LUSITÂNIA ROMANA –
ENTRE O MITO E A REALIDADE
Centro Cultural de Cascais
Museu Nacional de Arqueologia
Museu Arqueológico de S. Miguel de Odrinhas
4 a 6 de Novembro de 2004
LUSITÂNIA ROMANA – ENTRE O MITO E A REALIDADE
FICHA TÉCNICA
Título
LUSITÂNIA ROMANA – ENTRE O MITO E A REALIDADE
Actas da VI Mesa-Redonda Internacional sobre a Lusitânia Romana
Imagem da Capa
Autor: Alexandre de Laborde (o desenho). Gravou Tilliard.
Obra: Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, Paris, 1807-1818
(IV Volumes). A data certa do desenho recairá nos primeiros anos do
século XIX, quando De Laborde esteve em Madrid, ao serviço de Napoleão.
O título da gravura (em três línguas: Castelhano, Francês e Inglês):
Vue de la Naumachia et de l’Ancien Théâtre à MÉRIDA.
Edição
Câmara Municipal de Cascais
Coordenação
Jean-Gérard Gorges
José d’Encarnação
Trinidad Nogales Basarrate
António Carvalho
Local e data
Cascais, 2009
Impressão
Facsimile, Lda.
Tiragem
1050 ex.
ISBN
978-972-637-207-3
Depósito Legal
298801/09
[4]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
UN ‘MITO’ HOMÉRICO EN IBÉRIA:
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO.
NUEVOS TEXTOS Y ENSAYO DE
EXPLICACIÓN DESDE LA GENÓMICA
ALICIA M.ª CANTO
Universidad Autónoma, Madrid
Pedro Paulo Salgueiro in memoriam1
E admiro-me que houvesse, entre nós, quem professando o estudo
das Letras, propendesse para acreditar uma fábula tão palpável...
(A. Pereira de Figueiredo, 1825)
Resumen:
Los autores modernos vienen considerando como un mito o leyenda los relatos sobre la
fecundación por el viento Zephyrus de yeguas que daban a luz caballos muy veloces, cerca de
Olisipo; su primera referencia sería Varrón, en el siglo I a. C. Sin embargo, se puede encontrar
por primera vez en Homero, al referirse en la Iliada (XVI, 149-152) al origen de los rápidos
caballos de Aquiles, Baliós y Xanthós. Visto así, el de las yeguas de Olisipo se convierte en el
primer relato escrito sobre el Occidente, posiblemente aprovechando informaciones de los viajes fenicios (Strab. III, 2, 13). Tras una revisión literaria e historiográfica del tema, el corpus de
fuentes antiguas queda ampliado a 17 autores y 23 textos, demostrándose que nunca lo registraron como un mito, sino como una realidad, aunque inexplicable, y que tampoco fue nunca
deconstruido por los mitógrafos ni por los teólogos cristianos; éstos, por el contrario, lo utilizaron para explicar la concepción virginal de Jesucristo por un spiritus. Partiendo entonces de que
se tratara de un hecho real con alguna causa biológica desconocida para los antiguos, se ensaya
aquí una explicación desde los fundamentos de la partenogénesis biológica, llegando a una
hipótesis, no improbable desde la más moderna Genómica: el fenómeno podía deberse a una
infectación residual por la proteobacteria Wolbachia. El estudio finaliza con un apunte acerca
de la probable raza de tales caballos: la Sorraia. Los dos colores típicos de los Sorraia son los
mismos que los de los caballos de Aquiles mencionados por Homero en los funerales de
Patroclo.
Palabras-clave:
Lusitania, Homero, Olisipo (Lisboa), Zephyrus, Sorraia, Partenogénesis, Genómica.
1
Dedico este trabajo al recuerdo de Pedro Paulo Salgueiro, joven discípulo de la cátedra de
Arqueología de la Universidad de Coimbra y del Prof. José d’Encarnação, que fue arrebatado a la vida en
plena juventud; dejó publicado sobre un aspecto de este tema un breve artículo, que conocí gracias a la
diligencia de su maestro, y que será citado más adelante, en la parte IV.
[ 165 ]
ALICIA M.ª CANTO
Abstract:
Modern authors consider that the tale of mares fertilised by the Zephyrus wind, subsequently
giving birth to swift-footed horses near Olisipo, is a legend or myth. The first explicit reference to the
story is found in Varron during the 1st century BC. However, there is an earlier reference in Homer’s
Iliad (XVI, 149-152) regarding the origin of Achilles’ swift-footed horses, Baliós and Xanthós. So, the
statement on Olisipo’s mares could be the first one preserved on the West, surely thanks to informations of the Phoenician travellers (Strab. III, 2, 13). After an historiographic and literary review
of the topic, the corpus of ancient sources is extended to 17 authors and 23 texts, being demonstrated that they never registered it as a myth, but as a reality, though inexplicable and that never
was deconstructed neither by the mythographers nor by the Christian teologians; these, on the contrary, used it to explain the virginal conception of Jesus by a spiritus. Assuming that it was a fact,
with some biological foundation that lay beyond the comprehension of the ancients, we attempt to
provide an explanation based on biological parthenogenesis that leads us to a likely hypothesis in
view of the latest Genomic theories: the phenomenon may have arisen from a residual infection
caused by the proteobacteria Wolbachia. The research finishes with a note on the probable breed of
such horses: the Sorraia. The two typical colours of the Sorraia breed are the same as those of the
Achilles’s horses mentioned by Homer in the funerals of Patroclo.
Keywords:
Lusitania, Homer, Olisipo (Lisbon), Zephyrus, Sorraia, Parthenogenesis, Genomics.
I. INTRODUCCIÓN. ANTIGÜEDAD DEL TEMA Y APUNTES HISTORIOGRÁFICOS
1) INTRODUCCIÓN
Me permito comenzar mi intervención recordando unas frases que fueron pronunciadas durante una sesión parlamentaria en el verano de 2002 por el prócer
portugués, político y profesor, Dr. António Barbosa de Melo, ex-Presidente de la
Assembleia da República Portuguesa. Las creo útiles para ilustrar perfectamente no
sólo la antigüedad del mito del que voy a tratar, sino también cómo su presencia está
aún viva y actual en el imaginario colectivo de Portugal:
“Desculpem-me o facto de fazer uma peregrinação por esta área, mas um dia li uma
coisa escrita por Plínio, um daqueles geógrafos do Império Romano, a propósito do opidum olisiponensis aqui da terra de Lisboa, que dizia que havia um fenómeno perfeitamente inexplicável em todo o Império: é que as éguas emprenhavam pelo Céfiro, o vento
atlântico que sopra no verão, e produziam uns potros velocíssimos, mas que só duravam
dois anos. E eu, às vezes, olho para a nossa vida política e lá vejo o potro velocíssimo,
que corre dois anos e, depois, desaparece...! O Plínio, se calhar, fez o retrato da nossa
vida pública…”2
2
A. Barbosa de Melo, intervención ante la Comissão Eventual para a Reforma do Sistema Político, en
la sesión parlamentaria del día 1 de julio de 2002.
[ 166 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Estamos, en efecto, ante una de las más célebres leyendas relacionadas con
la Lusitania y, por tanto, con la antigua Hispania, bien conocida en la Antigüedad,
y más en la región en la que estamos reunidos, pues nos hallamos exactamente
en ella; incluso el logotipo mismo de este Encuentro, dedicado a los mitos lusitanos, recuerda su relevancia. El mito (sigamos por ahora llamándole así) consiste
en la creencia de que en las cercanías de Olisipo las yeguas, volviéndose
ansiosas hacia el Océano, podían ser fecundadas por el viento del Oeste, el
Zephyros griego y Favonius romano. Parece que ello ocurría en la primera
quincena de febrero.3 Las yeguas así preñadas por un dios daban a luz unos
potros velocísimos pero cuya vida, según añaden algunos autores, era breve, pues
apenas llegaban a los tres o siete años. En el estudio que sigue me propongo varios
objetivos.
Primero, tras un conciso pórtico sobre la creencia de base, y un breve pero bastante
completo resumen historiográfico (que faltaba hasta ahora), demostrar que éste puede
ser el más antiguo relato conservado del Occidente europeo, puesto que se remontaría
hasta el propio Homero, hacia los siglos IX-VIII a. C., que no lo situaría en la Tróade,
siendo además un “mito” genuinamente hispánico, a la par o quizá más antiguo que el
del tartésico rey Habis.4
Segundo, aumentar el corpus textual de las referencias antiguas que lo transmiten, que pasará desde los 6 autores y 9 textos habituales hasta los 17 autores y 23
textos, terminando con los teólogos del primer cristianismo, como Lactancio,
quien, al explicar la concepción de María por el Espíritu Santo, da todavía el fenómeno lisboeta como algo cierto y ampliamente conocido. Al final de este apatado
haremos una propuesta concreta sobre el lugar del fenómeno, con ayuda de la
toponimia.
La tercera parte es la nuclear del trabajo, y en ella iré abandonando la posición clásica para, ciñéndome a la temática general del coloquio (Lusitânia entre o mito e a realidade), tratar de ensayar un nuevo método de aproximación al más longevo de los mitos
ibéricos, que nos permitirá sugerir que, tras su aparentemente fantástico enunciado,
pudiera esconderse alguna realidad biológica que, no siendo comprendida por los antiguos
(como para nosotros ha sido hasta ahora igualmente inaprensible), hubiera sido revestida del ropaje legendario con el que ha llegado a nosotros. Para ello me serviré de avances muy recientes en el campo de la Genética y la Genómica.
En la cuarta parte trataremos de acercarnos por diversas vías a la definición de la raza
o razas equinas de que se trataba, contando también con la ayuda de la Biología Animal.
Plinio el Viejo, NH XVI.93, véase aquí el texto n.º 9 y, en coincidencia, el n.º 2, de Aristóteles.
Según J. M. Blázquez (BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, 1987, p. 227), por ejemplo, “el único mito de la
Hispania prerromana es el de Habis, recogido por Justino, autor que resume el historiador galo Trogo
Pompeyo, contemporáneo de Augusto...”
3
4
[ 167 ]
ALICIA M.ª CANTO
El corolario lógico, tras el desarrollo de estos diversos objetivos, será la restitución
del buen crédito de los autores antiguos que dejaron constancia de éste en nuestros
tiempos considerado “mito”, “leyenda”, incluso “bulo”, pero que ellos citaban como un
hecho real, fantástico pero cierto, por cuyo motivo tantas veces en nuestra época han
sido desacreditados, o tachados de crédulos, e incluso de mentirosos. Del presente estudio resulta, más bien al contrario, que el de Céfiro y las yeguas de Olisipo es un mito,
pero un mito del siglo XX.
2) ANTIGÜEDAD Y EXTENSIÓN DE LA CREENCIA EN EL PODER FECUNDANTE DEL VIENTO SOBRE ALGUNAS HEMBRAS
Antes de comenzar será bueno recordar que el poder fecundante de los vientos se
inscribe en una larguísima tradición y afecta a muchas culturas muy diferentes. Una
buena prueba de su antigüedad es la etimología misma del Viento del Oeste en griego,
“Zéphyros”, que proviene sin duda de Zwø-f’roj “portador de vida”.5
El artículo más detenido que he encontrado hasta el momento sobre tan curiosa creencia se debe al eminente botánico norteamericano Conway Zirkle,6 en un iluminador
artículo de 1936 donde hizo un completo repaso de los nacimientos virginales en otros
pueblos, incluso lejanos y modernos, referido a yeguas, mujeres, aves y otros animales.
Le cedo la palabra para hacer la síntesis del asunto, pues la suya es tan concisa y completa que no podría mejorarla (las cursivas son mías):
“De forma bastante curiosa, gran cantidad de filósofos clásicos y medievales creyeron que algunos mamíferos y pájaros eran preñados por el viento, incluso cuando aún
se desconocía el papel que el viento cumple en la polinización cruzada de plantas en
floración. La creencia en la existencia de los que podríamos llamar animales “anemófilos” es extremadamente antigua. Existió desde los tiempos más remotos en
Egipto, Grecia y Oriente, y en realidad se convirtió en parte de la herencia intelectual de muchas razas. Se extiende a lo largo de las rutas marítimas de todo el hemisferio oriental, y ha sido documentada desde Portugal a Japón y en todos los países
interpuestos. Nuestra primera referencia de ella está en la Ilíada, y la más moderna
en el folklore del pueblo Ainu; entre ambos extremos existen noticias de ello en los
5
Etimología ya vista por HARVEY en 1656: p. 219. Por la misma razón, la ausencia del “hálito” vital
marca el final de la vida misma y de ahí la frecuente asociación del Céfiro también con el inframundo, lo
ctónico y el “más allá”, pues puede ayudar al alma a alzar su vuelo; para esta función, su sede en el Oeste
del mundo conocido, donde estaba también el Elysion pedíon, debió de ser determinante.
6
Conway Zirkle (1895-1972), profesor de la Universidad de Pennsylvania, fue también historiador de la
Ciencia y experto en la Biología de la antigua Unión Soviética. Lateralmente se interesó por la Etnología y
las ideas evolucionistas, lo que le condujo excepcionalmente a este tema. Su biografía y publicaciones por
años son consultables en línea en <http://www.ferris.edu/isar/bibliography/zirkle.htm> [consult. 13 de
octubre de 2004]. El artículo que cito, sin embargo, es prácticamente desconocido en la bibliografía ibérica.
[ 168 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
filósofos griegos, los naturalistas romanos y los primeros santos cristianos.
Escolásticos medievales copiaron los relatos clásicos, mientras los viajeros árabes, los
geógrafos chinos y los modernos antropólogos reportaron numerosas veces la existencia de esta idea. En realidad, pocos errores científicos cuentan con una historia
tan honorable. Cuatro tipos de hembras fueron las principales receptoras de las
atenciones del viento: yeguas, buitres, gallinas y mujeres [...] De forma bastante sorprendente, cuando las respectivas historias se agrupan de esta forma, no parecen ser
variantes de alguna primitiva leyenda, sino más bien cuatro cuentos separados, cada
uno con su propio origen pero cada uno recibiendo influencias de los demás a lo largo
de su desarrollo. No queda del todo clara la causa por la que en todos los casos el
viento fue elegido como agente fecundante... Pocos asuntos pueden ilustrar los estándares científicos de las épocas crédulas tan bien como estas historietas sobre la
impregnación aérea de los animales.”7
En general, en cuanto a la clasificación de los mitos antiguos y las teorías interpretativas sobre ellos, remito a la obra de B. B. Powell Classical Myth, recientemente reeditada.8 Entre los tres tipos de mito que éste define: mito divino, leyenda y
cuento popular, el de las yeguas de Olisipo, en tanto fue atribuído a un ser divino,
me parece que presentaría elementos de las tres, puesto que: 1) su principal actor,
Céfiro, es un ser sobrenatural,9 2) explica hechos del presente por referencia al pasado, y 3) sin duda fue el pueblo, junto a muchos escritores, su principal conocedor,
conservador y propagador. Advierto ya que esta mescolanza en sí misma es una rareza, pues a lo que apunta más bien es a que probablemente no se trate de un verdadero mito.10
Por otro lado, en cuanto a la interpretación del mismo creo, siguiendo a Teágenes de
Regio (siglo VI a.C.), que hace referencia a un fenómeno natural, sería alegórico sólo en
ZIRKLE, 1936: pp. 95-96.
POWELL, 1995. Obra que es considerada por muchos como la mejor introducción actual a la
mitología grecorromana. Véase también la obra breve del mismo autor, de 2002. Tiene su propio portal [en
línea], con una guía para estudiantes, en <http://www.prenhall.com/powell/>.
9
Hijo de Eos y Astreo, esposo de Iris y de Chloris/Flora, amante de la harpía Podarge, pero también con
connotaciones homosexuales (Jacinto y Apolo). Principales fuentes sobre él: Hes., Theog. 378; Hom. Iliad.
XVI.150; Nonn. Dion. 6.33 ss., 31.106, 31.111 y 47.342; Ovid., Fast. V.195 y Met.1.63; Quint.Sm. 4.569 y
passim; Virg. Georg. 2.331. Tenía un altar en Atenas donde se le inmolaban ovejas blancas que simbolizaban sus nubes. Su representación más difundida es la de la “Torre de los Vientos” de esta ciudad.
10
Véase también la parte III de la interesante introducción que hacen P. Saquero y T. González
Rolán a su edición de la obra Sobre los dioses de los gentiles de nuestro ilustre humanista (m. 1445) “el
Tostado” (sub FERNÁNDEZ DE MADRIGAL, 1995, p. 13 ss.). Nuestro relato no cabe en las tres interpretaciones clásicas del mito antiguo que pasan a la Edad Media: no es un hecho histórico protagonizado por un hombre inmortalizado, no reviste ideas morales y filosóficas, ni expresa el combate de las
fuerzas elementales que constituyen el universo. Sobre las refutaciones antiguas de los mitos, véase aquí
el final de la parte II.
7
8
[ 169 ]
ALICIA M.ª CANTO
cuanto explicaría una realidad que no está en el nivel narrativo, es etimológico y en más
grado que el sospechado, como veremos al analizar a Homero en la parte IV, comparativamente indoeuropeo11 con elementos egipcios y, por último, en la línea de W. Burkert,
que su estructura reflejaría dos realidades biológicas cuyas auténticas causas eran desconocidas para los antiguos.12
3) HISTORIOGRAFÍA MEDIEVAL Y MODERNA: DE LUCIANO DE
SAMÓSATA AL MARQUÉS DE MONDÉJAR
Antes de proseguir convendrá recordar que esta leyenda (que, como casi todo, posiblemente tiene un enlace remoto con Egipto)13 ha estado presente en la literatura europea de manera ininterrumpida durante casi tres milenios, desde que se formulara por primera vez por Homero hasta nuestros días.
La certeza de que la vida humana depende en primer lugar del aire debe de ser la
más antigua en la conciencia de la Humanidad. Uno de los más curiosos reflejos clásicos de esta idea se produce a mi juicio en un autor satírico tan interesante como Luciano
de Samósata, que en sus Historias verdaderas o Relatos verídicos, hablando (o más bien
fabulando, aquí sí) sobre los hábitos sexuales de los Selenitas, refiere cómo entre ellos,
siendo todos hombres y haciendo hasta los 25 años el papel de mujeres, quedan embarazados en sus pantorrillas (gastrocnémiai), las cuales van engordando14 conforme transcurre el embarazo; terminado éste, se practica una incisión y se extrae del interior un
feto muerto, el cual es expuesto de cara al aire, con su boca abierta, y sólo respirando
éste es como realmente consigue llegar a la vida.15
Volviendo a nuestro tema, el criterio de la ciencia médica oficial fue siempre,
obviamente, contrario a la mera idea de concebir sin varón, y está representado
principalmente por esta afirmación del prestigioso Galeno, al tratar, pues
11
No más allá, pues, del año 2000 a.C., cuando la introducción del caballo por indoeuropeos desde el
Cáucaso.
12
Para no reiterarme tanto, me referiré en esta parte a él como mito o leyenda, bien entendido que se
trataría de lo primero (y ni siquiera eso, como iremos viendo).
13
Posiblemente en relación con la tebana Mut, “la Madre Eterna” (mwt), la Naturaleza, esposa de
Amón-Ra. Regía el viento del Norte y con ello era la precursora de la subida del Nilo, por ello se la llamaba “Señora del Cielo” y “abridora de las ventanas nasales de los vivientes”, lo que se conserva en Luciano,
por ejemplo (véase el texto y las dos notas siguientes). Se la representaba a veces con alas, y en el Imperio
Antiguo tocada con cabeza de buitre. Como se recordará, las hembras de buitre forman uno de los grupos
animales que podían ser fecundados por el viento, lo que enraizaba en la creencia, sostenida por los egipcios y luego por muchos autores clásicos, de que entre los buitres no había machos, por lo que las hembras
debían ser fecundadas por el aire. Realmente Amón, la paredra de Mut, era considerado la fuerza del viento y un dios creador y fertilizador, un dador de vida. Obsérvese, no obstante, que no existe un precedente
exacto egipcio para la fecundación de animales por el viento.
