Las nuevas tendencias de organizar los procesos productivos, el surgimiento y aplicación de tecnologías novedosas y la cada vez más buscada productividad, han influido poderosamente en ese mal entendido "progreso" (Blanco, Rojas y De la Corte, 2000); sin embargo, este desarrollo no se ha traducido en un mayor interés por la protección de los trabajadores ante los nuevos riesgos que van surgiendo en el ambiente laboral. Ello provoca un desequilibrio entre los accidentes laborales y la respuesta de orientación preventiva encaminada a combatirlos. Por tanto, es necesario encontrar un ajuste entre el avance tecnológico y la actividad preventiva, capaz de alcanzar niveles elevados de seguridad y salud para los trabajadores en particular, y para la sociedad en general. En consecuencia, nos encontramos que la percepción del riesgo y el comportamiento de los individuos juegan un papel primordial, implicando a los distintos estamentos e instituciones que conforman la sociedad.
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