siguientes conclusiones: i) Número y pervivencia. Aparte de su ahora más que doblado número – 23 textos de 17 autores –, al repasar esta larga serie de textos antiguos lo primero que llama la atención es la supervivencia durante al menos dos mil quinientos años del relato de un fenómeno que resulta chocante e increíble sólo con oírlo la primera vez. ii) Credibilidad. El grado de credibilidad que tal relato consigue es anormalmente alto para una supuesta leyenda, puesto que, incluso dejando a un lado aquéllos de estirpe poética, como Silio (en los que sería disculpable cualquier recurso al mito), entre tantos autores solamente Pompeyo Trogo en época de Augusto y Opiano de Apamea en el siglo III mencionan el fenómeno como imposible (textos 5 y 15), y ello no sin reconocer ellos mismos la gran cantidad de autores que lo dieron como cierto. Más increíble casi resulta que el crédito se mantuviera, como hemos visto en la parte I, hasta prácticamente el siglo XX, también con las escasas excepciones ya citadas, como el marqués de Mondéjar en el siglo XVII o Pereira de Figueiredo en el XIX; incluso hubo quien viajó hasta el lugar para probar su falsedad, como Johannes Nieremberg en 1635, y hubo de volverse sumido en la mayor perplejidad. iii) Máxima antigüedad y dato sobre el Occidente. Puesto que se constata ya en Homero, que lo aplica poéticamente al lugar de nacimiento de los caballos de Aquiles. 91 Véanse también XIII.11.2 y 8: Ventorum quattuor principales spiritus sunt. Quorum… ab occidente Favonius… [8] Favonius nuncupatus eo quod foveat fruges ac flores. Hic Graece Zephyrus, quia plerumque vere flat; unde est illud (Virg. Georg. 1.44): “Et Zephyro putris se gleba resolvit”... Zephyrus Graeco nomine appellatus eo quod flores et germina eius flatu vivificentur. Hic Latine Favonius dicitur propter quod foveat quae nascuntur. Austro autem flores solvuntur, a Zephyro fiunt. Así como IX.V.25: In Cappadocia etiam vento equas concipere, eosdemque fetus non amplius triennio vivere. [ 188 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Conviene recordar que los datos que Homero tenía de la geografía occidental eran por vía fenicia, cuya presencia se documenta arqueológicamente, en efecto, y cada vez con más fuerza y antigüedad, a lo largo de la Portugal marítima, hasta más al N. de Lisboa. Esa circunstancia ya estaba documentada en Estrabón III, 2, 13 (cf. sub texto 1), mientras el “notable conocimiento [que Homero tenía] de estos asuntos”, refiriéndose directamente al ‘mito’ o a los caballos, nos lo corrobora Claudio Aeliano al citar expresamente Iliada XX, 221 (vid. bajo los textos 14 y 1). iv) No se trata de un mito. Su transmisión a partir del siglo IV a.C. y durante toda la época romana se da como un hecho que era tan increíble como comprobable, esto es, no como una fábula, sino apelando incluso a testigos. Así nos lo dicen autores fiables y/o hispanos, como Varrón en el texto n.º 3 (res incredibilis est in Hispania, sed est vera), Virgilio en el n.º 4 (saepe… mirabile dictu), Plinio en el 8 (constat in Lusitania), el experto Claudio Aeliano en el 14 (los cuidadores de caballos son testigos frecuentes…) o, sobre todo, Agustín de Hipona en el n.º 21, quien incluso anima a los escépticos a su comprobación (de tot mirabilibus rebus, quas vel videre possumus vel videmus…). Creo que es el carácter verídico del relato el que ha motivado su pervivencia, superando la etapa cristiana, en la que incluso se llega a utilizar el hecho como paralelo para un dogma de fe. Un simple mito pagano hubiera sido objeto, o bien de un análisis deconstructivo por los rétores (véase a continuación el parágr. 4), o bien de desenmascaramiento y ridículización por parte de los autores cristianos, como tantas veces les vemos hacer, ya desde Minucio Félix a fines del II d.C.,92 y en otros posteriores, sobre todo Arnobio hacia 300 d.C., el cual, justamente por ser el maestro de Lactancio, hubiera podido inducir a éste a la burla sobre la mera posibilidad real de tal ‘mito’ pagano. Pero lo que leemos en éste es justamente lo contrario. v) Amplia difusión. El hecho en torno a estas yeguas parecía ser vox populi, lo que no sólo se comprueba por su longevidad en la época antigua (durante casi quince siglos), sino porque algunos autores nos hablan de ello directa e indirectamente, véanse los textos 4 (Virgilio: saepe), 5 (Trogo: multi auctore prodidere), 6 (Columela: notissimum, frequenter), 7 (Plinio: Olisipo… nobile equarum conceptu), 8 (Plinio: constat) o 16, todavía a fines del siglo III d.C. (Lactancio: omnibus notum est). vi) Una vida breve que se comprueba. La primera versión del ‘mito’, la homérica, afirma que los caballos de Aquiles, como hijos de un dios, eran inmortales (texto 1 y pas- 92 Por poner un ejemplo de que cómo lo hacen, Min.Fel., Octav. 23: Quid? formae ipsae et habitus nonne arguunt ludibria et dedecora deorum vestrorum? Vulcanus claudus deus et debilis, Apollo tot aetatibus levis, Aesculapius bene barbatus, etsi semper adulescentis Apollinis filius, Neptunus glaucis oculis, Minerva caesiis, bubulis Iuno, pedibus Mercurius alatis, Pan ungulatis, Saturnus compeditis (citado a propósito del estudio de los leontocéfalos del mitreo de Mérida como Frugiferi vid. CANTO, 2003, p. 331). [ 189 ] ALICIA M.ª CANTO sim), pero esta idea sólo es seguida, y por razones obvias, por Quinto de Esmirna en sus Posthomerica (texto 18), puesto que tal inmortalidad, poética y fabulosa, desaparece cuando, ya en época romana, y corroborando la conclusión anterior, las referencias se ciñen a un hecho que se nos presenta como real. Así, la vida de los potros lusitanos es en verdad mencionada como breve, en torno a los tres años, por Varrón (n.º 3), Columela (n.º 6) y Plinio (n.º 8),93 mientras Silio Itálico (n.º 10) da a esta raza hasta siete veranos de vida, pero sólo excepcionalmente.94 Obsérvese que estos cuatro autores son hispanos o han tenido un conocimiento directo y específico sobre Hispania, y compárense entonces con el testimonio del muloveterinario Vegecio Renato (cuya experiencia con toda clase de razas equinas era enorme, según él mismo afirma) quien, al tratar sobre la longevidad de los caballos (texto n.º 19), nos confirma que éste es otro dato cierto: …aetas… brevior Hispanis ac Numidis, lo que nos volvemos a encontrar en Isidoro de Sevilla (n.º 2), que añade a los galos, y como una opinión común: …aetas… brevior autem Hispanis ac Numidis et Gallicis frequens opinio est. Algunas otras conclusiones de interés podemos deducir aún, etnográficas y geográficas: vii) De etnia vetona. A las primeras pertenecería la noticia de Silio Itálico, y por dos veces (textos 10 y 11), de la pertenencia, a fines del siglo III a.C., del territorio de Olisipo al pueblo vetón,95 lo que encaja con otros datos posibles. Por ejemplo, es curioso comprobar que el único testimonio en todo el Imperio del rarísimo antropónimo Balarus, que Silio (en el texto n.º 10) imagina para el jefe del escuadrón de vetones, se documenta justamente en la ciudad vetona de Avela (h. Ávila).96 viii) Dos cultos al Céfiro. El culto al viento del Oeste está muy antiguamente documentado entre los griegos, y ubicado en Occidente, pues en la propia Ilíada (XXIII.192) Aquiles invoca a Céfiro con libaciones en una copa de oro y prometiéndole otros dones, para que, junto con Bóreas, llegue y, soplando con fuerza, acelere la consunción del cadáver de Patroclo. Iris, la veloz mensajera, parte y les encuentra a todos reunidos en la mansión de Céfiro, que se halla en el extremo oeste, “en las bocas del Océano”, desde donde llegan hasta Troya “atravesando el mar”. Aunque escasas, contamos con otras referencias de su culto en Grecia.97 También san Agustín (texto n.º 21), aunque aplicándolo a los de Capadocia. Los autores modernos dicen siempre “tres o siete años”, pero en realidad Silio da el número de siete como un máximo y, por tanto, lo excepcional: septimaque his stabulis longissima ducitur aestas. 95 Pero este punto, que ahora nos llevaría demasiado lejos ahora, será desarrollado, Dios mediante, en un próximo trabajo. 96 Vid. el epígrafe en AE 1914, 14, HEp 3, 28 y ahora en HERNANDO, 2005, pp. 115-116, n.º 34: D(is) M(anibus) s(acrum) / Cadano Cabura[teiq(um)] / Balarus pat[er] / f(ilio) f(aciendum) c(uravit). Desde el punto de vista antroponímico también VALLEJO, 2006, p. 208. 97 Por ejemplo en las Argonáuticas (Val. Flac. 1, 188) se relata su culto marítimo junto con Poseidón, Glauco y Tetis. En Rodas existía un templo a Zephyròs como “el más rico de los Vientos” (Bacchyl., Epigr. 1) y Pausanias nos habla de un altar a él en la ciudad ática de Lakiadai (Periég. I.37.2). Aparte de ello, es muy conocida su representación en la famosa “Torre de los Vientos” ateniense, donde sabemos también por Pausanias (III.19.5) que tenía un altar específico. Vid. sobre este culto HAMPE 1967 (que no he podido consultar). 93 94 [ 190 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Ya en la Península Ibérica más en concreto, al menos de época de Avieno,98 conocemos, en efecto, su más antiguo lugar de culto,99 el santuario de la punta SO peninsular en los cabos de San Vicente-Sagres, en el área del romano promunturium Sacrum. Pero entiendo que éste parece dedicado “a los vientos del Oeste” en general, los que permiten cambiar felizmente el sentido de la navegación de cabotaje para girar hacia el Este y el Estrecho y, de hecho, es lo que dice la Ora Maritima.100 En cambio Silio Itálico, en su muy interesante texto n.º 13, parece confirmarnos la existencia de un espacio de culto in situ “al Céfiro procreador”, cuando se insta al caballo Peloro a “Victor, dona dabis statuesque altaria patri!”. Parece por ello muy lógico que en el espacio cercano a Olisipo mismo, que es donde se producía el fenómeno, existiera otro lugar de culto a Céfiro en su aspecto fecundador y, en efecto, ello se daba, a juzgar por el topónimo usado por dos conocedores cercanos, Varrón y Columela (textos 3 y 6), que llaman a la zona del hecho Mons Sacer, ubicándola mejor el hispano Columela: qui procurrit in Occidentem iuxta Oceanum. Esta zona es distinta de aquélla, algo más al N. y en la propia costa, dedicada al Sol y la Luna, en la foz del Colares. Por Virgilio e Isidoro hispalense sabemos que estaban consagrados “a los felices céfiros” los caballos blancos.101 ix) El área del fenómeno. En esto ha solido haber un acuerdo general, pues las fuentes antiguas son coincidentes, y ya aquellas pocas que antes se manejaban: in ea regione ubi est oppidum Olisipo (Varrón, n.º 3), in Lusitanis iuxta fluvium Tagum (Trogo, n.º 5), circa Olisiponem oppidum et Tagum amnem (Plinio, n.º 8), in proximis Olisiponis (Solino, n.º 17) Olisipone illic oppidum... in eius quoque confinium... (Capela, n.º 20). Se trata, por tanto, de un lugar cercano a Lisboa. Existe hoy, inmediato a la cuidad, el que aún se denomina Monsanto, que coincide más con el testimonio de Plinio (texto n.