14
Es imposible resistirse a recordar las abultadas pantorillas masculinas que se representan en la
cerámica griega de primera época, de donde quizá le viniera a Luciano la idea de darle a esta parte del cuerpo tan peregrina utilidad.
15
Lucian., Hist. ver. I.22, en Lucien. Ouvres t. II (Opuscules 11-20), ed. y trad. J. Bompaire, París, Budé
(1998: pp. 71-72).
[ 170 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Aristóteles lo había hecho, de los los famosos “hypenémia”o “zephyría”, los huevos
“del aire” de las gallinas y otras aves:16 Non enim sicut gallinae sine maribus ova
pariunt, ita mulierem aliquando videtur sine viro vel molam, vel eiusmodi quippiam aliud,
concepisse.17
A pesar de ello, no resulta extraño que el mito de las yeguas fuera recogido y perviviera durante toda la Edad Media y buena parte de la Moderna, dándosele crédito
pues venía avalado a su vez por una verdadera galaxia de prestigiosas autoridades
antiguas, como Aristóteles, Varrón, Virgilio, Plinio, Lactancio o san Agustín, entre
otros muchos (ut infra, parte II.2).
Podemos citar así a diversos autores europeos que tratan de él, como18 Alexander
Neckham (hacia 1200), Walter de Metz (1246), Roger Bacon (1268), Nicolaus
Perottus (c. 1470), Johannes Textorus (1519), Conrad Heresbach (1570),19 Scipio
Gentili (1584)20 o Conrad Rittershausen (1597), no detectándose, como observa
Zirkle, una actitud siquiera incipientemente crítica del fenómeno hasta el siglo XVII,
representada por Johannes Johnston (1632) y, sobre todo, por el célebre Joannis E.
Nieremberg (1635) quien, para comprobar la historia, se desplazó a una granja cercana a Lisboa y al Tajo, de nombre “Benevento” (obsérvese qué ajustado microtopónimo). Es curioso comprobar que Nieremberg recabó recuerdos negativos de los
vecinos del lugar pero, aun criticando la “credulidad” de autores como el insigne
Andrés de Resende, Luis Carrión o Eduardo Weton, él mismo, como buen científico y contra todo pronóstico, tuvo que dejar constancia de al menos un caso reciente de pregnancia inexplicable,21 por lo que finalmente su opinión tuvo que consentir
16
Arist. Gen. animal. III.1 y VI.2, vid. infra, citando “casos bien comprobados” de este hecho en la gallina común, perdiz, paloma, pavo real, ganso y ganso egipcio”, ZIRKLE, art.cit., p. 111. Varrón y Columela
también lo recuerdan al hablar de las yeguas (ut infra), mientras Plinio les dedica todo un capítulo (X.60),
observando que tal tipo de huevos realmente sólo se ven en primavera, cuando el viento fertiliza la naturaleza. Ateneo, Clemente, Lactancio y otros autores citan igualmente el fenómeno, que tiene, como las
yeguas, su propio recorrido literario a través de las épocas medievales y modernas.
17
Galen., De usu partium, XIV.7, ed. K. G. Kühn (1821), vol. 4, p. 168. Esta rara obra, como todas
las de Galeno, se puede consultar hoy en día en la red (a partir de la edición de Frobenius: Basilea, 1549,
col. 784) gracias al esfuerzo de la Universidad París V: <http://www.bium.univ-paris5.fr/images/
livres/02118x01/0561.jpg>
18
Varias referencias medievales y modernas extranjeras las debo a C. ZIRKLE (1936: pp. 102-104)
quien, sin embargo (y como es tan habitual en la bibliografía anglosajona) no menciona a un solo autor
portugués o español, aspecto que he tratado de complementar aquí, siquiera no exhaustivamente, con la
útil ayuda del marqués de Mondéjar.
19
Por recordar el tono de sus comentarios, dice Heresbach en su Res rustica: “... neither is to be doubted, but that the mares in some countries so burne with luste, as though they have not the horse, with their
oune fervent desyre they conceave and bring forth after the manner of Byrdes, as the Poeth noteth. In furious lust the Mare exceeds all other beasts that be…”
20
En su poema clasicista, publicado durante su exilio en Londres, Nereus, vv. 106-109.
21
En el libro (NIEREMBERG, 1635: lib. I, cap. 66) de este teólogo y polígrafo, nacido en Madrid de
padres alemanes, los mismos granjeros le cuentan que cierta vez dejaron en la Isla del Tajo una yegua sola,
para alimentarla mejor antes de venderla, y a los dos meses la encontraron preñada sin haber tenido
encuentro alguno con algún semental; el fenómeno terminó con un extraño aborto.
[ 171 ]
ALICIA M.ª CANTO
en la posible existencia antigua del fenómeno: “It is possible because nature is often
wont to be changed; and because it is not true today is no real proof that it was not so yesterday”.22
Entre los portugueses recordaré, aparte del recién citado Andrés de Resende
(1500-1573) y sus Antiquitates Lusitaniae, que ubicaba el hecho en Montejunto y la
Serra de Albardos, o al famoso y perseguido –por la envidia y por la Inquisición–
Damião de Góis (1502-1574),23 o el caso muy notable del célebre médico, judío y también acosado D. João Rodrigues (1511-1568), de pseudónimo Amato Lusitano, con
su Curationum medicinalium centuriae septem (1551…), publicadas juntas por primera
vez en Lyon (1580) y luego en Barcelona (1628). En su Cuarta Centuria (1563), Cura
70, Amato, además de evocar íntegramente el mito, se sirve de él para algunas reflexiones sobre los orígenes de la vida.
Es curiosa la observación hecha por Adelaide Salvado acerca de la extraña
inclusión de este “caso de las yeguas” en una obra tan científica: “... a recordação de
Amato, que cita integralmente a passagem do livro VIII da História Natural de Plínio
acerca da estranha particularidade dos velozes cavalos da Lusitânia – a sua curta vida –
que nasciam nos campos do Tejo, fruto dos amores de éguas com Céfiro ou Favónius, o
vento do Oeste... Do impressionante número de citações dos clássicos gregos, latinos e
muçulmanos, todas, com exclusão desta, se relacionam com assuntos de Medicina. Porque
teria Amato feito esta citação na íntegra? Como nota para relevar o reconhecimento da
Antiguidade da beleza dos cavalos das lezírias do Tejo da sua pátria distante? Ou, em
espírito tão positivo como o de Amato, a referência a este mito da Lusitânia pré-romana,
conservado através das fontes literárias greco-latinas, e que se insere numa teoria mitológica filosófica e científica sobre a geração animal e vegetal não traduzirá meditação de
Amato sobre as origens da Vida?”.24
Creo que hoy se podría contestar a esta pregunta de A. Salvado pensando si la
razón no será que este agudísimo médico portugués no considerara el relato de “las
yeguas preñadas por el Viento” dentro de la esfera de lo mítico, sino de la Biología.
Hemos de tener en cuenta también para ello que otros casos médicos que Amato
comentaba en esta misma Cuarta Centuria le fueron censurados por la Inquisición,
particularmente la española, por razones teológicas, precisamente porque él conside-
22
C. ZIRKLE, 1936, p. 104. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, ibid., p. 380, dice que esta anécdota la
relata Resende.
23
GÓIS, 1554 (1603), II, pp. 878-889, espec. p. 881: “Quae sententia nobis sane non ita displiceret: nisi
physici rationibus adniterentur probare naturam ipsam, ex foemineo tantum sexum, sineque marium congressu,
multa gignere et procreare solitam esse...”. Para él, “el locus Varronis lo prueba satis luculenter Rodrigo [Jiménez
de Rada], Arzobispo de Toledo, en su Historia [de España]”. Hay en red una concisa biografía sobre él, de
O. NEVES: <http://www.vidaslusofonas.pt/damiao_de_Góis.htm>.
24
Vid. SALVADO 1992 pp. 11-19, con la reflexión que destaco en p. 18 y notas 4-5 (y cf. ead., ibid.
n.º XV, novembro 2001, 17 ss.) y SALVADO-MARQUES 2004.
[ 172 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
raba médicamente posible el embarazo de una virgen sin intervención de hombre,
basándose en los estudios y casos contados por Averroes y en algunas fuentes rabínicas, lo que atentaba contra la concepción virginal de María.25
Siguiendo con el hilo historiográfico, presta también crédito a nuestro ‘mito’ el notable autor L. Marinho de Azevedo (1753),26 quien valora especialmente los testimonios
de Varrón, por su erudición reconocida, y de Columela, por ser hispano. Cita Azevedo
a diversos autores portugueses que habían tratado de la cuestión, y él mismo llama al
fenómeno “prodigiosa obra da natureza” (p. 92), contada por autores españoles y extranjeros de gran autoridad, “que a escrevem por opinião constantissima, e indubitável”.
Son muchos los humanistas hispanos que en estas épocas citaron asimismo el relato
de las yeguas, de forma igualmente favorable a su existencia. Entre ellos podemos recordar a Florián de Ocampo (1499-1558), Ambrosio de Morales (1513-1591) y Juan Luis
de la Cerda (1558-1643).
Con la llegada del racionalismo también existieron impugnadores que lo consideraron
un ejemplo de fabulación y credulidad. Como dos de los autores menos conocidos al respecto quisiera recordar aquí al erudito baenense Francisco Fernández de Córdoba (“el
abad de Rute”), que lo tiene por una simple patraña, y al marqués de Mondéjar. El primero, en el capítulo titulado “De Hispanorum equorum pernicitate; de eis fabella quaedam
explosa; Varronis locus castigatus”, tras citar varias fuentes sobre la abundancia de los caballos hispanos, en p. 375 pasa a dar siete textos sobre la preñez de las yeguas, concluyendo
(p. 382) que: ...fabulosum vero esse hoc totum, et autoritate (sic) et ratione et experientia patet.27
En segundo lugar, es más meritoria, por minuciosa, la refutación inédita de Gaspar
Ibáñez de Segovia Peralta y Cárdenas (1628-1708), noveno marqués (consorte) de
Mondéjar y otro de los más importantes políticos y eruditos españoles del siglo XVII
quien, en la línea crítica histórica “protoilustrada”, escribió bajo pseudónimo, hacia
1690, el Discurso crítico en que se manifesta que los antiguos creían ser los caballos hijos
del viento para expresar su gran ligereza, manuscrito que permanecia inédito y he localizado en la Biblioteca Nacional de Madrid28 y que está lleno de citas, argumentos y
25
Esto fue bien detallado por D. FRONT en una publicación póstuma en 2001 (en línea en:
<http://muse.jhu.edu/journals/bulletin_of_the_history_of_medicine/v075/75.2front.html>), véase su
nota 1 para otros estudios sobre el tema y época. Curiosamente, Front no citó el tema de las yeguas, quizá
tampoco le pareció que fuera sino algo legendario.
26
L. MARINHO DE AZEVEDO (1753), en su libro sobre las antigüedades y grandezas de Lisboa,
cap. XXXI, pp. 125-132, páginas que pude leer antes gracias a la amabilidad de J. d’ Encarnação.
27
F. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA (1615), cap. 48, pp. 374-385.
28
BNE, sign. Ms. 4223, fols. 239-288. El marqués escribió este tratadito en los últimos años de su vida,
ya retirado de la corte y de la política; por su interés será objeto de un estudio independiente. El ejemplar
en cuestión pasó a la Biblioteca Real al serle confiscada a Mondéjar la suya propia, que era la mejor de
España tras la del rey, por orden de Felipe V, pues el marqués se había destacado como austracista. Aunque
el erudito valenciano G. Mayans y Siscar se empeñó en publicar varias de las copiosas obras inéditas de
Mondéjar, ésta en concreto no le pareció de interés, a pesar de su poderoso aparato crítico. La copia de la
BNE se debe a la mano de uno de los bibliotecarios franceses de Felipe V, André Arnaud.
[ 173 ]
ALICIA M.ª CANTO
bibliografía, mostrando una riquísima erudición para su siglo, así como la amplitud del
debate anterior sobre la cuestión, tema que al que orienta, también críticamente, su
exposición. El marqués de Mondéjar resulta ser, de todos los autores que he podido
consultar hasta su época, el único que afrontó decididamente la ardua tarea de probar, una por una, por qué todas las fuentes usuales tenían que estar equivocadas.29
Este breve repaso historiográfico intermedio (que hasta ahora faltaba en todas las
publicaciones recientes que han tratado del ‘mito’ de las yeguas y el Céfiro) nos sirve
para comprobar el vigor permanente del relato, y cuántas mentes eruditas fueron cautivadas, más que por el hecho mismo – que a cualquier ente racional ha de resultarle en
principio tan chocante como increíble –, por el crédito que le habian dado autores antiguos tan relevantes y de confianza.
4) EL PUNTO DE VISTA CONTEMPORÁNEO
Esta posición científica generalmente favorable al “mito” cambia radicalmente en la
bibliografía de los siglos XIX y XX que, con apenas excepción, no le da el menor margen de veracidad, lo que lleva a todos los autores que han tratado de este fenómeno de
“preñez aérea”, de “generación monstruosa”,30 a desacreditar cualquier tipo de fuente al respecto, desde Aristóteles a Varrón. Uno de los autores más relevantes a la hora de definir este pensamiento, completamente fiel al cientifismo de la época, es el portugués
Pereira de Figueiredo, quien en 1825, dirigiéndose a la Academia das Sciéncias de
Lisboa,31 empezaba y concluía, coincidiendo expresamente con el referido español
Fernández de Córdoba y añadiendo que negarlo era algo “de sentido común”:
“Esta espece he trevial entre os nossos antiquarios... Eu não farci mais do que darlhe alguna novidade, pelo modo de tratar. E nimgum espere de mim alguna Dissertação fysica, sobre
a possibilidade o impossibilidade do facto [...] F. Fernandes de Cordova... mostrára con
varios argumentos de razão e d’experiencia, que taes conceições do vento, quaes os
Romanos crêrão das egoas de Lisboa, era huma patranha manifesta. Eu acrescento, que
para disto se persuadirem todos, não he necessario mais, do que consultar o senso commum.
E admiro-me que houvesse, entre nós, quem professando ó estudo das Letras, propendesse
para acreditar uma fabula tão palpavel...”
29
Aunque, como es de esperar, no pueda estar de acuerdo con muchos de sus argumentos, pues parto
de la base contraria: que lo relatado era cierto.
30
Son algunas de las varias definiciones usadas por el citado marqués de Mondéjar.
31
A. PEREIRA DE FIGUEIREDO (1825), p. 106 recoge entre los autores griegos a Aristóteles, entre los
tratadistas romanos a Varrón, Columela, Plinio (2) y Solino, entre los poetas Virgilio, Silio Itálico y Justino y
entre los cristianos a Lactancio. El posible lugar para él, disintiendo de Resende, es la Sierra de Sintra, opinando en esto como Arraiz y propugnando como mejor la denominación para el Cabo de Roca de promunturium
Artabrum, una de las tres que recuerda Plinio en IV, 21 (agradezco nuevamente a J. d’ Encarnação el haberme
facilitado la consulta de este raro artículo, que al principio me fue imposible encontrar en España).
[ 174 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Ciñéndome ya a las referencias más recientes, citaré en primer lugar a J. Leite de
Vasconcellos32 (“notável superstição”) y Adolf Schulten,33 respectivamente desvinculándolo de, o en relación con, las creencias y religiones primitivas hispanas, que marcan una
línea de la que ya casi nadie se apartará.
En efecto, la práctica totalidad de los autores que en el siglo XX han estudiado
este relato lo han considerado una leyenda, una simple superstición o incluso una
superchería, y los textos de algunos de los más cultivados autores antiguos que lo
recogen como muestras de una asombrosa credulidad. Para Pierre Saintyves se relacionaría “con un culto primaveral y con las Floralia... que no sólo eran las fiestas de Flora34
sino también de Céfiro... fiestas de la fecundidad... culto de origen agrícola y estacional más
primitivo que las leyendas...”.35 Valga entre los extranjeros modernos, pues de algún
modo resume y actualiza las opiniones más importantes y a la vez más divulgadas, R.
Graves, para el cual “la autoridad de Homero pesaba lo suficiente para que los romanos
cultos siguieran creyendo, con Plinio, que las yeguas españolas podían concebir volviendo sus
cuartos traseros al viento...”.36
En España el caso más radical lo constituye quizá el del venerable maestro Antonio
García y Bellido, quien en 196737 tituló el capítulo donde trataba de ello “Casos y cosas
de la España Antigua. Bulos de hace dos mil años”, y por tanto calificando el relato de
las yeguas directamente como un “bulo”, esto es, como una “noticia falsa propalada con
algún fin” (DRAE, s.v.). No hará falta mencionar la influencia que posteriormente ejerció su opinión sobre arqueólogos e historiadores.
Hemos de citar a continuación a J. M. Blázquez, uno de cuyos temas más frecuentados ha sido el de los mitos y las religiones en la Hispania antigua. Hasta 1977
defiende que se trata de un mito etiológico lusitano, cuyo relator más antiguo sería
32
J. Leite de Vasconcellos (1905), t. II, p. 30 y 103, aunque, curiosamente, no trata de esta «notavel
superstição» con detalle, «pois que tal facto, puramente mythologico, não pertence em rigor à religião...
para o nosso caso a superstição só tem importância pelo facto da menção da raça especial dos cavallos».
33
A. Schulten, en Fontes Hispaniae Antiquae (cit. en adelante FHA), t. 1, p. 96 ss. Diré de paso que
resulta llamativo que el general Sertorio, romano y filohispano, se sirviera de la leyenda de la cierva blanca que amamanta y prepara al rey Habis para cumplir su misión civilizadora, mitad sibila, mitad consejera,
y de estirpe tartésica. Esto indica, como mínimo, que a los demás pueblos hispanos les tenían que ser familiares los mitos meridionales.
34
Chlorys griega o (corrompido el nombre) Flora latina, que es la versión humana de la harpía Podarge
en Ovidio (Fast. V, vv. 195-202), curiosamente raptada por el viento en las Fortunatae Insulae.
35
P. SAINTYVES, 1985, cap. VI (“Las fecundaciones meteorológicas”), pp. 73-77 (“Los hijos de los
vientos”), citando sólo a Virgilio, Plinio y san Agustín y, como puede verse, sin hacer el menor caso del tipo
de testimonios romanos que lo cuentan, varios de los cuales nada tienen que ver con la poesía ni con las
fábulas. Dice que los amores y partos de seres monstruosos (como en este caso lo sería la harpía) se deberían
a «la migración de los temas milagrosos, aunque injertados en antiguos ritos totémicos o en antiguas imágenes litúrgicas con representaciones animalísticas» (p. 72)
36
R. GRAVES, 1985, cap. 48.2. Cita de Plinio el Viejo sólo dos lugares (IV.35 y VIII.67) y, de los demás
autores, nada más que a Varrón, Columela y Lactancio. Es un tema éste que, de todos modos, no ha sido
de mucho interés para los mitólogos extranjeros.
37
Veinticinco estampas de la España Antigua, Madrid, 1967, pp. 165 y 173.
