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Comercio, patrimonio, nación y guerra.

  • Autores: Manuel Herrero Sánchez
  • Localización: Debate y perspectivas: cuadernos de historia y ciencias sociales, ISSN 1577-1261, Nº. 2, 2002 (Ejemplar dedicado a: Las tinieblas de la memoria: una reflexión sobre los imperios en la Edad Moderna), págs. 99-112
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • español

      De acuerdo con los planteamientos historiográficos clásicos, el triunfo de Amsterdam en el siglo XVII no fue más que la culminación de un ciclo de desarrollo económico protagonizado por ciudades que, como Venecia, Génova o Amberes, se erigieron en poderosos núcleos mercantiles y financieros, pero carecieron del sostén de un estado moderno unificado. Esta opinión ha sido revisada y se ha demostrado que, a pesar de la celosa defensa del particularismo provincial y urbano, la activa red de ciudades establecida en torno a Amsterdam logró dotarse de los medios necesarios para defender sus intereses mercantiles y acceder a los mercados europeos y coloniales.

      Gran parte del éxito del modelo neerlandés radicaba en la escasa supervisión estatal sobre las compañías de comercio de las Indias Orientales y Occidentales, fundadas en 1602 y 1621. A lo largo del siglo XVII, la expansión colonial permitió consolidar la posición de las Provincias Unidas como estado independiente, pero a la larga el importante peso relativo del comercio exterior supuso la aplicación de una política fiscal destinada a favorecer los intercambios a gran escala en detrimento de las actividades productivas. Las compañías privilegiadas de comercio se enzarzaron en continuos conflictos patrimoniales y ayudaron a afianzar el poder de la elite patricia y el mantenimiento de una estructura gubernamental arcaica y descentralizada, que fue incapaz de hacer frente al desafío de las otras potencias coloniales europeas.

    • English

      According to standard historiographical wisdom, the triumph of Amsterdam in the seventeenth century was no more than the culmination of a cycle of economic development protagonized by cities like Venice, Genoa, or Antwerp, which became powerful mercantile and financial centres but which lacked the support of a modern unified state. This opinion has been revised, and it has been shown that, despite the jealous defense of the provincial and urban particularism, the active network of cities around Amsterdam succeeded in creating the means necessary to defend their mercantile interests and to gain access to European and colonial markets.

      Much of the success of the Dutch model sprang from the scarce state supervision of the East and West Indies trading companies, founded in 1602 and 1621. Throughout the seventeenth century, colonial expansion encouraged the consolidation of the United Provinces as an independent state, but in the long run the relative importance of foreign trade led to the application of a fiscal policy designed to favour commerce at the expense of productive activities. Privileged trading companies engaged in constant patrimonial conflicts and contributed to strengthen the power of the patrician elite and to maintain an archaic and descentralized government structure, which was incapable of meeting the challenge of other European colonial powers.


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