º 8), y los autores que han propuesto un lugar se han decantado más por éste. Sin embargo, creo que el área sagrada era más grande y, entre Monsanto y los cabos de Guía, Raso y Roca, abarcaría toda la Sierra de Sintra, como han dicho algunos de los “En el límite de la costa del Céfiro”, esto es, de la fachada occidental, vid. la nota 100. Por error, en su artículo “Zephyros” en la PWRE (s.v. col. 234), K. ZIEGLER afirma que no se conoce culto a Céfiro anterior al altar de Atenas, olvidando el testimonio de Avieno para el Oeste de Iberia: iugum Zephyro sacratum (Or. mar. vv. 225-226). 100 Or. Mar. 222-240: Hinc dictum ad amnem solis unius via est/ genti et Cynetum hic terminus. Tartessius / ager his adhaeret adluitque caespitem /225 Tartessus amnis. Inde tenditur iugum Zephyro / sacratum. denique arcis summitas / Zephyris vocata. Celsa sed ad fastigia / iugo eriguntur verticis; multus tumor / conscendit auras, et supersidens quasi /230 caligo semper nubilum condit caput./ Regio omnis inde maxime herboso solo est, / nebulosa iuge his incolis convexa sunt, / coactus aer atque crassior dies / noctisque more ros frequens. Nulla, ut solet, /235 flabra inferuntur, nullus aethram discutit / superne venti spiritus, pigra incubat / caligo terras, et solum late madet. / Zephyridos arcem siquis excedat rate, / et inferatur gurgiti Nostri Maris, /240 flabris vehetur protinus Favonii. / Iugum inde rursus, et sacrum Infernae deae… 101 Virg. Aen. 3.120: nigram Hiemi pecudem, Zephyris felicibus albam; Isid. Etym. XVIII.41, 1-2. 98 99 [ 191 ] ALICIA M.ª CANTO estudiosos, entre ellos ya Góis,102 con su avanzadilla en el Cabo de Roca o Promunturium Artabrum, Magnum u Olisiponense (según Plinio IV, 21). Esta zona sigue teniendo actualmente un microclima excepcional, con vegetación subtropical (incluso frente al Atlántico) debido a su particular régimen de vientos, y así ha sido reconocido nacional e internacionalmente.103 Dada la visión triangular de la península (Hispania universa terrarum situ trigona est104), todo este sector portugués puede entenderse en su conjunto, girado hacia el N, que todo él procurrit in Oceanum, por lo que debe de ser en toda su extensión en donde ocurría el fenómeno, e igualmente se rendiría el culto al Céfiro al que se refiere Silio Itálico. Pero añadiremos ahora el testimonio toponímico, para poder perfilar mejor el ámbito. x) Rastros en la toponimia menor. Parece resultar prueba de ello el que hoy en día, aproximadamente en el centro de este sector, se encuentre la llamada “Serra das Éguas”, de forma que podemos proponer una amplia zona para el fenómeno en torno al eje Monsanto-Amadora-Queluz-Sintra. Un estudio toponímico más detallado nos podría llevar más lejos, pero baste por el momento recordar que el propio concelho de Amadora tiene en su escudo municipal un anemómetro cruzado por un molino de viento, mientras dos de sus freguesías llevan por nombre “Venteira” y “Reboleira”.105 Muy curioso me parece también que la freguesía lindante al N., “Mina”, mantenga como patrona a Nuestra Sra. de la Concepción. Otros topónimos antiguos y modernos en o próximos a esta zona pueden ser también tomados en consideración, así la estación itineraria de Equabona sobre la vía Olisipo-Ebora, e incluso el lugar concreto donde se suele ubicar ésta, “Coina-a-Velha”, que parece recordar aún algo equino;106 en Coina se halla actualmente el “Complexo Real de Vale de Zebro”. 102 GÓIS, 1554, p. 881: aunque manteniendo la errónea lectura de Mons Tagrus, es éste quem nos Sintreum vocamus, a unas 24 leguas de Lisboa, extendiéndose sobre su amenidad y la “clemencia” de su cielo. 103 El “Parque Natural de Sintra-Cascais” fue creado por el Decreto-Ley 8/94, de 11 de marzo. Al año siguiente (París, 1995) el “Paisagem Cultural de Sintra” fue incluido entre los Sitios del Patrimonio Mundial. 104 Orosio (Hist. adv. pag., I.2.33) resume bien este parecer general de los antiguos. Entre el segundo ángulo, el galaico, y el tercero, el Sacro-gaditano, la península lisboeta se presentaba de forma manifiesta. 105 Venteira, como era de esperar, cuenta también en su blasón con dos molinos de viento de tres aspas. Pero estos apuntes son sólo un bosquejo de una búsqueda más detallada. En 1901 existían todavía en el término de Amadora, según la información municipal, 63 molinos harineros movidos por el viento. 106 Para Equabona véase por último ALARCÃO, 2004, p. 320 (con referencia a su “estação 5/287”). Esta estación se documenta en el It.Ant. 416,5 a 12 millas de Lisboa, con las variantes Aquabona y Equabona-Aequabona (msc. M, O, Q, T, U y V) y en el Ravenate IV, 43 como Abona. Algunos tramos de ella son visibles en la llamada “Estrada do Viso”. Para el lexema Coin- conviene recordar la existencia de antropónimos indígenas (aunque aún no hispanos) como Coinus, Coinnus, Ecoinus y Coinnagus. Por otro lado, ésta es la opinión de José Leite de Vasconcelos: «A palavra Coina representa ainda, quanto a mim, a antiga Equabona, designação de uma conhecida cidade da Lusitânia. A série das formas por que a palavra primitiva passou até hoje poderá ter sido a seguinte: Equábona>(E)quab(o)na > Cauna > Couna>Coina. A pronúncia popular actual supponho que é Côina, e não Cóina, que é litteraria» (cf. <http://www.azeitao.net/azeitao/preazeitao.htm>). Alcácer do Sal (Salacia) es aún famosa por su producción de arreos de cuero. [ 192 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Por otro lado, para el día en que se pueda profundizar en este aspecto de la toponimia,107 en un radio de unos 50 km en torno a Lisboa, dentro de la comarca llamada “Lisboa e Vale”, he podido detectar, aparte de los ya dichos, los siguientes topónimos (por orden relativo de proximidad): Zebreira, Zebro, Poldro de Baixo, Vale de Cavalos, Vale de Zebrinho, Monte Cavaleiros, Monte do Cavaleiro, Cavaleiros, Cavaleira, Cavalinhos, Monte dos Zebros, Vale da Zebra, Eguins, Cavalo, Zebras, Zebreira y Cavaleiros de Baixo (más adelante, en la parte IV, se verá por qué he recogido también los relacionados con “zebro”). Incluso sin haber podido entrar a analizar los microtopónimos, los ya dichos suponen una concentración temática sin precedentes y en conjunto deben conservarnos el ámbito de las grandes yeguadas lusitanas antiguas.108 xi) Otras informaciones. De fuentes que aún no he citado me serviré para fijar otras propuestas contenidas en el presente trabajo, que más abajo se verán: Así las citas de Plinio e Isidoro acerca de los distintos colores o capas de los caballos, a la que daré un curioso encaje tanto en Homero como en la epigrafía lusitana, o una que hasta ahora ha pasado desapercibida, en San Isidoro, que me permitirá sugerir que uno de sus étimos más curiosos y desconocidos sirve de casi perfecto precedente para una de las dos razas autóctonas portuguesas (vide infra parte IV). En resumen, como hemos ido viendo, con todo ello vamos ya abandonando el terreno del mito y de los mirabilia para pasar al de las realidades. 4) PARA UNA NUEVA EVALUACIÓN DE LAS FUENTES LITERARIAS SOBRE EL SUPUESTO “MITO” DE LAS YEGUAS DE OLISIPO A mi juicio, y como ya avancé, la razón más importante de la permanencia a través de casi tres mil años de este supuesto “mito de las yeguas lusitanas preñadas por el Viento”, y la causa por la que tan eminentes y creíbles autores antiguos lo conocieron y lo transmitieron durante siglos, es que en realidad nunca lo refirieron como un mito, sino como un hecho real, constatado y constatable, llegando incluso san Agustín (texto 21) a invitarnos a su comprobación.109 En este sentido quisiera llamar la atención en primer lugar sobre su significativa ausencia en obras de la Antigüedad dedicadas al género de la deconstrucción de mitos, un ejer- 107 Siento no presentar el pertinente mapa, pero estos topónimos se disponen de forma muy sugestiva en torno a Lisboa, y sobre todo en sus zonas N y E. Los topónimos con “Zebro” han sido recojidos recientemente por el paleontólogo M. TELLES ANTUNES (2002), según el cual los zebros se extinguieron hacia los siglos XIII-XV. 108 Dicho en el sentido étnico y no en el de la actual raza caballar de tal nombre, que no existía en la Antigüedad. 109 “...Especialmente las maravillas que podemos ver o vemos realmente... existen muchas cosas que la Razón no puede explicar y que, sin embargo, son ciertas... Así la yeguas que en Capadocia son preñadas por el viento, y sus crías viven sólo tres años... Éstas y otras innumerables maravillas... no sobre hechos pasados, sino en torno a lugares que aún permanecen... Véase la cita completa supra en en la nota 90. [ 193 ] ALICIA M.ª CANTO cicio de clase muy utilizado en época romana imperial, en el que el estudiante debía analizar un mito y tratar de refutarlo por ser “imposible, increíble, falso, oscuro, impropio”, u otras causas semejantes.110 Como reasuntivos de una larga tradición destacaré a Palefato (probablemente III a.C.) o a Heráclito “el Mitógrafo”111 (probablemente II d.C.), autores ambos de sendas obras denominadas Peri\ A > pàstwn (“Sobre los cuentos increíbles”), que se inscriben en una larga tradición (ya helenística) de desmontaje de los mitos. Es interesante el subtítulo en la de Heráclito: “La deconstrucción o cura de mitos tradicionales en los que la Naturaleza es violada”. En dichas obras se clasifican y explican los mitos antiguos según cuatro criterios: 1) racionalismo, 2) evemerismo, 3) alegoría y 4) etimología, según ellos, todos los mitos habrían tenido origen en alguna de esas cuatro causas. Sin poder profundizar más en esta línea, me parece claro que, basándose el “mito” lusitano del que venimos tratando en una flagrante violación de la naturaleza, no habría faltado su crítica en al menos alguno de los varios tratadistas antiguos sobre estas cuestiones. Es un argumento de época y, aunque ex silentio, no carente de significación, máxime cuando sí suelen incluir alguno de los hispanos, como el de Gerión. Los historiadores modernos, sobre todo a partir del siglo XIX, no intentaron ver qué podía haber de cierto en la noticia, sino que, a mayor racionalismo en el análisis, más se fue imponiendo el descrédito y la descalificación de los antiguos como hombres inexplicablemente crédulos. Recuérdense, por ejemplo, las frases de Pereira de Figueiredo ya en 1825, que elegí como comienzo de este trabajo: E admiro-me que houvesse, entre nós, quem professando ó estudo das Letras, propendesse para acreditar uma fabula tão palpavel..., o su clasificación como “bulo” por García y Bellido, más de un siglo después. Por esa causa ha ocurrido que lo que los antiguos referían como un hecho real y generalmente conocido fue siendo pasado a la esfera de lo fabuloso, y de esa manera es como llega, en el último cuarto del siglo XX, a ser analizado por distintos historiadores como un “mito etiológico”, a recibir una explicación dentro del “esquema trifuncional dumeziliano”, o como indicativo de la inferioridad o superioridad de las mujeres dentro de las sociedades antiguas, griega o lusitana, y otros análisis semejantes que a mi modo de ver van desencaminados. El de Zephyrus y las yeguas de Olisipo es un mito... moderno. En realidad, ante muchos de los autores antiguos que hablaron del fenómeno no era lo apropiado recurrir a una descalificación ligera y global. Me refiero a autores de la seriedad científica de un Aristóteles o, entre los romanos, de hombres eruditos y entre los más entendidos de su tiempo, incluso en los asuntos de la agricultura, la vida rústica y los animales, a los que necesariamente hemos de respetar aunque sólo sea por el resto de su obra, y que no ignoraban la necesidad de la unión carnal entre 110 Véase como reciente y buen trabajo el de J. STERN (2003); esta parte espec. en sus pp. 62-64. Para las obras antiguas, v. la edición Teubner de los Mythographi Graeci por N. FESTA (1902). 