[ 175 ]
ALICIA M.ª CANTO
Varrón, incorporando a partir de esa fecha38 el punto de vista de J. C. Bermejo
Barrera. Este estudioso es el que en los tiempos recientes lo analizó con más detenimiento, en 1976 y 1982, haciéndolo, por el contrario, desde la óptica de su fundamentación en las teorías griegas de la generación, como un mito de verdadera
estirpe indoeuropea, que “forma parte de una teoría mitológica y filosófico-científica a
la vez sobre la generación animal, vegetal y humana, tanto en sus aspectos físico-naturales como sociales (paternidad, maternidad, filiación)”, queriéndose señalar con él “la
desigualdad de status de los seres machos y hembras en la teoría de la generación... disminuyendo el papel de la hembra”. Se trata, pues, de un análisis de tipo estructuralista, que define una sociedad patriarcal, con inferioridad de las hembras frente al
macho.39 Este punto de vista fue contestado poco después, en 1981 y 1985, por el
notable clasicista portugués Rosado Fernandes, para quien sería en todo caso muestra de lo contrario, pues el mito, según él, dejaría más bien en evidencia que las hembras no necesitarían del macho para la procreación y conservación de la especie.
Más ligeramente lo ha tratado después M. V. García Quintela, citando solamente
a Plinio y destacando la semejanza entre lo descrito para Lusitania y lo griego homérico, que no evolucionaría hacia la racionalidad filosófica, como en Grecia con
Aristóteles, sino quedaría “en una versión particular del mito, tal vez indoeuropeo...
que podría considerarse una variante o prolongación del tema de la feracidad del país
dirigido por un rey justo”.40
De hecho, sólo en el corto repaso de A. García Masegosa41 he encontrado una
reflexión que dejaba un margen de realidad a la leyenda cuando aparece situada en
la Tróade (pues él no vio la segunda cita homérica, sobre la que volveré), mientras el
citado Rosado Fernandes, en su completo y sensitivo estudio, concibió el atractivo de
estudiar el fenómeno, pero no le concedió la menor posibilidad real.42 Otra excepción
en el panorama resulta la interesante reflexión que hace G. Chic acerca del raciona-
38
En sus obras sobre dioses y religiones se ciñe a lo dicho inicialmente en su tesis doctoral (1961), pp. 24-25
(«Culto al viento») y 224; véase también su Diccionario (1975), p. 55, s.v. “Céfiro”, siempre con los 6 autores
más habitualmente citados para este mito (Plinio, Varrón, Columela, Virgilio, Silio Itálico y Justino); en 1977
(p. 450) y 1979 (p. 13) incorpora la opinión de J. C. Bermejo de 1976, manteniendo la información básica en
1983 (p. 260) y, más recientemente, con M.ª Paz García-Gelabert, en 2002 (pp. 197-220); este último artículo está también disponible en red (2005), digitalizado por la Universidad de Alicante.
39
BERMEJO BARRERA, 1976, 1982. Es la misma idea formulada por Aristóteles al hablar de los
“huevos del aire”: serían prueba de que la mujer es deficiente, y “un macho mutilado”. En contra, la tradición presocrática (Anaxágoras, Empédocles...), para la cual los mismos huevos demostrarían justamente lo
contrario (vid. VV.AA. 2001, p. 148).
40
GARCÍA QUINTELA, 2001: pp. 35-36.
41
GARCÍA MASEGOSA, 1996: p. 100: “¿Cuál es la base científica que dio pie no sólo para que
naciera la leyenda en época casi prehistórica, sino para que se mantuviera después? Es posible que alguien
ya haya estudiado el hecho desde un punto de vista científico, aunque lo desconocemos...”
42
ROSADO FERNANDES, 1984: p. 77 (y cf. 1981): “It would be tempting to see in the myth a
rationalization of some natural fact unexplainable by the ancient science but nothing can be found in the
pregnancy of the mare that could induce or support such interpretation.”
[ 176 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
lismo frente a la posibilidad de veracidad de los mitos.43 El resto de los autores no
admiten siquiera tal margen, o lo inscriben simplemente en el género del Occidente
como “Land der mirabilia”.44 Así que, tal como están las cosas actualmente, parece
una empresa casi imposible el tratar de persuadir a la ciencia histórica actual de que
este “mito” puede traslucir, no ya alguna verdad, sino algo de verdad física, que es precisamente lo que en estas páginas intentaremos.
Paso ahora en la segunda parte de este trabajo a relacionar a los autores antiguos
y textos que trataron de esta cuestión directa o indirectamente y cuyo repertorio,
como se verá, he podido elevar hasta 17 autores y 23 textos,45 comenzando por el que
creo más antiguo: el mismísimo Homero, pues una de sus dos menciones creo que ya
se refería a Olisipo. Necesariamente daré por sentado todo el cimiento previo de la
cuestión acerca de los mitos y las leyendas en las sociedades antiguas y primitivas, que
es uno de los temas quizá más estudiados y debatidos acerca de la Antigüedad. Baste
recordar que hay un razonable acuerdo en que un mito suele reflejar algún hecho real,
histórico o sociológico ocurrido en tiempos remotos, que la sociedad en cuestión fijó
de esta forma para su recuerdo.
II. EL MÁS ANTIGUO ‘MITO’ DE IBERIA Y DE OCCIDENTE: LAS YEGUAS
LUSITANAS EN LA ILÍADA DE HOMERO. LAS DEMÁS FUENTES ANTIGUAS SOBRE EL MITO. ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DEL
NUEVO CORPUS. PARA UNA NUEVA EVALUACIÓN DE LAS FUENTES
LITERARIAS SOBRE EL SUPUESTO “MITO” DE LAS YEGUAS DE OLISIPO
Seguirá ahora una relación por orden cronológico de todos los autores (17) y textos
(23) que mencionan las yeguas de Olisipo o el fenómeno mismo como indicio de su pervivencia. Como antes dije, los autores modernos de los siglos XX vienen citando sólo entre
6 y 10 textos. Pero, tras una concienzuda recopilación, en la que estos números se triplican
o se doblan, lo más interesante es que el más antiguo en mencionar a las yeguas lusitanas
43
CHIC GARCÍA, 1997, pp. 10-11 y 15-16: “La sociedad actual ha demonizado la palabra “mito” quitándole todo sentido de veracidad y ha ensalzado hasta el absurdo la palabra ‘lógica’, de tal modo que se suele
decir en ambientes normales que algo no puede ser verdad porque no es lógico, dando por sentado que la realidad se identifica con el pensamiento racional humano. Nos llena de orgullo ese aspecto de racionalidad de
nuestra naturaleza animal y tendemos a pensar que lo que no es racional no es humano (y, en último término, como antes dijimos, que ‘no es’). La racionalidad se ha convertido en el baremo de la veracidad... de forma
que el mito, según lo define nuestra Real Academia Española de la Lengua, es simplemente ‘fábula, ficción
alegórica, especialmente en materia religiosa’. Pero ese orgullo racionalista, que encuentra su triunfo en el
marco dieciochesco de la Ilustración en el que nace nuestra Academia, nos ha empobrecido notablemente al
privarnos en buena medida de esa otra manera de interpretar el mundo (‘nuestro mundo’) que es la que representa el mito...” El autor cita varias fuentes en torno al tema que aquí estoy tratando, en cuanto tiene que
ver con el hálito vital, residente desde Aristóteles sobre todo en el macho y en su esperma.
44
Así A. GUERRA, en un reciente y bonito artículo (2005: p. 244).
45
En un caso (el texto n.º 21) la referencia es a las yeguas de Capadocia, pero nos sirve en cuanto el
estrecho paralelo con objeto de reforzar otros testimonios sobre la duración de la vida de los potros.
[ 177 ]
ALICIA M.ª CANTO
no será ya el romano Varrón, que suele encabezar la lista,46 sino el padre de todas las fuentes clásicas, Homero, con lo que este “mito”, aunque así se quiera seguir considerando,
pasaría a ser en mi opinión el más antiguo conservado de todos los europeos occidentales.
1) LAS YEGUAS LUSITANAS EN LA ILÍADA DE HOMERO
En efecto, ya en el primer testimonio de la literatura europea, la Ilíada, se encuentran dos citas diferentes sobre caballos muy veloces concebidos por vientos divinos: XVI,
149-152 y XX, 219-229. Ambas se vienen ubicando en Grecia y en el área de la propia
Troya, y cuando se traen a colación, a veces, es como lejanos precedentes del mito lusitano. Pero pueden ser bastante más. Siguiendo el orden de la obra, la segunda de tales
citas, que se halla en el canto XX y es la más conocida, recuerda a los doce potros que
Bóreas, el viento del Norte, hizo concebir a las yeguas de Erictonio, el mítico rey de
Troya de inmensas riquezas.47 Pero la que me interesa ahora es la primera que se halla en
el desarrollo del poema, en el canto XVI que, aunque viene atribuyéndose también a un
escenario griego, podría atribuírse ya a Occidente, y con ello pasar a ser la primera referencia cronológica sobre nuestro ‘mito’. Se encuentra en el relato de la preparación del
combate que supondrá la muerte de Patroclo:
1) Homero (h. siglos IX-VIII a.C.),48 Iliada, canto XVI, vv. 149-152:
“Luego, Patroclo mandó a Automedonte — el amigo a quien más honraba después de Aquiles,
el destructor de hombres, y el más fiel en resistir a su lado la acometida del enemigo en las batallas — que enganchara los caballos. Automedonte unció bajo el yugo a Xanto y Balio, corceles ligeros que volaban como el viento y tenían por madre a la harpía Podarga, la cual los concibió del viento Céfiro mientras se hallaba pastando en una pradera a las orillas del Océano.
Y con ellos puso al excelente Pédaso, que Aquiles se llevara de la ciudad de Eetión cuando la
tomó, corcel que, no obstante su condición de mortal, seguía a los caballos inmortales.”49
Por ejemplo en A. GUERRA, 1995: p. 119: “Este [el relato en Plinio 8, 166] debe remontar a
Varrão…”. El mismo autor, en 2005, siguiendo ya a BERMEJO, 1982: “(Motiv…) dessen Ursprung in den
mythologischen Erzählungen aus vorrömischer Zeit gesucht werden muss”.
47
Iliad., XX, vv. 219-229: [Eneas a Aquiles]... Y a su vez Dárdano tuvo por hijo al rey Erictonio, que fue
el más rico de los hombres mortales; tenía tres mil caballos, que pastaban junto a un pantano, las hembras felices
junto a sus tiernos potros. Bóreas se enamoró de algunas de ellas y, transfigurándose en un caballo de negras crines,
las cubrió. Ellas engendraron doce potros que, cuando saltaban sobre la tierra fértil, podían correr sobre los tallos
sin romperlos, y cuando sobre el ancho dorso del mar, rozaban las crestas mismas de las olas. Erictonio fue padre
de Tros, que reinó sobre los troyanos...
48
Para la cronología redaccional de Homero sigo la más reciente y autorizada opinión de POWELL
(2004: p. 33, 41), según el cual debió de ser al menos en la primera mitad del siglo VIII a.C., si no antes,
basándose en inteligentes reflexiones acerca del comienzo de la escritura entre los griegos y de las relaciones más antiguas entre fenicios y griegos.
49
Sigo la traducción de L. Segalá para ed. Juventud (Barcelona, 1965, p. 237), excepto en la frase en
letra normal, que retraduzco porque ignora la palabra róon, aunque es curioso que en la del mismo autor
para Bruguera (Barcelona, 1967), p. 290, se dice “paciendo en una pradera junto a la corriente del Océano”.
La misma idea en la versión de M. Casamada para la edit. Diamante (Barcelona, 1959: p. 262).
46
[ 178 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
La referencia a “Océano” en este texto ha venido siendo traducida, de forma muy
general, como “el río (llamado) Océano”, porque así lo hicieron con esta expresión
griega, Par™ ª’on<Wkeanoi~o, los autores de las más populares y reeditadas traducciones de los siglos XIX y XX al francés y al inglés (revertidas también ambas con frecuencia en español): Charles-Marie Leconte de Lisle (1818-1894): “la Harpye
Podargè avait conçus de Zéphyros, lorsqu’elle paissait dans une prairie aux bords du
fleuve Okéanos”, y Samuel Butler (1835-1902): “...whom the harpy Podarge bore to
the west wind, as she was grazing in a meadow by the waters of the river Oceanus”. Más
recientemente, también Paul Mazon, en su influyente traducción comentada en la
col. Budé, insiste en la misma línea: “La Harpye Podarge les a enfantés pour le vent
Zéphyr, alors qu’elle paissait dans une prairie aux bords du fleuve Océan”.50 Se inducía
así a la idea de que tal “río Océano” se ubicaría, pues, en algún lugar de Grecia, o bien
en un espacio impreciso del fluido exterior del mundo.
Sin embargo, e’ou y `Wkecnoi~o, aunque en un uso no raro en Homero,51 no
están en el mismo caso gramatical, y por lo tanto en principio no deberían aquí traducirse juntos, siendo el sustantivo è’oj traducible en primer lugar como “corriente, flujo”.52 En este caso, pues, conviene más la traducción literal: “junto a la
corriente del Océano, al borde del Océano”. Un uso muy similar encontramos en el
canto XVIII, v. 239, cuando al atardecer Hera obliga a Helios a sumergirse
ùp,Wkeanoi~o r’aj. En otros casos, Homero le llama pótamos Okéanos, pero lo hace
cuando se refiere a su concepción geográfica general, como un gran río que bordeaba todo el mundo conocido (lo que coincide con lo que dice Hesíodo),53 dando
lugar a todas las criaturas. La mejor imagen de este uso la ofrece al hacer la descripción del escudo de Aquiles (XVIII, v. 606), por cuya orla corría “la poderosa
corriente del río Océano”, llamándole, aquí sí, el pótamos Okéanos. Pero creo definitiva su definición en el canto XXI, 196-197: “El rey Aqueloo mismo no puede compararse a Zeus, ni a la gran violencia del profundo Océano, del que se generaron todo
el mar, todos los ríos, todas las fuentes y todos los manantiales”.54 Es legitimo deducir,
pues, que Podarge fue cubierta por Céfiro junto a las costas del que llamamos
Océano Atlántico.
50
Ed. Belles Lettres, París, 1961, p. 105. Aunque, paradójicamente, en la n. 1 de la pág. 98, al canto
X, v. 392, donde se menciona de pasada a estos mismos caballos, Mazon dice que fueron fecundados “aux
bords de l’Océan”. La frase es correctamente traducida en la PWRE (art. de H. KENNER), col. 1140:
“Zephyros verband sich mit ihr, da sie auf einer Wiese an der Flut des Okeanos weidete”. Para Estesícoro es también Podarge la madre de los caballos regalados por Hermes a los Dióscuros (ibid.).
51
LIDDELL-SCOTT, 1899, s.v.: “Hom. ...freq. with gen.”.
52
LIDDELL-SCOTT, 1899, s.v.: “stream, flow of water, current... current at sea”.
53
Theog. XI.775-806: El Oceáno que vuelve sobre sí mismo. Para Hesíodo, Océano es el padre de
diecinueve ríos divinos y de cincuenta ninfas, las Oceánidas.
54
En el canto XIV es incluso “el padre de los dioses”. La misma idea de que el Océano es el generador
de todas las aguas se conserva todavía en Suda: “El mar que rodea toda la tierra [...] del cual fluyen todos los
ríos, todos los mares y todas las corrientes (de agua)” (Ω 43 Adler).
[ 179 ]
ALICIA M.ª CANTO
En la musivaria romana encontramos con cierta frecuencia la figuración de Oceanus
como una serpiente, lo que entronca con mitologías mucho más antiguas.55 Así por
ejemplo en el bello mosaico de la cruelmente amenazada ciudad de Zeugma (Gaziantep,
Antakya, Turquía), en el que Okéanos aparece, como dragón marino, entre la pareja
Tetis y Peleo. Tetis habita con Océano en su palacio “en los confines de la fértil tierra”
(Iliad. XIV, 197-198), y a la vez es Tetis, como se recordará, la madre de Aquiles, el
dueño de los caballos de Podarge (véase infra).
Bajo estos dos puntos de vista: 1) la diferenciación del Océano como pótamos (el
gran río exterior) y como róos (la corriente del “gran mar”), y 2) el escenario de la unión
entre Céfiro y la harpía Podarge,56 el lugar de la cita no puede ser otro que la costa más
occidental de Europa. Y por ello creo que se puede afirmar que el texto de Homero que
comentamos no es sólo un precedente o un paralelo griego para el ‘mito’ de las yeguas
lusitanas, sino que es realmente la primera referencia de él, aunque bajo una forma poética y adaptada al poema troyano: del fenómeno concreto que tenía lugar, según los
autores posteriores, en las cercanías de Olisipo.
Esta afirmación que hago implica aceptar que Homero ya tenía constancia del
hecho, lo que situaría su existencia antes del siglo VIII a.C. Lo primero no es tan
inverosímil si recordamos lo que Estrabón afirma en su célebre parágrafo III, 2, 13
acerca de las noticias que Homero tenía del extremo más occidental de Europa, y de
cómo, “como en la Iliás, también en la Odysseia [Homero] convirtiera lo histórico en
narración fabulosa, según es costumbre de los poetas”: “Ahora bien, instruido por la voz
de la Historia de todas estas expediciones guerreras a las costas meridionales de Ibería,
conocedor también de la riqueza de estas regiones y de los bienes de todas clases que poseen y que los phoínikes dieron a conocer, [Homero] tuvo la idea de colocar aquí la mansión de las almas piadosas, y el “Elýsion Pedíon”... donde desde el seno del Okeanós se
levanta el soplo armonioso y refrescante del Zéphyros”. En el mismo sentido se manifiesta en III, 4, 4.57
Cf. [en línea] <http://mk29.image.pbase.com/u10/andrys/upload/37925038.mImg_3119.jpg.
En el mito cosmogónico babilónico o Enuma Elish, Tiamat era la serpiente marina, personificaba el mar
y era anterior al caos. También contrajo matrimonio con un dios de aguas nacientes, Apsu, dando origen
a los demás dioses.
56
Por cierto que veloz como los caballos. El hecho, con o sin mención del lugar concreto, tiene eco en
autores tardoantiguos, como Quinto de Esmirna, Posthom. VIII, vv. 150-157 (del que vid. infra texto n.º 18).
57
“No es de admirar que el poeta [Hómeros] describiese los viajes de Odysseús de una manera novelesca,
suponiendo que la mayor parte de sus hazañas las había llevado a cabo más allá de las Stélai, en el Atlantikón
Pélagos (y no forja una fábula increíble, puesto que los lugares y demás circustancias aducidas por él difieren en
poco de los históricos); no fueron tampoco inhábiles los que, admitiendo la veracidad de estas narraciones y la ágil
destreza del poeta, vertieron la poesía de Hómeros en la ciencia, tal como hizo Krátes el de Mallós y algunos otros.
Pero hay quienes, entendiendo de un modo harto torpe la obra de aquél, no sólo la despojan de todo interés científico, como si el poeta hubiese sido un cavador o un segador, sino que juzgan de locos a los que intentan interpretarla” (traducciones de A. GARCÍA Y BELLIDO, 1993, pp. 154-155 y 184-185, comentando, muy en su
línea: “Strábon, que creía a pie juntillas las leyendas homéricas, trata aquí de justificar su credulidad...”).
