En este ensayo se sostiene que el Quijote de Cervantes tiene un indisimulable regusto a Aristóteles. Con hechos y con dichos, por todas las bocas la obra predica y remacha que la "virtud ... está puesta entre dos extremos viciosos" (II, 17) y "el punto de la discreción" es "el medio" entre dos extremos (II, 51). La trama y los caracteres, los modos de contar, la ironía de los enfoques y las modestas lecciones del relato estriban a cada paso en la confrontación de unos extremos y en la propuesta más implícita de un justo medio. Si el ciudadano Cervantes tendía a pensar en términos semejantes, advierte Francisco Rico, nadie lo sabrá nunca con certeza. No obstante ¿se señala al mismo tiempo¿ pocos autores son tan invisibles y a la vez tan presentes en un libro como Cervantes en el Quijote. Aun cuando Cervantes rehúye las referencias palmarias a sí mismo, e incluso escatima al narrador el empleo del yo, la sombra del escritor resulta ubicua en el tono que rezuma la novela entera.
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