111 Sigo en esto la sugerencia de STERN (art.cit., p. 52), que cree este epíteto más apropiado que el de “el Paradoxógrafo” por el que tradicionalmente se le viene conociendo. [ 194 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO macho y hembra para que pueda existir procreación, lo mismo en la especie animal que en la humana. Así, Varrón, cuyos destinos como general de Pompeyo le trajeron a Hispania, sabe bien lo poco verosímil que es en principio lo que va a decir cuando nos asegura (texto n.º 3) que en esta parte de Hispania pasa una cosa “increíble”; pero la cuenta y añade que “es cierta”. Lo mismo cabe pensar de Columela, gaditano y por tanto próximo al escenario de esta maravilla, experto en temas rústicos, para el cual (texto n.º 6) “no existe duda” sobre el fenómeno, siendo además notissimus el caso de las yeguas de Olisipo, ¡y estamos sólo en época de Tiberio! La misma firmeza utiliza Plinio el Viejo, también visitante y profundo conocedor de la Península Ibérica, que nada menos que tres veces (núms. 7-9) se refiere a esta anomalía y aclara que el hecho “constat”, es decir, que se sabe con certeza que ocurre, e incluso que la fama de Olisipo la debe a este fenómeno: la ciudad es nobile equarum conceptu. Y qué decir de un Claudio Eliano (n.º 14) cuando, en un tratado zoológico, se apoya en los mismísimos criadores de caballos como testigos frecuentes de esta partenogénesis. Para mí, sin embargo, son los autores cristianos de la primera patrística casi los más sugestivos, pues no sólo no ridiculizaron y fulminaron este supuesto “mito pagano”, como hicieron por sistema con casi todos los dioses y las leyendas de los gentiles, sino que, sorprendentemente, llegaron a utilizarlo como precedente para explicar a los creyentes uno de los principales dogmas del cristianismo: que era posible la fecundación divina de una mujer sin intervención de varón, esto es, la de la Virgen María por el Espíritu Santo, el spiritus de Dios. Ellos encuentran entre los dogmas de su religión el embarazo de una virgen por obra de un spiritus,112 y de un Spiritus que también es Sanctus; y para su exégesis, ante los gentiles y ante su grey, recurren al conocimiento que la gente ordinaria tenía de un fenómeno similar en el mundo animal. Así que, como hace Lactancio en sus Institutiones Divinae (texto n.º 16), asimilan el milagro de la concepción sin varón de Jesús a un hecho real que, como él dice, “notum est”, “es conocido (por todos)”, cual es la fecundación de algunos animales gracias a vientos y brisas. ¿Cómo no podría Dios, dice Lactancio, y tras él otros diversos autores igualmente serios, obrar un prodigio semejante, si así Él lo quisiera? Millones de personas de nuestra propia época, casi tres mil años después de Homero, continúan –continuamos– creyendo en ese dogma de fe, lo que ya sería buena prueba de tales enseñanzas; pero lo que aquí nos interesa ahora es que todavía en el siglo IV d.C. la pregnancia de algunos animales hembras “por el viento”, esto es, sin varón, era una cosa comúnmente conocida. Y nuevamente san Agustín de Hipona (texto n.º 21), nada menos que en pleno De civitate Dei, nos asegura que cualquiera puede comprobar por sí mismo ésta y otras maravillas: No tiene más que viajar a los lugares concretos donde tales cosas 112 De hecho, es curioso que, en la lengua española como en otras, se conserve viva la asociación del vocablo “espíritu” a la idea de la generación, ya que su cuarta acepción es “principio generador” (Diccionario de la Real Academia Española, 22.ª edición, Madrid, 2001, s.v.). [ 195 ] ALICIA M.ª CANTO ocurren; son miracula, afirma, que nosotros mismos podemos comprobar, como encontrar con facilidad testigos idóneos de ellos. Ante este cúmulo de testimonios de la ciencia de la época, o de testigos de la misma, el historiador contemporáneo debería tener un cambio de actitud con respecto a su consideración simplemente fabulosa. Por eso parecería nuestra obligación, incluso corriendo el riesgo cierto de parecer a primera vista tan insensatos como los antiguos (o más, pues algunos siglos de ciencia moderna nos preceden), tratar de ver qué podría haber de cierto tras un fenómeno como éste, que desde el primer momento parece completamente inexplicable. Pero en el siglo XX, en el que el triunfo de la racionalidad fue completo, el relato de las yeguas y el viento no recibió más que duras críticas de credulidad, y el citado análisis como mítico, aunque, como ya vimos, en realidad no encajaba bien en ninguno de los cuatro tipos clásicos. Así, en los diversos estudios contemporáneos que he podido consultar, nadie trató de averiguar si podía encontrarse alguna verdad en el origen y transmisión de tan curiosa leyenda, por venir desde el pasado tan bien acreditada. Sólo el último de los autores modernos que cité, el fino clasicista Raúl Rosado Fernandes, terminaba su trabajo afirmando que “sería tentador ver en el mito la racionalización de algún hecho natural inexplicable por la ciencia antigua, pero nada puede encontrarse en la preñez de las yeguas que pueda inducir o soportar tal interpretación”; pero incluso él, tras descartar el embarazo psicológico, no descrito hasta ahora en las yeguas (y que, añado, además no produciría cría alguna), y la muerte y reabsorción de los fetos por la propia yegua – un caso real en Veterinaria pero que tampoco encaja en el resto de la historia – tuvo que reconocer que no podía “caer en la tentación” de explicarlo. Es el único autor de nuestros tiempos, hasta donde conozco, que al enfrentarse al tema sintió un impulso de verdadero respeto por las referencias de los autores antiguos. Partiendo de ese mismo respeto (que fue la causa principal de que me interesara por este curioso asunto de la Hispania Antigua, que tan bien cuadraba con el lema general de este Coloquio), y sin apartarnos de la seriedad a la que venimos obligados por nuestra época, hábitos metodológicos y trayectoria científica, trataré ahora de ensayar un acercamiento al hecho biológico que podría esconderse tras esos venerables testimonios, bajo el supuesto, en el que obviamente creo, de que en el pasado, al menos entre los siglos VIII a.C. y V d.C., ocurría lo que tantos autores nos dicen. III. LAS YEGUAS LUSITANAS, DEL MITO A LA REALIDAD, ¿A LOMOS DE UNA BACTERIA? POSIBILIDAD EN MAMÍFEROS E HIPÓTESIS DE TRABAJO 1) UN SORPRENDENTE ENDOSIMBIONTE: LA “WOLBACHIA” Descartaremos en primer lugar, y como es obvio, la mera posibilidad de que el viento, por sí solo o transportando algún otro elemento, sea capaz de producir la [ 196 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO fecundación de un mamífero. El viento sí es, desde luego, un elemento transportador decisivo para la polinización de las plantas. La asociación de los aires cálidos de primavera con la explosión vegetal propia de esta estación, o con la fecundidad general y la obtención de varias cosechas, es una muy correcta observación de los antiguos, aunque no supieran su mecanismo real; beneficio visible tan grande era suficiente para ganarse su divinización, y ya al menos desde época fenicia, en la que Baal dominaba los vientos, además con una presencia documentada en el sur del Portugal, quizá también en su centro costero.113 Más aún lo sería en la zona portuguesa de la que tratamos, como algún día se comprobará en la línea de los recentísimos estudios sobre las “autopistas de viento” oceánicas114. Incluso se está descubriendo en los últimos años el influjo de los vientos occidentales en la fecundidad de los propios mares.115 Pero ello nada tiene ni puede tener que ver con la fecundación de ningún mamífero. Cuando eliminamos este factor nos quedamos con un hecho biológico desnudo: algunas de aquellas yeguas se quedaban preñadas sin intervención de macho alguno. Procede, pues, plantearse que estaríamos ante un caso de autofecundación o, hablando en términos más apropiados, de una “partenogénesis”.116 La partenogénesis es un fenómeno biológico bastante conocido desde el siglo XVIII, cuando fue científicamente descrita,117 especialmente en plantas. Se define en Biología como el “modo de reproducción de algunos animales y plantas, que consiste en la formación de un nuevo ser por división reiterada de células sexuales femeninas que no se han unido previamente con gametos masculinos” o, lo que es lo mismo, “el proceso reproductivo en el que no se requiere la fecundación [masculina] del óvulo, produciendo descendientes genéticamente idénticos a la fórmula genética del organismo madre.” La partenogénesis puede ser natural o inducida. La más conocida de las naturales se da entre las aves, cuando las hembras producen huevos que pueden llegar a con- 113 Véase el trabajo de MAIA y SILVA, 2004, documentando en Tavira una serie de bothroì rituales dedicados a Baal y Astarté. En págs. 177-178 se extienden, con paralelos y bibliografía, sobre la cualidad de Baal Saphon como dios de las tempestades y, en general, de los vientos, asociados a su protección a los marinos y en los viajes por mar. Tras lo más arriba dicho sobre el temprano establecimiento de fenicios también en la zona de Lisboa, el mismo culto podía existir también en esas épocas más altas. 114 Véase la innovadora investigación de J. MUÑOZ et al. (2004), aunque de momento se han circunscrito a las “autopistas de viento” del hemisferio sur. Sus estudios, entre 1999 y 2003, sobre 1800 especies botánicas, con ayuda del escaterómetro del satélite QuikSCAT (1999), han demostrado empíricamente, y por primera vez desde la formulación de la hipótesis por Joseph Dalton Hooker en 1845, que son los vientos, y no la proximidad geográfica, lo que mejor explica la distribución de las plantas en el citado hemisferio. Servirían también para el transporte de algunas especies animales, aunque este segundo aspecto aún no ha sido verificado. 115 El proyecto “Ecomálaga” del Instituto Nacional de Oceanografía español está demostrando en esa zona procesos de afloramientos y enriquecimiento de nutrientes que a su vez provocan una elevada productividad pesquera de todo el ecosistema marítimo, cuya causa son los vientos de poniente cf. Hoja Informativa del I.E.O. n.º 49, marzo de 2001 (en línea en: www.ieo.es/images/pdfs/marzo2001.pdf) 116 Vocablo formado, como es obvio, a partir del gr. par q ûnoj, virgen, y de –génesis. 117 Por el francés Ch. Bonnet, vid. X. BELLÉS, 2005. [ 197 ] ALICIA M.