55
[ 180 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Por una parte, las noticias sobre la fertilidad occidental eran algo conocido entre
los autores griegos, comenzando por el propio Homero según dice Estrabón en I, 1, 4:
“Mostró también [Homero] la felicidad de los hombres del Occidente, así como la templanza del ambiente, convencido, como parece, de la riqueza ibérica, esta riqueza que impulsó primero a Heraklés a llevar a cabo su expedición; luego los phoínikes, que se crearon un
gran imperio, y por último a los rhomaíoi; aquí pone el poeta los soplos del Zéphyros, aquí
también coloca el Campo Elysion, adonde Menélaos -dice- fue conducido por los dioses...”,58
y siguiendo por el fragmento de Polibio a través de Ateneo sobre la riqueza natural de
Lusitania, en la que “debido al clima tan favorable, tanto hombres como animales son muy
prolíficos, y la tierra es constantemente productiva”.59
Por su lado, la fecha histórica de la fundación de Gades, alrededor de 1100 a.C.
según las fuentes literarias,60 y las recientes investigaciones arqueológicas, sacando a
la luz la existencia real de factorías fenicias en la fachada atlántica de Iberia hasta el
río Mondego, sobre todo la de Abul, cerca de Lisboa,61 justifican y hacen verosímil el
que hubiera llegado a conocimiento de Homero toda esa información sobre el
Occidente, y con ella el eco de las zefíreas yeguas occidentales, que le sirve para, “convirtiéndolo en fábula”, embellecer el origen de los caballos del hijo de Tetis, y no será
éste el único rastro homérico que encontremos cerca de Lisboa. Puesto que, como en
otra ocasión veremos, el análisis de los nombres de ambos caballos de Aquiles,
Xánthos y Baliòs, nunca puesto en relación real con las razas equinas lusitanas, más
otras evidencias, nos darán sorprendentes resultados que inclinarán más aún a aceptar éste de la Ilíada como el primer testimonio directo del ‘mito’ y con ello el relato
más antiguo de los de Occidente.
No dejaré de comentar, por último, el hecho de que un relevante zoólogo como
es Claudio Aeliano considere todavía, más de mil años después, que Homero “tenía
un notable conocimiento” del tema de los caballos, y ello en el momento exacto en
que cita, al respecto del ‘mito’ que tratamos, los dos párrafos homéricos que acabo
de glabar (vea infra texto n.º 14). Esto alumbra un nuevo aspecto en la valoración
de dichos textos.
Ibid., p. 258 (referencias a Iberia contenidas en otros libros).
Athen. VIII.330 c, recogiendo una cita de Polibio del perdido libro XXXIV de sus Historias. Una idea
recurrente que aparece, por ejemplo, en Plinio, incluso asociándola directamente con nuestras yeguas (vid. infra).
60
No es momento de entrar en este problema, pero las pruebas arqueológicas, aunque no estén aún
disponibles de momento sino hasta (según autores) el siglo IX u VIII a.C., algún día llegarán; ausencia no
es inexistencia, ni es óbice para negar la veracidad de las fuentes literarias, como con frecuencia se hace
por muchos arqueólogos e historiadores. En este sentido véanse por ejemplo GONZÁLEZ WAGNER,
1996 y MEDEROS, 2004.
61
Se contarían entre dichas factorías y asentamientos fenicios, por ejemplo, Torres Vedras, Castro
Marim, Santa Olaia y, sobre todo, Abul, ubicada justamente cerca de Lisboa, entre Setúbal y Salacia, cf.
SCHATTNER, 1998, pp. 29-30 y passim s. vv., especialmente el yacimiento n.º 216, pp. 158-159.
58
59
[ 181 ]
ALICIA M.ª CANTO
2) LAS DEMÁS FUENTES SOBRE EL ‘MITO’
(presentadas cronológicamente):
2) Aristóteles (384-322 a.C.), Historia animalium VI.18.4 (572 a, 8-15: Peck II, 298) y
571 a 13-17:
“En cuanto a la impaciencia por el intercambio sexual, las más ansiosas entre
todas las hembras son las yeguas, y a continuación la vaca. Las yeguas se vuelven
hipomaníacas, y este vocablo, derivado de este animal, se aplica de forma blasfema
a las mujeres que tienen deseos sexuales desordenados. Se cuenta (légontai) que
en esta misma estación (perì tòn kairòn toûton)62 (las yeguas) son preñadas por el
viento (‘exanemoûszai); y esto es porque en Creta los machos nunca se retiran de las
hembras...”.63
3) M. Terencio Varrón (118-30 a.C.), De re rustica II.1.19:
“Altera pars est, in fetura quae sint observanda, quod alia alio tempore parere solet.
Equa enim ventrem fert duodecim menses[...] In fetura res incredibilis est in Hispania,
sed est vera, quod in Lusitania ad Oceanum in ea regione ubi est oppidum Olisipo,
monte Sagro quaedam e vento concipiunt certo tempore equae, ut his gallinae quoque
solent, quarum ova “hypenemia” appellant. Sed ex his equis qui nati pulli, non plus triennium vivunt”.64
4) P. Virgilio Marón (h. 42-37 a.C.), Georgicon III, vv. 266 y 272-283:
[266] “Scilicet ante omnis furor est insignis equarum... [...]
[272] ...(vere magis, quia vere calor redit ossibus), illae ore omnes versae in Zephyrum
62
Cf. 573 a, 25: “En líneas generales, los animales están más ansiosos por el intercambio sexual durante
la primavera, aunque no todos paren en la misma estación” (ed. Peck, p. 304). Incluso el grave Plutarco se
hace eco de ello, en Symp. VIII.I.3: “El mismo viento, el viento, puede salir del seno de una nube y fecundar a
las aves antes de que llegue la estación del celo.”
63
Cf. también 541a, 30, donde hay un párrafo interpolado sobre un aspecto en relación con éste (ed.
Peck, ibid., 110 con nota a, recordando el precedente de Homero). En Creta, quizá por el homotopónimo
Ida troyano. Continúa con la explicación detallada de que las hembras no se detienen hasta que están
exhaustas, o llegan al mar, expeliendo una secreción sexual llamada hippomanés.
64
«Otra cosa hemos de observar en cuanto a la reproducción, y es el tiempo que dura. Pues la yegua
ocupa su vientre doce meses, la vaca diez, la oveja y la cabra, cinco, el cerdo cuatro. En esto de la reproducción
ocurre algo increíble en Hispania, pero es verdadero: que en Lusitania, cerca del Océano, en la región próxima
a donde está la ciudad de Olisipo [Lisboa], la misma que la del Monte Sagrado, hay una época concreta en la
que algumas yeguas conciben del viento, igual que las gallinas cuyos huevos se llaman “hypenemia”. Sin embargo, los potros que nacen de estas yeguas no viven más de tres años». Es quizá el autor de más crédito, el que
Séneca (Cons. ad Helv. 1) calificó como el doctissimus Romanorum y al que Plinio dedica también grandes
elogios (NH XXXV.11).
[ 182 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
stant rupibus altis, exceptantque levis auras, et saepe sine ullis coniugiis vento gravidae
(mirabile dictu)...”65
5) Pompeyo Trogo (ép. Augusto), en M. Juniano Justino, Epit. Hist. Philip. Trog. Pomp.
XLIV.3.1 y 3.6:
In Lusitanis iuxta fluvium Tagum vento equas fetus concipere multi auctores prodidere. Quae
fabulae ex equarum fecunditate et gregum multitudine natae sunt, qui tanti in Gallaecia ac
Lusitania et tam pernices visuntur, ut non immerito vento ipso concepti videantur[...]66
6) L. Junio Moderato Columela (c. 30-40 d.C.), De re rustica VI.XXVII.4-7:
“[4] Nec dubium, quin aliquot regionibus tanto flagrent ardore coeundi feminae, et etiam
si marem non habeant, assidua et nimia cupiditate figurantes sibi ipsae venerem, cohortalium more avium, vento concipiant. Neque enim poeta licentius dicit: [...]67
[7] Cum sit notissimum etiam in Sacro monte Hispaniae, qui procurrit in occidentem
iuxta Oceanum, frequenter equas sine coitu ventrem pertulisse foetumque educasse, qui
tamen inutilis est, quod triennio, prius quam adolescat, morte absumitur.68 Quare, ut dixi,
dabimus operam, ne circa aequinoctium vernum equae desideriis naturalibus angantur.
7) Cayo Plinio Segundo el Viejo (c. 77 d.C.), Naturalis Historia IV.116:
... Oppida a Tago memorabilia in ora Olisipo, equarum e Favonio vento conceptu nobile, Salacia cognominata Urbs Imperatoria...69
65
“Pero las más furiosas de todas [en la lujuria] son las yeguas... en la primavera... se dirigen a las cimas de los peñascos, con la boca girada hacia el Céfiro, se impregnan de las ligeras brisas y a menudo, sin apareamiento alguno, ¡qué prodigio!, son fecundadas por el Viento...” Proceden del libro III, dedicado a la siembra, a la cría y cuidado del ganado y
a la apicultura. Continúa hasta el v. 283 con el relato del flujo llamado hippomanes, que ha tomado de Aristóteles.
66
Como ya dije, Trogo Pompeyo es el único, junto con Opiano (vid. infra texto n.º 15), que se muestra incrédulo. Pero aquí nos interesa porque deja constancia, en época de Augusto, de que “muchos autores
se referían a esta fábula...” En 3.6 interesa también: In huius gentis (scil. Lusitani) finibus sacer mons est, quem
ferro violari nefas habetur...
67
Cita aquí las Geórgicas de Virgilio, obra de la que el hispano se declara admirador en cuanto a toda
la temática rústica, véase el texto n.º 4.
68
Varrón, Columela, Silio Itálico y, sobre todo, Vegecio, que trata de la veterinaria científicamente,
(textos núms. 3, 5, 9 y 18) se refieren a este dato de la breve vida de los potros. Lo que dice Columela de
que es una “prole inútil” concuerda con otra afirmación suya, algo más adelante, sobre la cría del potro,
VI, XXIX, 4: Equus bimus ad usum domesticum recte domatur; certaminibus autem expleto triennio; sic tamen ut
post quartum demum annum labori committatur. Por tanto, aunque tan veloces, morían cuando llegaban a la
mejor edad para adiestrarlos para las carreras.
69
“...Entre las ciudades dignas de memoria desde el río Tajo se halla, en la costa, Olisipo [Lisboa], famosa por
por la fecundación de sus yeguas por el viento Favonio (esto es, del Oeste)...”. Obsérvese que Plinio da este
fenómeno como la principal causa de la fama de la ciudad. He subrayado también Salacia (h. Alcácer do
Sal) por lo que luego se verá.
[ 183 ]
ALICIA M.ª CANTO
8) Id., ibid. VIII.166:
Constat in Lusitania circa Olisiponem oppidum et Tagum amnem equas Favonio flante
obversas animalem concipere spiritum, idque partum fieri et gigni pernicissimum ita, sed
triennium vitae non excedere.70
9) Id., ibid. XVI.93:
Ordo autem naturae annuus ita se habet: primus est conceptus flare incipiente vento
Favonio, ex a. d. fere VI idus Febr(uarias). Hoc maritantur vivescentia e terra, quippe
cum etiam equae in Hispania, ut diximus. Hic est genitalis spiritus mundi a fovendo dictus, ut quidam existimavere.71
10) Silio Itálico (25-101 d.C.), Punica III, 378-383:
At Vettonum alas Balarus probat aequore aperto, hic adeo, cum ver placidum flatusque
tepescit, concubitus servans tacitos, grex perstat equarum et Venerem occultam genitali concipit aura. Sed non multa dies generi, properatque senectus, septimaque his stabulis longissima ducitur aestas.72
11) Id., ibid., XVI, vv. 363-365:
[Tertius currebat… Pelorus73…]. ... Mirabile dictu, nullus erat pater: ad Zephyri nova flamina campis Vettonum eductum genetrix effuderat Harpe.
70
“Consta que en Lusitania, cerca de la ciudad de Olisipo y del río Tajo, las yeguas, giradas hacia el viento que sopla
del Oeste, conciben de un espíritu, y que paren así un animal rapidísimo, pero que no supera los tres años de vida...”). Ese
“consta” indica a mi juicio una verificación del fenómeno por parte de Plinio o de su fuente. Compárese además
con Id., ibid. VIII, 205: Suilli pecoris admissura a Favonio ad aequinoctium vernum, aetas octavo mense, quibusdam in
locis etiam quarto, usque ad octavum annum. Partus bis anno, tempus utero quattuor mensum, numerus fecunditati ad
vicenos, sed educare nequeunt tam multos. Diebus X circa brumam statim dentatos nasci Nigidius tradit. Implentur uno
coitu, qui et geminatur propter facilitatem aboriendi. Remedium, ne prima sublatione neque ante flaccidas aures coitus fiat.
71
“El orden anual de la naturaleza se desarrolla así: lo primero es la fecundación al empezar a soplar el viento Favonio desde aproximadamente el sexto día antes de las idus de febrero [scil., el 8 de febrero]. Este viento fecunda todo cuanto nace de la tierra; todavía más: en Hispania, como hemos dicho, fecunda también a las yeguas”
(trad. V. Bejarano, FHA 7, 151-152).
72
“En la llanura, Bálaro ejercita a los escuadrones de Vetones. Entre éstos, en cuanto la suave primavera enti-bia el
aire, resguardando secretos lechos, un enjambre de yeguas se yergue inmóvil, y conciben de ese aire genital una misteriosa
fecundación. Sin embargo, es poco el tiempo de esta prole: pronto les alcanza la vejez, y son siete años el máximo tiempo
que pueden pasar en sus establos.” Rosado Fernandes (art.cit. supra 1985) considera esta cita una simple imitación
de Homero no extrapolable al Occidente pero, como veremos algo más abajo, no lo es. Por otro lado, parece que
hemos de admitir que durante la Segunda Guerra Púnica el territorio vetón alcanzaba el Atlántico por el Oeste.
73
El caballo Pelorus lleva el nombre del piloto de Aníbal que, en 204/203 a.C., conduciendo al derrotado general fuera de Italia, fue objeto injusto de su crueldad, o quizá el de la ninfa marítima Pelorias que
aparece antes, en monedas de Messina de h. 310/288 a.C. En todo caso, el nombre resulta apropiado para
encajar en un ambiente oceánico como el de Lisboa.
[ 184 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
12) Id., ibid., XVI, vv. 426-429:
…. “Genitore, Pelore,
te Zephyro eductum nunc nunc ostendere tempus,
discant, qui ecudum ducunt ab origine nomen,
quantum divini praecellat seminis ortus.74
13) Id., ibid., XVI, vv. 430-433:
Victor dona dabis statuesque altaria patri!” Et, ni successu
nimio laetoque pavore prodius elapso foret inter verba flagello,
forsan sacrasset Zephyro, quas voverat, aras.75
14) Claudio Aeliano (c. 175 - c. 235 d.C.), De natura animalium IV, 6:76
Los hombres expertos en la cría y cuidado de los caballos manifiestan que éstos disfrutan
sobre todo en los suelos pantanosos, en las praderas y en los sitios ventosos. De ahí que
encontremos que Homero (quien a mi juicio tenía un notable conocimiento de estos asuntos) diga….77 Además, los cuidadores de caballos son testigos frecuentes de que las yeguas
son preñadas por el viento….78
15) Opiano de Apamea (post 211 d.C.), Cyneg. I.284 y 323, y III.353-356:79
Así de veloces son los caballos ibéricos de pies rápidos como el viento… Incluso los rápidos tigres, la progenie del veloz Céfiro… Pero aunque corra con la velocidad del Viento,
74
“Mira, Peloro, que llega el momento de demostrar que eres hijo del Céfiro, que éstos de origen vulgar vean
cómo les supera el que procede de una estirpe divina.”
75
“Una vez que hayas vencido, ofrecerás dones y elevarás altares a tu padre. Y, en efecto, si Durius no hubiera
sido traicionado por la emoción de un gran éxito o un alegre temor, no hubiera dejado escapar su fusta junto con
sus palabras, y quizá habría consagrado a Céfiro los altares que le había prometido”. Véase más abajo el apartado II.3 para las conclusiones específicas de este texto.
76
La obra, originalmente en griego, se denomina Peri¢ ZÍwn `Idiotøtoj. Traduzco de la edición en latín de
F. Jakob De Natura Animalium Claudii Aeliani a Friderico Jacobs editi apud Fridericum Fromannum, Jenae,
MDCCCXXXII, p. 49. En su pág. 99, C, dice erróneamente que Aeliano no trata del tema de las yeguas pero,
como puede verse, sí lo trata. No hace una mención expresa del fenómeno en Lusitania, pero interesa aquí
porque cita como testigos del mismo a los criadores de caballos. Vid. también ed. Loeb (de Page, 1958), p. 221.
77
Aquí inserta la cita de Iliad. XX, 221, cf. supra el texto n.º 1.
78
Cf. también II, 46 (ed. Loeb, vol. 1, 145), donde se refiere a que todos los buitres son hembras, y que
pueden ser fecundadas volando contra el viento del Este.
79
Opiano de Apamea o Pella, en Siria. Dedicó este poema a Caracalla, de ahí su datación posterior a
211. Sigo la edición de Loeb (de Mair, 1963), pp. 33, 35 y 143, y las agrupo bajo un solo número porque
sólo la primera se refiere directamente a Hispania. Existe también una traducción comentada en español,
de J. M. Robles Gómez (Madrid, Gredos, 1999).
[ 185 ]
ALICIA M.ª CANTO
desde luego el Viento del Oeste no es su padre. ¿Quién puede creerse que las bestias salvajes se apareen con un novio etéreo? Porque esto es también una historieta absurda, que
todo lo de esta raza es femenino, y que no se aparean con machos...80
16) Lactancio (cristiano, c. 264-c. 340 d.C.), Instit. divin., IV.12:
Quod si animalia quaedam vento et aure concipere solere omnibus notum est, cur quisquam
mirum putet cum Spiritu Dei, cui facile est quidquid velit, gravatam esse virginem dicimus?81
17) Cayo Julio Solino (c. 290-350 d.C.), Collectanea rerum memorabilium sive De mirabilibus mundi, 23.7:82
In proximis Olisiponis equae lasciviunt mira fecunditate: nam aspiratae Favonii vento concipiunt, et sitientes viros aurarum spiritu maritantur.83
18) Quinto de Esmirna (¿segunda mitad del siglo IV?), Posthomerica III, vv. 746-751:84
(Muere Aquiles, y sus dos caballos inmortales)… quieren huir hacia el curso del
Océano y los antros de Tetis… hacia aquellos lugares en los que en el pasado la divina
Podarge los dio a luz… en el lecho del rumoroso Céfiro…”85
80
Cf. C. ZIRKLE (1936), p. 101 con nota. En su primera cita Opiano asocia sin duda los caballos hispanos al viento, aunque el ser descendientes de él lo aplique después a los tigres, en la segunda.
Curiosamente, después de darlo por hecho, en el libro III lo niega, siendo el único autor de todos los que
aquí relaciono, junto con Justino a través de Trogo Pompeyo (vide supra texto n.º 5), que duda abiertamente de la posibilidad de la fecundación sin macho, aunque Opiano aplica su escepticismo a las tigresas.
Es muy curiosa su frase “que todo lo de esta raza es femenino y que no se aparean con machos”, dos datos que
ningún otro autor menciona pero tienen que ver con la explicación que más abajo ensayaré (apdo. III).
81
Lactancio es sólo el primero de los autores cristianos que citan el mito de Lisboa para apoyar la posibilidad de la concepción virginal. Refiriéndose a las gallinas lo hacen también otros, como el PseudoClemente (Recogn. VIII.25), con otra observación que citaremos infra. Orígenes, Eusebio, San Basilio y San
Ambrosio utilizan el ejemplo de los buitres (cf. ZIRKLE, 1936, p. 112).
