El propósito de este artículo es insertar las emigraciones políticas republicanas del siglo XIX en la larga tradición del exilio español. Los jóvenes demócratas que partieron tras el colapso de la Primera República, y aquellos que en el tramo final del siglo se les añadirían para eludir la conscripción militar, asumieron, dado su perfil profesional y su vocación intelectual, la condición de mediadores culturales de la comunidad de emigrados y de instrumentos de contacto de ésta con las instituciones de los países de acogida. En medio de estas circunstancias, esos republicanos expatriados asumieron como propia, tras reconstruir sus biografías personales, la tares de dotar a la colectividad española de referentes cohesionadores. El primero de ellos: un acendrado patriotismo.
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