ª CANTO vertirse en crías viables sin haber sido fertilizados por un macho. Los antiguos trataron el caso de los huevos de algunas aves (gallina común, perdiz, paloma, pavo real, ganso y ganso egipcio), de los que, como ya comentamos supra, hablaba Aristóteles llamandoles hypenémia o zephyría, y a los que Plinio dedicará también todo un capítulo, indicando que sólo se ven en primavera. Al día de hoy esto no sólo sigue existiendo, sino que vulgamente se continúa llamando a tal tipo de huevos, que son estériles, “huevos del aire”.118 La inducida puede ser provocada por otro ser animal o bien en laboratorio mediante distintas técnicas, y está de gran actualidad en los últimos años debido al auge de los experimentos sobre clonación.119 De hecho, la partenogénesis ha cobrado especial importancia dentro de otros dos campos científicos más nuevos y apasionantes, la Genética y la Genómica. Me apresuraré a manifestar que ambos son mundos enteramente desconocidos para mí, fuera de lo que puede ser comúnmente conocido por cualquier lector medianamente curioso. Pero, aún así, nada más adentrarme un poco en la bibliografía me tropecé con una proteobacteria que está también en los últimos tiempos de rabiosa actualidad: la “Wolbachia”, un extraordinario endosimbionte (es decir, que se aloja en un huésped y se beneficia de él),120 bautizada así por el nombre de uno de sus descubridores, en 1924.121 Pero dejaré aquí la palabra a algunos expertos para una explicación básica sobre esta proteobacteria. Según I. M. M. van Leeuwen: “En la década de los cincuenta un equipo de científicos se encontró con dificultades inesperadas al intentar cruzar dos razas distintas de una misma especie de mosquito. Durante unos 20 años la causa de esta incompatibilidad constituyó un misterio. Finalmente, en 1971, Janice Yen y Ralph Barr (Universidad de California) establecieron que una bacteria del género Wolbachia es la culpable del fenómeno hoy conocido como “incompatibilidad citoplasmática”. Wolbachia había sido observada por primera vez en 1924, en tejidos reproductivos de mosquito. Yen y Barr demostraron que la incompatibilidad citoplasmática tiene lugar cuando machos infectados por Wolbachia se aparean con hembras no portadoras de la bacteria. En este tipo de cruces, o no se produce descendencia, o ésta es muy reducida. Los investigadores comprobaron que la barrera reproductiva puede ser elimina- 118 Curiosamente, las voladoras harpías de la mítica griega unen a su proverbial lascivia una frecuente esterilidad. No menos curiosamente, sabemos por san Isidoro de otra aplicación del concepto: los hijos “espúrios”, sin padre conocido, que por analogía eran llamados también favonii (Etym. IX.V.24-25: Huic contrarius spurius […] velut apò toû spórou, hoc est seminis; non patris nomine. Eosdem et favonios appellabant, quia quaedam animalia Favonio spiritu hausto concipere existimantur...). 119 De todos los experimentos recientes, uno sobre todo llegó ampliamente a la sociedad, el de la famosa oveja “Dolly” que, curiosamente y como se recordará, murió bastante antes de lo previsto (vide infra). 120 La endosimbiosis es una asociación interdependiente entre dos especies en la que una de ellas, típicamente microbiana, vive dentro de la otra. 121 HERTIG y WOLBACH, 1924. [ 198 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO da mediante un tratamiento antibiótico que libere a los mosquitos de sus endosimbiontes bacterianos. Las bacterias del género Wolbachia son microorganismos capaces de infectar células de testículos y ovarios de muchas especies de insectos y de otros artrópodos, alterando profundamente la reproducción de sus hospedadores. Dependiendo de la especie afectada, la presencia de Wolbachia puede conllevar distintas anomalías. Así, en insectos, los microorganismos suelen causar la muerte de los embriones de uno de los dos sexos, generalmente del masculino. En cambio, en isópodos (crustáceos con todas sus patas iguales) y anfípodos (malacostráceos acuáticos sin caparazón) la infección por Wolbachia transforma machos genéticos en hembras morfológicas y funcionales. En especies gonocorísticas, el incremento de la proporción de hembras inducida por la bacteria, podría derivar en extinción en caso de extenderse demasiado el efecto feminizante. Según sus efectos, las alteraciones reproductivas asociadas a Wolbachia pueden clasificarse en tres grupos: - Incompatibilidad citoplasmática: Los machos infectados únicamente pueden generar una descendencia normal (en número) si se aparean con hembras infectadas. La ausencia de descendencia en los cruces incompatibles se debe o bien a que no se lleva a cabo la fecundación o bien a la muerte de los embriones. - Inducción de partenogénesis: Las hembras infectadas son capaces de reproducirse asexualmente a partir de óvulos no fecundados, produciendo hijas como descendencia. - Efecto feminizante: Las hembras portadoras de Wolbachia producen una descendencia mayoritariamente compuesta por hembras. Los embriones infectados con una dotación genética masculina se desarrollan como hembras morfológicas y funcionales. [...] No hay evidencias de la infección de mamíferos, pero esto no ha significado la pérdida de interés de los biólogos por la bacteria”.122 En palabras de otro muy conocido biólogo, John W. Kimball: “De forma natural la partenogénesis sucede también en algunos peces, diversos tipos de insectos y algunos lagartos. Aunque en algunas especies no mamíferas es el único método de reproducción, lo más común es que se dé sólo en algunas épocas. Por ejemplo los áfidos usan la partenogénesis en primavera, cuando hay mucho alimento. La reproducción por partenogénesis es más rápida que la sexual, y la reproducción asexual permite a los animales poder explotar más rápidamente los recursos disponibles. No ocurre normalmente en mamíferos por tener éstos genes impresos.123 En algunas especies de avispas la parteno- 122 “Alteraciones reproductivas asociadas a infecciones bacterianas del género Wolbachia”, muy interesante texto de la Wolbachia Home, que desarrolla la Prof. Ingeborg M. M. van Leeuwen, del Departamento de Biología Teórica de la Vrije Universiteit, Amsterdam (Holanda), cf. <http://www.bio.vu.nl/thb/users/ingeborg/WolbHome.html> (consult. octubre de 2004). 123 “A pesar de lo cual, dos ratones sanos han sido reproducidos en laboratorio por partenogénesis, es decir, a partir de dos genomas (haploides) femeninos (cf. T. KONO et al., 2004)”. [ 199 ] ALICIA M.ª CANTO génesis es forzada cuando se infectan con la bacteria llamada Wolbachia, que puede pasar a una nueva generación a través de los huevos, no del esperma, de forma que es ventajoso para la bacteria que haya más hembras. En estas especies, por ejemplo en las abejas melíferas, los huevos fertilizados (diploides) se convierten en hembras, y los no fertilizados (haploides) en machos; pero en las hembras infectadas por Wolbachia, todos los huevos bajo la endorreplicación producen huevos diploides que se desarrollan como hembras sin fertilización masculina, esto es, por partenogénesis.”124 A lo largo de las dos últimas décadas sobre todo los investigadores han descubierto que la Wolbachia125 infecta a una sorprendente variedad de especies de invertebrados. Y puede imaginarse la gran actualidad que tienen en estos últimos años los estudios sobre la partenogénesis misma, debido tanto a las investigaciones sobre “células madre” como a la clonación de seres vivos. No resulta de menor interés para la Medicina el haberse descubierto recientemente que es esta bacteria, y no los gusanos en los que ella se aloja, la culpable de desgraciadas enfermedades como la elefantiasis, o de la llamada “ceguera del río”, que afecta a más de 18 millones de personas en África, Iberoamérica y la Península Arábiga y que, gracias a este descubrimiento, pueden ser curadas con un simple antibiótico, que destruye la Wolbachia y restaura el proceso de fecundación normal (lo que nos será de interés también a nosotros para el presente estudio). Por su variado interés y posibles utilidades médicas se ha llegado a hablar recientemente de un «Wolbachia-boom», así A. Daniel en un buen artículo reasuntivo de las últimas novedades:126 “À cause des changements qu’elles induisent sur la reproduc- 124 John W. KIMBALL, en sus Kimball Biology Papers (1 mayo 2004) en: <http://users.rcn.com/jkimball.ma.ultranet/BiologyPages/A/AsexualReproduction.html, <http://users.rcn.com/jkimball.ma.ultranet/BiologyPages/A/AsexualReproduction.html#Parthenogenesis y <http://home.comcast.net/~john. kimball1/BiologyPages/ 125 En red hay ya una ingente cantidad de información sobre la Wolbachia, a la que remito, por ejemplo en www.bacteriamuseum.org; o la citada de Ingeborg M. M. van Leeuwen: www.bio.vu.nl/thb/ users/ingeborg/WolbHome.html. Existe un banco de datos de Wolbachia: <http://www.wolbachia. sols.uq.edu.au/hosts.cfm> y una base de datos genómica: <http://www.wolbachia.sols.uq.edu. au/genomics.cfm> Hay congresos específicos de la International Symbiosis Society, el próximo (5.º) tendrá lugar en Viena del 4 al 10 de agosto de 2006, bajo el lema Symbiosis in Vienna (<http://www.univie.ac.at/marine-biology/iss2006/htm/index.htm>, y donde uno de los grupos de ponencias se dedicará a “Enigmatic symbioses. Relatively new and/or particularly perplexing symbioses”. 126 A. DANIEL, 2003: “Non seulement les microbiologistes s’y intéressent, mais les entomologistes, les évolutionnistes et les médecins aussi (Bordenstein et al. 2001; Rasgon et Scott 2001; Stouthamer et al. 2001). Cela se traduit même par ce que l’on pourrait appeler un Wolbachia-boom. Considérée comme un véritable laboratoire vivant, cette bactérie fascine par ses capacités exceptionnelles de contrôler ses hôtes... Wolbachia pourrait même être en partie responsable de l’extraordinaire diversité observée dans les mécanismes de détermination des sexes chez les invertébrés (Knight 2001). Plus encore, les caractéristiques de Wolbachia laissent entrevoir d’importantes applications médicales et agronomiques (Rasgon et Scott 2001; Taylor et Hoerauf 1999; Vavre et al. 2000). Intimement liée à plusieurs espèces d’arthropodes, cette bactérie promet d’avoir de fortes répercussions en entomologie. Sans plus tarder, permettez-moi de vous présenter Wolbachia cette féministe encore mal connue.” Continúa con la bibliografía más destacada, toda ella muy reciente, en relación con sus variados efectos. [ 200 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO tion de leurs hôtes, les Wolbachia représentent néanmoins un modèle biologique exceptionnel pour étudier les processus régissant l’évolution des espèces. Une des propositions parmi les plus controversées est qu’elles pourraient même provoquer l’émergence de nouvelles espèces...”