82
Cf. supra el texto n.º 3. He usado la edición revisada de Th. Mommsen para Teubner (Berlín, 1895), t. II,
p. 183, así como la afortunada traducción comentada, reciente, de F. J. Fernández Nieto (Madrid, Gredos, 2001,
p. 344 y n. 693). Cita ad loc. el mito como “lusitano antiguo”, siguiendo a Bermejo Barrera (1982, cap. V pp. 87100), aunque corrigiendo la interpretación que éste hacia sobre un supuesto error de Solino en este pasaje, en
el sentido de que las yeguas tendrían una segunda unión, carnal, tras su fecundación aérea. Lo cual no es así sino
que, como bien dice Fernández Nieto, ésta reemplaza al coito físico. Más o menos por esta época podríamos contar con un texto de Claudio Claudiano, el poeta oficial de la corte de Honorio (De raptu Proserpinae, III, vv. 263268), que, aunque refiriéndose a las tigresas, parece contener el eco de la misma creencia.
83
“En las cercanías de Olisipo retozan yeguas de sorprendente fecundidad, pues conciben el aspirar el viento
Favonio [scil., el Céfiro o del Oeste], y cuando están ávidas de machos se emparejan con el soplo de sus brisas”.
Cf. con su 52.1: A Medis montibus auspicatur India, a Meridiano mari porrecta ad Eoum. Favonii spiritu saluberrima in anno bis aestatem habet, bis legit frugem, vice hiemis etesias patitur.
84
Sigo la traducción de F. Vian para la col. Budé (París, 1963, I, p. 124). Quinto habla también de ellos
en VIII.154-157, donde menciona la ya conocida alegoria de que podían correr sobre las olas.
85
Parece interesante por fijar con bastante precisión el lugar donde se habría producido el parto, esto
es, Occidente y el área de Lisboa, donde se nos transmite el mismo hecho.
[ 186 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
19) Flavio Vegecio Renato (c. 384-450 d.C.),86 Digestorum artis Mulomedicinae libri, III.7.1:
De temporibus vitae (scil., equorum): … aetas longaeva Persis, Huniscis, Epirotis ac
Siculis, brevior Hispanis ac Numidis[…].87
20) Marciano Capela (post 410 d.C.), De nuptiis Philologiæ et Mercurii. Liber VI: De
Geometria, 629:88
Olissipone illic oppidum ab Ulixe conditum ferunt... Atlanticus vero et occiduus terminatur Oceanus, qui tum Hispaniae limitatur excursibus. In eius quoque confinio equarum
fetura ventis maritantibus inolescit, volucres proli cursus ipso aspirante89 Favonio.
21) Agustín de Hipona (413-426 d.C.), De civ. Dei, XXI.5:
Verum tamen homines infideles... existimant falsa esse quae dicimus, ipsi de tot mirabilibus
rebus, quas vel videre possumus vel videmus, debent reddere rationem. [....]. In Cappadocia
etiam vento equas concipere, eosdemque fetus non amplius triennio vivere.90
Si se trata del famoso general, al cual se atribuye generalmente este ensayo.
Ed. E. Lommatzsch, Leipzig, 1903, p. 249. Considero esta cita de tan acreditado tratado veterinario como una confirmación experta de la segunda parte de nuestro ‘mito’, pues confiere realidad a la
mayor brevedad de la vida de los caballos hispanos. En el propio Vegecio podemos encontrar igualmente
confirmación de su velocidad (en III.6.4: De signis, quibus agnoscitur patria (scil., equorum)… curribus
Cappadocum gloriosa nobilitas,Hispanorum par vel proxima in circo creditur palma. Nec inferiores prope Sicilia
exhibet circo, quamvis Africa Hispanis sanguinis velocissimos praestare consueverit), lo que, sin embargo, no
es nada nuevo, pues hay muchas otras citas antiguas al respecto, terminando por el epistolario de Símaco
a fines del siglo IV. Esta brevedad real de sus vidas se encuentra por último en San Isidoro (infra texto
n.º 23).
88
En la edición para Teubner de J. Willis, 1983, pp. 218-219. Es curioso que poco antes, en el parágr. 628,
para referirse al supuesto origen del nombre de Lusitania, se refiere al a lusu Liberi patris vel cum eo bacchantium sociavit como una “fábula”; sin embargo, la cuestión de las yeguas no la considera igual. En la traducción
inglesa de W. H. Stahl y R. Johnson (1977), p. 233 y nota 72, sólo citan a Plinio y Varrón, y por este orden.
89
Los msc traen spirante, este aspirante es conjetura de J. Willis en su edición citada (ibid., p. 219) a
partir de Solino (texto n.º 17), que parece su fuente.
90
“Muchos hombres infieles, sin embargo, consideran falsas las cosas que predicamos, especialmente
las maravillosas que podemos ver o vemos realmente, cuando lo que es verdad es que existen muchas cosas
que la Razón no puede explicar y que, sin embargo, son ciertas... Así la yeguas que en Capadocia son preñadas
por el viento, y sus crías viven sólo tres años”. Es curioso cómo continúa: “Éstas y otras innumerables maravillas están recogidas en la historia, no sobre hechos pasados, sino en torno a lugares que aún permanecen. No tengo
tiempo aquí para ampliar esto por no separarme de mi propósito, pero que esos escépticos que niegan el crédito de
los escritos divinos, que justifiquen esas maravillas racionalmente, si es que pueden...”. Cita en el cap. 6 a historiadores serios que apoyan tales maravillas, como Varrón, indicando incluso que “no es difícil encontrar testigos que documentan lo que nosotros mismos podemos también comprobar”. Entre ellas se encuentra el fenómeno de las yeguas y, aunque él cita las de Capadocia, nos es aplicable en cuanto testimonio antiguo y por
la cita de Varrón. Al comentar este texto en concreto (1936, p. 101), C. Zirkle añade, cáusticamente:
“...the Bishop of Hippo was anything but a sceptic. The following extract… illustrates perfectly the intellectual standards which made the Middle Ages possible.”
86
87
[ 187 ]
ALICIA M.ª CANTO
22) Isidoro de Sevilla (560-636 d.C.), Etymologiarum sive Originum libri XX, IX.5.25:
Eosdem (scil., a los hijos espurios) et Favonios appellabant, quia quaedam animalia
Favonio spiritu hausto concipere existimantur.91
23) Id., op.cit., XII 1, 44:
Aetas longaeva equis Persicis, Hunnicis, Epirotis ac Siculis in annis ultra quinquaginta, brevior autem Hispanis ac Numidis et Gallicis frequens opinio est.
3) ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DEL NUEVO CORPUS
Si hacemos una breve síntesis de lo que estos textos antiguos en su conjunto nos
aportan acerca del ‘mito’ (sigamos llamándole así de momento) de las yeguas y el Céfiro,
obtenemos las siguientes conclusiones:
i) Número y pervivencia. Aparte de su ahora más que doblado número – 23 textos
de 17 autores –, al repasar esta larga serie de textos antiguos lo primero que llama la
atención es la supervivencia durante al menos dos mil quinientos años del relato de un
fenómeno que resulta chocante e increíble sólo con oírlo la primera vez.
ii) Credibilidad. El grado de credibilidad que tal relato consigue es anormalmente alto para una supuesta leyenda, puesto que, incluso dejando a un lado aquéllos de estirpe poética, como Silio (en los que sería disculpable cualquier recurso al
mito), entre tantos autores solamente Pompeyo Trogo en época de Augusto y
Opiano de Apamea en el siglo III mencionan el fenómeno como imposible (textos 5
y 15), y ello no sin reconocer ellos mismos la gran cantidad de autores que lo dieron
como cierto. Más increíble casi resulta que el crédito se mantuviera, como hemos
visto en la parte I, hasta prácticamente el siglo XX, también con las escasas excepciones ya citadas, como el marqués de Mondéjar en el siglo XVII o Pereira de
Figueiredo en el XIX; incluso hubo quien viajó hasta el lugar para probar su falsedad, como Johannes Nieremberg en 1635, y hubo de volverse sumido en la mayor
perplejidad.
iii) Máxima antigüedad y dato sobre el Occidente. Puesto que se constata ya en
Homero, que lo aplica poéticamente al lugar de nacimiento de los caballos de Aquiles.
91
Véanse también XIII.11.2 y 8: Ventorum quattuor principales spiritus sunt. Quorum… ab occidente
Favonius… [8] Favonius nuncupatus eo quod foveat fruges ac flores. Hic Graece Zephyrus, quia plerumque vere
flat; unde est illud (Virg. Georg. 1.44): “Et Zephyro putris se gleba resolvit”... Zephyrus Graeco nomine appellatus eo quod flores et germina eius flatu vivificentur. Hic Latine Favonius dicitur propter quod foveat quae nascuntur. Austro autem flores solvuntur, a Zephyro fiunt. Así como IX.V.25: In Cappadocia etiam vento equas
concipere, eosdemque fetus non amplius triennio vivere.
[ 188 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Conviene recordar que los datos que Homero tenía de la geografía occidental eran por
vía fenicia, cuya presencia se documenta arqueológicamente, en efecto, y cada vez con
más fuerza y antigüedad, a lo largo de la Portugal marítima, hasta más al N. de Lisboa.
Esa circunstancia ya estaba documentada en Estrabón III, 2, 13 (cf. sub texto 1), mientras el “notable conocimiento [que Homero tenía] de estos asuntos”, refiriéndose directamente al ‘mito’ o a los caballos, nos lo corrobora Claudio Aeliano al citar expresamente Iliada XX, 221 (vid. bajo los textos 14 y 1).
iv) No se trata de un mito. Su transmisión a partir del siglo IV a.C. y durante
toda la época romana se da como un hecho que era tan increíble como comprobable, esto es, no como una fábula, sino apelando incluso a testigos. Así nos lo dicen
autores fiables y/o hispanos, como Varrón en el texto n.º 3 (res incredibilis est in
Hispania, sed est vera), Virgilio en el n.º 4 (saepe… mirabile dictu), Plinio en el 8 (constat in Lusitania), el experto Claudio Aeliano en el 14 (los cuidadores de caballos son
testigos frecuentes…) o, sobre todo, Agustín de Hipona en el n.º 21, quien incluso
anima a los escépticos a su comprobación (de tot mirabilibus rebus, quas vel videre possumus vel videmus…).
Creo que es el carácter verídico del relato el que ha motivado su pervivencia,
superando la etapa cristiana, en la que incluso se llega a utilizar el hecho como
paralelo para un dogma de fe. Un simple mito pagano hubiera sido objeto, o bien
de un análisis deconstructivo por los rétores (véase a continuación el parágr. 4), o
bien de desenmascaramiento y ridículización por parte de los autores cristianos,
como tantas veces les vemos hacer, ya desde Minucio Félix a fines del II d.C.,92 y
en otros posteriores, sobre todo Arnobio hacia 300 d.C., el cual, justamente por ser
el maestro de Lactancio, hubiera podido inducir a éste a la burla sobre la mera posibilidad real de tal ‘mito’ pagano. Pero lo que leemos en éste es justamente lo contrario.
v) Amplia difusión. El hecho en torno a estas yeguas parecía ser vox populi, lo que
no sólo se comprueba por su longevidad en la época antigua (durante casi quince siglos),
sino porque algunos autores nos hablan de ello directa e indirectamente, véanse los textos 4 (Virgilio: saepe), 5 (Trogo: multi auctore prodidere), 6 (Columela: notissimum, frequenter), 7 (Plinio: Olisipo… nobile equarum conceptu), 8 (Plinio: constat) o 16, todavía
a fines del siglo III d.C. (Lactancio: omnibus notum est).
vi) Una vida breve que se comprueba. La primera versión del ‘mito’, la homérica,
afirma que los caballos de Aquiles, como hijos de un dios, eran inmortales (texto 1 y pas-
92
Por poner un ejemplo de que cómo lo hacen, Min.Fel., Octav. 23: Quid? formae ipsae et habitus nonne
arguunt ludibria et dedecora deorum vestrorum? Vulcanus claudus deus et debilis, Apollo tot aetatibus levis,
Aesculapius bene barbatus, etsi semper adulescentis Apollinis filius, Neptunus glaucis oculis, Minerva caesiis,
bubulis Iuno, pedibus Mercurius alatis, Pan ungulatis, Saturnus compeditis (citado a propósito del estudio de los
leontocéfalos del mitreo de Mérida como Frugiferi vid. CANTO, 2003, p. 331).
[ 189 ]
ALICIA M.ª CANTO
sim), pero esta idea sólo es seguida, y por razones obvias, por Quinto de Esmirna en sus
Posthomerica (texto 18), puesto que tal inmortalidad, poética y fabulosa, desaparece
cuando, ya en época romana, y corroborando la conclusión anterior, las referencias se
ciñen a un hecho que se nos presenta como real.
Así, la vida de los potros lusitanos es en verdad mencionada como breve, en torno a
los tres años, por Varrón (n.º 3), Columela (n.º 6) y Plinio (n.º 8),93 mientras Silio Itálico
(n.º 10) da a esta raza hasta siete veranos de vida, pero sólo excepcionalmente.94 Obsérvese
que estos cuatro autores son hispanos o han tenido un conocimiento directo y específico
sobre Hispania, y compárense entonces con el testimonio del muloveterinario Vegecio
Renato (cuya experiencia con toda clase de razas equinas era enorme, según él mismo afirma) quien, al tratar sobre la longevidad de los caballos (texto n.º 19), nos confirma que
éste es otro dato cierto: …aetas… brevior Hispanis ac Numidis, lo que nos volvemos a
encontrar en Isidoro de Sevilla (n.º 2), que añade a los galos, y como una opinión común:
…aetas… brevior autem Hispanis ac Numidis et Gallicis frequens opinio est.
Algunas otras conclusiones de interés podemos deducir aún, etnográficas y geográficas:
vii) De etnia vetona. A las primeras pertenecería la noticia de Silio Itálico, y por dos
veces (textos 10 y 11), de la pertenencia, a fines del siglo III a.C., del territorio de Olisipo
al pueblo vetón,95 lo que encaja con otros datos posibles. Por ejemplo, es curioso comprobar que el único testimonio en todo el Imperio del rarísimo antropónimo Balarus, que
Silio (en el texto n.º 10) imagina para el jefe del escuadrón de vetones, se documenta
justamente en la ciudad vetona de Avela (h. Ávila).96
viii) Dos cultos al Céfiro. El culto al viento del Oeste está muy antiguamente documentado entre los griegos, y ubicado en Occidente, pues en la propia Ilíada (XXIII.192)
Aquiles invoca a Céfiro con libaciones en una copa de oro y prometiéndole otros dones,
para que, junto con Bóreas, llegue y, soplando con fuerza, acelere la consunción del
cadáver de Patroclo. Iris, la veloz mensajera, parte y les encuentra a todos reunidos en
la mansión de Céfiro, que se halla en el extremo oeste, “en las bocas del Océano”, desde
donde llegan hasta Troya “atravesando el mar”. Aunque escasas, contamos con otras referencias de su culto en Grecia.97
También san Agustín (texto n.º 21), aunque aplicándolo a los de Capadocia.
Los autores modernos dicen siempre “tres o siete años”, pero en realidad Silio da el número de siete
como un máximo y, por tanto, lo excepcional: septimaque his stabulis longissima ducitur aestas.
95
Pero este punto, que ahora nos llevaría demasiado lejos ahora, será desarrollado, Dios mediante, en
un próximo trabajo.
96
Vid. el epígrafe en AE 1914, 14, HEp 3, 28 y ahora en HERNANDO, 2005, pp. 115-116, n.º 34:
D(is) M(anibus) s(acrum) / Cadano Cabura[teiq(um)] / Balarus pat[er] / f(ilio) f(aciendum) c(uravit). Desde
el punto de vista antroponímico también VALLEJO, 2006, p. 208.
97
Por ejemplo en las Argonáuticas (Val. Flac. 1, 188) se relata su culto marítimo junto con Poseidón,
Glauco y Tetis. En Rodas existía un templo a Zephyròs como “el más rico de los Vientos” (Bacchyl., Epigr. 1) y
Pausanias nos habla de un altar a él en la ciudad ática de Lakiadai (Periég. I.37.2). Aparte de ello, es muy conocida su representación en la famosa “Torre de los Vientos” ateniense, donde sabemos también por Pausanias
(III.19.5) que tenía un altar específico. Vid. sobre este culto HAMPE 1967 (que no he podido consultar).
93
94
[ 190 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Ya en la Península Ibérica más en concreto, al menos de época de Avieno,98 conocemos, en efecto, su más antiguo lugar de culto,99 el santuario de la punta SO peninsular
en los cabos de San Vicente-Sagres, en el área del romano promunturium Sacrum. Pero
entiendo que éste parece dedicado “a los vientos del Oeste” en general, los que permiten cambiar felizmente el sentido de la navegación de cabotaje para girar hacia el Este y
el Estrecho y, de hecho, es lo que dice la Ora Maritima.100
En cambio Silio Itálico, en su muy interesante texto n.º 13, parece confirmarnos
la existencia de un espacio de culto in situ “al Céfiro procreador”, cuando se insta al
caballo Peloro a “Victor, dona dabis statuesque altaria patri!”. Parece por ello muy lógico que en el espacio cercano a Olisipo mismo, que es donde se producía el fenómeno,
existiera otro lugar de culto a Céfiro en su aspecto fecundador y, en efecto, ello se
daba, a juzgar por el topónimo usado por dos conocedores cercanos, Varrón y
Columela (textos 3 y 6), que llaman a la zona del hecho Mons Sacer, ubicándola mejor
el hispano Columela: qui procurrit in Occidentem iuxta Oceanum. Esta zona es distinta
de aquélla, algo más al N. y en la propia costa, dedicada al Sol y la Luna, en la foz del
Colares.
Por Virgilio e Isidoro hispalense sabemos que estaban consagrados “a los felices céfiros” los caballos blancos.101
ix) El área del fenómeno. En esto ha solido haber un acuerdo general, pues las fuentes antiguas son coincidentes, y ya aquellas pocas que antes se manejaban: in ea regione
ubi est oppidum Olisipo (Varrón, n.º 3), in Lusitanis iuxta fluvium Tagum (Trogo, n.º 5),
circa Olisiponem oppidum et Tagum amnem (Plinio, n.º 8), in proximis Olisiponis (Solino,
n.º 17) Olisipone illic oppidum... in eius quoque confinium... (Capela, n.º 20). Se trata, por
tanto, de un lugar cercano a Lisboa. Existe hoy, inmediato a la cuidad, el que aún se
denomina Monsanto, que coincide más con el testimonio de Plinio (texto n.º 8), y los
autores que han propuesto un lugar se han decantado más por éste.
Sin embargo, creo que el área sagrada era más grande y, entre Monsanto y los cabos
de Guía, Raso y Roca, abarcaría toda la Sierra de Sintra, como han dicho algunos de los
“En el límite de la costa del Céfiro”, esto es, de la fachada occidental, vid. la nota 100.
Por error, en su artículo “Zephyros” en la PWRE (s.v. col. 234), K. ZIEGLER afirma que no se conoce
culto a Céfiro anterior al altar de Atenas, olvidando el testimonio de Avieno para el Oeste de Iberia: iugum
Zephyro sacratum (Or. mar. vv. 225-226).
100
Or. Mar. 222-240: Hinc dictum ad amnem solis unius via est/ genti et Cynetum hic terminus. Tartessius /
ager his adhaeret adluitque caespitem /225 Tartessus amnis. Inde tenditur iugum Zephyro / sacratum. denique arcis
summitas / Zephyris vocata. Celsa sed ad fastigia / iugo eriguntur verticis; multus tumor / conscendit auras, et
supersidens quasi /230 caligo semper nubilum condit caput./ Regio omnis inde maxime herboso solo est, / nebulosa
iuge his incolis convexa sunt, / coactus aer atque crassior dies / noctisque more ros frequens. Nulla, ut solet, /235
flabra inferuntur, nullus aethram discutit / superne venti spiritus, pigra incubat / caligo terras, et solum late madet.
/ Zephyridos arcem siquis excedat rate, / et inferatur gurgiti Nostri Maris, /240 flabris vehetur protinus Favonii. /
Iugum inde rursus, et sacrum Infernae deae…
101
Virg. Aen. 3.120: nigram Hiemi pecudem, Zephyris felicibus albam; Isid. Etym. XVIII.41, 1-2.
98
99
[ 191 ]
ALICIA M.ª CANTO
estudiosos, entre ellos ya Góis,102 con su avanzadilla en el Cabo de Roca o Promunturium
Artabrum, Magnum u Olisiponense (según Plinio IV, 21).
Esta zona sigue teniendo actualmente un microclima excepcional, con vegetación
subtropical (incluso frente al Atlántico) debido a su particular régimen de vientos, y así
ha sido reconocido nacional e internacionalmente.103 Dada la visión triangular de la
península (Hispania universa terrarum situ trigona est104), todo este sector portugués puede
entenderse en su conjunto, girado hacia el N, que todo él procurrit in Oceanum, por lo
que debe de ser en toda su extensión en donde ocurría el fenómeno, e igualmente se rendiría el culto al Céfiro al que se refiere Silio Itálico. Pero añadiremos ahora el testimonio
toponímico, para poder perfilar mejor el ámbito.
x) Rastros en la toponimia menor. Parece resultar prueba de ello el que hoy en día,
aproximadamente en el centro de este sector, se encuentre la llamada “Serra das Éguas”,
de forma que podemos proponer una amplia zona para el fenómeno en torno al eje
Monsanto-Amadora-Queluz-Sintra. Un estudio toponímico más detallado nos podría
llevar más lejos, pero baste por el momento recordar que el propio concelho de
Amadora tiene en su escudo municipal un anemómetro cruzado por un molino de viento, mientras dos de sus freguesías llevan por nombre “Venteira” y “Reboleira”.105 Muy
curioso me parece también que la freguesía lindante al N., “Mina”, mantenga como
patrona a Nuestra Sra. de la Concepción.
Otros topónimos antiguos y modernos en o próximos a esta zona pueden ser también tomados en consideración, así la estación itineraria de Equabona sobre la vía
Olisipo-Ebora, e incluso el lugar concreto donde se suele ubicar ésta, “Coina-a-Velha”,
que parece recordar aún algo equino;106 en Coina se halla actualmente el “Complexo
Real de Vale de Zebro”.
102
GÓIS, 1554, p. 881: aunque manteniendo la errónea lectura de Mons Tagrus, es éste quem nos
Sintreum vocamus, a unas 24 leguas de Lisboa, extendiéndose sobre su amenidad y la “clemencia” de su cielo.
103
El “Parque Natural de Sintra-Cascais” fue creado por el Decreto-Ley 8/94, de 11 de marzo. Al año
siguiente (París, 1995) el “Paisagem Cultural de Sintra” fue incluido entre los Sitios del Patrimonio
Mundial.
104
Orosio (Hist. adv. pag., I.2.33) resume bien este parecer general de los antiguos. Entre el segundo
ángulo, el galaico, y el tercero, el Sacro-gaditano, la península lisboeta se presentaba de forma manifiesta.
105
Venteira, como era de esperar, cuenta también en su blasón con dos molinos de viento de tres aspas.
Pero estos apuntes son sólo un bosquejo de una búsqueda más detallada. En 1901 existían todavía en el
término de Amadora, según la información municipal, 63 molinos harineros movidos por el viento.
106
Para Equabona véase por último ALARCÃO, 2004, p. 320 (con referencia a su “estação 5/287”). Esta
estación se documenta en el It.Ant. 416,5 a 12 millas de Lisboa, con las variantes Aquabona y Equabona-Aequabona (msc. M, O, Q, T, U y V) y en el Ravenate IV, 43 como Abona. Algunos tramos de ella son visibles en la llamada “Estrada do Viso”. Para el lexema Coin- conviene recordar la existencia de antropónimos
indígenas (aunque aún no hispanos) como Coinus, Coinnus, Ecoinus y Coinnagus. Por otro lado, ésta es la
opinión de José Leite de Vasconcelos: «A palavra Coina representa ainda, quanto a mim, a antiga Equabona,
designação de uma conhecida cidade da Lusitânia. A série das formas por que a palavra primitiva passou até
hoje poderá ter sido a seguinte: Equábona>(E)quab(o)na > Cauna > Couna>Coina. A pronúncia popular
actual supponho que é Côina, e não Cóina, que é litteraria» (cf. <http://www.azeitao.net/azeitao/preazeitao.htm>).
Alcácer do Sal (Salacia) es aún famosa por su producción de arreos de cuero.
[ 192 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Por otro lado, para el día en que se pueda profundizar en este aspecto de la toponimia,107 en un radio de unos 50 km en torno a Lisboa, dentro de la comarca llamada
“Lisboa e Vale”, he podido detectar, aparte de los ya dichos, los siguientes topónimos
(por orden relativo de proximidad): Zebreira, Zebro, Poldro de Baixo, Vale de Cavalos,
Vale de Zebrinho, Monte Cavaleiros, Monte do Cavaleiro, Cavaleiros, Cavaleira,
Cavalinhos, Monte dos Zebros, Vale da Zebra, Eguins, Cavalo, Zebras, Zebreira y
Cavaleiros de Baixo (más adelante, en la parte IV, se verá por qué he recogido también
los relacionados con “zebro”).
Incluso sin haber podido entrar a analizar los microtopónimos, los ya dichos suponen una concentración temática sin precedentes y en conjunto deben conservarnos el
ámbito de las grandes yeguadas lusitanas antiguas.108
xi) Otras informaciones. De fuentes que aún no he citado me serviré para fijar
otras propuestas contenidas en el presente trabajo, que más abajo se verán: Así las citas
de Plinio e Isidoro acerca de los distintos colores o capas de los caballos, a la que daré
un curioso encaje tanto en Homero como en la epigrafía lusitana, o una que hasta ahora
ha pasado desapercibida, en San Isidoro, que me permitirá sugerir que uno de sus étimos más curiosos y desconocidos sirve de casi perfecto precedente para una de las dos
razas autóctonas portuguesas (vide infra parte IV). En resumen, como hemos ido viendo, con todo ello vamos ya abandonando el terreno del mito y de los mirabilia para pasar
al de las realidades.
4) PARA UNA NUEVA EVALUACIÓN DE LAS FUENTES LITERARIAS
SOBRE EL SUPUESTO “MITO” DE LAS YEGUAS DE OLISIPO
A mi juicio, y como ya avancé, la razón más importante de la permanencia a través
de casi tres mil años de este supuesto “mito de las yeguas lusitanas preñadas por el
Viento”, y la causa por la que tan eminentes y creíbles autores antiguos lo conocieron y
lo transmitieron durante siglos, es que en realidad nunca lo refirieron como un mito,
sino como un hecho real, constatado y constatable, llegando incluso san Agustín (texto 21)
a invitarnos a su comprobación.109
En este sentido quisiera llamar la atención en primer lugar sobre su significativa ausencia en obras de la Antigüedad dedicadas al género de la deconstrucción de mitos, un ejer-
107
Siento no presentar el pertinente mapa, pero estos topónimos se disponen de forma muy sugestiva
en torno a Lisboa, y sobre todo en sus zonas N y E. Los topónimos con “Zebro” han sido recojidos recientemente por el paleontólogo M. TELLES ANTUNES (2002), según el cual los zebros se extinguieron hacia
los siglos XIII-XV.
108
Dicho en el sentido étnico y no en el de la actual raza caballar de tal nombre, que no existía en la
Antigüedad.
109
“...Especialmente las maravillas que podemos ver o vemos realmente... existen muchas cosas que la Razón
no puede explicar y que, sin embargo, son ciertas... Así la yeguas que en Capadocia son preñadas por el viento, y
sus crías viven sólo tres años... Éstas y otras innumerables maravillas... no sobre hechos pasados, sino en torno a
lugares que aún permanecen... Véase la cita completa supra en en la nota 90.
[ 193 ]
ALICIA M.ª CANTO
cicio de clase muy utilizado en época romana imperial, en el que el estudiante debía analizar un mito y tratar de refutarlo por ser “imposible, increíble, falso, oscuro, impropio”, u
otras causas semejantes.110 Como reasuntivos de una larga tradición destacaré a Palefato
(probablemente III a.C.) o a Heráclito “el Mitógrafo”111 (probablemente II d.C.), autores
ambos de sendas obras denominadas Peri\ A
> pàstwn (“Sobre los cuentos increíbles”), que se
inscriben en una larga tradición (ya helenística) de desmontaje de los mitos. Es interesante el subtítulo en la de Heráclito: “La deconstrucción o cura de mitos tradicionales en los
que la Naturaleza es violada”. En dichas obras se clasifican y explican los mitos antiguos
según cuatro criterios: 1) racionalismo, 2) evemerismo, 3) alegoría y 4) etimología, según
ellos, todos los mitos habrían tenido origen en alguna de esas cuatro causas.
Sin poder profundizar más en esta línea, me parece claro que, basándose el “mito” lusitano del que venimos tratando en una flagrante violación de la naturaleza, no habría faltado su crítica en al menos alguno de los varios tratadistas antiguos sobre estas cuestiones.
Es un argumento de época y, aunque ex silentio, no carente de significación, máxime cuando sí suelen incluir alguno de los hispanos, como el de Gerión.
Los historiadores modernos, sobre todo a partir del siglo XIX, no intentaron ver qué
podía haber de cierto en la noticia, sino que, a mayor racionalismo en el análisis, más se
fue imponiendo el descrédito y la descalificación de los antiguos como hombres inexplicablemente crédulos. Recuérdense, por ejemplo, las frases de Pereira de Figueiredo ya en
1825, que elegí como comienzo de este trabajo: E admiro-me que houvesse, entre nós, quem
professando ó estudo das Letras, propendesse para acreditar uma fabula tão palpavel..., o su
clasificación como “bulo” por García y Bellido, más de un siglo después.
Por esa causa ha ocurrido que lo que los antiguos referían como un hecho real y generalmente conocido fue siendo pasado a la esfera de lo fabuloso, y de esa manera es como
llega, en el último cuarto del siglo XX, a ser analizado por distintos historiadores como un
“mito etiológico”, a recibir una explicación dentro del “esquema trifuncional dumeziliano”, o como indicativo de la inferioridad o superioridad de las mujeres dentro de las sociedades antiguas, griega o lusitana, y otros análisis semejantes que a mi modo de ver van
desencaminados. El de Zephyrus y las yeguas de Olisipo es un mito... moderno.
En realidad, ante muchos de los autores antiguos que hablaron del fenómeno no
era lo apropiado recurrir a una descalificación ligera y global. Me refiero a autores de
la seriedad científica de un Aristóteles o, entre los romanos, de hombres eruditos y
entre los más entendidos de su tiempo, incluso en los asuntos de la agricultura, la vida
rústica y los animales, a los que necesariamente hemos de respetar aunque sólo sea
por el resto de su obra, y que no ignoraban la necesidad de la unión carnal entre
110
Véase como reciente y buen trabajo el de J. STERN (2003); esta parte espec. en sus pp. 62-64. Para
las obras antiguas, v. la edición Teubner de los Mythographi Graeci por N. FESTA (1902).
111
Sigo en esto la sugerencia de STERN (art.cit., p. 52), que cree este epíteto más apropiado que el de
“el Paradoxógrafo” por el que tradicionalmente se le viene conociendo.
[ 194 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
macho y hembra para que pueda existir procreación, lo mismo en la especie animal
que en la humana.
Así, Varrón, cuyos destinos como general de Pompeyo le trajeron a Hispania, sabe bien
lo poco verosímil que es en principio lo que va a decir cuando nos asegura (texto n.º 3) que
en esta parte de Hispania pasa una cosa “increíble”; pero la cuenta y añade que “es cierta”.
Lo mismo cabe pensar de Columela, gaditano y por tanto próximo al escenario de esta
maravilla, experto en temas rústicos, para el cual (texto n.º 6) “no existe duda” sobre el
fenómeno, siendo además notissimus el caso de las yeguas de Olisipo, ¡y estamos sólo en
época de Tiberio! La misma firmeza utiliza Plinio el Viejo, también visitante y profundo
conocedor de la Península Ibérica, que nada menos que tres veces (núms. 7-9) se refiere a
esta anomalía y aclara que el hecho “constat”, es decir, que se sabe con certeza que ocurre,
e incluso que la fama de Olisipo la debe a este fenómeno: la ciudad es nobile equarum conceptu. Y qué decir de un Claudio Eliano (n.º 14) cuando, en un tratado zoológico, se apoya
en los mismísimos criadores de caballos como testigos frecuentes de esta partenogénesis.
Para mí, sin embargo, son los autores cristianos de la primera patrística casi los más sugestivos, pues no sólo no ridiculizaron y fulminaron este supuesto “mito pagano”, como hicieron por sistema con casi todos los dioses y las leyendas de los gentiles, sino que, sorprendentemente, llegaron a utilizarlo como precedente para explicar a los creyentes uno de los
principales dogmas del cristianismo: que era posible la fecundación divina de una mujer sin
intervención de varón, esto es, la de la Virgen María por el Espíritu Santo, el spiritus de Dios.
Ellos encuentran entre los dogmas de su religión el embarazo de una virgen por
obra de un spiritus,112 y de un Spiritus que también es Sanctus; y para su exégesis, ante
los gentiles y ante su grey, recurren al conocimiento que la gente ordinaria tenía de
un fenómeno similar en el mundo animal. Así que, como hace Lactancio en sus
Institutiones Divinae (texto n.º 16), asimilan el milagro de la concepción sin varón de
Jesús a un hecho real que, como él dice, “notum est”, “es conocido (por todos)”, cual
es la fecundación de algunos animales gracias a vientos y brisas. ¿Cómo no podría
Dios, dice Lactancio, y tras él otros diversos autores igualmente serios, obrar un prodigio semejante, si así Él lo quisiera?
Millones de personas de nuestra propia época, casi tres mil años después de Homero,
continúan –continuamos– creyendo en ese dogma de fe, lo que ya sería buena prueba
de tales enseñanzas; pero lo que aquí nos interesa ahora es que todavía en el siglo IV d.C.
la pregnancia de algunos animales hembras “por el viento”, esto es, sin varón, era una cosa
comúnmente conocida. Y nuevamente san Agustín de Hipona (texto n.º 21), nada menos
que en pleno De civitate Dei, nos asegura que cualquiera puede comprobar por sí mismo
ésta y otras maravillas: No tiene más que viajar a los lugares concretos donde tales cosas
112
De hecho, es curioso que, en la lengua española como en otras, se conserve viva la asociación del
vocablo “espíritu” a la idea de la generación, ya que su cuarta acepción es “principio generador”
(Diccionario de la Real Academia Española, 22.ª edición, Madrid, 2001, s.v.).
[ 195 ]
ALICIA M.ª CANTO
ocurren; son miracula, afirma, que nosotros mismos podemos comprobar, como encontrar con facilidad testigos idóneos de ellos.
Ante este cúmulo de testimonios de la ciencia de la época, o de testigos de la
misma, el historiador contemporáneo debería tener un cambio de actitud con respecto a su consideración simplemente fabulosa. Por eso parecería nuestra obligación,
incluso corriendo el riesgo cierto de parecer a primera vista tan insensatos como los
antiguos (o más, pues algunos siglos de ciencia moderna nos preceden), tratar de ver
qué podría haber de cierto tras un fenómeno como éste, que desde el primer momento parece completamente inexplicable. Pero en el siglo XX, en el que el triunfo de la
racionalidad fue completo, el relato de las yeguas y el viento no recibió más que duras
críticas de credulidad, y el citado análisis como mítico, aunque, como ya vimos, en
realidad no encajaba bien en ninguno de los cuatro tipos clásicos.
Así, en los diversos estudios contemporáneos que he podido consultar, nadie trató
de averiguar si podía encontrarse alguna verdad en el origen y transmisión de tan curiosa leyenda, por venir desde el pasado tan bien acreditada. Sólo el último de los autores
modernos que cité, el fino clasicista Raúl Rosado Fernandes, terminaba su trabajo afirmando que “sería tentador ver en el mito la racionalización de algún hecho natural inexplicable por la ciencia antigua, pero nada puede encontrarse en la preñez de las yeguas que pueda
inducir o soportar tal interpretación”; pero incluso él, tras descartar el embarazo psicológico, no descrito hasta ahora en las yeguas (y que, añado, además no produciría cría alguna), y la muerte y reabsorción de los fetos por la propia yegua – un caso real en
Veterinaria pero que tampoco encaja en el resto de la historia – tuvo que reconocer que
no podía “caer en la tentación” de explicarlo. Es el único autor de nuestros tiempos,
hasta donde conozco, que al enfrentarse al tema sintió un impulso de verdadero respeto por las referencias de los autores antiguos.
Partiendo de ese mismo respeto (que fue la causa principal de que me interesara
por este curioso asunto de la Hispania Antigua, que tan bien cuadraba con el lema
general de este Coloquio), y sin apartarnos de la seriedad a la que venimos obligados por nuestra época, hábitos metodológicos y trayectoria científica, trataré ahora
de ensayar un acercamiento al hecho biológico que podría esconderse tras esos venerables testimonios, bajo el supuesto, en el que obviamente creo, de que en el pasado, al menos entre los siglos VIII a.C. y V d.C., ocurría lo que tantos autores nos
dicen.
III. LAS YEGUAS LUSITANAS, DEL MITO A LA REALIDAD, ¿A LOMOS DE
UNA BACTERIA? POSIBILIDAD EN MAMÍFEROS E HIPÓTESIS DE TRABAJO
1) UN SORPRENDENTE ENDOSIMBIONTE: LA “WOLBACHIA”
Descartaremos en primer lugar, y como es obvio, la mera posibilidad de que el
viento, por sí solo o transportando algún otro elemento, sea capaz de producir la
[ 196 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
fecundación de un mamífero. El viento sí es, desde luego, un elemento transportador decisivo para la polinización de las plantas. La asociación de los aires cálidos de
primavera con la explosión vegetal propia de esta estación, o con la fecundidad
general y la obtención de varias cosechas, es una muy correcta observación de los
antiguos, aunque no supieran su mecanismo real; beneficio visible tan grande era
suficiente para ganarse su divinización, y ya al menos desde época fenicia, en la que
Baal dominaba los vientos, además con una presencia documentada en el sur del
Portugal, quizá también en su centro costero.113 Más aún lo sería en la zona portuguesa de la que tratamos, como algún día se comprobará en la línea de los recentísimos estudios sobre las “autopistas de viento” oceánicas114. Incluso se está descubriendo en los últimos años el influjo de los vientos occidentales en la fecundidad de
los propios mares.115
Pero ello nada tiene ni puede tener que ver con la fecundación de ningún mamífero. Cuando eliminamos este factor nos quedamos con un hecho biológico desnudo:
algunas de aquellas yeguas se quedaban preñadas sin intervención de macho alguno.
Procede, pues, plantearse que estaríamos ante un caso de autofecundación o, hablando
en términos más apropiados, de una “partenogénesis”.116
La partenogénesis es un fenómeno biológico bastante conocido desde el siglo XVIII,
cuando fue científicamente descrita,117 especialmente en plantas. Se define en Biología
como el “modo de reproducción de algunos animales y plantas, que consiste en la formación
de un nuevo ser por división reiterada de células sexuales femeninas que no se han unido previamente con gametos masculinos” o, lo que es lo mismo, “el proceso reproductivo en el que
no se requiere la fecundación [masculina] del óvulo, produciendo descendientes genéticamente
idénticos a la fórmula genética del organismo madre.”