.127 De esta bacteria lo que más me interesó, a los efectos de encontrar una explicación biológica para nuestro curioso fenómeno lusitano (que ya no ‘mito’), es su poder para alterar la evolución de otras especies,128 su papel de “clonadora natural”, su asombrosa capacidad para trastornar el sistema reproductor de su huésped – donde ella se hospeda, como dijimos –, provocando, según ya hemos visto, desde la feminización de machos genéticos a la generación asexual de las hembras, un aumento de la fecundidad (observada, de momento, en insectos)129 y, a veces, la degeneración y la muerte prematura del huésped, característica que también me resultó muy llamativa recordando las frecuentes referencias de los autores antiguos acerca de la brevedad de la vida de aquellos potrillos “hijos del Viento”. Existe incluso en red un portal de la Wolbachia, con numerosos textos, artículos y bibliografía, al que, por no cansar más aquí al lector no familiarizado con estos temas, remito.130 2) SOBRE SU POSIBILIDAD EN MAMÍFEROS Por ahora, como he dicho, sólo está probada la presencia de la Wolbachia en algunos tipos de peces, muchos insectos (como moscas drosófilas, mosquitos, avispas y abejas), lagartos y gusanos, nematópodos y artrópodos. Pero ya se busca la posibilidad de hallarla en mamíferos. En los mamíferos el proceso de partenogénesis se planteaba como algo materialmente imposible, aunque – pues aquí tocamos datos del mundo clásico – hay que recordar que ya la mitología griega había imaginado tal cosa como posible. Es, por ejemplo, el caso de la diosa máxima, Hera, que dio a luz a Tifón y Hefesto sin concurso masculino.131 La razón de que ello no sea aparentemente posible es que en los mamíferos unos 50 genes llevan una “impronta” que impide la partenogénesis en ellos; su misión es justamente asegurar que la participación del macho en la procreación sea imprescindible. A. DANIEL, en el art.cit. en la n. anterior. “The trickery is part of a wider system that assures that as many wasps as possible will pass Wolbachia on to the next generation. Infected males can have offspring only with infected females, and infected females automatically pass the infection on to all their offspring.” (J. SHERWOOD en <http://unisci.com/stories/20011/0208011.htm>: Daily University Science News, 8-feb-2001) 129 A. DANIEL, art.cit.: “Une augmentation de la fécondité aurait été observée chez Trichogramma bourarachae. Il semble que les Wolbachia stimuleraient le nombres de mitoses par un mécanisme encore incompris (Girin et Boulétreau 1995)”. 130 Véase supra en la nota 122. 131 Y no sin alguna relación con nuestro tema, pues ya según Teágenes de Regio Hera representaría el elemento “aire” en los combates alegóricos de Homero. Y, de otro lado, “Tifón” era el viento violento y destructor, nombre propio que con igual sentido se sustantivó en español y otros idiomas. 127 128 [ 201 ] ALICIA M.ª CANTO Algunos aspectos relacionados se tratan en los caballos,132 y recientemente se ha conseguido producir en Japón, también con gran eco mundial, un ratón sano mediante partenogénesis de laboratorio, un “ratón sin padre” cuyo material genético es solamente de origen femenino, de dos genomas femeninos (haploides),133 para crear el cual no se usaron espermatozoides ni la técnica de clonación, y que llegó hasta la edad adulta con capacidad para a su vez reproducirse.134 Buena muestra del interés científico actual por la proteobacteria Wolbachia es que el primer mapa completo de su genoma acaba de ser publicado, en marzo de 2004, por el investigador norteamericano Prof. Jonathan Eisen, biólogo evolucionista del Institute for Genomic Research (TIGR) de Rockville y la John Hopkins University (USA).135 En la interesante nota de prensa del propio TIGR se extracta lo principal, aumentando a cuatro los efectos hasta ahora conocidos: “Biologists are interested in Wolbachia for many reasons, most notably the microbe’s tendency to cause negative effects only to males of their host species. Such adverse impacts include: - Parthenogenesis (infected females reproducing in the absence of mating to produce infected female offspring). - Feminization (infected males being converted into females). - Male-killing (infected male embryos being selectively killed), and - Cytoplasmic incompatibility (the limiting of reproduction of uninfected females that mate with infected males). The male-targeted effects are thought to have arisen because Wolbachia are transmitted specifically from females to their offspring and thus can increase their transmission by eliminating the non-transmitting males.”136 132 G. CARNEIRO et al. (2001): “The cleavage rate observed in this study suggests an IVM protocol that may serve as indirect evidence for both nuclear and cytoplasmic maturation in the horse. The study of parthenogenesis is useful as an approach to understanding the fundamental aspects of early embryonic development. In this context, parthenogenic development of an unfertilized oocyte to the morula stage, as was demonstrated in this study, could be a useful model to study embryogenic competence in the horse without including the confounding effects of sperm and fertilization treatments… We also demonstrated that equine oocytes can develop parthenogenetically to the morula stage.” 133 T. KONO et al., 2004. El ratoncillo que sobrevivió (y procreó ratones normales) fue llamado “Kaguya”, del nombre de una princesa del legendario nipón que fue madre de sí misma. Este logro, desde la Agriculture University of Tokyo, ha sido objeto después de numerosísimas publicaciones y polémicas, tanto científicas como éticas y religiosas. 134 Véase, entre otros muchos ecos de esta noticia, el comentario de S. MORENO y C. SIMÓN, “Nace el primer mamífero partenogénico”, disponible en línea en: <http://www.diariomedico.com/edicion/noticia/0,2458,473663,00.html>. 135 J. EISEN, 2004, en una de las variedades-modelo, la “Wolbachia pipientis wMel”, que infecta a la familiar mosquita de la fruta, la “Drosophila melanogaster”, que es a su vez un organismo-modelo en los estudios de Biología Animal. Esta publicación tuvo infinidad de ecos en prensa y en Internet. 136 La detallada nota de prensa es consultable en <http://www.tigr.org/news/pr_03_16_04.shtml>. [ 202 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Agradezco otra vez cordialmente desde aquí al Prof. Eisen, al que consulté expresamente sobre mi hipótesis, el que me haya confirmado137 que, aunque ellos no han desarrollado aún experimentos sobre ello, “no ve una razón para que la Wolbachia, u otros microbios similares, ‘male-targeting’, no puedan existir en mamíferos”, siendo un tema que también allí interesa por reportarse frecuentemente en algunas ganaderías norteamericanas la reiteración en el nacimiento de crías de un solo género, machos o hembras, el cual, como acabamos de ver, es otro de los efectos posibles que causa la Wolbachia. El Dr. Eisen, dándose cuenta de la especial naturaleza del problema que yo le planteaba (una afectación de Wolbachia pero en grupos equinos en la Antigüedad), me sugirió incluso una posible vía de confirmación experimental para mi hipótesis (que, obviamente, deberán llevar a cabo expertos en tal tipo de análisis), que reproduzco con sus propias palabras: “As for screening ancient samples, the real problem with this is that Wolbachia tend to be found only in very specific parts of the host (usually the eggs and other reproductive tissue). Therefore, teeth and bones may not be the right place to look. If there were samples of ancient horses where one could get at reproductive tissue that was well preserved (this might work on horses frozen in glaciers, or even those preserved like mummies) then one could use DNA forensic methods to look for Wolbachia. Alternatively, one could try and find modern female-biased populations of horses and their relatives and look for a bacterial-infection in them”.138 En nuestro caso lusitano, dado que parece difícil poder encontrar en el área que nos interesa restos de algún equino de época momificado, la comprobación podría hacerse sólo localizando alguna ganadería moderna que pudiera dar pistas sobre alguno de los efectos de la Wolbachia, sea por un exceso de ejemplares femeninos (recuérdese ahora, por cierto, la feminización constatada por Opiano de Apamea),139 sea por una vida más corta de lo habitual, aunque cabe también que ya no existan (vide infra). Tales ganaderías deberían buscarse, creo, entre las razas “Sorraia” o “Garrano”, por las razones que se apuntarán más adelante. He hecho algunos contactos al respecto, a propósito del siguiente objetivo del estudio, la identificación de las razas del fenómeno (vid. parte IV). En correo electrónico de fecha 25-10-2004. Renuevo aquí mi más sincero agradecimiento al Prof. Eisen por sus interesantísimas observaciones, que me permitieron poder exponer en este coloquio con tan considerable respaldo, sólo una semana después, la arriesgada explicación que se me había ocurrido, y que ahora desarrollo con más detalle. 139 Supra, parte II.2, en el texto n.º 15 cuando, refiriéndose escépticamente a los veloces caballos ibéricos y a los tigres, dice: “Porque esto es también una historieta absurda, que todo lo de esta raza es femenino, y que no se aparean con machos...” Puede que en algún momento quedara también registrada, en fuentes que no nos han llegado, una llamativa feminización en algún grupo caballar (de los buitres se decía desde antiguo que no había entre ellos machos, cf. supra n. 13). 137 138 [ 203 ] ALICIA M.ª CANTO En resumen, en palabras de J. Knight: “As interest in the bacteria explodes, strains of Wolbachia that are in the process of being incorporated by their hosts may be among the evolutionary treasures waiting to be discovered”.140 No quisiera terminar esta parte sin hacer referencia a la posibilidad real de tales trastornos genéticos en grupos aislados y a la posible causa de su desaparición. En cuanto a la primera, aparte de enfermedades conocidas, como el llamado síndrome de Rett, que afecta sólo a 1/15000 niñas a causa de un defecto en el cromosoma X, tenemos hallazgos recientes, como hace poco, en Turquía, cerca de la frontera con Siria141 de una familia kurda, de padres lejanamente emparentados, en la que 5 de los 19 hijos se desplazan encorvados, apoyándose sobre sus cuatro extremidades y palmas, manifestando supuestamente un gen recesivo, de mucho valor según parece para explicar la transición humana de la cuadrupedalidad a la bipedalidad, con objeto de que el lector se forme una idea de cómo pueden ocurrir estos fenómenos residuales (aunque en este caso se trata de un problema solamente genético, sin otros factores).142 También es interesante, en el caso de que algún día pueda comprobarse que la proteobacteria Wolbachia era en efecto la causa de la frecuente partenogénesis de estas yeguas de la Sierra de Sintra (o de que, por el contrario, no llegue a encontrarse nunca su rastro), comentar algo sobre el motivo más posible de su desaparición, en relación con la terrible enfermedad del Tercer Mundo a la que antes me referí. Pues, en efecto, la “ceguera del río” puede desaparecer, y lo está haciendo, gracias al simple empleo de los antibióticos sintéticos. En el caso que nos ocupa, creo que esto quiere decir que si, en algún momento de su historia posterior, los grupos caballares lusitanos infectados tomaron bactericidas naturales, o bien se les suministraron antibióticos (al grupo que hubiera conservado esta bacteria desde tiempos prehistóricos, por eso digo que en el caso de las yeguas sería una conservación “residual”, sólo en ese grupo), la proteobacteria moriría, pues no deja de ser una bacteria, y su efecto sobre el aparato reproductor en el que estaba alojada desaparecería, volviendo a la completa normalidad el ciclo procreador de las manadas en cuestión.143 140 KNIGHT, 2001. Igualmente, A. DANIEL, al finalizar su interesante artículo, ya citado (2003), con las futuras aplicaciones científicas de la Wolbachia, dice: “Bien sûr, les connaissances sur les Wolbachia sont encore insuffisantes et beaucoup de recherches ont lieu à l’heure actuelle dans de nombreuses directions. Qui sait? Ces recherches aboutiront-elles à de nouvelles applications encore plus prometteuses?” 141 Noticia de 8-3-2006, con diversas fotografías, en: <http://www.elmundo.es/elmundo/2006/03/08/ ciencia/1141780387.html>. 142 TAN, 2005 y 2006, cf. <http://www.ingentaconnect.com>. Es... “una característica genética recesiva, ocasionada por un cromosoma no sexual... De hecho el fisiólogo turco Uner Tan, de la Universidad Médica Cukurova de Adana, sostiene que todos estos rasgos típicamente humanos pueden ser el resultado de una mutación singular. Se trataría, según Tan, de un acontecimiento evolutivo ‘puntual’, como ya propusieron en su día los biólogos Stephen Jay Gould y Richard Lewontin, y no de una evolución gradual, como tradicionalmente sostiene la teoría darwiniana clásica.” (ibid.). 143 Toda esta parte de esta investigación necesitaría ser continuada con un trabajo de campo exhaustivo que no me es posible, lógicamente, realizar, pero para el que espero el animoso concurso futuro de colegas portugueses, incluso veterinarios, biólogos o genetistas, que quieran ayudar a resolver definitivamente esta curiosa cuestión de la antigua historia lusa. [ 204 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO 3) UNA HIPÓTESIS DE TRABAJO: LA WOLBACHIA COMO POSIBLE CAUSA DE LA ANTIGUA PARTENOGÉNESIS EN YEGUAS LUSITANAS Como conclusión: La aplicación de estas modernas vías de estudio genómico permitiría mantener como hipótesis de trabajo, y es lo que propongo aquí, que en la Antigüedad algunos grupos equinos lusitanos de las áreas próximas a Lisboa, probablemente de la raza Sorraia, pudieron haber mantenido en su seno de forma residual una infectación por la Wolbachia u otra bacteria similar, que provocara la frecuente procreación de yeguas sin intervención de un macho y, como otro de los efectos conocidos de la proteobacteria, la corta vida de los potros resultantes. Es posible también que el factor trastornante no fuera residual, o funcionara así sólo en algunos grupos de ellas.144 La falta de una explicación física, racional y evidente, al alcance del conocimiento popular e incluso de la sabiduría de la época, motivó que los antiguos (los propietarios y criadores de caballos, los veterinarios, los estudiosos, el vulgo...) se limitaran a describir, con la lógica admiración, el fenómeno, en el que el papel generador masculino fue atribuído a un “dios del viento”, que en el caso de Capadocia (donde es posible que se diera un fenómeno parecido) era Bóreas, y en el de Olisipo el Zéphyros griego o Favonius romano, cuyo papel “fecundador” y “germinador” estaba de todos modos muy bien acreditado.145 En esta explicación sobrenatural debieron de influir dos factores: Por un lado su tempranísimo uso por Homero quien, probablemente ya conocedor del caso por vía de las expediciones y relatos de los fenicios (visitantes de la zona bastante antes de su época), lo utilizó dos veces en su Ilíada como un recurso poético, el primero para los caballos de Aquiles, nacidos realmente en el más lejano Occidente, como vimos, y el segundo para las yeguas de Erictonio; los demás poetas sólo siguieron esta ruta. El otro factor, para los escritores etnólogos, geógrafos y veterinarios, fue encontrar la explicación de un proceso parecido por parte de Aristóteles para los “huevos del aire”, que también todos conocían. Este segundo grupo fue el que contribuyó a mantener la creencia en el viento como causa “científica” del mismo hecho en las yeguas, reforzado por los autores cristianos, que encontraron en ello un buen paralelo para la concepción de María sin varón. El fenómeno debía de durar aún en el siglo XVII, a juzgar por el testimonio antes citado (parte I.3) de J. Nieremberg en 1635. A partir de la Ilustración, pero sobre todo en el siglo XX, fueron los historiadores los que convirtieron en mito, o describieron como tal, lo que en realidad siempre había sido descrito por los antiguos como un hecho verídico y verificable. 144 Como ocurre en la familia turca que acabo de citar, en la que sólo una cuarta parte de los hijos heredó el citado gen regresivo. 145 Recuérdese, ad ex., las flores preñadas sine semine, por el Céfiro, en Ovidio: Ver erat aeternum, placidique tepentibus auris / mulcebant Zephyri natos sine semine flores... (Met. III.1.107-108). [ 205 ] ALICIA M.ª CANTO IV. ALGUNAS CUESTIONES PENDIENTES: SOBRE LA RAZA, LOS COLORES, LA EPIGRAFÍA Y SAN ISIDORO La presente extensión de este trabajo me obliga finalmente a aplazar el tratamiento que merecen otras investigaciones ya hechas, algunos de cuyos resultados sólo dejaré apuntados. En cuanto a de qué razas concretas podía tratarse he llegado, estudiando paralelos gráficos desde la Prehistoria hasta los mosaicos de la villa de Torre de Palma, Monforte146 (inmediata al actual criadero de caballos o Coudelaria de Alter do Chao, y donde se representaron tanto vientos como caballos), o las pinturas de la Casa del Anfiteatro de Mérida, a la conclusión de que, entre las tres razas de caballos más antiguas peninsulares según los genotipos de Janssens y Oelke:147 la Barb o Bereber, la Garrana, presente en la Península desde el Paleolítico Medio (Auriñaciense, Solutrense, Magdaleniense), y la Sorraia, es más probable optar por la Sorraia. Hacia 1922-1924, el prestigioso zoólogo portugués Ruy de Andrade (18801967)148 localizó un grupo perdido de unos 20 ejemplares de caballos de aspecto muy primitivo, en estado salvaje y a punto de extinción, que vagaban por el área entre Mora y la lezíria de Vila Franca de Xira, en la región de Coruche y la cuenca del río Sorraia, afluente por la izquierda del Tajo ya próximo a Lisboa. La zona “compreende territórios dos concelhos de Nisa, Portalegre, Gavião, Crato, Alter do Chão, Fronteira, Monforte, Elvas, Borba, Estremoz, Sousel, Arraiolos, Avis, Ponte de Sor, Mora, Coruche, Salvaterra de Magos e Benavente”.149 Los llamó “Sorraia” por la comarca (muy agreste) que ocupaban, en la que, desde áreas más favorables se habían replegado y salvajizado en tiempo inmemorial. Estudios ya en marcha hace años sobre el DNA de équidos, en el Centro de Biología Ambiental de la Universidad de Lisboa, y singularmente por el equipo de la Dra. Maria do Mar (que me informa de que pronto entrarán en la fase de estudio del DNA ancestral del Equus caballus en la Península Iberica), podrán definir mejor esta hipótesis.150 Entre tanto, podemos recurrir al tradicional método comparativo. 146 M. ENNAIFER, 1983; J. LANCHA y C. BELOTO, 1994; J. LANCHA y P. ANDRÉ, 2000. El joven P. P. SALGUEIRO (1993) pensó que los bellos caballos de esta villa eran de raza lusitana, vide infra. 147 P. JANSSEN et al., 2002. 148 Hay disponible en línea una breve semblanza histórica de este personaje, en relación con los “Sorraia”: <http://www.sorraia.net/principal.htm>, donde otras opiniones importantes suyas quedan reflejadas a través de entrevistas con sus herederos, que siguen manteniendo la ganadería en cuestión. 149 R. d’ANDRADE, 1926, 1937 y 1945. 150 Vid. en general LISTER 1998 y 2001; CARNEIRO, 2001; VILA, 2001, LUÍS 2002 y, sobre todo, OOM et al., 1994 y 2002. Aprovecho la ocasión para agradecer a la Dra. Oom y a su colaboradora D.ª Joana Morais sus amables indicaciones, que me dejan albergar esperanzas (26-12-2004): “Os marcadores moleculares existentes têm demonstrado ser eficazes na discriminação entre raças, contudo, a sua eficácia está muito dependente do número de indivíduos que compõem a amostra. Teoricamente é possível, sim, averiguar a questão da raça a que se refere a lenda, mas na prática depende da quantidade de amostras antigas que conseguir obter e depois da obtenção ou não de DNA amplificável dessas amostras”. [ 206 ] ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO Los Sorraia se pueden comparar fácilmente con los caballos dibujados en cuevas y grabados prehistóricos, pues presentan su misma poca alzada, cabeza de perfil convexo o subconvexo y, sobre todo, los características rayas acebradas en el lomo y en sus patas que son bien observables también en los testimonios pintados prehistóricos. Sus colores típicos son sólo dos: la mayoría muestran un castaño vivo o pajizo, que llamamos “bayo”,151 y la minoría un gris peculiar (“rato” y “cinzento-rato”), llamado “pelaje de ratón”. Es muy interesante destacar que casi el 100% de esta raza no presentan ninguna mancha blanca. La baja estatura, el color bayo, la ausencia de manchas blancas y los característicos “acebrados” o “encebrados” tienen, pues, que dirigir nuestras pesquisas. He tratado de ver cómo sería posible enlazar estas conclusiones raciales e iconográficas con algún dato o texto de la Antigüedad. Y he encontrado en efecto otas dos vías inéditas (que, como dije, desarrollaré también en otra ocasión), la primera a partir del color más clásico de la citada raza Sorraia. Es mérito de Andrade el haber observado que los nombres homéricos de los caballos de Aquiles, Baliós y Xanthós, se corresponden perfectamente con los colores “baliós” griego y “badius” latino, directos antecedentes etimológicos del término peninsular “bayo/baio” (el color castaño en castellano), y el color “xanzós”, rubio-amarillento y amarillento-rojizo en griego, que son justamente los colores de caballos antiguos más propiamente ibéricos,152 y particularmente en el caso de los Sorraia. Añado por mi parte ahora que no me parece una simple coincidencia el que en la epigrafía lusitana haya nada menos que 10 ejemplos de cognomina Badius/a y Badiolus/a, por 4 casos en la Tarraconense (siendo provincia mucho más grande), y sólo 5 en la Bética (provincia mucho más numerosa epigráficamente hablando). Se da además la peculiaridad de que todos estos Badii se concentran en un triángulo entre Salacia, Tavira y Cáceres.153 La segunda tiene que ver con el color citado y el nombre mismo de los garranos, que a mi juicio encuentran – y ésta será ya la última aportación de este trabajo – un curioso y olvidado precedente clásico sobre su antigüedad: El último enciclopedista antiguo, san Isidoro de Sevilla, hablando precisamente sobre los tipos de colores de los caballos, en Etym. XII.1.53, dice: Cervinus est quem vulgo guaranem dicunt. 151 Andrade lo llama “baio”, y también “croûtre de pain, jaunâtre”, y de este color eran todos los que él encontró en 1924: vid. su folleto de 1926. 152 El caballo de más alzada de época tardorrepublicana (por ejemplo en monedas) evidencia una mezcla de época púnica, y el “Lusitano” (que a veces se especuló fuera el representado en Torre de Palma) y el “Andaluz” no aparecen hasta la Edad Media, mediante una nueva mezcla con caballos árabes y norteafricanos, siempre de mayor alzada que los hispanos. Por ello estas dos razas no pueden ser tenidas en cuenta, a mi juicio, en el estudio de temas iconográficos antiguos. 