La partenogénesis puede ser natural o inducida. La más conocida de las naturales
se da entre las aves, cuando las hembras producen huevos que pueden llegar a con-
113
Véase el trabajo de MAIA y SILVA, 2004, documentando en Tavira una serie de bothroì rituales
dedicados a Baal y Astarté. En págs. 177-178 se extienden, con paralelos y bibliografía, sobre la cualidad
de Baal Saphon como dios de las tempestades y, en general, de los vientos, asociados a su protección a los
marinos y en los viajes por mar. Tras lo más arriba dicho sobre el temprano establecimiento de fenicios también en la zona de Lisboa, el mismo culto podía existir también en esas épocas más altas.
114
Véase la innovadora investigación de J. MUÑOZ et al. (2004), aunque de momento se han circunscrito
a las “autopistas de viento” del hemisferio sur. Sus estudios, entre 1999 y 2003, sobre 1800 especies botánicas,
con ayuda del escaterómetro del satélite QuikSCAT (1999), han demostrado empíricamente, y por primera
vez desde la formulación de la hipótesis por Joseph Dalton Hooker en 1845, que son los vientos, y no la proximidad geográfica, lo que mejor explica la distribución de las plantas en el citado hemisferio. Servirían también
para el transporte de algunas especies animales, aunque este segundo aspecto aún no ha sido verificado.
115
El proyecto “Ecomálaga” del Instituto Nacional de Oceanografía español está demostrando en esa
zona procesos de afloramientos y enriquecimiento de nutrientes que a su vez provocan una elevada productividad pesquera de todo el ecosistema marítimo, cuya causa son los vientos de poniente cf. Hoja
Informativa del I.E.O. n.º 49, marzo de 2001 (en línea en: www.ieo.es/images/pdfs/marzo2001.pdf)
116
Vocablo formado, como es obvio, a partir del gr. par q ûnoj, virgen, y de –génesis.
117
Por el francés Ch. Bonnet, vid. X. BELLÉS, 2005.
[ 197 ]
ALICIA M.ª CANTO
vertirse en crías viables sin haber sido fertilizados por un macho. Los antiguos trataron el caso de los huevos de algunas aves (gallina común, perdiz, paloma, pavo real,
ganso y ganso egipcio), de los que, como ya comentamos supra, hablaba Aristóteles
llamandoles hypenémia o zephyría, y a los que Plinio dedicará también todo un capítulo, indicando que sólo se ven en primavera. Al día de hoy esto no sólo sigue existiendo, sino que vulgamente se continúa llamando a tal tipo de huevos, que son estériles, “huevos del aire”.118
La inducida puede ser provocada por otro ser animal o bien en laboratorio
mediante distintas técnicas, y está de gran actualidad en los últimos años debido al
auge de los experimentos sobre clonación.119 De hecho, la partenogénesis ha cobrado
especial importancia dentro de otros dos campos científicos más nuevos y apasionantes, la Genética y la Genómica.
Me apresuraré a manifestar que ambos son mundos enteramente desconocidos para
mí, fuera de lo que puede ser comúnmente conocido por cualquier lector medianamente curioso. Pero, aún así, nada más adentrarme un poco en la bibliografía me tropecé con
una proteobacteria que está también en los últimos tiempos de rabiosa actualidad: la
“Wolbachia”, un extraordinario endosimbionte (es decir, que se aloja en un huésped y se
beneficia de él),120 bautizada así por el nombre de uno de sus descubridores, en 1924.121
Pero dejaré aquí la palabra a algunos expertos para una explicación básica sobre esta proteobacteria. Según I. M. M. van Leeuwen:
“En la década de los cincuenta un equipo de científicos se encontró con dificultades inesperadas al intentar cruzar dos razas distintas de una misma especie de mosquito. Durante
unos 20 años la causa de esta incompatibilidad constituyó un misterio. Finalmente, en
1971, Janice Yen y Ralph Barr (Universidad de California) establecieron que una bacteria del género Wolbachia es la culpable del fenómeno hoy conocido como “incompatibilidad citoplasmática”. Wolbachia había sido observada por primera vez en 1924, en tejidos
reproductivos de mosquito. Yen y Barr demostraron que la incompatibilidad citoplasmática tiene lugar cuando machos infectados por Wolbachia se aparean con hembras no portadoras de la bacteria. En este tipo de cruces, o no se produce descendencia, o ésta es muy
reducida. Los investigadores comprobaron que la barrera reproductiva puede ser elimina-
118
Curiosamente, las voladoras harpías de la mítica griega unen a su proverbial lascivia una frecuente
esterilidad. No menos curiosamente, sabemos por san Isidoro de otra aplicación del concepto: los hijos
“espúrios”, sin padre conocido, que por analogía eran llamados también favonii (Etym. IX.V.24-25: Huic
contrarius spurius […] velut apò toû spórou, hoc est seminis; non patris nomine. Eosdem et favonios appellabant,
quia quaedam animalia Favonio spiritu hausto concipere existimantur...).
119
De todos los experimentos recientes, uno sobre todo llegó ampliamente a la sociedad, el de la famosa
oveja “Dolly” que, curiosamente y como se recordará, murió bastante antes de lo previsto (vide infra).
120
La endosimbiosis es una asociación interdependiente entre dos especies en la que una de ellas, típicamente microbiana, vive dentro de la otra.
121
HERTIG y WOLBACH, 1924.
[ 198 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
da mediante un tratamiento antibiótico que libere a los mosquitos de sus endosimbiontes
bacterianos.
Las bacterias del género Wolbachia son microorganismos capaces de infectar células de testículos y ovarios de muchas especies de insectos y de otros artrópodos, alterando profundamente la reproducción de sus hospedadores. Dependiendo de la especie afectada, la presencia de Wolbachia puede conllevar distintas anomalías. Así, en insectos, los microorganismos suelen causar la muerte de los embriones de uno de los dos sexos, generalmente del
masculino. En cambio, en isópodos (crustáceos con todas sus patas iguales) y anfípodos
(malacostráceos acuáticos sin caparazón) la infección por Wolbachia transforma machos
genéticos en hembras morfológicas y funcionales. En especies gonocorísticas, el incremento
de la proporción de hembras inducida por la bacteria, podría derivar en extinción en caso
de extenderse demasiado el efecto feminizante. Según sus efectos, las alteraciones reproductivas asociadas a Wolbachia pueden clasificarse en tres grupos:
- Incompatibilidad citoplasmática: Los machos infectados únicamente pueden generar una
descendencia normal (en número) si se aparean con hembras infectadas. La ausencia de
descendencia en los cruces incompatibles se debe o bien a que no se lleva a cabo la fecundación o bien a la muerte de los embriones.
- Inducción de partenogénesis: Las hembras infectadas son capaces de reproducirse asexualmente a partir de óvulos no fecundados, produciendo hijas como descendencia.
- Efecto feminizante: Las hembras portadoras de Wolbachia producen una descendencia
mayoritariamente compuesta por hembras. Los embriones infectados con una dotación
genética masculina se desarrollan como hembras morfológicas y funcionales.
[...] No hay evidencias de la infección de mamíferos, pero esto no ha significado la pérdida
de interés de los biólogos por la bacteria”.122
En palabras de otro muy conocido biólogo, John W. Kimball:
“De forma natural la partenogénesis sucede también en algunos peces, diversos tipos de
insectos y algunos lagartos. Aunque en algunas especies no mamíferas es el único método de
reproducción, lo más común es que se dé sólo en algunas épocas. Por ejemplo los áfidos usan la partenogénesis en primavera, cuando hay mucho alimento. La reproducción
por partenogénesis es más rápida que la sexual, y la reproducción asexual permite a los animales poder explotar más rápidamente los recursos disponibles. No ocurre normalmente en
mamíferos por tener éstos genes impresos.123 En algunas especies de avispas la parteno-
122
“Alteraciones reproductivas asociadas a infecciones bacterianas del género Wolbachia”, muy
interesante texto de la Wolbachia Home, que desarrolla la Prof. Ingeborg M. M. van Leeuwen, del
Departamento de Biología Teórica de la Vrije Universiteit, Amsterdam (Holanda), cf.
<http://www.bio.vu.nl/thb/users/ingeborg/WolbHome.html> (consult. octubre de 2004).
123
“A pesar de lo cual, dos ratones sanos han sido reproducidos en laboratorio por partenogénesis, es
decir, a partir de dos genomas (haploides) femeninos (cf. T. KONO et al., 2004)”.
[ 199 ]
ALICIA M.ª CANTO
génesis es forzada cuando se infectan con la bacteria llamada Wolbachia, que puede
pasar a una nueva generación a través de los huevos, no del esperma, de forma que
es ventajoso para la bacteria que haya más hembras. En estas especies, por ejemplo en
las abejas melíferas, los huevos fertilizados (diploides) se convierten en hembras, y los no fertilizados (haploides) en machos; pero en las hembras infectadas por Wolbachia, todos los
huevos bajo la endorreplicación producen huevos diploides que se desarrollan como hembras sin fertilización masculina, esto es, por partenogénesis.”124
A lo largo de las dos últimas décadas sobre todo los investigadores han descubierto que la Wolbachia125 infecta a una sorprendente variedad de especies de invertebrados. Y puede imaginarse la gran actualidad que tienen en estos últimos años los estudios sobre la partenogénesis misma, debido tanto a las investigaciones sobre “células
madre” como a la clonación de seres vivos. No resulta de menor interés para la
Medicina el haberse descubierto recientemente que es esta bacteria, y no los gusanos
en los que ella se aloja, la culpable de desgraciadas enfermedades como la elefantiasis, o de la llamada “ceguera del río”, que afecta a más de 18 millones de personas en
África, Iberoamérica y la Península Arábiga y que, gracias a este descubrimiento, pueden ser curadas con un simple antibiótico, que destruye la Wolbachia y restaura el
proceso de fecundación normal (lo que nos será de interés también a nosotros para el
presente estudio).
Por su variado interés y posibles utilidades médicas se ha llegado a hablar recientemente de un «Wolbachia-boom», así A. Daniel en un buen artículo reasuntivo de
las últimas novedades:126 “À cause des changements qu’elles induisent sur la reproduc-
124
John W. KIMBALL, en sus Kimball Biology Papers (1 mayo 2004) en: <http://users.rcn.com/jkimball.ma.ultranet/BiologyPages/A/AsexualReproduction.html, <http://users.rcn.com/jkimball.ma.ultranet/BiologyPages/A/AsexualReproduction.html#Parthenogenesis y <http://home.comcast.net/~john.
kimball1/BiologyPages/
125
En red hay ya una ingente cantidad de información sobre la Wolbachia, a la que remito, por ejemplo en www.bacteriamuseum.org; o la citada de Ingeborg M. M. van Leeuwen: www.bio.vu.nl/thb/
users/ingeborg/WolbHome.html. Existe un banco de datos de Wolbachia: <http://www.wolbachia.
sols.uq.edu.au/hosts.cfm> y una base de datos genómica: <http://www.wolbachia.sols.uq.edu.
au/genomics.cfm> Hay congresos específicos de la International Symbiosis Society, el próximo (5.º)
tendrá lugar en Viena del 4 al 10 de agosto de 2006, bajo el lema Symbiosis in Vienna (<http://www.univie.ac.at/marine-biology/iss2006/htm/index.htm>, y donde uno de los grupos de ponencias se dedicará a
“Enigmatic symbioses. Relatively new and/or particularly perplexing symbioses”.
126
A. DANIEL, 2003: “Non seulement les microbiologistes s’y intéressent, mais les entomologistes, les évolutionnistes et les médecins aussi (Bordenstein et al. 2001; Rasgon et Scott 2001; Stouthamer et al. 2001). Cela
se traduit même par ce que l’on pourrait appeler un Wolbachia-boom. Considérée comme un véritable laboratoire
vivant, cette bactérie fascine par ses capacités exceptionnelles de contrôler ses hôtes... Wolbachia pourrait même être
en partie responsable de l’extraordinaire diversité observée dans les mécanismes de détermination des sexes
chez les invertébrés (Knight 2001). Plus encore, les caractéristiques de Wolbachia laissent entrevoir d’importantes applications médicales et agronomiques (Rasgon et Scott 2001; Taylor et Hoerauf 1999; Vavre et al.
2000). Intimement liée à plusieurs espèces d’arthropodes, cette bactérie promet d’avoir de fortes répercussions
en entomologie. Sans plus tarder, permettez-moi de vous présenter Wolbachia cette féministe encore mal connue.” Continúa con la bibliografía más destacada, toda ella muy reciente, en relación con sus variados efectos.
[ 200 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
tion de leurs hôtes, les Wolbachia représentent néanmoins un modèle biologique exceptionnel pour étudier les processus régissant l’évolution des espèces. Une des propositions
parmi les plus controversées est qu’elles pourraient même provoquer l’émergence de nouvelles espèces...”.127
De esta bacteria lo que más me interesó, a los efectos de encontrar una explicación biológica para nuestro curioso fenómeno lusitano (que ya no ‘mito’), es su
poder para alterar la evolución de otras especies,128 su papel de “clonadora natural”, su asombrosa capacidad para trastornar el sistema reproductor de su huésped – donde ella se hospeda, como dijimos –, provocando, según ya hemos visto,
desde la feminización de machos genéticos a la generación asexual de las hembras,
un aumento de la fecundidad (observada, de momento, en insectos)129 y, a veces,
la degeneración y la muerte prematura del huésped, característica que también me
resultó muy llamativa recordando las frecuentes referencias de los autores antiguos acerca de la brevedad de la vida de aquellos potrillos “hijos del Viento”.
Existe incluso en red un portal de la Wolbachia, con numerosos textos, artículos y
bibliografía, al que, por no cansar más aquí al lector no familiarizado con estos
temas, remito.130
2) SOBRE SU POSIBILIDAD EN MAMÍFEROS
Por ahora, como he dicho, sólo está probada la presencia de la Wolbachia en algunos
tipos de peces, muchos insectos (como moscas drosófilas, mosquitos, avispas y abejas),
lagartos y gusanos, nematópodos y artrópodos. Pero ya se busca la posibilidad de hallarla en
mamíferos. En los mamíferos el proceso de partenogénesis se planteaba como algo materialmente imposible, aunque – pues aquí tocamos datos del mundo clásico – hay que recordar que ya la mitología griega había imaginado tal cosa como posible. Es, por ejemplo, el
caso de la diosa máxima, Hera, que dio a luz a Tifón y Hefesto sin concurso masculino.131
La razón de que ello no sea aparentemente posible es que en los mamíferos unos 50
genes llevan una “impronta” que impide la partenogénesis en ellos; su misión es justamente asegurar que la participación del macho en la procreación sea imprescindible.
A. DANIEL, en el art.cit. en la n. anterior.
“The trickery is part of a wider system that assures that as many wasps as possible will pass
Wolbachia on to the next generation. Infected males can have offspring only with infected females, and
infected females automatically pass the infection on to all their offspring.” (J. SHERWOOD en
<http://unisci.com/stories/20011/0208011.htm>: Daily University Science News, 8-feb-2001)
129
A. DANIEL, art.cit.: “Une augmentation de la fécondité aurait été observée chez Trichogramma
bourarachae. Il semble que les Wolbachia stimuleraient le nombres de mitoses par un mécanisme encore
incompris (Girin et Boulétreau 1995)”.
130
Véase supra en la nota 122.
131
Y no sin alguna relación con nuestro tema, pues ya según Teágenes de Regio Hera representaría el
elemento “aire” en los combates alegóricos de Homero. Y, de otro lado, “Tifón” era el viento violento y
destructor, nombre propio que con igual sentido se sustantivó en español y otros idiomas.
127
128
[ 201 ]
ALICIA M.ª CANTO
Algunos aspectos relacionados se tratan en los caballos,132 y recientemente se ha conseguido producir en Japón, también con gran eco mundial, un ratón sano mediante partenogénesis de laboratorio, un “ratón sin padre” cuyo material genético es solamente de
origen femenino, de dos genomas femeninos (haploides),133 para crear el cual no se usaron espermatozoides ni la técnica de clonación, y que llegó hasta la edad adulta con
capacidad para a su vez reproducirse.134
Buena muestra del interés científico actual por la proteobacteria Wolbachia es que el
primer mapa completo de su genoma acaba de ser publicado, en marzo de 2004, por el
investigador norteamericano Prof. Jonathan Eisen, biólogo evolucionista del Institute for
Genomic Research (TIGR) de Rockville y la John Hopkins University (USA).135 En la
interesante nota de prensa del propio TIGR se extracta lo principal, aumentando a cuatro los efectos hasta ahora conocidos:
“Biologists are interested in Wolbachia for many reasons, most notably the microbe’s
tendency to cause negative effects only to males of their host species. Such adverse
impacts include:
- Parthenogenesis (infected females reproducing in the absence of mating to produce infected female offspring).
- Feminization (infected males being converted into females).
- Male-killing (infected male embryos being selectively killed), and
- Cytoplasmic incompatibility (the limiting of reproduction of uninfected females
that mate with infected males).
The male-targeted effects are thought to have arisen because Wolbachia are
transmitted specifically from females to their offspring and thus can increase their
transmission by eliminating the non-transmitting males.”136
132
G. CARNEIRO et al. (2001): “The cleavage rate observed in this study suggests an IVM protocol that
may serve as indirect evidence for both nuclear and cytoplasmic maturation in the horse. The study of parthenogenesis is useful as an approach to understanding the fundamental aspects of early embryonic development. In this
context, parthenogenic development of an unfertilized oocyte to the morula stage, as was demonstrated in this study,
could be a useful model to study embryogenic competence in the horse without including the confounding effects of
sperm and fertilization treatments… We also demonstrated that equine oocytes can develop parthenogenetically to
the morula stage.”
133
T. KONO et al., 2004. El ratoncillo que sobrevivió (y procreó ratones normales) fue llamado
“Kaguya”, del nombre de una princesa del legendario nipón que fue madre de sí misma. Este logro, desde
la Agriculture University of Tokyo, ha sido objeto después de numerosísimas publicaciones y polémicas,
tanto científicas como éticas y religiosas.
134
Véase, entre otros muchos ecos de esta noticia, el comentario de S. MORENO y C. SIMÓN, “Nace
el primer mamífero partenogénico”, disponible en línea en: <http://www.diariomedico.com/edicion/noticia/0,2458,473663,00.html>.
135
J. EISEN, 2004, en una de las variedades-modelo, la “Wolbachia pipientis wMel”, que infecta a la
familiar mosquita de la fruta, la “Drosophila melanogaster”, que es a su vez un organismo-modelo en los
estudios de Biología Animal. Esta publicación tuvo infinidad de ecos en prensa y en Internet.
136
La detallada nota de prensa es consultable en <http://www.tigr.org/news/pr_03_16_04.shtml>.