153 Se trata de IRCP 77 (Tavira), 195 (Alcácer de Sal), 317 (Beja), 408 (Évora), 488 (Villaviçosa), CIL II, 583, HEp 6, 102 y HEp 11, 58 (Mérida), HEp 3, 135 (Robledillo de Trujillo, CC), HEp 6, 244a (Salvatierra de Santiago, CC). Cf. para la etimología desde el gr. bálios A. ATHANASSAKIS, 2002. [ 207 ] ALICIA M.ª CANTO Aeranem idem vulgus vocat, quod in modum aerei sit coloris. Sin poder entrar en los problemas léxicos, bien tratados recientemente,154 creo que el color leonado o “cervuno” guaranis puede ser el precedente directo de los típicos garranos portugueses. En el futuro espero poder completar todo lo que en esta última parte de mi trabajo sólo puedo dejar esbozado.155 I. VELÁZQUEZ, 2003, 414-416 y especialmente 416. Vaya ahora, last but not least, mi cordial agradecimiento a las entidades organizadoras de esta VI Mesa Redonda sobre a Lusitânia Romana: Lusitânia entre o mito e a realidade, y en particular al Prof. José d’Encarnação por su amable invitación, que me brindó la ocasión de compartir este coloquio con un grupo escogido de colegas, varios de ellos viejos sodales. Fue una satisfacción añadida que el espacio geográfico del encuentro, la bella Sintra, coincidiera con el escenario mismo del mito que me ha ocupado, tal como lo reflejó el logo de la propia reunión: un ligero caballo con las crines al viento. Reitero mis disculpas a la organización de esta mesa redonda, y en particular al Prof. Encarnação, por no haber podido mantener el título, el contenido ni el abstract inicialmente enviados (“Las yeguas de Olisipo y otros mirabilia Lusitana”), que tuve que cambiar a última hora. En efecto, el curso de la propia investigación me arrastró en sus últimos días hacia senderos tan imprevistos, que las novedades en torno al primero de los temas no hubieran dejado cabida a los demás en el tiempo y espacio disponibles; por ello tuve que renunciar a algunos otros mirabilia Lusitana que pensaba comentar, como la fundación de Olisipo por Ulises, la de Setúbal por Túbal, nieto de Noé, o aquella curiosa embajada de personalidades lisboetas que, según nos cuenta Plinio el Viejo, viajó hasta Roma expresamente para relatar de primera mano al emperador Tiberio cómo se había podido ver, en una cueva cercana a la ciudad, a un tritón marino que tenía «la forma de todos conocida» (¡!), tocando su caracola. Y, en la misma costa de Lisboa, a una «auténtica nereida», que cantaba lúgubremente mientras agonizaba (Plin. NH IX, 4, 9). Curiosamente, encuentro esto en Damián de Góis (1554): “Nos arquivos antigos do Reino, a cuja cabeça me encontro, existe um manuscrito antiqüissimo, que é um contrato entre o rei Dom Afonso III e o mestre dos Cavaleiros de São Tiago, Paio Peres; nêsse documento se determina que o tributo das Sereias e dos outros animais, pescados nas praias da mesma Ordem, se devia pagar, não ao mestre da Ordem, mas aos Reis. Donde se colige fàcilmente que as sereias eram freqüentes nas nossas àguas, visto que àcêrca delas se promulgou uma lei.” Sin comentarios... 154 155 [ 208 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA BIBLIOGRAFÍA ALARCÃO, Jorge de – “Novas perspectivas sobre os Lusitanos (e outros mundos)”, Revista Portuguesa de Arqueologia (Lisboa), 2001, vol. 4.2, pp. 293-350, [en línea], disponible en <http://www.ipa.min-cultura.pt/pubs/RPA/v4n2/folder/293-350.pdf>. – “Notas de arqueologia, epigrafia e toponímia – I”. Revista Portuguesa de Arqueologia (Lisboa), 2004, n.º 7.1, pp. 317-342 [en línea], disponible en <www.ipa.min-cultura.pt/pubs/RPA/v7n1/folder/11.pdf> AMATO LUSITANO (scil. Rodrigues, João) – Amati Lusitani, medici physici praestantissimi Curationum medicinalium Centuriae duae: Tertia et quarta. Lyon, 1580 (Barcelona, 1628), cf. SALVADO, 1992 y 2004. ANDRADE, Ruy d’ – Apontamentos para um estudo sobre a origem e domesticação do cavalo na Península Ibérica. Aproximações, Lisboa: Centro Tipográfico Colonial, 1926. – “Les chevaux du Sorraia”, in Comptes rendus du XIIème Congrès International de Zoologie (Lisboa, 1935), Lisboa, 1937, pp. 2368-2370 y lám. C, figs. A-D. – “O Cavalo do Sorraia”. Boletim Pecuário, 1945, XIII, pp. 1-13. ANTUNES, Miguel Telles – “The Zebro (Equidae) and its extinction in Portugal, with an Appendix on the noun Zebro and the modern “Zebra”. 9th ICAZ Conference Equids in Time and Space. Durham, 2002, pp. 210-235. ATHANASSAKIS, Apóstolos N. – “Okeanos: Mythic and Linguistic Origins”, in Proceedings of the Tenth Annual UCLA Indo-European Conference (Los Angeles, May 21-23, 1998), edd. K. Jones-Bley et al. (Journal of Indo-European Studies. Monograph 32), Washington, 1999, pp. 95-116. ATHANASSAKIS, Apóstolos N. – “Akhilleus’s Horse Balios: Old and New Etymologies”. Glotta (Göttingen), 2002 [2004], n.º LXXVIII, pp. 1-11. AZEVEDO, Luís Marinho de – Primeira Parte da Fundação, Antiguedades e Grandezas da Mui Insigne Cidade de Lisboa e seus varoens ilustres.... Lisboa: in officina Craesbeckiana, 1652. [ 209 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA BELLÉS, Xavier – “Precursores y fundadores de la Entomología moderna: Charles Bonnet (1720-1793), descubridor de la partenogénesis”. Boletín de la SEA, 2005, n.º 36, p. 316 ss. BERMEJO BARRERA, José Carlos – “Los caballos y los vientos: un mito lusitano antiguo”, in Hispania Antiqua (Valladolid), 1976, n.º VI, pp. 301-310. BERMEJO BARRERA, José Carlos – “Los caballos y los vientos: un mito lusitano antiguo”, en: id., Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Madrid, 1982. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, José M.ª – Religiones primitivas de Hispania. I. Fuentes literarias y epigráficas. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1961. – Diccionario de las Religiones Prerromanas de Hispania, Madrid: ed. Cátedra, 1975. – Imagen y mito. Estudios sobre religiones mediterráneas e ibéricas, Madrid: Cristiandad, 1977. – “La religión de los pueblos de la Hispania prerromana”, in I Coloquio Internacional sobre Religiones Prehistóricas de la Península Ibérica (Salamanca-Cáceres, 4-8 de mayo de 1987), Zephyrus (Salamanca) 1990, n.º 43, pp. 223-233. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, José M.ª y GARCÍA-GELABERT, M.ª Paz – “Mitos hispánicos”, in Mito y Ritual en el Antiguo Occidente Mediterráneo, ed. J. Martínez-Pinna, Málaga: Universidad de Málaga, 2002, pp. 197-220; Alicante, Universidad de Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005, [en línea], disponible en <http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=13986&portal=114> BRUMBLE, H. David – Classical Myths and Legends in the Middle Ages and Renaissance. A Dictionary of Allegorical Meanings, Londres-Chicago: Greenwood Publishing Group, 1998. CANTO, Alicia M.ª – “Frugifer Augustae Emeritae. Algunas novedades sobre el epígrafe del procurador imperial Saturninus y el gran mitreo de Mérida”, in Urbs aeterna. Roma entre la Historia y la Literatura. Homenaje a Carmen Castillo García, Universidad de Navarra, eds. C. Alonso del Real et al., Pamplona, 2003, pp. 303-337. – “Entre el mito y la realidad: Las yeguas preñadas por el Viento”, Revista de Cantoblanco. Noticias de la Universidad Autónoma de Madrid (Madrid), diciembre 2004, n.º 56, “Investigación”, p. 7; [en línea], disponible en <http://www. uam.es/informacion/gprensa/cantoblanco/cantoblanco56.pdf> (divulgación). [ 210 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA – “Las yeguas lusitanas preñadas por el Viento”, artículo ilustrado 17.12.2004, [en línea], disponible en <http://www.celtiberia.net/articulo. asp?id=1060> (divulgación). – “Yeguas fecundadas por el viento: ¿Ciencia o leyenda?”, in Historia de Iberia Vieja (Madrid), junio de 2005, n.º 1, pp. 38-41 (divulgación). CARNEIRO, Gustavo, et al., “Influence of Insulin-Like Growth Factor-I and Its Interaction with Gonadotropins, Estradiol, and Fetal Calf Serum on In Vitro Maturation and Parthenogenic Development in Equine Oocytes”, in Biology of Reproduction (Society for the Study of Reproduction), 2001, n.º 65, pp. 899-905, [en línea], disponible en <www.biolreprod.org/cgi/content/full/65/3/899> CENCILLO, Luís – Mito. Semántica y realidad. Biblioteca de Autores Cristianos n.º 299. Madrid: Editorial Católica, 1970. CHIC GARCÍA, Genaro – El mito de la mujer, el horno, el hombre y el viento (sobre el sentido de las palabras fornicar y follar). Sevilla, 1997, [en línea], disponible en <http://www.angelfire.com/pq2/chic/chicweb/FOLLAR.pdf> DANIEL, Anthony – “Bienvenue au «Wolbachia-boom»!”, Antennae (Société d’Entomologie du Québec), primavera 2003, n.º 10.2, [en línea], disponible en <http://www.seq.qc.ca/antennae/archives/v10n2p5.htm> EISEN, Jonathan, et al. – “Phylogenomics of the reproductive parasite Wolbachia pipientis wMel: A streamlined genome overrun by mobile genetic elements”. PLoS (Public Library of Science) Biology, March 2004, n.º 2 [en línea], disponible en <http://biology.plosjournals.org/perlserv?request=get- document&doi=10.1371/ journal.pbio.0020069> ENCARNAÇÃO, José d’ – Inscrições Romanas do Conventus Pacensis - Subsídios para o Estudo da Romanização (IRCP), Coimbra: Universidad de Coimbra, 1984. ENNAÏFER, Mongi – “Le thème des chevaux vainqueurs à travers la série des mosaïques africaines”, in Mélanges d’Archéologie et d’Histoire de l’École Française de Rome (Roma), 1983, n.º 95.2, pp. 817-858. ESPEJO MURIEL, Carlos – “La dimensión mítica”, in Florentia Iliberritana (Granada) 1993-1994, n.º 4-5, pp. 155-166, [en línea], disponible en <http://perso.wanadoo.es/ cespejo/mito.htm> [ 211 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Francisco – Didascalia multiplex. Nunc primum in lucem emissa, Lugduni (Lyon): sumpt. H. Cardon, 1615. FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, Alonso, «el Tostado» – Sobre los dioses de los gentiles. [Amberes, 1551], ed. de P. Saquero Suárez-Somonte y T. González Rolán. Madrid, 1995. FIGUEIREDO, António Pereira de – “Dissertação 4.ª: Das Egoas da Lusitania, de que se creo que concebião do Zefyro, e onde era nos campos de Lisboa, que ellas pastavão”, in Memórias da Academia Real das Sciências de Lisboa (Lisboa), 1825, n.º 9, pp. 63-247, espec. 100-106. FRONT, Dov – “The Expurgation of Medical Books in Sixteenth-Century Spain”, Bulletin of the History of Medicine, 75.2, 2001, pp. 290-296, [en línea], disponible en <muse.jhu.edu/journals/bulletin_of_the_history_of_medicine/v075/75.2front.pdf>. GANGUTIA, Elvira – “El caballo en la Odisea” Emerita (CSIC Madrid), 2003, n.º LXXI.2, pp. 197-221. GARCÍA Y BELLIDO, Antonio – España y los españoles hace dos mil años según la Geografía de Estrabón. Madrid: ed. Espasa Calpe, 1945 (10.ª ed.: Madrid, 1993). – Veinticinco estampas de la España antigua. Madrid: ed. Espasa Calpe, 1967. GARCÍA GUAL, Carlos – “La interpretación de los mitos antiguos en el siglo XX”. En: VV.AA. 1984, 23-47. GARCÍA IGLESIAS, Luis – “La Península Ibérica y las tradiciones griegas de tipo mítico”. Archivo Español de Arqueología (CSIC Madrid), 1979, n.º 52, pp. 131-140. GARCÍA MASEGOSA, Antonio – «Las yeguas fecundadas por el viento». Minius 1996, n.º V, pp. 97-101. GARCÍA QUINTELA, Marcos V. – Mitos Hispánicos. La Edad Antigua, Colmenar Viejo (Madrid): ed. Akal, 2001. GIL, Luís – La transmisión mítica, Barcelona: ed. Planeta, 1975. [ 212 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA GÓIS, Damião de – Urbis Olisiponis Descriptio. Lisboa, 1554 (Compl. en: Hispaniae illustratae seu rerum urbiumque Hispaniae Lusitaniae… scriptores varii, edd. R. Coraducius y J. Barvitius, vol. 2, tom. 2, Frankfurt: Marnius y Aubrius, 1603 (hay reed. de Munich, 1994 y traducción de 1999). GONZÁLEZ WAGNER, Carlos – “Los comienzos de la expansión fenicia en el Mediterráneo”, in Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (UCM), Madrid, 1996, [en línea], disponible en <http://www.ucm.es/info/antigua/cefyp/Biblioteca/ Wagner4.pdf>. GRAVES, Robert – Los mitos griegos. I, Madrid: Alianza Editorial, 1985 (2004), [en línea], disponible en <http://ebooks.noctis.com.ar/archivos/graves,%20robert%20-% 20los%20mitos%20griegos%20is.html> GROSSE, Robert – Fontes Hispaniae Antiquae VIII, Barcelona: Universidad de Barcelona, 1958. GUERRA, Amílcar Raul – Plínio-o-Velho e a Lusitânia. (Colección Arqueologia e História Antiga 1). Lisboa: ed. Colibri, 1995. – “Das Promontorium Magnum. Zur antiken Geographie der hispanischen Atlantikküste”, in Madrider Mitteilungen (Mainz) 2005, n.º 46, pp. 235-246. HAMPE, R. – “Kult der Winde in Athen und Kreta”, in Sitzungberichte der Heidelberger Akademie d. Wissenschaften. Phil.-Hist. Klasse (Heidelberg), 1967. HARVEY, William – Exercitationes de generatione animalium. Amsterdam: Janssonius, 1656. HERNANDO SOBRINO, M.ª del Rosario – Epigrafía Romana de Ávila. (col. PETRAE Hispaniarum 3). Burdeos-Madrid: 2005 HERTIG, M. y WOLBACH, S. B. – “Studies on Rickettsia-like microrganisms in insects”. Journal of Medical Research 1924, n.º 44, pp. 329-374. HEp – Hispania Epigraphica. Revista del Archivo Epigráfico de Hispania, UCM. IRCP – vid. ENCARNAÇÃO, José d’ [ 213 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA JANSEN, T. et al. (P. FORSTER, M. A. LEVINE, H. OELKE, M. HURLES, C. RENFREW, J. WEBER, K. OLEK) – “Mitochondrial DNA and the Origins of the Domestic Horse”, in Proceedings of the National Academy of Sciences (USA), 2002, n.º 99 (16), pp. 10905-10910. KNIGHT, Jonathan – “Meet the Herod bug”. Nature, 5 July 2001, n.º 412, pp. 12-14. KONO, Tomohiro et al. – “Birth of parthenogenetic mice that can develop to adulthood”. Nature, 22 April 2004, n.º 428, pp. 860-864. KÜHN, Karl Gottlob – Medicorum graecorum opera quae exstant. Leipzig: ed. Car. Cnoblochii, 1821 (vol. IV: Galeno, De usu partium). LANCHA, Janine y BELOTO, Carlos – Chevaux vainqueurs: Une mosaïque romaine de Torre de Palma, Portugal (catálogo de la exposición en Lisboa). París, Fondation Calouste Gulbenkian-Centre Culturel Portugais, 1993. LANCHA, Janine y ANDRÉ, Patrick – Corpus des mosaïques romaines du Portugal. II.1. Conventus pacensis. La villa de Torre de Palma, Lisboa: Instituto Português de Museus y Mission luso-française Mosaïque du sud du Portugal, 2000. LEEUWEN, Ingeborg M. M. van – “Alteraciones reproductivas asociadas a infecciones bacterianas del género Wolbachia”, [en línea], disponible en <http://www.bio. vu.nl/thb/users/ingeborg/WolbHome.html> LISTER, Adrian M. et al. – “Ancient and Modern DNA in a study of horse domestication”, in Ancient Biomolecules 1998, n.º 2, pp. 267. LISTER, Adrian M. y VILA, Carles – “Tales from the DNA of Domestic Horses”. Science Magazine, 13 Apr. 2001, vol. 292, n.º 5515, pp. 218-9. LOEBEL, David A. F. y TAM, Patrick P. L. – “Genomic imprinting: Mice without a father”. Nature, 22 April 2004, n.º 428 (News and Views), pp. 809-811. LUÍS, Cristina, COTHRAN, E. Gus y OOM, M.ª do Mar – “Microsatellites in Portuguese autochthonous horse breeds: Usefulness for parentage testing”, in Genetics and Molecular Biology, 2002, n.º 25.2, pp. 131-134, Brazilian Society of Genetics, [en línea], disponible en <www.sbg.org.br> [ 214 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA MAIA, Maria Garcia Pereira y SILVA, Luís Fraga da – “El culto de Baal en Tavira”, in Actas del III Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo (Huelva, 2003), F. Fernández Jurado et al. coord., Huelva Arqueológica (Huelva) 2004, n.º 20, pp. 171-194, [en línea], disponible en <http://www.arqueotavira.com/Estudos/ CultoBaalTavira.pdf> MEDEROS, Alfredo – “Fenicios evanescentes. Nacimiento, muerte y redescubrimiento de los fenicios en la Península Ibérica. II (1936-1968)”. Saguntum, Valencia: Laboratorio de Arqueología de Valencia, 2004, n.º 36, pp. 35-46, [en línea], disponible en <www.ucm.es/info/antigua/cefyp/Biblioteca/Mederos1.pdf> MONDÉJAR, Gaspar Ibáñez de Segovia Peralta y Mendoza, marqués de – Discurso crítico en que se manifiesta celebravan los antiguos los cavallos por hijos del viento para expresar su gran ligereza. Msc inédito BNE, s.l., s.a. [a. 1719]. MUÑOZ, Jesús, FELICÍSIMO, Ángel, CABEZAS, Francisco, BURGAZ, Ana y MARTÍNEZ, Isabel – “Wind as a Long-Distance Dispersal Vehicle in the Southern Hemisphere”, Science 304, 21 de mayo de 2004, n.º (5674), pp. 1144-1147, [en línea] disponible en <http://www.ucm.es/info/biologia/actualiz/temp/viento/index.htm> NAZAR, Wendy – “The Horses and Ponies of Portugal”. Insight, dec. 1998, núms. 1-2. NIEREMBERG, Juan Eusebio – Historia naturae maxime peregrinae libris XVI, distincta. Amberes: Ex Officina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1635. OELKE, H. – cf. JANSEN ET AL. y <http://www.sorraia.org> (editor). OOM, Maria do Mar y COTHRAN, E. Gus – “The genetic variation of an endangered breed: the Sorraia horse”, Anim. Genet., 1994, n.º 27 (Suppl. 2), p. 35. OOM, Maria do Mar, et al. – “Variation in the mitochondrial control region sequence between the two maternal lines of the Sorraia horse breed”. Genetics and Molecular Biology, 2002, n.º 25.3, pp. 309-311, [en línea] disponible en <http://www.sbg.org.br/ gmb/RevistaGMB/revistav25_3/188.pdf> POWELL, Barry B. – Classical Myth. With new translations of ancient texts by Herbert M. Howe, Nueva Jersey, 4.ª ed., 1995. – A Short Introduction to Classical Myth. Nueva Jersey: Prentice Hall, 2002. [ 215 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA POWELL, Barry B. – Homer, Bodmin, 2004. RODRIGUES, João, vid. AMATO LUSITANO. RODRÍGUEZ ADRADOS, Francisco – “El mito griego y la vida de Grecia”, VV.AA. 1984, pp. 49-73. ROSADO FERNANDES, Raul Miguel – “O vento, as éguas de Lisboa e os humanistas do Ocidente peninsular”, in Actas del Primer Congreso Gallego de Estudios Clásicos, (Santiago-Pontevedra, 1979), Santiago de Compostela, 1981, pp. 369-388. ROSADO FERNANDES, Raul Miguel – “O Vento, as éguas da Lusitânia e os autores gregos e latinos”, Euphrosyne (Lisboa) n.s. 1984, n.º XII, pp. 53-77 (cf. ID., 1981). – “Ulisses em Lisboa”, Euphrosyne n.s. 1985, n.º XIII, pp. 139-161. ROSCHER, Wilhem H. – “Podarge”, Ausführliches Lexikon der griechischen und römischen Mythologie, Hildesheim, 1965 reed., t. III.2, col. 2591. SAINTYVES, Pierre – Las madres vírgenes y los embarazos milagrosos. Ensayo de mitología comparada (trad. de J.C. Bermejo Barrera, Colección Akal Universitaria n.º 67), [París, 1908], Torrejón de Ardoz (Madrid), 1985. SALGUEIRO, Pedro Pablo Hugo Nóbrega Agante – “Lenobatis. Um Lusitano?”, Equestre (Lisboa), Junho 1993, n.º 21, pp. 52-53. SALVADO, Maria Adelaide Neto – “O espaço geográfico nas Centúrias de Amato”, in Medicina na Beira interior da Pré-História ao século XX (Homenaje a Amato), Cadernos de Cultura (Castelo Branco), outubro de 1992, n.º 5, pp. 11-19 (y cf. ead., ibid. n.º XV, novembro 2001, 17 ss.). SALVADO, Maria Adelaide Neto y MARQUES, António Lourenço – Amato Lusitano nos Cadernos de Cultura Medicina na Beira interior, da pré-história ao século XXI, org. e selec. de —, Castelo Branco, 2004. SAUVAGE, A. – Étude des thèmes animaliers dans la poésie latine. Le cheval. Les oiseaux (col. Latomus), Bruselas, 1975. SCHATTNER, TH. (ed.) – Archäologischer Wegweiser durch Portugal (col. Kulturgeschichte der antiken Welt n.º 74), Mainz, 1998. [ 216 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA SCHULTEN, Adolf – Fontes Hispaniae Antiquae (FHA) I-IX, Barcelona, 1920-1987. SOFER, J. – “Lexicalische Untersuchungen zu den Etymologiae des Isidorus von Sevilla”. Glotta 1927, n.º XVI.1-2, pp. 1-47. SOUTHAMER, R. – “Wolbachia-induced parthenogenesis”, in Influential passengers, O’Neill S. L., Werren J. H. et Hoffmann A.A. (eds.), New York, 1997, pp. 102-124. STAHL, William Harris y JOHNSON, Richard – Martianus Capella and the Seven Liberal Arts. Vol. II: The Marriage of Philology and Mercury (Records of Western Civilization Series), Nueva York, 1977. STERN, Jacob – “Heraclitus the Paradoxographer: Perã >Apàstwn, On unbelievable Tales”, in Transactions of the American Philological Association 2003, n.º 133, pp. 51-97. TAN, Uner – “Quadrupedality, Primitive Language, and Severe Mental Retardation. A New Theory on the Evolution of Human Mind”. NeuroQuantology 2005, n.º 4, pp. 250-255, [en línea], disponible en <http://www.neuroquantology.com/2005/04/ 250.255.pdf> – “A New Syndrome with Quadrupedal Gait, Primitive Speech, and Severe Mental Retardation as a Live Model for Human Evolution”. International Journal of Neuroscience, March 2006, vol. 116, n.º 3, pp. 361-369. TEJA, Ramón – “El deporte en la Capadocia Romana”. Zephyrus (Salamanca), 1974, n.º XXV, pp. 479-495. VALLEJO RUIZ, José M.ª – Antroponimia Indígena de la Lusitania Romana (Anejos de Veleia 23), Bilbao: Universidad del País Vasco, 2005. VV.AA., El mito ante la Antropología y la Historia. Comp. J. Alcina Franch, Madrid: ed. Siglo XXI, 1984. VV.AA. – Dictionnaire des mythologies et des religions des sociétés traditionnelles et du monde antique, dir. Y. Bonnefoy, París, 1981, ed. esp. de J. Pórtulas y M. Solana, vol. II: Grecia, Madrid, 2001.3 [ 217 ] VI MESA-REDONDA INTERNACIONAL SOBRE A LUSITÂNIA ROMANA VV.AA., Les équidés dans le monde méditerranéen antique (Proceedings of the International Conference at Athens, 26-28 november 2003), Bulletin de Correspondance Hellénique (col. Monographies d’Archéologie Méditerranéenne), edd. École Française d’Athènes-Centre Camille-Jullian, 2005. VASCONCELLOS, José Leite de – “Annotationes ad Geographiam Lusitanam. I. ‘Sacro’, non ‘Tagro’ in Varronis Rebus Rusticis legendum”, Rivista di Storia Antica (Messina), 15 sett. 1897, n.º II, pp. 5-6. – Religiões da Lusitânia, Lisboa: Edição da Imprensa Nacional Casa da Moeda, 1897-1905, vol. II, (1905), 30, 103. VELÁZQUEZ, Isabel – Latine dicitvr, vvlgo vocant. Aspectos de la lengua escrita y hablada en las obras gramaticales de Isidoro de Sevilla. Logroño: Fundación San Millán de la Cogolla, 2003. VILA, Carles et al. – “Widespread origins of domestic horse lineages”. Science, 19 de enero de 2001, n.º 291 (5503), pp. 474-7. ZIEGLER, Konrat – «Zephyros», PWRE s.v., Stuttgart, 1972, col. 234-235. ZIRKLE, Conway, “Animals Impregnated by the Wind”. Isis, mayo 1936, n.º 25.1, pp. 95-130. [ 218 ]