[ 202 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Agradezco otra vez cordialmente desde aquí al Prof. Eisen, al que consulté expresamente sobre mi hipótesis, el que me haya confirmado137 que, aunque ellos no han
desarrollado aún experimentos sobre ello, “no ve una razón para que la Wolbachia, u
otros microbios similares, ‘male-targeting’, no puedan existir en mamíferos”, siendo un
tema que también allí interesa por reportarse frecuentemente en algunas ganaderías
norteamericanas la reiteración en el nacimiento de crías de un solo género, machos o
hembras, el cual, como acabamos de ver, es otro de los efectos posibles que causa la
Wolbachia. El Dr. Eisen, dándose cuenta de la especial naturaleza del problema que yo
le planteaba (una afectación de Wolbachia pero en grupos equinos en la Antigüedad),
me sugirió incluso una posible vía de confirmación experimental para mi hipótesis
(que, obviamente, deberán llevar a cabo expertos en tal tipo de análisis), que reproduzco con sus propias palabras:
“As for screening ancient samples, the real problem with this is that Wolbachia tend to be found
only in very specific parts of the host (usually the eggs and other reproductive tissue). Therefore,
teeth and bones may not be the right place to look. If there were samples of ancient horses where
one could get at reproductive tissue that was well preserved (this might work on horses frozen
in glaciers, or even those preserved like mummies) then one could use DNA forensic methods
to look for Wolbachia. Alternatively, one could try and find modern female-biased populations
of horses and their relatives and look for a bacterial-infection in them”.138
En nuestro caso lusitano, dado que parece difícil poder encontrar en el área que
nos interesa restos de algún equino de época momificado, la comprobación podría
hacerse sólo localizando alguna ganadería moderna que pudiera dar pistas sobre alguno de los efectos de la Wolbachia, sea por un exceso de ejemplares femeninos (recuérdese ahora, por cierto, la feminización constatada por Opiano de Apamea),139 sea por
una vida más corta de lo habitual, aunque cabe también que ya no existan (vide infra).
Tales ganaderías deberían buscarse, creo, entre las razas “Sorraia” o “Garrano”, por las
razones que se apuntarán más adelante. He hecho algunos contactos al respecto, a
propósito del siguiente objetivo del estudio, la identificación de las razas del fenómeno (vid. parte IV).
En correo electrónico de fecha 25-10-2004.
Renuevo aquí mi más sincero agradecimiento al Prof. Eisen por sus interesantísimas observaciones,
que me permitieron poder exponer en este coloquio con tan considerable respaldo, sólo una semana
después, la arriesgada explicación que se me había ocurrido, y que ahora desarrollo con más detalle.
139
Supra, parte II.2, en el texto n.º 15 cuando, refiriéndose escépticamente a los veloces caballos ibéricos y a los tigres, dice: “Porque esto es también una historieta absurda, que todo lo de esta raza es femenino,
y que no se aparean con machos...” Puede que en algún momento quedara también registrada, en fuentes que
no nos han llegado, una llamativa feminización en algún grupo caballar (de los buitres se decía desde
antiguo que no había entre ellos machos, cf. supra n. 13).
137
138
[ 203 ]
ALICIA M.ª CANTO
En resumen, en palabras de J. Knight: “As interest in the bacteria explodes, strains of
Wolbachia that are in the process of being incorporated by their hosts may be among the evolutionary treasures waiting to be discovered”.140
No quisiera terminar esta parte sin hacer referencia a la posibilidad real de tales trastornos genéticos en grupos aislados y a la posible causa de su desaparición. En cuanto a
la primera, aparte de enfermedades conocidas, como el llamado síndrome de Rett, que
afecta sólo a 1/15000 niñas a causa de un defecto en el cromosoma X, tenemos hallazgos recientes, como hace poco, en Turquía, cerca de la frontera con Siria141 de una familia kurda, de padres lejanamente emparentados, en la que 5 de los 19 hijos se desplazan
encorvados, apoyándose sobre sus cuatro extremidades y palmas, manifestando supuestamente un gen recesivo, de mucho valor según parece para explicar la transición humana de la cuadrupedalidad a la bipedalidad, con objeto de que el lector se forme una idea
de cómo pueden ocurrir estos fenómenos residuales (aunque en este caso se trata de un
problema solamente genético, sin otros factores).142
También es interesante, en el caso de que algún día pueda comprobarse que la proteobacteria Wolbachia era en efecto la causa de la frecuente partenogénesis de estas
yeguas de la Sierra de Sintra (o de que, por el contrario, no llegue a encontrarse nunca
su rastro), comentar algo sobre el motivo más posible de su desaparición, en relación con
la terrible enfermedad del Tercer Mundo a la que antes me referí. Pues, en efecto, la
“ceguera del río” puede desaparecer, y lo está haciendo, gracias al simple empleo de los
antibióticos sintéticos. En el caso que nos ocupa, creo que esto quiere decir que si, en
algún momento de su historia posterior, los grupos caballares lusitanos infectados tomaron bactericidas naturales, o bien se les suministraron antibióticos (al grupo que hubiera conservado esta bacteria desde tiempos prehistóricos, por eso digo que en el caso de
las yeguas sería una conservación “residual”, sólo en ese grupo), la proteobacteria moriría, pues no deja de ser una bacteria, y su efecto sobre el aparato reproductor en el que
estaba alojada desaparecería, volviendo a la completa normalidad el ciclo procreador de
las manadas en cuestión.143
140
KNIGHT, 2001. Igualmente, A. DANIEL, al finalizar su interesante artículo, ya citado (2003), con
las futuras aplicaciones científicas de la Wolbachia, dice: “Bien sûr, les connaissances sur les Wolbachia sont
encore insuffisantes et beaucoup de recherches ont lieu à l’heure actuelle dans de nombreuses directions.
Qui sait? Ces recherches aboutiront-elles à de nouvelles applications encore plus prometteuses?”
141
Noticia de 8-3-2006, con diversas fotografías, en: <http://www.elmundo.es/elmundo/2006/03/08/
ciencia/1141780387.html>.
142
TAN, 2005 y 2006, cf. <http://www.ingentaconnect.com>. Es... “una característica genética recesiva, ocasionada por un cromosoma no sexual... De hecho el fisiólogo turco Uner Tan, de la Universidad Médica Cukurova de
Adana, sostiene que todos estos rasgos típicamente humanos pueden ser el resultado de una mutación singular. Se trataría,
según Tan, de un acontecimiento evolutivo ‘puntual’, como ya propusieron en su día los biólogos Stephen Jay Gould y
Richard Lewontin, y no de una evolución gradual, como tradicionalmente sostiene la teoría darwiniana clásica.” (ibid.).
143
Toda esta parte de esta investigación necesitaría ser continuada con un trabajo de campo exhaustivo que no me es posible, lógicamente, realizar, pero para el que espero el animoso concurso futuro de colegas portugueses, incluso veterinarios, biólogos o genetistas, que quieran ayudar a resolver definitivamente
esta curiosa cuestión de la antigua historia lusa.
[ 204 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
3) UNA HIPÓTESIS DE TRABAJO: LA WOLBACHIA COMO POSIBLE
CAUSA DE LA ANTIGUA PARTENOGÉNESIS EN YEGUAS LUSITANAS
Como conclusión: La aplicación de estas modernas vías de estudio genómico permitiría mantener como hipótesis de trabajo, y es lo que propongo aquí, que en la
Antigüedad algunos grupos equinos lusitanos de las áreas próximas a Lisboa, probablemente de la raza Sorraia, pudieron haber mantenido en su seno de forma residual una
infectación por la Wolbachia u otra bacteria similar, que provocara la frecuente procreación de yeguas sin intervención de un macho y, como otro de los efectos conocidos de
la proteobacteria, la corta vida de los potros resultantes. Es posible también que el factor trastornante no fuera residual, o funcionara así sólo en algunos grupos de ellas.144
La falta de una explicación física, racional y evidente, al alcance del conocimiento popular e incluso de la sabiduría de la época, motivó que los antiguos (los propietarios y criadores de caballos, los veterinarios, los estudiosos, el vulgo...) se limitaran
a describir, con la lógica admiración, el fenómeno, en el que el papel generador masculino fue atribuído a un “dios del viento”, que en el caso de Capadocia (donde es
posible que se diera un fenómeno parecido) era Bóreas, y en el de Olisipo el Zéphyros
griego o Favonius romano, cuyo papel “fecundador” y “germinador” estaba de todos
modos muy bien acreditado.145
En esta explicación sobrenatural debieron de influir dos factores: Por un lado su tempranísimo uso por Homero quien, probablemente ya conocedor del caso por vía de las
expediciones y relatos de los fenicios (visitantes de la zona bastante antes de su época), lo
utilizó dos veces en su Ilíada como un recurso poético, el primero para los caballos de
Aquiles, nacidos realmente en el más lejano Occidente, como vimos, y el segundo para
las yeguas de Erictonio; los demás poetas sólo siguieron esta ruta. El otro factor, para los
escritores etnólogos, geógrafos y veterinarios, fue encontrar la explicación de un proceso
parecido por parte de Aristóteles para los “huevos del aire”, que también todos conocían.
Este segundo grupo fue el que contribuyó a mantener la creencia en el viento como causa
“científica” del mismo hecho en las yeguas, reforzado por los autores cristianos, que
encontraron en ello un buen paralelo para la concepción de María sin varón.
El fenómeno debía de durar aún en el siglo XVII, a juzgar por el testimonio antes
citado (parte I.3) de J. Nieremberg en 1635. A partir de la Ilustración, pero sobre todo
en el siglo XX, fueron los historiadores los que convirtieron en mito, o describieron
como tal, lo que en realidad siempre había sido descrito por los antiguos como un
hecho verídico y verificable.
144
Como ocurre en la familia turca que acabo de citar, en la que sólo una cuarta parte de los hijos
heredó el citado gen regresivo.
145
Recuérdese, ad ex., las flores preñadas sine semine, por el Céfiro, en Ovidio: Ver erat aeternum,
placidique tepentibus auris / mulcebant Zephyri natos sine semine flores... (Met. III.1.107-108).
[ 205 ]
ALICIA M.ª CANTO
IV. ALGUNAS CUESTIONES PENDIENTES: SOBRE LA RAZA, LOS COLORES, LA EPIGRAFÍA Y SAN ISIDORO
La presente extensión de este trabajo me obliga finalmente a aplazar el tratamiento
que merecen otras investigaciones ya hechas, algunos de cuyos resultados sólo dejaré
apuntados. En cuanto a de qué razas concretas podía tratarse he llegado, estudiando
paralelos gráficos desde la Prehistoria hasta los mosaicos de la villa de Torre de Palma,
Monforte146 (inmediata al actual criadero de caballos o Coudelaria de Alter do Chao, y
donde se representaron tanto vientos como caballos), o las pinturas de la Casa del
Anfiteatro de Mérida, a la conclusión de que, entre las tres razas de caballos más antiguas peninsulares según los genotipos de Janssens y Oelke:147 la Barb o Bereber, la
Garrana, presente en la Península desde el Paleolítico Medio (Auriñaciense, Solutrense,
Magdaleniense), y la Sorraia, es más probable optar por la Sorraia.
Hacia 1922-1924, el prestigioso zoólogo portugués Ruy de Andrade (18801967)148 localizó un grupo perdido de unos 20 ejemplares de caballos de aspecto muy
primitivo, en estado salvaje y a punto de extinción, que vagaban por el área entre
Mora y la lezíria de Vila Franca de Xira, en la región de Coruche y la cuenca del río
Sorraia, afluente por la izquierda del Tajo ya próximo a Lisboa. La zona “compreende
territórios dos concelhos de Nisa, Portalegre, Gavião, Crato, Alter do Chão, Fronteira,
Monforte, Elvas, Borba, Estremoz, Sousel, Arraiolos, Avis, Ponte de Sor, Mora, Coruche,
Salvaterra de Magos e Benavente”.149 Los llamó “Sorraia” por la comarca (muy agreste)
que ocupaban, en la que, desde áreas más favorables se habían replegado y salvajizado en tiempo inmemorial. Estudios ya en marcha hace años sobre el DNA de équidos, en el Centro de Biología Ambiental de la Universidad de Lisboa, y singularmente por el equipo de la Dra. Maria do Mar (que me informa de que pronto entrarán en
la fase de estudio del DNA ancestral del Equus caballus en la Península Iberica),
podrán definir mejor esta hipótesis.150 Entre tanto, podemos recurrir al tradicional
método comparativo.
146
M. ENNAIFER, 1983; J. LANCHA y C. BELOTO, 1994; J. LANCHA y P. ANDRÉ, 2000. El joven
P. P. SALGUEIRO (1993) pensó que los bellos caballos de esta villa eran de raza lusitana, vide infra.
147
P. JANSSEN et al., 2002.
148
Hay disponible en línea una breve semblanza histórica de este personaje, en relación con los
“Sorraia”: <http://www.sorraia.net/principal.htm>, donde otras opiniones importantes suyas quedan reflejadas a través de entrevistas con sus herederos, que siguen manteniendo la ganadería en cuestión.
149
R. d’ANDRADE, 1926, 1937 y 1945.
150
Vid. en general LISTER 1998 y 2001; CARNEIRO, 2001; VILA, 2001, LUÍS 2002 y, sobre todo,
OOM et al., 1994 y 2002. Aprovecho la ocasión para agradecer a la Dra. Oom y a su colaboradora D.ª Joana
Morais sus amables indicaciones, que me dejan albergar esperanzas (26-12-2004): “Os marcadores moleculares existentes têm demonstrado ser eficazes na discriminação entre raças, contudo, a sua eficácia está
muito dependente do número de indivíduos que compõem a amostra. Teoricamente é possível, sim,
averiguar a questão da raça a que se refere a lenda, mas na prática depende da quantidade de amostras antigas que conseguir obter e depois da obtenção ou não de DNA amplificável dessas amostras”.
[ 206 ]
ZEPHYRUS Y LAS YEGUAS DE OLISIPO
Los Sorraia se pueden comparar fácilmente con los caballos dibujados en cuevas
y grabados prehistóricos, pues presentan su misma poca alzada, cabeza de perfil convexo o subconvexo y, sobre todo, los características rayas acebradas en el lomo y en
sus patas que son bien observables también en los testimonios pintados prehistóricos.
Sus colores típicos son sólo dos: la mayoría muestran un castaño vivo o pajizo, que
llamamos “bayo”,151 y la minoría un gris peculiar (“rato” y “cinzento-rato”), llamado
“pelaje de ratón”. Es muy interesante destacar que casi el 100% de esta raza no presentan ninguna mancha blanca. La baja estatura, el color bayo, la ausencia de manchas blancas y los característicos “acebrados” o “encebrados” tienen, pues, que dirigir
nuestras pesquisas.
He tratado de ver cómo sería posible enlazar estas conclusiones raciales e iconográficas con algún dato o texto de la Antigüedad. Y he encontrado en efecto otas dos
vías inéditas (que, como dije, desarrollaré también en otra ocasión), la primera a partir del color más clásico de la citada raza Sorraia. Es mérito de Andrade el haber
observado que los nombres homéricos de los caballos de Aquiles, Baliós y Xanthós, se
corresponden perfectamente con los colores “baliós” griego y “badius” latino, directos
antecedentes etimológicos del término peninsular “bayo/baio” (el color castaño en
castellano), y el color “xanzós”, rubio-amarillento y amarillento-rojizo en griego, que
son justamente los colores de caballos antiguos más propiamente ibéricos,152 y particularmente en el caso de los Sorraia. Añado por mi parte ahora que no me parece una
simple coincidencia el que en la epigrafía lusitana haya nada menos que 10 ejemplos
de cognomina Badius/a y Badiolus/a, por 4 casos en la Tarraconense (siendo provincia
mucho más grande), y sólo 5 en la Bética (provincia mucho más numerosa epigráficamente hablando). Se da además la peculiaridad de que todos estos Badii se concentran en un triángulo entre Salacia, Tavira y Cáceres.153
La segunda tiene que ver con el color citado y el nombre mismo de los garranos,
que a mi juicio encuentran – y ésta será ya la última aportación de este trabajo – un
curioso y olvidado precedente clásico sobre su antigüedad: El último enciclopedista
antiguo, san Isidoro de Sevilla, hablando precisamente sobre los tipos de colores de
los caballos, en Etym. XII.1.53, dice: Cervinus est quem vulgo guaranem dicunt.
151
Andrade lo llama “baio”, y también “croûtre de pain, jaunâtre”, y de este color eran todos los que
él encontró en 1924: vid. su folleto de 1926.
152
El caballo de más alzada de época tardorrepublicana (por ejemplo en monedas) evidencia una mezcla de época púnica, y el “Lusitano” (que a veces se especuló fuera el representado en Torre de Palma) y el
“Andaluz” no aparecen hasta la Edad Media, mediante una nueva mezcla con caballos árabes y
norteafricanos, siempre de mayor alzada que los hispanos. Por ello estas dos razas no pueden ser tenidas en
cuenta, a mi juicio, en el estudio de temas iconográficos antiguos.
153
Se trata de IRCP 77 (Tavira), 195 (Alcácer de Sal), 317 (Beja), 408 (Évora), 488 (Villaviçosa), CIL
II, 583, HEp 6, 102 y HEp 11, 58 (Mérida), HEp 3, 135 (Robledillo de Trujillo, CC), HEp 6, 244a
(Salvatierra de Santiago, CC). Cf. para la etimología desde el gr. bálios A. ATHANASSAKIS, 2002.
[ 207 ]
ALICIA M.ª CANTO
Aeranem idem vulgus vocat, quod in modum aerei sit coloris. Sin poder entrar en los problemas léxicos, bien tratados recientemente,154 creo que el color leonado o “cervuno”
guaranis puede ser el precedente directo de los típicos garranos portugueses. En el
futuro espero poder completar todo lo que en esta última parte de mi trabajo sólo
puedo dejar esbozado.155
I. VELÁZQUEZ, 2003, 414-416 y especialmente 416.
Vaya ahora, last but not least, mi cordial agradecimiento a las entidades organizadoras de esta VI Mesa
Redonda sobre a Lusitânia Romana: Lusitânia entre o mito e a realidade, y en particular al Prof. José d’Encarnação
por su amable invitación, que me brindó la ocasión de compartir este coloquio con un grupo escogido de colegas, varios de ellos viejos sodales. Fue una satisfacción añadida que el espacio geográfico del encuentro, la bella
Sintra, coincidiera con el escenario mismo del mito que me ha ocupado, tal como lo reflejó el logo de la propia
reunión: un ligero caballo con las crines al viento. Reitero mis disculpas a la organización de esta mesa redonda, y en particular al Prof. Encarnação, por no haber podido mantener el título, el contenido ni el abstract inicialmente enviados (“Las yeguas de Olisipo y otros mirabilia Lusitana”), que tuve que cambiar a última hora.
En efecto, el curso de la propia investigación me arrastró en sus últimos días hacia senderos tan imprevistos,
que las novedades en torno al primero de los temas no hubieran dejado cabida a los demás en el tiempo y
espacio disponibles; por ello tuve que renunciar a algunos otros mirabilia Lusitana que pensaba comentar,
como la fundación de Olisipo por Ulises, la de Setúbal por Túbal, nieto de Noé, o aquella curiosa embajada
de personalidades lisboetas que, según nos cuenta Plinio el Viejo, viajó hasta Roma expresamente para relatar
de primera mano al emperador Tiberio cómo se había podido ver, en una cueva cercana a la ciudad, a un
tritón marino que tenía «la forma de todos conocida» (¡!), tocando su caracola. Y, en la misma costa de Lisboa,
a una «auténtica nereida», que cantaba lúgubremente mientras agonizaba (Plin. NH IX, 4, 9). Curiosamente,
encuentro esto en Damián de Góis (1554): “Nos arquivos antigos do Reino, a cuja cabeça me encontro, existe um
manuscrito antiqüissimo, que é um contrato entre o rei Dom Afonso III e o mestre dos Cavaleiros de São Tiago, Paio
Peres; nêsse documento se determina que o tributo das Sereias e dos outros animais, pescados nas praias da mesma
Ordem, se devia pagar, não ao mestre da Ordem, mas aos Reis. Donde se colige fàcilmente que as sereias eram freqüentes nas nossas àguas, visto que àcêrca delas se promulgou uma lei.” Sin comentarios...
154
155
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